Tapatio 30 de Abril

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Sábado 30 de abril de 2011

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Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

GUADALAJARA, JAL. SÁBADO 30 DE ABRIL DE 2011

Supervisora: Aimeé Muñíz • tapatio@informador.com.mx | EN FACEBOOK: Tapatio de El Informador

Día del Niño

Pequeños y grandes personajes

México festeja este 30 de abril a los niños, aunque el festejo debería ser a diario, otorgándoles el lugar que merecen, simplemente por ser humanos. Hoy celebramos en Tapatío Cultural a tres pequeños que han destacado en diversas disciplinas: Enrique Bejarano Vidal, una promesa del ballet clásico en Guadalajara; Fernanda Contreras de Obaldía, que se encamina a ser una de las más grandes motociclistas de la ciudad; y Francisco Miramontes “Lagartijo”, un chico con cinco años de trayectoria en la tauromaquia.

Con ilusiones de seda y oro Esmuyciertoqueenladifícil profesión de torero “son muchos los llamados, pero pocos los elegidos”, aún con ello, Paco ha logrado alcanzar importantes triunfos que lo colocan como una pieza clave para la baraja taurina joven de Jalisco. Entre los triunfos más importantes se encuentra su debut, en el que tuvo una excelente actuación, además de lidiar en meses pasados en la plaza de toros El Centenario, de Tlaquepaque, un novillo ya con condiciones más imperantes; peso, trapío y edad, que “Lagartijo” supo afrontar y entender. Asimismo, en su haber ya existe un indulto y un rabo en la espuerta. Una profesión poco común, en la que, además del esfuerzo, el trabajo mental y físico, se encuentra inmersa la muerte. Ante esto, su padre, Pablo Miramontes comparte: “Veo que la tauromaquia en Paco lo está convirtiendo en un hombre disciplinado. Como torero es una gran satisfacción ver a tu hijo ponerse delante de los animales; como padre, siempre está presente la zozobra de lo que pueda pasar, pero él sabe que cuenta con mi apoyo y que nunca lo forzaré a nada”.

Desafíos en familia Su condición como la única niña en el club ha significado un reto para Fernanda, que prefiere alejarse un poco de los entrenamientos porque no se siente muy cómoda al estar rodeada sólo de niños, sin embargo, el hecho de tener en casa a una experta facilita un poco las cosas. Tal vez esta pequeña no entrene mucho, pero las prácticas a lado de su madre, Yaya de Obaldía, motociclista y campeona nacional, la ayudan a prepararse para el próximo reto en el que quizá sea capaz de cruzar la meta en primer lugar y mirar en una línea veloz tras su espalda, a sus compañeros de carrera. Fernanda puede llegar a ser muy seria y reservada, pero estas características poco se notan cuando se sube a su moto y comienza una nueva aventura. Sabe cuidarse muy bien: no deja que la rebasen, pero sabe rebasar oportunamente, es intrépida y muy audaz, nunca ha sufrido una caída, pese a que éstas pueden llegar a ser comunes en el motociclismo. La audacia que la caracteriza en la pista parece esfumarse cuando Fernanda está quieta sin su atuendo y junto a su KTM apagada y silenciosa. Entonces, sólo queda a la vista el color rosa de la moto que la deja en evidencia. Aquella escena revela que en medio de todos los niños motociclistas, una intrépida pequeña busca estar entre los mejores.

Movimientos de ensueño

Quiero decirle a todos los niños que hagan lo que su corazón les indique; nunca se repriman por nada, y tampoco dejen que su vida gire en torno a lo que los demás quieran que hagan Paco Miramontes, torero.

ESPECIAL

Paco Miramontes, apodado en el argot taurino como “Lagaritjo”, decidió tomar el sendero de la tauromaquia. A su corta edad, Paco ha tenido la fortuna de sentir el andar entre sus piernas a reses bravas, ávidas de carne en el pitón, que únicamente son controladas con dos cosas: cabeza y valor. “Lagartijo” inició su carrera como torero a la edad de siete años, cuando por primera vez supo lo que era pasarse una vaca por el vientre. Su afición, es prácticamente innata, pues proviene de una familia que ha vivido siempre del toro. “Desde que tengo uso de razón he visto toros; de esto hemos comido siempre mis hermanos y yo”, refiere. A pesar de ello, y de ser hijo del reconocido banderillero tapatío Pablo Miramontes, que por más de 20 años vivió de la fiesta brava, “Lagartijo” asegura que no tuvo incumbencia alguna para elegir esta profesión: “Mi padre, a pesar de amar el arte de torear, jamás me presionó para que fuera torero, él nunca ha influido para que me dedique a esto; lo hago porque me apasiona y es lo que quiero hacer”. Las primeras enseñanzas surgieron de su padre; aspectos técnicos y básicos, que le sirvieron para desenvolverse en la profesión. Más tarde, hace aproximadamente un año y tres meses, se convirtió en alumno de la Academia Municipal Taurina de Guadalajara, institución que actualmente dirige el matador de toros en retiro Manolo Arruza. Ahí, se ha forjado aún más en su quehacer profesional, hasta llegar al grado de recibir una promesa por parte del presidente del patronato, el ganadero Pablo Moreno, de mandarlo a España a manera de intercambio, para que pueda retroalimentar su técnica del toreo.

Quizá se trata de un talento que corre por la venas de toda una familia, o tal vez es sólo una actividad que Fernanda aprovecha para estar cerca de sus hermanos y su mamá. Probablemente con el paso del tiempo “Furruka”, como la llaman sus amigos de carreras, podría darse cuenta que esto no es lo suyo, o que por el contrario es a lo que quiere dedicar gran parte de su vida. Mientras tanto, desde hace un año y sin mayor esfuerzo, esta pequeña se destaca en un deporte que no todos consideran apto para niñas y que incluso algunos califican como peligroso y arriesgado. Fernanda, ataviada con sus rodilleras, pantalón, faja, casco y guantes, rompe cualquier esquema: se sube a su moto y se transforma en velocidad pura. Tiene sólo nueve años y ya ostenta el segundo lugar en la categoría Infantil experto, pero más que eso, destaca por ser la única niña corriendo en el Motoclub Enduro Guadalajara. Parece que la pasión viene de familia: el primero en enamorarse de este deporte fue el hermano mayor de Fernanda, Andrés, quien alguna vez corrió en las competencias nacionales con una moto 50 KTM, misma que luego cedió a su hermana y que hoy luce el número 22 y algunos otros detalles en color rosa.

ESPECIAL

EL INFORMADOR • E. FLORES

Rosa, el color de la velocidad

Enrique Bejarano Vidal es una promesa del ballet mexicano, con tan sólo ocho años de edad rompe los esquemas de la excelencia artística en lo que a danza clásica se refiere. La disciplina, el carisma y la pasión por los movimientos corporales, le han valido numerosos reconocimientos internacionales, entre los que destacan el concurso Dance Educators of America, de Estados Unidos, y la puesta francesa Attitude, donde Enrique logró que Jalisco se consagrara con el oro y la plata, respectivamente. Guiado por la influencia de su hermano mayor Edgar, de 17 años, -también bailarín y estudiante del Centro de Educación Artística (Cedart) José Clemente Orozco-, Enrique se adentró al mundo de la danza a los cinco años en diferentes escuelas, pero fue en la academia de la maestra y coreógrafa Doris Topete Señkowski, donde logró explotar su excepcional talento, convirtiéndose así en el único niño mexicano en conseguir los tan aclamados premios. Enrique, explica que su gusto por el ballet nace del ambiente sano en el que ahí logra desarrollarse, además de dejar en claro que “el ballet es para todo el mundo y no sólo para niñas”. Actualmente cursa segundo grado de primaria, pero su sueño como bailarín lo lleva a visualizarse en un futuro -no muy lejano- interpretando alguna pieza en la Ópera Nacional de París, mientras que su ejemplo a seguir es el ruso Mijail Baryshnikov. Sin embargo, asegura que algunos de sus compañe-

ros del colegio llegan a hacerle comentarios discriminatorios: “Como todos los niños nos echan humillaciones. Yo no les hago caso, me quedo callado”. A pesar de este tipo de situaciones, Enrique no tambalea en seguir su sueño, pues su pensamiento se enfoca en que “el ballet es una responsabilidad”. Cuando baila asegura que su mente se impregna de un pensamiento optimista y triunfador, “Pienso que soy el mejor”. A primera vista, Enrique parece un niño normal al que le gusta dibujar y jugar, pero al instante de vestir su traje especial y montarse en el par de zapatillas, se transforma en un mago de movimientos ágiles, firmes y delicados. Las coreografías que más le gustan son Corsario y Quijote, ya que ambas integran un estilo “fuerte, con pasos extraordinarios como giros y brincos muy altos”. Enrique ensaya tres horas diarias durante seis días a la semana. Al respecto, Doris Topete ve una genialidad artística impecable, pues “el talento que tiene es extraordinario. Él es único. En la academia tengo la fortuna de tener muchos niños varones, pero como él, no”.

El ballet significa mucho: algo bonito, arte, experiencia y disciplina Enrique Bejarano Vidal, bailarín de danza clásica.


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EL EL INFORMADOR INFORMADOR

Sábado, 1430 de de febrero de 2011 2009 Sábado abril de

TAPATÍO Fatiga crónica

Diario de un espectador Debería ser lo mismo; Nubes invisibles de calor navegan por la ciudad a la que apenas redimen las aguerridas floraciones de los tabachines. Las parotas de la otra cuadra optaron por regar generosamente un polvo como de oro que ahora cubre la calle. El pino medio demolido de la casa ahora inexistente intenta sobrevivir en medio de su azoro y pregunta por qué. El ruido de la ciudad que se persigue a sí misma le contesta sus inútiles necedades. Pero ya tarde en la noche, el cielo profundiza su negrura, otras estrellas se asoman, y un aire venido de muy lejos refresca el desvelo. The National canta: Standing straight at the foot of your love…

** México sin buena parte de su gente, y sobre todo de sus coches, recupera su calidad de ciudad altamente gozable. Una notable novedad: el Museo Soumaya. Dejando de lado su destanteado edificio, los contenidos que ofrece son sumamente disfrutables. La museografía, por alguna razón, se atiene a la corriente Sanborns. No le hace: ahora todo mundo puede ver de balde (lo que no es cosa menor) muchas cosas interesantes, a veces insólitas, algunas muy bellas. Este espectador declara su debilidad por el bric-à-brac sin pretensiones que muestra lo que a un señor le pareció apropiado coleccionar. Acordarse sin complejos de la Wallace Collection de Londres, de la Frick Collection de Nueva York. Ésta nos tocó ahora. Las acciones de los años treinta del siglo pasado de una mina propiedad del papá y el tío del ingeniero, vestidos de fiesta, viejas cajas de chocolate, monedas, pinturas de Gibrán Jalil Gibrán, las mancuernillas del mismo poeta, llaves y cerrojos, artesanías, ídolos… y también retratos mexicanos espléndidos (dos de nuestro José María Estrada muy notables), uno o dos Rubens de misteriosa e inacabada belleza, un Utrillo sorprendente, Van Gogh, Brueghel, El Greco, Zurbarán, Murillo, Frans Hals, los dos Cranachs… amplio material para la contemplación y el gozo. Quizá lo que se ocupa es ver todo esto con una cierta sencillez. Hay dos pequeñas vistas de Venecia a cargo de Giacomo Guardi que bien pueden valer el viaje. Un jinete, en la parte de abajo de un lienzo de Egerton, abandona Real del Monte y toma el camino erizado de peligros; se arrebuja en su jorongo, se cala el sombrero hasta las cejas; el viento arrecia. Es una estampa de la bravura y la gracia. Acompaña ahora en la memoria al jinete polaco de Rembrandt que cabalga en las lindes de la Quinta Avenida, en el lugar de honor de la Frick Collection. Un niño se acerca a la pintura, la examina, algo dice sobre el improbable color del cielo, sonríe.

** Medida para saber qué tanto se ha fatigado el mundo: veces que se ha visitado Teotihuacán. Pocos contrastes tan marcados como el de las multitudes bonachonas que ascienden trabajosamente la pirámide del sol y los ascensos a los mismos lugares, chorreantes de sangre y huesos rotos, de las multitudes de antes. En fin. El poderío de la inmensa masa de tierra y piedras que saluda a la calzada que a sus pies discurre será siempre sobre-

y no lo es

cogedor, aplastante. Mejor el patio de las mariposas, sus columnas delicadas, sus sombras bienhechoras. Algún artista transgresor y vanguardista habrá que proponga unas avenidas de jacarandas y fresnos, unas rosaledas y estanques para subvertir y rendir homenaje a estos lugares despiadados. La pirámide del sol es más alta; pero quizá la de la luna sea más grande…

** Gonzalo Rojas se murió. Grave pérdida. Otro poeta, Eduardo Vázquez Martín, escribió un responso al vuelo de las páginas del éter: “Adiós al gran iluminado, al numinoso, a la voz más fresca y vital de América.” En más que mínimo homenaje a quien supo, con voz inconfundible y entrañable -se diría que desollada de furia- nombrar urgencias y gozos, se transcribe este poema:

EL INFORMADOR • E. BARRERA

por: Juan Palomar

CONTRA LA MUERTE Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa. No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día. Prefiero ser de piedra, estar oscuro, a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio. No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad en mitad de la calle y hacia todos los vientos: la verdad de estar vivo, únicamente vivo, con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo. ¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos con volar más allá del infinito si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir fuera del tiempo oscuro? Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada. Pero respiro, y como, y hasta duermo pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento, allá abajo. No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía caliente la sangre en los cajones. Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil, porque yo mismo soy una cabeza inútil lista para cortar, por no entender qué es eso de esperar otro mundo de este mundo. Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre que me devora, el hambre de vivir como el sol

en la gracia del aire, eternamente. jpalomar@informador.com.mx

• El tema de las estaciones es notable: ¿por qué habrían de ser mucho más grandes y estorbosas las de Guadalajara si se supone que las utiliza menos gente?

por: David Izazaga

1.

No sé en realidad en qué otras tantas grandes capitales del mundo se ofrezca el espectáculo que sucede cuando llega uno al Distrito Federal por vía aérea: llegar y avanzar y avanzar y avanzar y empezar a descender poco a poco hasta parecer hacerlo sobre un eje vial. La Ciudad de México es inabarcable con la mirada, por más que haga uno el esfuerzo de ver hasta dónde llega la mancha urbana no es posible. Y el espectáculo se prolonga cuando por alguna situación el avión no puede aterrizar, sino que debe hacer tiempo. Y entonces se ven, majestuosos desde cualquier ángulo, los volcanes nevados e impresionantes los rascacielos: ya la Torre Latino ni llama la atención, pues son tantos los grandes edificios, tanto en la zona de Santa Fe como sobre el paseo de la Reforma, que aquella que fue el gran símbolo de la ciudad parece un edificio cualquiera. Y no lo es. La glorieta de Insurgentes, como suele sucederle a cualquiera que vuelva años después a algún lado, se me hace más pequeña de lo que tenía registrado en mis recuerdos. Siempre sucia e insegura, a pesar de que una patrulla está siempre ahí, con las luces encendidas

2.

(¿por dónde entra y sale?). Y las opciones de salida hacia las grandes avenidas o las pequeñas calles de la Zona Rosa (hoy más bien zona de múltiples colores). Siempre me ha sucedido lo mismo, nunca acierto a tomar el atajo perfecto, por más que regrese una y otra vez al mismo punto y, ensayado el error, crea que por fin lo haré bien. Imagino a las personas que siempre están ahí, sentadas sin que parezca les corra el tiempo, vernos cómo elegimos una salida que ellos saben ya, es equivocada para nuestro destino. Casi escucho sus carcajadas, su intercambio de miradas cómplices, gozando de saber que –otra vez– caminaremos más de lo que queríamos, no sin el consuelo de saber que para la próxima sí sabremos por dónde salir. Una certeza que, al menos momentánea, nos hace sentir que es segura. Y no lo es. Al observar y utilizar el Macrobús que circula sobre la Avenida Insurgentes nos queda claro que el que tenemos en Guadalajara es una mala copia. Y burda. En el DF funciona como relojito: es limpio, hay gran seguridad y hasta baños. El tema de las estaciones es notable: ¿por qué habrían de ser mucho más grandes y estorbosas las de Guadalajara si se supone que las utiliza menos gente? Y así es: las de In-

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surgentes no sólo son delgadas, sino que caben perfectamente en la avenida, conviviendo con los automóviles, ni siquiera son tan largas como aquí. Por lo mismo, hay más cercanía entre estación y estación allá. Lo cual no parece lógico si pensamos en la cantidad de pasajeros que desplaza una y otra línea. Allá, lo sabe la gente, el Macrobús se ha convertido en una solución, aquí se ha vuelto un problema para muchos. Y no lo es. El tema gastronómico debería ser una crónica aparte. Sólo me voy a referir a la comida callejera. Está el caso de las señoras que se ponían con su puestecito, comal y todo, a vender tlacoyos, pero sólo en ciertas zonas, digamos, populares de la ciudad. Hoy están también en colonias como la Condesa. Y los chicos “condechis” están encantados de desayunar y comer ahí, porque es cool (y barato y rico, cómo no). Luego está el caso de lo que venden los puestos a las afueras de Chapultepec: 10 tacos en 10 pesos, dice el letrero y lo pregona el vendedor, gritando a todo pulmón. Y hay gente ahí que los compra y los come. Y los seguimos después durante cuadras y cuadras y no caen, nunca los vemos caer, al contrario, se divierten. Comer en la Ciudad de México debería ser caro. Y no lo es.

4.

Entre las piernas

Sin palabras... ¡no! por: Aimeé Muñíz Quisiera decir que me quedé sin palabras tras la noticia de quién será en director de la Compañía Estatal de Teatro en este 2011, pero no, simplemente no puedo decirlo y mucho menos quedarme callada sobre lo que pienso de esta situación. Antes que todo, me parece que se están tirando por la borda los años anteriores de este agrupación. Pues si bien en un principio parecía un ejercicio legítimo, me refiero a la elección del director en turno, hubo un momento en que me da la impresión que se perdió el interés por la compañía, conocida principalmente por carecer de un verdadero y sólido proyecto; aunque al parecer en esta edición ya había recuperado un poco más de popularidad. Al menos eso es lo que pienso, sobre todo después de que al cierre de la convocatoria se contaba ya con 11 propuestas de diversos teatristas de la ciudad, porque recordemos que esta agrupación tiene de estatal lo que yo tengo de princesa... supongo que no tendré que aclararlo, ¿verdad? Por supuesto que yo tenía mi favorito, aunque mi interés estaba más encaminado a la puesta en escena que al director; eso

sí, debo aclarar que sí había algunos nombres que hubiera implorado al cielo que jamás llegaran a convertirse en titulares de la compañía. Tal vez debí rezar... más. Como yo soy muy mal pensada, supuse que podrían elegir a una persona que tiene entre sus actrices a la esposa de un buen amigo de un individuo bastante bien parado en el medio cultural del Estado, con un cargo así como de funcionario. Afortundamente eso no pasó. Sin embargo, debo decir que no me siento del todo (digamos, NADA) complacida con la elección del jurado. En verdad reconozco los méritos que tiene Carlos Vázquez como docente del teatro, incluso alguna vez lo entrevisté y me pareció una lumbrera en cuestiones teatrales; también fui a ver varios montajes que presentó hace muchos años -muchos, muchos añoscon estudiantes, y reconozco que muchos de ellos continúan desarrollándose en el arte escénico. Lo que me parece un poco curioso, es que todos ellos tuvieron algún tipo de desacuerdo con Carlos Vázquez y entonces decidieron seguir su camino de manera separada: así pasó con el grupo Praznik (me parece que con ellos montó ¿Por qué so-

mos malditos? y El lugar donde mueren los mamíferos, hace más de 10 años) y del mismo modo le sucedió a PerVersus (integrado por Gabriela Escatell, Manuel Parra, Alberto Eller, Araceli Flores, Mariana Villalpando y Sofía Olmos, con quienes llevó a escena en 2005 Qué hay después de la lluvia), agrupación que más tarde se convirtió en Inverso Teatro. En fin... el jurado que tomó esta bonita decisión estuvo integrado por los consejeros de la Comisión de Teatro del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (CECA): Efraín Franco, Yosi Lugo y David Zumaya, un representante de Teatristas Unidos de Jalisco, Gabriel Gutiérrez, y el director de Actividades Culturales de la Secretaría de Cultura (SC) de Jalisco, Carlos Sánchez Quintero. Espero que la relación que el nuevo director de la Compañía Estatal de Teatro tiene con los integrantes (algunos) del jurado, no haya influenciado su decisión. No me siento contenta... no, y sé que hay muchos que tampoco lo están. En fin... después de escupir todos mis bonitos pensamientos, me despido: adiós y hasta la próxima. lexeemia@gmail.com


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