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La desgastada guerra del Ecuador contra Chevron

22/10/2013

La prolongada riña del Ecuador con la petrolera estadounidense Chevron Corp. por una área contaminada en la selva amazónica, es la historia de David y Goliat que el presidente Rafael Correa utiliza para definir su mandato. Correa ha trabajado duramente para convencer al mundo que Chevron está acosando al país andino para evitar pagar el fallo de $19 mil millones que un tribunal ecuatoriano impuso en el 2011. En una carta a The Economist, Juan Falconí Puig, embajador del Ecuador en Gran Bretaña, escribió que la contaminación de 2 millones de acres en la Amazonía ecuatoriana causó “uno de los mayores desastres ambientales de la historia”.


También el 15 de octubre, el congreso del Ecuador, dominado por los aliados de Correa, votó para rechazar “los ataques deliberados de Chevron-Texaco” contra el Ecuador, según dice la resolución. Las pruebas de la contaminación en la selva son innegables. El asunto es si Texaco (que fue adquirida por Chevron en 2001) --socia de la compañía petrolera estatal Petroecuador, durante sus años en el Ecuador, 1964 a 1992-- tomó los pasos adecuados para limpiar lo que le correspondía del desastre, y si todavía es responsable de lo que queda. Es difícil para muchos tomar en serio las protestas ambientales de Correa. El 6 de octubre, el periodista ecuatoriano Emilio Palacio hizo la pregunta obvia: “Después de 30 años ¿cómo es que nadie ha hecho nada para limpiar ese desastre?”, dijo, refiriéndose a los gobiernos sucesivos del Ecuador.


“Sabemos que los gobiernos neoliberales no se preocupaban mucho por los derechos ambientales. Pero ahora ya tenemos siete años” de la Revolución Ciudadana, citando a la coalición política de Correa. “¿Por qué no han hecho nada para remediar esto?” Palacio presentó documentos demostrando que inclusive en el 2011, varios años después que Texaco había salido del país, Petroecuador continuó arrojando crudo, inclusive en la piscina donde Correa con mucho drama metió la mano. La historia que cuenta Correa también se está desenredando a nivel internacional. Chevron dice que existen pruebas incriminatorias que demuestran que el abogado del Ecuador usó firmas falsificadas de los demandantes y falsificó informes ambientales, al igual que intentaron sobornar a los jueces ecuatorianos para salirse con la suya.


(Alberto Guerra, uno de los jueces en el caso, ha admitido que él y un segundo juez permitieron a los abogados de los demandantes escribieron su decisión legal bajo la promesa de recibir $500,000 en el futuro. El segundo juez, Nicolás Zambrano, ha negado que haya sido sobornado alguna vez). A los abogados del Ecuador les va tan mal en el caso que inclusive Bianca Jagger, una ambientalista desesperada, figura de los derechos humanos y ex esposa del músico Mick Jagger, se manifestó al respecto. “No escribo como una apologista del equipo legal, ni tampoco estoy condonando su comportamiento – pero creo en la necesidad de hablar por las víctimas ecuatorianas que tal vez nunca alcancen la justicia que merecen”, escribió en el Huffington Post el 14 de octubre. Aun así, ella insistió que “las comunidades ecuatorianas fueron víctimas de explotación por parte de una corporación multinacional, Texaco”.


Dejando a un lado la asociación ilícita, el caso también se muestra débil por sus propios argumentos. Para comenzar, Texaco operó como socio minoritario bajo la compañía peotrolera estatal, Petroecuador, cuando ocurrió la contaminación, así que es difícil argumentar que el daño fue causado solo por Texaco. A través de acuerdos en 1995 y 1998, el gobierno ecuatoriano también liberó a la compañía de responsabilidad, seguido de una limpieza que costó $40 millones. Un panel de arbitraje en La Haya citó tal descargo del gobierno cuando emitió un fallo el mes pasado indicando que la demanda en el Ecuador nunca debió haberse dado en primer lugar. Sin embargo, el acuerdo puede no absolver a Chevron de la obligación de responder a demandas de terceras partes, como las comunidades de la Amazonía, que es lo que Chevron está peleando en este momento.


El gobierno de Correa no está dispuesto a rendirse. El Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual tuiteó el 17 de octubre que incautará las marcas de Chevron, inclusive las regalías que se paga a Chevron por su uso: “Con relación al #casoChevron, #IEPI procedió con la orden de embargo de 50 marcas”. Estas marcas incluye Havoline y Ursa Super LA, entre otras. Chevron no tiene bienes físicos en el Ecuador que el gobierno pueda incautar, por lo cual los demandantes han buscado que el fallo se ejecute en Canadá, Brasil y Argentina, pero esos esfuerzos han fallado. Esta pelea también coincide con posturas políticas. Correa alienó a sus seguidores ambientalistas en agosto cuando decidió desarrollar las reservas petroleras que yacen bajo el Parque Nacional Yasuní del Ecuador, que es una franja muy singular de la selva amazónica -


el mismo ecosistema que alguna vez prometió proteger si los países desarrollados le pagaban a su país $3.6 mil millones para no explotar petróleo allí. Cuando él anunció su giro en dirección contraria el 15 de agosto le dijo a los ecuatorianos: “El mundo nos ha fallado”. Y prometió días más tarde que no “sacrificaré a mi gente para resolver la falta de responsabilidad de los verdaderos contaminadores”. Las payasadas del presidente no son una sorpresa. Correa es parte de la extrema izquierda latinoamericana, cuya costumbre de ponerle carnadas a los Estados Unidos es un deporte político.


El presidente ecuatoriano le otorgó asilo a Julián Assange para pulir su imagen como defensor de la libertad de expresión, aun cuando aprobó la ley de medios que restringe la libertad de expresión. A comienzos de este mes, Correa acusó al presidente Barack Obama de usar retórica nazi por mencionar el excepcionalismo americano en un discurso. Mientras tanto, Correa ha dependido de préstamos chinos y el gasto público apuntalado por el petróleo para convertirse en uno de los presidentes más populares de la región. (Él tiene el 80 por ciento de aprobación en su país). Los ecuatorianos pueden estar divididos entre si explotar o conservar el Yasuní. Ellos deberían estar más preocupados por la conservación de la democracia bajo el liderazgo de Correa. [Por Raúl Gallegos, corresponsal de World View blog para América Latina]

FIN


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