Sábado 22 de enero de 2011
PÁGINA 7-B
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx
Personajes en la ciudad
“Mi único vicio es la literatura”, J O S É
L U I S
M O N T I E L
Mi padre fue el único amigo que tuve en mi vida; hoy, soy amigo de mis hijos José Luis Montiel, bolero.
A las ocho y media de la mañana comienza la jornada de José Luis Montiel. Todos los días, desde hace seis años, llega a su carrito situado en la calle Ramón Corona, casi esquina con avenida Juárez; saca su material, se pone un mandil para proteger su ropa y aguarda la llegada de un cliente. Aunque ya ha comenzado a amar el oficio de bolero, reconoce que hay días en que la clientela no es tan abundante como quisiera: “se están perdiendo las buenas costumbres, el gusto por el buen vestir –dice–, ya casi no usan calzado de bolear, ya hay quienes se atreven a ponerse un traje con tenis, cada quien sus costumbres; la cultura se ha deteriorado muchísimo”. Pareciera que el señor Montiel, como le dicen quienes lo conocen, es de otra época, y efectivamente así es… pero al mismo tiempo es un hombre actual, capaz de desarrollar un sinfín de temas, cosa que sin duda se debe a ese vicio que le ha acompañado desde su juventud: la literatura. “Para mí es fascinante poder entablar pláticas con las personas, dado que se me da un poco; como me ha gustado la literatura, entonces tengo muchos temas para platicar con las personas”, advierte. Por eso el señor Montiel se distingue de otros seres que deambulan por la calle Ramón Corona, algunos funcionarios de los gobiernos estatal o municipal, magistrados, trabajadores de tiendas de ropa, calzado y productos varios, o los periodistas que recorren la zona en sus pesquisas diarias de información. Su cultura es muy amplia. No necesita tener un título para hablar con propiedad. “Algunos se sorprenden. Me dicen, ‘¡cómo es posible que una persona que tiene la cultura que usted tiene se encuentre de bolero!’. Yo les preguntó: ‘¿es que para ser bolero tengo que ser inculto, falto de carácter o educación?’. Les digo: ‘ustedes no ven el verdadero perfil de un bolero, muchos se encuentran aquí porque no saben hacer otras cosas, por sus necesidades; otros nos encontramos aquí porque es el último refugio, porque ya no hay otro camino cuando la edad se nos echa encima y se nos cierran las puertas por todos lados’”, explica el señor Montiel, mientras recuerda a aquel muchacho que le enseñó el oficio, le prestó el carrito y, lo más importante, lo trajo de nuevo a la vida. Y es que la historia del señor Montiel es larga, con algunas altas y profundas bajas –seguramente como la de muchas otras personas que habitan esta ciudad–; hubo momentos en los que estuvo perdido en la oscuridad, vagando por las calles: “imagínate que de tener mi casa y mi coche un día, al siguiente ya no tenía nada y me encontraba durmiendo en una banca”. De eso hace ya ocho años. Tras la muerte de uno de sus hijos, la tristeza cayó sobre él; la relación con su pareja se deterioró y decidió dejarlo todo: familia, empleo y hasta a sí mismo. Deambuló de un lado a otro de la ciudad, pasando frío y hambre, re-
EL INFORMADOR • E. FLORES
Desde hace seis años el bolero, un extraordinario conversador, trabaja en su carrito de la calle Ramón Corona
• José Luis Montiel es admirado por algunos clientes, quienes no dan crédito a que un hombre culto sea bolero. cordando quizá los buenos tiempos, aquellos años en que vivió con su padre en la Sierra Tarahumara, llenándose de la riqueza cultural de ese pueblo, aprendiendo su dialecto, admirando al hombre que le enseñó a vivir y lo formó para ser el mejor en lo que él decidiera ser, independientemente de que siguiera o no sus pasos en la ingeniería. “Estudié dibujo lineal, debí haber seguido el paso de la ingeniería, pero la juventud a veces nos lleva por otros caminos, nos dejamos llevar, me gustó mucho la aventura; no conozco Estados Unidos, pero puedo jactarme de conocer mi país desde el Río Bravo hasta el Río Suchiate, anduve para arriba y para abajo”, recuerda. Ésa ha sido quizá la característica en la vida de José Luis Montiel, ir de arriba a abajo. Cuando
se instaló en la ciudad de Guadalajara, hace cuatro décadas, formó su familia, laboró durante un tiempo en Bufete Industrial Construcciones, “una constructora muy fuerte que competía con la ICA, Ingenieros Civiles Asociados”. Sus contratos eran temporales y un día simplemente ya no hubo trabajo. De ahí llegó al mundo nocturno, “llegué buscando trabajo a un bar que se llama Ramsés night club; el gerente, Miguel Gallardo, me dijo: ‘pero de qué busca usted trabajo?”. La única opción fue encargarse de la limpieza, pero Montiel decidió que había que ir más arriba. Con trabajo y decisión se convirtió en mesero, capitán de meseros, hostess, supervisor y gerente. Después llegó la tristeza y todo se vino abajo.
Hoy las cosas marchan bien; además de la luz, el señor Montiel encontró su Sol. Probablemente hay días en que el dinero que entra en su pequeñísima empresa es insuficiente, pero “afortunadamente soy una persona que no tiene vicios: no fumo ni tomo. Mi único vicio es la literatura”. Y si eso no bastara, finalmente se cumplió la profecía que decretó hace algunos años, cuando señaló que seguramente podría volver a encontrarse con sus hijos, “nos encontraremos, el señor nos ayudará”, y así ha sido. Después de ocho años el José Luis Montiel mantiene contacto con ellos, incluso en unas cuantas semanas viajará a Tijuana –junto a su Sol– para encontrarse con Nancy, su hija mayor, que ya quiere tenerlo de nuevo para regresarle todo lo que él les ha dado.
Talento joven
Roberto Pedroza moldea su gusto por los toros Su forma surrealista de ver el mundo del toro, se basa prioritariamente en su andar como torero durante ocho años. El contexto que es para él la fiesta brava, lo plasma en cada una de sus obras, en las que la mujer y el toro son los protagonistas.
Sus pilares En su haber como artista tapatío, Roberto tocó puertas con la intención de encontrarse con personas que le ayudasen a obtener un conocimiento más técnico acerca de su pasión. Así, en el camino se topó con Roberto Flores, también escultor con varios años de experiencia, quien le compartió parte de sus conocimientos, como el moldeado en resina. En lo que corresponde a la pintura, se encontró con Salvador Rodríguez, con quien actualmente toma clases de dibujo. “Roberto Flores es mi maestro, él me enseñó lo básico y me ha regalado los instrumentos con los que trabajo. Cuando uno empieza, inicia sin saber absolutamente nada, sólo tienes el talento, pero no la técnica, y el maestro Flores me ha ido enseñando poco a poco lo que sé. De igual forma Salvador Rodríguez me ha apoyado mucho con la técnica para mis trazos de dibujo, que son básicos para la pintura”. El talento ha crecido así, en silencio tras un cuarto lleno de recuerdos taurinos que despiertan la creatividad de un joven tapatío que fusiona técnicas, aunque sin academias, para dar pie a obras que reflejan el mundo taurino desde los ojos de Roberto José Pedroza.
EL INFORMADOR • E. FLORES
Todo empezó a los 13 años de edad, cuando en una de las asignaturas a cursar en la secundaria, el tapatío descubrió la habilidad que surge cuando su creatividad y sus manos se unen. “Comenzó así, con un simple trabajo de escuela; éste es el primer recuerdo que tengo con la plastilina, que por cierto, fue también dirigido a la fiesta brava”. A los 14 años, el ahora pedicurista de oficio, incursionó en la fiesta taurina con el sueño de ser torero. Por tal motivo, llegó a hacer a un lado su talento como escultor y pintor, para dedicarse de lleno a la profesión taurina; así ocurrió hasta el año 2003, cuando Roberto decidió dejar la carrera de torero, para retomar su afición por las artes plásticas y comenzar a realizar más en forma obras escultóricas y pictóricas. Hoy, el amor a la tauromaquia es su eje de inspiración para cada una de sus creaciones. “Hago lo que me nace hacer. Me sería muy complicado que alguien me encargara que pinte o haga una escultura de algo que yo no siento. Me focalizo en lo taurino, porque es lo que me apasiona. Pinto del maestro Morante de la Puebla, David Silveti, entre otros, porque son toreros que admiro”. Pedroza nunca ha asistido a una escuela de artes para especializarse en alguna técnica en específico; se puede decir que es autodidacta y su talento es nato, lo que le permite jugar con diferentes técnicas para formar una sola. “Me gusta mucho trabajar con plastilina y después vaciar en resina, aunque también en los últimos días se me ocurrió experimentar con óleos y colores y me gustó mucho el resultado”, advierte Roberto.
• Roberto elabora una de sus creaciones.
PARA SABER
PINCEL Y PLASTILINA
La primera escultura que realizó Roberto, y con la cual descubrió sus cualidades, fue la figura de un toro de lidia al que llamó Gotita de miel, hecho durante una clase de Educación Artística y con la cual ganó un concurso de escultura a nivel de tres secundarias del Estado.
A sus 28 años de edad, Roberto ha creado cerca de 20 esculturas de diferentes conceptos, todas ellas en plastilina. Con el pincel, ha sido creador de un número parecido de cuadros, en los que se proyecta la imagen de sus toreros preferidos.
Las creaciones que hago muchas se quedan conmigo, otras las he vendido y algunas más las he regalado a gente que sé que las va a valorar Roberto José Pedroza, escultor y pintor taurino.