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Sábado, 3 de marzo de 2018 Nº 169 @aladar_cultura

...y la publicidad se hizo arte Hasta el 6 de mayo pueden visitar en la sede de la Fundación La Caixa de Madrid una muestra sobre Andy Warhol

Entrevista a la escritora Laura Freixas

Lo último en lecturas para niños y jóvenes


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El Correo de Andalucía Sábado, 3 de marzo de 2018

Arte Hasta el 6 de mayo, en la tercera planta de la sede de la Fundación La Caixa de Madrid, el espectador y avisado conocedor del pop-art tienen una cita ineludible con su máximo representante, alguien que junto con Roy Lichtenstein empezó a concebir el arte dentro de la masificación del capitalismo tal y como una vez lo entendimos

Andy Warhol: El arte mecánico, Walter Benjamin y Dadá Daniel González Irala {En su célebre ensayo, El arte en la época de la reproductividad técnica, Benjamin nos hablaba de aura en el arte como algo difícil de definir de primeras. En Andy Warhol tal vez se encuentre este concepto cuasi-místico en Europa complementado por la utilización de múltiples y variados soportes finales, y no tanto por destrezas que lo convierten en un artista original o genial, también de primeras. Dadá y sus experimentos son su punto de partida, pero nunca de llegada. Para huir de los presupuestos de Marcel Duchamp (que, por otro lado, tanto recorrido tuvieron también en Europa), Warhol se plantea su arte como un juego en el que lo principal es construirse un personaje (el de sí mismo) que le vendrá grande desde el principio. Es un arte, el denominado pop, que plantea unas sui generis relaciones comerciales y donde el espectador tiene un papel más activo de lo que en principio pudiera parecer. Para conseguir todo ello nos retrata a personas por todos conocidos bien a través de los medios de comunicación o de la nueva marginalidad underground que en ese momento se está cociendo en Nueva York y la convierte en cómplice a través de un retrato donde, de nuevo, la repetición estilística se utiliza como si estuviésemos inmersos en La Factory que él mismo fundó. Esta rebeldía ante todo y todos así como su relación con la publicidad le pasaría una enorme factura, llegando a sufrir trastornos afectivos de todo tipo, algo que narra Estrella de Diego en su ensayo publicado por Siruela, «Tristísimo Warhol. Cadillacs, piscinas y otros síndromes modernos», editado en 1999. A través de estos trastornos indisolubles a su mirada del mundo es como Warhol se convierte en genial. Es por ello que independientemente de la técnica, Warhol fue un inventor u hombre del Renacimiento del siglo XX. Nacido en Pittsburg en 1928, el artista multidisciplinar desaparecía en Nueva York, producto de una serie de complicaciones cardiovasculares tras una operación de vesícula, en 1987. Esta exposición de Caixaforum Madrid cuenta además con el apoyo en la organización del Museo Picasso de Málaga, y a pesar de que no están expuestas películas vanguardistas como Sleep (hito que consistió en filmar por vez primera durante ocho horas a una persona durmiendo) los temas principales que le perturbaban, es decir, erotismo, paso del tiempo y muerte, son tratados como decíamos de forma

radicalmente novedosa. A lo largo del recorrido de la exhibición encontramos pinturas, esculturas, dibujos, serigrafías, instalaciones, libros, películas, portadas de discos, carteles, revistas, fotografías y hasta un vestido de mujer, entre otros objetos. Un punto de vista original demuestra en sus dibujos de los sombreros de personas y personajes del imaginario colectivo, destacando el de pirata, Mary Poppins o Scarlett O’Hara, o los también dibujos de pies, destacando Pies con partitura y ratón de 1960 ejecutado con bolígrafo negro sobre papel blanco y que representa la escritura del primer acto de una partitura llamada Vanessa. Conforme se fue introduciendo en el mundo pictórico, sus cuadros sofistican el mundo de la publicidad, y así lo vemos con perfumes, productos de belleza y limpieza,… Llega a utilizar en algún dibujo suelto más el material de pan de oro (invento anterior a la imprenta, para rellenar anatómicamente sus figuras, prueba de ello es Mano sosteniendo una rama o Va-

rón sin identificar). En Cesta de Navidad combina tinta, gouache, grafito y collage, pero no será hasta Rauschenberg cuando empiece a utilizar acrílico y serigrafía sobre lino. Antes y después, ejecutada con caseína y lápiz sobre lienzo, es vista hoy como una autoparodia a la apariencia física como reflejo también publicitario. En Tres botellas de Coca-Cola, la serigrafía y el grafito se trabajan sobre lino en estampados llamativos. Las diez Marilyn trabajadas sobre papel son una serie de imágenes en que a partir de una foto de la célebre actriz en un periódico aplica sucesivas variaciones cromáticas desde lo que pudiera ser su negativo pintado. También vemos dos autorretratos ejecutados con la misma técnica. El primer retrato sobre lienzo que innova en cuanto a la utilización de tintas planas es el de Liz Taylor. Entre las esculturas destaca el también ready-made Brillo Box o las conocidísimas latas de sopa Campbell, una serie de diez en que percibimos como única diferencia los sabores de cada

Andy Warhol, Self-Portrait, 1986. Acrílico y tinta serigráfica sobre lienzo. Collection of the Andy Warhol Museum, Pittsburgh © 2017 The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts Vegap.

una de ellas: tomate, pavo, pollo, verduras, pimienta, champiñones, consomé, judía negra, cebolla y guisantes. En Single Elvis vuelca sobre fondo gris al cantante de rock en una película de vaqueros. El Vestido resulta tan singular y propio de Ágatha Ruiz de la Prada, como simple en su concepción. Flores es otra serie donde combina colores primarios y secundarios de manera magistral. El enorme Facsímil de Mao empieza a querer ser un amago de uso del pincel, si bien sin salirse de su estilo. Warhol utilizó la cámara de cine como hoy todavía se sigue haciendo para presentar a los actores delante del objetivo. Prueba de ello son los inaugurados como concepto por él mismo, screen tests, entre los que se conservan y llaman más la atención están el de Bob Dylan, Susan Sontag, Allen Gingsberg o Salvador Dalí. Es éste su inicio y entrada en el mundo del underground neoyorkino, que le haría dedicarse con mayor amplitud al diseño de cubiertas de discos (es conocido su trabajo para The Velvet Underground) de música pop, clásica y jazz. Entre los artistas con los que colaboró están Michael Jackson, Aretha Franklin, Diana Ross, Liza Minelli o para orgullo patrio Miguel Bosé (para su disco Made in Spain). Sorpresivamente se recopilan también bellas polaroids y fotos en cuadernillos pequeños. Empieza a mostrar más rotundidad con el lápiz en los retratos de Edward Kennedy, William Tennessee o Arman y mostró la mirada desafiante de Giorgio Armani en acrílico sobre lienzo en fondo violeta. La Pistola roja sobre fondo gris juega a su modo con la idea de perspectiva, siendo Dolar Sign toda una declaración general de intenciones. La gran mayoría de las obras son encargos realizados para terceras personas. Destacar por último Los más buscados, un encargo de Phil Johnson en que muestra la ficha policial de un tipo, y deudora en su concepción de los screen tests, en tanto en cuanto se deja ver en ambos una concepción siniestra de la muerte como si tras la cámara se tratase de propiciar la misma (ya sea mediante la celebridad del modelo o su publicidad) como si la cámara o el pincel fuesen esa pistola que nos apunta. Por último, una serie de retratos en blanco y negro de otros fotógrafos al protagonista de esta historia es el perfecto colofón, destacando sobre todo el trabajo de Richard Avedon y el de Wee-Gee. ~


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Arte Es una de las exposiciones del año. El momento para observar un panorama completo sobre uno de los iconos del Arte del siglo XX. Sin Warhol el mundo actual sería incomprensible. Su visita a España en 1983 se considera el inicio de la Movida madrileña. Muy útil el taller de estampación para los más pequeños

Warhol, el gran publicista Augusto F. Prieto {En 1976 el embajador de iraní ante las Naciones Unidas, convocaba a Andy Warhol a la corte de Teherán con el encargo de un retrato de la emperatriz, Farah Diba. El país asiático se encontraba en medio de un salto en el vacío que debía haberle llevado desde la Edad Media al capitalismo postindustrial en menos de una década. Tras la crisis del petróleo, el precio del crudo se había multiplicado por cuatro, la dinastía acababa de celebrar el 2.500 aniversario de la fundación del Imperio Persa por Ciro el Grande con una fiesta milyunochesca, y Occidente observaba asombrado el fasto de la familia imperial, y el afán modernizador del monarca. Los Palevhí acumulaban ya una colección de Arte contemporáneo cuyo valor superaba los dos mil quinientos millones de dólares, que estaba considerada como la más importante fuera de Europa o los Estados Unidos. Buscando legitimarse ante los ojos del mundo, el autócrata optó por Andy Warhol, el Gran Publicista del siglo. El tríptico familiar, compuesto

por las imágenes del emperador, su hermana melliza la princesa Ashraf –conocida como la «pantera negra»– y la emperatriz Farah Diba, resulta clave para entender la esencia del artista norteamericano. Es icónico, junto con los retratos que hizo de Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Mao Tse Tung –que están en la exposición– Mick Jagger, o Isabel II. Warhol mantiene en el encargo el equilibrio perfecto entre el retrato psicológico, la ironía de una crítica velada, y la representación de poder y glamour para la que se le había contratado. Pero además encontramos casi todos los temas, las inquietudes, y las características del pop art. El mecanicismo en la ejecución de las obras, realizadas por procedimientos serigráficos, compuestos sobre fotografías polaroid, y susceptibles de multiplicarse. La reflexión sobre los conceptos de mito, fama, imagen pública, y proyección de la personalidad. La manipulación publicitaria, el culto al papel couché, y la mercantilización del Arte en beneficio propio. Todo un acierto. La visión de estas tres obras, conociendo lo que ocurrió des-

pués –revolución, exilio y sometimiento del país al fanatismo religioso– añade la reflexión adicional sobre uno de los temas en torno a los que el artista trabajó, sobre todo a partir del atentado contra su vida en 1968: la idea de la muerte. Porque el momento dorado se extinguió, pero Farah Diba es uno de los pocos personajes que aparecen en la exhibición que aún están vivos. Porque el proceso fotográfico implica al mismo tiempo la congelación del instante y su inmortalidad impostada. Porque el dictador consiguió el efecto deseado que se le negó a su régimen: la trascendencia. Si han resultado ser ciertos los «quince minutos de fama» que Warhol predijo para cada ciudadano anónimo, los retratos de la familia imperial –esas miradas– representan el equivalente a ese tiempo reducido, en la Historia del Arte, que les correspondería a esos personajes públicos. La exposición recorre de manera exhaustiva la obra de Andy Warhol. Está la serie celebérrima de Marylin, la del boxeador Mohamed Alí. Hay secuencias de La silla eléctrica y de las imágenes de Jacqueline Kennedy posterio-

Ashaf Pahlavi, Princess of Iran, 1978; Mohammad Reza Shah Pahlavi, Sha of Iran, 1978; Farah Diba Pahlavi, Empress of Iran, 1977. Acrílicos y serigrafías sobre lienzos. Colección Tony Shafrazi, Nueva York.

res al magnicidio de Dallas, ambas se sitúan entre las más profundas, reflexivas e impactantes de alguien que fue injustamente denostado como frívolo y superficial. Vemos una sala entera dedicada a portadas de discos, carteles de cine, publicaciones, audios, y filmaciones, que presentan de manera tangible de qué manera la obra warholiana ha influido en el diseño gráfico y los objetos cotidianos. Además hay una muestra destacada de los dibujos con los que inició su carrera en las revistas de moda. Se echa a faltar alguna pieza del último ciclo de Warhol, La última cena, que ilustrase la exposición sobre temas que no se tocan: la impresión religiosa, que persiguió al artista durante toda su vida, o la inspiración de los pintores clásicos; y a otros asuntos que sí que están presentes, pero en los que esa obra podría abundar: la repetición como práctica obsesiva, y la transgresión como norma de trabajo. Es destacadísima la colección de fotografías realizadas al artista, y el audiovisual, que acompañan la muestra. Muy útil el taller de estampación que se ha instalado para los más pequeños, y efectivas las imágenes manipuladas que los visitantes se pueden tomar en la planta baja y compartir en las redes sociales. ~ ANDY WARHOL. EL ARTE MECÁNICO CaixaForum. Madrid Madrid, del 1 de febrero a 6 de mayo de 2018


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Ramón Reig, entre otras cosas, catedrático de Estructura de la Información de la Universidad de Sevilla, director de ‘Ámbitos. Revista Internacional de Comunicación’ y fundador de Ladecom, mira con preocupación lo que sucede en

Inquietante feminismo Ramón Reig {Es inquietante este feminismo de voz única que padecemos desde hace años. Es muy comprensible la situación de la mujer, hay que apoyar sus reivindicaciones y rechazar a quienes se las nieguen pero no sé si es fácil diferenciar ya entre feminismo, paranoia persecutoria y terapia personal a base de proyección de lo íntimo contra el otro, victimismo y grave daño a la sociedad en general al estimular un enfrentamiento con el hombre que sólo puede beneficiar a los mismos que piensan que la mujer sólo es un apéndice del varón y un ser sometido a sus propias emociones. De nada sirve que yo diga esto porque a mi edad y por mi condición masculina seré tomado como otro machista más por ese discurso único y fundamentalista que todo lo lleva al mismo terreno. Pero como he vivido una etapa revolucionaria en la que no solíamos pelearnos entre géneros a ver quién la tenía más grande sino que nuestro enemigo común se llamaba franquismo y capitalismo, todo lo que está sucediendo ahora desde un feminismo obsesivo me suena ya a desfogue de taras personales más que a defensa real de las mujeres. Hablo bastante con mujeres intelectualmente brillantes, cansadas de esas otras que se erigen en portavozas de sus indudables necesidades y de las desigualdades que sin duda sufren. ¿Por qué no alzan su voz para intentar colocar el problema en un término más riguroso? ¿Acaso tienen miedo? ¿Qué ha pasado en la democracia? ¿Por qué unos grupos supuestamente progresistas la han llenado de miedo? ¿Por qué hay que callarse para que todo se convierta en una espiral del silencio? ¿Por qué el fascismo ha sido –en parte–sustituido por la dictadura de la equidad en todos los campos? ¿Por qué está siendo anulado el individuo? ¿Por qué, tras la evidente muerte de Dios, y como predijo Nietzsche, se han levantado multitud de dioses democráticos tan crueles? ¿Es que tengo que mirar a la mujer como un oponente más, tal y como me ha enseñado el mercado a hacer con el hombre?, ¿acaso este feminismo intolerante no está reforzando en el fondo al propio capitalismo al que critica, al perseguir integrar a la mujer en él, al nivel del pisoteado varón? No, claro, no es así, pero, entonces, ¿por qué está

Concentración de integrantes de un movimiento feminista.

llegando a esas cotas obsesivas en lugar de colocar como preferente la unión con los varones que desean derribar la causa profunda de sus desgracias, tal y como concebía el feminismo Alejandra Kollontai que de mujer noble pasó a ser ministra de Lenin, la primera de la historia como ministra y como diplomática? El Partido Comunista de España (PCE), primero, e IU, después, han logrado que abandone sus filas casi todo el caudal intelectual –femenino y masculino– que poseían en el tardofranquismo, la transición y hasta en pleno siglo XXI. La IU que yo me encontré en 2003 cuando quise volver a mi PCE de siempre, era una organización incoherente donde existían mini reinos de taifas de poder con su periodista y todo, y esos periodistas ni se coordinaban entre ellos, es más, como sus jefes no se llevaban bien con otros jefes y jefecillos, los periodistas apenas se hablaban entre sí. Y cuando había que elaborar listas electorales alguien argumentaba el asunto de las cuotas femeninas o las listas

En la pérdida de la ilusión colectiva, la izquierda y su feminismo son los principales culpables cremallera y allí que se colocaban nombres de mujeres que apenas habían participado en actividad alguna, incluso yo ni conocía a algunas de las que terminaban figurando en una propuesta. Me fui de aquel desmadre, claro, aquello nada tenía que ver con la izquierda ni con el sentido común, y jamás volveré porque he descubierto otras causas para no hacerlo, éstas digamos que son más científicas. En mi libro Todo Mercado narré una pequeña parte de aquella triste experiencia. El sectarismo feminista hubiera provocado igualmente mi auto-expulsión de esta izquierda que nos muestra un enorme vacío en lo referente a una posible alternativa a la situación dictatorial de mercado que estamos sufriendo y va de tonta útil. Porque el problema real es que nos hallamos en una situación de graves atropellos a los derechos humanos y cuando uno mira a su izquierda no hay nada ni nadie relevante y con ideas firmes, sólo divisiones, buenos deseos y pala-

bras emocionales que suenan a siglo XIX o a socialdemocracia más o menos atrevida. Hace decenios que ni hombres ni mujeres de izquierda, siembran una estructura de poder paralela al sistema de mercado para ir posibilitando que, en efecto, otro mundo sea posible pero no lo esté concretando el capitalismo –como está ocurriendosino el socialismo. Sí, esto es triste, en la pérdida de ilusión colectiva, la izquierda y su feminismo son los principales culpables de lo que sucede porque ni siquiera saben cómo contrarrestar el aumento del fascismo en todo el mundo en una crisis que aplasta el bienestar físi-

co y espiritual de los ciudadanos. Mientras las pugnas internas de siempre prosiguen, el feminismo del desfogue contribuye a aumentar la crispación y, si levantas la voz, un mar de descalificaciones te cae encima. Si yo fuera Warren Buffet me frotaría las manos. También es triste y hasta ridículo que la poeta Nieves Álvarez hable de poesía machista debido a que en los jurados hay más hombres que mujeres y porque están en ellos los editores que son también hombres. Eso ya se sabe desde siempre en el mundo poético, yo lo denuncié en los inicios de los años noventa pero ¿cómo puede probar –más allá de núme-


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estos tiempos actuales «desde un feminismo obsesivo». Además contempla atónito «la presión y la apropiación de lenguajes y principios por parte de este feminismo destructivo, insolidario y excluyente»

ros e indicios– que se les han concedido premios a los varones por desprecio a la mujer?, ¿acaso estaba ella de testigo en las deliberaciones?, ¿acaso se levantaban actas de esas deliberaciones donde constaran hasta los últimos detalles y la autora las ha investigado? Ella misma pertenece a una plataforma cultural sólo para mujeres, en Sevilla llegó a existir una librería sólo de libros feministas con actos únicamente para mujeres y, a nivel nacional, hay una editorial histórica, Torremozas, que sólo edita poesía femenina con todos los honores y muy respetada porque es una entidad necesaria. Además, siguen apare-

Katherine Switzer intentando correr su primer maratón.

ciendo –como siempre– antologías de poesía escrita por mujeres. No pasa nada, cada cual es libre de fundar las instituciones que desee con y para los socios o socias que desee y es libre de elaborar una antología de mujeres u hombres solamente pero esto último se presenta como algo cuasi delictivo y escandaloso. Las listas cremallera son claramente discriminatorias así como las cuotas en los tribunales universitarios o en cualquier otro organismo porque pueden dejar fuera a varones mejor preparados. Y estamos hablando de conocimientos académicos que no es ningún juego. La discriminación positiva es discriminación y me suena a democracia pero orgánica que no era democracia ni nada. Es muy urgente cumplir la Constitución y colocar las bases para que la mujer esté al mismo nivel que el hombre y en el mismo punto de salida pero no por decreto, eso me suena a lo que dijo un personaje en la película Bananas, de Woody Allen, un guerrillero barbudo que acababa de vencer en su revolución y le gritó triunfante al pueblo: «Desde ahora, el idioma oficial será el sueco y la ropa interior se llevará por fuera». Mientras, sus compañeros de combates se decían entre ellos: «Se le ha subido el poder a la cabeza». Y lo destituyeron. Pues aquí a alguien se le ha subido el postmodernismo a la cabeza cuando se trata de una ideología pensada con los pies, entre otros por el señor Lyotard, citado mucho más que Gilles Lipovetsky porque, claro, éste último defiende que la mujer postmoderna es un fenómeno repetitivo del hombre. Y lo que me preocupa aún más: la presión y la apropiación de lenguajes y principios por parte de este feminismo destructivo, insolidario y excluyente, supone una especie de chantaje sobre y contra la sociedad porque en el quehacer cotidiano hay que preguntarse si hay alguna mujer en esto o en lo otro por miedo a que te tachen de machista. No sé si vale la pena abrirse camino de esta manera en una sociedad injusta con las mujeres, claro que sí, pero en la que nadie es imprescindible y menos en estos tiempos de mediocridad donde se desprecia al que realmente tiene personalidad y la defiende porque no desea traicionarse y entrar por las Horcas Caudinas que quieren imponerle no sólo en este tema sino en otros muchos, como definirle qué es un preso político, qué es arte, qué xenofobia o racismo y, por supuesto, machismo. Aquí, o la llamada izquierda se une en una sola voz coherente o será la eterna llorica que refuerza el sistema al que cuestiona. ~


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Libros ilustrados. Más que palabras

El indescifrable Júpiter y una de sus lunas, Ío; un pueblo costero y norteño de esa España imaginaria llena de malos presentimientos; una tierra incógnita a la que se acude tras los pasos de Gulliver y donde los libros son una especie animal; un

Vuelos baratos a mundos imaginarios Parece que lo hayan hecho queriendo. Las novedades editoriales para jóvenes y niños traen este mes un montón de obras en las que no solo los personajes y las historias son fruto de la invención del autor, sino también su geografía, desde una isla perdida hasta un universo paralelo, pasando por un pueblecito costero español

César Rufino {Aurora no existe. Es la creación de un grupo de escritores que salieron juntos un día en metafórica caravana a buscar un lugar para sus historias, que es lo mismo que hacían los antiguos pioneros americanos cuando se echaban a los prados amarillos con sus carretas de tablas repletas de repiqueteos de latón y de niños descalzos siguiendo la ruta de Oregón o en busca de las tierras oscuras de Kentucky. Como los confines de aquella América imaginaria, también Aurora combina de forma contradictoria, en la mente de sus primeros expedicionarios, ese deseo de arraigo de la fantasía y esa búsqueda de un hogar –por un lado– con el temor a sus malévolas y desconocidas criaturas y el presentimiento de las inhóspitas cualidades que caracterizan a todo territorio desconocido: la naturaleza vengativa, como un viejo dios pagano; las leyendas que arrastran hacia la fatalidad a quienes las escuchan; el eco de los demonios interiores resonando en medio de tanta soledad. Contemplado así, Aurora o nunca, que la editorial Edelvives está haciendo llegar a las librerías, es más el mapa de un tesoro o un juego narra-

tivo que un conjunto de relatos al uso, más o menos afortunados. He ahí la clave que lo hace atractivo como lectura especialmente juvenil: su carácter de prueba, de aventura, de guiño para quien va pasando sus páginas, que no puede evitar convertirse en parte del argumento o, al menos, en uno más de sus extraños personajes. Sus diez autores, en ese afán de crear un mundo a partir de una idea que los comprenda a todos ellos con sus estilos diversos y sus inquietudes particulares, han imaginado un municipio costero en el norte de España donde el único elemento común es que da la sensación de que nadie puede ser feliz. Y con esta ley por delante, capítulo tras capítulo –cada uno de su padre y de su madre, como caminos seguidos por distintos pioneros pero que acaban llevando al mismo sitio–, van asomando los distintos protagonistas y sus situaciones extraordinarias: el músico venido a menos, el ladrón inadvertido, la pintora atormentada, el sacerdote que oculta un secreto..., pobladores de un territorio que carga con una maldición. Como escriben ellos en su epílogo coral, «la memoria de Aurora» acoge «las más fantásticas

historias de naufragios y costas malditas, todas ellas marcadas por la culpa». Los creadores de este norteño pueblecito español y de la crónica que arrastra son Mónica Rodríguez, Daniel Hernández Chambers, Gonzalo Moure, Paloma González Rubio, Alfredo Gómez Cerdá, Jorge Gómez Soto, David Fernández Sifres, Rosa Huertas, Jesús Díez de Palma y Ana Alcolea, responsables «de esta colección de delirios, cuadros macabros y relatos estremecedores». Puede que no sea muy diferente de esta Aurora inventada ese otro paraje al que la gallega Ledicia Costas, creadora de la impagable Escarlatina, ha

El músico venido a menos, el ladrón inadvertido, la pintora atormentada... pueblan un territorio que oculta un secreto ‘El corazón de Júpiter’ retrata la adolescencia, esa edad en la que uno muere y resucita cada diez minutos. Con suerte

puesto por nombre Región. Es El corazón de Júpiter, una doliente novela juvenil publicada con Anaya que prefiere moverse por territorios ampliamente explorados y comúnmente conocidos y sufridos: la soledad del adolescente en los momentos álgidos de la sublimación de su ego, los abusos escolares, la sordera inherente al diálogo intergeneracional, la poetización de la ignorancia, el espanto de las comunicaciones por internet y los monstruos que moran en sus profundidades abisales, la normalización de la homosexualidad, la certeza de poder cambiar el mundo, la hiperestesia del preadulto, el tremendismo sentimental... Ha hecho bien la autora tirando de Charles Dickens y de una frase de Historia de dos ciudades para prologar uno de sus capítulos, porque con ella clava los misterios de esa edad tiránica y prometedora: «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desolación». Esa edad en la que uno muere y resucita cada diez minu-


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universo paralelo donde poner coto a la criminalidad de Londres está en manos de un tejón con pistola; una guerra mundial desatada por una rana y un ratón; joyas guardadas en ‘cubiletes’... Es lo último en lecturas para niños y jóvenes

tos. Con un poco de suerte. De la misma editorial acaba de salir un libro infantil que sorprende y agrada por su bendita sencillez y su amor por el oficio de contar historias. Se titula La isla de los libros andantes, está muy bien escrita y cuenta entre sus méritos con el alivio de no haber pretendido ser una versión mantecosa de Los viajes de Gulliver, sino una historia escrita por John, el hijo de aquel aventurero llamado Lemuel que conoció Liliput, Brobdingnag, Glubbdubdrib y Balnibarbi, y que se hace a la mar en busca de ese padre con la única guía de los cuentos que este le contaba de vuelta de sus largas travesías. El hecho de que todavía en 2018, en medio de todo este chiribiteo hipertecológico del rabioso presente, haya quienes encuentren fascinante aquel mundo de islas desconocidas, tribus imposibles y prodigios que aguardan a la vuelta de una página, es uno de los grandes honores de la literatura, que poco a poco se va convirtiendo en la única esperanza de futuro verosímil para esta especie suicida. Hablando de largos viajes, especies suicidas, territorios inventados y libros con nombre de planeta: la editorial Narval está sacando del horno justamente ahora Ío, de Daniel Piqueras Fisk, que es un tipo con el que cualquier persona en su sano juicio desea-

Junto a la cubierta de la quinta entrega de ‘Grandville’, dos obras de la colección ‘Cubilete’ de Bruño: ‘Hay un monstruo en tu libro’ y ‘Luna’.

No es una versión infantil del ‘Gulliver’, sino el viaje del hijo de este célebre personaje en busca de su padre En algunos libros tal vez se agradecería más mesa de dibujo y más caballete, y menos paleta gráfica

ría irse por ahí a tomar una cerveza. Sus libros no tienen letras: son lo que tan modernamente se llama novelas gráficas (aunque, bien pensado, deberían llamarse novelas ágrafas, pero esto no se debe decir porque es culto y pedante a la vez, así que puede que incluso esté penado). La última vez que habló para estas páginas, con ocasión de Glup!, su anterior libro, Piqueras Fisk dijo entre otras cosas lo siguiente: «El simbolismo de la historia no es premeditado. No la he creado con la intención de provocar unas u otras emociones. Ha sido todo más sencillo: le quité las palabras a una bonita historia y el lector hizo el resto». Aquí sucede lo mismo. Hay un momento en que uno se enfada con el libro porque cuando anda ya por la mitad no sabe de qué narices va, y la sensación de ser tonto se vuelve opresiva... pero se trata de una partida más de ese juego de las interpretaciones que tan buenos momentos (para qué acordarse de los malos) ha dado a los lectores. Las peripecias de un náufrago para acabar dando tumbos en un globo por este sistema solar, sin el apoyo no ya de una triste botella de oxígeno sino ni siquiera de una sola palabra, ofrece al joven propietario del libro la oportunidad de convertirse en parte del equipo de guionistas. Eso sí, sin derechos por venta de ejemplares. Metidos en harinas siderales: ¿qué es Grandville? Grandville es un universo paralelo creado por Bryan Talbot, que prefiere referirse a su obra como «un thriller científico-romántico del inspector LeBrock de Scotland Yard». Publicada ahora su quinta y definitiva entrega, subtitulada Fuerza mayor, es un mundo exactamente igual que este salvo por dos matices: que los habitantes son animales antropomorfos (e igual de antropolistos y de antropotontos que los actuales moradores del pla-

neta, en eso no hay añadidos notables) y que, en este caso, los ejércitos de Napoleón sometieron a Europa de tal manera que Inglaterra no obtuvo su independencia hasta prácticamente anteayer. No hace falta haberse leído los cuatro libros anteriores para comprender este cómic tan sherlockholmesiano, tan londinense, tan elegantemente demodé que Astiberri acaba de colocar en la mesa de novedades de las librerías. Para el que guste de este tipo de obras gourmet, el deleite está garantizado. Aunque, puestos a ser sinceros, cabría presentar un par de objeciones que son más una pataleta de anciano que un juicio justo: esa entrega desaforada al ordenador como gran artífice de la ambientación extraordinaria, de los colores exquisitos, de los formidables brillitos neblinosos de la ciudad nocturna y los interiores gangsteriles, de esas sombras inquietantes y premonitorias... se hace empalagosa. Se agradecería (y no solo en este libro, sino en otros muchos) más caballete, más mesa de dibujo y menos paleta gráfica, aunque el resultado no sea tan perfecto, tan bonito, tan de molde, tan abundante. Y algo más: no había ninguna necesidad de que un historión como el de Grandville lo protagonizaran percebes, tejones, cabras montesas, langostinos ultracongelados y ratas almizcleras. Alguna culpa debía de estar pululando por la mente del autor cuando escribió, en la justificación de este libro, que «los relatos con personajes antropomorfos no tienen nada de nuevo, llevan rondando desde que el ser humano comenzó a contar historias», y que él los leía de chico y le gustaban mucho. Claro. También le gustarían los helados y no ha puesto de protagonista a un frigopié. Es tan bueno Grandville que haberle restado vero-

similitud por ese afán es, tal vez, un desperdicio. Aun así, hay que leerlo. Aunque solo sea para coger luego por las solapas al mitificado Bryan Talbot y espetarle que, en este mundo, por suerte, todos somos menos listos de lo que nos creemos. Al menos, en este universo para lelos. Antes de acabar, parada obligatoria –y admirada– delante de los libros para los más pequeños con intención de expresar otras dos verdades particulares: una, que la colección Cubilete publicada por Bruño es para comérsela con papas y para comprárselos todos, aunque no haya niños en casa; otra, que si Kalandraka sigue lanzando libros como este ¿Por qué? de Nikolai Popov va a ser preciso declarar el estado general de enamoramiento en el mundo de la lectura. Al igual que Ío, aunque en otro estilo, este volumen tampoco emplea palabras para contar cómo el enfrentamiento entre una rana y un ratón por una solemne estupidez puede acabar convirtiendo el mundo en cenizas. «Si los niños y las niñas pueden entender la insensatez de la guerra, si se dan cuenta de lo fácil que es caer en un ciclo de violencia, quizás en el futuro se conviertan en impulsores de la paz»: esto es todo cuanto aparece escrito como epílogo de la obra. Y en cuanto a los cubiletes: el repertorio entero, desde Hay un monstruo en tu cama hasta No abras este libro, pasando por Luna, es lo más gracioso, simpático, entrañable y poco tramposo que se ha visto de un tiempo a esta parte. De ellos y de otros más se hablará abundantemente en la próxima cita con estas páginas, tan pronto como lo permitan su imaginaria geografía y el estado de la mar periodística. Que también tiene sus misterios, sus odiseas y sus criaturas insospechadas. ~


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Entrevista

Laura Freixas (Barcelona, 1958) vive en Madrid desde 1991. Es autora de varias novelas y relatos entre las que se cuentan ‘El asesino en la muñeca’ (1998), ‘Amor o lo que sea’ (2005) y ‘Los otros son más felices’ (2011).

La sinceridad al escribir Concha García {Comenzaremos hablando de tus diarios, los que acabas de publicar abarcan los años 1995 y 1996, en ellos hay dos líneas que sostienen la preocupación de la autora que son: la creación literaria y la consecución de la fama; y por otra parte, la mujer que es esposa y madre. Es pertinente preguntarte si a una mujer le cuesta más tener éxito que a un hombre. «El ‘éxito’ no es igual para una mujer que para un hombre, de entrada porque no está tan claro qué significa ‘éxito’ para nosotras. Por una serie de razones, entre ellas la maternidad, que también aparece en mis diarios (fui madre en 1994), no situamos tanto el éxito en el poder, el dinero y el reconocimiento socio-profesional, sino que buscamos más la realización personal, el equilibrio emocional, la coherencia, la plenitud afectiva... Esto, para mí, no debe leerse como una distribución ‘natural’ e incuestionable de roles y valores entre los sexos, sino como la ocasión para cuestionar los valores imperantes. Creo que los hombres ganarían mucho si aprendieran a valorar (algunos ya lo hacen) todo eso que hoy por hoy es predominantemente femenino». —El diario íntimo es un género donde apenas hay mujeres, sobre todo en España. ¿Por qué? —Añadamos un dato: los pocos diarios de mujeres que se publican suelen ser diarios sobre un tema: la guerra, el cáncer, la cárcel...; del mismo modo que a menudo en las autobiografías de mujeres el tema no son tanto ellas mismas como un hombre (Beauvoir habla mucho de Sartre, Patti Smith de Robert Mapplethorpe...) o una causa (Campoamor habla del voto femenino). A la mujer le cuesta verse y afirmarse como individua, y cuando lo hace es vista como pedante, egoísta, vanidosa, traidora a los suyos.... Por eso, aunque según los datos que tenemos (estudiados entre otros por Manuel Alberca), las mujeres escriben más diario que los hombres, raramente lo publican. —Tu diario me atrapó, la sinceridad con una misma es transmitida al lector o lectora, tú misma dices que lo has publicado para conocer mejor cosas como la vida cultural española. —Sí, creo que es interesante, y lo será aún más con el paso del tiempo, poder conocer la trastienda, la ‘intrahistoria’, de la vida cultural española, y publicando mi diario quiero contribuir a ello. —El diario es una escritura más libre, no necesita trabazón, dices en boca de la que eras en 1996, trabajas con el material de tu propia

existencia, a veces las confesiones que se hacen son muy íntimas y no se ocultan con metáfora alguna. —El diario para mí es la escritura más libre, por dos motivos. Uno: no está sometida a una estructura preexistente, no tiene más reglas que la de escribir con periodicidad (cada día o cada semana), sin necesidad de crear personajes y argumento, por ejemplo, o de tener una tesis y argumentarla, o respetar una determinada extensión, como sucede

Laura Freixas.

con los otros géneros que practico: ensayo, novela, relato... Dos: es una escritura resguardada de la mirada ajena, una escritura sin lectoras o lectores, al menos en un primer momento. Yo no escribo el diario pensando en la publicación; ésta se ha dado mucho después., y siempre está en mi mano retrasarla o renunciar a ella, o guardarme parte del texto. —A veces irrita que haya tanta felicidad en este diario, quizás porque

espero en un diario más malestar, el mal de vivir que ha sido uno de los motivos de las biografías de muchas escritoras, sobre todo, poetas. —Entiendo que irrite si se toma prima facie, pero me parece que hay ponerla en duda. Al releer este diario con la perspectiva de los años, creo que la afirmación reiterada de felicidad, la repetición del ‘soy feliz’, es como un conjuro contra todo lo que me preocupaba entonces: la


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Entrevista

Autora también de la autobiografía ‘Adolescencia en Barcelona hacia 1970’ (2007). Acaba de publicar en la editorial Errata Naturae ‘Todos llevan máscara. (Diario 1995-1996)’ incertidumbre sobre mi futuro como escritora, sobre mi futuro geográfico (si me iba a ir, siguiendo a mi marido, a vivir en otro país), sobre el futuro de ese mismo matrimonio... Es como un contrapeso a la angustia, que está también, me parece, muy presente en el diario. —La maternidad y la escritura, una gran entrega que apenas deja tiempo para una misma, porque el tiempo de la escritura es tiempo completo y el de madre también ¿cómo entonces combinarlo? —Justamente una de las cosas que me parece que aporta este diario es la expresión de la vivencia de la maternidad, algo llamativamente ausente de la cultura, o por lo menos de la alta cultura (de la maternidad se habla o en términos científicos, o de ‘baja cultura’: autoayuda, revistas populares, etc; apenas hay expresiones artísticas, literarias, cinematográficas..., que reflejen esta vivencia en toda su complejidad, como una gran experiencia humana). Es una experiencia que cuestiona, para los padres, pero sobre todo para la madre, todo el modo de vida y los valores. Por supuesto dificulta la vida profesional, entorpece otros deseos o proyectos, pero también es una vivencia fascinante. Creo que en el corazón de la maternidad está la ambivalencia, la mezcla de sentimientos: amor, entrega, irritación, aburrimiento, rabia... Ojalá se publiquen más diarios y autobiografías que exploren este campo tan vasto y tan oscuro. —En 2000, hace diez años, publicaste el ensayo Literatura y Mujeres. ¿Ha cambiado algo la situación para la mujer escritora y lectora? Precisamente la pasada semana entrevisté a Nieves Álvarez por el estudio que ha hecho acerca de los premios literarios en poesía (Descubrir lo que se sabe). En tu ensayo tú también aportabas datos. —No han cambiado los datos: sigue habiendo una escandalosa e injustificable desigualdad, pero al menos hemos dado el gran paso de ser, todo el mundo, conscientes de ello. Claro que eso no basta, nos queda muchísimo camino por recorrer, pero era un primer paso fundamental, y cuando yo publiqué Literatura y mujeres no se había dado todavía. —Tus experiencias dentro del mundo de la cultura –fuiste directora de una colección de Grijalbo-, colaboras en la prensa, y además presides Clásicas y Modernas. —¿Es necesario que todavía haya grupos como Clásicas y Modernas o Genialogías para poner en valor el trabajo creativo de las mujeres? Por supuesto. La igualdad no va a llegar sola, por el mero paso del tiempo. Tenemos que luchar por ella, haciendo investigaciones, sacando a la luz los datos, protestando, reflexionando sobre los motivos y las consecuencias de la desigualdad en la cultura, aportando propuestas. Y eso no lo podemos hacer solas, ca-

da una por su lado. Las asociaciones son imprescindibles. —Un aspecto que te preocupaba era que la femeneidad en la novela podía causar tanto rechazo como la homosexualidad porque el mundo narrativo era solo de varones con sus temas. —Aunque los protagonistas de la cultura no suelen darse cuenta de ello, la cultura dominante se sitúa principal o casi exclusivamente en el punto de vista de los privilegia-

dos: varones, blancos, heterosexuales, occidentales, de clase media o alta. La aparición de otros puntos de vista incomoda, aunque solo sea por falta de costumbre. Yo leyendo por ejemplo a Eduardo Mendicutti o a Álvaro Pombo (y cito ejemplos de novelistas homosexuales hombres porque novela homosexual femenina hay tan poca que apenas la conozco), me siento descolocada, y entiendo que a los lectores varones les puede pasar algo

Portada de ‘Todos llevan máscara’, libro publicado por Errata Naturae.

parecido con la literatura escrita por mujeres. —Supongo que habrá más diarios… —Sí, claro, yo llevo casi toda la vida escribiendo diarios, y pienso irlos publicando... Eso sí, despacio, porque un lapso de tiempo de al menos veinte años entre la escritura y la publicación me parece imprescindible para escribir con esa sinceridad que por lo que veo, a todo el mundo que los lee le llama la atención en mis diarios. ~


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Libros

El escritor barcelonés, superventas de la temporada, presenta ‘Un amor’, cierre provisional de su popular trilogía y la novela que le valió el premio Nadal en su última edición Recomendaciones

ENSAYO

Antonio Pampliega / En la oscuridad/ Península

ALEJANDRO PALOMAS

«En la literatura española hay un exceso de solemnidad» Alejandro Luque {Después de conquistar a miles de lectores con novelas como Una madre y Un perro, Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) regresa para cerrar la trilogía con Un amor, la novela que le valió el premio Nadal en su última edición, y que acaba de ver la luz en Destino. «Son novelas independientes, pero de algún modo interdependientes, porque cada una gana con la adición de la otra y forman un todo. Aquí salen personajes nuevos y muy potentes, que dan un color y un peso distinto a la acción», afirma el autor, que pasó esta semana por Sevilla. El escritor consigue urdir, en apenas 24 horas, un abigarrado tapiz de historias a partir de una coincidencia: la boda de Emma con su novia Magalí y el 73 cumpleaños de Amalia, la madre de Emma, en el mismo día. Y aunque películas recientes como C’est la vie han puesto de moda la idea de las bodas como escenarios catastróficos, Palomas asegura que «en la mía no pasa nada tremendo. Solo cosas que la familia entiende muy bien de dónde vienen, y que a los lectores y lectoras que ya formen parte de ella lo van a vivir con especial intensidad... Pero vamos, no es el camarote de los hermanos Marx». Por otro lado, el barcelonés explota como nunca uno de sus mejores re-

cursos, el del humor, a pesar de que en España sigue siendo visto con recelo en literatura. «Creo que en las letras españolas hay un exceso de solemnidad, y esa solemnidad se interpreta como calidad literaria. Yo creo que la calidad es calidad per se, y es injusto que el drama esté por encima de la comedia en los libros, el cine... Hacer comedia es lo más difícil del mundo. Yo puedo hacerte llorar en

El escritor barcelonés Alejandro Palomas. / Efe

«Llevo 14 años tumbado en un diván todas las semanas, me conozco muy bien» «Debería poner punto final a la saga, pero sigo sin despedirme de mis personajes» cinco minutos, pero reír de una forma mínimamente inteligente es muy, muy complicado. Y además, no se ve con buenos ojos: los premios se los llevan normalmente los dramas». Sobre su modo de construir personajes, se limita a comentar que «siempre he sentido mucha curiosidad por los demás. Además, llevo 14 años tumbado en un diván todas las

semanas, de manera que me conozco muy bien, domino mis resortes», sonríe. «Pienso que todos tenemos en el fondo la misma base, pero mi trato con el mundo hace que me interese mucho cuanto me rodea, y me interesa que los que tengo cerca estén bien cuidados: lo mismo que mis personajes. La vida es como la sientes y no lo que es, y a partir de esa premisa la realidad puede ser ficción, y la ficción más real que la vida misma. A veces es mejor, incluso» Sobre el arrollador éxito que han ido teniendo sus últimos libros, afirma que «no creas que te cambia tanto. Hay muchas miradas sobre ti, pero son fugaces. Se posan en uno y luego se levantan para posarse en el próximo fenómeno. También los fracasos intento vivirlos de forma muy neutral. La vida creativa es un maratón en el que tienes tus pájaras, tus subidones, tus rechazos... pero la del escritor no tiene más peso que otros recorridos vitales», agrega. ¿Tendrá continuidad la saga, o todo acabará en este tríptico? «Supuestamente la saga termina aquí, pero yo me conozco bien y si dijera eso y luego continuara, me sentiría mal. Supuestamente debería poner punto final, pero sigo sin despedirme de mis personajes, y eso es el síntoma de algo», concluye. ~

Secuestrado por Al Qaeda en Siria A. Luque {Nunca hasta ahora un periodista español había contado con pelos y señales su cautiverio a manos de los fundamentalistas islámicos. Y más allá de los truculentos detalles que cabe esperar de este tipo de historias, resulta altamente interesante lo que se pueda aportar de los captores: quiénes son, cómo viven, qué piensan. El autor va a la guerra de Siria en julio de 2015 con el heroico propósito de cubrir el frente de Alepo. Según afirma, por decimosegunda vez en tres años y medio. «He estado más veces que cualquier otro periodista del mundo y eso, en parte, me enorgullece», proclama. Ni la feroz destrucción de vidas e inmuebles, ni la falta de respaldo de un medio concreto –Pampliega es freelance–, ni las atroces ejecuciones filmadas de varios colegas suyos le arredran. Junto a dos compañeros (Ángel Sastre y José Manuel López, ignoro por qué se escatiman sus nombres), se embarca en la temeraria aventura de volver al infierno una vez más. Sin embargo, muy pronto empieza a crecer en él el presentimiento de que algo va mal, especialmente por el extraño comportamiento de su fixer. Hasta que se dan cuenta de que han sido traicionados y de que se hallan en poder de una banda que resultará ser nada más y nada menos que Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda. Toda esta peripecia la narra Pampliega explotando al máximo su pulso periodístico, pero en seguida va a darse cuenta de que no es el registro idóneo. Lo que hace falta en estos casos es novelar, y Pampliega se desfuerza en servirnos las mejores páginas de su libro atreviéndose a hacerlo. ~


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Atelier de músicas

La Ópera de Holanda estrenará en junio de 2019 una síntesis de la serie operística de Stockhausen, ‘Licht’ (’Luz’). Helicópteros, electrónica, centenares de músicos y millones de inversión

Lectura

NOVEDAD EDITORIAL

‘La música en los siglos XX y XXI’ / Joseph Auner / Akal Música

Una aséptica panorámica plena de pistas

Una ópera llena de ‘Luz’ y que durará (solo) 15 horas Ismael G. Cabral {Aunque su empeño es, desdichadamente, mucho menos conocido que el de Richard Wagner, fue Karlheinz Stockhausen (1928-2007) quien más lejos llevó la aventura de hacer una obra de arte total (Gesamtkunstwerk). Entre los años 1977 y 2003 el compositor alemán estuvo componiendo las 29 horas de música que integrarían su heptalogía operística Licht (Luz). Se trata de una serie en la que conviven influencias religiosas japonesas, judeocristianas y védicas y en la que se configura una cosmogonía absolutamente personal; una historia del origen del universo desde la peculiar perspectiva de Stockhausen, el compositor más importante –afirmaremos sin margen de duda– de todo el siglo XX. Hasta la fecha el ciclo no se ha presentado en su totalidad de forma continuada, aunque sí que se han ido estrenando todas sus partes constituyendo auténticos acontecimientos musicales. Sin embargo, la Ópera Nacional de Holanda junto con el Festival de Holanda, el Real Conservatorio de La Haya y la Fundación Stockhausen se han aliado para plantear, en junio de 2019, una síntesis nunca vista de la serie Luz. Serán en total 15 horas de producción escénica y musical que se dividirán en tres jornadas, realizándose un total de tres representaciones completas (31 de mayo a 2 de junio, 3 a 5 y y 8 a 10 de junio) con las en-

tradas, ya a la venta, al precio de 315 euros, si bien también se podrán adquirir para días sueltos a partir de septiembre. Elementos de la danza, el circo, el teatro, lo audiovisual y, por supuesto, la ópera se combinan en cada una de las composiciones de Luz haciendo cada título más complejo y ambicioso que el anterior. Además,

y aunque el grueso de las óperas de la serie se han presentado en escenarios convencionales, Stockhausen demanda otro tipo de posibilidades escénicas. Por eso este proyecto holandés –titulado Aus Licht– se representará en Gashouder Westergasfabriek, un recinto construido en 1902 que hoy está preparado como un espacio multidisciplinar para acoger todo tipo de eventos culturales. El público podrá, así, escuchar y

El compositor Karlheinz Stockhausen.

recrearse en una ópera que combina fuego, agua y aire, toda vez que el episodio más popular (y polémico) de la ópera es el llamado Cuarteto de los Helicópteros en el que, literalmente, cuatro helicópteros sobrevuelan al público combinando el sonido de las hélices con el de los cuatro instrumentistas de cuerdas que tocan dentro de cada nave y cuyo sonido, amplificado, llega al auditorio por medio de imponentes altavoces. Pionero de la música electrónica y autor de obras fundamentales para el devenir de la creación sonora contemporánea (Mikrophonie, Gruppen, Trans, Mixtur...), Stockhausen volcó en Licht todas sus inquietudes. «La idea, nacida 1977 en el balcón de un templo de Kioto, se organiza en torno a los siete días de la semana, a los que vinculo todo lo que sea posible en relación con colores, plantas, grupos característicos, números, cualidades morales de la vida articulados por tres personajes (Miguel, Eva y Lucifer). Licht, en realidad, no es ninguna historia, sólo la prueba de la existencia de Miguel, Lucifer y Eva, la triple manifestación del espíritu materializada en los intérpretes que vienen identificados por un cantante, un instrumentista y un bailarín», dejó escrito Stockhausen. La ocasión que propone la Ópera de Holanda constituye un peregrinaje obligatorio para todo aquel amante del arte del siglo XX. ~

I. G. Cabral {Akal es un sello editorial fundamental si de lo que se trata es de acceder a monografías que recorren la historia de la música occidental. A La música del siglo XX, de Robert P. Morgan, y La música contemporánea a partir de 1945, de Ulrich Dibelius; suman ahora La música en los siglos XX y XXI, de Joseph Auner, un volumen que parece actuar como síntesis entre los dos anteriores y que, por lo mismo, no profundiza en el modo en el que sí lo hacen sus antecesores. Auner es musicólogo y su texto es fiel reflejo de ello, si bien la lectura es de moderado acceso para un lector con un cierto bagaje musical. No se percibe una excesiva ideologización estética del texto, lo que es de agradecer, pero sí que incurre en algo común, hacer recaer el mayor peso del libro en la música de la primera mitad del siglo XX. Hubiera sido más interesante que Akal comenzara a traducir al castellano importantes estudios sobre algunos de los compositores fundamentales de la contemporaneidad, huérfana como está la literatura en castellano de este tipo de ensayos biográficos. Pero como libro de pistas, el de Auner puede ser útil para quienes quieran tirar de los diversos hilos que se proponen. Singular resulta el análisis de la posmodernidad, con textos en los que analiza la desarticulación de lo culto y lo popular o incluso el nuevo romanticismo en la música contemporánea. En cambio, pasa de puntillas por figuras clave como Ligeti o Stockhausen, sobre las que quizá da por asumidas referencias que no tienen porque ser conocidas en todos los casos. La traducción del inglés se desenvuelve correctamente y la bibliografía constante que se ofrece a cada paso permite seguir ahondando. El conjunto, aséptico, se recomienda por su carácter de repaso global a un siglo musical en el que la sorpresa aguarda en cada esquina. ~


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Teatro

Tras triunfar en los teatros de media España, los televisivos José Luis Gil y Ana Ruiz presentan en Sevilla su particular versión de ‘Cyrano de Bergerac’. Un clásico imperecedero, alumbrado en 1897 por un joven Edmond Rostand,

«Diversión de poeta» Antonio Puente Mayor {3 de septiembre de 1870. Tras sufrir una severa derrota frente al ejército prusiano –captura de Napoleón III incluida–, Francia asiste angustiada a la caída del Segundo Imperio, y, con ella, al funesto panorama de un París sitiado y falto de víveres, donde la actividad escénica resulta poco menos que utópica. Por tanto, no debe extrañarnos que, tras la lenta recuperación del arte de Talía, los galos se sintiesen atraídos por la grandilocuencia del teatro en verso, cuyos elevados sentimientos lograba devolverles al período romántico, en un inevitable y necesario ejercicio de nostalgia. En este sentido, tres autores gozaron del favor del público parisino: François Coppée, Jean Richepin y, muy especialmente, Edmond Rostand, cuyos reiterados éxitos lo situaron como el gran autor dramático del fin de siècle –desde La Princese lointaine, estrenada en 1895, a Chantecler, de 1910–. No obstante, ninguna de sus producciones conoció ni de lejos la enfervorizada acogida de Cyrano de Bergerac, estrenada el 28 de diciembre de 1897 en el Teatro de la PorteSaint-Martin. Aquella noche, le tout Paris dispensó una acogida clamorosa al nuevo héroe patrio, en este caso encarnado por el célebre actor Jean Coquelin, miembro de la Comédie Française, y que encabezara títulos tan emblemáticos como Los Miserables y Quo Vadis. Tal fue el triunfo de Cyrano, que el crítico Francisque Sarcey, muy sensible a la técnica y al buen hacer dramático, lo elogió con las rotundas palabras: «Nace un poeta… ¡qué felicidad!». La recepción en España Como era de suponer, el éxito de Cyrano pronto se extendió a toda Europa. En primer lugar, consagrando a Coquelin, un actor capaz de adoptar los registros escénicos más diversos y de declamar un texto de más de 1.400 versos en una puesta en escena superior a las cinco horas. Y de paso, encumbrando al resto del elenco, pues, como nos recuerda la catedrática de literatura francesa Montserrat Cots, «con Cyrano la compañía de Coquelin se convertía definitivamente en la más relevante de Francia». Esta feliz noticia no pasó desapercibida al otro lado de los Pirineos, donde la actriz María Guerrero –por cierto, alumna de Coquelin en París–, se ufanaba junto su marido, el también actor Fernando Díaz de Mendoza, por dar un nuevo esplendor al Teatro Español. Ambos

José Luis Gil es un cheque en blanco y al portador siempre que sube a un escenario. / Fotografías cortesía del Ayuntamiento de Almería

adquirieron los derechos de representación por un precio elevadísimo (diez mil francos de la época, según Rubén Darío), decididos a traer a toda costa el espectáculo a la península. Tres catalanes, Luis Vía, José Oriol Martí y Emilio Tintorer, se encargaron de traducirla en tiempo récord, y el 1 de febrero de 1899 — sólo trece meses después de su estreno parisino—, Cyrano de Bergerac alzaba el telón en Madrid, con el célebre matrimonio en los roles protagonistas. Huelga decir que los espectadores españoles se rindieron de inmediato ante el drama de Rostand, casi tanto como sus vecinos franceses, extendiéndose aquella primera versión durante más de medio siglo, y dando lugar a un sinfín de representaciones tanto en España como en América. Un personaje real Dada la relevancia del drama, y al igual que ocurriera con otros personajes célebres de la literatura, como Don Juan, La Celestina o El Quijote, Cyrano de Bergerac trascendió a su propio autor, y hoy se cuentan por millares las personas que conocen, en mayor o menor medida, la figura del ‘héroe de la gran nariz’. Sin embargo, el nombre de Edmond Rostand continúa siendo un gran desconocido más allá del país que le vio nacer. Asimismo, pese a la enorme popularidad alcanzada gracias al film de Jean-Paul Rappeneau –con un genial Gerard Depardieu encarnando al espadachín–, pocos saben que este inmortal personaje está inspirado en una figura real, Savinien Cyrano de Bergerac, nacido el 6 de marzo de 1619 en París, y cuyo biógrafo se apellidaba Le Bret –exactamente igual que el amigo de nuestro ídolo en la ficción–. Asimismo, y como se narra en el drama de Rostand, ambos entraron en la milicia y tuvieron como capitán a un tal Carbon de Casteljaloux. Si bien, existen pasajes del libreto que ya en vida de Savinien fueron exagerados –por ejemplo, el duelo de Cyrano contra cien hombres, o la facilidad de este para escribir cartas en plena contienda–. Y es que no cabe duda de que la leyenda de Bergerac, quien además de empuñar la espada con gallardía fue un virtuoso de las letras, creció y se expandió gracias al mencionado Le Bret. La versión de Carlota PérezReverte y Alberto Castrillo-Ferrer Enfocada como una producción ‘a la europea’, con ausencia de grandes

decorados y cimentada básicamente en el trabajo de los actores, este Cyrano del siglo XXI pretende ser, necesariamente, un compendio de frescura, agilidad y cercanía. Cualidades que debían partir inevitablemente del libreto, y que en el caso de esta producción no ofrecen ninguna duda. En ese sentido, la dupla formada por Carlota Pérez-Reverte y Alberto Castrillo-Ferrer cumple con nota, aligerando un texto hermoso pero difícil, acotando situaciones y esclareciendo otras, y, por encima de todo, rebajando el nivel académico que casi todos los clásicos suelen arrastrar. Un problema que, desgraciadamente, frena en demasía la asistencia de espectadores jóvenes a los teatros, y ahuyenta asimismo a muchos adultos. Por tanto, la versión que nos ocupa, reduce a la mitad la duración del montaje original, y, de paso, nos regala estampas llenas de colorido en las que el ingenio y los recursos audiovisuales se funden con acierto para alumbrar un producto entretenidísimo y, sobre todo, muy comercial. Una montaña rusa de emociones en las que el espectador pasa de la sorpresa al pellizco en cuestión de minutos, y donde todo evoca a Rostand, y al mismo tiempo destila aroma a nuevo. ¿Cuál es entonces el punto débil de esta producción? Sin duda alguna las limitaciones del

elenco, que, a pesar de su trabajo titánico, impide disfrutar de algunos aspectos de la obra original. Ausencias por otra parte lógicas, dadas las dificultades que conlleva producir un título de estas características en los tiempos que corren –el 21% del IVA cultural continúa siendo una losa–. Sólo por citar algunos ejemplos, el libreto de este meritorio Cyrano prescinde del personaje de Le Bret, y en su lugar nos descubre una hilarante pareja cómica heredera de sus parlamentos. Asimismo, escenas míticas como la de la Puerta de Nesle (donde el héroe se bate con cien espadas) se resuelven de manera práctica y evocadora. Por no hablar del sitio de Arrás, cuando la imaginación del espectador resulta indispensable a la hora de meterse en situación y empatizar con los combatientes... Una voz, un rostro y un galán cómico Al margen de estos detalles, esta singular visión del clásico francés pasa por ser, amén de una «diversión de poeta», una clase magistral de interpretación, donde hasta la última gota de sudor está plenamente justificada. Desde el simpático Montfleury, que inaugura la función con guiños al ‘metateatro’, pasando por los variopintos personajes que, a modo de vodevil,


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Teatro

cuya nueva y brillante versión corre a cargo de Carlota Pérez-Reverte y Alberto Castrillo-Ferrer. Si España cuenta con un inmortal ‘Tenorio’, Francia rinde honores a su inmenso ‘héroe de la gran nariz’

irrumpen en el recinto borgoñés, todo el arranque es una oda al carácter lúdico del barroco. Así, siguiendo los parámetros de la Commedia dell’Arte, el escenario se descubre como un añejo tablado –candilejas incluidas– donde las máscaras campan a sus anchas, trasladando al espectador a la Francia del seiscientos. En medio de esta vorágine, un poderoso José Luis Gil irrumpe en el patio de butacas, rompiendo la cuarta pared y conquistando a la platea con su ramillete de versos. El tiempo se detiene por un instante, y al hilo de su embriagadora voz, la nave comienza a surcar el océano de la ensoñación romántica. Sin solución de continuidad, y cuando hasta el último de los espectadores se ha rendido al hechizo de su Cyrano, el rostro de Ana Ruiz emerge cual luminaria en el centro del escenario, dando vida a la imprescindible Roxana, y secundada por Álex Gadea en el papel de Cristián. Un personaje, por cierto, muy poco agradecido, que el valenciano borda con desparpajo y donosura. Dicho trío, cuyo despliegue de encanto resume la esencia de este montaje, va custodiado por otras cuatro figuras cuajadas de brillo. Desde el Premio Max Ricardo Joven –que repite con Castrillo-Ferrer tras Si la cosa funciona–, al televisivo Nacho Rubio, no hay verso, melodía o gesto que estos

comediantes no asuman con rigor y profesionalidad. Por su parte, el actor y director Joaquín Murillo construye un excelente conde de Guiche, poniendo la guinda una todoterreno Rocío Calvo, cuya vis cómica es uno de los platos fuertes del espectáculo. Clown, esgrima… y música Más allá de los deliciosos versos de Rostand –aunque esta traducción posee lúcidos fragmentos, cuesta olvidar la realizada por Jaime y Laura Campmany en los albores del siglo–, sin duda el punto fuerte es el despliegue de técnicas teatrales. Un repertorio certero y, en ocasiones, insólito, que convierten la función en un perfecto manual para estudiantes de arte dramático. Del clown a la mascarada, pasando por el naturalismo o la comedia musical, es tal la entrega física de los actores que cuesta imaginar una sesión doble como las de antaño. En este terreno, y pese al enorme oficio de los varones, el desempeño femenino merece capítulo aparte. En el caso de Rocío Calvo, a su enorme versatilidad hay que unir la variedad de registros, completando dos horas y cuarto de compromiso artístico que no pasan desapercibidas para nadie. ¿Y qué podemos decir de la guapísima Ana Ruiz, cuya evolución como actriz es digna de los

El escenario se descubre como un añejo tablado.

mejores elogios? Poseedora de un encanto natural que traspasa la caja escénica, además de encarnar con dulzura y arrojo a Roxana, nos ofrece un surtido de facetas en las que no faltan el humor, la lucha escénica o la música. Suyos son algunos de los momentos más líricos y hermosos del espectáculo, y suya la responsabilidad de dar réplica a un gigante de la interpretación como es José Luis Gil. Como muestra de su tarea, baste mencionar la escena del balcón, cuyos ecos shakesperianos elevan la función a sus cotas más altas («¿Qué es un beso?»), dejando momentos para la emoción y el recuerdo. O esa estupenda introducción al penúltimo acto, donde la sevillana se marca una canción hasta ahora inédita en los montajes de Rostand, que contrasta con el dramatismo del momento. Ella es sin duda la perla que corona el trabajo de sus compañeros, donde un inefable José Luis Gil se eleva como paradigma del actor intachable. ~

José Luis Gil y Ana Ruiz en un momento de la actuación.


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Mitología

Uno de los mitos amorosos que han llegado con más fuerza hasta nuestros días es el de Orfeo y Eurídice. Que bajase a los infiernos para tratar de recuperar a su esposa hace de este cantor y artista uno de los héroes del romanticismo por excelencia.

Orfeo el oscuro

Anabel Rodríguez {Su origen es cuestionado. Mientras que unos dicen que era hijo de la musa Calíope (de la bella voz) y del rey Eagro, otros cuentan que en realidad su padre era el propio dios Apolo, lo que haría más comprensible la buena relación que ambos mantenían. Tan buena era esa relación que Apolo le cedió su lira, creada por Hermes al principio de los tiempos (o mi-

lenio arriba, milenio abajo) sobre la concha de una tortuga. Sin embargo, durante su infancia y juventud, Orfeo (como buen tracio) no veneraba a Apolo, sino a Dionisio (lo cuento porque luego tendrá su importancia). Hijo de la musa del canto y el dios de las artes, era lógico que Orfeo destacase. Fue considerado el mejor cantante y poeta de la antigüedad. Su voz y sus canciones

Orfeo, escultura expuesta en el Hermitage. / El Correo

eran capaces de atraer a toda clase de animales (por tierra, mar y aire) e incluso de mover las rocas y árboles, que lo seguían allá donde estuviera cantando. Se decía que su voz podía parar el curso de los ríos. Fue este don tan singular el que lo llevó a embarcarse con los Argonautas, en la busca del vellocino de oro. Alguien se preguntará qué utilidad tenía llevar un músico consigo y yo no me resisto a expli-

carlo. Por un lado, marcaba el ritmo a los remeros y por otro, cuando los argonautas se enfrentaron a las sirenas se encargó de salvarlos. Cantó mucho más alto que ellas, tanto que casi las silenció y logró que sus compañeros no perdieran el norte. Llevar una buena banda sonora en la nave era, como podéis ver una cuestión de vida o muerte en la Grecia mitológica. Cuando regresó del viaje con los argonautas, encontró a la ninfa de su vida, Eurídice (también conocida como Agríope), se enamoraron y se casaron inmediatamente. Eran dichosos, pero ya sabemos que eso, tan deseable en la vida real, tiene poca utilidad a la hora de crear una historia dramática y pasó lo que tenía que pasar. Eurídice fue un día al campo a recoger flores, mientras su marido iba al pueblo más cercano a comprar unas delicadas telas para que se hiciera un traje (no había floristerías, ni Zara en la época). Y en el campo, un pervertido dios de la apicultura, llamado Aristeo, decidió violar a Eurídice, que puso pies en polvorosa y huyó del sátiro, que la perseguía con la cabeza tapada con una redecilla. En esa huida pisó una serpiente venenosa que la mordió, causándole la muerte inmediatamente. Fue entonces cuando Orfeo se convirtió en un personaje oscuro, triste y profundamente amargado. Lloraba su pérdida a todas horas, las aves, los árboles y los humanos, se compadecían por su dolor, pero nada podían hacer por él. No había consuelo. Un día seguía a otro como una condena permanente, hasta que tomó una decisión impensable (para los demás): viajaría al reino de los muertos para recuperar a su mujer. Se dirigió hacia el sur buscando la entrada al Tártaro, utilizó el pasadizo que se abría en Aorno, en Tesprótide. Cantando, acompañado por su lira, se las apañó para lograr que el barquero Caronte le permitiera cruzar el lago Estigia sin estar muerto. También logró que el Can Cerbero, perro guardián de tres cabezas que impedía el paso de los vivos al mundo de los muertos, se apiadase y le permitiera atravesar las puertas del infierno. Su voz y su música eran tan conmovedoras que los muertos no dudaban en seguirlo a donde iba y los que estaban padeciendo castigos míticos (como Sísifo o Tántalo) durante un tiempo pudieron detener su tormento. Sin cesar de cantar llegó hasta Hades y su esposa Perséfone, quienes le permitieron llevarse a Eurídice con una única condición, que no la mirase hasta que hubieran abandonado el reino de los muertos. Si no lo hacía así perdería para siempre a su amada esposa. Orfeo aceptó y sin volverse a mirar a Eurídice inició el camino de regreso al mundo de los vivos.


El Correo de Andalucía Sábado, 3 de marzo de 2018

Suplemento cultural

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Mitología

A él que ni siquiera era estrictamente griego sino tracio. Serpientes venenosas, viajes imposibles, asesinatos múltiples y terribles, oscuridad en las miradas o desapariciones eternas trufan un relato extraordinario Orfeo y Eurídice.

Él iba delante y ella lo seguía, orientándose por el sonido de la música y de su voz que no cesaba de sonar para no perder el encantamiento que ejercía en el reino de los muertos. Sin embargo (tenía que haber un pero) cuando divisaron la luz de la salida del Tártaro, Orfeo se volvió a mirar a Eurídice (tal vez para comprobar que estaba allí) y provocó su desaparición eterna. No hubo vuelta atrás. Ningún canto le permitió desandar el camino y recuperar por segunda vez a su amada. Si la tristeza de Orfeo, la primera vez que perdió a su amada fue honda, en esta ocasión perdió toda ansia por vivir y desarrolló fobia hacia el resto de mujeres, decidió apartarse de ellas. No les permitiría acercarse a él. Abjuró del culto a Dionisio, fundó una orden religiosa masculina y proclamó el culto al dios Helios, a quien llamó Apolo, al que consideraba el dios más grande de todos. Fuera por la ofensa que le había provocado su abandono o por otro motivo, Dionisio predispuso a las mujeres de Tracia en contra de Orfeo, de sus cantos, sus poemas y sus reuniones religiosas y místicas masculinas, en las que, según se decía, también se practicaban asesinatos rituales y sodomía. Las mujeres llevaron a cabo las órdenes dictadas por el propio Dionisio, eso o que estaban hartas de que sus maridos se pasaran las horas muertas escuchando música y haciendo el frikie con Orfeo. Acompañaron a

Representación de Orfeo. / El Correo

sus esposos hasta el templo de Apolo, que había fundado el oscuro Orfeo. Ellos debían dejar las armas en la entrada, lo que ellas aprovecharon para penetrar en el templo y matar a sus esposos y a Orfeo, a quien además despedazaron, dispersando sus trozos por los bosques cercanos. La cabeza del poeta no cesaba de cantar, ni cuando la separaron de su cuerpo, así que le pusieron la lira por peineta y lanzaron su cabeza al río Hebro. Así, sin dejar de cantar llegó la cabeza hasta el mar y después hasta la isla de Lesbos. Por supuestos estas mujeres tracias fueron castigadas por los dioses (a pesar de obedecer órdenes de otro dios), fueron convertidas en encinas y enraizadas sin poderse mover. Los tracios que sobrevivieron a la masacre decidieron tatuar a sus esposas para advertirlas contra el asesinato de sacerdotes (y maridos). Cuando la cabeza de Orfeo llegó a la isla de Lesbos fue recogida y puesta en una cueva consagrada a Dionisio en Antisa. Allí se dedicó a profetizar y lanzar oráculos mañana, tarde y noche, mientras penaba llamando a su amada Eurídice. Tanto y tan bien predecía sucesos, que la fama de su cabeza comenzó a hacer sombra al oráculo de Delfos, por lo que Apolo, molesto (y desagradecido) le ordenó que se callase. Desde entonces su cabeza guarda silencio, pero su alma sigue llamando en silencio a Eurídice que lo espera en el Tártaro. ~


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