La revolución cubana se inició con el propósito de crear una Cuba democrática, donde los ciudadanos disfrutaran de libertades políticas, justicia social, bienestar individual y colectivo. Sin embargo, con la muerte de Fidel Castro queda en evidencia el fracaso de aquel objetivo.
El precio que han pagado los cubanos en la pérdida de las libertades básicas y en el estándar de vida de su población ha sido enorme. El gobierno cubano decide lo que los cubanos van a estudiar, donde pueden trabajar, que pueden comer, comprar y hasta si pueden viajar al exterior. En la Cuba que deja Fidel la libertad política y de expresión son inexistentes.
Los cambios económicos que aparentemente se vienen efectuando desde que Raúl Castro heredó el poder están lejos de ser suficientes para garantizar el crecimiento económico y el bienestar social del pueblo cubano.