Tapatio 26 de Marzo

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Sábado 26 de marzo de 2011

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.

• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx

FOTOS: EL INFORMADOR • A. HINOJOSA

Reliquia en el Centro de Guadalajara

• El Gato Verde ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos, pero aún mantiene su estilo.

Un gato bohemio

PARA SABER Figuras famosas, nacionales e internacionales, como Dante Medina, Lydia Cacho, Cristina Rivera Garza, Rogelio Cuéllar, Jorge Velasco, Yann Tiersen, Mora Godoy, Yolanda Andrade y Gonzalo Celorio, el eterno amor de Maritere, han pasado por El Gato Verde, e incluso algunos de ellos siguen deteniendo su paso en el lugar.

El Gato Verde Robles Gil 137 Colonia Americana Teléfono: 38262037

Arte, alcohol y una voz agraciada, son la excusa para sumergirse en un antro con sabor a los antiguos cabarets

Un piano sin cola y un micrófono que deambula por un salón de los años cuarenta construido en la Colonia Americana de Guadalajara. El Gato Verde es un icono de la ciudad, uno de esos lugares que transportan en el tiempo y en donde se detiene una realidad entre boleros y copas de tequila. Con la nostalgia de un “todo tiempo pasado fue mejor”, Homero Torres, dueño desde hace dos años del piano-bar, cuenta que El gato con el tiempo comenzó a ser un lugar con menos clientela porque empezó a haber mucha competencia; se refiere a los restaurantes y antros modernos, y culmina con un: “bares como éste ya no quedan”. El Gato Verde ha pasado la mayoría de edad hace tiempo ya y con 36 años mantiene la colección de gatos de cerámica y plástico entre botellas de Jack Daniel’s y Absolut. Una escultura de piernas provocadoras sobre la barra, es el destello de aquella actriz que llegó desde Mexicali a fundar un gato nocturno que creara un oasis dentro de la ciudad. Este viejo lugar con pianos de espejos en las paredes, candelabros antiguos, muros de cuero y alguna baldosa rota es un lugar con sabor, personalidad propia y buen gusto. El Gato Verde existe gracias al sueño de una joven que siempre había querido poner un bar y que en 1974 lo hizo posible. Lo fundó María Teresa López, “Maritere”, como todos la conocen. “Ella es el alma de este lugar”, asegura Homero.

El lugar fue creado en una época en que los bares no eran tantos en Guadalajara y ahora forma parte de los iconos de la ciudad. El bar conserva la tradición de bolero. Cuando el dueño habla del perfil y ambiente de este sitio no puede evitar contrastar la antigua época con la nueva y los cambios que El gato ha tenido que hacer para adaptarse. “Ya muchas de las generaciones han cambiado, ahora hay demasiados antros, demasiada música ruidosa, muchos vienen a refugiarse aquí después de haber ido a bailar. Algunos sienten que entran a la casa de su abuelita y vienen a pedir boleros con ‘Maritere’. Si no tuviéramos que cerrar esto sería el after hour perfecto”.

Nuevos aires Homero y su esposa Mina, siempre han tenido inclinación por la cultura y cuando adquirieron el lugar comenzaron a poner énfasis en esa faceta. A pesar de habérsele asociado siempre a un lugar de copas, música antigua, noches de humo y piano, la inclusión de clases de tango, milonga, proyectos de cine, viernes bohemios, club de danzón, bossa nova, danza árabe y presentación de libros, han rescatado y refrescado la atmósfera, aunque siempre con un tono bohemio y artístico. El club de lectura, que tiene lugar un día al mes, se llama “Cristina Rivera Garza” en honor a la literata que ha ganado dos veces el Premio Sor Juana Inés de la Cruz que se entrega cada año en la

Feria Internacional del Libro (FIL), y a eso se le suma una estación de radio virtual en el que todos los miércoles Garabito se planta firme con el programa Alterna palabra. “Hemos metido muchas actividades para tratar de rescatar el lugar, ha sido muy difícil”. Durante la FIL el lugar se llena de periodistas y escritores. Es un ambiente que tiene predilección por los intelectuales, “también es difícil por que no hay tantos”, asegura Homero apenado. El staff del Gato es un lujo de personajes únicos y sacados de un libro francés en de la época de Moulin Rouge. Maritere, ¿qué queda por decir? Ella es todo un espectáculo, pasa los 70 años y trabaja cinco días a la semana. Sirve las copas, canta al mismo tiempo, regaña al pianista si no esta tocando bien y escucha atentamente lo que le solicita el dueño o alguna persona que quiere tomar algo. Y por si fuera poco, tiene memoria de la bebida preferida de cada uno de los clientes asiduos. Es socia fundadora de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) y se crió entre tablas. Su padre era tenor, su mamá bailarina y desde niña, junto con Pepe, su hermano y el pianista del lugar, son gente de teatro. Ha actuado pero sobre todo ha sido cantante toda su vida. Homero creció en el Estado de México y cuenta, sin entrar en detalles, que llegó a Guadalajara por razones personales. “Venía buscando un lugar para instalar el negocio de pasteles que traíamos con mi mujer”. Vivir en contra esquina del piano-bar hizo que frecuentarlo fuera parte de la rutina; al

• Maritere es el alma de este lugar de la Colonia Americana. mismo tiempo, eso provocó que la dueña-cantante en ese entonces les dijera que se quedaran con él. “Le dijimos a Maritere -recuerda Homero-, solamente que tú sigas. No tiene ningún sentido, en un lugar tradicional, tratar de cambiar el concepto cuando está todo establecido”.

El último ingrediente Bernard, el chef que estudió en la escuela de Turismo y Hotelería de París, tiene pasión por la pintura abstracta y dedica tres días a la semana a esa actividad artística. También hace subastas, actividad que le sienta muy bien al Gato. A Bernard le gustan las antigüedades igual que al salón acolchado en cuero y espejos ovalados colgando de

los muros. Un día al mes, más o menos, organiza una subasta en la que este parisino, con 20 años en México, se saca el traje de chef y es el centro del show.

De noche todos los gatos son... verdes Un chef que pinta y es el centro de la animación en subastas; una actriz y cantante, con más de 50 años de profesión utilizando sus cuerdas vocales, que es mesera y está enamorada de su trabajo; un economista devenido en dueño de una apuesta cultural y un pianista que jazzea con sus piezas, todo esto es el gato... un gato que en los círculos más conspicuos, pasea su cola y se atraviesa por casualidad con la vida artística para tomarse una copa.


Sábado 26 de marzo de 2011

EL INFORMADOR

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TAPATÍO Fatiga Crónica

Por David Izazaga El tráfico por la avenida Hidalgo a la una de la tarde suele ser fluido si viene uno de López Mateos al Centro de la ciudad, sólo hasta pasar Chapultepec: a partir de ahí la situación se convierte en un vuelta de rueda exasperante. Al llegar al cruce con Díaz de León, regularmente se encuentran ahí varios vendedores: de paletas, aguas, dulces, periódicos (y un gay súper delgado y malhumorado que te deja una estampita con un tipo pienso que dice que le ayudes –no con lo que desees, sino con cinco pesos, que es la cuota- y al que si no le das nada, te arrebata de mala manera la estampita) y, por supuesto, los limpiaparabrisas. Hay uno con rastas, que desde que el semáforo cambia ya ha visualizado a su víctima: generalmente mujer, que son las que –aunque se enojen mucho- dice que ponen menos resistencia. Hay también una señora que trae con ella a su chiquillo y que lo deja ahí recargado en la pared, en la banqueta, mientras va de auto en auto pidiendo permiso para limpiar. Por supuesto pocas veces consigue cliente. El más hábil y –por supuesto- el que más gana, tiene años en el oficio: aprendió que no hay que pedir permiso, pero tampoco hay que ser agresivo, simplemente buscar sorprender al cliente, de manera que no tenga forma de decir que no o que cuando lo diga sea demasiado tarde. Y si lo dice, seguir limpiando y decirle: “si no trae, me lo da para la otra”.

Sin embargo, aunque los de este cruce son varios y muy avezados, son los que se ponen en la esquina de esta avenida (Hidalgo, dije ya) con Federalismo, los que han convertido su trabajo en todo un arte. Trabajan en equipo y lo hacen a dos tiempos: van hacia los que circulan por Federalismo de norte a sur e inmediatamente corren cuando al alto se les ha puesto a los que van por Hidalgo hacia el Centro. Son dos los que atacan: desde que se aproximan ya van descartando (al carro en el que vienen muchos hombres, o que se ve que son estudiantes) y al mismo tiempo deslizando su mirada por entre los varios autos que tienen enfrente. A veces se trata de una latida, muchas otras van sobre las mujeres y de preferencia si manejan solas. El siguiente paso: lograr poner la esponja o trapo lleno de jabón –de restos de jabón- sobre el parabrisas del lado del conductor, antes de que el conductor pueda reaccionar y diga lo que dicen el 99% de los automovilistas: que no. Muchos dirán, aún con el embarradero de jabón sobre el cristal que no, pero algunos más pensarán, “bueno, pues ya qué”, y comenzarán a esculcarse las bolsas en busca de algunas monedas. En cuanto alguno de ellos ha logrado salvar este primer paso, como si estuvieran conectados, de manera casi coordinada llegará otro limpiaparabrisas a hacer en espejo la misma tarea de limpieza sobre el lado del parabrisas contrario al del conductor. Cuando calculan que hay tiempo,

EL INFORMADOR

“Si no trae, ahí me lo da para la otra”

• En los cruces de grandes avenidas, es fácil encontrar a los limpiaparabrisas mientras trabajan. uno solo se dedica al limpiaparabrisas y el otro se va a la parte trasera. La tarea está terminada en segundos y al que le han dado las monedas generalmente le propondrá a su ayudante un volado y quien gane se

quedará con todo. O repartirán a partes iguales. Tres o cuatro horas son suficientes para obtener lo que necesitan: en un mal día ciento cincuenta pesos y en uno muy bueno hasta cuatrocientos. No trabajan ni domingos ni días festivos.

Clásica

Por Eduardo Escoto El Festival Cultural de Mayo (FCM) llega en este 2011 a su decimocuarta edición, contando con los Estados Unidos como país invitado. En esta ocasión, del 13 al 29 de mayo se darán cita en la capital jalisciense 433 artistas tanto nacionales como extranjeros, y como ya es una costumbre, el encuentro será el marco de destacadas actividades en el ámbito de la música formal. Atendiendo a los rasgos culturales del país invitado de este año, por primera vez el concierto inaugural no será de corte sinfónico, sino que estará a cargo de un ensamble de jazz, el Kenny Garrett Quartet. El primer programa orquestal se llevará a cabo el domingo 15, cuando la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ), bajo la dirección de Héctor Guzmán, interprete la célebre Rhapsody in Blue y el Concierto para piano en Fa de George Gershwin. La ocasión servirá asimismo para celebrar el estreno en México del Concierto para orquesta del también estadounidense Richard Danielpour. Y es que en esta edición del FCM se ha hecho una apuesta fuerte por los estrenos, lo que permitirá que a través de diferentes programas se escuchen por primera vez en el país obras de Behzad Ranjbaran, con su Concierto para violín y orquesta interpretado por la OFJ, Philip Glass, David Dzubay, Daniel Kellogg y Reza Vali, que

ejecutará el ensamble Onix, e incluso de Michael McLean, ya en un carácter más ligero. Todos ellos constituyen un amplio abanico de exponentes contemporáneos de la cultura musical estadounidense, permitiendo al oyente hacerse una clara idea del panorama que representan. Como es tradicional, muchas de las presentaciones incluidas en la programación del Festival Cultural de Mayo se realizarán en diferentes municipios del interior del Estado, iniciando con la gala vocal que con arias de Gian Carlo Menotti se realizará en el Teatro Rosas Moreno de Lagos de Moreno el viernes 14, además de las actuaciones del pianista Antonio Manzo D’nes en Tapalpa, el cuarteto Cuerdas Revueltas en Autlán y Colotlán, el trio Griffin-Benson-Russum de oboe, flauta y piano en Chapala y las del dueto conformado por Issac Ramírez y Andrés Sarre en Chapala y Tepatitlán, entre otras agrupaciones. Entre las actividades musicales organizadas con motivo de la celebración de la decimocuarta edición del FCM destaca la realización de un ciclo dedicado a Liszt, en el que el pianista húngaro Gergely Boganyi protagonizará tres recitales en el Teatro Degollado con obras representativas de las diferentes facetas del genial pianista y compositor, de quien se conmemora este año el 200 aniversario de su nacimiento. Liszt el romántico, el virtuoso y el místico serán

abordados por Boganyi y para hacer de esta actividad un concepto más amplio se ha incluido la conferencia titulada “Franz Liszt, a 200 años de su natalicio”, que será impartida por el mismo Boganyi junto con el músico, crítico, conferencista y productor Lázaro Azar Boldo. “Música en las iglesias” es otro ciclo representativo del Festival Cultural de Mayo. Esta vez se han agendado ocho recitales en sendos recintos donde participarán el Coro del Estado, el Coro de Cámara Juvenil de México, los tríos conformados por Román Revueltas (violín), Gordon Campbell (corno) y Joel Juan Qui (piano) y Charles Nath (clarinete), Jeffrey Rogers (corno) y Santos Cota (piano), así como el dueto de violín y piano de Pedro Velázquez y José Guadalupe López y el de corno y arpa de Jeffrey Rogers y Janet Paulus. En este repaso de la programación del FCM correspondiente a 2011 no hay que olvidar subrayar el concierto que ofrecerá el día 22 el director Toshiyuki Shimada al frente de la OFJ, en el que se presentará como solista la violinista Elissa Lee Koljonen para ejecutar un programa integrado exclusivamente por obras de autores estadounidenses. No queda más que esperar que dé inicio esta importante cita con la cultura y mientras tanto, el programa integral puede consultarse con todo detalle en www.festivaldemayo.org.

EL INFORMADOR A. CAMACHO

Festival Cultural de Mayo entre clásicos y contemporáneos

• La OFJ interpretará la célebre Rhapsody in Blue y el Concierto para piano en Fa de George Gershwin.


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EL INFORMADOR

Sábado 26 de marzo de 2011

TAPATÍO

Diario de un espectador

Entre las piernas

Recuerdos de teatro Mañana es el Día Internacional del Teatro y en lugar de pensar en todas las personas que tienen que ver con este arte escénico, me estoy acordando de los foros teatrales que hay en la ciudad. Tal vez sea porque, aunque no son fundamentales para que el teatro exista, hay lugares que a uno lo conquistan por sí solos, independientemente de lo que haya ahí. Guardo en mi memoria con especial cariño el recuerdo de la Casa de teatro El Venero. Tal vez porque fue un sitio que conocí casi de cabo a rabo, pues si bien tuve la oportunidad de ver ahí muchos buenos trabajos, también fue un escenario que toqué en mi incipiente carrera teatral, pues durante un par de temporadas quizá, presentamos ahí Frida Kahlo, autorretrato, esta obra de feliz memoria que Mary Paz Gómez Pruneda escribió y ajustó una y otra vez para presentarla con distintas agrupaciones. Recuerdo que el espacio era pequeño, aunque ofrecía la posibilidad de ajustarse de distintas formas, así, una vez todos nos sentamos alrededor de una escena en la que Van Gogh era protagonista y alguna otra vez estábamos frente a unos gatos que lo sabían casi todo.

De teatro y en danza vi espectáculos que todavía guardo en mi corazón; ahí presencié una fantástica actuación de Marco Treviño como protagonista de Tío Vania redemptor, bajo la dirección de Rafael Garzaniti, y todavía no puedo sacar de mi mente la imagen de ese hombre hecho pedazos y bañado por una cálida luz cenital. Ahí también me topé con El lugar del corazón, de Juan Tovar, que ha sido una de las obras dirigidas por Ricardo Delgadillo que más me ha gustado. En fin... ese lugar me trae muchos recuerdos agradables, porque si bien estoy consciente de que muchas personas tienen que ver con el hecho teatral, también considero que los espacio se convierte en una especie de baúles de los evocaciones. Todavía hay días en que paso por la calle Gregorio Dávila y echo una mirada al inmueble que acogió este bonito espacio teatral y en segundos regresó a aquellos tiempos en que visitaba El Vernero con gran frecuencia... incluso la paletería que está a unas cuadras de ahí (en Garibaldi y Gregorio Dávila, creo) me trae bonitos recuerdos de un lugar en que el teatro estaba completamente vivo. Por cierto que este sitio está por cumplir 10 años de que cerró... justamente el 31 de marzo de 2001 celebró su último evento.

EL INFORMADOR • A. GARCÍA

por: Aimeé Muñiz

por: Juan Palomar

• Marco Treviño fue mi maestro de radio en la universidad, después le conocí la faceta de actor en cine, pero en Tío Vania redemptor, que se presentó en la Casa de Teatro El Venero, me conquistó.

El jardín en tiempo de secas verdea impasible. Como un jarro de agua fresca bajo el calor crepitante, sus rincones deparan las sombras que habrán de componer el día. El latigazo azul de la laguna cruza la frente de la mañana, y una luz lejana vuelve a los cerros tensas geometrías delicadísimas. La ceiba eleva su quieto poderío al centro mismo del mundo en el que reina. La casa navega, ensimismada y a la vez atenta. Una pila nueva de cemento rojo -muy bien pulido por la mano maestra del maestro Palacio- contiene las justas aguas de la infancia. Roja es también la llamarada que ilumina a su paso el mediodía. Hileras de palmas en albricias emiten sus resplandores disciplinados. Grandes tapetes de paisleys azules fosforecen bajo la sombra benigna; su negligente lujo hubiera sido del gusto del mismo Wilde. La otra casa, la recién llegada, sigue acordando su talante al son cansino del viejo jardín. Del lado de la laguna, los niños se entretienen largamente en recoger mínimas conchitas entre la arena, al pie de la barca paciente y prodigiosa. Navegaciones y regresos, el ancla prosigue su trabajo de óxido y de tiempo. Cuatro sílabas de pan y de memoria, de gentes que se fueron, de otras que van llegando. Tipontate. ** Uno de los placeres que dan las exposiciones, vistas casi siempre con la premura de los días en fuga, es comprobar después el sustrato –si alguno queda- que guarda la memoria. Dos muestras vistas en el Museo de Arte de Zapopan. Una es la que se llama El trabajo te hará libre, de Emanuel Tovar. Una sola pieza, un túnel blanco cuyo pavimento está hecho de azulejos que repiten obsesivamente una geometría como mozárabe, pentágonos surcados de trazos; al fondo, una caligrafía única repite una frase cuyo sentido parece escapar, pero que levanta ecos inquietantes. Los espectadores van y vienen, no, ciertamente, hablando de Miguel Ángel. La otra muestra es de Daniel Monroy y se llama Enlocación. La locación de las imágenes de video que se despliegan sobre los muros parece ser un banco de material: los cortes en el terreno dan cuenta de las edades del suelo violentado, de la intervención del hombre en un discurrir sobre el que todo lo ignora, todo lo desprecia. Una luz repentina transfigura no la cantera, no el cuarto en donde la exposición transcurre, sino el ojo mismo de quien observa, quizá un relámpago en su conciencia. Intrigante manera de cavar su camino en la memoria: imágenes vistas que detonan, a través de los días siguientes, asociaciones y presencias. Un trazo sobre el piso, un reflejo de luz en un muro blanco: puertas. ** En youtube, impagable: T.S. Eliot leyendo con el tono preciso, la inflexión exacta, la canción de amor de J. Alfred Prufrock. Let us go, then, you and I… ** Jardín perdido. Largamente repiquetean las ráfagas fatales de los martillos neumáticos. Una vieja casa es así fusilada. Todo el día retumban las descargas y cada detonación va borrando el asiento y la razón de lo que hasta este día fue una casa, un jardín, la amistad con un barrio y unas gentes. Todo esto se va. ¿Qué llega en cambio? ** Iván Hernández, arquitecto egresado de la Ibero, impartió una interesante conferencia en la Escuela de Arquitectura del Iteso. Bajo el ortopédico título de Prótesis Urbanas, expuso un acercamiento a la ciudad que combinaba la amable provocación con la frescura. Miradas nuevas, pero también acciones. Intervenciones que buscan hacer de la ciudad un lugar habitable, compartible, descifrable. Como arriesgar una banca en la banqueta que solo funciona si dos desconocidos la comparten. O proponer una silla de ruedas gigante – casa y monumento rodante- que vuelve al indigente en un guerrero escapado de Mad Max. O alguna nube de sombrillas amarrada a un poste, sombra clemente para el peatón distraído. Hay una punzante poética de lo callejero implícita en los esfuerzos de Hernández y su taller, llamado, precisamente, Ludens. Hay una voluntad por afectar la ciudad, por hacer pequeñas incisiones locales que inviten a compartir el espacio público, a verlo con humor, a humanizarlo. Como con la antigua técnica del judo, el secreto, dice, es aprovechar la fuerza del contrario para conseguir lo que se busca. Una pieza maestra: una “pluma” itinerante (remedo de las que cierran ciertas calles y los “cotos”) que se usa para pasearla por la ciudad y establecer, en burla y represalia, arbitrarias aduanas juguetonas. Conectar lo inconexo, darle herramientas a los débiles, a los solos, a los aburridos, para tener una ciudad mejor. ** Continuado asombro de Octavio Paz. Entre los vestigios que sobrenadan de hace mucho, queda una caja negra con el retrato del poeta de Mixcoac. Es la edición que Círculo de Lectores hiciera en 1996 de tres discos compactos y un librito: se llama Travesías: Tres lecturas. El ejercicio es apasionante: Paz se obligó a sí mismo a hacer una ceñida antología personal de su poesía (y algunos fragmentos de ensayos) y a leerlos cuidadosamente frente al micrófono. El recorrido es absolutamente deslumbrante, la sucesión de imágenes y visiones abrumaría si no fuera por su contenida serenidad. Volver una y otra vez a los 584 versos de Piedra de Sol, como una constelación incandescente que siempre se aleja demasiado rápido, es ciertamente materia para horas inapreciables. El primer disco, que Paz nombró Mi casa, mi gente, mi tierra, es particularmente entrañable en su profundidad y su fuerza elemental, su extraña y ceñida compasión. Hay algo, sin duda, que el poeta quiso escribir y casi no pudo, pero que en esta audición aparece al calor de cierta inflexión exacta, de cierta pausa que completa el sentido. La continuada devoción de Paz por la poesía en voz alta encuentra aquí una final resolución, un legado perdurable. Asombroso y enésimo redescubrimiento de la más alta poesía del siglo, magisterio y aprendizaje que se extiende por los años, que sirve como una herramienta, una linterna, un mapa. Tal vez, transcribir estos cuantos renglones hipnóticos, abismales: Arriba, en la espesura de las ramas, entre los claros del cielo y las encrucijadas de los verdes, la tarde se bate con espadas transparentes. Piso la tierra recién llovida, los olores ásperos, las yerbas vivas. El silencio se yergue y me interroga. Pero yo avanzo y me planto en el centro de mi memoria. Aspiro largamente el aire cargado de porvenir. Vienen oleadas de futuro, rumor de conquistas, descubrimientos y esos vacíos súbitos con que prepara lo desconocido sus irrupciones. Silbo entre dientes y mi silbido, en la limpidez admirable de la hora, es un látigo alegre que despierta alas y echa a volar profecías. Y yo las veo partir hacia allá, al otro lado, a donde un hombre encorvado escribe trabajosamente, en camisa, entre pausas furiosas, estos cuantos adioses al borde del precipicio. jpalomar@informador.com.mx


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