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La crónica

Caminando por el recuerdo de aquellos maravillosos años de los 60’s, 70’s y principios de los 80’s, sobre el paseo de la Reforma, la avenida Juárez, Insurgentes y la Zona Rosa que nos ofrecían espectáculos para todos los gustos y bolsillos.

A finales de los años 60 floreció la Zona Rosa, ésta área del Distrito Federal entre las calles de Liverpool, Paseo de la Reforma, Insurgentes y Florencia.

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Era otro mundo, se trataba de un México donde se concentraban la alegría y diversión en la Zona Rosa.

Era la época en que Alex Duval presedía desde su galería el “Oso Blanco” en el Pasaje “Jacarandas” y donde la “Galería Pecanins” dictaba tendencias desde su sede en la calle de Hamburgo, a unos metros del “café Kinneret” y a un par de cuadras del icónico “Perro Andaluz” Jovita Miramontes

Y frente al Perro Andaluz, el famoso restaurante “Piccadilly Pub”, que ponía como atractivo las famosas “medias yardas” de cerveza.

Era cuando escritores, pintores y artistas se reunían a tomar café al sol, ahí en el “Toulouse Lautrec”.

Esa misma zona servía como escenario pa que el cantante “Ricardo Carrión” modelara por primera vez en México bolsas para hombre, luego conocidas como “cangureras” y que fueron todo una moda.

Era la época del restaurante “La llave de Oro”, la “Hostería Romana” o el “Alfredo’s”, mientras más discretos en su clientela era “La cabaña” luego se buscaban tomar una copa vespertina en el “Chips” y tener una cita romántica en su piano bar del hotel “Montecassino” o el apun hoy reputado bar del “Geneve”, mientras las tiendas de ropa de moda, de discos importados y los centros nocturnos convivían en la misma cuadra, y a la vuelta, sobre la calle de Amberes, la platería “Los castillo”.

Más abajo sobre la calle de Hamburgo estaba el “Focolare”, donde era posible desayunar con champaña.

Era cuando ir a la Zona Rosa representaba un paseo seguro y divertido e implicaba entrar al restaurante “Passy” o su vecino, el “Champs Elysees”, ambos en Amberes, entre Reforma y Hamburgo.

Era ciertamente el tiempo en que la calle de Londres entre Amberes y Niza era escenario de una competencia entre restaurantes

de verdadero lujo como el “Napoleón”, el “Bellinghausen” y la “Calesa de Londres”.

Y ahí en Niza, entre Hamburgo y Reforma, estaba “El parador de José Luis”, donde “Pepe Pagés Llergo” presidía todos los jueves una mesa a la que llegaban lo mismo Julio Iglesias o José José y en la que Jacobo Zabludosky hizo famoso su “Pesacado a la Jacobo” (un rico nopal asado, cortado transversalmente y relleno con pescado asado, servido en salsa verde de cocina de preferencia molcajeteada).

Y a unos metros el restaurante “Normandie”, el elegante, el que tenía la “Fuentes Danzantes” y su versión popular, el casi desconocido “Bar Luis XIV”, que por las noches era centro de reunión de empleados de los bancos cercanos.

Era el sitio donde se relataban las aventuras de la discoteca “Sergio’s Le Club”, cuando nos vestíamos elegantemente e íbamos a tomar un café y un pastel en el “Duca d’ Este”, que tenía un prestigio reforzado porque su dueño era el esposo de Eva Sámano de López Mateos, Pero estaban también la “Pastelería Auseba”, casi al frente, y el “Konditori”, tres cuadras más abajo con uno de los cafés más rico de toda la zona rosa.

Más abajo, entre Niza e Insurgentes, el “Hotel del Paseo” y el “Hotel Montejo” con su bar “Nicté” siempre lleno.

Y a un par de cuadras de ahí, en la calle de Florencia, el “Hotel Continental” donde se presentaba cada noche “Olga Breeskin” y su violín, y caminando unas calles más allá se encontraba el centro de diversiones “Casablanca”.

Así que nos enfilábamos hacia el “Señorial” y a “La Cueva de Amparo Montes”, ahí era la frontera del recuerdo urbano.

Era sí como los habitantes de la Ciudad de México, los turistas nacionales y extranjeros disfrutaron durante las décadas de los 60s, 70s y 80s de una urbe con una cartelera nocturna diversa y plural que dio esplendor a los maravillosos años, de la llamada ‘Ciudad de los Palacios.

Lo mismo había bares módicos con espectáculos menores, asi cómo centros nocturnos elegantes que atraían a las audiencias salidas de los teatros ávidos de seguir el disfrute de la noche.

Fue una época llena de música y, la brillante música discoteque nos cautivó... pero ello, es parte de otro capítulo.

Derechos reser-

vados 2012- 2020

Del libro “Mis años maravillosos 60,70’s” de Carlos Collins.

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