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Sublimación
from Jaim Jadashim #65
En mi mano hay un pincel con pintura y, frente a mí, un boceto que antes dibujé con gran tranquilidad, comienzo a deslizarlo suavemente sobre el papel reflejando cada sentido dentro de mí y es ahí cuando ya no me encuentro aquí, en esta tierra. Ya no hay ruido, ya no hay exterior, justo como cuando te enamoras por primera vez y te encuentras frente a tu enamorado, se miran, pasa el tiempo y aunque no salga palabras de la boca de ninguno, el mundo se detuvo sólo para ustedes.
Cuando comienzo a pintar, ya no estoy aquí, sino rebosante sobre una tabla de surf, sintiendo la brisa del mar y las mariposas en el estómago por el salto de cada ola que atravieso. Podrías tacharme de soñadora, romántica o sentimental pero para mí es mera inspiración, mi momento en el limbo en donde mis emociones desde las más
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Rosa Lifshitz
pasajeras como la tristeza, preocupación, angustia, esas que a nadie le gusta sentir, se esfuman por arte de magia.
Cuando comienzo a pintar, ya no estoy aquí, y es que es tan fascinante sentirme libre detrás de un papel lleno con mil colores, que olvido incluso el tiempo. Trazar un desnudo, un retrato de Van Gogh, alguna réplica de Modigliani, o un artificio mío es suficiente para complementar mi paz interior.
Dentro del psicoanálisis descrito por Sigmund Freud, la sublimación es el proceso que consiste en un desvío de emociones (en ocasiones sexuales) hacia un nuevo fin. Entre los ejemplos de Freud como nuevos destinos de la pulsión, se encuentra lo artístico y lo intelectual por ejemplo; mediante la pintura, el dibujo, escultura, la ciencia, la religión, la tecnología y hasta la política.
