Tapatío 11 de febrero

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Sábado 11 de febrero de 2012

PÁGINA 9-B

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

Supervisor: Aimeé Muñiz / aimee@informador.com.mx

Zoológico Guadalajara

Diario de un espectador POR JUAN PALOMAR Dos veces la luna. La caja del agua, en lo más alto del muro del fondo del jardín, acaba de iniciar su tempranero juego de luces: trasmuta así los primeros resplandores del Oriente en un fugaz abanico de reflejos que despierta la savia en los follajes aún a oscuras. Pero esta mañana el cuadrángulo de los destellos tiene un exacto compañero: el disco de plata, cercano y fulgurante, navega a su lado, y brevemente hace el contrapunto y el eco de una ceremonia de luces y misteriosos llamados. Otra noche la luna es una moneda de líquida gloria que va describiendo la parábola exacta rumbo a la alcancía del agua. Pasan las horas y una luz como de aparición deja sobre los mosaicos un invisible rastro de lejanía cumplida, una huella irrefutable del universo en traslación y fuga. ** Canción del fuego fatuo. Manuel de Falla quizás quiso retratar en este breve pasaje la indescifrable danza de las lumbres de San Telmo en las noches fantasmagóricas del mar. El caso es que el guitarrista Augusto Agcaolli interpreta durante un minuto y cuarto (en youtube) la frase intrincada e insistente que convoca el chisporroteo legendario que afirmaban los marinos haber visto entre los cordajes sombríos de sus naves. Sin embargo, un loop obsesivo del tema logra el prodigio de inducir la hipnosis liviana y radical, la íntima certeza de la duración y la gracia que produce la inmemorial contemplación del fuego. ** Charles Dickens cumple 200 años. Inevitable rendir homenaje y recuerdo a un narrador que ha sabido poblar la imaginación de muchas generaciones con historias, personajes y lugares cuya ficticia realidad es ahora más cierta que la frágil circunstancia “real” que día con día se va disolviendo. Oliver Twist o la Historia de dos ciudades, Samuel Pickwick o Fagin, perviven ahora en esa deslumbrante vieja tienda de curiosidades, maravillas y desastres, que es la obra dickensiana y cuya novedad, utilidad y aún inspiración han gozado y agradecido millones de lectores a través del tiempo. Un epitafio que circuló días después de la muerte de Dickens decía: “Fue un simpatizante del pobre, del que sufre, del oprimido; y por su muerte, uno de los más grandes escritores de Inglaterra se pierde para el mundo.” Resuena a cada vez la primera línea de ese relato espléndido que retrata, en los tiempos de la Revolución Francesa, a las ciudades de Londres y París; vuelven las anchas tardes venturosas habitadas por la lectura tranquila, por la música pausada de unas palabras: Fue el mejor de los tiempos, fue el peor de los tiempos… ** El mamut de Catarina hace 50 años. En los llanos polvorientos que alguna vez fueron lagos fue el hallazgo. Poco tiempo después, en 1963, ya estaba expuesta la osamenta colosal en una sala del viejo Museo del Estado. Aquello no se parecía a nada que aquellos niños asombrados pudieran haber visto, y la presencia fabulosa del animal antiquísimo abrió sin duda para ellos una puerta esencial, definitiva: la del tiempo que hacia atrás se desdoblaba. Podían ser nueve mil, podían ser 25 mil años antes de Cristo: tal es la edad que el nuevo habitante de la ciudad, desde esa sala que daba a la plaza del Dos de Copas, llevaba consigo. Considerando la recia estructura del animal, la lección insuperable de la ingeniería de sus partes, los colmillos enhiestos que le ayudaron a traspasar sus afanes, la actitud precavida y beligerante que todo su gesto transmite, quién diría cuáles fueron, para las legiones de niños atraídos por el prodigio, las claves entendidas, el bastimento luego para el camino. ** Wislawa Szymborska, 1923-2012: No existe vida que, aun por un instante, no sea inmortal. La muerte siempre llega con un instante de retraso. En vano golpea con la aldaba en la puerta invisible. Lo ya vivido no se lo puede llevar. ** La invención de Hugo Cabret es una peculiar película, un fastuoso espectáculo, una fábula moral y, al final, una imprevisible y agradecible creación del maestro Martin Scorsese. De las tantas recreaciones de París, sin duda es esta una de las más memorables. La riqueza visual y humana propuesta por la película, su lograda densidad como entramado para desarrollar una historia que es un homenaje a Georges Meliès, a la invención, al humor y la fantasía, vuelven a esta cinta ciertamente muy recomendable. Los descendientes, por su parte, es un interesante retrato de un Hawai cotidiano y poco turístico. Hay en el fondo de la historia de la familia de Matt King (George Clooney en una muy solvente actuación y usando una alarmante colección de camisas estampadas) una extrañeza radical: ¿de quién es esta tierra (cualquier tierra)? ¿Cómo llegar a los otros, a los próximos? ¿Cómo despedirse de gentes, odios, amores y posesiones? Hay una colección de caracteres bien logrados, una agridulce mezcla de situaciones, una eficaz y a ratos elegante dirección de Alexander Payne. ** Una frase de J.R.R. Tolkien que podría ser la inscripción sobre el umbral de una de las múltiples entradas de su enigmática obra, y que podría ser una clave para el tránsito de algunas de estas jornadas: “Todo lo que es oro no brilla; no todos los que vagan están perdidos”.

EL INFORMADOR • E. FLORES

(jpalomar@informador.com.mx)

• El Safari Masai Mara del Zoológico Guadalajara tiene a una jirafa que no duda en acercarse al camión que recorre la zona para comer zanahorias de la mano de los visitantes.

Entre animales y largas filas El próximo 11 de marzo el lugar cumplirá 24 años de ofrecer a los tapatíos una opción recreativa y de aprendizaje Desde hace 24 años el Zoológico Guadalajara está ahí, muy cercano a la Barranca de Huentitán, en una superficie de 50 hectáreas con subidas y bajadas al por mayor, lo cual significa para algunos de sus paseantes un cansancio extremo durante el largo recorrido. Los árboles que antes eran unas ramitas incapaces de proteger a los visitantes de los inclementes rayos del Sol, ya son grandes (algunos frondosos) y dan una vista más agradable al espacio, y seguramente también un mejor ambiente a las especies que ahíhabitanyqueenestedía(domingo)nosehandignado a mirar a quienes los observan. El babuino que descansa sobre la rama de uno de los árboles de Monkey Land, ni siquiera gira un poco la cabeza hacia los visitantes. Su mirada parece perdida, quizá piensa: “¿Por qué se detienen aquí estos primates?”. El changuito de la jaula (por llamar de alguna forma a ese espacio) contigua juega con un trozo de ¿madera? Un niño lo ha visto y alerta a su madre, entonces quienes antes miraban al babuino pensativo voltean hacia el pequeño activo, hasta que –probablemente– siente la atención de los que están del otro lado del alambrado y entonces deja de hacer lo que antes llamó la atención. El recorrido continúa. Las nubes subren un poco al Sol, pero no lo suficiente (quizá hoy, como

ayer, lo cubran por completo); sin embargo, los osos han preferido quedarse cerca de la fresca pared y tampoco se esfuerzan por dar un espectáculo. El oso polar (a unos pasos de ahí) ni siquiera se inmuta y continúa en su sueño. Quienes han pagado 85 pesos, en el caso de los adultos (50, por los niños), pueden formarse para entrar al Safari Masai Mara. La fila es en ascenso y tiene una duración aproximada de 40 minutos por no más de 10 que dura el recorrido en el que sólo una jirafa se acerca a saludar a los intrépidos “exploradores”. A unos pasos está la segunda estación del Tren Panorámico que sólo pueden montar quienes han pagado la tarifa por el atractivo o el Paquete Premier, que incluye éste, el safari y el acuario. Otra vez una fila; la espera puede ser hasta de 25 minutos. De ahí, en el transporte se pueden ver los leones, búfalos, venados, tigres y cocodrilo, entre otros, a una velocidad moderada, pero sin mucho detenimiento. Si la intención es entrar al herpetario hay que bajar del tren y pedir la compañía del “dios de la paciencia” para hacer una nueva fila. De regreso a la primera estación, agotados por las esperas y los pasos dados, vale la pena caminar

◗ Entrada general: adultos 60 pesos; niños de tres a 11 años, 35 pesos. PAQUETES ◗ Tren panorámico: 85 y 60 pesos. ◗ Safari: 85 y 50 pesos. ◗ Acuario: 95 y 52 pesos. ◗ Premiere (todos los atractivos): 145 y 90 pesos. ◗ Estacionamiento: 60 pesos. ◗ Comida: hay “islas” con venta de alimentos, botanas y bebidas con precios de 10 a 75 pesos.

ta idea, porque del tema nadie quiere hablar en la Secretaría de Cultura (SC). En fin. Lo que he estado pensando tiene que ver un poco con el futbol, ahora que salió el asunto del “vocho” de Vergara y que si el pasto es “de a mentis” (como dicen los niños) o que Ignacio Ambriz no es la mejor opción para las Chivas y tantas cosas más. Debo decir, antes de meterme en un problema, que no entiendo nada de este deporte, salvo lo básico: hay dos equipos en una cancha y cada uno debe meter a patadas la pelota en la portería del otro. Me queda claro que cuando un equipo (integrado por buenos jugadores) no está haciendo un buen trabajo en la cancha, lo primero que se dice es que el direcor técnico tiene la culpa. Y también entiendo que si no hay tal, pues difícilmente el grupo podrá hacer un buen trabajo. Traigo este tema a Entre las piernas, porque lo mismo ocurre con la compañía de danza, pues resulta que ya no es su directora Dalirys Valladares (recomendada por Isela Saldaña, ex bailarina del Ballet de Monterrey y hermana de la directora de Danza de la SC, Karina Saldaña, y de la titular de Comunicación Social de la misma de-

pendencia, Eréndira), “quesque” porque su contratación había sido temporal y parece que así se trabajará por los siglos de los siglos, y desde principios de este mes Irma Morales (ex primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza) está al frente de la agrupación, de manera temporal también, claro, y así pasarán los años de la vida sin que el grupo pueda establecerse, porque para lograr avanzar (en lo que sea) es indispensable que haya continuidad y seguramente ésta no puede existir con tanto cambio. ¡Ni hablar! Ese “gran logro” de la SC no ha servido para nada: ni satisface las necesidades de los bailarines jaliscienses, ni hace feliz al público (porque no se ve) y tal vez tampoco sirva para quienes lo integran. Eso sí, parece que ellos siguen cobrando y diciendo que trabajan. No cabe duda que cuando uno cree que las cosas no pueden estar peor, siempre viene alguien a demostrar que sí es posible. Ahora nada más falta que la Compañía Estatal de Teatro también sea una pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo gracias a esta administración de la cultura.

hasta el acuario, donde las mantarrayas entretienen un largo rato a los visitantes, a quienes no les importa mojar su ropa para “acariciarlas”. Ya dentro del acuario, los pecesillos de colores (grandes, chicos y extremadamente reducidos) entretienen a la gente que se amontona en torno a cada pecera con celular en mano para llevarse un recuerdo a casa. Con el ánimo hecho añicos, aunque gustoso, el último empujón es hacia los canguros, para después salir del zoológico en calidad de bulto para descansar.

PARA SABER ¿Cuánto cuesta?

Entre las piernas POR AIMEÉ MUÑIZ (lexeemia@gmail.com)

¿Y la cabeza? Ésta (tal vez) sea la despedida, o un breve adiós en el mejor de los casos. El asunto es que no podía dejar pasar la oportunidad de escribir una vez más de algo que me está haciendo ruido en la cabeza o quizá deba decir: una de las múltiples cosas que me desquician en este momento. Sí, ya sé que lo he dicho miles de veces... y cada vez repito que será la última vez que aborde el tema, ¡pero es que no puedo guárdarmelo, pues! No “vaiga” a ser (como dicen por a’i) que me haga daño. Me refiero –como ya sabrán los tres lectores que se toman el tiempo para leer estas esporádicas líneas– a la Compañía de Danza Clásica y Neoclásica del Estado de Jalisco. Y es que el otro día me eché un chapuzón en notas que escribí hace miles y millones de años en torno a la danza; ya saben, entrevistas a Fulanito, Zutanito y Menganito, bailarines, directores y coreógrafos que hablaban de la imperante necesidad de tener una agrupación que representara a la Entidad. Pensé entonces: “Mira nomás qué cosa tan curiosa”, pues ahora que ya “la tenemos” ni siquiera podemos presumirla, porque no hay nada qué presumir... y si lo hay, pues no tenemos ni la más remo-


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