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Un amor que mide la intención
Qué hermoso es ver la celebración de amor que se fomenta y se celebra durante el mes de febrero. Es contradictoria para algunos ya que escuchas frases como, “el amor es todo el año” o “es un esquema de ventas para el mercado generar dinero.” Como también se escuchan las frases de la comunidad de fe que aprovechan para recordarle al mundo que “Dios es amor” y que “de tal manera amó Dios al mundo que envió a su único hijo a morir por ellos para que no se pierdan y tengan una vida eterna.” Independientemente el motivo sea comercial, real o creado con diversos propósitos, el mes de febrero trae a la atención las diferentes formas de amar y de mostrar amor. La realidad es que hay muchos ejemplos bíblicos del amor de Dios manifestado, pero hoy quiero enfatizar la maravillosa expresión de amor que no se mide por la cantidad, sino más bien por la intención. Varios de los evangelios de las escrituras se relatan un acto de amor hermoso. Dice Marcos 12:41-44 que Jesús estaba sentado cerca de la caja del dinero del templo y veía cómo la gente daba sus ofrendas. Muchos ricos depositaron grandes cantidades de dinero, pero esto no le causaba ninguna reacción. Luego, aparece en escena una viuda y dio dos pequeñas monedas de cobre, que la verdad era que valían muy poco. Pero, el acto de esta mujer sacudió de tal manera a Jesús que hizo que este llamara a sus seguidores para decirles:
“Les digo la verdad, esa pobre viuda echó más que todos los demás a la caja del tesoro del templo. Los demás dieron de lo que les sobraba, pero ella entregó de lo que tenía para vivir.” Lo maravilloso de este relato es el amor inagotable de Jesús que fue capaz de mirar el corazón de esta mujer. Jesús no miraba qué estaban depositando sino el cómo lo hacían. Su mirada traspasaba la mano física y miraba el corazón, la intención con lo que llevaban a cabo el gesto. La ofrenda de ella fue lo más grande no solo porque era lo único que tenía, sino porque a pesar de serlo, lo dio con amor. Muchas veces minimizamos lo que un gesto de amor puede causar en una persona o lo que este gesto pudiese inspirar. No se trata necesariamente de detalles grandes, voluminosos, costosos o complicados; a decir verdad, el que pueda y quiera, que lo haga. Pero el poder detrás de un abrazo cuando alguien se siente en soledad, una palabra de aliento cuando estamos bajo un caos mental, una llamada para recordarle a una persona que hizo falta o simplemente una invitación a tomarse una taza de café para conversar se convierten en el gesto de amor que esa persona necesitaba. Pedro le dijo al cojo de nacimiento sentado en la puerta del templo llamada La Hermosa: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy.” (Hechos 3:6). Y muchas veces lo que tenemos es exactamente lo que el mundo necesita.
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Por Janice Rodríguez Rivera Fundadora de Palabras de Guerrera @palabrasdeguerrera en FB e IG
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