Aladar nº 157

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Sábado, 18 de noviembre de 2017 Nº 157 @aladar_cultura

Nos gusta el jazz Madrid se convierte en un destino más que apetecible para los amantes del jazz. El Festival Internacional de Jazz de Madrid se consolida como una alternativa extraordinaria

Entrevista al compositor Cristóbal Halffter

Diez artistas audiovisuales de los ‘80 y ‘90


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Música

El Festival de Jazz sigue adelante. Si se caracteriza por algo este evento es, precisamente, por eso. No falta casi de nada. Es tal la inmensa oferta que realizan los organizadores que se convierte en un compromiso abrumador y, a veces, algo frustrante. El poder de la

Jazz, jazz & more jazz Gabriel Ramírez Lozano {El frío se ha ido instalando en Madrid sin hacer demasiado ruido. La falta de lluvias invita a pensar que eso del otoño es una ilusión y que nunca llegará, que ya no existe. El paseo por Madrid en busca de buen jazz es agradable. Caminar por cualquier lugar en el que va a pasar algo importante, en compañía de un hijo, de un buen amigo; por qué no, en soledad; es siempre una experiencia. Caminar sabiendo que el final del camino estará en esa frontera que fija la música respecto al resto del universo, produce cierta emoción. Los conciertos de jazz siempre provocan sensación de exclusividad, lo que se escucha no se repetirá jamás, nunca jamás. El Festival Internacional de Jazz de Madrid continúa.

Ron CarterGolden Striker Trio. / Foto cortesía del Festival Internacional de Jazz de Madrid

Ron Carter- Golden Striker Trio Reconozco que siento especial debilidad por Ron Carter. Pero creo que no exagero cuando afirmo que es uno de los mejores contrabajistas de jazz de todos los tiempos. Ni lo hago cuando digo que, actualmente, no hay más de cinco contrabajistas que estén a su nivel. En cualquier caso, y no exagero, el concierto que se ha disfrutado dentro de la programación del Festival Internacional de Jazz de Madrid, fue estupendo. Carter llegaba acompañado del guitarrista Russell Malone. Ya lo hizo, por ejemplo, cuando se subió al escenario del Teatro Real de Madrid en marzo de 2006. Tengo que decir que con Russell Malone tengo un problema que no deja de ser una injusticia. Malone es un guitarrista de enorme categoría. Está anclado a lo más clásico del jazz y defiende su postura con uñas y dientes. Es capaz de sacar sonidos de su guitarra consiguiendo un swing sobresaliente. Todo eso es verdad, pero es guitarrista, estamos en España, y el que escribe ha tenido la enorme fortuna de escuchar a guitarristas como, por ejemplo, Paco de Lucía. Y eso es algo que te impide ser generoso con otros músicos. Para no ser más injusto de la cuenta, he de decir que la versión que Malone hizo de Over the rainbow fue emocionante, profunda y, si me apuran, conmovedora. La música que hace Malone recuerda muchísimo a la Wes Montgomery, algo que ya dice mucho y

bueno. Y añado que estuvo a una altura que no se puede criticar en ningún caso. Pero Malone no es Paco de Lucía. También acompañaba a Carter el pianista Donald Vega. Un buen músico que entiende bien lo que quiere hacer Carter y eso es muy importante. Este músico conoce los estándares y los maneja con mucha solvencia. Buen compañero de viaje. Ron Carter siempre ha dicho que uno de sus temas preferidos es My funny Valentine y esta pieza sonó en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Podría hablar de Love for sale o de Eddies Theme; podría referirme a la habilidad y delicadeza

La propuesta de Bill Frisell es deliciosa, apasionante y todo un reto

de Carter para coquetear con una suite de Bach en un magnífico solo, pero My funny Valentine fue la pieza que sirvió para que el trío (sin batería, por cierto, un aspecto a tener en cuenta para entender lo que intenta Carter) dejase constancia de una música que, a pesar de instalarse en lo que algunos defienden como puridad, alcanzan unas cotas de modernidad envidiables. Un detalle importante. Este concierto se ha disfrutado un viernes. Tengo por costumbre invitar a uno de mis hijos. Al día siguiente no tiene clase. Me acompaña los viernes y los sábados por la misma razón. Le encantó el concierto. Tiene trece años y comienza a saber de qué va esto del jazz. Hoy, cuando el jazz no interesa demasiado a los jóvenes, que Carter, Malone y Vega, enamoren a un chaval tan jovencito es un dato

más que sorprendente. Aunque no es extraño puesto que ante la elegancia del swing exacto no hay nadie que pueda resistirse. Bill Frisell Music for Strings Confieso que no sé si el concierto de este cuarteto de cuerda obliga a plantearme algo tan sencillo como es si la idea que tengo de lo que es jazz se ha quedado anticuada, si no estoy sabiendo entender la vanguardia o los experimentos musicales que me presentan como una parte más de la música que más me apasiona. No lo sé, ya no creo que sepa definir el jazz actual. Pero lo que sí tengo claro es que la propuesta de Bill Frisell es deliciosa, apasionante y todo un reto. Nos invita a un viaje que recorre desde el country y alguna forma de música popular con claras reminiscencias folclóricas (The Pioneers es la pieza más pegada a este registro; luz a


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Música

ubicuidad no nos ha tocado de momento. Los artistas van apareciendo en los distintos escenarios elegidos para ello y van dejando posos de distintas intensidades, más o menos profundos. Elegimos lo que nos ha parecido más interesante de la programación: un raudales en forma de fusas y corcheas) a territorios en los que el bebop ordenaba una forma de entender el jazz. Nos lleva de una versión, preciosa y muy cercana al gusto del gran público, de What the world needs now is love a piezas algo más exigentes aunque toda una demostración de buen gusto y original relectura de una partitura como es la versión de Saint and Angels, del guitarrista Jon Damian. Bill Frisell, con su guitarra, deja claro que su experiencia pesa más que cualquier otra cosa. Sin brillar de forma especial factura un concierto lleno de buen gusto. Los que destacan de forma especial son el violonchelista Hank Roberts y la violinista Jenny Scheinman. Él logra sostener el ritmo en cada pieza con un despliegue técnico y un sentido musical soberbio (¡cómo se enrosca con el instrumento con brazos y piernas mientras toca; como si se abrazase a la almohada al dormir!) y ella abre el abanico del virtuosismo en busca de sentido para dejar momentos que están al alcance de muy pocos músicos. Eyvind Kang, con la viola, pasa más desapercibido. Otro concierto que ha provocado que mi joven acompañante haya decidido no quitarse durante un tiempo la camiseta que le regaló Luis Martín, director artístico del festival. Una prenda con la que se luce el logo del festival y ese primer amor a una forma de hacer música.

Dee Dee Bridgewater. / Foto cortesía del Festival Internacional de Jazz de Madrid

Medeski’s Mad Skillet Si por algo se está caracterizando el Festival Internacional de Jazz de Madrid es por el esfuerzo de la organización para que todo tipo de jazz suene en los escenarios. Algunas de esas formas de entender el jazz no tienen un hueco definido y, me temo, que algunos ya no sabemos cómo llamarlas. John Medeski es un pianista y organista de los de raza. Sabe lo que hace, sabe lo que quiere y, lo más importante, sabe cómo hacerlo en compañía de otros. La psicodelia fue la gran protagonista de un concierto que buscaba, al mismo tiempo en el blues, una forma de mostrar el jazz de Nueva Orleans. Original, divertido, sin olvidar que las raíces del jazz arrastran al que lo ama a lugares comunes que se enmascaran en partituras con fisonomías aparentemente distintas, aunque sólo en la superficie. Las raíces son comunes. La música que John Medeski hace junto a su banda Mad Skillet, tiene mucho de rock y de rhythm & blues, cosa que, por otra parte, es bastante más normal en el jazz actual de lo que se podría llegar a pensar. Pero se le puede sumar el groove en sus dos acepciones más frecuentes porque la base rítmica está en constante diálogo consigo misma y el sonido parece un motor inagotable de ritmo que invita, por

lo menos, a mover los pies de forma nerviosa. Si el concierto de Medeski se hubiera hecho en un recinto adecuado para ello, el público no hubiera dejado de bailar. Acompañaban a Medeski, que dejó claro que su fraseo, tanto al piano como sentado frente a su Hammond no se adorna con alardes vacíos; Will Bernard, un guitarrista muy completo que atacaba cada tema desde territorios en principio algo extraños que se desarrollaban con una finura y una contundencia poco habituales; Kirk Joseph con su tuba que demostró ser un músico con forma de cheque en blanco extendido al portador; y el baterista Julian Addison que estuvo francamente bien sin abusar de alardes excesivos.

Carátula del álbum ‘Memphis… Yes, I’m Ready’. / El Correo

Fred Hersch Trio

Dee Dee Bridgewater & The Memphis Soulphony Dee Dee Bridgewater es una especie de terremoto cuando se pone a cantar. Porque canta, interpela al

público, se mueve por el escenario provocando a todo el que se deja… Y se convierte en un explosivo que estalla allí, a tu lado, sin concesiones. Dee Dee pone todo perdido de ritmo, de ganas de disfrutar de eso que tantas veces ha movido el mundo a un son o a otro. El soul invadía el Festival de Jazz de Madrid. Las versiones de esta cantante que se recogen en el álbum «Memphis… Yes, I’m Ready» comenzaban a sonar haciendo que el público se pusiera a la altura de lo que pedía la cantante. Había que ver la platea cuando sonaba Don’t be cruel. Durante el concierto, la señora Bridgewater dejó claro que el homenaje a su tierra natal y la música con la creció, se enamoró o fracasó, era absoluto. Gustó mucho una versión de Who Am I Treated So Bad? en la que la cantante se hizo acompañar por Monet Owens y Shontelle Norman, dos jóvenes que acompañan buceando en los sentimientos para decir las cosas de modo que no puedan existir dudas sobre lo que se siente al interiorizar una canción. Los componentes de la banda eran un lujo para Dee Dee Bridgewater y para el público. Músicos que parecían vestir blues. Frente al Hammond y los teclados Farindell ‘Dell’ Smith (un músico con experiencia sobrada y con un swing espectacular), con el bajo Barry Campbell, a la guitarra Charlton Johnson (la mano derecha de este hombre parece convertirse en un garfio al tocar aunque es capaz de hacer contestar a la señora Bridgewater con una claridad sorprendente desde una postura imposible), en la batería Carlos Sargent, con la trompeta Curtis Pulliam y Bryant Lockhart con el saxo entra las manos. Y un repertorio infalible. Una muestra: Burnt biscuits, Going down slow, Giving up, B.A.B.Y. o Purple rain, por ejemplo. A eso no hay quien se resista. Dee Dee Bridgewater es una de esas artistas que elevan el empaque de una programación, un valor seguro para los organizadores y para los que van a pagar una entrada. Porque, entre otras cosas, ama la música y provoca que los demás también lo hagan. Si algún día ven un cartel anunciando un concierto de esta mujer, ya saben lo que tienen que hacer.

Medeski’s Mad Skillet. / Fotografía © Carly Jo Morgan

Fred Hersch es un pianista y compositor que deja patente en cada tema una enorme sensibilidad, ideas nuevas y atractivas, un gran oficio. Con él sobre el escenario, esa discusión tan estéril sobre si las nuevas piezas o el estándar de siempre son mejores o peores, se queda, definitivamente, vieja. La labor cuidadosa, casi romántica, que realiza Hersch es suficiente para que el afi-


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Música soberbio concierto de Ron Carter acompañado de Russell Malone y Donald Vega; el de Bill Frisell; otro alucinante (literal) de Medeski’s Mad Skillet; el de la siempre apabullante Dee Dee Bridgewater; y, por último, el de un sensacional Fred Hersch Fred Hersch. / Foto cortesía del Festival Internacional de Jazz de Madrid

cionado se olvide de todo durante el tiempo que está tocando su piano junto al contrabajista John Hebert y el baterista Eric McPherson. La música de Fred Hersch se sostiene sobre las cosas pequeñas, intensas, sutiles; sobre los silencios que en música hacen relevante lo que escuchamos. Y eso provoca que el clima en la sala de conciertos sea cálido, íntimo, casi familiar. Suena cada línea improvisada y la recibimos envuelta en una sensible forma de trabajar que nos hace pensar en el jazz como uno de los grandes

Dee Dee Bridgewater es una de esas artistas que elevan el empaque de la programación logros del ser humano. Por si era poco, el directo de Hersch apasiona en el patio de butacas. Cuando un músico echa toda la carne en el asador, cuando la entrega es verdadera y el resultado alcanza cotas de calidad tan altas, el público se queda, primero boquiabierto, más tarde emocionado y por último se entrega sin reservas al reconocer la labor del artista. Tal vez, el trío sea la formación

Bill Frisell Music for Strings. / Foto cortesía del Festival Internacional de Jazz de Madrid.

que mejor va al estilo que despliega Hersch, con el que mejor desarrolla su concepto musical. El diálogo entre instrumentos fluyó deliciosamente. El casi desdén de John Hebert al arrancar notas del contrabajo (es curioso cómo busca con la mirada el lugar exacto del mástil del que sacará la primera nota al improvisar, siempre al límite del tiempo, siempre pareciendo llegar tarde) y su singular swing; y la búsqueda de sonidos muy ancestrales por parte del baterista; contrastan con lo que hace Hersch. Las emociones se multiplicaron y se escuchó al pianista mientras revoloteaba el jazz de siempre sobre cada línea armónica. Bill Evans, Keith Jarrett o Thelonious Monk, se dejaban ver por allí aunque filtrados por la fuerte y, al mismo tiempo, sedosa personalidad musical del pianista. Y el sonido del jazz aparecía teñido, del mismo modo, por la música clásica. Sobre todo en la pieza que interpretó en solitario. Las resonancias de esas piezas de la época romántica abiertas a todo tipo de improvisación, eran absolutas. No puedo terminar sin hacer referencia a la calidad humana de este hombre. Su activismo y colaboración con asociaciones contra el SIDA y colectivos homosexuales, es tan enorme como importante. ~


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Atelier de músicas

Tras un problema de salud, Cristóbal Hallfter trabaja en su próxima obra «con la misma intensidad que si tuviera 20 años». Dos recientes obras orquestales estrenadas hablan de la inagotable inventiva del gran compositor madrileño COMPOSITOR

CRISTÓBAL HALFFTER

«No creo que la cultura española oficial me deba nada» Ismael G. Cabral {La mejor noticia que lega esta entrevista es la de que Cristóbal Halffter (Madrid, 1930) ha retomado con escrupulosa dedicación los pentagramas. El compositor, que recientemente ha estrenado dos imponentes obras orquestales –Alucinaciones (con la Orquesta de Basilea) y Contrastes (con la de Castilla y León)–, deja así atrás el grave problema de salud que le mantuvo apartado de la escritura durante buena parte de 2016 y 2017. Junto con Luis de Pablo, Cristóbal Halffter representa un episodio de capital importancia para la música española en los siglos XX y XXI. –Cuando escuchaba su más reciente creación, Alucinaciones, reflexionaba sobre esa vuelta al pasado que algunos compositores hoy reivindican. Sin embargo, usted lleva haciendo, esto muchos años. Porque Alucinaciones, sin dejar de ser una obra cien por cien contemporánea en todos los sentidos, mira al pasado, a Marin Marais en este caso. ¿Presente y pasado se retroalimentan? –Hay un término que hoy se utiliza con frecuencia, borrowing, que intenta resumir una práctica compositiva que consiste en sobreponer o yuxtaponer músicas de diferentes épocas con sonoridades nacidas del pensamiento actual, cosa que he hecho con alguna frecuencia antes de saber que existía una definición de esta práctica. Mi obra Tiento del primer tono y Batalla Imperial, escrita en 1986 sobre fragmentos de Antonio de Cabezón y Juan Bautista de Cabanilles, es un claro ejemplo de esta forma de creación. En Alucinaciones (2015) he recurrido a Marín Marais por motivos puramente casuales pero que influyeron en mí al recibir el encargo de la Orquesta de Basilea. En ella se funde la música del compositor francés con prácticas compositivas que responden a mí concepto de la música de mí tiempo. –¿Sigue en este momento de su vida una rutina compositiva como ha hecho en el pasado o su escritura obedece más bien a encargos o ideas muy concretas que quiere plasmar? –Ser compositor es una posición tomada ante uno mismo y elegida en libertad ante la sociedad en que se vive, que no pude abandonarse aunque el entorno sea la indiferencia a su tarea, que es mucho más difícil de combatir que la oposición o rechazo social. Dicho lo cual, después de un grave incidente de salud he vuelto a imponer-

me un trabajo disciplinado con la misma ilusión y esperanza de hacer algo válido que he tenido siempre. –Manuel Hidalgo, alumno de su buen amigo Helmut Lachenmann, reconocía hace unas semanas a este Atelier de músicas que ni él su maestro han querido nunca «incomodar» con su música», que «irritar y provocar» ha sido más bien un deseo de ciertas tendencias del arte (plástico) contemporáneo. ¿Qué piensa sobre este asunto? Su obra, en el pasado, suscitó ciertos escándalos y reacciones en contra.

El compositor Cristóbal Halffter, en una reciente imagen de archivo.

«Ser compositor es una tarea que no puede dejarse aunque el entorno sea la indiferencia» «Actualmente, San Juan de la Cruz me ha dado el impulso para iniciar un nuevo Cuarteto» –Creo que componer música, ordenar en el espacio y el tiempo sonidos y silencios es una tarea demasiado seria, comprometida con la tradición cultural a la que se pertenece y a veces dura, que no puede tener como fin irritar o provocar al público, así como tampoco alargarlo frívolamente. Esto se-

ría despreciar su propia dignidad de elegir en libertad su contacto con la belleza de su tiempo. El que un cierto sector del público no encuentre esa «belleza» en algunas obras creadas contemporáneamente, es un elección personal de cada uno, que respeto pero que no debe estar basada en la ignorancia de ese público, sino exclusivamente por el conocimiento de la materia que juzga. –Los compositores jóvenes hablan de que ustedes, los de su generación, lo tuvieron más fácil y se les ha programado mucho. Sin embargo, tengo la sensación que, antes al contrario, su música sí, se ha estrenado más o menos, pero casi nunca se ha repuesto. ¿Siente que la Cultura española y las instituciones le deban algo? –Esta pregunta habría que contestarla desde un estudio sobre la situación del compositor en la sociedad Europea desde finales de la II Guerra Mundial hasta nuestros días. Yo no creo que la «cultura española oficial» y sus instituciones me deba algo. Solamente pienso que con un poco más de atención de estas instituciones a la labor cultural de mi generación, las cosas que hemos hecho algunos durante los últimos años lo hubiésemos podido realizar con más sosiego. Me refiero a la Música y las Artes Plásticas con las que estuvimos presentes en el mundo, pero la mayoría de las veces a título personal.

–¿Ha dado por cerrada su dedicación a la ópera? –Por ahora, sí. Otra cosa es el que podamos volver a ver y oír Don Quijote y se puedan estrenar en España las óperas Lázaro y La novela de ajedrez , que no depende de mí. Las tres fueron representadas en Alemania en versiones escénicas y musicales, de las que guardo un muy grato recuerdo. –¿Cuál es la obra de su catálogo que más ilusión le haría volver a escuchar en concierto? –Responder a esta pregunta es muy difícil para mí. Quizá, me inclinaría por el Officium Defuntorum. –Muchas veces se ha dicho de Halffter que es un compositor eminentemente orquestal. Sin embargo su colección de Cuartetos de cuerdas parece que le han reconciliado con el ámbito camerístico. ¿Qué le ha llevado a explorarlo en tantas piezas? –Considero el cuarteto de cuerda como la «síntesis» más completa de la música de Occidente, desde el barroco hasta nuestros días. Y dentro de esa síntesis pienso que los 17 cuartetos de Beethoven son su cúspide más alta. Actualmente, San Juan de la Cruz me ha dado el impulso para empezar un nuevo cuarteto dedicado a su figura y su obra. Estoy trabajando en él como cuando tenía 20 años. –Siempre ha sido muy crítico con la educación musical en España, fuente de no pocos problemas de los que padecemos culturalmente hoy, entre ellos el que este país carezca de un festival de música de creación actual de referencia. ¿Ha tirado la toalla ya? –La educación de la sensibilidad del oído, que empieza con los niños en la escuela primaria y que se compone de silencio y de Música, tiene que ocupar un lugar preferente en nuestros sistemas educativos y no se practica en España con el rigor y la atención que merece. Hay muchos españoles últimamente que empiezan a hablar en varios idiomas, muchos más que hace 50 años. Gramaticalmente llegan a un alto nivel, pero, ¿se ha fijado como pronuncian de mal? Esto es debido a la falta de sensibilidad acústica, una educación que tiene que empezar en la enseñanza primaria, y que daría al español medio entrar en el hábito de escuchar buena música y otra cosa importantísima: crear en el individuo la necesidad del silencio. –Usted, que tanto ha hablado a través de su propia obra, de España, de su acervo cultural y que tiene un catálogo de composiciones tan permeable a la cultura de su país, ¿cómo contempla los recientes acontecimientos que se vienen viviendo en Cataluña? – Creo firmemente que la Ley que nos hemos otorgado en el Parlamento, debemos de cumplirla con absoluto rigor y respeto, pues sólo así podemos vivir en libertad. –¿Cómo le gustaría, en el futuro lejano, que se recordara a Cristóbal Halffter? –Como un ser humano que eligió la música y la cultura para con ellas instalarse en la sociedad de su tiempo. ~


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Música

Hablamos de diez artistas audiovisuales tremendos, muchos de los cuales despegaron por aquel entonces, durante los ‘80 y los ‘90, pero que siguen trabajando en un medio que penosamente se ha precarizado aún más a causa de la piratería. El

10 artistas de píldoras (y no tanto) audiovisuales de los ‘80 y ‘90 Daniel González Irala {Parece que todo lo que hoy se hace en la industria del videoclip en Europa tiene una deuda con toda una escuela de realizadores norteamericanos (algunos siguen haciendo cine y series como David Fincher o Spike Jonze) que situaron el audiovisual contemporáneo más allá de sus propios límites. Tratemos de valorar y poner en solfa tanto la técnica stopmotion como la rotoscopia u otras muchas que hoy se realizan digitalmente directamente desde el ordenador de miles de freelancers; algo que anteriormente precisaba del trabajo en formato cine y que, sin este, era impensable. La pieza del videoclip, siempre muy unida a los intereses de las discográficas, más que a las presentaciones de las piezas en festivales, se ha situado habitualmente junto a la necesidad de una gran cantidad de talento visual, sincronizando música y letras con conceptos, así como de energía por parte de sus artífices. Una energía similar a la del rodaje de un cortometraje o spot publicitario, encaminada a vender una canción, LP o CD, por más que estos formatos igualmente, debido a la piratería, hayan quedado algo relegados al ostracismo de iTunes o Spotify, entre tantas otras herramientas virtuales que permiten consumirla a partir de conexiones telefónicas que favorecen siempre a los mismos. Hablamos de artistas anteriores a Napster o Emule, que tuvieron también la fortuna de conocer tiempos mejores. Si bien la música y el concepto visual que el artista o artesano es capaz de sacar de ella, está en constante reinvención en este sentido. Stephen R. Johnson Desaparecido en enero de 2015. A su estupendo currículo como realizador de videoclips, hay que sumar su faceta como animador en plastilina, pintor y escritor. Suyas son piezas como Big time o Sledgehammer (pre-

mio MTV) de Peter Gabriel, habiendo trabajado igualmente para grupos como Talking Heads o Dire Straits. En concreto, el vídeo de Sledgehammer fue pionero allá por 1986 en la utilización de la plastilina para simular objetos reales que simulaban sueños en la cabeza del cantante, consiguiendo esa plasticidad que le daba aquel concepto ahora tan infantil como fugaz. Todavía hoy se utiliza esta técnica manual de stop-motion, siendo el valenciano Pablo Llorens uno de sus más conocidos artífices, sobre todo en el campo del cortometraje. John Landis Nacido en 1950 en Chicago. Este realizador de auténticos blockbusters de los 80 como Superdetective en Hollywood, Top secret o Espías como nosotros, fue el artífice de una pieza musical de treinta minutos de duración en torno al tema Thriller de Michael Jackson, a quién le debió unir alguna amistad. El guion de la pieza hoy pudiera parecernos rudimentario, pero Landis y su productor Quincy Jones fueron osados, en tanto en cuanto, pretendían evocar una atmósfera mejor dotada presupuestariamente que las películas de George Romero. Los niños de aquella época aprenderíamos el significado de la palabra zombi, gracias a esta pieza que nunca terminábamos de ver entera de una sentada. David Fincher El director de Seven, El curioso caso de Benjamin Button o La red social, tiene en su haber unas cuarenta realizaciones audiovisuales en torno a músicos pop. Artistas como Madonna, George Michael, Aerosmith, Johnie Hates Jazz o Billy Idol, han confiado sus canciones a su estilo visual único y donde prima una visión publicitaria del producto final, así como un sentido de las coreografías que, en ocasiones, resulta ser ambiguo, pero no desdibujado, en tanto en cuanto es capaz de sugerir (¿qué es la

música si no?) nuevos e interesantes sentidos a lo que en cada ocasión se canta. Un claro ejemplo es Express yourself del LP Like a prayer. Oskar Fischinger Si hacemos arqueología del videoclip y de los rudimentos necesarios para su posterior montaje y post-producción, cabe citar a este pintor y director de cine alemán, sin el que el diseño 3D no sería lo mismo. Desaparecido antes de los 70, dejo para la posteridad el primer videoclip de Money for nothing de Dire Straits, donde un chico demasiado cuadrado junto a un perro no menos extraño, hoy a nuestros ojos, veía actuar en la tele de su salón a la banda en cuestión. Estas primeras imágenes sirvieron para vender el formato CD como pionero frente al

LP de 33 o 45 revoluciones por minuto. Chris Cunningham Británico nacido en 1970, logra una sofisticación mucho más conseguida en cuanto al uso de la animación dentro de la pieza, pero sin duda deudora de aquella. En cine, trabajó en el departamento de efectos especiales de Kubrick y, también, con Fincher. En cuanto a su trabajo para la industria discográfica, se llevó un premio MTV en este apartado por Frozen de Madonna, habiendo trabajado igualmente para Placebo, Björk, Portishead o The Horrors. También resulta ser un consumado, original y diferente, videoartista. Derek Burbidge Supone un claro ejemplo de tesón y trabajo en la época dorada


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videoclip supuso una enorme revolución en la industria musical. Música, letras y la imagen arrolladora, original o melancólica, pasaron a estar unidas de manera indisoluble. Todo cambió con ellos y, luego, todo ha cambiado (casi) sin ellos Una escena de ‘Thiller’, el clip más famoso de todos los tiempos.

del pop. Por su dirección pasaron The Queen, AC/DC o The Police por citar sólo a los más importantes, siendo además un corredor de fondo, que sin salirse de su obsesión por la música, también rueda documentales, el último de los cuales tuvo como protagonista a Bruce Springsteen y se terminó de montar en 2005, a pesar de que era un concierto anterior en treinta años. Steven Barron Irlandés nacido en 1956. Es otra figura que comparte lides cinematográficas con algunos de los autores citados. En el campo del videoclip fue pionero en la utilización de la rotoscopia (consistente en el dibujo animado sobre imagen real que no se ve, que en el caso que nos ocupa (Take on me de A-ha) simulaba la textura de una tiza sobre una pizarra). Otros músicos que han trabajado con él son David Bowie, Dolly Parton, Paul McCartney o Def Leppard. Si, en el caso de Fischinger, la geometría era mucho más importante que el dibujo, en este realizador es todo lo contrario. Spike Jonze Realizador de cuatro films que van de Cómo ser John Malkovich a Her, le sucede como a Cunningham en cuanto a la abstracción del sonido con el que trabaja. Grupos como Sonic Youth o The Breeders configuradores del indie de los 90 por excelencia, así como otros más conocidos como R.E.M., Pavement o Beck, dan debida cuenta no sólo de su evolución como realizador, sino de cómo este tipo de música ha ido ganando en matices, convirtiéndose así en referente. Michel Gondry

Un momento del clip ‘Sledgehammer’ (premio MTV) de Peter Gabriel.

Nacido en Versalles en 1963. Su carrer a como realizador de videoclips comenzó allá por 1987, pero tardó en despegar, empezando con canciones que hasta los 90 no alcanzarían la proyección internacional deseada. Desde entonces le ha dedicado una energía y talento enormes, al menos hasta 2016, en que rodó el tema City lights de The White Stripes. Mark Pellington Natural de Baltimore. Se trata del director de Arlington road (Tim Robbins y Jeff Bridges). Se ve que le gustan los grupos donde la guitarra acústica es importante, predominando versiones sucias o de gran voltaje en cuanto al sonido. INXS, U2, Pearl Jam o Foo Fighters son un ejemplo de ello, un estilo intermedio entre el asociado a Burbidge y el de Spike Jonze. ~


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Literatura

El prostibulario es un género en sí mismo. El burdel de «El roto» mantiene la miseria, la desesperanza, la pobreza vergonzante que hay en el de «La colmena» de Cela, la tragedia y el aislamiento de «La casa verde» de Vargas Llosa. También la decadencia

Putas y latinas Augusto F. Prieto Joaquín Edwards Bello. EL ROTO El roto es uno de los personajes del paisanaje chileno, es el desastrado, el pobre, el miserable, la última clase social, situada por debajo del proletariado urbano y del campesinado pobre. El roto es el hilo conductor de esta novela, el protagonista es un burdel. Su trasfondo, son los sórdidos barrios marginales de la capital, Santiago. Joaquín Edwards se adentró para escribir esta novela en la marginalidad, o mejor dicho, se instaló en la marginalidad por azares de la vida y como consecuencia, o como exorcismo, escribió esta novela. Lo hizo con un profundo sentido moralizante y causó un escándalo con su publicación, que no convenía nada a la sociedad burguesa y biempensante del país, partidaria como pocas de la hipocresía y del mantenimiento de la suciedad bajo la alfombra. Además, el escritor procedía de ese sepulcro blanqueado de próceres, de arraigada estirpe europea, que se sintieron traicionados, heridos, por el retrato que de ellos hace en la periferia de la narración, y que la muestra como una clase parasitaria e insensible. El prostíbulo «La Gloria» es un micromundo de hembras resistentes, jóvenes rateros, y exiliados alcohólicos, que solo intentan sobrevivir y ni aun lo consiguen por completo. Los retratos de las mujeres son entrañables a pesar de la suciedad que las rodea, física y mental. Pero hay un hecho diferencial, que podríamos denominar nacionalismo de lo marginal, una pretensión de espejo deformante de la sociedad chilena, un retrato que quiere ir más allá y se adentra en una tesis revolucionaria. En la búsqueda de una identidad nacional, difícil de consolidar en ese país estrecho, habitado por seculares indios belicosos, criollos descreídos, y remotos inmigrantes europeos. Mario Vargas Llosa. LA CASA VERDE La Casa Verde es la casa de putas de una remota ciudad peruana, atrapada en una lluvia discontinua de arena, en ella moran las habitantas. La Casa Verde es también la selva, en la otra parte del relato, oscura, amenazante. Realidad compuesta de mil matices cambiantes, asfixiante y embrutecedora, dentro de ella hay personas que luchan por sobrevivir a ese territorio fronterizo y salvaje. Hay indios. Para plasmar esas realidades en

Escena de la película que adaptó la novela ‘Memoria de mis putas tristes’. / El Correo

el papel, Mario Vargas Llosa se sirvió de un lenguaje plagado de localismos, una composición fragmentada y una manera de tramarla, que mezcla los parámetros espaciotemporales y altera los transcursos lógicos de los diálogos. Para mostrar la evolución de los personajes, concibió una novela extensa. Logra lo que persigue a costa de sumergir al lector en una selva inextricable de palabras y convierte la lectura en un acto de notable compromiso. Difícil. La novela, que tiene vocación de crear un universo, da la sensación de un rompecabezas inmenso que se va formando poco a poco, y en el que finalmente todas las piezas encajan si la atención y la memoria no han sido vencidas por la fatiga. Para quien esté muy interesado en la obra de Vargas Llosa, en los temas profundos que toca, que tienen que ver con el desamparo y con el drama de las sociedades criollas, puede ser indispensable una segunda lectura. Pasados cincuenta años de su publicación, del premio Rómulo Gallegos que la lanzó al universo literario y consagró a su autor, las

críticas a la densidad de la narración y la innovación excesiva, se disuelven en el mito que conforma el canon de los escritores del llamado boom latinoamericano y es considerada -y seguramente lo es- de una maestría técnica excepcional por la solidez con la que encajan todas sus piezas. Como otras obras coetáneas, «La Casa Verde» actuó como un motor de aceleración en la regeneración de la literatura en español. Juan Carlos Onetti. JUNTACADÁVERES Escribió Vargas Llosa que en las novelas de Juan Carlos Onetti lo más importante es lo que no se cuenta. Eso ocurre en casi todas las buenas novelas. La dificultad es que el lector sepa identificar la cosa; que renuncie a ello, conformándose con una bruma de cripticidad; que no entienda casi nada, o se resigne a disfrutar de los recursos literarios de lo que comprende. Caso excepcional, «Juntacadáveres» participa de todas esos factores. Es una novela compleja, de doble lectura, difícil en su totalidad,

pero que sin embargo deja traslucir –como rumores- el tema, unos sentimientos, una historia, unos personajes, y una composición de lugar. Onetti establece una batalla entre la luz y las tinieblas, entre la libertad y el fanatismo. Defienden los conceptos luminosos los locos, las putas y los chulos; y los oscuros la convencional gente corriente. Dibuja una ciudad metafórica que hará historia en la literatura, recalcitrante, conservadora, oscurantista, y opuesta a la modernidad, en la que penetra como un ariete la carne del burdel: tres putas viejas. El argumento se hace difícil de seguir porque se alternan dos voces narrativas con diferentes intenciones. Pero nos impregna a través de ellas la tristeza, el desasosiego, la ausencia de esperanza de ese poblacho anclado a un río barroso, lejano de la capital, donde cumplir con las normas significa abandonar toda esperanza. El sacerdote representa la intolerancia, los gobernantes la corrupción, los habitantes la hipocresía, el proxeneta Juntacadáveres cierto idealismo romántico, y sus putas la inocencia, en una contradanza cu-


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–condenada al colapso- de «Juntacadáveres», de Onetti. Todo aderezado con un aroma de esperpento valleinclanesco. No está la magia soñadora de las putas tristes de García Márquez, pero tampoco la depravación de la «Marta» de Huysmann yos pasos alteran provocadoramente la moral común. La novela no se puede escapar de un realismo, menos mágico que ocultista. De una veta suramericana de cursos de agua, de sociedades adormecidas, de ferroviarias estaciones desoladas, pueblos quiméricos, y personajes pertinaces. Contrariamente a lo que dicta la buena literatura, nada cambia para los personajes -salvo para Jorge Bergner- que terminan la novela casi como la comenzaron. Como si a pesar de haberse producido un temblor de tierra, una conmoción, no hubiese ocurrido nada. Gabriel García Márquez. MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES Los mejores escritores, los que nos guían en este afanoso camino de la vida, no le temen a nada. Eligen los temas sobre los que trabajan, aportando a cada uno de ellos sus vivencias, los conocimientos adquiridos, y las reflexiones de su experiencia. Se enfrentan a los tabúes, marcando una enseñanza de vida. El amor es un asunto recurrente, pues dicen que mueve el mundo. La prostitución como oficio -los hombres que usan de ella, las mujeres que la padecen- trasciende en ocasiones el mero intercambio remunerado, y ha sido tratada -con sus claroscuros- en obras inmortales como testimonio alternativo a la moral establecida, y de los recursos de la marginalidad para sostener sus penas. Grandes autores han modelado sus matices, interrogándose sobre sus propias situaciones morales, pretendiendo fijar los límites de lo aceptado para cada uno en particular, intentando explicarse a ellos mismos cómo y porqué. Acusándose y defendiéndose, admirando y arrepintiéndose, amando –por qué no- y odiándose Los genios que llegan a viejos nos han transmitido lo que significa envejecer, la tristeza, la ternura, el miedo y la nostalgia de un tiempo mejor, en la desesperanza del futuro. Muchos menos son los que se han atrevido a entrar en las aguas procelosas de los límites de edad que épocas, sociedades, religiones, o geografías, le han marcado al sexo. Aquellos que han trabajado como periodistas concienciados, vocacionales, suelen defender con uñas y dientes su trabajo, de cuyo traje les resulta difícil deshacerse. Al menos esto era así hasta la llegada de esta sociedad intercomunicada que ha desbaratado las jerarquías. Gabriel García Márquez se atreve con todo eso, y con más, en una exquisita novela de madurez, en todos los sentidos. Su manera de escribir es un crisol de razas, herencias y naciones, que destila sabiduría y serenidad. ~


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Literatura Manuel Jesús Roldán se atreve en ‘La Semana Santa de la Transición’ (El Paseo, 2017) con una de las épocas más convulsas de nuestro pasado, dando a la luz un proyecto donde las cofradías conviven con la política y los movimientos sociales de un modo tan pacífico como natural

Memorias de un tiempo icónico Antonio Puente Mayor {Decía el periodista Juan Teba que escribir de Sevilla «equivale por lo general a hacerlo desde la sorda irritación del amante jamás satisfecho», y no le faltaba razón, pues al igual que el personaje de Laureola alimentaba hasta el extremo la pasión de su Leriano en Cárcel de amor –por cierto que la novela de Diego de San Pedro fue impresa por primera vez aquí en 1492– la capital del Guadalquivir es el trasunto perfecto de la veneración incondicional y el amor cortés. No en vano cada siglo surgen infinidad de obras inspiradas en ella, las cuales se suman al ingente repertorio ya existente. A este respecto resulta inevitable nombrar a Tirso de Molina, Miguel de Cervantes y Lope de Vega, amén de otros ilustres como Bécquer, Machado o Cernuda, quienes vieron en la urbe desde una feliz arcadia a un pozo de desengaños. Un catálogo difícil de precisar, pues al drama, la lírica y la ficción hemos de sumar el ensayo en sus múltiples variantes, por no hablar de la historiografía, vehículo imprescindible para entenderla y valorarla. Es precisamente en este apartado donde el aún incipiente siglo XXI nos ha brindado algunos de los más brillantes ejercicios sobre Sevilla, sobresaliendo por méritos propios la figura del profesor Manuel Jesús Roldán Salgueiro, uno de los mejores divulgadores de nuestro patrimonio. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad hispalense y especializado en Historia del Arte, su constante aparición en los medios de comunicación lo han convertido en un rostro popular, posibilitando que sus obras –casi siempre de temática local– lleguen a un amplio número de lectores. Célebres son sus trabajos dedicados a las iglesias y los conventos de Sevilla, así como sus aportaciones en materia de arte en revistas especializadas, si bien la Semana Santa es una de sus grandes debilidades. Heredero de Juan Carrero y miembro de una lúcida generación de autores entregados a la fiesta ritual sevillana (desde Francisco Robles y Juan Miguel Vega a Álvaro Pastor y Rafael Jiménez Sampedro) a Roldán le debemos el acierto de combinar la pedagogía de las aulas –ese espacio donde lleva años impartiendo sabiduría y amor por el conocimiento– con el rigor de la bibliotecas y los archivos, lo-

Manuel Jesús Roldán Salgueiro, autor de ‘La Semana Santa de la Transición’. / Natalia Roldán.

Portada de ‘La Semana Santa de la Transición’. / El Correo

grando que las hermandades nos abran el arca de sus tesoros de un modo natural y accesible. En esta ocasión, y tras relatarnos la Historia de Sevilla en 80 objetos y descubrirnos infinidad de detalles que no aparecían en nuestros libros de Historia del Arte, el polifacético docente se atreve con uno de los períodos clave de la historia de España, aquel que abarca desde el año 1973 a 1982. Una época tan convulsa como apasionante que además de suponer un punto de inflexión para el total de los españoles marcó el devenir de nuestra propia ciudad y, por ende, de la comunidad andaluza. Y es que para hablar con propiedad de cofradías en tiempos de la Transición primero es necesario describir la atmósfera de entonces, y ese es uno de los grandes logros de Manuel Jesús Roldán. En este sentido, además de un libro para cofrades, La Semana Santa de la Transición es una obra ideal para conocer la Sevilla del último tercio del siglo XX, ya que nos ofrece la posibilidad de viajar a aquellos años de una manera tan minuciosa como divertida. Planteada como un «gran cronicón», en palabras del propio autor, sus más de doscientas páginas poseen la curiosa virtud de no ceñirse a ningún género, dejando al lector libertad absoluta para interpretarlas. Ya en los propios encabezados de los capítulos conviven iconos de la época –Picasso, Carrero Blanco– con los hitos de la política y la cultura –el escándalo Watergate, el estreno de El Exorcista–, y todo ello trenzado en los escenarios comunes del aficionado a las cofradías. A modo de ejemplo, el lector podrá sumergirse en la Semana Santa de 1978, aquella de la reapertura del puente de Triana, de la primera salida de Las Aguas desde el Dos de Mayo o de la restauración de la Macarena, al tiempo que rememora la aprobación de la Constitución, la autoproclamación del «papa» Clemente en el Palmar de Troya o los goles de Cardeñosa y Biri-Biri. Un cóctel de lo más sugerente que se complementa con más de cien fotografías –algunas inéditas y de una calidad asombrosa– extraídas de los archivos de Jesús Martín Cartaya, Juan Antonio Rodríguez Vicente o José Manuel Holgado Brenes. En suma, una joya para cofrades y enamorados de la historia con el sello de David González y su editorial El Paseo. ~


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Libros

Uno de los pesos pesados de la novela negrocriminal en España regresa con una nueva historia de su personaje Lascano. Lleva por título ‘El hilo de sangre’ y ve la luz, como las anteriores, en Siruela Recomendaciones

ENSAYO

Dino Buzzati / Los indómitos de la montaña / Gallo Negro

Un autor de prosa muy elevada

ERNESTO MALLO

«En literatura, la comodidad se paga muy cara» Alejandro Luque {Es, por derecho propio, uno de los grandes del panorama actual de la novela negrocriminal en español. Ernesto Mallo (La Plata, 1948) lleva mucho tiempo demostrando que calidad y productividad no están reñidas, especialmente con su saga del comisario Lascano, compuesta por novelas como Crimen en el Barrio del Once, El policía descalzo de la plaza de San Martín, La conspiración de los mediocres o Los hombres te han hecho mal . A esta nómina viene a sumarse ahora El hilo de sangre, publicada una vez más por Siruela. «Esta novela incorpora un elemento que no estaba en las otras, la intriga», adelanta. «Lascano va en busca de la verdad, y la va a encontrar en la última página». En esta entrega, el comisario ha recuperado el amor de Eva y se ha jubilado en la policía. Su vida se ha vuelto previsible y tranquila. Pero cuando un criminal dice saber quién asesinó a los padres de Lascano cuando este era un niño, el policía se embarca en una obsesiva persecución entre Buenos Aires y Barcelona para despejar la incógnita que lo ha acompañado toda su vida. «Es el caso de su vida», asevera Mallo. «Lascano tenía diez años cuando asesinaron a sus padres, ha sepultado toda su vida este asunto, pero

cuando tiene ese encuentro todo estalla como un volcán en erupción. Y contra toda reflexión, toda sensatez y toda prudencia, se embarca en busca del asesino poniendo en riesgo su vida», agrega. Lo cierto es que el estilo de Mallo se funda sobre la idea de no repetirse a sí mismo, de buscar siempre una nueva vuelta de tuerca, un más difícil todavía. «Siempre he dicho que, en li-

El escritor Ernesto Mallo./ El Correo

«Soy enemigo acérrimo del final abierto. Todos los hilos tienen que cerrar» «A veces estoy en una fiesta y pienso, ¡qué ganas de estar en casa escribiendo!» teratura, la comodidad se paga muy cara», comenta. «Destruimos el planeta para estar más cómodos, para tener frío en verano y calor en invierno. Pero yo, cuando escribo, busco situaciones que me incomoden, y de paso le traslado esa incomodidad también al lector. El reto es que todos los elementos cierren, que no queden cabos sueltos. Yo soy enemigo acérrimo del

final abierto: todos los hilos tienen que cerrar de forma coherente y eficaz. Eso es lo más difícil, lograr que el mecanismo se ajuste». Sobre su ya veterana relación con el Perro Lascano, explica que «mi relación con él es una relación como de amigos que se respetan. A veces coincide con mi foram de ver las cosas, otras difiere, es un viejo conocido. Incluso en esta novela me permito hacer un cameo», confiesa con humor. Por otro lado, se le plantea al escritor la posibilidad de entrever en el drama de Lascano una metáfora de los argentinos que en las últimas décadas buscaron a los asesinos de sus padres, casi siempre uniformados. Él medita: «Es muy interesante, no lo había pensado. Es algo que siempre me maravilla, que mis lectores descubran cosas en las que yo no he reparado. La búsqueda de la verdad es, en efecto, algo muy importante en Argentina. El problema es que a veces te la encuentras». Para terminar, acerca de su famosa fecundidad literaria, Ernesto Mallo afirma: «Me gusta mucho escribir, eso es todo. A veces estoy en una fiesta y pienso, ¡qué ganas de estar en casa escribiendo! Siempre digo que yo no trabajo, me divierto. Mientras tenga cabeza y ganas, seguiré en esta línea», apostilla. ~

A. Luque {Ve la luz en Gallo Nero esta traducción de los textos sobre montañismo de Dino Buzzati, versión abreviada del original italiano y traducida por la siempre confiable Amelia Pérez de Villar, como hizo antes con sus crónicas del Giro de Italia. Un Buzzati en el que predomina el periodista sobre el escritor, dado que la procedencia del contenido es mayoritariamente la prensa diaria, sobre todo el Corriere della sera, lo que no supone ningún menoscabo en cuanto a calidad e intensidad: el bellunese nunca disimulaba su pasión por la materia sobre la cual escribía, y esa pasión viene siempre reflejada en una prosa –nunca mejor dicho– elevada. ¿Qué es la montaña para Buzzati? Para empezar, grandes aventuras, pura leyenda. Como todos los deportes, éste también tiene su devocionario de nombres que se repiten de generación en generación, su memoria de hazañas asombrosas. De todos ellos escribe Buzzati con admiración, pero sobre todo con cercanía. Porque él los ha conocido a todos, los ha tratado de cerca y ha oído sus historias muchas veces. La montaña es para Buzzati el gran desafío, la prueba suprema de la capacidad de superación del ser humano frente a las monstruosas fuerzas de la naturaleza. Pero también tiene para él un componente nacionalista fundamental. Sin ignorar las proezas de ingleses, franceses y alemanes, siente que la Italia salida de la posguerra, impulsada por una antiquísima tradición, está preparada para escribir su propia página en la historia dorada del alpinismo. En todo caso, y a apesar de ciertas truculentas experiencias, Buzzati nos convence de que siempre vale la pena el riesgo. ~


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Recuerdos del siglo XX Juan José García de Vinuesa, Demetrio de los Ríos, Antonio Halcón y Vinent y José Hernández Díaz, fueron grandes sevillanos con páginas negras en la historia de la ciudad

Grandes pérdidas patrimoniales

Fachada del Ayuntamiento antes y después (1868-1878).

Nicolás Salas {Cuatro grandes hombres de la política y la cultura sevillana entre 1860 y 1970, tienen, sin embargo, páginas negras en sus brillantes biografías. Fueron estos personajes, los alcaldes Juan José García de Vinuesa (1859-1865), Antonio Halcón y Vinent, conde de Halcón (1909-1913) y José Hernández Díaz (1963-1966), junto al arquitecto y arqueólogo Demetrio de los Ríos (1868-1878). Juan José García de Vinuesa (Sevilla, 1816?-1865), fue el responsable del derribo de la mayoría de las puertas de la ciudad, algunas de ellas joyas arquitectónicas que pudieron ser mantenidas, como la mayor parte de la muralla almohade también abandonada hasta arruinarse. Antonio Halcón y Vinent, conde de Halcón (Sevilla, 1865-1963), tiene en su debe haber sido el alcalde que derribó el acueducto de los Caños de Carmona en 1912, una reliquia almohade datada en 1171, de la que sólo restan tres pequeños lienzos en la Puerta de Carmona y al final de la calle Luis Montoto, en Ranilla. José Hernández Díaz (Sevilla, 1906-1998) fue el alcalde que, en unión de Antonio Sancho Corbacho, capitular de Cultura, y Rodrigo Medina Benjumea, capitular de Urbanismo, autorizaron la destrucción de casi todos los edificios de la plaza del Duque, entre ellos las casas palacios de Cavaleris, del conde de las Torres de Sánchez-Dalp y del marqués de Palomares (Almacenes del Duque). Un auténtico «crimen arquitectónico». Demetrio de los Ríos (Baena, Córdoba, 1827-Sevilla, 1892), realizó entre 1868-1878 la polé-

Puerta Real, una de las derribada en 1864.

Acueducto de los Caños de Carmona (1171-1912).

mica reforma que destruyó la fachada renacentista proyectada en 1527 por Diego de Riaño, con arcadas y logia. La primera imagen del Ayuntamiento, custodiada en el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, muestra cómo era la primitiva fachada Este del Ayuntamiento tal como fue realizada por Diego de Riaño (1527-1534) y continuada por Juan Sánchez (1535-1560), Hernán Ruiz II (1561-1569) y Benve-

nuto Tortello (1569-1571). Puede verse en este precioso grabado el trazado primitivo con las dobles arcadas del cuerpo central de la fachada. La segunda fotografía fue captada a principios del siglo XX por Juan Barrera Gómez, y puede verse la fachada Este reformada a partir de 1868 y finalizada en 1878, por Demetrio de los Ríos, reforma que provocó airadas polémicas por la pérdida de la fábrica primitiva. ~

Tres casas palacios de la plaza del Duque, destruidas.


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