El Comité 1973 Edición Especial Aniversario

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Escritores hidalguenses

Edici贸n especial


Foto: Sigo tus pasos


Ciclo:

“Visión Cineclubista” miércoles, 18 horas Centro de las Artes de Hidalgo Entrada libre

Junio 5

12

Amator

El ciclo Dreyer

Polonia (1979) Dir. Krzysztof Kieslowski

España (2006) Dir. Álvaro del Amo

19 La vida útil

Uruguay (2010) Dir. Federico Veiroj

26 Splendor

Italia (1989) Dir. Ettore Scola



Editorial. Una inmesa alegría nos da poder decir que la revista “El Comité 1973” ha cumplido un año. Es algo que al principio de esta travesía no imaginamos. Durante este año conocimos a muchas personas talentosas, escritores y lectores de todo el paìs que nos apoyaron en este proyecto. Sin embargo; no todo ha sido alegría dentro del equipo. Hemos enfrentado la salida de miembros sin que esto afectara su apoyo incondicional al proyecto. Por eso en esta editorial me gustaría agradecer a todas las personas que fundaron esta publicación, entre ellos están: Julia Castillo, Claudia Simone, Daniel Castillo del Razo, Paul Olvera, Marco Meneses, Israel González y su servidor Timo Viejo. Así como a los miembros que se integraron durante el transcurso de la misma: Luis Martìnez Rivera, Paola Rivero, Abraham Carrasco y los últimos en ser parte de este proyecto Martìn Rangel y Alejandro Tulio Carbonell. Es motivo de alegría contar en este número con el apoyo de escritores hidalguenses de nacimiento o de tradición en este último número especial. También con la colaboración en la parte visual de Divagante Colectivo que representa a los artistas visuales del Estado de Hidalgo. Nos embarga la alegría y el agradecimiento que tenemos para con ustedes. Sin ustedes esta revista no hubiera podido salir adelante, y tampoco hubiera cumplido su objetivo que es difundir la literatura y en general las artes en todo el país. Por eso a modo de respeto a la revista “El Comité 1973, a partir del mes de Julio hemos decidido transformarnos en la revista “Tintero” en la cual se agregarán nuevas temáticas sin dejar de ser una plataforma de difusión para las artes que se desarrollan en Hidalgo y en el país. Ha sido un placer su compañía y lo seguirá siendo durante nuestra nueva faceta como Tintero. ¡Muchas Gracias!

-Timo Viejo.


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Director General. Paul Olvera Monroy. Director Editorial. Rodrigo Timoteo Viejo González. Diseño Editorial. Alejandro Tulio Carbonell Ortega Edición de Fotografía. Abraham Carrasco García. Asesor gráfico. Luis Francisco Martínez Contacto y ventas: Luis Antonio Sánchez Domínguez. Colaboración Contraportada / “El juego de la muerte” / Tercera de forros Karina Gonzálz Rezéndiz Correo electrónico: revista.el.comite@gmail.com

Directorio.


Dossier

Perspectiva de los escritores Hidalguenses


Del exilio, al viaje:

el destino de quienes escriben en Hidalgo Aidée Cervantes Chapa

Quien escribía en Hidalgo lo hacía desde el exilio. Este era el panorama de los escritores hidalguenses en 1999, hace 14 años. Así lo describió Agustín Cadena, junto con Miriam Mabel Martínez en el libro “Diáspora Hidalgo: una narrativa en exilio”. El análisis, después de casi tres lustros, es distinto, por fortuna. A partir de una investigación periodística que realicé desde el año 2000, puedo afirmar que existen circunstancias casi repetidas en los escritores hidalguenses que han logrado reconocimiento en la literatura nacional: su género masculino, su nacimiento en Hidalgo, su formación académica en la UNAM y su residencia en la Ciudad de México. La experiencia y los conocimientos obtenidos a lo largo de esta investigación, han echado abajo un razonamiento primario: el escaso apoyo proveniente del gobierno de la entidad a la promoción y difusión de la literatura escrita por hidalguenses, no era el único motivo del exilio de sus escritores. Debe considerarse, también, la centralización de las artes como fenómeno nacional; la juventud del estado que lo dejó fuera de los grandes acontecimientos militares mexicanos y no asimiló el recurso de registrarlos literariamente; la falta de una tradición literaria hidalguense y su ubicación geográfica, la cual coloca a Pachuca muy cerca de la Ciudad de México, lo que facilita el exilio, antes de esperar a que se creen las condiciones regionales para el desarrollo de los escritores. Esto también lo supe por el libro de Cadena y Martínez. La circunstancia migratoria de la reciente generación de escritores hidalguenses es distinta, pues se percibe, en general, la intención de permanecer en Hidalgo a pesar de que las circunstancias los han obligado a buscar fuera de él las oportunidades de publicación, de talleres, de estudio y de becas: al contrario de sus predecesores exiliados, se han convertido en literatos viajeros con arraigo a su tierra natal.

Tenemos, por ejemplo, al propio Agustín Cadena que vive en Hungría pero viaja cada verano a México y conforma un taller de Narrativa en Pachuca. Enrique Olmos de Ita, vive en España y viaja constantemente a nuestro estado. En 2011 obtuvo el Premio Estatal de Cuento Ricardo Garibay que otorga el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Ilallalí Hernández radica en la Ciudad de México pero se traslada constantemente a Pachuca para visitar a su familia. Actualmente, prepara la edición de un libro sobre mujeres de la tercera edad que se dedican o dedicaron a la prostitución. Yuri Herrera vive en Carolina del Norte y pasa largas temporadas de visita en la casa de su familia radicada en la capital hidalguense. Dentro de los “escritores exiliados” que enumeran Agustín y Mabel en Diáspora Hidalgo, al menos Gonzalo Martré –quien acaba de publicar un libro de cuentos con personajes y paisajes hidalguenses- y Federico Arana, han regresado a su estado natal, ya sea para publicar libros o recibir homenajes. Mirar atrás y recorrer las historias son dos caminos que ayudan a no repetirlas. En el conocimiento de los escritores hidalguenses jóvenes, en general, hay la intención de permanecer en su tierra a pesar de que las circunstancias los han obligado a buscar fuera de ella las oportunidades de publicación, de estudio, de talleres y de becas. Se han convertido en escritores viajeros. Tal vez este ánimo logre una primera generación de escritores que se formen en Hidalgo. Otro de los hallazgos alentadores vislumbra el inicio de una tradición literaria en Tepeji del Río, gracias a la animación y gestión cultural que José Antonio Zambrano ha realizado por casi 35 años. Por otro lado, es importante subrayar que la escasez de escritoras hidalguenses es sólo un reflejo de la discriminación de género que no está exenta en el mundo de las letras. Para ellas, las oportunidades han sido menores. Esta observación puede ser útil para el planteamiento de una hipótesis en un futuro trabajo de investigación. En general, la experiencia y los conocimientos obtenidos a lo largo de este proyecto marcaron hace una década el inicio de mi camino en el periodismo cultural y me anima continuar en este empeño, y los que sean necesarios, para documentar el panorama de las letras hidalguenses.


Perspectivas

Toda literatura proveniente de cualquier lugar tiene como distintivo la congruencia de ideas, la semejanza de temas que tratan o el estilo que le han dado los escritores que las forjaron, principalmente aquellos que desarrollaron una estética propia. Así podemos hablar de una literatura francesa, inglesa o italiana, las cuales a veces se subdividen en los siglos que representan o los movimientos que las crearon.

sobre una literatura hidalguense. Paul Olvera

La característica esencial del desarrollo de semejantes literaturas tiene su origen en la convergencia de ideas y postulados; en otras palabras, en el diálogo que sostuvieron los diferentes integrantes que formaron parte de ellas. Hay que tener en cuenta que muchas veces ese diálogo se llevó a cabo como una pelea de intereses estéticos, políticos o económicos, los cuales crearon los subgrupos literarios de cada nación. Así llegamos a conocer, por ejemplo, la gran obra de los poetas malditos de Francia, los beatniks de Norteamérica, los escritores de las diferentes cortes y élites alrededor del mundo, pues muchas veces la plataforma política y económica de la sociedad le dio cabida a la creación.


De la misma manera en México, país poco lector, se ha ido desarrollando una literatura que es reconocida a nivel mundial por rasgos característicos como los temas, las influencias de otras literaturas y el afán de los poetas y narradores que se han entregado a la difusión de su obra. Dentro de este país se nota la carencia de una literatura única y plena, pues la mayoría de los mexicanos carecen de criterio para desenvolverse en temas tan escabrosos como lo son la crítica literaria y la creación poética o narrativa. Sin embargo, los impulsos por consolidar nuestra literatura nacional han sido fructíferos en las zonas metropolitanas o de herencia cultural y política importante en México. Así encontramos la preponderancia de los escritores del Distrito Federal, Guadalajara, Veracruz o Monterrey frente a los de los demás estados. Hidalgo, entidad de contrastes que van desde su población hasta su desarrollo económico, también ha tratado de construir, aunque inconscientemente, una literatura propia. El problema con los inicios de este desarrollo literario fue que empezó como una diáspora, pues el primer escritor hidalguense, Efrén Rebolledo, fue un político que heredó a los escritores hidalguenses el afán por conocer tierras extrañas, buscar inspiración en aquellos lugares ajenos a nuestra tierra natal. La calidad poética de Efrén Rebolledo es inmensa, aunque hay que ser conscientes de que su literatura se dirigía principalmente a describir sus experiencias fuera de México, como lo son, por ejemplo, sus Rimas japonesas. Aunque sus temas no tocaron de lleno el ambiente hidalguense, su calidad literaria dio paso para se le rindiera homenaje como uno de los mejores poetas que ha tenido nuestro país, aunque hoy en día sea muy poco recordada su obra a nivel nacional. Otro escritor participante de este exilio fue Ricardo Garibay, quien pasó largas temporadas en Morelos, haciendo cuentos, novelas y crónicas, casi siempre de sus experiencias personales, o como crítico de un ambiente literario que siempre le quedó a deber el honor que merecía. Él mismo se quejaba de tal desarraigo sentido a partir de no pertenecer, a pesar de su calidad literaria, a los círculos de la elite literaria nacional. Estos dos primeros escritores hidalguenses son recordados debido a que los premios estatales de poesía y cuento llevan sus nombres. Esto no quiere decir que sean ampliamente leídos por los escritores jóvenes de ahora, los cuales se nutren de otras fuentes para tratar los temas de interés propios de la literatura hidalguense en formación. La lista de escritores hidalguenses, —tomada del libro Diáspora. Hidalgo: una narrativa del exilio, compilada por Agustín Cadena y Miriam Mabel Martínez—, que continúa después de Efrén Rebolledo y Ricardo Garibay tiene como cualidad el desarraigo de la entidad que los vio nacer. Así son los casos de Gonzalo Martré, Federico Arana, Agustín Ramos e Ignacio Trejo, quienes se exiliaron principalmente a la Ciudad de México, paraíso cultural del país, para construir su obra literaria desde ahí. Es fácil notar la carencia de un estilo de conjunto en todos esos escritores, la falta de un tema en común y, principalmente, la ausencia de un diálogo formal sobre sus orígenes. Cada uno de ellos escribió sin tomar a Hidalgo como referencia que englobara sus temáticas. La literatura propia del estado no lo fue completamente, pues no hay referentes hidalguense que todos estos escritores hagan visible en su obra narrativa. De hecho, dos escritores prominentes del panorama literario actual, Agustín Cadena y Yuri Herrera, ambos nacidos en Hidalgo, se encuentran fuera de la entidad, principalmente por cuestiones de trabajo. Sin embargo, no se puede hablar de exilio en su caso debido a que regresan al estado por temporadas, lo cual beneficia la construcción de la literatura actual, ya que presentan su obra o imparten talleres para los jóvenes que quieren dedicarse a escribir. La importancia de que estos dos escritores, los cuales han sido publicados en otros países, regresen a la entidad radica en que son personas que emprenden un diálogo con los que están aquí y tienen un interés en la literatura que se está formando en Hidalgo, con lo cual se puede ir forjando un tema en común, una convergencia de ideas o un estilo general concebido dentro de lo que podríamos llamar literatura hidalguense. De la misma manera, los escritores que están en el estado, quienes al impartir clases o talleres, abren el diálogo sobre la literatura, aportan con su experiencia las bases fundamentales de un ambiente literario moderno, crítico y que parte desde una perspectiva actual de Hidalgo. Además, las ferias del libro han sido los pretextos perfectos para hacer que este diálogo se dé, como el que fue realizado en el 2011 en la 11ª Feria del libro infantil y juvenil, donde varios escritores —entre los cuales se encontraban Federico Arana, Agustín Cadena, Diego José, Enrique Olmos, Fernando Rivera Flores, etcétera— expusieron sus reflexiones sobre el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Es importante, si se quiere construir una literatura propia de la entidad, que estos diálogos se den para analizar las coincidencias que existen entre los diferentes escritores hidalguenses. Así se han creado las demás literaturas, haciéndose de palabras y consideraciones sobre la obra de los contemporáneos o semejantes más cercanos. Asimismo, los premios convocados estatalmente por el CECULTAH han creado un panorama que nos muestra quienes escriben en Hidalgo y que escriben. Es una lástima que algunos de aquellos jóvenes ganadores sigan con la imagen del escritor como un solitario o como un ser con cualidades sobrenaturales que los demás no alaban porque no las alcanzan a comprender; su ensimismamiento egoísta o creador coartan el diálogo literario en la entidad. El paisaje literario hidalguense debe nutrirse del diálogo entre sus escritores si es que quiere ser un elemento preponderante dentro del ambiente de las letras nacionales. Actualmente hay muchos medios para hacer esto posible, aunque aún existe la reserva de algunos escritores a compartir con los lectores su experiencia como creadores. Hay muchos escritores en Hidalgo, y ya no podemos decir como Agustín Cadena que “los escritores en Hidalgo son pocos pero buenos”, sino más bien unirnos al punto de vista de Diego José, quien mencionó “que en Hidalgo hay muchos escritores pero pocos son buenos.” Esto no quiere decir que lo que se está formando como literatura hidalguense vaya a decaer por la falta de calidad, sino que necesitamos abrir el diálogo, analizar someramente qué es lo que representa a los escritores de la entidad, cuáles son los temas que podrían abarcar la obra narrativa o poética, las ideas en que convergen la mayoría de ellos y, finalmente, arriesgarnos a crear un estilo estético propio que nos identifique como los escritores contemporáneos de Hidalgo, los cuales a partir de ese diálogo que les dé bases puedan enfrentarse a cualquier otro escritor nacional o extranjero y mostrar la valía que como literatos tenemos.


Secci贸n especial

Escritores Hidalguenses...


G94 eneraci贸n

del


Après Guillaume

Hacia atrás / hacia atrás el espíritu sacia aquello que el cuerpo no alcanza el árbol sostiene su roja flama aún antes de ser semilla sus ramas, secas espinas son lentas lunas los ojos ceniza, escombro del tiempo las leves treguas, espadas tenazas, cetros de polvo: júbilo engarzado al sueño. El sol en su hora de sombra lanza tortuosos quejidos desde el cielo que no vemos ¿qué cosas dicen las aguas? ¿qué tanta memoria de las arenas marcha junto con ellas de vuelta al mar? ¿qué hay de aquellos que miraron el rostro de dios y no pudieron sino callar y morir luego? ¿qué suelo guarda la planta del primer hombre despavorido de sentir el primer miedo sobre su pecho desnudo? “nunca lo sabremos” debajo de esta porción de tierra los restos de antiguos profetas mascullan su voz callada de mil siglos.

Juan Martín Rangel Noguez


Joaquín Sebastián Rodríguez Ávila

Punto

El punto, en el espacio distante. La mínima expresión escrita, ideada y posible, flotando en el infinito. Trazándose significados. Creándose funciones aritméticas, filosóficas y poéticas. El corte, la tangente, el instante; donde todo cambia, donde la recta se vuelve curva, el agua ebulle, la vida acaba, cuando el engomado se separa del piso, el sexo se sonroja para hacerte mía del único modo que sé. El instante, ese instante donde tu cadera se vuelve cintura. El punto de inflexión marcado en la treceava costura de tus bluyins, mis bluyins favoritos. Función de equis, cuando equis tiende a infinito. Tu cuerpo vivo, obsceno, matemáticamente correcto. Nunca le presté demasiada importancia, tenía otras prioridades en la cabeza; cuestiones abstractas, topológicas y existenciales. Respuestas que me explicaran el porqué de las cosas, el porqué de todos esos porqués, el porqué de tus ojos, su forma, su curvatura, su color. Cada detalle de tu ser. Un punto: dos coordenadas entre dos ejes cartesianos perpendiculares. Una inane partícula (La mínima expresión escrita, ideada y posible.) ese lunar a tres centímetros de tu boca en el tiempo, en el espacio, en tres dimensiones, con un movimiento indistinto, tan natural, tan tuyo. El movimiento adquirido de tu piernas, de tu perfección con respecto al suelo,

que se enajena de su propia identidad, y de pronto un terremoto, una grieta, todo cambia, todo gira; todo en función del tiempo, y el tiempo en función de sí mismo donde todo cambia, donde la recta se vuelve curva, el agua ebulle, la vida acaba… Nada parece tener sentido, todo parece tan simétricamente exacto, tan cíclico. Tan ideal que no entiendo y me desvivo razonando el porqué de tus porqués. Ni siquiera te sé, pero sé que te conozco mejor que nadie. Siempre sola, estudiante, núbil. El movimiento en el aire de tus brazos al caminar, como sólo tú lo haces: a pasos cortos, sincopados. Tu manera de dormir tan simple, tan tuya. Y desde entonces quedé maravillado de tu perfección. Tu cuerpo vivo, obsceno, matemáticamente correcto. (…) Aceleras el paso, volteas disimuladamente y miras que sigo ahí, riendo, amándote con la mirada, gloriosa. Tienes miedo supongo, yo también lo tendría. Ahí estaba siguiendo tu camino, estudiándote entre ecuaciones de diversos grados. Tu propia existencia era una constante y en la ecuación de tus posiciones me encontraba yo como una variable.


Eduardo Francisco López Ruiz

¡Las Putas, Pedro! El abrasador silencio de su ausencia lo permeaba de dulces recuerdos de su vida. La agonía, aquel cliché humano, volvió. Se humedecía hemisféricamente, favorecido por el brazo al que llamaba Lepanto. Los mosquitos que le rondaban, todas hembras, contaban los sueños que salían por sus oídos, que entretuvieron a más de una generación esa semana. Iban y venían tantos susurros, que el ambiente viciado provocaba aún más tensión al capitán. El vaivén de las olas, agitaba su líquido cefalorraquídeo de tal forma que la jaqueca era insoportable, en cualquier momento sus ojos saltarían por la borda. La tormenta cesó. Por unos instantes su lucidez regresó, y a tientas la vio altiva, turquesa, temerosa. Sus ámpulas de sarcoma desprendían el olor fétido de la felicidad y su rostro dibujaba en base a los indicios de dientes una horrenda sonrisa. -¡Las Putas, Pedro! ¡Fueron las Putas! – clamó al viento en presencia de nadie. Aquel grito ensordeció el mar de Oriente. Mientras tanto el Quijote era consumido por el mecer de las olas, dejando a suerte y a ron al capitán.


...


SIGNOS VITALES Por. Gabriel Maya signos ( Aún en la quietud el cuerpo no deja de nombrarlo todo Hace espiral con los signos vitales del paisaje de los años de otros cuerpos ¿Qué pregunta habré hecho con la cabeza entre las manos los codos en la mesa tatuando el aire con la respiración? ¿Qué amor diré a tantos sueños por minuto? Me quedo inmóvil ante los presagios del otro lado de la página No interrumpo sus silencios También indagan en la verdad insondable de sus signos vitales… de la duda del amor del tiempo… FERTILIDAD Esta es la luz del polen que lame por igual las cimas de tu pecho que tus relámpagos de agua. En estas ráfagas de sombra como brisa

el cabello desova pétalos deseoso aquí, se escucha más la piel tiembla más la pupila.

I El viento cede un trozo de su nombre Sed y vendrás a mí le dice al cielo El sedentario que teme Las semillas arden salirse de su voz. anidan horizontes II presagian la humedad La inmemorial sed de la a tinta suelta rosa que revive en el oído de la intemperie. Sus pétalos sedantes y dispersos en ella (…) Cuyos pechos sedados ITINERARIO estallan Su cuerpo como un sedal Ser ausencia para tejer el tiempo sonoes estar en cualquier lado. ro del viento En el verso llego La piel nacida en la húme toco a la puerta de da madeja mi voz La sed de tocarte paso por el umbral Sede de mi vigilia. de cada día, tú caminas en el horizonte. III Eres tanta ciudad y tantas Otra rosa de mármol a la calles; contemplación cuando te busco soy un Sedicentes fragmentos multitud que ansían otra forma que te desea: por Hasta que la mano los el que soy de tacto, seduce de visión; de anhelo de Y los acopla en la escultuescucharte ra que nace de sus sediy olerte; por el pintor que mentos. te ama con la luz y la sombra; IV por el poeta El ojo que en cada direcque lucha con su idioma ción sigue los pétalos de para hablarte; viento por la mujer Sonido cuyo espejo hace que ansía su simetría de ti; volver por el hombre Estela tras estela que te ha esperado desde Al viento hasta su coraentonces; zón de rosa. por la playa lejana que te escucha; por el piano V que te adormece; hasta Y la fricción del índice en por ti, los labios que habitas los lados más El infinito beso para decir oscuros del espejo. silencio. LA ROSA SED DEL VIENTO

Ninguna señal visible más que la piel intacta del papel han dejado a su

paso Presentes como el viento que en sus huellas se deshace Perseveran como la mariposa en su trayectoria de nubes impalpables signos vitales de la duda del amor del tiempo… Se queda inmóvil ante mí No interrumpe mi silencio También se pregunta por la verdad insondable de mis signos vitales… Deja tus transparencias en libertad de vuelo Tú Lector tan móvil como la escultura. ) vitales


¿Pablo? ¿Te llamas Pablo? Julio Romano

...sólo tú... ...alcanzarás... ...algo... ...como yo... Ni un recuerdo, ni una sensación, ni un sabor. Nada. Cómo empezar, cómo dar el primer paso ahora, luego de tanto camino, tanta arcilla dejada atrás. Las cenizas revolotean frente a mí, pienso que tendrían que estar quietas y sujetas al piso, como el resto de la tierra. Son aves caprichosas que no saben de leyes de Newton; las brasas crujen y liberan más cenizas, forman una nube negra y rojiza en mitad de la noche, encima de todos nosotros, reunidos alrededor del fuego, como cavernícolas. Siento el mar a mis espaldas, escucho las olas romperse contra la costa, en el malecón, y creo que en cualquier momento una puede pasar por encima de nosotros, revolcarnos, apagar el fuego. Nos reiríamos seguramente, y las cenizas, húmedas y pesadas, habrían de resignarse a quedarse en la tierra, aunque el viento las esté llamando. Como si fuera distinto, como si no fuera nuevamente atender las solicitudes en ventanilla cada mañana y a lo mismo de siempre, juntar la documentación un día o dos o diez semanas antes previendo hasta las más absurdas posibilidades (¿pero cuándo aquello?), doble copia de las identificaciones, los formatos por triplicado, comprobante de pago. La fila en el banco interminable una hora antes esa misma mañana, las nubes grises y pesadas. Me preguntaba en ese momento si todas las veces que alguien iba a un banco algún lugar del mundo se nublaría. Posiblemente sí, pero cómo saberlo, cómo tener la certeza. Justo eso, tener la certeza, ojear nuevamente la carpeta con los documentos, meter la mano en los bolsillos para confirmar que los billetes son los que deben ser pero sin sacarlos a la vista de todo el mundo y menos en un banco, a quién se le ocurre, en una de ésas resulta que ese payaso que vende globos allá afuera es el asaltante, esa paranoia, esa película de Bill Murray. El módulo es tan lejano ahora, un cubo absurdo, un sello y una pluma atados con una cadena, como si a alguien pudiera ocurrírsele robar una pluma o un sello a las diez de la mañana a la vista de todos y con un oficial haciendo guardia, aunque más pendiente de las piernas de las tapatías que de otra cosa. Con qué gusto y con qué placer echaría todos esos papeles al fuego, la de cenizas que se haría. Entonces yo me acostaría boca arriba, así como estoy, en la tierra, y dejaría que esa incineración me cubriera toda, que cada escarcha negra me trajera un poquito de ese pasado, el deseo de que se quemara todo el módulo y con él todos los módulos y todos los documentos del planeta (¿cómo es que se ha perdido la confiabilidad de la palabra hablada?), finalmente a dónde van a parar, qué se hace con tanto papel firmado y sellado. ¿No es mejor dejarse arrullar por las olas con los ojos cerrados, con una ceniza en los labios, y ya? Y además están las fechas, verificar que coincidan al igual que las direcciones y los códigos, como si no les bastara verme obediente yendo a entregar las constancias y los vales, cumplir con los requisitos como si se tratara de algo más importante que ver detalladamente cómo avanza una oruga en una rama. Así, así y no de otra forma, como una oruga avanzamos hacia la ventanilla que le pega un mordisco al animal, pero por la cola va creciendo y se disolverá por completo sólo hasta que burocráticamente den las tres. Cuando uno se levanta para algo como eso, entre sus planes debe estar perder el día y un poco la noción de las cosas. No sé siquiera por qué dije que vendría. Me preguntaron algo, no supe qué responder, no me atreví a pedir que me preguntaran de nuevo; sonreí y me encogí de hombros mordiéndome un pulgar. Ahora me da risa, pero en ese momento me sentí mal conmigo misma, después de todo ellos me habían invitado y yo no era capaz de poner atención a lo que estaban diciendo. Sólo me comía su queso.

¿Cuándo fue eso? No recuerdo. Ah, a veces la sucesión del tiempo es tan absurda, no sé si va hacia un lado o hacia otro. Después de todo, las manecillas de los relojes siempre regresan a un mismo punto, y quizá conmigo pase lo mismo. Pero aunque no lo hiciera, el tiempo seguiría pasando y yendo y viniendo y volviendo a nosotros de muchas formas, imagino. Había tiempo antes que relojes. O eso se supone. Quizá no hubo tiempo como tal hasta que se inventó el primer reloj, cuando alguien clavó un palo en la tierra y contempló conmovido y absorto el recorrido de la sombra, que volvió a donde la había visto por primera vez. Seguramente se perdía o se ocultaba, pero reaparecía con una fidelidad más rigurosa que la que conocemos. Tal vez ahí está el origen del tiempo, o en la primera vez que alguien pronunció la palabra tiempo. Ni siquiera a ti te ponía atención, absorto por los pasos de la gente sobre la loza, los papeles y el café cayendo sin ganas en las tazas, conviviendo amargamente con el azúcar, el té, la crema en polvo. Juro que esa mañana me sentía despierto, y ahora era todo bostezos y ojos rojos; me siento despeinado, como si no hubiera tomado una ducha en días, una cara de ir a cumplir con el trámite en ventanilla y me permite su identificación. Ansiaba como nunca que me dieran el papel que acreditara la inscripción correcta quizá tanto como tú, o quizá tú menos que yo. Era absurdo estar deseando un papel que tenía todas las probabilidades a su favor de terminar en la basura. En ese momento no lo pensaba así, sólo quería salir de la oruga. No importaba, yo ni siquiera me había dado cuenta de la hora que era y de que aún no había desayunado, se me pasaron los minutos, nada más; quizá yo habría hecho lo mismo, quién sabe en qué habré estado pensando. Casi nunca sé en qué estoy pensando; muchas veces creo que pienso en otras cosas y no en lo que debería ser mi prioridad. Justo en este momento podría dejarme llevar por el mar, arrullada por ese susurro de la espuma, cerrar los ojos y despertar no sé cuándo y no sé dónde, es lo que menos importa, ya me las ingeniaré para llegar a donde quiero llegar. Todavía resonaban en mi cabeza tus palabras mientras me alejaba del módulo. Precisamente teníamos que ir ambos ese día a hacer la misma cosa al mismo sitio, y no sólo eso. Puedo jurar que no me di cuenta durante todo ese tiempo de que estabas detrás de mí en la oruga. Así como aquí no me había dado cuenta de que eras tú la que estaba frente a mí. Te había visto casi desde que llegué. Yo también quería salir de allí lo más pronto posible, pero a veces mi sentido de la responsabilidad es más grande que mis otros sentidos, y eso me molesta. Tal vez si no hubiera ido sola no te habría notado yo tampoco. Soy distraída, no imaginas cuánto. A veces me quedo viendo fijamente algo, algún hueco, y cuando regreso ha empezado a llover. No descarto que en cualquier momento comience a llover, o que incluso nieve. Aun aquí, en la playa. Sería divertido ver cómo los copos se derriten al acercarse a la fogata. Me impacientaba cada vez más hasta que escuché tu voz como un comentario al aire. Pretendí que pareciera un comentario al aire. Y lo respondí como quien le responde o replica a la radio, sin esperar respuesta, di media vuelta y entonces supe que veníamos a lo mismo, por algo lo adiviné en tu fólder, doblado por las orillas y con un Kandinsky (pensé que era Kandinsky, era tuyo), todo ese caos en tres colores no podía ser sino un reflejo de todo lo que se respiraba alrededor del módulo, lo ridículo de hacer fila si tenemos turnos numerados, las dieciséis mil ventanillas, las camisas blancas con logotipo a la izquierda, los sellos preparados, dos copias, formatos por triplicado, fotografía tamaño infantil, comprobante de pago, pase al siguiente módulo, espere a ser llamado.


Tuve la impresión de que a ti te parecía lo mismo aun cuando no tenías el aburrimiento en la cara, sino una mirada perdida y tus documentos asegurados, mirabas las luces del techo y escuchabas el movimiento de las nubes, que miraras al cielo era como si estuvieras despejando el panorama. No buscaba llamar tu atención, ni siquiera pensé que podría hacerlo. Supuse que tenías prisa, veías tu reloj a ratos, los de las paredes. Hoy me causa gracia. También volteabas al pizarrón electrónico de turnos, esperando a que saliera el tuyo entre esos números rojos que eran como miradas condenatorias. Cuando aceptaran tus documentos y te dieran el papel empezarías a formar parte de algo más. Yo también, pero no me preocupaba tanto; yo pensaba en el día siguiente, éste ya lo había dado por perdido desde que los primeros minutos ante el espejo en la madrugada.

pasos cortos, breves, espaciados. No escuché que me llamaras ni sentí que me siguieras. Esa segunda vez no supe tampoco qué decirte. Fue lo mismo, pero fuera de la oruga y sin papeles. Anduvimos en una misma dirección hasta que cada quien tomó su camino, y esos caminos convergen aquí de nuevo, dos trazos zigzagueantes que se cruzan de vez en cuando, dos líneas en un plano cartesiano, se van ondulando, se alejan, se acercan, se cruzan, se alejan... Me acerco a ti después de todo en esta tercera intersección. Siento que empiezo a temblar, un pequeño escalofrío. Es tan torpe. Sé que vienes, finjo que no me doy cuenta.

No sé, aun hoy, cómo pudimos hablar tanto aquella vez sin conocernos, y en este momento no sé qué decirte. No sé si te acordarás de mí, supongo que no, que aquello fue una de esas puertas que se abren en medio de la realidad y dan paso a un laberinto en el que uno puede elegir perderse o no perderse. Siento que cualquier cosa que pudiera decirte sería estúpida, que tú pensarás que yo pretendo lo que no, que me tomarás por un oportunista.

Hola.

No soy buena con las palabras. Sólo me gusta jugar con ellas. He estado buscando tu mirada, sin suerte. Quizá podríamos, si nos encontramos, volver a aquel día. Sí, lo sé, soy una oportunista, pero ¿de qué otra forma puedo...?

No vas a decir nada.

Hubo otra ocasión.

Hola. Di algo. ¿Por qué? ¿Cómo es que llegamos hasta acá? Quiero llamarte, pero no recuerdo... no...

Andando, y ya ves. Bien.

Vagamente.

No quieras darle celos a esa mujer acercándote a mí. Yo vi cómo te miraba.

Casi igual que aquella primera vez.

Comprendo.

No era necesario.

Oh, qué torpeza, ¿no se te pudo haber ocurrido otra cosa?

Intercambiamos turnos y nombres y tú entregaste primero tus documentos y esperaste a que te llamaran, luego yo, y ahí te perdí. Oí tu nombre en el altavoz y te seguí con la mirada. Apenas veía tu cabeza, tu cabello estaba a un lado de la oruga y yo al otro; te vi salir sin voltear para nada. Esperé ahí sentado hasta que escuché mi nombre; me levanté sin ganas a recibir el papel. Me hicieron las recomendaciones, cómo me debía conducir a partir de ese preciso instante, recibí el reglamento, no ponía atención, sólo ansiaba escuchar que eso había sido todo, que podía irme; lo escuché y salí a toda prisa, agitado por el movimiento de las orugas, alejándome del módulo como se aleja uno de un abismo. Salí finalmente. Las nubes se habían ido. Tú también. No volví a verte hasta aquella otra ocasión.

No habla español. La escuché que...

Yo tenía cosas que hacer, pero bien pude haberlas dejado de lado. Recordé ese día afuera del módulo. Me sentía tan tonta hojeando el reglamento ahí afuera; no lo leí, sólo esperaba que pasara el tiempo. Luego pensé... no lo hubiera hecho. Me pareció demasiado atrevido quedarme ahí sola, esperando a que salieras tú también. Era tan obvio, me dije, y no salías. Preferí irme, con

Seguramente tú no recuerdas siquiera mi nombre...

Yo hablo alemán... No es lo que pretendía. ¿Por qué no funcionas, memoria? No es lo que pretendía. Comprendo. Ya nos cruzaremos nuevamente.

...mientras que yo no he podido dejar de pensar en el tuyo. ¿Pablo? ¿Te llamas Pablo?


El juego de la muerte II

Foto: Ice cream street

Volví a jugar “El juego de la muerte”, como yo llamaba, cuando era niño, a caminar por el borde de la banqueta: si caías, morías. Me eché a andar por el viejo barrio. De las paredes, puertas y balcones brotaban recuerdos y antiguas ilusiones que se esfumaron al doblar la esquina. Y allá iba yo, a mis treinta y dos años, extendiendo los brazos igual que un equilibrista de circo y poniendo en peligro mi vida solitaria. A ratos, para confirmar mis temores, me asomaba para ver el fondo de un abismo imaginario donde estaría esperándome un terrible fin, una terrible muerte. Añoraba mi niñez, las diversiones, los primeros golpes dentro del pecho. En alguna de las calles apareció Sara, la hija del carpintero —o Sarita; así se le conocía en el pueblo—, se aproximó por la banqueta de enfrente y al verme se detuvo. Ella fue la primera de quien estuve enamorado; pero siempre fui tímido (un cobarde, más bien) y nunca me atreví a hablarle. Sarita se fue varios años de Tepeapulco y ahora estaba de regreso, parada al otro lado de la calle (justo al otro lado de la calle). El rubor llenó mi cara cuando ella me saludó, porque yo tendría que hablarle, y entre uno de los temas de conversación tocaríamos el de que no me casé. ¿Cómo podría explicarle que, al estar frente a las mujeres, la lengua se me tropieza y no logro articular una frase entendible? A mi cabeza llegaron distintos pensamientos: correr despavorido, hacer como si no la hubiera visto, volverme mosca e irme revoloteando. Pero no, preferí mirarla directamente (ella justo al otro lado de la calle). Sumamente nervioso, recogí los dedos uno por uno hasta apretar los puños mientras inflaba mis dos pulmones y los llenaba con un aire pesado y casi irrespirable y no dejaba de mirarla y de pensar y de mirarla y de temerle a ella y de temer que se fuera. Mantuve un pie en la orilla y el otro lo adelanté hasta que quedó flotando en el aire: el viento me mecía como si quisiera hacerme caer al fondo, donde estaría esperándome un terrible fin, una terrible muerte. Reuní mis fuerzas de hombre, mi valor de aventurero para enfrentarme a la caída en aquel abismo, cerré los ojos, y luego me arrojé a la nada… Crucé la calle y me fui acompañando a Sarita hasta su casa.

Diego Castillo Quintero


PERMUTO 25 PATOS,

YA NO LOS PUEDO TENER, ¿QUÉ OFRECE? Por Ilallalí Hernández Rodríguez

Al leer el anuncio algo en ti se remueve. Vuelves a tener cinco años. Llegas de vacaciones al pueblo, estás con mamá frente a esa mujer. —Saluda a la Tía Remedios —los ojos rodeados de arrugas, con los que sigues soñando, estudian tus movimientos. La vieja sostiene tu barbilla. Miras al piso. —Ya estás muy grande —dice su con aliento a hierba—, ven te voy a dar un regalo. Levantas la mirada. Ese rostro sigue cerca de ti. Los dientes cubiertos por una capa ocre.

—¿Me puede dar los tres? —No, mínimo cinco, pero tres no, llévese el pinto y uno blanco.

Marcas el número que aparece en la parte inferior del anuncio. Uno, dos tonos. —Hablo por el anuncio. —Sí, señor. Ya sólo nos quedan veinte ¿Cuántos quiere?

—¿Qué va a ofrecer? Un almohadón debajo de tu mejilla izquierda. —¿Qué le dieron por los otros cinco? Las voces de la otra habitación llegan a ti. —Una secadora de pelo. Parpadeas, recuerdas los ojos. —¿Una secadora? Tu madre enfadada levanta, a ratos, la voz. —De aire frío y caliente. Caminas hacia la puerta para escuchar. —¿Qué necesita? Hacerse fuerte es lo que le hace falta, dijo la vieja. —Algo que sirva. Mamá habla quedo, repite “él no entiende, él no entiende, es un niño.” —¿Que sirva? Un regalo, sólo fue un regalo, no es mi culpa que no le explicaras. —Podría ofrecerle unos lentes. Te acercas a la sala caminando descalzo, la anciana habla fuerte. —¿Para qué quiero unos lentes? Miras la sombra de mamá moverse alrededor del sillón. —Para ver. Te quedas paralizado en el pasillo. —No los necesito. Los ojos negros te descubren. —¿Entonces, qué quiere? Se va a recuperar, le dice a mamá pero te mira a ti. —Algo útil. No, tía, dice mamá, es la primera vez que ve la muerte. —Dígame que es lo que usted considera útil. Los ojos negros te miran fijo, sientes que la fuerza abandona tus piernas. —No me gusta su tono. Gracias por hablar. Mira, despertó, dice mirándote con sus ojos de pato, negros.

La tía Remedios aprieta tu brazo con sus manos resecas, te arrastra al corral. —Vas a escogerlo — al escuchar estas palabras suavizas el cuerpo, sigues a la anciana de andar contraído—. Eres arisco como gato viejo, niño. Frente a ustedes cruzan los animales que corren hacia el estanque. —¿Cuál quieres? —Ese —la Tía Remedios suelta tu mano y corres para atrapar al animal que corre en círculos. —Cuando lo agarres me lo traes —dice la vieja antes dar la vuelta y encaminarse a la cocina. —Quiero uno. —Pues tienen que ser mínimo cinco. —¿Qué color son? —Hay blancos y negros y pintos y grises. —¿Cuántos negros tiene? Quedas pecho tierra al abalanzarte sobre él, lo sostienes de las patas. Bate sus alas golpeando tu rostro. —Tráelo. Caminas abrazando el regalo. Acaricias la cabeza del asustado animal. —Dámelo —te dice fijando en ti esos ojos negros como plumas, brillan. —Tres, joven. —¿No tiene los cinco? —No, pero le puedo dar un pinto, si lo ve bien parece casi negro de un lado.

Toma entre sus manos al animal, lo pone sobre la mesa, le acaricia la cabeza. La anciana le estira el cuello y lo tuerce. El chasquido de los huesos cediendo retumba en la cocina. Agudo. Después la cabeza resuena cayendo en la mesa. Hueco. Sus ojos, como los de la Tía Remedios, oscuros, mirándote. Te desvaneces en medio de la cocina. Chasquido. Ojos. Agudo. Negros. Hueco. Mirándote…


Divagante

Colectivo

El colectivo formado por artistas visuales llamado: “Divagante colectivo” se formó a partir de un taller de cómic con una lluvia de ideas que se concretan en una agrupación. Los estilos arrastrados por la influencia de la historieta, merodean entre las artes visuales y la ilustración. Sin olvidar al dibujo como la base principal. Los integrantes son personas con ideas frescas que han participado en diversos eventos de dibujo y exposiciones. Se recurren a la ironía del mundo desde un enfoque ácido, y esto lo que un dibujo caricaturesco nos da. Éstos no son más que el reflejo de las características ilógicas y absurdas del ser humano. Como en un viaje alucinante encontramos un universo psicodélico trasversal a la realidad que llamamos normalidad. El dibujo es la síntesis que describe el encuentro de los mundos atravesados y no explicados, de él partirán la pintura, las artes digitales y el diseño. El dibujo es la base que describe el todo, es el génesis de la expresión bidimensional; por lo tanto el dibujo caricaturesco, ilimitado, es lo que marca la pauta para que todos podamos ser una fuerza creadora.

León Cuevas


Título: Sin cuidar el fondo Autor: León Cuevas Técnica: Dibujo sobre composición digital Medidas: 200 cm X 290 cm Año: 2013

León Cuevas


Título: Garage Autor: León Cuevas Técnica: Dibujo sobre composición digital Medidas 300 cm X 200 cm Año: 2012


Título: Alien Autor: María Fernanda Urbina Durán Técnica: Zbrush 4 Fecha: Diciembre 2011

María Fernanda Urbina Durán


Título: Ajedrez Autor: María Fernanda Urbina Durán Técnica: Autodesk Maya 2012 Fecha: Agosto 2012


“Autorretrato” Técnica mixta

Nala

Hernández


“Practica mano” Acrílico sobre caple


Autor: Daniel Soriano (dann conejo) Título: “El perro y el humano” Técnica: digital Fecha: 6 de marzo 2013

Daniel Soriano


Autor: Daniel Soriano (dann conejo) Título: “little hit-girl” Técnica: digital Fecha: 3 de abril 2013


Título: “Mamá Monstruo” Autor: Max Vera Técnica: Tinta China Medidas: 21.5 cm x 28 cm

Max Vera


Título: “Serpiente de piedra” Autor: Max Vera Técnica: Tinta China y Plumones Medidas: 21.5 cm x 28 cm


zumbido_V.0.2.1.3 He_visto_las_noches_desperdigarse_frente_a_la_pantalla_del_ordenador./perturbados_maniáticos_ desposeidos_de_humor_l@s_de_mi_generación_nos_hemos_ido_extinguiendo/dejando_una_efímera_estela_en_los_estadíos_del_facebook./quienes_dilapidamos_el_oro_de_los_segundos_en_ los_quiz_los_forward_los_iconos_el_morbo_las_fotos_de_desconocidos_el_top_de_youtube./ quienes_sufrimos_esperando_la_reconexión_IP/quienes_en_laptops_iphones_blackberrys_androids_dejamos_capas_de_piel./quienes_insomnes_desarticulamos_las_retinas_en_busca_de_una_dosis_más_de_ vida./quienes_para_paliar_la_soledad_indagamos_incesantemente_un_shot_de_compañía_enviando_zumbidos./ quienes_amalgamados_al_chat_al_facebook_al_twitter_al_blog_a_la_malograda_web_olvidamos_el_ olor_de_la_tinta_impresa_metiendo_la_nariz_hasta_la_medula_de_wikipedias_y_pdfs_falsos./quienes_no_deseamos_doce_pasos_para_desengancharnos_de_nuestros_cibercondriacos_males./quienes_participamos_de_nuestra_idea_de_libertad_y_sabemos_que_esa_idea_tambien_es_virtual./ quienes_nos_alojamos_detrás_de_nosotros_para_zamparnos_a_los_demás_en_playas_aplastantes_de_ bombillas_solares./quienes_permanecemos_inertes_distendiendo_el_ser_al_ritmo_download./quienes_ exhsaustos_nos_derrotamos_a_morfeo_para_volver_a_enchufarnos.

Daniel Fragoso


Del maiz al pueblo. Cohutec Vargas Genis

Los pueblos, son los hombres y las mujeres que los habitan, sus calles y la casas que van construyendo juntos para vivir quizá criando a sus hijos o para esperar la vejez que no demora, lo es también la iglesia que visitan para sentir el aliento divino en un instante de dolor o sin razón, sin necesidad de intermediarios, el corazón del pueblo es el viejo que se sienta en una esquina para ver pasar sus últimos años, y el niño que atraviesa corriendo la calle tras de otro para atraparlo. Los pueblos son los sueños, la tierra que sostiene algunas milpas secas y enclenques, la mano áspera y distante de los campesinos que regresan empuñando un machete por la tarde después de haber trabajado su sembradío de maíz o frijol en su parcela. La mirada de la madrugada y la madre que con sus manos intentan construir un futuro mejor para sus hijos, las despedidas que el

viento arrastra al pasado cuando un jovencito de catorce años decide irse “pal” otro lado, también son el pueblo… la comunidad. La olla de barro que hierve todas las mañanas para preparar el frijol, y las tortillas cociéndose en el comal calentado con madera de mezquite. El pueblo se entiende también a través de la pobreza material de las comunidades cuyos nombres cósmicos regresan en eco por las barrancas del volcán Popocatepetl; Tochimilco, Tianguismanalco, Yancuitlalpan, Y que en ocasiones se compensa con algunos billetes verdes llegados de New York, California, Oregon, Colorado o Texas. Y la riqueza ancestral de las guerras floridas, los calmecas, los tepoxcallis, o los Tlaltocan. Las palabras dulces que nacieron de la tonatizin y que nos enseñaron a nombrar casi todo lo que necesitamos en lo cotidiano del tiempo con un sentido de cariño y aprecio; el pancito, el cafecito, la tortillita, el chamaquito… la madrecita. Los pueblos son los hombres y las mujeres que los habitan dije al principio, porque ellos somos en realidad nosotros, quizá con una posibilidad mejor de vida o de educación formal, quizá rebasados por ellos en la comprensión del mundo que nos rodea, quizá nosotros con mayor conocimiento que la escuela nos instruyo, quizá ellos con la sabiduría que el tiempo y el contacto con la tierra dan. Pero ambos compartiendo un origen común, el maiz, no el maíz, así, sin acento, del que se elabora después de pasar por el agua del nixtamal, y el fuego del clecuil, la tortilla, símbolo ecléctico de nuestra unión como raza, circulo que reúne a la familia a compartir el fruto del trabajo de todos en la mesa; ostia cotidiana de colores blanco, morado, azul, rojo; diferente, como nuestra realidad que siendo una, la miramos de mil formas y que al comerla nos hacemos uno con la tierra, nos unimos a ella en un sentido, biológico, histórico, espiritual y místico y con ello encontramos la identidad que a veces se extravía en la descomunal globalización que nos acechas, nos devora y nos destruye; ya no tan lentamente.


SANTA ÁGATHA

MONÓLOGO DE ENRIQUE OLMOS DE ITA ELLA: Una santa de las muchas que pueblan el onomástico, dicen que antes fue mujer. Algo sabe de arte, quizá más que el Dios mismo. Rasgos exagerados hasta la beatitud. PISTAS: Hay un rumor de alba. Se escuchan canciones bravías más propias para una taberna o un agujero de orines en un barrio periférico. Languidece la música mientras la mujer espera en el escenario, con la sonrisa abierta al público. Es bonita, parece entusiasmada por querer contar algo, se acomoda la ropa, nerviosa, insistentemente. Al poco tiempo de verla inmóvil sabemos que estamos frente a una guía de turistas, quizá en un museo vaticano, una galería mística, un retablo de ensoñaciones celestiales. Esta mujer se ofrece a explicarnos la imagen, una iconografía paleocristiana de algún artista anónimo: un seno, una teta con un bonito pezón en la punta, es decir, el más puro arte contemporáneo. POSIBILIDADES: El espacio vacío. El parloteo sostenido entre una mujer y su cuerpo. Las interrupciones en video (manual del buen artista) con proyección visual u otro formato que estorbe el espacio de la desolación.

MANUAL DEL BUEN ARTISTA: Si Dios es el gran artista del cosmos, y estamos hechos a su imagen y semejanza, alguien en el cielo no aprobó estética. : La penumbra parecía no tocar todavía las columnas, apenas se agolpaba en torno a ellas, hacía que los pilares blanquecinos de la plaza brillaran con cierta luz exigua, de crepúsculo. : Sinuosos, erguidos, cristalizados en paredes y pilastras, remedaban los sonidos con sus contracciones siderales los rumores lejanos de los hombres. : No había murmullos ni bullicio. : Lejos el griterío y la voz de las mendigas. Los roedores quemados en las afueras de los templos, los bramidos de las bestias, las amenazas del viento. : Lejos también el estruendo de la muerte. : De la tortura. : Así fue esa noche en Catania. : Una noche de silencio amargo. De furiosas convulsiones en el vientre del cielo. : Amarga la mudez que engendra el pecado. : Regresaban los pocos fieles que lloraban la muerte de esta noble mujer, no sin cierta extrañeza, que se abatía con desconsuelo. : Habían llevado sus descoyuntados restos a una tumba en las afueras del pueblo. : Porque según una atropellada crónica escrita días después, antes de que Ágatha fuera sepultada sus senos estaban crecidos, otra vez, contra todo lo posible e imaginable y ante la mirada desconcertada de los asiduos. : Ante la incredulidad de curiosos y desconfiados. : Blancos senos como la nieve en su cadáver, víctima del yerro, del demonio encarnado en su captor Quitano. MANUAL DEL BUEN ARTISTA: El arte es la expresión máxi-

ma del alma. Es una pena que el alma se haya extraviado entre el Edén y la manzana. : Las múltiples biografías sobre la santa reiteran que sus senos habían crecido, por orden divino, antes de que su cadáver fuera enterrado en las comisuras de la tierra. : Los milagros de esta santa han dado la vuelta al mundo. : Múltiples alabanzas en honor de su nombre y figura. . No es que la santa lo quisiera, pero su gloria se extendió velozmente, como la pólvora, digamos. : Sobre todo entre las mujeres con tetas pequeñas, (que abundan). : Sirva de ejemplo, la siguiente plegaria, en honor a la santa (pueden anotar si quieren o aprendérsela de memoria): “El captor Quitano en prueba de tu constancia las tetas te ha de cortar. Y le respondió la santa con afecto singular; -que corten por donde quieran, que rompan si han de cortar-. Y le arrancaron las tetas como aquel que corta el pan, como aquel que corta el pan”. : Bonita oración. Para recitarse antes de ir a dormir, o a la par del “ángel de la guardia y mi dulce compañía”. : Para conseguir ésta y otras hermosas canciones referentes al martirio de la santa se pueden adquirir discos en tiendas autorizadas, y libros sacros, a la salida de este recorrido. No acepte piratería, por favor. MANUAL DEL BUEN ARTISTA: El arte de la vida consiste en hacer de la vida una obra de arte. Una obra de arte bien puede ser un retazo de mierda en un museo. : Pero regresemos a nuestro relato, por favor. Ruego su atención. : Resultó que la bella Ágatha no quería tomar por esposo a nadie más que al Cristo resucitado. : Su vida estaba dedicada a la consecución de la pureza. : Sus senos y más aún su tierna rajada permaneció limpia y libre de toda mácula hasta su muerte. : Quitano, senador y cacique quería hacerse de la blanca piel de la bella doncella Ágatha, que además era noble. : Sin embargo su familia perdió su heredad a causa de la pésima administración del padre. : Y de los múltiples amantes y cautivos de la madre. : Siendo adolescente la santa se encontró desprotegida, pobre, y con el senador Quitano tras ella. : Y como quien busca desesperado la carne, Quitano se obsesionó con la santa. : Y le mostró sus bienes, sus casonas, servidumbre, y toda clase de artefactos para la vida cómoda, además de joyas y hermosas ropas. Y algunos esclavos. : Sus tierras fértiles. : Y las decenas de animales. : El senador ofreció a los padres de la santa una buena parte de sus pertenencias, a cambio de la vida de su noble hija. : Aceptaron y la santa fue llevada hasta la casona del senador.

Este monólogo forma parte de una trilogía, cuyo título es: “Badana, tríptico de santidad”, escrito durante la beca de la Fundación Antonio Gala 2006-2007.


: Quien la desnudó después de atarla a un muro de roca volcánica. : La santa trató de escabullirse pero los esclavos del senador actuaban en decenas y la tenían presa, como si se tratara de un cernícalo. : Desnudo también Quitano acarició su bruñida piel. : Y se excitaba con el sollozo y el ruego de la santa. : El suplicio y la queja. : Paseaba sus manos lascivas por entre su propia piel, avivándose los deseos más sombríos, los más sucios. : Cuando el senador Quitano se sintió listo para satisfacer su ansia, la santa Ágatha le escupió en la cara, la sangre misma del Cristo. MANUAL DEL BUEN ARTISTA: Sólo soy un miserable punto negro dentro de esta hermosa obra de arte caucásica y nazi. : Servidumbre y amigos del senador se quedaron impactados por el valor y la sagacidad de la bienaventurada. : Quitano se enfureció, como era de esperarse. : Había sido insultado por una doncella que no paraba de extender sus plegarias a Dios. : Quitano entendió que tendría que martirizarla para que la hermosa joven dejara de pensar en su Dios. : Porque además a Quitano lo invadía el más terrible de los celos. : Y así fue como ordenó que se amenazará a Ágatha con arrancarle un seno. : Y la santa preguntó: ¿Serás capaz de arrancarme aquello que tú mismo has mamado de tu madre? : Aún más invadido de furia Quitano pidió a sus dependientes fuego y unas enormes tijerillas del Oriente con que cortaban las pieles de las bestias. : Y le arrancó a la santa uno de sus senos. : Luego moriría en el fuego abrasador, como era de esperarse, recitando oraciones truncas. : Así es como sucedió la vida y muerte de nuestra Ágatha, de la que hoy se conserva esta bonita iconografía, un mosaico paleocristiano. MANUAL DEL BUEN ARTISTA: El arte de la vida nace de la mente, y crece con el talento de las manos. Dicen que Dios es manco. : Bien… Ya sé que están impacientes, pero toda espera tiene su recompensa. Aquí está la reliquia de nuestra protagonista, que tanto habían esperado. La mujer acerca a los turistas-espectadores una charola con un seno (hay que recordar el bonito pezón en la punta) : Pueden tocar la pieza. : Es una imitación, una réplica del siglo antepasado. : Por favor pasen la charola a todos… Por favor… que todos vean la teta de Santa Ágatha… allá atrás, ¿ya la vieron? : Señor… pásela por favor. : No es necesario que la bese, puede comprar réplicas en la tienda del museo. : Si quieren llevarse una teta de Santa Ágatha hay suficientes al final del recorrido. Sólo les pido que si van a comprar las famosas tetas de nuestra santa eviten copias, ya saben, hay que decir no a la piratería. : Hay por ahí mucha gente vendiendo pura porquería falsa y no es justo, claro que no. : Estas tetas, además, tienen la bendición del obispo. : ¡Oh Ágatha, tú que aguantaste que el pecho te fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia! : La fe es la verdadera cura, ya lo vemos. : Si tienen una hemorragia, fluidos diversos e inexplicables de colores brillantes, ó una teta más grande que la otra. : Pezones de diferente color y tamaño. : Sienten ardor ahí abajo o les duele al ir al baño. : No duden en levantar una plegaria a Santa Ágata, la santa patrona de las mutilaciones y el desorden vaginal, entre otros meneste-

res. : Especialmente es muy milagrosa la teta derecha, hay pocas, aproveche. La teta izquierda también sirve aunque nos salió con un chupete, ni modo, algún depravado… : Defectos de nacimiento. : También hay fluidos vaginales de la santa que puede usted ungirse o tomarse en ayunas, lo recomiendo. : Ah, no, ya no hay… qué pena… lástima, se agotaron, tal vez el lunes próximo. Muchas gracias por su tiempo, no se olviden de dejar un comentario en el libro de visitas, al final del recorrido. : Para nosotros es muy importante su opinión... MANUAL DEL BUEN ARTISTA: Los buenos artistas se suicidan; los mejores ni siquiera alcanzan a nacer, nonatos o embriones, no conocerán la gloria de una pinacoteca. ÁGATHA. Santa Ágatha, también llamada Agata, Agueda o Gadea, nació en Palermo y murió, virgen y mártir, en Catania (ambas localidades del sur de Italia) hacia el 251. Sobre su biografía y desdichada muerte hay multitud de canciones, leyendas, e historias. Se sabe que su captor Quitano la quería como doncella. Un cantar popular navarro rescatado del olvido por José María Iribarren dice: “Gloriosísima Santa Agueda de las santas sin rival, que le cuertaron los pechos igual que se cuerta un pan”. Patrona de las enfermeras. Fiesta el febrero 5.


LA ASTURIANA

Agustín Cadena

Llegan a la cantina poco antes de las nueve de la noche. Un cuarentón y una veinteañera. Se apean del taxi justo enfrente de la entrada, el hombre protegiendo de la lluvia a la muchacha con un periódico del día. Las luces de la calle se reflejan en la banqueta mojadas. Adentro: el tugurio cálido, la barra de madera labrada, la fotografía del Chango Casanova empinándose una cuba ahí mismo, la mancha en el tapiz de la pared que (recuerda el hombre) uno de sus amigos dejó una vez cuando, ya borracho, volcó su copa de un codazo; los candiles, el ventilador que da vueltas silenciosamente en el techo... en cada uno de esos detalles, la muchacha reconoce el lugar que el hombre le ha descrito infinidad de veces. Sólo falta algo: la mesa con el letrero de RESERVADO. El hombre simplemente elige la mesa del fondo: un gabinete. Antes de sentarse, se sacude de la gabardina las gotas de lluvia que se le han quedado prendidas en los hombros. Se da cuenta de que no hay más clientes que ellos dos. Ve la hora en su muñeca: es temprano. —¿Le sirvo lo de siempre, señor? —Sí, Morelos. Lo de siempre. —¿Y para la señorita? —¿Qué quieres, mi amor? —Una michelada. —Una michelada, Morelos. —Enseguida, señor. El hombre se siente alegre; más aún, eufórico. Esperó largo tiempo para traer aquí a la muchacha. Ella vive lejos y él no tiene automóvil ni dinero suficiente para taxis. Mientras tanto, no ha dejado de hablarle del lugar: él y sus amigos llenan tres mesas que se van añadiendo una tras otra a la del gabinete. Ella no los conoce, pero se sabe ya el nombre y ocupación de cada uno y algunas anécdotas que a fuerza de oírlas se le han quedado grabadas: cuando entre todos fueron a sacar a Harry de la cárcel a las dos de la mañana, cuando Alberto Salima presentó su primer libro y luego del evento fueron a celebrar ahí, a La Asturiana, y llenaron seis mesas; cuando el Negro se enamoró de una prostituta y los demás lo acompañaron a llevarle mariachis a la casa de masajes donde trabajaba... Se acuerda de todo. Al principio, cuando empezó a salir con el hombre, no le interesaban esas cosas: le aburrían. Pero luego, viendo que si no hablaban de eso no había mucho más de qué hablar porque a él no le importaba lo que hiciera ella, decidió dejarse contagiar por el entusiasmo de él. A veces le parece tan infantil: como un chamaco que agobia a su madre contándole historias del equipo donde juega futbol y de cada uno de sus amigos. Mientras da el primer trago a su michelada, lo mira con ternura. Después de todo, es agradable estar solos en ese lugar. No hay nadie y los meseros sólo de rato en rato se vuelven a mirarlos, a ver si no desean algo más; están embebidos mirando una pelea de box en la televisión que hay sobre la barra. Sí, es agradable; por un momento le gustaría que él la abrazara, pero el hombre se encuentra absorto en sus pensamientos. Se termina la cuba y vuelve a mirar su reloj antes de pedir la otra. Y unos cigarros, dice. Afuera sigue lloviendo. A la muchacha le complace verlo fumar, ver cómo toma el cigarrillo entre sus dedos de hombre maduro y cómo se lo mete a la boca por el lado izquierdo, con un gesto que alguna vez sería sensual. Está nervioso: ella puede sentirlo. —Seguro se les hizo tarde por la lluvia, bebé —le dice. Él sólo asiente con la cabeza. Se ha cansado de presumir a sus amigos: lo importantes que son, lo simpáticos, lo leales. Somos como hermanos, ha dicho. Adonde va uno, vamos todos.


Pero el tiempo sigue pasando y no llega nadie. El hombre pide otro ron; la muchacha, por complacerlo, otra michelada. En la televisión continúa el box, ahora con distintos peleadores. —¿Te he contado de cuando Harry se tomó él solo una botella de tequila? —le dice a la muchacha, para romper un poco el silencio. Ella le responde, mintiendo, que no. Para que él rompa un poco el silencio. Las cubas empiezan a transcurrir más rápido que antes, y el hombre, por momentos eufórico, ya no para de hablar. Ella da la impresión de escucharlo, pero en realidad piensa en que ya es tarde y debe volver a su casa y le preocupa que él se emborrache. Finalmente se arma de valor y tira el primer golpe: —Se me hace que no van a venir, bebé —dice en voz baja, como tratando de atenuar el efecto de sus palabras. —Cómo crees. Son mis amigos. —Yo ya no quiero tomar nada. Ya se me subió. El hombre no contesta. Le ha salido un derrame en un ojo y no para de fumar. Ella se arrepiente de lo que dijo. Trata de comprenderlo. —Ha de ser por la lluvia, bebé. Él intenta darle la razón: ha de ser por la lluvia. Cuando llueve, el tráfico se pone muy lento y seguro se les hizo tarde. Se levanta y camina hacia el baño, esquivando con poca seguridad las mesas. Cualquiera se daría cuenta de que ya está ebrio. La muchacha se da cuenta, más aún cuando él regresa con una gran mancha de humedad en la bragueta. —Vamos a esperar otro poco —dice—. Tómatela despacio. Se siente avergonzado. De pronto le parece que La Asturiana no es ese lugar bonito que recuerda y describe, sino una cantinucha venida a menos. De pronto los meseros han envejecido, los candiles están grasientos y el tapiz de las paredes lleno de quemadas de cigarro. Cuando el mesero ve que la muchacha ya no quiere tomar, le lleva un plato con queso de puerco, tal vez para que le dé sed y pida algo más. Al hombre le lleva una cazuelita con aceitunas verdes. Siguen así, sin hablar ya porque él de pronto no puede decir nada. No le salen las palabras. Sólo trata de sonreír, de hacerle creer a la muchacha que ese retraso es normal y que de un momento a otro aparecerán sus amigos por la puerta, riéndose y fumando y dándose palmadas en la espalda. Comienza a mecerse en el asiento: hacia adelante y hacia atrás. Bebe con avidez. No hay más clientes que ellos dos. Las peleas han terminado en la televisión y los meseros se hallan sentados cerca de la barra, probablemente cansados de trabajar todo el día. Pueden escuchar el silencio de la pareja, el encendedor que chasquea cada tanto, los sorbos de ebrio. Tal vez se compadecen de la muchacha, que debe de seguir ahí tomándole la mano al hombre como si estuviera enfermo y en cama. Uno de ellos dice, cuando se levanta a servir otra cuba: —¿Está esperando a sus amigos, señor? Hace mucho que no vienen por aquí. —¿Ya ves, bebé? —insiste la muchacha—. Ya vámonos. Él no le hace caso. No le hace caso hasta que, casi a la una de la mañana, los meseros comienzan a poner las sillas sobre las mesas. Entonces pide otra y la cuenta. Afuera toman un taxi. Se sientan atrás, juntos, y se van tomados de la mano por las calles iluminadas y aún chorreantes de lluvia. El hombre está lleno de ira, como si ella de alguna manera fuera culpable. La odia.


Opinión

El lenguaje del rayo: un acercamiento a la poética de Ramsés Salanueva

Javier A. Martín

Si, como dicen las Escrituras, el Verbo se hizo hombre, entonces el lenguaje precede a la humanidad; es decir, el Hombre no es dueño del lenguaje, sino sólo quien le sirve. Esto es, que el Verbo lo mismo se encuentra ligado a lo divino que a los más rudimentarios actos del habla, como un instrumento a la medida de la existencia social. Y hoy, aquí con ustedes, quiero centrarme en ese aspecto ligado a lo sublime, a lo que produce extrañeza, a la revelación en su sentido místico. Me uno a esta noción: la poesía, el discurso metafísico y el religioso no resultan del gobierno del lenguaje, sino de una “servidumbre privilegiada; de la infrecuente capacidad que poseen el rapsoda, el pensador o el visionario de «oír lo que dice el lenguaje»”[1]. Una prueba de esto se verifica en el hecho de que al poeta “le lleguen” –-por inspiración o ardua labor-- las palabras con una incandescente exactitud, similar a la que se experimenta “cuando una palabra olvidada, buscada por mucho tiempo, «centellea» en el umbral de la conciencia”[2]. No es el poeta el que habla. El poeta es hablado; le es dada una revelación que no ha sido buscada. De ahí que los poetas como Ramsés Salanueva puedan ser considerados “voceros de lo divino”, una labor diametralmente opuesta a la que ejerce como periodista. En La conjetura de la tarde, el lector asiste a las mudanzas terrenales, mutaciones y asentamientos interiores: el itinerario de un sueño nutrido por el fruto más delicado de la memoria. Múltiples motivos resaltan la importancia de la aparición de este libro de bolsillo, por ejemplo, lo escaso de las publicaciones literarias de Ramsés Salanueva, que imprimen a las mismas casi un toque como de colección, debido, principalmente, a la calidad excepcional con la que se fraguan los 13 poemas que integran La conjetura de la tarde. Como muchos saben, el actopense no hace vida literaria. Ajeno a la tertulia, mira, en solitud --desde la cumbre-- el abismo que invita al precipicio; no duda en arrojarse, como atraído por fuerzas que ejercen polos de atracción hacia senderos que se bifurcan. Guardián de esa morada de buena vivienda donde habita “algo más” que la léxica y la lógica inherente a la gramática, Ramsés comprueba lo que Octavio Paz afirma sobre la imagen poética como “un haz de sentidos rebeldes a la explicación” [3]. Es decir, qué diablos dice el poeta cuando escribe: Yo, frente a la conspiración de la tarde, determinada a ocultar toda evidencia de luz, me pregunto: ¿Es la quietud quien la desprende? o bien, ¿Existen árboles contemplativos, cuyo trance supera el ensimismamiento del espacio? Inútil buscar razones a este fervor sombrío. La significación del poema a través de su recitación es irreductible al razonamiento lógico, y sin embargo, poeta y lector comulgan con aquello ajeno que les es extraño, pero a la vez familiar; ambos se vuelcan al imaginar; se revelan a sí mismos como la parte oscura que permanecía oculta, agazapada en el rincón del Ser.


Quienes conocen a Ramsés y lo ha leído podrían pensar, habituados, que en esta publicación encontrarán una poética del conjuro, que se invoca desde la concentración de las tinieblas. Una alquimia que “refleje la veneración por los malos hábitos a la vez que alcanza un exquisito refinamiento de las perversidades que opacan el espíritu humano”[4]. Contrario a eso nos encontramos al naturalista asombrado por las verdes espigas y praderas solares; la abstinencia de los pájaros y los árboles que crecen a cuestas, de cuyos ramales penden cadáveres; los pastores que juntan hatos de estrellas al tiempo que las brillantes cenizas se desgajan de la corteza de los árboles. Y, sin embargo, la cosmogonía del poeta no es inocente, pero tampoco perversa, como han querido creer algunos; en todo caso es fulminante, como el lenguaje del rayo. Basta con leer el poema de la página 11 para darnos cuenta de lo anterior: Meto mis manos al fuego. Con mis palmas encendidas Subo al monte del pacto. Permanezco ahí, hasta igualarme con el destello más mínimo del arrebol. Tras la aparición del relámpago retumba el estruendo. El poeta contempla el misterio y se funde en él. La revelación como arquetipo, contenido en lo más profundo del Ser emerge a manera de comunión con la Totalidad. Moisés asciende el Horeb y presencia la llama de fuego en medio de la zarza que no se consume. [1] George Steiner. Los Logócratas. FCE [2] Ibid [3] El arco y la lira. Octavio Paz. Edición del Fondo de Cultura Económica (1972). Capítulo: La otra orilla, pp 124. [4] Ramsés Salanueva a propósito de la a genealogía infernal de Adriana Tafoaya.


Colaboradores Joaquín Sebastián Rodríguez Ávila (Pachuca, 1994) estudia la licenciatura en Ingeniería Civil en la escuela de ingenierías,

Universidad LaSalle Pachuca. Ha dedicado los últimos años al desarrollo de sus primeros volúmenes de cuento y poesía. Tuitea como @SebastianRodavi

Juan Martín Rangel Noguez (Pachuca, 1994) estudia la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la FFyL, UNAM. Sus poemas han sido publicados en la Antología del XXVI Concurso Nacional de Creación Literaria del ITESM. Administra el blog personal http://elamoresotracosa.wordpress.com/. Tuitea como @senosderana Eduardo Francisco López Ruiz (Pachuca, 1994) estudia Ingeniería en Biotecnología en el ITESM Campus Hidalgo. Ha concursado (sin éxito), en el concurso de Literatura en el Sistema ITESM y en el Concurso Estatal de Cuento Ricardo Garibay 2012. Publicó, de manera independiente, el volumen de cuentos “Cazadores de Brújulas” (2012). Tuitea como @loedru12

Julio Romano (Ciudad de México, 1983) es maestro en Literatura Mexicana por la Universidad Veracruzana y ha sido becario

del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo en las emisiones 2010 y 2013. Se ha desempeñado profesionalmente como reportero, editor, guionista radiofónico y locutor. Ha publicado cuentos y ensayos académicos en revistas como Ruidos, Lenguaraz, La palanca, Texto crítico y Cuadernos Fronterizos; es autor del libreto de la ópera El nahual, sobre relatos de Carlos Castaneda, con música de Jesús Arreguín. Actualmente imparte clases de periodismo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Correo electrónico: chiefromano@hotmail.com

Daniel Fragoso Torres (Pachuca, México, 1980) Ha colaborado en los medios Síntesis, Aljibe, Numen, Plaza Juárez, Hoja

por Hoja; así como para las revistas Latin Pulse (EUA), Replicante, Tierra adentro, Periódico de Poesía de la UNAM, Luvina, Arenas Blancas de la New Mexico State University y Analele Facultatii de Limbi si Literaturi Straine de la Universidad de Bucarest. Ha sido compilador de las antologías Seis poetas de la Ciudad de los Vientos (2003), Mujeres que le hacen al cuento (2004) y Hombres en corto (2005). Poemas suyos están incluidos en las antologías Aires de libertad (CPM, 2005), El sol desmantelado, W. H. Auden revisitado (albatros press, 2007). Es autor de la plaquette: Epílogo de insomnio (Pachuco press, 2007) Su poemario Bitácora del desánimo obtuvo el Premio de poesía Efrén Rebolledo 2006. Es Editor de la revista literaria el perro. Habita en www. elbagre.blogspot.com Twitter: @zhirgo

Rocío Aidée Cervantes Chapa nació en Pachuca, Hidalgo. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y pasante de la maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Ha sido becaria, en dos ocasiones, del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, en la categoría de Periodismo Cultural. Ha realizado entrevistas de semblanza a escritores hidalguenses y escrito la biografía de la poeta Margarita Michelena. Ha publicado en diversos diarios y revistas, entre ellos, Tierra Adentro, que edita Conaculta. Actualmente, es titular del área de Comunicación Social del Sistema DIF Hidalgo y vicepresidenta de la Unión de Organizaciones Civiles para el Bienestar Social. Su columna “Mal de amores” aparece publicada todos los martes en el diario Síntesis Hidalgo.

Agustín Cadena. Nació en Ixmiquilpan, Hidalgo, en 1963. Ensayista, narrador, poeta y traductor. Estudió la licenciatura en

letras y la maestría en literatura comparada en la FFyL de la UNAM. Durante doce años fue catedrático en la licenciatura de letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue profesor de la Universidad Iberoamericana y del Austin College de Texas. Actualmente imparte clases en la Universidad de Debrecen, en Hungría, donde tiene también un taller de creación literaria. Premio Nacional Universidad Veracruzana 1992 en ensayo y narrativa. Premio de los Juegos Florales de Lagos de Moreno 1998. Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 1998. Premio Netzahualcóyotl del Gobierno de Hidalgo 2000. Premio Timón de Oro 2003, Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 2004, Premio Nacional de Cuento José Agustín, 2005, Premio Estatal de Poesía Efrén Rebolledo 2011, Premio Sexto Continente 2012 de relato histórico (España).

Enrique Olmos de Ita. Nacido en Llanos de Apan, Hidalgo, en 1984, es un dramaturgo, crítico de teatro y narrador mexicano. Ganó el XI Premio Internacional de Autor Domingo Pérez Minik en Tenerife, España (2008) por la obra Inmolación y ese mismo año fue galardonado con el Premio Nacional de Dramaturgia MHC (2008) en México por la obra Job. Ganó en 2011 el Premio Ricardo Garibay de cuento con el libro Bestia desollada y el Premio Marqués de Bradomín que otorga el gobierno de España por Era el amor como un simio. Además del Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz por la obra Bacantes after party. Ha estrenado obras profesionalmente en México, España, Argentina y Québec. Recibió la beca FONCA Jóvenes Creadores 2005-2006 y 2011-2012 del gobierno mexicano, también fue becario de la Fundación Antonio Gala, España 2006-2007, del Consejo de las Artes y de las Letras de Québec-FONCA 2007 y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de Chile en 2010. También fue becario de Fondo Iberoamericano de las Artes Escénicas Iberescena junto con el grupo costarricense Sotavento Teatro y su propia compañía en 2010.

Ilallalí Hernández. Pachuca, Hgo. 1981, estudió en la Escuela Dinámica de Escritores que dirige Mario Bellatín y es participante

del laboratorio de escritura para la práctica. Becaria del FOECAH en su emisión 2007-2008 y fue ganadora del concurso de cuento Ricardo Garibay (2006). Autora del libro de cuentos: El recorrido por la mansión del Conde, donde se descubren los sorprendentes secretos de esta figura que no aparece en los libros de historia y otros cuentos mundanos. Realizó la residencia artística México– Colombia, otorgada por el FONCA 2008, donde escribió el libro plegable Cuentos de seis líneas con dictamen. Cohutec Vargas Genis. Atlixco Puebla México 1972, radicado en Pachuca Hgo. Durante 10 años donde inicia su trabajo literario. Poeta Autodidacta, promotor cultural y Activista Social, docente y conferencista. En 2012 Funda el Primer Festival Cultural “Xelhua” con carácter regional en el estado de Puebla, en el mismo año realizó la gestión y se logró instalar en el centro histórico del municipio de Huejotziongo Pue.

Héctor Gabriel Maya. Ha escrito los libros: Sujeto y Relato. Antología de textos teóricos”. México, UNAM / FFYL, 2009. “Sujeto: enunciación y escritura.” Ha sido becario del programa UNAM-PAPIIT (Programa de Apoyo a Proyectos Investigación de Innovación Tecnológica).


Foto: His ghost


ESTANCIAS INTERNACIONALES L I T E R AT U R A Con Agustín Cadena

Taller de Narrativa para principiantes Sábado De 11 a 13 horas

Dirigido a Jóvenes y adultos interesados en aprender a escribir historias (cuentos, relatos, novelas, etc.) o en mejorar su estilo, si ya han iniciado el ejercicio de construir textos.

Taller de Teoría literaria (subgéneros narrativos) Sábado De 13 a 14 horas

Dirigido a Narradores principiantes de cualquier edad, interesados en incursionar o explorar los subgéneros literarios.

JUNIO 15,22 y 29

JULIO 6,13, 20 y 27

Informes e inscripciones Centro de las Artes de Hidalgo Plaza Bartolomé de Medina s/n. Col. Centro Tels. (771) 7142508 y 7142853 centrodelasarteshidalgo@gmail.com

AGOSTO 3, 10 y 17


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