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Ciencia Contra las adicciones, sin diagnóstico ni estrategia

MANUEL LINO GONZÁLEZ manuel.lino@losintangibles.com

Más de 50 % de los pacientes que padecían tabaquismo antes de recibir un diagnóstico de cáncer continúan fumando tras ser diagnosticados, a pesar de los consejos de sus médicos y de que, por supuesto, esto puede empeorar la calidad de vida y acelerar el crecimiento del tumor que ya tienen.

Esto es un pequeño ejemplo de lo difícil que es combatir las adicciones una vez que ya se tienen; tanto las que se relacionan con sustancias legales, como el tabaco o el alcohol, como con sustancias ilegales, como cocaína, heroína o el fentanilo.

Así que, como casi en todos los temas de salud, es mejor prevenir que tratar de curar o mitigar después, lo cual es justamente la intención de la Estrategia Nacional para la Prevención de Adicciones, a cargo de la Comisión Nacional contra las Adicciones, dada a conocer el 27 de septiembre de 2022 y echada a andar por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en las escuelas públicas de educación secundaria y media superior el lunes 17 de abril con la campaña “Si te drogas te dañas” y el micrositio estrategiaenelaula.sep.gob.mx.

Según dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia matutina ese día al hacer el anuncio, la intención de la campaña “es informar sobre el daño de las drogas”, y los materiales en el micrositio, como los manuales para padres y maestros, siguen este enfoque. Sin embargo, quienes han hecho y estudiado las campañas de prevención coinciden en que “la información no es suficiente para cambiar comportamientos”.

La información es insuficiente para los adultos que ya desarrollaron los hábitos.

Como señala Arya Sharma, directora científica de la Red Canadiense de Obesidad, quien con base en 12 años de datos dice que, a pesar de tener información,

: PARA QUE UNA campaña a nivel para prevenir el uso de drogas pueda tener éxito se requiere cumplir con al menos 10 puntos; hasta donde se sabe la Estrategia en el Aula no cumple con ninguno de ellos tres de cada cuatro fumadores con enfermedades respiratorias no dejan de fumar, la mayoría de las personas con diabetes o enfermedades cardiacas no se vuelven más activas físicamente y casi nadie, sin importar su diagnóstico, aumenta su consumo de frutas y verduras. Con la prevención y los jóvenes sucede lo mismo, comenta a ejecentral la experta Janet García, la información es necesaria y sin duda ayuda, pero por sí sola es insuficiente.

Primero es el diagnóstico

Para realizar una campaña de prevención tenemos que basarnos en la evidencia, explica García, quien es fundadora de, entre otras instituciones, la Red Iberoamericana de Comunicación y Salud y del Grupo de Análisis de la Reforma Publicitaria en Salud Sexual: difusión del uso del condón en México.

“Para prevenir el consumo de los adolescentes, y escoger cuál es la estrategia adecuada, se necesita un diagnóstico”, dice, y pone un ejemplo sencillo: para recetarte, un médico tiene que saber si tu enfermedad respiratoria es un resfriado común, influenza o Covid.

Sin embargo, a nivel social, las adicciones son un problema mucho más complejo que las enfermedades respiratorias, por lo que el diagnóstico tiene que ser social, medios (qué tipo de información están recibiendo en el ambiente) y, muy importante, epidemiológico.

Con este último término “me refiero principalmente a cuál es la percepción del riesgo que tienen los jóvenes ante el

Han consumido alguna droga, alcohol o tabaco en 2014* consumo de drogas… y cómo esa percepción se asocia con el consumo, conceptualizar que es para ellos una adicción”.

Esto es relevante porque los jóvenes “minimizan los riesgos”, eso es algo que “sabemos muy bien. Se ha demostrado con investigaciones, con evidencia científica que los adolescentes y los jóvenes pueden subestimar los riesgos asociados con el consumo”.

›Ante la pregunta de si la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (o “de Adicciones”), cuya última edición es de 2016, pues fue cancelada por la presente administración, era un diagnóstico epidemiológico del problema, García contesta que no, pero que sí era uno social.

Otro elemento del diagnóstico, “es la influencia de los medios de comunicación y la cultura popular”. Tenemos que hacer un diagnóstico de cuál es la representación del consumo de drogas de los medios” que tiene un impacto importante en la percepción de los riesgos, señala García.

Tener el diagnóstico es fundamental para que, al diseñar las estrategias, se pueda hacer sobre hechos comprobados y “evitar enfoques basados en mitos, estereotipos o en creencias”.

Los otros nueve puntos

El diagnóstico, en sus tres aspectos, pero

17.2% de los estudiantes de secundaria y bachillerato en México

18.6% de los hombres

15.9% de las mujeres que idealmente debería también incluir a la familia, es apenas el primero de una lista de 10 puntos que es necesario cubrir para hacer una campaña de prevención de adicciones con buenos resultados. García hace un recorrido por los otros nueve puntos, con énfasis en algunos de ellos, como el segundo, que es proveer información precisa, actualizada y adecuada para la edad de quien la recibe; sobre todo porque los sentidos y significados que los jóvenes dan y encuentran en la información son distintos a los de los adultos que la proveen.

El número tres es que debe darse un enfoque integral. “La campaña debe cubrir factores de riesgo, de protección, habilidades, de toma de decisiones, del manejo del estrés y en el desarrollo de habilidades para la vida. El enfoque integral evita basar la campaña en ideas como “el consumir provoca la muerte”, dice García y explica:

5.8% de los estudiantes reportó haber consumido drogas médicas fuera de prescripción 6.5% de mujeres 5.1% de los hombres

“porque para ellos esa percepción del mundo no existe, no lo hay”.

La cuarta entrada de la lista tiene que ver con la participación activa, lo que implica que “no puede ser desde el escritorio” y que debe también ubicarse “desde las decisiones de los jóvenes, desde las actividades, ellos mismos expresan sus inquietudes y pueden dar soluciones del tema, y no emocionales, el tipo de uso del lenguaje adecuado a su edad, la comprensión de la información debe ser significativa y relevante para ellos”.

La sexta tiene que ver con la prevención temprana, por lo que quizá hay que considerar que no sólo sea para adolescentes de nivel secundaria y medio superior, sino también para los niños.

“Son diferentes las campañas (de prevención) para niños… Tenemos que ser estratégicos para generar a la prevención temprana, que fuera más efectiva para generar habilidades de resiliencia y reducir la curiosidad hacia las drogas”, dice la investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Otro punto importante, el octavo, “es la evaluación y seguimiento”, que no existe en la actual campaña y que es fundamental “para evaluar y medir los resultados y el impacto de la campaña. Y entonces sí, ir viendo: ¿Está funcionando? ¿No? Nos regresamos, cambiamos, y así sucesivamente”.

De hecho, en lo que García es principalmente experta es en la evaluación de campañas de comunicación y de sus efectos o resultados, y sabe que si no hacen bien “se pierde muchísimo dinero y mucho esfuerzo”.

›Los últimos dos puntos son “el enfoque a largo plazo”, que las campañas puedan darle continuidad a la prevención dentro de las comunidades social, educativa y familiar, y, el número 10, “fomentar apoyo emocional y empatía”, lo que además permite abordar otros temas de salud mental importantes y también es diferente según la edad, pues, por ejemplo, es muy diferente el estrés que manejan los niños de nueve años a los niños de 11 años o los adolescentes de 13 años.

Epílogo de lo que no se ha hecho

Los alimentos muy procesados están elaborados con sustancias que mejoran la “vida útil”.

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