PÁGINA 10-B
Sábado 26 de febrero de 2011
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.
• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx
Barrio de tradición
Diario de UN ESPECTADOR
EL CONSUELO DE LAS
solteras FOTOS: EL INFORMADOR • E. FLORES
por: Juan Palomar
• Diferentes sabores se pueden degustar en esta nevería.
Durante más de 40 años, San Antonio de Padua ha sido un barrio tradicional de Guadalajara que hicieron popular las “desafortunadas” en el amor Es muy conocido entre las solteras que tienen urgencia de una pareja y que se han puesto el título de “desafortunadas” en el amor, acudir con oraciones, plegarias y veladoras al templo de San Antonio de Padua, que ha tomado su principal referente precisamente por ayudar a encontrar al ser amado a las féminas que luchan por conseguirlo. Hablar de San Antonio es referirse más que a una iglesia ubicada en el barrio que lleva ese mismo nombre, es todo un contexto citadino con una tradición desde hace más de cuatro décadas que ha pasado por altos y bajos y que hoy en día, continua con su arraigo, tradiciones y crecimiento. Se hace mención de la “labor” de este santo porque gracias a la devoción de las solteras se hizo de este rincón de Guadalajara una verdadera tradición, que hasta la fecha sigue vigente: acudir todos los martes a prender veladoras y a rogar a San Antonio por una pareja. Esto permitió que el comercio en los alrededores de la parroquia comenzara a tener mayor auge; a pesar de ello el barrio vino en declive y se quedó prácticamente estancado. Alrededor de 10 años más tarde volvió a resurgir, pues la industria cercana de pisos, baños y azulejos de la zona aledaña imperó un mayor número de comercios tanto de comida, mercadería y antojos, a fin de satisfacer
las necesidades tanto de los trabajadores como de los visitantes. A nuestros días, San Antonio se mantiene con esa misma tradición. Llegado el día martes aumenta el número de misas en el templo; mujeres de todas las edades desfilan con veladora en mano en busca del “milagro” del santo para que les consiga a su verdadero amor. La actividad comercial en ese día se ve en aumento, desde comercios establecidos hasta el mercado informal, que aprovecha las visitas de las da• La nieve de queso es una de las delicias que ofrece San Antonio. mas para convertir al barrio de San Antonio en todo un festín de comi- llegada, en el año de 1994, ha ofreEl proceso de elaboración de la da, bebida y “antojitos”. cido a los paladares de los tapatíos nieve de garrafa hace que ésta, sea una nieve diferente, artesanal y va- diferente a cualquier otro helado. Su riada que hoy en día sigue con un fabricación consiste principalmente Una probadita de tradición auge importante en la industria del en el arte de transformar con las maDentro de los múltiples comer- helado. Actualmente ofrece 25 dife- nos la base del helado de un estado cios que se ubican alrededor de la rentes sabores, que van desde una líquido a sólido, y se logra mediante parroquia se encuentran las Nieves sencilla nieve de limón, hasta las el movimiento circular de la garrafa San Antonio. Si alguien ha venido a más extrañas, como chongos za- (cilindro de acero donde se introdueste lugar, seguro habrá pasado a moranos, queso y pistache, entre ce la nieve), que se coloca dentro de este sitio que se ubica justo a un cos- otras. “El barrio de San Antonio es una cubeta de madera rellena de hietado del templo. Ahí, se ofrece una un lugar muy tradicional de Guada- lo y sal sucia. “Sin la sal es imposible de las mejores nieves artesanales lajara y las nieves también se han hacer la nieve, pues ésta hace que la de garrafa de nuestra ciudad, que hecho parte de esa tradición. La temperatura disminuya a dos graes procurada por cientos de visitan- nieve de garrafa debe tener un pro- dos bajo cero”, explicó César. Así que si se considera “desates debido a su exquisito y único sa- ceso muy especial, de carácter arbor. Se ha convertido en un lugar tesanal, donde la base y esencia del fortunada” en el amor y desea tradicional del barrio, y sin lugar a producto final, sin lugar a dudas, es comprobar la tradición que endudas no puede dejar de probar al- la leche. Dentro de los sabores más vuelve a este lugar, bien vale la pevendidos y solicitados por nuestros na darse una vuelta por San Antogunos de sus múltiples sabores. La nieve de garrafa de San An- clientes es la nieve de nuez y de vai- nio, donde la cocina, el comercio, tonio se ha convertido en una parte nilla”, apuntó César Flores, propie- el antojo y la esperanza se fusionan en un mismo sitio. esencial de este barrio. Desde su tario del lugar.
• Plazuela principal ubicada frente al templo de San Antonio; al fondo se aprecia el mercado del barrio.
Del tiempo. Amanece, suenan los sones veracruzanos, y las voces parecen irse quedando atrás, mientras la briosa procesión de la música avanza como los saltos de un arroyo sobre las piedras, y se aleja a bordo del ímpetu contagioso de la jarana, del rasgueo insistente de las guitarras. Queda la íntima alegría invencible, bastimento para el día, de esta música prodigiosa. Queda el arranque de un son: Ay qué bonito es estar junto de lo que uno quiere/ junto de lo que uno quiere ay qué bonito es estar. El jardín, entre tanto, tensa y levanta los arcos de verde serenidad que sostendrán la jornada. El ruido de la ciudad crece, una alarma late a lo lejos, el piso vibra levemente con el paso de carga de la mañana. Una vieja foto de Zapotlán describe sobre la mesa el trazo de unos portales que fueron, unos planos recientes adivinan algunos muros que vienen. ** Georges Simenon es el autor de un personaje, el comisario Jules Maigret, cuya constante presencia ha acompañado a este espectador a lo largo de los días y las décadas. Aprendizajes paternos, referencias de por vida. La prosa del escritor belga es precisa y sobria, de una extraordinaria eficacia. Decía la recomendación que, entre la caudalosa producción de Simenon, había siempre que procurar la presencia de Maigret, sin el que los otros relatos zozobraban en la sordidez y la grisura. Como si el temple sereno, la sólida bonhomía de Maigret, el parsimonioso humo de su pipa, su inteligencia siempre sintonizada en una brillante sordina fueran un talismán contra la desventura. Y sí, funciona. La danseuse du Gai-moulin fue una novela primero publicada en 1931. Un temprano retrato del personaje a contraluz, de cuerpo entero: “El cortinaje de terciopelo que velaba la puerta de entrada se había levantado. Un hombre tendía su sombrero hongo al chasseur, permanecía un momento inmóvil para hacer con los ojos el recorrido de la sala. Era alto, pesado, espeso. Su cara era plácida y ni siquiera oyó al mesero que pretendía aconsejarle una mesa. Se sentó no importa dónde.” ** José Luis Martínez es, bien se sabe, uno de los personajes centrales de la cultura contemporánea mexicana. Las lecciones de su paso por el mundo son múltiples: la laboriosa constancia, la discreción, la lúcida ironía, el largo ejercicio de estilo sobrio y refinado de su presencia misma, el afable señorío. Entre los encuentros memorables no es menor el de la fortuna de haber estado en su casa, de haber conocido su legendaria biblioteca y todo lo que en ella se encierra: al final, el retrato más completo y entrañable del escritor del mero Atoyac, Jalisco. Tras la muerte de don José Luis, el gobierno federal tuvo el buen tino de comprar a sus hijos la biblioteca y acondicionar recientemente un espacio en la Biblioteca de México, en la Ciudadela, que dirige el poeta Eduardo Lizalde, en donde ya está en servicio para beneficio de quien la procure. Quedan las imágenes de la casa de la colonia Anzures, de la sucesión de cuartos ordenados y armoniosos desde los que la gran biblioteca, que fue adueñándose de toda la construcción, se asomaba a un jardín impecable, de un profundo verde. En un reciente libro publicado por Conaculta, La biblioteca de mi padre, Rodrigo Martínez Baracs hace la descripción, la glosa y el elogio de un acervo que ahora es, afortunadamente, de todos los mexicanos. Escribe al final: “Espero haber logrado dar cierta idea de la riqueza, amplitud y sentido de la biblioteca que dejó mi padre. Es una gran biblioteca y hemeroteca, de más de cincuenta mil volúmenes, en su mayor parte muy importantes, valiosos e inconseguibles, que contiene o apunta a contener todo lo esencial que un hombre culto puede necesitar saber sobre sí mismo, sobre México y el mundo.” Se entrelazan, inevitable y agradeciblemente, los recuentos personales, que revelan rasgos entrañables de la trayectoria de don José Luis: “Mi padre no me dejó llevarme un librerito con puerta de vidrio: era uno de los muchos que había mandado hacer cuando trabajaba en Ferrocarriles Nacionales (1952-1958), en Relaciones Públicas y Servicios Sociales, para albergar una biblioteca esencial del ferrocarrilero, que no debía faltar en ningún cabús…” Imaginar el objetivo del señor de Atoyac pinta de algún modo todo su esfuerzo: los garroteros de los oxidados trenes mexicanos atravesando la noche en los cabuses iluminados, inclinados sobre algún tomo de los clásicos… Un destello clave de las predilecciones de don José Luis, de su prosa excepcional, de su íntimo talante lírico puede verse en esta transcripción de un epígrafe para el libro de Guillermo Sheridan sobre López Velarde, Un corazón adicto: Podremos quizás admirar al héroe vencedor del destino, al galán que rinde los pudores, al astuto que empuña y concierta el humo del poder y de la gloria, pero reservamos un apego más tierno y menos temeroso, más duradero también, para el manso que sortea apenas, con un gesto gracioso, los riesgos del mundo; para el que entrega su corazón sin malicia y apasionadamente a un juego de eternas pérdidas y frustraciones; para el que sigue viendo con ojos de azoro los excesos y los prodigios del tiempo; para el que sigue siendo criatura de Dios y sufre en su conciencia y en sus sentidos el peso del misterio del mundo y la angustia de las postrimerías. ** Dos veces Orozco. Esta semana se abre en la casa de Luis Barragán, en Tacubaya, una exposición de las fotografías de Rosa Rolando, la mujer de Miguel Covarrubias. La mayor parte de ellas provienen de los fondos de los archivos de la propia casa. De allí, inéditas, surgen dos fotografías de José Clemente Orozco. Va el pintor en la popa de alguna embarcación. Se sabe que pudiera ser en Nueva York, en los tempranos años treinta. El viento logra mover el pelo crespo, la mirada acerada y concéntrica abarca el panorama mientras Orozco se recarga sobre su brazo izquierdo y la manga del impermeable, vacía, ondea suavemente. Muchos años después Leonard Cohen cantaría First we take Manhattan/ then we take Berlin… ** El taxi surca la ciudad con ímpetu calculado. Su conductor tiene apenas dieciocho años y ya conoce los vericuetos que convienen al trayecto. Gesto resuelto, aguerrido copete en ristre. El lado derecho del parabrisas está cubierto con una serie de notas multicolores: son los recados de amor de su novia, invicto estandarte al amparo del que el taxista adolescente acomete las calles procelosas. jpalomar@informador.com.mx