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Sábado 19 de febrero de 2011
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.
• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx
Por aquí y por allá
Más que una simple EL INFORMADOR • A. HINOJOSA
PLACA • Algunos ciudadanos consideran que la mayoría de las placas en la ciudad están en mal estado para entender el nombre impreso, y preguntarse ¿qué hizo por Guadalajara ese personaje al que se honra?
Las calles y avenidas de la ciudad resguardan nombres, fechas y hechos históricos que poca popularidad tienen entre sus habitantes
Vícto Hugo Monroy, comerciante.
FOTOS: EL INFORMADOR • N. GUTIÉRREZ
Es necesario conocer la historia del país para poder entender quiénes son el orgullo de las calles de nuestro Estado
Nunca dejamos de hablar de ellos. Siempre son un punto de referencia para decir en qué parte de la ciudad estamos, vamos o venimos. Todos hablan de ellos, pero muy pocos saben quiénes son y qué hicieron. Es casi inevitable no nombrarlos y algunas personas llevan hasta el mismo nombre o apellido. Sin embargo, también hay quienes jamás han escuchado de ellos, pero sí transitan por ese espacio y están a la búsqueda de esa placa dedicada a su mérito profesional, artístico o social. Personajes ilustres, amados por unos y desconocidos por otros, que dan título a las calles de Guadalajara y a todo México. Es fácil decir “estoy en Pedro Loza y Juan Álvarez”, pero es complicado explicar el motivo por el cuál varias de las placas de la ciudad contienen su nombre en las esquinas de algunas aceras. Los más despistados cambian el nombre y hasta el género. Si uno pregunta en la vía pública puede escuchar que “Belisario Domínguez era una mujer” y que “Javier Mina fue un guerrillero de la Revolución Mexicana”, o de plano que “Pablo Neruda fue presidente del país”. Confusiones como éstas revolotean a diario en la mente de algunos ciudadanos tapatíos que desconocen totalmente quiénes son los personajes históricos que dan nombre a las calles de la ciudad. Algunos por desinterés, no tienen ni chispa de curiosidad en saber quién fue Beatriz Hernández y qué hizo para ser recordada en una calle del sector Libertad de Guadalajara, o quién fue ese tal Ignacio L. Vallarta plasmado en una de las arterias viales más importantes de la Perla de Occidente. Durante el pasado 2010, la nación celebró el Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución, y tal parece que los nombres que defendieron las garantías individuales de los mexicanos -anunciados hasta el cansancio- fueron y vinieron sin pena ni gloria, y que las clases de Historia durante la primaria, secundaria y parte de la preparatoria, entran por un oído y salen por el otro, y que de igual forma, poco sirve la breve información impresa en las placas urbanas.
¿Quiénes son?
No conozco a todos, pero sé que fueron personas muy importantes en Guadalajara Juan Luna, estudiante.
La mayoría de los ciudadanos tiene una vaga idea de a quiénes corresponden los nombres de las arterias más populares de la Zona Metropolitana de Guadalajara, como Javier Mina, que da inicio a una de las calles centrales de mayor tránsito peatonal y vehicular en la zona oriente. “Sé que fue un revolucionario o algo por el estilo”, comenta José Francisco Marón, de 21 años de edad, en tanto que Luis Madrigal, estudiante de Medios Visuales asegura que “fue del tiempo de la Independencia”. Por su parte, Fernando Padilla, de oficio abogado, considera que “Javier Mina fue un español que vino a combatir a su mismo Gobierno en México”. Lo cierto es que Francisco Xavier Mina fue un militar español y terminó sus días en el poblado de Pénjamo, Guanajuato. Participó en el movimiento de Independencia del lado insurgente de Miguel Hidalgo. En distintas bibliografías y reseñas que se tienen de él, su nombre Xavier se escribe con “X”, pero en las placas de la ciudad está impreso con “J”. Otro personaje confundido es Pablo Neruda –calle que comprende un mediano trazo en los municipios de Guadalajara y Zapopan–, una decena de entrevistados coincidió en que este hombre estuvo relacionado a las artes como escritor o poeta; sin embargo, Luis Madrigal erra al pensar que “Neruda fue mexicano y presidente del país”. Sin saber que el poeta y militante era chileno.
Las calles se llaman así por los fundadores y personajes que hicieron algo más por Jalisco Laura Montoya, estudiante. No obstante, hay nombres que gozan de mayor popularidad como Lázaro Cárdenas (sexenio 1934-1940) y Adolfo López Mateos (sexenio 1958-1964), que la mayoría recuerda que alguna vez ocuparon la silla presidencial mexicana.
¿Alguien lee? Y es que a pesar de que la señalética urbana de Guadalajara inició una renovación en 2009 bajo el proyecto “Ciudad Legible”, los ciudadanos no se detienen a leer la nomenclatura de las placas en la que se explica brevemente el cargo o función del personaje reconocido, además del código postal de la zona. El color azul dio paso a unas piezas púrpuras con letra script, con los carácteres más espaciados para una mejor lectura. Gonzalo Hernández, estudiante de 23 años, considera que parte del problema en la información de quiénes fueron estos personajes, va de la mano con el mal estado de las placas.
“Muchas ya no se entienden, las letras están despintadas y oxidadas, o de plano no está completo el nombre, además de mal ubicadas, o muy arriba en el muro o hasta abajo, casi en el suelo. Ni idea de saber qué está escrito ahí”, explica. Por su parte, el comerciante Víctor Hugo Monroy atribuye la falta de información a la educación que se recibe desde pequeños. “Es importante conocer la historia, sobre todo por las generaciones que vienen, porque probablemente nunca van a saber quiénes fueron, y si a eso se suma que las placas no tienen tanta información o alguna reseña, está peor la situación”, detalla. Pero sin importar cuál es el motivo para no investigar más y despejar la duda de quién fue y cuál es la importancia de ese personaje desconocido, los nombres de la vía pública seguirán siendo una referencia de encuentro y ubicación entre los ciudadanos, sin importar qué valor cívico e histórico dio al país.
Sábado 19 de febrero de 2011
EL INFORMADOR
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TAPATÍO DIARIO DE UN
espectador El difícil equilibrio de los días encuentra estas mañanas balanceándose sobre las fluctuaciones del tiempo. Idas y venidas, el sol que prosigue su curso sobre los muros: pero por una breve temporada la ciudad navega en un clima atemperado y sereno. Ya despuntarán los calores que harán una vez más escasear la sombra. Por lo pronto, el peso de una piñanona que cae con su tallo roto provocó un disturbio menor en el jardín: a su alrededor, las plantas se reacomodan y se agrupan. La luna en creciente reparte con discreta prodigalidad la protección y el riesgo de su tránsito. A la mañana siguiente las cosas guardan una vaga memoria de ese traslado. Es así como el frágil silencio de la noche va profundizando su raíz. ** Obras maestras: las que enseñan la posibilidad, la hondura, la fértil trascendencia de un ejercicio artístico que con la gravitación de su presencia contribuye permanentemente a cambiar, a mejorar la vida. Obras que producen la belleza que hace conocer al mundo. A través de un encadenamiento de visiones, de interpretaciones sucesivas, de influencias entrecruzadas que renuevan la vigencia de las obras, éstas van afirmando su magisterio a través de las generaciones. A propósito de la conservación y cercanía de ciertas casas, de ciertas obras. Dice Umberto Eco: “no leemos a Shakespeare tal como escribió él. Nuestro Shakespeare es mucho más rico que el que se leía en sus tiempos. Para que una obra maestra lo sea, debe ser conocida, es decir, debe haber absorbido todas las interpretaciones que ha estimulado, que contribuyen a hacer de ella lo que es. Una obra maestra desconocida no ha tenido bastantes lectores, lecturas, interpretaciones”. Luego, Jean-Claude Carrière apunta: “una obra maestra no nace maestra, sino que llega a serlo. Hay que añadir, además, que las grandes obras se contagian recíprocamente gracias a nosotros”. Aplicar estas reflexiones, entonces, a la frágil herencia de la arquitectura contemporánea, a las contadas obras que ahora nos quedan. Dos obras maestras de Luis Barragán que perduran: su casa en Tacubaya y la casa para don Efraín González Luna, hoy Iteso-Clavigero. La primera data de 1948, la segunda de 1928. La cambiante y sucesiva reunión de visiones de quienes ahora las consideran prosigue –a través de las décadas- la recreación de estas obras maestras: las mismas y siempre distintas y nuevas. Es ese su trabajo, su magisterio. ** Elogio de la plomada. En un mundo de incertidumbres y aproximaciones titubeantes, la plomada es categórica, definitiva. Un peso que no debe ser excesivo, tampoco demasiado leve: lo justo para viajar en la mano del maestro albañil, lo justo para cumplir su oficio: señalar el preciso centro de la tierra. El no lugar que nadie conoce en el que las fuerzas del universo convergen y actúan sobre el planeta. Un cono de plomo, de bronce, que empecinado, da razón de un principio de orden y certeza. Y si se eleva lo suficiente, la plomada devendrá péndulo, revelará el movimiento de la Tierra: entonces, en su escala menor, alguien pudiera medir, completo, el mismo dibujo imperceptible que traza la figura de la rotación que permite la vida. Pero, por lo pronto, en la obra en curso, la plomada rige las actividades, determina el elemental principio de la verticalidad, de la estabilidad serena. La plomada sabe, empero, que no es su rotunda presencia la que determina sola este principio: es también el humilde hilo del que pende, la dirección inasible que este trazo marca. La tensión que lo recorre concentra en ella la energía del mundo. Dice una enseñanza del zen: “cuando la cuerda está estirada hasta donde lo permite el arco, éste encierra el universo”. Cada cuerda de plomada da razón del mundo a su alrededor. En una entrada de sus Diarios, Andrés Sánchez Robayna escribe: “en alguna parte cuenta Eduardo Chillida que en París, en cierta ocasión, Brancusi, para expresar la noción de verticalidad, le hablaba de la posición del cuello de la cría del pájaro cuando recibe de su madre el alimento”. ** Dicen que en la entrada de la Sala Capitular de la catedral de York hay una inscripción: Ut rosa flos florum sic est domus ista domorum: Como una rosa es a las flores así es esta casa a todas las casas. ** Aparece, en un cuaderno de hace más de veinte años, la transcripción de cuatro sonetos que forman Casa, el poema que Octavio Paz y Charles Tomlinson escribieron al alimón. Va el cuarto: Casas que van y vienen por mi frente, semillas enterradas que maduran bajo mis párpados, casas ya vueltas un puñado de anécdotas y fotos, fugaces construcciones de reflejos en el agua del tiempo suspendidas por ese largo instante en que unos ojos recorren distraídos esta página: yo camino por ellas en mí mismo, lámpara soy en sus cuartos vacíos y me enciendo y apago como un ánima. La memoria es teatro del espíritu pero afuera ya hay sol: resurrecciones. En mí me planto, habito mi presente. jpalomar@informador.com.mx
EL INFORMADOR • A. GARCÍA
por: Juan Palomar
• Durante los espectáculos en la Plaza de la Liberación, la seguridad policiaca abundó.
Fatiga crónica
TRES ESTAMPAS
de la inseguridad nuestra de cada día por: David Izazaga Uno. Aurelio conduce su camioneta por López Mateos, con rumbo al sur. Son las seis de la tarde, es miércoles y el tráfico empieza a complicarse, pero aún no es desquiciante, como lo suele ser después de las siete. Antes de llegar a Las Fuentes, le llama la atención que un auto negro, con los vidrios polarizados lo sigue muy de cerca, así que decide hacer una maniobra que, o bien lo coloque ya en el terreno de la paranoia o de plano lo ubique en el de la franca desesperación: se sale a la lateral de una forma un tanto intempestiva. Segundos después, al voltear por el retrovisor, se da cuenta que el auto negro también –con hábiles trabajos– ha seguido su ruta. Los nervios comienzan a apoderarse de él: no sabe bien cómo actuar, no está del todo seguro si lo mejor será pisar el acelerador y conducir infinitamente o de plano detenerse. ¿Y si se detiene y el auto negro también? Mientras sigue conduciendo y se acerca al Periférico siente cómo su cuerpo suda ligeramente. No sabe qué hacer, duda incluso si no son sólo sus nervios, la paranoia con la que se vive las última semanas, ¿o de plano sí lo estarán siguiendo? Apenas pasa el puente del Periférico, acelera tomando el lado derecho. El carro negro lo sigue de nuevo y la maniobra se la saca de la manga: acelera más, rebasa a un midibús y da un giro repentino en la entrada a Santa Anita, hacia la derecha. Voltea al retrovisor sólo para confirmar lo que segundos antes sospechaba: el carro negra ya no lo pudo seguir, si es que lo intentaba. Fernando quiere detenerse, pues siente que le tiemblan las piernas, pero sigue conduciendo y lo hará mecánicamente al menos por varios minutos más. Dos. José y Érika acuden a la Plaza de la Liberación a un concierto masivo. Tenían dos opciones para divertirse esa noche de fin de semana: ir a ese concierto gratuito o acudir junto con sus amigos a festejar un cumpleaños de un compañero de trabajo en un bar. La decisión final no tuvo que ver ni con el tema económico ni con los artistas que se presentaban, según confiesan: fue porque el bar que escogieron sus amigos es un bar al que van muchos “buchones”. Cuentan que desde hace varias semanas circula una lista en internet, con los nombres de los antros que frecuentan los narcos, los que –dicen- hay que evitar, por como están las cosas. Sin embargo, tanto Érika co-
mo José sentirán raro, porque dicen que es la primera vez que les sucede, que a la hora de querer entrar (sí, entrar: aunque es una plaza pública, durante los conciertos de celebración por el aniversario de la ciudad se colocaron vallas por todas y cada una de las calles que conducen a la misma) un grupo de policías los registró concienzudamente a ambos. Y no sólo eso, mientras observaban el concierto no dejaron de ver, por todos lados, policías: caminando, en bicicleta, por un lado, por el otro y el helicóptero de seguridad pública rondando los aires. Es curioso, dicen, cómo hay algo, muy en su interior, que no los deja estar tranquilos a pesar de tan exagerada seguridad. Tres. Fernando llega a un café-bar de la zona de Chapultepec a una reunión de amigos un domingo por la tarde. Deja su auto con el valet parking. Luego de, cuando mucho, una hora de departir, observa cómo el valet parking entra intempestivamente y pálido acude al dueño del establecimiento para decirle algo. Ellos dialogan
unos minutos y Fernando, no sabe aún por qué, pues no cree en las latidas, no deja de inquietarse mientras los observa. Vendrá el dueño del lugar a la mesa en la que está Fernando, luego de que el valet parking lo señalara, a informarle que su camioneta se la han llevado. Sí, narra el valet parking que llegaron varios tipos y a punto de pistola exigieron a los dos chavos que se dedican a estacionar los carros de los clientes del café, a que les entregaran las llaves de dos camionetas que les señalaron. Como el terreno en el que estacionan los autos está en una calle poco circulada y peor siendo domingo por la tarde, ni pensar en que la policía hubiese pasado. No dispararon un arma, nadie salió lastimado y ahora Fernando sólo tendrá que esperar a que, o aparezca por ahí su camioneta o que el seguro se la pague. Son estas tres historias verídicas que le han ocurrido a habitantes de esta ciudad. Y por falta de espacio no habrá, al menos por hoy, más. Pero de que las hay y desgraciadamente cada vez más, las hay.