Leonard Cohen: el último vals en Granada

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Lunes, 14 de septiembre de 2009

Música. El cantautor de Montreal brilla con fuerza en su única actuación en Andalucía

Leonard Cohen (derecha), con traje oscuro y camisa beis abotonada hasta el cuello, sonríe a los asistentes en el Coliseo de Atarfe CHARO VALENZUELA

Leonard Cohen conquista a 4.000 granadinos en el Coliseo de Atarfe z El canadiense repasó lo mejor de su cancionero en un concierto perfeccionista y emocionante. Por Eduardo Tébar. Granada

El último vals en Granada ELEGANTE, VIVARACHO Y SIN ABANDONAR LA SONRISA. ASÍ SE PRESENTÓ EN LA TIERRA DE LORCA SU DISCÍPULO MUSICAL MÁS AVENTAJADO. A PUNTO DE CUMPLIR 75 AÑOS, COHEN ENVEJECE COMO LOS VINOS DE RESERVA. Como un baile lento y seductor al final de una batalla perdida. Como contemplar lagrimeando el hundimiento de Venecia. Sí, presenciar un recital de Leonard Cohen es una experiencia grande. Algo que no se olvida. Y anoche, en el Coliseo de Atarfe, 4.000 personas se marcharon con el concierto de su vida tatuado en el recuerdo para siempre. A más de uno

le escoció el precio de la entrada (entre 60 y 100 euros), pero se marchó con las heridas curadas. ¿Acaso no sana la palabra precisa en el momento adecuado? El bardo judío sabe bastante de almas desvencijadas y bálsamos milagrosos. La gira alimenticia del poeta más influyente de la historia del rock sugiere un futuro prometedor para el eterno amante de ‘Suzanne’. Cohen abandona su refugio budista tras el desplume de una manager –y amante– traidora. No pasa nada. Con más filosofía que resignación, el ‘dandy’ vuelve a los escenarios tres lustros después de colgar la chaqueta y las botas. Ahora sonríe, lanza miradas cómplices y se reverencia ante su parroquia. De etiqueta y custodiado por el sedoso cortinaje de la ceremonia, el viejo Leonard se regocija en su arte.

Sin duda, la estampa no tiene precio: Cohen arrodillado, apelando a los pájaros que padecen en el alambre y pidiendo perdón por los pecados. Él surca el cielo y baja a los infiernos. Y la gente se estremece con las dádivas del cantautor, que brindó por el vals de la última noche. Poemas añejos. Lo dice la letra de ‘Dance me to the end of love’, la salmodia redentora con la que inició su actuación. Lo suyo es un canto a la belleza mientras un violín compunge la ruinas de la pasión. Además, tres horas de recital divididas en dos partes permiten desglosar los episodios más afortunados de su discografía. La declamación mística de ‘Everybody knows’, las ensoñaciones de ‘Sisters of Mercy’, la mediterraneidad de ‘Who by fire’ o el ejercicio reflexivo de ‘To-

APUNTES La banda Leonard Cohen (voz y guitarra), Roscoe Beck (director musical, bajo), Bob Metzger (guitarra, pedal steel), Xavier Mas (bandurria, laúd, guitarra de 12 cuerdas), Neil Larsen (teclados), Dino Soldo (vientos), Rafael Bernardo Gayol (batería, percusiones); Sharon Robinson, Charlie Webb y Hattie Webb (coros).

wer of song’. En forma y ágil, Cohen recordó sus días de escritor con arpegio eslavo (ojo, un gitano le enseñó a tocar la guitarra acústica cuando era un chaval) en ‘The partisan’. La voz cavernosa añade matices a lo sublime de por sí. Es consciente de que le queda una garganta taimada por la arena del tiempo. Mención especial para el aragonés Xavier Mas. El único instrumentista español de la formación asumió, bajo un intenso fulgor cenital, el papel protagonista en la sonoridad acústica de unas composiciones que, como se ha comprobado en cuatro décadas, funcionan en cualquier formato. Más de cuatro bises y el estribillo de ‘Hallelujah’ se perdía en el cielo lorquiano de Granada. “Nunca olvidaremos esta noche. Que Dios os bendiga”, comentó Cohen tras el último vals. b


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