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Sábado 5 de marzo de 2011
Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z.
• Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G. Supervisora: Aimeé Muñiz • tapatio@informador.com.mx
FOTOS: EL INFORMADOR • A. HINOJOSA
Relieve y sentimiento
• Las obras de Galería Reyher apuestan por pinturas que interactúan con el óleo y la escultura de arcilla; sus autores Lizette Reynoso y Luis Miguel Hernández mezclan su amor al arte a través de los sueños.
Expresión
fuera delhmuro Mundos mágicos, pretextos para llenar de arte tu entorno; las herramientas: óleo y escultura en un solo punto
• La escultura de arcilla es bañada en plata.
CONTACTO Galería Reyher Calle 16 de Septiembre 176, en Tonalá. Taller de arte: Manuel María Lombardini 4230. Colonia Rancho Nuevo. Teléfono: 3334-1753 Más información: www.artereyher.com
Entre pasajes de la vida cotidiana, personajes fantásticos y los elementos que constituyen al mundo –fuego, aire, tierra y agua- Lizette Reynoso rompe con el clásico concepto de la decoración a través de su obra: pintura sobre óleo acompañada de relieves y esculturas trabajadas en arcilla. La artista plástica, egresada de la Universidad de Guadalajara, encuentra la inspiración en su entorno, en la calle, en la familia. Cualquier cosa que ve es motivo suficiente para llenar de pinceladas su vida y brindar un poco de color a los amantes de la pintura. Sus cuadros son inusuales. Los ojos del espectador se regocijan entre las sombras, luces y texturas, todo en un solo punto: un mundo fantástico, que alterna entre paisajes místicos, y esculturas de manos, peces, hojas y rostros, elaboradas por su compañero de trabajo y vida, su esposo el escultor Luis Miguel Hernández. Ambos apasionados por el arte deciden amalgamar su talento y aventurarse con sus piezas de ensueño en la Galería Reyher. Lizette trabaja el óleo y Luis Miguel transforma la arcilla, a esto se suma la iluminación ubicada en la periferia del marco, lo que crea sombras, añade un toque mágico y genera una vista totalmente tridimensional con tres planos de profundidad. Pareciera que la mujer hecha de arcilla quisiera salirse de la obra, callada y bajo una perfecta moldura de sus facciones contempla a los demás accesorios seleccionados por el matrimonio Reyher (Reynoso y Hernández): conchas perladas, piedras brillantes en tonos ámbar, peces dorados, y hojas que armonizan la energía que transpira cada pintura. En un cuadro más, las alas que decoran a otra fémina juegan un rol importante, en cualquier momento pudieran extenderse y revolotear entre las luces amarillas y tornasoles de su mismo espacio, un gran formato de uno por dos metros. Este peculiar proyecto artístico dio inicio en 2004. Su instalación formal nace en el municipio artesanal de Tonalá, donde a pesar de las negativas de algunos comerciantes acuñados en la zona, los Reyher esquivaron los malos augurios, siguieron y logran consolidarse con “algo diferente”. “Muchos nos decía que no nos iba a ir bien porque los cuadros no eran accesibles para todos, como se acostumbra en Tonalá; que eran muy raros y no van a
pegar. Lo irónico de todo, fue precisamente lo diferente, es lo que llamó la atención, hasta la fecha seguimos vendiendo y dándonos a conocer”, explica Lizette.
De lo real a lo surrealista Actualmente, Galería Reyher pertenece a la Sociedad Mexicana de Interioristas A.C, su principal objetivo es transmitir la belleza y armonía de los espacios a través del arte, crear una conexión más allá del misticismo e inyectar un poco de energía positiva a la vida de quien se topa con las obras. Son cuatro colecciones las que comprenden a Reyher, distintos mundos en donde el tiempo logra detenerse. Los elementos de la Naturaleza: aquí son cinco las materias protagonistas que encajan en un mundo sobre natural. “En la cultura occidental existe el aire, fuego, agua y tierra, pero según los orientales el éter es el quinto elemento, creen que existe un quinto elemento, que es el mundo sobrenatural, lo que no podemos ver ni tocar, pero sí podemos sentir, como el amor, las vibras y la energía”. A bs trac to: una pequeña demostración de que el color es suficiente para transformar el estado de ánimo, las emociones y los sentimientos. Donde la Naturaleza también se hace presente con formas orgánicas y movimientos dinámicos. Cristal: una atmósfera llena de colores y formas en tercera dimensión bañadas por una cálida luz. El Circo: instantes de la vida, detenciones del tiempo a través de una estampa pictórica y gloriosa. La armonía del óleo tiñe la tela con aspectos minimalistas de con cierto aire a nostalgia. Sin lugar a dudas, esta última colección de los Reyher es la que tiene mayor significado para Lizette, pues cada personaje que complementa al cuadro, no es más que la vida de la pintora. Por más de cuatro años El Circo sigue reproduciéndose de forma exitosa en la galería. “La colección El Circo, creo que es la que más me caracteriza porque plasmo escenas de mi a través de un grupo de circenses”.
Técnica de ensueño En las obras de Lizette se puede observar un cierto aire del pintor neerlandés Hieronymus Bosch “El Bosco”, al cual considera su autor favo-
• La artista plástica Lizette Reynoso encuentra en la pintura la fuga a un mundo surrealista, con estampas propias de su vida y elementos que complementan su entorno.
Cuando sé que ya está terminado el cuadro trato de no poner nada más, porque sé que lo voy a echar a perder, pero cuando lo miro y no estoy satisfecha, lo cambio hasta que quedo contenta Lizette Reynoso,artista plástica de Galería Reyher. rito. Y aunque esta artista no se rige sobre las características sexuales que “El Bosco” inmortalizara en su época, si se guía en un halo surrealista “porque todos los cuadros son de ensueño”. Los colores que definen a los Reyher son tonos neutros como el blanco y los cremas, y añaden matices “muy vivos, para generar un equilibrio en los contrastes”. Su técnica es el óleo, que en ocasiones mezcla con algo de acrílico. Los formatos son grandes (uno por dos metros, ya sea horizontal o vertical), sin lugar a dudas se requiere de un espacio bastante amplio -una doble altura, si es casa- para que las pinturas luzcan y las esculturas cobren vida por sí solas. Lizette, ha presentado sus diferentes colecciones en galerías importantes de la ciudad, como el Salón de Octubre del Exconvento del Carmen y el Instituto Cultural Cabañas. “Yo haría esto gratis. Soy feliz pintando, si puedo aportar algo con esto o enseñarle a alguien ya es ganancia. Yo ya estoy bien pagada con el solo hecho de poder pintar”, asegura Lizette, quien por el momento no busca seguir exponiendo su arte, sino seguir produciendo para el comercio artesanal.
• Luis Miguel Hernández, añade su estilo en la escultura.
Sábado 5 de marzo de 2011
EL INFORMADOR
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TAPATÍO Fatiga Crónica
Diario de un espectador Qué poco les duró la novedad Por: Juan Palomar Atmosféricas. Con marzo llegan los calores, aún livianos. El jardín titubea en su trayecto hacia el lejano temporal de aguas, la sequía amaga con enjutar las frondas. El jardín toma aliento, como un corredor que mide cuidadosamente el curso que lo separa de la meta distante y encara la parte más empinada del recorrido. Los pájaros asiduos navegan el aire, confiados en la embarcación que los conduce a través de las estaciones. Y cantan.
(y anexa la promesa de otra crónica)
** Swinburne. Una cita apuntada en un cuaderno, notas de una plática con un maestro memorioso, cuatro versos reencontrados al azar de los años. Dice Walter Scott en sus memorias que el poeta los recitaba mientras caminaban al borde del mar, y el sonido de las olas, al fondo, era como una ovación: De la pena nunca estamos seguros/ y la dicha nunca fue cierta/ este día morirá mañana/ el tiempo no atiende de nadie el llamado. (Pero ya sin la música espléndida del original: We are not sure of sorrow/ and joy was never sure;/ To-day will die to-morrow;/ time stoops to no man’s lure.) **
EL INFORMADOR • M. FREYRÍA
Viaducto río la Piedad. Por donde una vez corrió el río ahora sólo cruza el humo, y la prisa se estanca en largas filas de coches impacientes. Un cajón de cemento conduce todavía, por el centro de la calzada, las aguas encerradas y venenosas. Día llegará sin duda en el que el caudal recupere su limpidez, su trazo y su amplitud, en el que el concreto y la gasolina hayan levantado su yugo sobre la ciudad. Por ahora, desde un anuncio en el que aparecen dos espléndidas muchachas ligeras, un letrero resume la situación: Parte de vida. El viaducto es un surco enconado a lo largo de la gran ciudad asombrosa. Una a una, van desfilando las cinco casas que hace cuatro o cinco decenios un arquitecto optimista levantó, tan distintas y reconocibles ahora como entonces: parte de vida. ** En el aeropuerto de México hay una curiosa exposición del pintor Antonio Luquin. Consiste en varias decenas de cuadros del tamaño de la portada de un disco de acetato, reproduciendo, una a una, las portadas de otros tantos discos hechos por los integrantes de la banda después de su separación. Ejercicio de homenaje y recuento de trayectorias que nunca reencontraron el fulgor insuperado de cuando estos cuatro músicos eran algo portentoso que se llamó The Beatles. La mejor portada, del mejor disco, todo en grises: All things must pass, de George Harrison. ** Del egregio Alfonso Reyes aparece, entre las páginas de una vieja antología, un poema nunca leído, o largamente olvidado. Un soneto de aparente sencillez, de transparente misterio, evocación de las cosas bruscas y mexicanas, llamado, desde el desencanto y la distancia, a una pasajera estrella de los rumbos. Se llamaba Lailye: Lailye: ¿Cuándo vuelves a México y me buscas, ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán? Juntos recordaríamos aquellas cosas bruscas del asno, el indio, el loro, la araña, el alacrán… A ti, que te sorprendes –aunque jamás te ofuscas– con nuestros usos y nuestra agua y nuestro pan, ¿qué te parecería si vuelves y me buscas, ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán? ¿Te acuerdas? Era entonces tu ser surco en amagos, flor en capullo, germen de amores y pasiones. Y ahora que te abriste al triunfo y los halagos; ¡Oh suma de los pueblos, compendio de naciones!, dime: ¿a qué te sabría volver por estos pagos, estrella de los rumbos y de las tentaciones? ** En las páginas del libro que Federico de la Torre y Rebeca García escribieron sobre Ambrosio Ulloa, el célebre ingeniero fundador de la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara (1901-1925), aparece la noticia de la demolición de la Casa Verde de Chapala -construida por Ulloa para sí mismo- perpetrada hace pocos años (¿2007?). Recuento y reconocimiento de una pérdida: la casa que desde principios de siglo pasado duraba atrás del mercado, en la pura esquina; que daba noticia de una época y su estilo. Tres casas hechas en Chapala para ellos mismos de otros tantos arquitectos insignes de Jalisco: Mi Pullman, de Guillermo de Alba, la de Luis Barragán frente a la presidencia municipal, la de Ulloa ahora desaparecida. Increíble que tal atentado al patrimonio común se haya permitido. No lejos de la panadería de la India, la Casa Verde, siempre cerrada en la memoria, algo decía de esencial que ahora se ha esfumado.
• Hoy la pista de hielo ya no resulta tan atractiva para los tapatíos.
Por: David Izazaga Son las tres de la tarde de un día de marzo de 2011 en el que se ha dejado venir el calor en lo que parecería una clara amenaza de lo que nos espera para mayo o junio. En un lugar como la Plaza Tapatía donde los espacios con sombra son más bien escasos, muchas gente (sobre todo estudiantes) ha decidido que quizá mojarse a propósito en la fuente espontánea que lanza chorros de agua del piso, justo frente al Magno Centro Joyero, sea lo mejor para mitigar el calor. Algunos más prefieren las aguas frescas con mucho hielo, la paleta, o la nieve. Pero a todos los que caminan por la plancha de la plaza se les puede ver claramente algún signo del apabullante calor que hace: la cara enrojecida, el ceño fruncido, las gotas de sudor resbalando por la cara a la altura donde terminan las patillas… los termómetros marcan treinta y dos grados centígrados, pero la sensación térmica, ya se sabe, va al menos tres o cuatro grados arriba. Justo al final de la plaza, donde está el Instituto Cultural Cabañas, se instaló desde hace ya varias semanas una pista de hielo con acceso gratuito, con motivo de los festejos del aniversario de la ciudad de Guadalajara. Aquellos primeros días hubo gente que se vino a formar horas y horas y la cola parecía interminable, sobre todo el primer fin de semana. Pero ahora, extrañamente, la pista está casi desierta: bueno, sin querer exagerar, en realidad sí hay patinadores amateurs dentro, pero nadie hace fila para ingresar, de manera que, mientras hace unas semanas quienes se encargan de trabajar ahí y recibir a los ansiosos invitados a patinar eran muy estrictos al marcar el tiempo en el que los patinadores estaban dentro de la pista (30 minutos, y a veces –dicen– mucho menos), ahora, a unos días de que todo se vuelva agua (bueno, casi todo), hasta les permiten quedarse más tiempo o de plano volverse a formar, pues no, no hay fila ya para entrar. Alberto, uno de los afortunados en patinar a las tres de la tarde de un día entre semana, según dice, más que nada para refrescarse un poco y quitarse la tentación, el que no haya más afluencia en el lugar ya, se debe a que la novedad pasó y dejó de serlo. “Ya vino la gente de Guadalajara que tenía que venir: los que nunca habían patinado en hielo o los que no tienen para pagar la entrada a la pista de patinaje de Avenida México”. En esta ciudad en la que las novedades duran muy poco, en la que un negocio puede estar lleno un día y vacío al otro, en la que el que un minibús atropelle y mate a un transeúnte es motivo para ni siquiera levantar la ceja… el que una pista de hielo para patinar gratuitamente se encuentre vacía, no debería de asombrar ni al cronista más asombrable. ***
** Es un buen ejercicio el recorrer las salas del Hospicio Cabañas en donde se exponen las arquitecturas de Norman Foster y después salir a cualquiera de los patios del viejo y benemérito edificio. Y reconocer, en la elemental y poderosa arquitectura de la antigua Casa de Misericordia, la misma briosa cepa edilicia que en los mejores proyectos del arquitecto inglés se encuentra. En otra exposición, la dedicada al arte abstracto, pueden verse algunos cuadros muy notables. Dos de Fernando García Ponce; dos, asombrosos, de Chucho Reyes Ferreira. Pero la presencia de la obra de Orozco en la capilla es arrolladora. Visitarla después de cualquier recorrido, pictórico o de otra índole, pone las cosas en justa proporción. La abstracción por ejemplo, que logra el pintor de Zapotlán en la parte baja del muro en donde describe la torre de una iglesia (¿San Felipe?) con la ciudad a sus pies, es insuperable. (Y recuerda a Gerzso...) Así, como al paso resuelta, la esencia de la ciudad se destila, se resume, se fija en la memoria.
Bajando las escaleras por el lado de la Plaza Tapatía, con rumbo al mercado San Juan de Dios, en la calle Dionisio Rodríguez se convive casi a diario con el flujo lentísimo de tránsito automovilístico, debido a que camiones de pasajeros suelen estacionarse en ambos lados de la banqueta, a lo largo de toda la calle. Son camiones que vienen de fuera de la ciudad, regularmente de municipios del interior del Estado, pero también de estados vecinos; Michoacán, San Luis, Zacatecas, Guanajuato, Nayarit, etcétera. Los camiones salen muy temprano de sus lugares de origen y traen consigo a comerciantes que vienen a surtirse de diversos productos que comprarán a lo largo del día, tanto en el mercado como en los alrededores. Luego de que la gente que viene en ellos come, los camiones regresan a sus destinos de origen, cargados con las mercancías que los pasajeros compraron durante su estadía. Es muy común que si el autobús no venía lleno de su lugar de origen, los choferes aprovechen para intentar llevarse a alguien que ande por el rumbo y vaya hacia donde van. Por eso el letrero pegado en una cartulina rosa, en la puerta de aquel camión, dice:
“San Julián, cinco de la tarde, 90 pesos”. Las calandrias se apretujan a un lado de los camiones, el policía de tránsito batalla con los camiones para instarlos a que “se hagan flaquitos”, los automovilistas que vienen por la Calzada y dan vuelta en Dionisio Rodríguez no saben en la que se han metido. Paciencia, que el tocar el claxon en nada ayudará a descongestionar el lugar, está comprobado.
Más allá, los ires y venires de gente que entra y sale de la estación del tren ligero. Y cruzando Javier Mina, un templo al que se entra sólo para ver una cantidad considerable de enfermos pidiendo ayuda espiritual a su Dios en el altar y ayuda terrenal a quien no está en los cielos. Y a lo largo de la Calzada, en la banqueta, el espontáneo, efímero y sorprendente tendedero de puestos de chácharas. Pero esa ya es otra crónica.