PASAPORTE CIANNEGROMAGENTAAMARILLO
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SECCIÓN
E PASAPORTE
AÑO XCIV TOMO CCCLXIII NÚMERO 33,711
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.
GUADALAJARA, JAL., DOMINGO 19 DE JUNIO DE 2011
Supervisora: Aimeé Muñiz • aimee@informador.com.mx
Al borde del precipicio
La divinidad de Tepoztlán ción prehispánica es de las más representativas del pueblo. Se dice que cerca al año 1550 inicio el levantamiento de piedras para ofrecer culto a la divinidad Ometochtli-Tepuztécatl, el llamado “Dios del pulque”. Este conjunto de ruinas arqueológicas está enclavado en lo más alto de la montaña. Pareciera frágil y que en cualquier momento el más simple movimiento de la tierra pudiera derrumbar a este palacio prehispánico, pero no es así, su infraestructura fue muy adelantada para su época. Subir hasta la cima es un verdadero reto. Son dos kilómetros de ascenso, empinados en su totalidad. Es aquí, donde el visitante se da cuenta del nivel de condición física que tiene. Las piernas deben ser hábiles y bastantes firmes para brincar cada piedra y arroyo. Si es la primera vez que se visita Tepoztlán, lo más recomendable es que utilice un par de rodilleras y coderas, seguramente resbalará sin quererlo. Tepoztlán es tan misterioso que diversos documentales exhiben una recopilación las experiencias que ha vivido cada uno de sus visitantes; una de las leyendas más famosas de este mágico pueblo, es la de la cueva que dio refugio a sus Incierto origen Sitios indispensables propios habitantes durante el legendario Los mitos son imprescindibles en Llegar a Tepoztlán y no visitar su diluvio divino, en el que supuestamente Tepoztlán, es parte de su naturaleza, par- cerro y la pirámide del Tepozteco, es los alrededores del cerro quedaron inuntiendo de su origen de nombre, algunos como nunca haber ido. Esta construc- dados. Otro mito que ronda es sobre el magnetismo que aquí se desenvuelve, a tal grado que supuestamente se han captado objetos voladores no identificados cerca del lugar, así como rayos y destellos de coloridas luces, provenientes de lugares desconocidos. Otro clásico lugar de Tepoztlán para visitar es el Ex Convento de la Natividad, parroquia construida entre los años de 1555 y 1580 por los habitantes cercanos del Señorío de Tepoztlán, localidad liderada por los monjes dominicos. El inmueble religioso cuenta con un amplio atrio en el que se encuentran cuatro capillas, mismas que servían para posar ahí al “Santísimo” durante las procesiones de la celebración de Corpus Christi. Las fiestas patronales de este sitio se efectúan el 8 de septiembre. Un espíritu guerrero se pasea por cada rincón de Tepoztlán, enigmático poblado de Morelos en el que se pueden apreciar vestigios de una mezcla indígena y española. Este pueblo mágico se encuentra localizado a 21 kilómetros de la ciudad de Cuernavaca y ofrece un recorrido aventurero lleno de adrenalina, cultura y tradición. En sus fértiles tierras el visitante puede realizar un sinfín de actividades ecológicas, desde subir por completo al famoso cerro del Tepozteco y pasear en bicicleta, hasta acampar en el popular Campo Escuela Scout Meztitla. La edad es lo menos importante para disfrutar de los imponentes paisajes que resguardan celosamente a Tepoztlán. Déjate seducir por su misticismo y energía positiva que, según leyendas locales, se deben a las tribus prehispánicas que habitaron aquí hace cientos de años. Una característica muy particular de este pueblo es el equilibrio de su clima, pues durante casi todo año los 18 grados centígrados de temperatura se mantienen para que el calor ni el frío no hagan entrar en conflicto a los miles de turistas que visitan a la región cada mes.
autores aseguran que la palabra que da nombre a este pueblo mágico se deriva de la lengua náhuatl: Tepoztecatl (divinidad nahua) y tlan (junto a), por lo que el conjunto de palabras resumen “en compañía de Tepoztécatl”; sin embargo, hay quienes atribuyen esta relación a un “lugar del hacha de cobre” o “lugar de las piedras quebradas”, posiblemente por los elevados terrenos rocosos y montañosos que se erigen sobre la tierra. Aunque parezca contradictorio, Tepoztlán es un pasaje efímero en la historia prehispánica nacional, pues según datos recolectados por las arqueólogas Giselle Canto y Hortensia de Vega, este espacio sólo fue un “lugar de paso” para las tribus nómadas, por lo que no se tienen datos precisos sobre los primeros habitantes que llegaron hasta aquí. Los más antiguos descubrimientos de asentamientos humanos se registran en la zona conocida como “Tecuescontitla”, que quizá pudo ser habitada entre los años 500 y 150 a. C., por otra parte la zona conocida como “Calamatlán” tuvo presencia indígena entre los años 150 y 650 d. C, de ahí en más, son muy pocos los datos que se tienen.
ESPECIAL
¡A conocer y comer!
• Aspecto de una de las máscaras utilizadas por el grupo de danzantes de los chínelos.
Dentro del Ex Convento de la Natividad se encuentra el Museo Carlos Pellicer y el Museo y Centro de Documentación Histórica de Tepoztlán, que
ESPECIAL
Los espíritus guerreros se manifiestan en el templo prehispánico, mientras que los chínelos bailan con sus coloridas barbas
• Ex Convento de la Natividad, un espacio para conocer más sobre la historia prehispánica de Tepoztlán. distribuidos en cuatro salas exhiben una colección de objetos etnográficos propios del municipio, así como las tradiciones y costumbres locales. Pero si el apetito se manifiesta, en el Mercado Municipal de Tepoztlán, las opciones para degustar de un platillo típico son múltiples. Éste, conocido también como el “tianguis”, se instala en la explanada de la Plaza de Armas, en el zócalo del pueblo. Aquí se ingresa a un mundo de color y aroma, debido a las enormes pilas de frutas, verduras, carne, mariscos y semillas, además de artesanías como la cestería, hilados, cerámica, ropa y joyería. Pero la mejor parte es la zona de la comida preparada en la que se pueden encontrar las delicias culinarias de Tepoztlán, desde el popular mole rojo de guajalote o el mole de pepita de calabaza. También están los itacates, gorditas de maíz con manteca bañadas con salsa, crema y queso, o la famosa cecina de yecapixtla, un plato de carne salada que es servida con crema, queso, frijoles y aguacate. Para cerrar con broche de oro están las nieves, uno de los postres protagonistas de la región.
Los chínelos Al ritmo de la tambora, los platillos e instrumentos de viento llegan los chínelos, el grupo de danzantes más popular de Tepoztlán. Su paso de “el brinco” estremece a todos los habitantes del municipio cada vez que salen a las calles empedradas. Tepoztlán no es el único poblado en el que los chínelos están presentes, pues otras localidades de Morelos como Yautepec, Oacalco, Cualtlixco, Atlahuahua-
cán, Oaxtepec, Jojutla y Totolapan, y algunas de los estados de Puebla y México, también disfrutan del colorido fervor de los danzantes. La leyenda dice que este grupo al verse excluido y poco valorado en los carnavales del pueblo, decide tomar iniciativa al disfrazarse con ropa vieja y tapándose el rostro con pedazos de manta, salen a la calle y comienzan a gritar, chiflar y brincar por doquier, representando una mofa sobre la conquista española, por lo que a su atuendo añaden listones de colores para simular sus barbas y bigotes de forma exagerada. Al principio se les conoció como los “huehuenchis”, palabra que significa “viejos feos” o “gente que se viste con ropa vieja”, todo esto en cerca del año 1872. La vestimenta ordena una compostura de largos trajes de terciopelo negro o manta blanca, una capa bordada con diferentes motivos de lentejuela y adornos con todo tipo de pedrería y plumas de aves. La realización del carnaval de los chínelos es variada, generalmente se celebra durante los primeros días de marzo.
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