Sábado, 5 de mayo de 2018 Nº 175 @aladar_cultura
Adolf Loos o la simplificación de la vida El trabajo del arquitecto austriaco en busca de eliminar tareas inútiles se expone y se puede disfrutar
Vuelven las películas imprescindibles de Aladar
Entrevista al percusionista Carlos Cansino
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Suplemento cultural
El Correo de Andalucía Sábado, 5 de mayo de 2018
Arte El periodo que separó las dos guerras mundiales vio cómo se alteraban las clases sociales, se modificaba la sociedad y se revolucionaba la técnica. La vida se simplificó. Adolf Loos trabajó para liberar a la humanidad de trabajos inútiles; fue un revolucionario, autodidacta pero capaz de pergeñar sus ideas en el centro del poder Augusto F. Prieto {Hay una obra que se presenta en esta exposición en dibujo, maqueta y recreación virtual, y que resume perfectamente el mensaje que quiere transmitir la muestra, y cuál era el espíritu de Adolf Loos, arquitecto, interiorista, decorador, precursor de la modernidad y proyectista de los espacios habitables tal y como los concebimos ahora, en el siglo XXI. Ese edificio es la villa diseñada en 1927 para la bailarina Joséphine Baker en la Avenue Bugeaud de París. Una edificación de líneas simples y volúmenes discretos, donde la única decoración está representada por el rayado horizontal que recorre las fachadas, y le da un aire exótico que nos remite a los palacios de la ciudad vieja del Cairo. El interior es una declaración de principios. Una distribución racionalista, con los espacios que requiere la vida moderna: cochera, servicios sanitarios, salas de recepción, y hasta un pequeño café. El centro de la casa lo ocupa una piscina iluminada por una vidriera cenital, a la que se accede desde la planta privada de la bailarina, pero cuyo interior se puede atisbar desde el piso inferior a través de unos grandes muros de vidrio que la convierten en un acuario. La reverberación de la luz en el agua llenaría pues el interior de una residencia –que no llegó a construirse– concebida para las necesidades específicas del comitente: un espacio público-privado, lugar para la vida y la intimidad, pero también para el ocio social y el exhibicionismo. Un ambiente voyeurista y libertino, encubierto bajo una fachada-telón, para el que se disponen todos los adelantos que la técnica podía avanzar en ese momento. Una escenografía en la que las ventanas y los huecos se conciben para mirar hacia dentro en vez de abrirse al exterior, como si fuera un moderno harén. Un santuario. Porque para Loos el exterior nunca debe revelar el interior. Esa creación de espacios específicamente adecuados para cada ocasión, incluso diferenciados para cada uno de los sexos, y definitivamente modernos, en cuanto que deconstruyen el imaginario de lo que había sido la decoración de interiores hasta el siglo XIX, se percibe también en las fotografías del dormitorio de Lina Loos, la esposa del arquitecto, publicadas en la revista Kunst en 1904, que está diseñado para crear un ambiente muelle, mórbido, aislado y sensual, completamente tapizado de peluche, del que desaparecen los ángulos y donde todo se difumina. Pero quizás la imagen icónica
Una vida nueva
Para Adolf Loos el exterior nunca debe revelar el interior
Edificio Goldman & Salatsch –la Looshaus- de Viena. / El Correo
Villa diseñada en 1927 para la bailarina Joséphine Baker en la Avenue Bugeaud de París.
Rascacielos para el Chicago Tribune en Chicago.
por el ayuntamiento ante lo polémico de su planteamiento. Pues bien, ahí está todo lo que fue Adolf Loos: un revolucionario, autodidacta pero capaz de pergeñar sus ideas en el centro del poder, en un imperio que se deshilvanaba –el mismo de El hombre sin atributos de Musil– Llegado desde la periférica Moravia para ponerse al servicio de los mecenas de una ciudad –Viena– donde Sigmund Freud, Otto Bauer, Gustav Klimt y Joseph Hoffman estaban cambiando el mundo. Él los adelantaría en su carrera, convirtiéndose en el padre de la desornamentación y del racionalismo. La muestra nos inicia en la ola rupturista que supuso la arquitectura visionaria de Otto Wagner, con su gran salto hacia adelante en la creación de la ciudad nueva, y transcurre después a través de los proyectos de Loos, centrándose en la manera en cómo esos edificios, erigidos ya de una manera plenamente racional, se amueblan, se visten por dentro con materiales, mobiliario y fórmulas pensadas para hacer la vida diaria más cómoda y más sencilla, tanto
que todos retenemos sea la del edificio Goldman & Salatsch –la Looshaus– por lo significativo de su emplazamiento frente al palacio de los Habsburgo, en Viena, y por lo concreto de su resolución, desprovista de ornamentos. Las plantas inferiores están dedicadas al comercio, sólidamente significado por los paramentos en mármol cipollino de Eubea, y las superiores desvanecidas en blanco, y apenas puntuadas por la secuencia de balcones, son residenciales. Hemos de recordar que las obras de esa construcción, que hoy es un emblema de la capital austriaca, fueron interrumpidas en su día
en la intimidad familiar, como en el establecimiento comercial, o en el café público. No todos los objetos fueron diseñados por el artista, muchos de ellos eran –y son todavía– muebles que se convirtieron en clásicos por su cómoda funcionalidad, como los Chippendale, Chesterfield, o Thonet, enseñándonos cómo algo que no se puede mejorar no debe de ser retocado. Destacan por lo curiosos el rascacielos con forma de columna dórica de mármol negro que diseñó para la sede del Chicago Tribune, el Gran Hotel Babilonia de Niza, cuyo diseño triunfó en el Salón de Otoño; y el apabullante ayuntamiento para la Ciudad de Méjico, una estructura de pirámide truncada y escalonada, inspirada en la arquitectura precolombina, que nos sitúa en una estilosa distopía al estilo de Blade Runner. Si la exhibición es bien interesante, el catálogo publicado para la ocasión por la Fundación La Caixa y el Museo del Diseño de Barcelona, se constituye en un viaje apasionante a la génesis de nuestro concepto actual de instalación, residencia y privacidad. ~
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Tribuna
Ser inteligente está bien visto en la sociedad actual. Da lustre a la persona y nadie pone en duda las bondades de algo así. Pero lo que más se cotiza en sociedad es ganar dinero. El dinero lo mueve todo. Desgraciadamente, es motor universal. Esto hace que en la periferia se encuentren cosas que deberían tener espacios reservados de primera categoría
En la periferia
Gabriel Ramírez {Ser millonario es algo envidiado aunque el poseedor de la fortuna sea más tonto que pichote al mismo tiempo. Ser brillante utilizando el pensamiento y vivir con lo puesto es una cosa muy romántica que nadie quiere para sí mismo o para los hijos. Posiblemente sea esto lo que genera que nuestras sociedades sean un paraíso para los mediocres; mediocres que miran con carita de pena a los brillantes, a los que dejan seguir a lo suyo mientras no metan las narices en sus cosas (como si fueran la mascota o algo así) porque si lo hacen, si además de ser inteligentes, quieren ganar dinero, el peligro es absoluto y esa masa de normaduchos sabe bien cómo acabar con todo lo que ponga en riesgo su fortuna. Aquí se viene a ganar dinero como a la guerra se va a morir. El resto es accesorio y prescindible. De hecho, las familias se esfuerzan para que los hijos estudien lo que puede ser rentable; los estudios dejaron de ser una fuente de conocimiento para ser la preparación técnica en forma de inversión. Una inversión de futuro. Porque, todo hay que decirlo, muchos mediocres tienen estudios superiores (eso sí, de lo más rentables). Pero, por supuesto, se han colocado en la periferia cosas que tienen (a causa de todo esto) una importancia menor cuando deberían ser vitales. Por ejemplo, el individuo. Sí, estamos en la periferia; usted y yo lo estamos; no crean que solo lo están los negritos del África septentrional. Eso de ser buena persona cuenta, pero
menos. Es más, lo de ser persona a secas cuenta, pero menos. Lo que queremos es que, por ejemplo, los jóvenes sean competitivos. Sobre todo competitivos; jóvenes capaces de comerse el mundo sea como sea. Si prestan atención a esas conversaciones tan reiterativas que tenemos entre los padres acerca de los hijos, comprobarán que el que dice lo que quiero, lo más importante, es que mi hijo sea buena persona, lo hace tras contar que el chico ha suspendido, está desorientado y se dedica a la vida contemplativa. Eso de ser buenas personas parece quedar reservado a los poseedores de expedientes académicos flojitos. Viendo –los padres desesperados– que la fortuna está perdida, lo mejor es echar mano de esa bondad que sirve para un roto o para un descosido, para consuelo de padres y madres que evitarán reuniones en las que se repasen los futuros de niños y jóvenes. Un muchacho que es un mamarracho, un maleducado, que dispensa un trato a los demás muy alejado a lo que entendemos por cortés; puede ser perdonado si su expediente académico es extraordinario. Va a ser rentable, no va a tener escrúpulos, si no es brillante en el trabajo será igual porque un expediente académico lo protege. Y es que, actualmente, existe una tendencia casi ridícula a confundir expediente académico con cultura. Ser inteligente no requiere ser culto. Ser culto requiere una inteligencia activa (mayor o menor, pero activa). Y, lo que es peor, se suele confundir un notable o un sobresa-
Cuando en un país como el nuestro el tiempo de escuchar música clásica se reduce al trayecto del ascensor entre la planta 12 a la 52 (allí espera una estupenda oficina), malo. / El Correo
liente en química molecular con una cultura aplastante. Gran error. Podría coincidir que el sujeto que obtiene una alta calificación en estadística fuera culto. Claro que sí. Pero muchos de esos individuos (la cosa está como está y seguirá así mientras no pongamos remedio) no han leído un libro en los últimos años salvo los de texto, no han pisado un teatro en su vida, la ópera les parece una cosa de dibujos animados y podrían afirmar que Vivaldi es el portero de la selección de fútbol italiana. Les parece que exagero ¿no? Pues comiencen a fijarse en lo que tienen alrededor. Cuando en un país como el nuestro el tiempo de escuchar música clásica se reduce al trayecto del ascensor entre la planta 12 a la 52 (allí espera una estupenda oficina), malo. Por no ponerme trágico, reconoceré que algunos intentan dar lustre a su cultura leyendo algún librito de
Se observa instalada en la sociedad una desidia respecto a la cultura peligrosa y grotesca vez en cuando, yendo al cine una vez al trimestre y al teatro una al año. Pero, por regla general, se observa instalada en la sociedad una desidia respecto a la cultura peligrosa y grotesca. Dinero, lo que luce es el dinero. Si todo esto es inquietante, que lo es, podemos encontrar la zona cómica del asunto. Cómica e irritante al mismo tiempo, pero que vista con
distancia es tan ridícula que causa carcajadas. Existe una nueva tribu urbana de lo más pintoresca. Son los consumidores de cultura. Siempre visten de forma elegante, son simpáticos, amables. Llegan a los espectáculos luciendo una sonrisa maravillosa, se saludan entre ellos (por supuesto, los demás no existen) y asisten a un concierto de música clásica, a una ópera, a la presentación de un libro o lo que toque, eso sí, como lo que son; como consumidores que lo hacen para ser vistos y estar integrados, gracias a eso, en un círculo de catetos selectos. Eso de vivir la cultura con verdadero interés, con entusiasmo, con la pasión necesaria; eso, no saben ni lo que es. Se les puede reconocer sin problemas. ¿Quién aplaude entre movimientos de un concierto sin tenerlo que hacer? Ellos. ¿Quién envía mensajes a través del móvil en plena representación de La Bohème? ¿Quién se pasa charlando, abriendo paquetes de chicles o caramelos, o mirando a las musarañas mientras no deja de moverse en su asiento? Exacto, los consumidores de cultura; los guapos consumidores de cultura. Son capaces de levantarse sin esperar a que saluden el director y los músicos (ya puede ser Daniel Barenboim) para salir corriendo a tomar posiciones en la zona en que ofrece un aperitivo la organización. Son capaces de cualquier cosa mientras sean vistos en el lugar que toca. Ahora bien, sería estúpido negar que, gracias a esta tribu, algunas formas de arte pueden mantenerse a flote. Eso es, también, cierto. Al fin y al cabo, como ya he dicho, el dinero lo mueve todo. Desgraciadamente, es motor universal. Estarán pensando que hay tribus peores. Es posible. Por ejemplo, en el cine podemos encontrar a personas hablando por teléfono en mitad de la sala (no es broma) o padres llamando a los niños a gritos. Pero no son peores. Son iguales. La gran diferencia es el precio de la ropa, del peinado y cosas parecidas. En el fondo un inculto es lo que es y alguien que desprecia la cultura es lo que es. Y, mientras, los que quieren saber, los que piensan que la cultura es fundamental en el desarrollo del ser humano; quizás algunos que no acumulan sobresalientes, pero son capaces de emocionarse con el flamenco; aguantan marea. Dirán ustedes que en este grupo está casi todo el mundo. Y yo lamento decir que no, no y no (me sabrán perdonar este momento san Pedro). Eso quisiéramos. De momento estamos entregados al dinero. Lo sabemos todos por más que nos pongamos estupendos. ~
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Las películas imprescindibles de Aladar Hay películas que, a pesar de sus pequeños defectos, se hacen imprescindibles para los aficionados al cine. Una de ellas es ‘Expiación, más allá de la pasión’, un trabajo repleto de verdad, de excelencia narrativa, de poderío técnico y factura final impecable
‘EXPIACIÓN, MÁS ALLÁ DE LA PASIÓN’
La emoción paralela
La interpretación de los personajes principales está a gran altura. / El Correo
Nirek Sabal {Expiación, más allá de la pasión (Atonement, 2007) es una película dirigida por Joe Wright. Una maravilla técnica que presenta algunos problemas narrativos aunque con un resultado final espléndido. Nos enseñan un mundo hostil, desordenado, difícil, lleno de meandros casi intransitables; nos presentan un universo en el que los personajes están condenados desde antes de llegar. El plano secuencia que nos regalan a mitad de película (una maravilla técnica), el que se desarrolla en la playa de Dunkerque, es el resumen perfecto que engloba la idea principal de la película: el mundo es un desastre en el que se puede sobrevivir aunque con mucho esfuerzo. Pero, también, nos enseñan que todo ese caos, todo ese dolor, todo lo que resulta insoportable, se puede experimentar, se puede vivir, siguiendo una línea trazada por el amor verdadero, por el auténtico. Wright no quiere contar una buena historia de amor; quiere hablar del amor sin filtros, sin adornos que nos alejen de la verdad. Para ahondar en este territorio, el realizador se apoya en una banda sonora preciosa que incluye partes de un par de arias de La bohème de Giacomo Puccini. Cuando Robbie Turner, personaje principal interpretado por James McAvoy, escribe una carta a la mujer que ama desesperadamente, suena la música de Puccini, la pa-
Keira Knightley y James McAvoy hacen que en la pantalla salten chispas puesto que la química entre ambos es enorme.
Es una de esas raras ocasiones en las que película y novela se llevan bien sión en una partitura, cada corchea reposa en nuestra atención y sabemos que nos han colocado frente a lo inevitable. Porque esta historia de amor que parece que no puede cerrarse lo está desde el principio.
Nada puede frenar algo así. Keira Knightley encarna el personaje femenino principal. Cecilia Tallis es la amada de Robbie. La química entre los actores es brutal. En la pantalla saltan chispas cuando les vemos a ambos. Si la película resulta verosímil es porque los actores parecen verdaderamente enamorados. Además, sus interpretaciones son magníficas en su totalidad, no solo en ese aspecto. Le delicadeza de Keira Knightley nun-
ca fue tan bien fotografiada. Seamus McGarvey, el fotógrafo de la película, hace un trabajo magnífico. La primera hora de película es una auténtica maravilla. Expiación, más allá de la pasión es una adaptación de una novela de Ian McEwan. Expiación a secas y Atonement es su título original. La novela de McEwan es estupenda y dibuja un universo complejísimo, hondo. Por eso, Christopher Hampton al adaptarla no puede evitar que se pierda poderío narrativo. Quiere arrimarse demasiado al texto original y no tiene en cuenta que el lenguaje cinematográfico es muy distinto al de una novela. La obra de McEwan es más que recomendable. Y, para ser justos, diré que estos problemas narrativos de la película no son suficientes como para que el resultado final no sea estupendo. El montaje de la película es atrevido, permite que vayamos sabiendo lo que Briony Tallis (una Saoirse Ronan más que correcta en su papel) la hermana pequeña de Cecilia no entiende o no quiere entender. Descubrimos todas sus mentiras gracias a los flashbacks que se van insertando y que convierten los distintos puntos de vista en un todo sólido, robusto. El cine son muchas cosas. Una de ellas es la emoción. A veces parece que lo emocionante ha de ser, necesariamente, cursi o un pastelón inaguantable. No es cierto. Y la emoción que llega desde lo auténtico, desde ese universo construido para contarnos una verdad ajena a la realidad que nos conmociona, que nos hace alzar la ceja y nos invita a dejarnos llevar hasta ese lugar que será inolvidable, termina siendo necesaria. Merece la pena sentarse frente a la pantalla y echar un vistazo a la película. Y si leen la novela antes será mejor. Es una de esas raras ocasiones en las que película y relato se llevan bien. ~
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Las películas imprescindibles de Aladar Los aficionados al cine detectarán un homenaje claro a una forma de hacer cine en esta película. El melodrama de los años cincuenta es reformulado por el realizador Todd Haynes y entrega como resultado una película excelente
La fotografía de ‘Lejos del cielo’ es cuidadosa y despliega una paleta de colores precisos.
‘LEJOS DEL CIELO’
La mujer del siglo XX en el XXI Nirek Sabal {Durante los años cincuenta, el melodrama fue un género puntero en el cine. Tal vez fue la edad de oro de una forma de ver el mundo que no tiene mucha pinta de volver a ser protagonista. Películas como Sólo el cielo lo sabe (All That Heaven Allows, 1955) o Siempre hay un mañana (There’s Always Tomorrow, 1956) de Douglas Sirk son arquetípicas. Y debe ser por ello por lo que Todd Haynes, director de Lejos del cielo (Far from Heaven, 2002), se inventa un homenaje a un tipo de cine exquisito. Eso sí, no es una copia actualizada ni nada por el estilo. El trabajo de Haynes es original, estético a más no poder (la fotografía de Edward Lachman busca los encuadres más certeros y la paleta de colores es intensa: rojos, marrones, verdes; colores otoñales que nos hacen pensar en el ocaso de todo el universo que nos enseñan en la pantalla); viene envuelto en una banda sonora de Elmer Bernstein especialmente bella que incluye algo de blues y swing de la época en la que se desarrolla la trama; y soportado por una puesta en escena espectacular por lo cuidada que está. El vestuario y la peluquería magníficos. En fin, la película es estupenda. La película habla de las familias típicas americanas, de la abnegación de la mujer, del tabú que representa la homosexualidad, del puritanismo que se instaló en el corazón de la sociedad norteamericana y que aún sigue allí, en la imposibilidad de reconocer las evidencias cuando está en juego el universo en el que vives con cierta comodidad, de la importancia de las apariencias para poder sobrevivir, del racismo brutal que impide desde hace decenas de años que los hombres y mujeres de color puedan prosperar con cierta normalidad. En definitiva, la película de
Todd Haynes y Julianne Moore en el set de ‘Lejos del cielo’.
El racismo y el puritanismo eran protagonistas en la Norteamérica de los 50.
Haynes (es también guionista) habla del miedo que se mantiene firme en las sociedades más desarrolladas y que no permite nada que no sea seguir las normas aunque eso nos convierta en seres infelices. Por ejemplo, los personajes de Lejos del cielo no nombran aquello a lo que no se quieren enfrentar. Son incapaces de referirse a homosexual sin decir cosas como ‘ese tipo de personas’ o cosas parecidas. Además, el american way of life hecho pedazos y la condena de una mujer a quedar atrapada para siempre en un pueblo pequeño en mitad de ninguna parte (el marido tiene más posibilidades y logra escapar y rehacer su vida). La verdad es que el dibujo de Haynes resulta patético y arrastra al espectador a la reflexión. Haynes logra que en este homenaje al melodrama destaque la actriz principal. Julianne Moore encarna a Cathy Whitaker de forma brillante, limpia, verosímil. Da gusto ver a esta actriz cuando el trabajo de dirección es notable. Dennis Quaid y Dennis Haysbert están muy bien aunque no llegan a aportar la misma luminosidad que la señora Moore. Haynes trae hasta el siglo XXI a una mujer del XX. Cathy hubiera tenido alguna posibilidad en el cine de Sirk. La época permitía licencias que apuntaban a la felicidad. Pero hoy ya no pasan esas cosas. Cathy está condenada a la soledad, a no poder amar a su marido o al único hombre que le entiende y le hace sentir que tiene mucho dentro para mostrar al mundo. Cathy se despide en la estación de tren de un hombre negro al que podría amar aunque es imposible. Y con ello se despide de toda posibilidad de ser feliz. A Sirk le gustaría la película de Haynes. Le hubiera encantado la banda sonora, la ambientación y dirigir a Julianne Moore. Y a buena parte de los espectadores actuales nos gusta Lejos del cielo. De hecho, muchos críticos consideramos que esta es una de las mejores películas del año 2002 y por tanto de este siglo. Película de manta, silencio y tranquilidad para disfrutar de una excelente película. ~
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Las películas imprescindibles de Aladar Hay películas que causan dolor en el espectador. Echar un vistazo a las bodegas del ser humano es peligroso si se hace en serio. Y Lászlo Nemes decidió que lo iba a hacer y se lo iba a tomar muy, muy, en serio. El Holocausto nunca se había contado de esta forma
‘EL HIJO DE SAÚL’
El infierno y una sonrisa
Nirek Sabal {El hijo de Saúl es una gran película, pero a los que quieran ver este trabajo hay que advertirles de algo importante: cuando el espectador se sienta frente a la pantalla y comienza a ver la película corre el riesgo de comenzar a encogerse, de hacerse más pequeño a causa de la angustia, del horror que espera en cada toma. El hijo de Saúl (Saul fia, 2015) está dirigida por Lászlo Nemes, un realizador debutante aunque con gran experiencia en el mundo del cine. Además, junto a Clara Royer, escribió el guion de la película. Centra la atención en un solo punto de vista, en el de Saúl, personaje protagonista, y lo hace centrando la cámara en el personaje y desenfocando el resto de lo que se podría ver. Vemos con nitidez lo que quiere ver Saúl, lo que le interesa o representa un peligro para él. Pero todo está. Nada ha desaparecido. Siguen muriendo cientos de judíos al día, siguen las palizas, las torturas, los hornos al 100 por cien de su capacidad, la locura más colosal conocida jamás. Saúl sabe que está muerto aunque aún camina y respira y ve y escucha. Pero no siente. Nada, no
siente nada. Por eso su interés se reduce, también, a la nada. Hasta que un niño sobrevive en la cámara de gas y muere poco después a manos de un médico nazi (si es que esos sujetos fueron médicos alguna vez) nada importa. Con esa aparición parece que el mecanismo de los sentimientos de Saúl vuelve a funcionar. Nos encontramos en Auschwitz. Año 1944. La guerra terminará pronto. Saúl forma parte de un ‘sonderkommando’ del campo de exterminio alemán. Todo esto es algo que ya se ha contado de distintas formas, sí, pero nunca con la originalidad con la que lo hace Nemes. La película se convierte en una experiencia casi física para el espectador. Sonidos, desconcierto, dolor, golpes, olor a muerte… Todo se puede experimentar casi en primera persona. Porque el director sabe cómo tiene que hacerlo. De entrada, filma en formato 4:3 y en película de 35 mm; y el uso del plano secuencia largo buscando un recorrido extenso y profundo del entorno, sumado a los primeros planos con la cámara al hombro, producen un efecto demoledor. Si el espectador se deja llevar la experiencia es bru-
tal. Creemos estar buscando junto a Saúl lo único que necesita para que lo poco que le queda de vida tenga algún sentido: un rabino para enterrar al niño muerto convertido en razón de ser de Saúl. Ni siquiera sabemos si es su hijo o no lo es. Es irrelevante. Aunque sospechamos que no, que Saúl ha mentido. Saúl es encarnado por un actor, también debutante: Géza Röhrig. Muy bien en su papel. Convincente, creíble. Pocas veces se ha visto en pantalla un rostro tan torturado, expresando tanto dolor, tan desencajado. La dirección de Nemes es precisa y logra que el actor nos regale una interpretación estupenda. Solo en algunos momentos, cuando la histeria del personaje se hace presente, la labor del actor se descontrola un poco. Parecía que todo estaba contado y que la reincidencia no daría como resultado nada notable. Sin embargo el Holocausto es algo enorme, mastodóntico. Es posible que, todavía, alguien sea capaz de hacer algo nuevo y original. Porque el cine invita a que así sea en todas las ocasiones. Por cierto, Nemes no puede resistir entregar un final que se llena de esperanza. Solo una sonrisa. No parece mucho aunque dadas las circunstancias una sonrisa puede serlo todo. Porque la vida continúa, los niños siguen en el mundo y mientras eso sea así todo puede volver a levantarse. Saúl sonríe porque ha encontrado una razón para ello. En el infierno nunca hubiera sido posible. Y el infierno estaba de las alambradas hacia adentro. Impactante, desasosegadora, dolorosa. Tanto como imprescindible. No se la pierdan. ~
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Las películas imprescindibles de Aladar Algunas películas son importantes por algo tan sencillo como que el guionista y el director consideran que la inteligencia del espectador es amplia y suficiente. En el caso de ‘¡Olvídate de mí!’ eso es un hecho. Un conjunto excelente Nirek Sabal {Los recuerdos no se pueden borrar con una maquinita como proponen en el guion de ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004). Eso lo sabemos todos. Los recuerdos se pueden modificar hasta convertirlos en otra cosa más llevadera, en la única cosa que el ser humano puede llevar encima con cierta dignidad, en una enorme mentira. Lo que fue bueno lo hacemos mejor y fabricamos una excelencia inútil. Lo que fue malo lo convertimos en un pequeño error, lo que fue espantoso lo convertimos en un error de otros que nos tocó vivir y, seguramente, solucionar. Los recuerdos son lo que nos da la gana. Incluso los convertimos en la verdad. ¡Olvídate de mí! cuenta una historia de amor, de desamor, pero trata el tema del recuerdo. De qué es, de cómo conservarlo, de cómo perderlo o cómo modificarlo o prostituirlo. Y de las consecuencias que tiene cualquier intento de modificar la realidad. Michel Gondry, el realizador de la película, nos lleva a un tiempo en el que la técnica permite borrar parte de los recuerdos, los que corresponden a una persona en concreto, a una mascota o a algo que queremos eliminar de nuestra memoria. Y nos coloca frente al resultado de esa eliminación. Nada funciona porque hay voluntades inquebrantables. Vemos cómo los recuerdos se borraron. Primero los malos. El último el mejor de todos, el más largo, el más tierno. El montaje de la película hace que una trama algo confusa se puede asimilar sin dificultad. Es un montaje arriesgado que en el año 2004 no era nada habitual. La fotografía bien. El guion original y muy amable. Es una de esas historias que queremos conocer porque enseñan caminos que todos hemos intuido aunque no han sido transitados, seguramente, por miedo. Bien el vestuario, la peluquería o el maquillaje. La película es correctísima. Pero la película es grande, deja poso, gusta, emociona. ¿Por qué? Pues porque en pantalla vemos a Jim Carrey, Kate Winslet, Kirsten Dunst, Mark Ruffalo, Elijah Wood y Tom Wilkinson, entre otros. Jim Carrey; que hasta ese momento estaba aprisionado en un lugar ciertamente incómodo e injusto para un actor de sus características, en ese territorio de la mueca exagerada, del histrionismo caso estúpido, logra una interpretación magnífica. Controlado, profundo, robusto con el lenguaje corporal, expresivo con cada gesto o ademán. Kate Winslet muy sólida. Como siempre. Esta actriz es un valor seguro. Ja-
‘¡OLVÍDATE DE MÍ!’
El amor no se puede borrar Jim Carrey y Kate Winslet encarnan a los personajes principales.
más falla. El resto (todos jovencísimos) salvo el veterano Wilkinson, están a la altura y no desentonan con los principales aunque, todo hay que decirlo, nada que ver. La fragmentación narrativa siempre ha dado mucho juego y lo seguirá haciendo. En cine, si se sabe ordenar y no convertir las escenas en una montonera imposible de entender, es un recurso excepcional. En este caso, acompañamos a los personajes saltando de momento en momento para intentar comprender qué ha pasado. Este es uno de los puntos fuertes de la película. También, una de sus debilidades. No todo el mundo quiere esforzarse al ver cine y prefiere la linealidad y no lo experimentos narrativos. Pero es justo decir que el guionista de esta película, Charlie Kaufman (Michel Gondry y Pierre Bismuth colaboraron aunque el toque de Kaufman es fundamental y perfectamente reconocible) considera inteligente al espectador, al-
Una película imprescindible y estupenda para ver en cualquier momento
La química entre los protagonistas es chispeante. / El Correo
Kate Winslet, como de costumbre, logra un papel magnífico.
go que debería ser habitual aunque no lo es. Al contrario. Y Kaufman deja detalles con los que el espectador se tiene que apañar para ordenar el relato y entender lo que pasa. El color del pelo de la protagonista, un vehículo accidentado o un vestuario concreto son las pistas con las que el guionista va construyendo el camino para todos. Y el recuerdo como elemento narrativo que permite colocar la acción entre lo onírico y lo real, es otra de las cosas que explota llenando de originalidad la pantalla, inundando de imágenes sugerentes la realidad del que observa. Esa cama en la playa que no es más que una enorme acumulación de ‘piedras pequeñas’ resulta inolvidable. Ternura, nada de moralina, buena música, interpretaciones de altísimo nivel. Una película estupenda para ver en cualquier momento e imprescindible para cualquier aficionado al cine. ~
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Literatura
Un viaje a los tiempos de Murillo, una guía para cuentistas y otra para descubrir el Rocío, un manual para clubes de lectura y un homenaje a las pelis de terror de la Hammer. Estas son nuestras cinco propuestas para la Feria del Libro de Sevilla que
Profetas en su tierra Antonio Puente Mayor {Es tiempo de ferias. De las de volantes y farolillos, como no podía ser menos, pero también de aquellas en las que el protagonismo recae sobre la letra impresa, la creación literaria y el encuentro cultural. Y todas con el denominador común de la primavera, esa que nos atrae con su canto de sirena, con sus brotes de propuestas, con su inefable y contagiosa alegría, y que eleva aún más nuestras ansias por explorar nuevos escenarios y sensaciones. Uno de los vehículos más infalibles para conseguirlo es a través de la lectura, de ahí que, tomando como referencia la Feria del Libro de Sevilla –de las más reputadas de España–, hoy saquemos a la palestra cinco novedades que, sin duda, van a dar mucho que hablar. En primer lugar, porque son fruto del esfuerzo de personas con talento, comprometidas con su trabajo y con un importante bagaje profesional. Asimismo, por su vocación de trascender más allá de nuestra propia ciudad y acento. Y, por último, y muy especialmente, por demostrar que el talento local nada tiene que envidiar al foráneo, aunque muchos no terminen de enterarse. Dicho esto, pasen, lean y comprueben por qué estos cinco escritores sí son profetas en su tierra.
Feria del Libro de Sevilla. / Manuel Gómez
Murillo de carne y hueso En el cuarto centenario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo, no hay mejor modo de comenzar nuestro repaso que hablando de El color de los ángeles, una novela clave para entender la personalidad y el legado del maestro del barroco y, por ende, la Sevilla del seiscientos. Obra de la reconocida periodista y escritora Eva Díaz Pérez –Premio Andalucía de la Crítica 2014– y publicada por la editorial Planeta, sus 352 páginas son la mejor muestra de que la narrativa histórica está viviendo una etapa dorada. Concebida como la primera biografía novelada del pintor, tan necesaria como apasionante, su arranque ya es en sí una obra de arte, pues recrea un hecho acontecido en Cádiz en 1682 e inmortalizado por el pintor Manuel Cabral Aguado Bejarano en el lienzo La caída de Murillo del andamio. Un accidente que, según la tradición popular, tuvo lugar en la desaparecida iglesia del convento gaditano de los Capuchinos, y que la autora de Adriático ha plasmado con acierto. Y es que, a partir de este suceso, un avejentado Bartolomé hace balance de los episodios que marcaron su vida: desde su infancia en familia hasta sus primeros encargos, pasando por su matrimonio con Beatriz de Cabrera o las mu-
de un modo didáctico y sensorial. No en vano, la propia Sevilla se revela como coprotagonista, dando sentido a las palabras del profesor Manuel Jesús Roldán, quien afirmó en la presentación que la obra «lleva una ciudad dentro». En suma, El color de los ángeles es, además de la novela del ‘Año Murillo’, una muestra más del potencial creador de Eva Díaz Pérez. ¿Se puede vivir del cuento?
chas tragedias que le sacudieron. Todo ello con un lenguaje cultísimo que no escatima en detalles turbios o escabrosos y que nos sumerge de lleno en la época, permitiéndonos recorrer los escenarios murillescos
Hace menos de seis meses nos desayunábamos con la noticia de que Fran Nuño, uno de los autores locales más queridos, había obtenido el New York City Big Book Award al Mejor Álbum Ilustrado por The map of good memories, la versión en inglés de su éxito El mapa de los buenos momentos (Ed. Cuento de Luz, 2016). Merecido reconocimiento para un creador que ha sabido dignificar las letras infantiles como pocos. Nacido en Bilbao, pero afincado en Sevilla desde los diez años, Nuño posee una trayectoria encomiable, no solo por sus más de cuarenta títulos publicados o por su colección de menciones y premios –el último, el de la Feria del Libro de Sevilla 2018–, sino especialmente por su afán pedagógico, su fomento de la lectura en colegios, bibliotecas y librerías, y sus formas cercanas y
amables. En esta ocasión, el autor de La hora de los relojes da una nueva vuelta de tuerca a su producción y nos regala la Guía básica para vivir del cuento (El Paseo Editorial), un libro que nace, según sus propias palabras «con la intención de que sirva de brújula para todos aquellos que quieran dedicarse a la literatura infantil y juvenil en distintas facetas, así como para conocer de forma básica el funcionamiento del mundo del libro o del guion». De este modo, la original propuesta –de cuya edición se ha encargado un experto en la materia como David González– se erige como manual indispensable para todas aquellas personas que quieran impartir charlas sobre estos temas, amén de servir de faro tanto a profesionales como a neófitos. Como propina, la obra cuenta con un apartado que recoge los veinte años de trayectoria del autor, sin duda un aliciente más que añadir a su lectura. De Triana a las Marismas Cualquier sevillano que se precie habrá oído hablar alguna vez de Antonio Sánchez Carrasco. O a lo sumo de su alter ego en las redes sociales, el simpar @SultanTrianero, cuya visión de la vida rezuma verdad, humor y arte a partes iguales, pero an-
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Literatura
acaba de arrancar en la Plaza Nueva y que se extenderá hasta el próximo 13 de mayo. Cinco títulos que aúnan pasión, entrega y mucha personalidad con un sello de calidad netamente sevillano
te todo muchísima sensibilidad. Licenciado en Ciencias de la Educación y heredero de los grandes fotógrafos de la ciudad –desde Leygonier a Martín Cartaya–, pero también del periodismo heterodoxo de figuras como José Antonio Garmendia, su trayectoria es tan polifacética como inclasificable, destacando especialmente su faceta cofrade, en la que posee infinidad de trabajos (libros, boletines, revistas…) amén de su aportación en medios como La Razón, El Mundo o Diario de Sevilla. Y es que Sánchez Carrasco lo mismo da un pregón que compone un cartel con soltura y maestría. De ahí que la editorial Almuzara sea depositaria de gran parte de su producción; primero, como maestro de los objetivos en obras de gran éxito –Conventos de Sevilla, Gran Poder, Macarena– y asimismo como escritor. Así surge El Rocío, un libro que viene a complementar la decidida apuesta de la editorial de Manuel Pimentel por las tradiciones andaluzas. A caballo entre el reportaje, el relato costumbrista y la crónica de viajes, con esta obra el autor nos ofrece una visión particularísima de la célebre romería, basándose en su experiencia acumulada durante años, así como en su innata capacidad observadora. Dada la condición de pedagogo de Sánchez Carrasco, El Rocío puede leerse además como una guía iniciática para aquellos interesados en adentrarse en los secretos del camino, los orígenes del culto a la Virgen y la historia de sus principales hermandades. Un repaso que se completa con los mágicos escenarios de la peregrinación mariana: desde la
playa de Malandar a la Carrera del Darro, sin dejar atrás el inevitable Quema. Drácula viajero del tiempo Sherlock Holmes y James Moriarty, D’Artagnan y Richelieu, Harry Potter y Lord Voldemort, Peter Pan y Garfio… son algunos de los personajes opuestos más celebres de la literatura. Una lista a la que necesariamente hemos de añadir al famoso conde Drácula y su archienemigo, el profesor Abraham Van Helsing. Figuras que, tras ver la luz en papel en 1897, dieron su salto al cine en las primeras décadas del siglo XX merced a actores como Béla Lugosi y Edward Van Sloan. No obstante, para muchas generaciones de fans estos iconos del terror siempre irán asociados a Christopher Lee y Peter Cushing, quienes les pusieron voz y rostro en el film Drácula de 1958, bajo la dirección de Terence Fisher. Uno de sus mayores devotos es el filólogo, guionista y director –a la par que escritor prolífico– José Luis Ordóñez, cuyo particular homenaje lleva el título de Los desertores de Oxford Street (Algaida). Una ficción metaliteraria con estética victoriana y estructura potente y compleja que nos plantea cuestiones tan insólitas como el hecho de que el Príncipe de las Tinieblas se rebele contra su propio creador, Bram Stoker, por falsear su imagen, o que acepte la propuesta de Van Helsing para viajar en el tiempo y salvar a su sobrina. Así, las 664 páginas de esta asombrosa novela contienen guiños a la serie de películas de terror de la productora británica Hammer, pero también a clásicos universales como La máquina del tiempo de H. G. Wells
y El castillo de los Cárpatos de Julio Verne, de los que Ordóñez ha bebido desde su juventud, e incluso a sociedades secretas como The Golden Dawn, tan de moda en la Inglaterra decimonónica. Con estos ingredientes es lógico suponer que Los desertores de Oxford Street es un producto comercial concebido por y para el entretenimiento que atesora dos grandes cualidades: su ausencia total de complejos y el estar muy bien escrito. Vengo a hablar de… los libros Pocas personas en España conocen el negocio editorial como Rosa García Perea. Alma, corazón y vida de la
desaparecida Jirones de Azul, esta sevillana de Coria del Río puede presumir de haber publicado a Pepe Mel, Andrés Luque, Javier Rubio, Antonio García Rodríguez, Paco Robles, Antonio Burgos o Manuel Grosso. Aunque probablemente fuese el periodista Fernando Carrasco, con su renombrada novela El hombre que esculpió a Dios, quien le diese su mayor satisfacción, así como el peor disgusto (su inesperada muerte fue un enorme palo para ella). En la actualidad, Rosa continúa trabajando como editora en el grupo Almuzara, pero sin dejar de lado su faceta creativa –en su haber figuran desde blogs y revistas digitales a una divertida e inclasificable novela titulada Soy lo peor–. De ahí que, tras unos años trabajando en silencio, se haya decidido a retornar a las librerías con un jugoso título bajo el brazo. No estamos refiriendo a Manual del club de lectura, un volumen publicado por el sello Berenice que pretende convertirse en un referente para todos los interesados en la materia. De este modo, a través de sus 144 páginas ilustradas, Rosa trata de dar respuesta a cuestiones relacionadas con la puesta en marcha de esta actividad fundamental para el fomento de la cultura, como el número de miembros más idóneo o el método para escoger los libros. Asimismo, esta práctica guía –indispensable para los profesionales de las bibliotecas, librerías o colegios que deseen montar su propio club– hace hincapié en aspectos tan importantes como el perfil del moderador y de los posibles participantes, el recinto donde llevar a cabo las reuniones lectoras y la frecuencia de las mismas. ~
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Atelier de músicas
Barcelona, Valencia y, ahora, Sevilla. Son las tres ciudades en las que ha sonado la obra maestra de Steve Reich, ‘Music for 18 musicians’. Carlos Cansino dirige al conjunto ProyectoeLe
Audición
CONTEMPORÁNEA
S3 Spectral Sax Style / Obras de Carretero, García Aguilera, Fuentes, Vadillo... / Autoproducido
El saxofón a dentelladas
PERCUSIONISTA & DIRECTOR DE PROYECTOELE
CARLOS CANSINO
«He llorado escuchando la música de Steve Reich» Ismael G. Cabral {Hay mucho de espíritu quijotesco en quien en España osa emprender una aventura relacionada con la música contemporánea. En 2002 surge en Sevilla ProyectoeLe, una agrupación vocal con acompañamiento electrónico. Una iniciativa fuera de un sistema cultural y musical absolutamente encorsetado y que, felizmente, ha llegado viva y activa a nuestros días. Mañana domingo sus músicos –18 los convocados en esta ocasión– escribirán uno de los capítulos más importantes de su biografía con la interpretación de la Music for 18 musicians (1974-76), de Steve Reich (1936), en el Espacio Turina. «Llevaba dos años obsesionado con la obra, la aprecio estética y sentimentalmente y la conozco tan bien que incluso he paseado muchísimo por la ciudad oyéndola, valorando cada detalle», reconoce el percusionista y director del conjunto, Carlos Cansino. A los integrantes de ProyectoeLe les mueve un afán «filantrópico». Tanto que su caché para este concierto irá a pagar íntegramente los 900 euros que les ha costado el alquiler de la partitura a la editorial Boosey & Hawkes. «Hasta 1996 solo existía en forma manuscrita y únicamente la tocaba el propio grupo
del compositor, esta es la tercera vez que se interpretará en España, anteriormente ha sido presentada en Barcelona y Valencia», explica. Casi 60 minutos de música en los que suceden infinitas cosas sin que aparentemente suceda demasiado, cuestiones del minimalismo. «De todas las interpretaciones que he oído me quedo con la del grupo de Chicago Eighth Blackbird y confío
«Este concierto es como un cumpleaños que, de pronto, se convierte en una gran fiesta» «‘Music for 18...’ es una obra icónica que gusta también a los que vienen del jazz y el pop» plenamente en la que haremos nosotros», avanza Cansino. Una página, la de Reich, que carece de director «al modo occidental, porque es realmente el vibráfono el que da las entradas a las distintas secciones». La Music for 18 musicians representa un momento de transición, de los años de «duro repetitivismo» (It’s gonna rain, Pia-
Carlos Cansino es percusionista y director del conjunto sevillano ProyectoeLe. / Jesús Barrera
no phase…) el compositor pasa aquí a crear «una obra que utiliza una armonía mágica, modal». Seguramente por eso es una creación icónica «que gusta tanto al público aficionado a la música de vanguardia como a quienes provienen auditivamente del jazz y el pop». Una caudalosa partitura de la que Cansino conoce cada intersticio. «Reich es para los percusionistas como Bach para los clavecinistas, forma parte de nuestro ADN», asegura. También desvela que ha llorado en los ensayos, su particular instante «síndrome de Stendhal». «Ha sido mucho tiempo queriendo hacer esto realidad, estoy rodeado de excelentes músicos que son amigos. Es como una celebración de cumpleaños en la que muchos invitados no se conocen y en la que, de pronto, todo encaja y se convierte en una gran fiesta, eso es este concierto para ProyectoeLe». El director del grupo tiene aun muchos retos que cumplir, como montar Laborintus II, de Luciano Berio. Pero sabe que las dificultades son altas: «Somos un grupo numeroso, entre 16 y 25 músicos, difícil de mover sin apoyo institucional», lamenta. Y ese abrazo todavía no les ha alcanzado, «se nos sigue viendo como un grupo amateur cuando no lo somos en absoluto». ~
I. G. Cabral {Coinciden en el tiempo dos novedades discográficas que tienen como protagonista al saxofón y el repertorio compositivo contemporáneo. Si Ángel Soria en Truths (Ibs Classical) parece interesado en seguir una línea más severa y académica, la carta de presentación del dúo S3 Spectral Sax Style, conformado por el saxofonista sevillano Jesús Núñez y el compositor cordobés Juan de Dios García Aguilera, apuesta por un repertorio en donde lo electrónico adquiere un peso mucho mayor; con un ramillete de obras de corte fuertemente especulativo pero de irrenunciables capacidades musicales. Sobresalen por la desnudez de sus discursos, el engarzamiento entre los dos focos sonoros y el tono evocador de ambas las aportaciones de García Aguilera, Hay en la memoria un río y la agitada Save our souls I. Lo sobresaliente del álbum reside, en líneas generales, en la balanza entre el aparato electrónico y el acústico, con creaciones, como la de Voro García (Echi sonori alla mente, cuyo título nos remite a Luigi Nono) en la que lo acusmático impone su propia veladura sobre el discurso abstracto y descarnado del saxofón. En Het Lam Gods, Alberto Carretero se resuelve radicalmente especulativo, tanteando la saturación y con una crepitante electrónica que flirtea con el noise. Una electrónica que evoca la primitiva computer music abriga el tono quejumbroso y apagado del saxo en Sur la ligne de l’éternel, de Antonio J. Flores, parada reflexiva, de indudable belleza. Arturo Fuentes no se lo pone fácil al solista en Plexus, al que emborrona con sonoridades crepitantes como en torbellino. De Eneko Vadillo tenemos en Sonora una de las aportaciones más apreciables de su catálogo reciente, con un universo virulento que parecen evocarnos los delirios del saxofón electroacústico de Evan Parker. Javier Torres Maldonado, por cierto, abre el telón con la miniatura Alborada. Un disco este que se celebra y se escucha a dentelladas auditivas y que merece larga vida en concierto. ~