Tapatio 16 de Abril

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Sábado 16 de abril de 2011

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Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.

• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx

FOTOS: EL INFORMADOR • A. HINOJOSA

Rincones de la ciudad

• En medio de tanto alboroto, el santo patrono del barrio permanece quieto frente a la parroquia... quizá cuidando a todos los habiantes de la zona.

San Andrés, UN BARRIO DE RECUERDOS

¿CÓMO LLEGAR? Si estás en el Centro de la ciudad una ruta fácil es comenzando por avenida Hidalgo, que después de cruzar la Calzada Independencia se convierte en República. Recórrela hasta su cruce con Felipe Ángeles y una vez ahí, da vuelta a la derecha, luego de aproximadamente ocho cuadras te toparás con la avenida Gigantes que al tomarla te llevará hasta la parroquia del Barrio de San Andrés. El cuadro formado por las avenidas Gigantes y Chamizal y por las calles San Andrés y Manuel Martínez Valadez, resguarda más de una decena de puestos de comida y artículos varios, así como los dos templos: la Parroquia y el de la Ascensión.

Entre personas, comida y misas, un santo enclavado frente a la parroquia es testigo de innumerables acontecimientos Las historias que se cuentan en el barrio de San Andrés son muchas, desde aquella típica en la que el amor surge entre miradas que se cruzan en el atrio de la parroquia, hasta la de la novia que se quedó –como dicen en los pueblos– vestida y alborotada, pues su prometido nunca llegó a la cita en el altar. De ésta última, doña Carmen (la de los tacos) fue testigo. Los cinco sentidos de Carmen y Jesús bastan para retener en su memoria cientos de anécdotas, algunas que transcurren entre las calles aledañas al templo y otras tantas que suceden justo en el jardín San Andrés, ése que visitan todos los días y donde siempre encuentran la figura callada del santo patrón. Jesús, o don Chuy, como le gusta que le digan, dice que va casi todas las tardes a la pequeña explanada que hoy suple lo que alguna vez fue el atrio del templo. Él disfruta “ver a los niños jugando o peleando”, mientras saborea una nieve de limón y recuerda la quietud de su infancia en ese mismo lugar. Otras veces compra una concha y un cuernito y lo comparte con los pequeños de los que asegura: “Aunque no me llaman nada, ya les tengo cariño”. En la orilla de la banqueta, sobre la avenida Gigantes y rodeada de otros puestos, es posible encontrar a Carmen Gutiérrez, de 63 años de edad, pero ella, a diferencia de Jesús, no asiste para sentarse con placidez y ver pasar el tiempo. Desde hace 30 años ella va a trabajar así llueva, truene o relampagueé. “Mi mamá duró 20 años vendiendo tacos aquí y yo ya llevo 30. A veces me he tenido que mover, pero siempre es en los alrededores del jardín, es que este barrio me gusta mucho, porque nací aquí y aquí crecí”, cuenta. De la parroquia, ella recuerda que desde pequeña la conoce porque ahí asistía a misa, aunque asegura que las

fiestas que se celebran el 30 de noviembre han cambiado mucho. “Antes hacían un novenario y durante esos días había un carro alegórico que nos alegraba a todos, pero ahora los festejos ya no son tan grandes, me imagino que ha de ser por la crisis económica”. A tan sólo unos metros de donde Carmen prepara los taquitos de tripa, carnaza y lengua, y justo frente a la parroquia de adobe con techo de tejamanil, construida en 1542, está el Templo de la Ascensión, que data de 1735 y que en la actualidad sólo abre en las mañanas, ya que por la tarde es el turno de la parroquia que normalmente luce casi llena durante la misa de siete, hora en la que comienza a llegar la gente a uno de los puestos de mayor tradición. Lleva el nombre de “Doña Lola”, está ubicado a un lado de los tacos de la señora Carmen, y se conoce por tener las más deliciosas tostadas de San Andrés: de pata, cueritos, pierna o panela. Aunque doña Lola ya no atiende el negocio que lleva más de 40 años deleitando a los habitantes y visitantes del barrio, son sus hijos Gerardo y Fabiola, y algunos otros parientes, los que continúan con la tradición todos los días, a excepción de las fechas santas de cuaresma. Como el de Lola y Carmen, alrededor del jardín hay muchos otros puestos que ofertan de todo: hamburguesas, papas doradas, raspados, salchipulpos, helados, tacos, tostadas, churros con cajeta, elotes y panes. Los diferentes ingredientes y los importantes contrastes entre los alimentos crean una fusión de aromas que se disfruta y que hace muy difícil la elección. Hay “chucherías” para todos los gustos, cualquiera puede encontrar algo que le provoque esa sensación de antojo, todos menos uno: San Andrés, que siempre se mantienen erguido e inmóvil en medio del jardín.

• Doña Carmen atiende el puesto de tacos que años atrás fue de su madre.

Anécdotas de tiempo atrás Hace medio siglo este barrio llegó a ser famoso por dos cosas, una de ellas – la negativa– fue la aparición de “Los Vikingos”, de los que se decía conformaban la pandilla más temible de la zona, y quizá un poco más. En contraposición, y más o menos por las mismas fechas, destacó la música de intérpretes y agrupaciones enteras que surgieron en el corazón de San Andrés y que alegraban tanto los días como las noches de cada uno de los habitantes. “Los Vikingos” fueron autores de las más oscuras y escalofriantes historias de este lugar, aunque algunos vecinos aseguran que la policía y sus versiones exageradas fueron un elemento que acrecentó el miedo entre las personas.

También hay quienes aseguran que nunca vieron a la famosa banda delictiva, otros más dicen que eran tan poderosos y temidos, que ni el Ejército se metía en su territorio y mucho menos con ellos, ya que poseían un armamento impresionante con el que se preparaban para derrocar a las autoridades locales, allá por los años sesenta. En aquella misma década el mariachi Los Toritos –nacido en el entonces temido barrio– atrajo las miradas de muchos, incluso más allá de San Andrés, ya que la agrupación recorrió México, el extranjero y hasta foros de cine y televisión. Con el tiempo, el temor se fue disipando poco a poco y sus autores: “Los Vikingos”, también. En cambio, el orgullo de los músicos nacidos en este lugar, sigue latente en los corazones de quienes los conocieron .

PARA SABER Aunque hace casi 100 años San Andrés era sólo un barrio con dos docenas de casas, poco tardó en llegar su crecimiento, ya que para 1922 contaba con mil 500 habitantes y cinco grandes calles, además, en ese entonces San Andrés surtía de agua a buena parte de Guadalajara, actividad que duró hasta 1930, aproximadamente.


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EL INFORMADOR

Sábado 16 de abril de 2011

TAPATÍO Fatiga Crónica

Diario de un

por: Juan Palomar Atmosféricas. Caída la noche, del poniente llega un aire que refresca el ardor de la jornada. Tarda en enfriar las frondas del jardín castigadas por la áspera fricción del día. El polvo de la casa cercana que no acaban de tumbar insiste en llegar a los últimos rincones. En las bardas de su jardín languidecen las enredaderas que honradas manos jardineras cuidaron durante décadas. El gato ronda la casa, establece sus misteriosos itinerarios; acostado sobre el vidrio de una mesa, muy quieto, confirma su discreto y tiránico señorío. La luna en descenso quedó atrapada en el follaje del magnolio: desde allí regula el imperceptible tránsito de las sombras. ** La tienda de don Pancho estaba en Chapala, calle de Ramón Corona, esquina del callejón del Ave María. Tenía todo lo necesario para hacer el encanto de los niños que la visitaban. Juguetes y curiosidades, viejas postales y dulces del lugar. Pero lo más poderoso era un olor, irrecuperable y presente, que era todo el verano. La laguna cintilando al final del callejón, las arboledas de mango bajo cuyas umbrías frescuras la banda en bicicleta descansaba rumbo a San Nicolás, los cerros con su agreste follaje de las secas, el dulce de membrillo secándose al sol de julio, las casas con las cortinas que aleteaban al viento de la tarde, las muchachas arteras apenas asomadas al aire aquel. ** El Museo Nissim de Camondo a la distancia. Un hôtel particulier construido a la orilla del parque Monceau por el último patriarca de una dinastía de banqueros judíos expulsados de España por la inquisición y avecindados después en Estambul y al final, en París. Nissim, heredero de la casa, murió peleando por Francia en la Gran Guerra a bordo de su avión de combate. En su memoria, su padre legó a su patria de elección la casa que había terminado apenas hacia 1914, modelo y evocación del Grand Siècle. Sus fastuosos contenidos, en armonía exacta con la arquitectura y con el parque vecino, entregan un retrato indeleble de ciertas atmósferas que Marcel Proust, por mucho tiempo habitante del barrio, elaborara una y otra vez a lo largo de su vida. El contenido refinamiento de las piezas, su difícil selección, el feliz resultado de armonía y gracia de los espacios, constituyen una rara condensación: la de una manera de vivir que aspiraba al equilibrio y la alegría serena, doblemente benéfica por su carga invisible y aleccionadora de estoico desencanto. Quizá de fe paciente. Confluencias, continuidades, afanes paralelos bajo distintas latitudes. Ahora, R.E.M. canta “this place is the beat of my heart// it’s sweet and it’s sad and it’s true.” ** Reynaldo Hahn, amigo de Proust, decía a propósito de París: Lo que cuenta, no es haber nacido ahí, sino ahí renacer, no es estar ahí, sino ser de ahí. **

Manos infantiles cuidan las milpas que ahora progresan en un rincón del jardín. Su esplendor desenfadado atraviesa los calores con modesta seguridad. Gabriela Mistral habla del maíz mexicano: “El santo maíz sube/ en un ímpetu verde,/ y dormido se llena/ de tórtolas ardientes./ El secreto maíz/ en vaina fresca hierve/ y hierve de unos crótalos/ y de unos hidromieles./ El dios que lo consuma/ es dios que lo enceguece;/ le da forma de ofrenda/ por dársela ferviente;/ en voladores hálitos/ su entrega se disuelve./ Y México se acaba/ donde la milpa muere.” ** The National es una banda de Cincinnati que luego se mudó a Nueva York. Tiene un sonido oscuro y una fina instrumentación. Recuerda a Joy Division, recuerda muchas cosas. Últimamente se está volviendo más famosa. Dice, entre otros asuntos, en una canción de su último álbum, High Violet: La pena me encontró cuando era joven./ La pena esperó, la pena ganó.//Vivo en una ciudad que la pena levantó/ Está en mi miel, está en mi leche.// No quiero dejarte. Músicas para estos días, tonadas que acompañan las horas que pasan. ** Eliseo Diego dice de los hermanos Grimm algo que en mucho recuerda a Juan Rulfo: “Para ellos el arte debía ceder sitio al testimonio. No se trataba de contribuir a las delicias y glorias de este mundo, sino de hallar, en su forma más pura, los dichos, los ágrafos del pueblo, los murmullos solemnes de lo remoto.” En su prosa magnífica, sigue el maestro cubano hablando, en otra parte, de La bella y la bestia: “Lo hemos visto recubierto de esplendor y hierro acometiendo al sombrío dragón en medio de árboles convulsos o de un desierto tan seco y puro como un razonamiento geométrico: a través de las mil alucinantes ventanas del Renacimiento lo hemos visto, el bien ardiendo en él como un prodigio del fuego. A él y a la clarísima doncella que lo acompaña, extremo de la luz, delicia de toda transparencia, espejo de vírgenes y maravillas en las visiones de Leonardo y Filippo Lippi. ‘Príncipe’, ‘Princesa’, los llama la sabiduría del pueblo, no por halagarlos con arrumacos vanos, sino porque son los primeros entre todos, el Hombre y la Mujer magníficamente vivos en un recinto hecho de puro sol, de fuego. ¿A qué otro orden puede pertenecer la bondad de la Bella, esta bondad que, a un abismo de la dulzura, arde como un diminuto carbunclo en medio de la sombra del tiempo?” ** De vuelta de San Luis Potosí, subiendo por la sierra, el camino se empareja con el trazo de un río que va dejando playones de verdura entre los lomos de los cerros desollados. Una presa de aguas muy azules descansa sus orillas contra el dorado de unos lomeríos ásperos, lunares. Más adelante, una visión que es una sombría metáfora: una carretera nueva y abandonada, sembrada de montículos de tierra para evitar que desciendan los aviones de los narcotraficantes. jpalomar@informador.com.mx

ESPECIAL

ESPECTADOR

• Las estéticas para caballeros son un negocio común en la actualidad.

Comer pepinos A

M O R D I D A S

Y

con todo y cáscara por: David Izazaga Paso casi todos los días por ahí y lo he hecho al menos los últimos seis años. El lugar está en una esquina, pero a desnivel de la banqueta, de manera que al ir caminando es inevitable bajar la vista y observar lo que sucede ahí. El letrero dice que es una estética masculina, pero en letras más pequeñas dice: “masajes, sauna, vapor, peluquería”. Es curioso cómo hasta hace unos años las estéticas eran sólo para mujeres y hoy son cada vez más las que lo son sólo para hombres. Es ésta una más de las decenas y quizá centenas de estéticas masculinas que existen en los alrededores de las colonias Americana, Obrera y Lafayette. No es un chiste: en esta zona hay más estéticas masculinas que tiendas de conveniencia. Las hay junto a notarías (y las hay que parecen notarías), en la misma manzana que escuelas, muy cerca de algún templo y de la que hablo, que está debajo de una papelería y una agencia de viajes. Y también en contra esquina de una escuela. De las miles de veces que he pasado frente a la estética, nunca jamás he visto a alguien cortándose el cabello. La mayoría de las ocasiones la parte frontal, donde es-

tán los clásicos sillones de peluquería, está sola: todo muy limpiecito y acomodado. Los muebles casi nuevos, macetas y arreglos florales por todos lados y varios de esos adornos que bien pueden ser unas ranas en un estanque o una bola de cristal azul-morada de la que emana agua, fuentes de las que se venden en Obregón y que son el regalo perfecto para alguien a quien el terciopelo o la terlenka le hagan conmoverse hasta las lágrimas. He visto entrar y salir hombres ahí: la mayoría cincuentones y con pinta de abogados. Salen volteando en todas direcciones y muy peinaditos y oliendo a lavanda. Durante muchos años la estética fue sólo atendida por una mujer, pero desde hace al menos un par de meses ya hay dos o tres mujeres más. Supongo que aquella mujer que atendió sola el negocio (su negocio, supongo también) se cansó o se aburrió o simplemente le fue tan bien que decidió o ampliar la oferta o diversificar las opciones para sus clientes, sabrá Dios qué. Lo que sí es seguro es que no le va mal, porque si no ya hubiera cerrado, como varios de los negocios que se concentran en esa misma esquina: abren, cierran, cambian de giro. Pero ninguno ha durado tanto tiempo como esa estética.

El lugar siempre fue muy discreto, yo sólo recuerdo haber presenciado una ocasión en la que la señora salió a hablar por teléfono a la caseta de Telmex que está justo en la esquina y lo hizo sin blusa y sin brasier, así: “a pelo”, dijéramos. Pero fuera de esa ocasión en la que o habrá tenido calor o no le dio tiempo de echarse algo encima, la verdad es que cero desfiguros. Bueno, ahora que, acordándome bien, también algunas ocasiones que paso y bajo la mirada (porque siempre hay que estar atento por donde uno pisa) la he visto pasearse por el recibidor de su negocio en calzones. Ella, calculo, no tendrá más de cuarenta años. Y varias obvias operaciones encima que le ayudan a tener todo en su lugar. Las últimas semanas las nuevas integrantes se la han pasado encima de los sillones de peluquero, literalmente echadas, poniéndose crema en las piernas o pintándose las uñas. Ayer una de ellas se comía a mordidas un pepino, con todo y cáscara, mientras me volteaba a ver. Yo pensaba en la Semana Santa y en que cuando las vea comer no pepinos, sino sushi, pensaré que están listas para abrir su propio negocio en esta industria en franca expansión.


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