PÁGINA 10-B
Sábado 29 de enero de 2011
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.
• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx
Resguardos de la ciudad
Un paseo por el mercado de Santa Teresita
¡VISÍTALO! No importa si lle Acuña, Andrés gas por Manuel Terán, Juan Álvarez, o incl uso por Alfre do Carrasco, a m ita de estas calle d de cada una s ubicadas en el barrio de Sant a Tere, encontrarás un acceso al mercado.
Han pasado 60 años desde que los pasos -tanto presurosos, como calmados- invadieron por primera vez los pasillos de este mercado. Un sitio tan querido, como arraigado en la vida de varios tapatíos que crecieron en el tradicional barrio de Santa Tere. Corría el año de 1951 (según se lee en una placa manchada con pintura blanca, pero poco avejentada, que resalta en una de las entradas), cuando abrió sus puertas el mercado Manuel Ávila Camacho. Tan importante debió ser aquel acontecimiento, que fue el entonces Presidente de la República Mexicana, Miguel Alemán, quien inauguró el nuevo espacio de comercio en la ciudad. Algunos, como doña Juanita, aseguran que a pesar del correr de los años, el ambiente no ha cambiado mucho, ya que “la gente aún conserva su amabilidad, su buena cara y su simpatía”; y es que no falta quien se tome el tiempo de regalar uno que otro chascarrillo a “las marchantitas”, con la finalidad de que detengan su andar y compren algo de lo ofertado. Sin embargo, como cualquier lugar que ha visto pasar 60 años de tradición, costumbres y generaciones, este estrepitoso y pintoresco lugar comercial deja ver algunos cambios muy notorios. Juanita –cargando sus bolsas llenas de carne y verduras- destaca el más importante de ellos al afirmar, con todas sus fuerzas, que aquel no es el mercado Manuel Ávila Camacho, como se le conoció cuando abrió sus puertas, “este es el mercado de Santa Teresita”, puntualiza enérgicamente. Y no es la única que lo conoce y lo quiere como tal, son muchos los que piensan igual que ella y comprobarlo es la tarea más sencilla de todas: basta con caminar por los alrededores, seleccionar -al azar- a una persona y preguntarle – casi aparentando que no se conoce la ciudad– “disculpe, ¿cómo se llama ese mercado de allá?”, entonces uno, dos, tres, cuatro y quién sabe cuántos más interrogados responderán que “es el mercado de Santa Tere”, o “Teresita”, si es que son más afectuosos.
EL INFORMADOR • A. HINOJOSA
Sabores, historias y tradiciones, se encuentran con facilidad en este lugar tan apreciado por los tapatíos
• Los pasillos del popular mercado se llenan de color cada mañana, gracias a las frutas y verduras que posan sobre los locales.
Entre historia y tradición
ser ya mucho tiempo que yo venía con mis hijas para que me ayudarán con el “Los años no pasan en balde”, dice mandado y ¿sabe usted qué hacían esas Margarita González, quien visita el mer- muchachas? Se arreglaban toditas, cocado desde hace más de 30 años. Va tres mo si quisieran conseguir novio y cuano cuatro veces por semana, a veces más do yo menos pensaba, ya me habían desi es que olvida comprar algo, la diferen- jado sola cargando las bolsas”. Ahora no son sus hijas quienes le cia es que ahora lo hace apoyándose de ayudan con el mandado, sino sus nietas, su bastón. Escoge cuidadosamente sus limo- eso sí, cuando pueden porque normalnes y luego, un poco decepcionada, pla- mente están en la escuela. tica “no es temporada, hay que buscarle para llevarse los que tengan más jugo”. Pásele, pásele, ¿qué va a llevar? Tras el cuidadoso análisis le paga a la vendedora y guarda el medio kilo de liEntre invitaciones que elevan la mones en la bolsa de rafia a la que ya no voz y aseguran buenos precios “barato, le cabe nada. Camina despacio y co- barato ¿qué le damos?”, cientos de tamienza a echar vistazos al pasado, “no patíos visitan este vistoso lugar que me acuerdo hace cuánto, pero sí ha de ofrece de todo.
Recorrer el mercado es una verdadera experiencia. Para algunos está lleno de sabores; para otros, los aromas intensos resultan irresistibles. Hay quienes al dar una caminata por este sitio, aprovechan para ponerse a la moda con todos los accesorios y prendas que se pueden encontrar en los locales que dan directo a la calle. Pero mirarlo por fuera “no tiene chiste”, lo que realmente vale la pena es entrar y caminar con calma, respirar profundo y percibir cómo se mezclan los aromas de los chiles secos, las especias y la miel; lanzar una mirada repentina a esa colorida fusión de ingredientes y observar los personajes que buscan llamar la atención de los compradores. Si se sigue el camino entre los pasi-
llos, será fácil apreciar que a lo largo y ancho de varios metros –que se han convertido en los favoritos de muchos–, todos esos aromas que se sintieron al entrar al mercado cobran vida y se convierten en gusto y sazón, gracias a las sabrosas gorditas, lonches, tacos dorados, picosos chilaquiles y el calientito menudo, y a esto hay que sumarle una variedad de platillos caseros que parece interminable. En el Mercado de Santa Teresita, entre las más de 400 tradicionales bebidas frutales, los biónicos y las escamochas que preparan “Las Titas” desde hace más de medio siglo, siempre hay algo nuevo y delicioso qué ofrecer, o al menos con un toque diferente, pero que siempre recuerda que ese mercado tiene el sabor de varios años de esta ciudad.
Fatiga Crónica
por: David Izazaga Jardín de San Francisco, 7:00 am. Recién acaba de amanecer. Los camiones circulan sin cesar tanto por Prisciliano Sánchez como por 16 de Septiembre. Muchas personas en la parada del camión, otras más caminan rápidamente, solos o con niños de la mano, que serán llevados, muy probablemente a la guardería. Algunos más son estudiantes de secundaria o preparatoria que, evidentemente, ya no llegaron a tiempo a la primera clase. Pero hay algunos personajes más que llaman la atención en este jardín: no, no es aquella señora que llega con bolsas de comida que les tira a las palomas que se agolpan a sus pies; tampoco aquel hombre que pide monedas y que carga sobre sí kilos y kilos de cobijas. Se trata de varias personas, mayoritariamente hombres, que llegan a ocupar un lugar en alguna de las bancas verdes, frías e incómodas y que traen consigo un ejemplar de EL INFORMADOR. Es curioso observar cómo algunos ya traen el ejemplar consigo y otros lo adquieren justo en el puesto que se ubica en la esquina de Prisciliano Sánchez y 16 de Septiembre. Y más curioso observar cómo todos, como si se hubieran puesto de acuerdo, llegan y se ponen a revisar muy atentamente el diario. Si tenemos más cuidado en observar, nos daremos cuenta que todos están le-
yendo la misma sección: el Aviso de Ocasión. Y si somos más perspicaces podremos advertir que aunque no vienen todos uniformados, sí pareciera que se han puesto de acuerdo en vestir de manera formal (algunos incluso con corbata), como si fueran a acudir a una cita de trabajo. Y sí. Ya estando más cerca de cualquiera de ellos puede uno advertir cómo han ido señalando con una pluma aquellas ofertas que más les interesan, aquellas en las que ya se ven trabajando, para, al terminar de revisar la sección minuciosamente, echarse a andar hacia donde haya que hacerlo, pues lo mejor será ser el primero. Y así es como luego de haber ocupado todas las bancas del jardín, uno a uno aquellos hombres, con el periódico bajo el brazo cual mapa que los conducirá a donde se les solicita, abandonarán, al menos por hoy, la frialdad de las bancas de acero. Quizá estén aquí mañana, quizá no. Probablemente regresen muy pronto, aunque muy seguramente en sus adentros nadie de ellos lo desea.
Un par de taxistas del sitio 3, que están a la espera de clientes, tienen ahora el diario en sus manos y lo examinan como si lo que quisieran fuera tratar de encontrar un código secreto. Algo hay de eso. Si logramos acercarnos más, veremos cómo lo que observan es el cartón político. No parece interesarles que sea chistoso, pues lo voltean, lo ladean, se voltean a ver las caras y parece que se intentaran poner de acuerdo en algo. Sí, por fin han llegado al acuerdo definitivo: lo que se esconde en el cartón es un número 3, que para alguien, digamos, más racional, no son más que los ojos de uno de los monos del cartón, que vistos queriendo encontrar un número, pues sí, sí pareciera un 3, volteado. ¿Para qué querrían encontrar un supuesto número oculto estos taxistas? Muy sencillo: existe la creencia de que ese número será la terminación en la que caerá el premio mayor de la Lotería Nacional de ese día, así que luego de haber encontrado la clave, hay que salir corriendo a comprar billetes de lotería, en Jardín de San Francisco, cinco de la esta ocasión con terminación en tres. tarde ¿Por qué quien elabora el cartón de Es la hora de la tarde en que el perió- ese diario vespertino habría de tener la dico vespertino llega a las manos de los bo- capacidad, digamos, pitonisa, de adivileros, taxistas y demás interesados, en los nar la terminación del premio mayor de alrededores del jardín. Viene calientito, la lotería y luego dibujarlo, escondido, en apenas a unas cuadras de donde se ha im- su cartón, para así compartirlo veladapreso y el olor a tinta no se puede ocultar. mente con el público lector? Misterio.
EL INFORMADOR
Dos estampas del Jardín de San Francisco
• Algunos paseantes se detienen en las bancas del Jardín de San Francisco. El caso es que, luego de que se corre la noticia de que el premio caerá en 3, quienes pertenecen a esta santa y desconocida secta, acuden a comprar su suerte o a apostarle al número descubierto. Al otro día, o quizá más tarde se vivirán sólo dos probables escenas: cuando sí le han atinado al número, la felicidad del triunfo, pasajero y quizá no muy cuantioso, pero triunfo al fin y la certeza de que no es aquello una locura, una ocurrencia heredada por alguien (Guillermo se llamaba aquel taxista que, dicen, inició con
esta tradición y que cuentan, cuando se hubo sacado un premio muy gordo, dejó los taxis para comprarse un rancho de pericos); y cuando no le han atinado al número y descubren que finalmente ha salido otro, regresan al cartón sólo para descubrir que, efectivamente, era un 6, en el rulo de un personaje y no el 3, el falso 3 con el que se fueron con la finta. Pero ya vendrá el viernes, si es que este martes no hubo suerte. Y después el martes de nuevo y así, uno tras otro, hasta que la suerte se apiade de ellos.