Sábado, 8 de septiembre de 2018 Nº 184 @aladar_cultura
Diego ‘El Cigala’. / Europa Press
La intención del flamenco
La búsqueda del sentido de la vida desde el flamenco es una excelente opción. El universo se entiende mejor. Repasamos los palos fundamentales por si a alguien le sirve de guía básica
Y Elia Kazan creó a James Dean
Por qué funciona la novela ‘La agenda roja’
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Flamenco
Las alegrías que dan título al artículo, interpretadas por el cantaor Arcángel, hablan sobre maneras de afrontar lo que nos pasa. La filosofía y el flamenco guardan la misma intención, conferirle sentido a la vida, una desde la apatía
¿A qué sabe la vida, a qué te sabe? Gracia Elena Miranda {La filosofía se hizo más humana cuando dejó de rondar a Dios y comenzó a fijarse en el hombre. No me acuse de blasfema, deme la oportunidad de explicarme. A comienzos del s. XX y ante el desamparo de holocaustos y guerras, el ser humano empieza a preguntarse por el sentido que tiene la vida y se atreve a cuestionar los cielos para intentar comprender, después de lo vivido, su insignificante y absurda existencia desde el absoluto desamparo, desde sus ruinas. Cuando Sartre entró en escena nos advirtió a los pruritos existenciales que el sentido de la existencia lo tenía que construir cada uno solito, sin ayuda de ningún Dios que nos prive de libertad y nos exima de responsabilidad; que no hay en el mundo mejor religión que el humanismo, por el simple hecho de que, al mismo tiempo, es la única moral capaz de salvar a la humanidad y de considerarla lo primero. El existencialismo abrió las puertas al humanismo como lo había hecho previamente Nietzsche con el vitalismo, sacrificando a Dios por el superhombre. Por aquél dispuesto a cargar con sus propias elecciones, con lo bueno y lo malo de la vida, sin tener miedo a un castigo o pretender recibir un regalito en otra «posible e imaginaria» vida ultraterrena. Estamos, claro está, y esto intimida, ante una concepción nueva de sujeto: ser, absolutamente responsable de sus actos, que valora la vida tal y como es y que ni se le pasa por la cabeza serle infiel con otra. La filosofía detuvo su mirada, entonces en el ser humano, por sobre todas las cosas, y clasificó sus dimensiones biológica y cultural hasta configurar un sentido antropológico, que no existencial (intentaremos aclarar esto), napoleónico. Ya, en el último siglo, la madre de todo saber quiso distanciarse de academicismos porque pretendía probarse como solucionadora de problemas personales, laborales, de relaciones amorosas o familiares mediante fórmulas racionales que nos permitieran dar el salto desde lo que somos a lo que queremos ser, de donde estamos a dónde queremos estar, aplicándose como simple fórmula para la consecución de la felicidad. Con esto de la filosofía práctica surgieron cafés filosóficos, vinos filosóficos, encuentros que favorecían el diálogo socrático entre desconocidos para intentar construir las imposibles respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad, a través de los pensadores que han sobrevivido al fin de la historia. Lo que R. Rorty denominaría, darle un
Los cantaores Arcángel y Jesús Méndez en un ensayo de la ópera ‘El público’.
empleo honorífico a la filosofía. Pero qué puede decirnos esta filosofía emérita de enterrar a un hijo, o de un hijo que nunca llega, del abandono, del duelo, de enamorarse, de los celos, de la falta de trabajo, de fatiguitas pasadas, de la migración, de las herencias dejadas, del manejo de tormentos, de la picaresca y la guasa con las que sortear obstáculos y asumir desdichas, de esas diminutas cosas que nos reservan magnas alegrías. Karl T. Jaspers consideraba que el existente se vuelve filósofo cuando experimenta situaciones límite de las especies mencionadas. Del mismo modo, me revelé «filosofante» y como amante de la filosofía me confieso adepta de teorías filosóficas para tratar de encajar dichas situaciones y de asumir una actitud estoica ante los reveses de la vida, pero en ninguna de estas sabias fuentes encontré consuelo, un pañuelo, un a mí también me pasa. Aunque el sentido de la vida tenga que construirlo una, siempre es más sentido si se comparte. Y eso es, para mis adentros, el flamenco un consuelo,
un refugio, un pañuelo, no hallados antes, por mucho que los haya buscado, en la filosofía. Asistir a un encuentro con el flamenco es como acudir a la catedral de la filosofía existencial porque los cantes flamencos expresan experiencias vividas y encarnan lo mismo que a una le pesa en el alma para al fin… liberarla. El flamenco como religión humanista vengo a profesar. Desde el flamenco se comprende mejor la vida, se saborea, se redimen penas y se consagran maneras de vivir dignas. Lo que vengo a proponer es esto, una aproximación como existente a lo que aprendí del quehacer artístico de cantaores/as, tocaores/as y bailaores/as, a través de esos palos de flamenco con los que vencer fantasmas y convertir las penas en alegrías, porque las cosas buenas hay que celebrarlas también. Así, propongo un asomo por los cantes primitivos como el martinete, seguiriya y soleares; por sus descendientes, taranto, malagueña, granaina, fandangos, tangos, alegrías y bulerías; y, como no, por los cantes afla-
mencados de procedencia folclórica regional o hispanoamericana como, la colombiana o la guajira, un ramillete de los más de cien palos de flamenco que envuelven melismas y letras que quitan el más sentío de los sentíos. Vamos allá: El martinete (origen aproximado, 1922) El «faraón», Antonio Mairena, ya aclaró en su momento, que las tonás fueron cantes antiquísimos que no tenían nada que ver con el que cantaban los gitanos de Triana, al terminar el trabajo en la herrería. Como cante a palo seco, nunca ha tenido acompañamiento instrumental, pero grabaciones y espectáculos han optado por él. Los martinetes y las carceleras, de la misma estirpe, hablan de incertidumbres, de juramentos, de libertades ansiadas o de presidios injustos, de la inocente esperanza, de la cristiandad y debilidades humanas. Emerge así, desde la sobriedad de un escenario en penumbra y a través de los tiempos, una voz larga
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teórica, el otro desde las entrañitas existenciarias. Repasamos los palos y buscamos algunos ejemplos que sirvan para entender qué son los martinetes («Que yo no soy aquel quien era / ni quien debía de ser. / Yo soy un pobrecito llamo/ ni me mandas un suspiro/ pero nunca nos miramos»; «¿Por qué me llamas, me llamas?/¿Porqué me llamas, me llamas/ ¿Por qué me llamas de madrugá?/ El corazón mío me lo paras/ por Dios, no me llames más»; «Desperté yo y la vi/ desperté y la vi/ desperté y yo la vi /y como estaba soñando conmigo,/ prima de mi arma,/ la dejé dormir/ y como estaba soñando conmigo la dejé dormir». (Serie de soleares de El Pele, Córdoba). También encontramos una soleá por bulerías entre miles, de Enrique Morente (Granada), para los presuntuosos que tanto saben de tó y nunca entienden de ná: «Lerelelere, ay, presumes que eres la ciencia,/ ay, presumes que eres la ciencia/ yo no lo comprendo así/ porque siendo tú la ciencia, ay, me hubieras comprendío a mí/ porque siendo tú la ciencia no me has comprendío a mí». Fandangos (s. XVIII)
desde el golpe seco y repetido de un martillo de fragua: «Tran, tran, tran, ay en el barrio de Triana/ ya no hay pluma ni tintero/ pa escribirle yo a mi madre/, ay, que hace tres días que no la veo/. Serían las cuatro de la mañana,/ mi madre a mí me encontró/ y me dijo ay niña de mis entrañas/ y me echó las manos a la cara/ y las lágrimas me secó/. Si no es verdad/, si esto que yo digo no es verdad/, que Dios me mande a mí la muerte/ si me la quiere a mí mandá» (Martinete de Triana, interpretado por Natalia Marín, Sevilla). «Estando yo preso en Cádiz, ay estaba yo sentado en el mío petate, me pongo yo a cavilá y no siento yo lo que había pasado, sino lo que me quedaba a mí por pasar» (Carceleras, Jesús Méndez, Jerez). Seguidilla o seguiriya o siguiriya Estamos aún en las profundidades del cante, en la jondura del ser, en lo underground de las cosas, a la mayor distancia que se puede estar de la superflua superficialidad. Las siguiriyas se conocieron, según al-
gunas fuentes, con el nombre de playeras y a partir del s. XIX, como seguidillas gitanas. Playeras, no de playa, sino de plañideras, mujeres que hacían sus cantes de velorio contratadas para tal menester. Se trata de un cante de duelo, de desgarro. El inicio de este palo se presiente con el rasgueo feroz de la guitarra, rematando con toques cortos y la salida de este cante libre suele ser la trabilla, tiri tiri. Se desplegaron por Cádiz, Triana y Los Puertos letras que desgranan penas, el dolor de las llagas del tiempo, que desatan los nudos de la impotencia salvaje, que resucitan amores, letras que hablan del sacrificio como herencia. Pero, por otra parte, como mencionó alguien una vez, «al cantar por seguiriya el mundo no existe». Letras como éstas: «Ay, tiri tiri tiri, ay, tiri tiri tiri, ay, siempre por los rincones/ te encuentro llorando/ que le aliviara/ que le aliviara/ las duquelitas mi cuerpo/ de mi corazón/ ay/ay/ contemplarme a mi mare que no llore más/ contemplarme a mi mare que no llores más./
Actuación de Rancapino chico.
Que muero/ que muero loco y enfermito/ que en el hospital/ contemplarme a mi mare que no llore más./Como el redoble y han redoblaito por mi mare/ de mi corazón». (Cante de Rancapino Chico, Chiclana). «Ay... pasa la tormenta y enturbia el agua pasa la tormenta y enturbia el agua/ yo me mantengo/ yo me mantengo firme, prima y libre es mi alma, pasa la tormenta que enturbiaba el agua» (Arcángel, Huelva). Soleá o soleares (primer tercio del s. XX) Quien mejor que El Pele, quien ha amasado este cante a su manera, para describirlo como «un cante que llora y que ríe y que ama por un pueblo que sufre, que llama a una puerta con el corazón abierto, esa es mi forma de cante por soleá, y no es la forma de cantar de los viejos, es mi forma. ¿Cada uno tenemos una forma de respirar, ¿no? ». Dice así: «Ay, dejé de pensar en ti/ ya se acabó mi tormento/ por fin ya puedo dormir/ ya se acabó mi tormento/ por fin ya puedo vivir»; «Ni me escribes, ni te escribo/ ni me llamas ni te
Se cuentan por cientos las variaciones de fandangos, según el lugar de nacimiento. Este palo nació como «canción bailable que existía en las colonias americanas» (como señala Miguel Ortiz, en flamencoviejo.com) y conforme evolucionó tomó los cafés cantantes, llegando a configurase como base de malagueñas, rondeñas, granainas, jaberas, tarantas, mineras, entre otros. Se mezclan en sus cantes temas como el campo, las injusticias y el amor: «Gritando/ la madre que me parió/ dijo que nací gritando/ y ahora que voy pa viejo/ voy a seguir denunciando/ las injusticias que veo» (Fandango de El Cabrero, Aznalcóllar) «Tiririri, ay, Dicen que te está mirando la luna cuando tú pasas/ dicen que te está mirando/ tiene celos de tu cara de tu movimiento andando/ dice que al verte se para» (Interpretado por Argentina, Huelva). Tarantas (s. XIX) Es la matriarca de los cantes de las minas o de Levante. Se trata de una variante del fandango de libertad rítmica, pero que exige un amplio rango vocal. Sus variantes son la media taranta, la tarantilla y el taranto. Cómo no rendir culto a este cante que recuerda el sacrificio de vivir bajo tierra para alimentar a una familia que se cría y no se tiene, a los jóvenes sepultados por una madurez prematura, porque para sobrevivir la mina era la única salida. «Por una estrecha y oscura galería/ un minero anda cantando./ Por una estrecha y oscura galería/ y en su cante anda diciendo/ que cómo estará la prenda mía/ que me la dejé durmiendo» (Linares, Carmen Linares, en su Antología del cante de mujer). «Ay, arañaba con las uñas,/ ay, un niño como un león,/ ay, arañaba con las uñas y hubo una derrumbación/ y en una mina de Asturias./ Ay, su padre dentro queó». «Y es que ya
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arrimaíto a la pared»); las malagueñas («Las penas que tú me das / son penas y no son penas / que tienen cositas malas / y tienen cositas buenas») o los tangos («Que me ha dejado de herencia / que me ha dejado de herencia. / Que no aguanto más/ la pena a mí me está matando/ y es que ya yo no aguanto más/ y ni siquiera este taranto/ voy a poder terminar, ay,/ por eso canto llorando, ay» (Tomada por Natalia Marín en su disco Atemporal, Sevilla). Malagueñas (s. XVIII-XIX) y granainas (s.XIX) Oriunda de Málaga y descendiente del fandango, se desligó del ritmo fijo abandolao del baile, para depender de la libertad tonal de cantaor. Pero esta libertad interpretativa no la libra de complejidad. «Del convento las campanas/ si preguntan por quién doblan/ dile que doblando están/ por mis muertas esperanzas» (Antonio Chacón, Jerez de la Frontera). «Tormentos…/ ni los Templarios de Roma, ay,/ ni aquél que inventó los grandes tormentos/ te tienen que querer tanto, ay,/ como yo te estoy queriendo» (interpretado por Pastora Pavón, La Niña de los Peines, Sevilla). Vayamos con las granainas… Graná, ay, mi Graná quien no paseó por tus calles, nunca soñó despierto y si pasó, alguna vez, nunca querrá despertar… A. Chacón consolidó este palo, después de estar una temporada en Granada y familiarizarse con los cantes locales, asegura el flamencólogo, que en paz descanse, José Blas Vega. Tomemos una muestra: «Me gustaría vivir en un Carmen de Graná/ me gustaría vivir/ y allí entremedio las flores/ y tenerte cerca de mí/ Angustia de mis amores» (por Israel Fernández, Toledo). Tangos (¿?) A por el baile… Aunque la fecha de su aparición en el mundo del flamenco es incierta, siguiendo con José Blas Vega, éste aclara que la palabra tango aparece por vez primera en un manuscrito que contiene «Apuntes para la descripción de la ciudad de Cádiz, escritos por D.F. Sisto. Año 1814. Cap. XIV. ‘Bailes de Cádiz’». En este documento se alude a que el tango cobra presencia en las fiestas populares gaditanas. Quién no es capaz de tararear el tanguillo de Cádiz, de El tío de la Tiza, 1900, interpretada magistralmente, por el Chano Lobato «A la plaza de abastos/ de esta gran población/ piensa el Ayuntamiento/ darle una renovación…». Presentamos otros tangos igual de antiguos y renovados por nuevas voces. «Lelelelalorora, mi marío no está aquí que está en la guerra de Francia/ Bis/ buscando con un candil/ a una pícara mulata, alguruguru, alguruguru»; «Debajito del puente sonaba el agua/ eran las lavanderas, las panaeras/ como lavaban (Bis)»; «Mi madre me dijo a mí/ que a un querer de poco tiempo/ no le criaba raíz» (La Niña de los Peines). «Ay, olé, tú, ole, a un sabio le pregunté si este mundo era mentira/ si
este mundo era mentira/ (bis)/ y me dijo depende de los ojos que lo miran/ compañerita de mis entrañas, de los ojos que lo miran»; «Ay, tengo muy poco dinero,/ ay, pero no me quita el sueño,/ ay, con dos duros me mantengo,/ ay, de mi libertad soy dueño/ Bis/, le le le re le la» (por el cantaor Antonio Reyes, Chiclana de la Frontera). Alegrías (s.XIX) Fueron presentadas por los tablaos como «canto alegre». Hermana de la soleá y prima lejana de la jota, la tomaron los flamencos para relatar, entre otras lides, la invasión francesa, y para jalear y espantar las duquelas. «Tirititran… Que no te lo he daito a entender/ que yo tengo unas quejas contigo/ que no te lo he daito a entender/ que pa poder hablar contigo, ay,/ que me valgo de mi sabé (bis es-
tos dos versos)» (Antonia Vargas, La Perla de Cádiz) «Tirititran…se imagina que es la mar/ el hule azul de la mesa/ y con cascos de naranja/ hace barquitos de pesca, y como si los vientos lo amenazaran/ abriga su barquillo tras la cuchara»; «Y las nubes Portugal/ entra el frío por el norte/ y las nubes por Portugal/ y yo por el tejaillo/ si llego de madrugá»; «¿y a qué sabe la vía/ la vía a qué te sabe?/ ¿a qué te sabe?/ ¿a qué te sabe? Dime si a servidumbre o a libertades?»; «Está más clara la tarde/ cuando pasan los tormentos/ me gusta reñir contigo/ porque aluego hago las paces/ vente conmigo niña, a la retama de los olivos/ de los olivos, ay, de los olivos/ vente conmigo niña, vente conmigo» (Arcángel). «¿A qué sabe la vía, la vía, a qué te sabe?/ ay, que estoy pensando y pensando/ las vueltas que el mundo da/ de veras nadie lo sabe/ las vueltas
que vine a dar./ Que mira con franqueza, Teresa,/ ¿qué ves en el mar?/ la flor de la certeza ya está deshojá/ ya está deshojá, ya está deshojá/ que mira, que mira/ ¿qué ves en el mar?» (Tomadas por Natalia Marín de Arcángel). Cantes de ida y vuelta (s. XIX-XX) La rumba, milonga, guajira, vidalita y colombiana, son cantes indianos o hispanoamericanos, paridos de la migración. Estos cantes fueron interpretados por cantaores no gitanos y, en su momento, no estuvieron bien vistos por las honduras flamencas. Pepe Marchena, creador de la colombiana, nos brinda su cante: «Quisiera cariño mío/ que tú nunca me olvidaras/ que tus labios con los míos/ en un beso se juntaran/ y que no hubiera en el mundo/ nadie que nos separara».
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me ha dejado mi papa / un candilillo, una mecha. / Ay ay ay qué alegría/ sueño con él noche y día / no por veinte reales / vendo yo mi candilillo / que es de mi pare / que es de mi pare»)
Aurora Vargas.
José Monge Cruz, conocido por ‘Camarón de la isla’.
Y en la voz de la onubense, Rocío Márquez, que las presenta de dulce, podemos conocer las guajiras: «Hoy, mi Habana viste lo mejor/ y más coqueta que una flor/ abre sus puertas y ventanas/ ella se ha asomado su balcón/ abanicando la ilusión/ de que esta noche sea amada./ Hoy mi Habana espera a un señor/ mitad azúcar, mitad sol/ con un clavel en la solapa/ solo sabe que se llama Juan/ o mejor dicho don san Juan/ dueño de la mitad de su alma. Aquella noche caía/ bis/ la lluvia muy lentamente/ cantaba triste la fuente,/ ay, su dulce monotonía,/ ay, un almendro florecía,/ ay, al aire frío de enero,/ ay» Bulerías (s.XX) La bulería es el colmo de los colmos de la flamencura, el pellizco que te levanta de la silla. Desde tiempos inmemoriales, qué es la danza o el
baile sino una ofrenda a los dioses, en agradecimiento del buen fortunio o la manera mas visceral de ahuyentar los males. Esto es lo que representa este cante y baile por fiesta, que cuando suena el soniquete: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7,8, 9, 10 todo el mundo sale a bailar, cantaores y tocaores. Y la picaresca y la pura zalamería se deja ver por sus letras. ¡Ah! Dicen que vienen de Jerez, pero lo cierto es que han recorrido el mundo entero, eso es lo importante. Camarón de la Isla (San Fernando): «Abuelo, abuelo, pares y tíos/ de los buenos manantiales se forman los buenos ríos/ abuelos, padres y tios»; «No me digas no, no…/ bis/ si tu madre no me quiere tampoco la quiero yo/ como quiere que te quiera si ella me dice que no» «Tu madre a mí no me quería/ tu madre a mí no me quería/ yo le voy a
Antonio Reyes.
poner a tu madre/ un pañuelo de alegría» (cantaoras de jerez). La Macanita (Jerez de la Frontera): «Lerelere, ay…y en un otoño bello/bis/ caían las hojitas sobre tu cabello»; «el aire/ que yo quisiera ser el aire/ para estar a tu verita/ y no nos molestara a nadie». La tempestad de Aurora Vargas: «Lerelere… ay yo esta noche voy a hablar con la luna/ pa yo decirle lo mucho que te quiero/ yo a veces sueño contigo/ y hasta te acaricio el pelo/ y le diré que tienes los dientes blancos/ y los sacais negros/ y que tienes los labios tristes/ cuando la madrugá se está muriendo». Y el sosiego de Manuel Molina: «Te quiero/ tanto te quiero/ que juro no verte más/ y rezo por verte luego»; «Anoche soñé contigo/ fue como un cuento de hadas/ yo era el príncipe del cuento/ y tú la reina encantada/ y yo te besaba la boca/ y tú mi pelo
acariciabas/ y las estrellas del cielo de felicidad lloraban/ y cuando yo me desperté/ y vi que tú me faltabas/ quise quedarme dormío/ pero el sol no me dejaba»; «En la misma cama/ juntos en la misma cama/ y tú estabas tan solita/ y yo que solito estaba»; «Cada vez que yo te miro/ a mí me entra una cosa tan rara en mi cuerpo/ no sé si me explico/ no sé si es amor/ pero yo sé que es una cosa muy rara, muy rara la que siento yo». Olé. Como existente, cuando escucho a Manuel Molina, convierto su fragilidad en algo sagrado, sacralizo lo mundano; me crezco con sus quejíos y lo humano se hace ultrahumano. ¿A qué te sabe la vida? Por el flamenco –¡cuantos sentíos compartíos!–, a mí a puro milagro. Esto es lo que me ha llegado del flamenco, que el sentido de la vida no es la libertad, ni ha de ser la servidumbre sino estar bien acompañaos. ~
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Fotografía
El Orgullo Gay ha dedicado esta última edición a defender la visibilidad y los derechos de los transexuales, bajo el lema «TRANSformando la sociedad», por eso resulta adecuado que haya coincidido en el tiempo con esta muestra de fotografía travesti. En la década de
RAFAEL AGREDANO. Detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer, 1995.
Augusto F. Prieto {Dos siglos. Dos países completamente distintos [España]. Dos sexos. Multitud de variantes. Un solo género, el humano. Una identidad única, la propia de cada cual. Desde tiempos inmemoriales las personas se han disfrazado. Monarcas, chamanes, sacerdotes, o guerreros buscaron diferenciarse del resto de la sociedad por medio de los tatuajes, las pinturas de guerra, con túnicas, plumas, pieles, o purpurina. También desde el inicio de la civilización se establecieron características de género diferenciadas para el varón y la mujer, que variarían con el transcurrir de los imperios y de las eras. Simultáneamente al establecimiento de estas premisas, aparece la tentación de travestirse, gene-
Trans ralmente para disfrutar de los derechos atribuidos al otro sexo, o con motivos lúdicos, como en el carnaval. Muchas mujeres tuvieron que vestirse como un varón para poder viajar, estudiar, o dirigir las tareas de gobierno. Casi todos los hombres aprovecharon bacanales y festejos para sacar el «algo» femenino que llevan dentro, para sentir la otredad. Hablamos, claro está, de códigos estéticos y de indumentaria. Fue durante el periodo de entreguerras cuando el travestismo
comenzó a utilizarse como un acto político. En París, Berlín, y Nueva York algunos varones se mostraron en espectáculos públicos exageradamente propuestos de mujer, provocando una reflexión sobre el género que movería la sociedad hasta traernos al presente. El mismo fenómeno se manifestó en España tras la larga agonía del dictador, y la apertura de la transición. El acto es casi siempre lúdico, pero reivindicativo. Busca interrogar a la comunidad sobre lo equívoco de sus códigos, en relación a
la diferencia entre realidad y apariencia, a lo distinta que es la exageración cuando es buscada o azarosa, en torno al fetichismo y la usurpación. La modernización de España fue queer o no es. Paco España, Pedro Almodóvar, Ocaña, Anarcoma, La Veneno, Fabio McNamara, Carmen de Mairena, Topacio Fresh, o Alaska, fueron decisiv@s en desanudar las mentalidades. Hubo un instante mágico, cuando el españolito –desde Cantillana a La Isleta– se dio cuenta de que podía sentarse delante de un espejo y pintarse como una mona siendo un hombre, sin que eso alterase la «unidad de destino en lo universal». Había que enfrentarse al inmovilismo. Peldaño a peldaño se fue conquistando la libertad. La exposición de Tabacalera documenta ese momento, y su evolución hasta el pasado más cercano –2015–, recogiendo a los más importantes fotógrafos que lo plasmaron, o trabajaron con él: Cristina García Rodero, Álvaro Villarrubia, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez, Alberto GarcíaAlix, o Colita, entre otros. Varios de ellos han sido galardonados con el Premio Nacional de Fotografía, creado precisamente en 1994 para certificar el motor que esa disciplina representa para todas los demás, su capacidad de influir en lo colectivo, y su alcance para condensar la actualidad y meditar sobre ella. Algunos artistas son documentales, capturan momentos que ahora entendemos que fueron decisivos, o a personajes importantes en un momento seminal, como hace Pérez-Mínguez en Pedro drag, Ouka Leele con el retrato sebastianesco de Bibi Andersen, o Javier Porto con Carlos y Fabio en escena. Casi todos buscan impactar en el espectador, y preparar su mirada para ver el mundo de otra manera, son los casos de Pure Silk de David Trullo, o Hagas lo que hagas ponte bragas, de García Rodero. La selección recoge todas las sensibilidades, transita todos los cruces, pretende hacer tabla rasa de todos los prejuicios, siempre desde la ironía y la sorpresa –véase Audrey B de Jesús Ugalde–. Instantáneas tales que I want to be Lee Miller de Carmela García, o Autorretrato. Mi lado femenino, de García-Alix, subliman la capacidad del objetivo para el retrato psicológico. «En plan travesti» es una frase de la canción de Fangoria Miro la vida pasar. EN PLAN TRAVESTI [Y RADICAL] FOTOGRAFÍA Y TRANSFORMISMO EN ESPAÑA ENTRE DOS SIGLOS. 1975-2015 SALA TABACALERA. LA FRAGUA. MADRID 29 de junio a 9 de septiembre 2018
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los años 50, la ciencia logró dar solución a todas aquellas personas que tenían conflicto entre su identidad de género y lo que decía su partida de nacimiento. La vedette Coccinelle sigue siendo referencia para travestis, transformistas y transexuales de todo el mundo COLITA Barcelona, 1940. Ocaña y su amigo Camilo, 1982. Fotografía sobre papel baritado.
DAVID TRULLO Madrid, 1969. Pure Silk, 1999. Fotografía sobre papel Hahnemühle.
JESÚS UGALDE Madrid, 1964. Audrey B., 1994. Fotografía sobre papel baritado.
Nacer dos veces No tiene nada que ver con la muestra. Porque son dos caminos diferentes, trazados en dos planos distintos. Pero coinciden en una intersección. Los transexuales son personas con un conflicto entre su identidad de género y el sexo que se les asignó en su nacimiento. Para desarrollarse en armonía con su naturaleza exigen ocupar en la sociedad el lugar que les corresponde como ciudadanos, sin ser discriminados, ni asumidos como diferentes. En épocas oscuras la única opción, para algunos, era el travestismo, y aun hoy día ese es el primer paso que deben dar ante muchas sociedades cargadas de prejuicios. Pero en
los años 50 del siglo XX la ciencia alcanzó por fin a resolver lo que algunos seres humanos viven como una pesadilla –el encierro en un cuerpo extraño– y el doctor George Burou comenzó a perfeccionar las operaciones de reasignación de género en su legendaria clínica de Casablanca. Había precedentes documentados, como los de la infortunada precursora Lili Elben, o el de Christine Jorgesen, aunque el caso decisivo por su popularidad mediática y su intensa personalidad sería el de Coccinelle. En 1962 la artista francesa llegaba a Madrid para actuar en la sala de fiestas Pasapoga y después de cada actuación el público se quedaba en
silencio, incapacitado para aplaudir, completamente perplejo con quien era considerada un fenómeno. La mujer que había nacido dos veces, la primera que consiguió modificar su género en el registro civil, y casarse por la iglesia. Mientras la vedette se paseaba en un descapotable por la Gran Vía, la prensa del franquismo enmudeció. Fallecida en Marsella en 2006, recordada con su nombre en una calle de París, gracias a la corporación municipal dirigida por la alcaldesa Anne Hidalgo, Coccinelle es la gran inspiradora para travestis, transformistas, y transexuales en cuanto que transgresora, que artista, y que mujer.
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Cine
El premio Nobel John Steinbeck consideraba su magnífica saga ‘Al este del Edén’ su mejor obra. Pese a que la adaptación al cine que realizó Elia Kazan se centraba en el último tercio de la novela y de manera bastante independiente del texto, se declaró un gran admirador de
Kazan dedicó todo el tiempo del mundo a James Dean durante el rodaje.
La redención de Caín por Kazan y Dean María Eugenia Guzmán {Elia Kazan ha quedado para la historia como uno de los grandes villanos de la Caza de Brujas porque para salvar su carrera, sus delaciones hundieron la de otros artistas que al igual que él habían sido miembros del partido comunista. Pero no podemos olvidar que fue también uno de los mejores directores de teatro de EEUU, cuyas representaciones de obras de Thornton Wilder, Tennessee Williams o Arthur Miller revolucionaron la escena de Broadway. Además, fundó el Actors Studio, una de las más reconocidas academias de interpretación del mundo. Y fue un gran cineasta, responsable de trasladar al celuloide lo mejor de El Método y de realizar al menos una obra maestra y unas cuantas películas excelentes. A mediados de la década de los 50, Kazan estaba en el momento cumbre de su carrera. La ley del silencio (On the waterfront, 1954), su mejor obra cinematográfica, obtuvo ocho estatuillas incluida la de mejor director, las productoras se lo disputaban y todas las estrellas de Hollywood querían trabajar con él. Podía hacer prácticamente lo que quisiera y decidió realizar una adaptación parcial y bastante libre de, Al este del Edén (East of Eden), la apasionante novela de John Steinbeck, quien ganaría poco después el Nobel. En ella se entrelazaban
James Dean murió prematuramente sin imaginar que se convertiría en uno de los mayores mitos del cine.
los avatares de dos familias, los Trask y los Hamilton, desde las décadas finales del siglo XIX hasta la primera guerra mundial. El autor profundizó en la rivalidad cainita que puede corromper la relación entre dos hermanos, en cómo la libertad individual
tiene la última palabra en la eterna lucha entre el Bien y el Mal, por muy condicionados que estemos por nuestra carga genética, y en la posibilidad de redimirnos, por muy graves que sean nuestros errores. Consciente de la imposibilidad de
condensar la larguísima obra en una película, Kazan decidió concentrarse en la parte final de la historia. Se ciñó a la trama principal, que recrea la historia de Caín y Abel representados en Cal y Aron, quienes rivalizan por el amor de su rígido progenitor, Adam Trask. El director tenía deudas pendientes con su propio padre y tal vez consideró catártico explorar un tema doloroso para él. Se involucró totalmente en la fase de elaboración del guion e intencionadamente alteró bastante la historia. Dejó en un segundísimo plano a los Hamilton, atenuó la maldad de la mujer de Adam (Kathy), tornó al bondadoso Aron en un ser más mezquino, acentuó las facetas queribles de Cal y eliminó el personaje que representaba la brújula moral (Lee), transfiriendo parte de su sabiduría a Abra, la novia de Aron. Llama la atención que pese a las diferencias con la novela, Steinbeck visitara asiduamente a Kazan durante el rodaje y quedara entusiasmado con el proyecto y su resultado. Una cuestión que el cineasta consideró siempre esencial y en la que destacaba su buen ojo era el proceso de casting. Siendo un convencido de la identificación existencial-emocional entre intérprete y personaje que El Método persigue, siempre trataba de encontrar actores que tuvieran en sí mismos algo de la esencia de su papel.
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Cine
la misma. Uno de los mayores logros del director fue dar en el clavo en el ‘casting’ del protagonista. James Dean estaba, al igual que su personaje, corroído por la rabia, los complejos y la culpa de quien se ha sentido rechazado por su padre desde la primera infancia
Kazan tenía deudas pendientes con su propio padre y tal vez consideró catártico explorar un tema doloroso para él.
Para sus prospecciones de talento, tenía la ventaja de su acceso a infinidad de potenciales candidatos gracias a su involucración en el Actors Studio y a su dominio de todo lo que se cocía en el teatro neoyorquino. Así dio en las tablas con un intérprete entonces desconocido. Se llamaba Dean, James Dean. Kazan siempre diría que elegirle para el papel de Cal Trask fue el mayor acierto de selección de su larga carrera. Acompañó al joven en una visita a su padre y se dio cuenta de que la relación entre ambos se componía de la misma incomprensión, dolor y vergüenza que la existente entre Adam y su hijo mal amado. No le importó que el personaje tuviera 16 años y el actor 23 porque no era raro en el cine de entonces ese desfase de edades. De hecho, antes de decidirse por Dean, le hizo una prueba nada más y nada menos que a Paul Newman, que entonces rondaba los 30… El resto del proceso de selección fue igualmente acertado. Raymond Massey, conocido por su puritanismo, era idóneo para encarnar al patriarca de los Trask. Esa maravilla de sensibilidad y humanidad que fue Julie Harris enriqueció extraordinariamente el personaje de Abra, cuya extrañeza ante las rarezas de Cal se va tornando primero en compasión y luego en atracción. Richard Davalos llevó a su papel de Aron cierto engreimiento de niñato con tupé que facilitó que los espectadores nos identificáramos con el otro hermano. Y Jo Van Fleet aportó al rol de Kathy la amargura que parecía destilar por todos sus poros.
Kazan decidió concentrarse en la parte final de la historia que se contaba en la novela.
Durante el rodaje, Kazan demostró su enorme capacidad de trabajo ocupándose tanto de inspirar al afortunado ramillete de intérpretes como de lograr una puesta en escena que se adecuara a la temática y tono de la historia. Le dedicó todo el tiempo del mundo a James Dean y se ocupó de propiciar que las afinidades y antipatías entre él y el resto del equipo se correspondieran con la historia. Así, animó a Julie Harris, que se caracterizaba por su dulzura y empatía, a apoyar al protagonista y comprender su vulnerabilidad. Por otra parte, se generó una verdadera corriente de aversión entre Dean y Massey que se trasladó a la pantalla. La impresionante carga emocional que nos transmite el momento en el que el escrupuloso Adam
no acepta el regalo con el que su hijo pretende comprar su amor, se logró por el verdadero rechazo que al actor más maduro le provocó la forma improvisada en la que el joven pareció romperse de dolor. El realizador se valió del Cinemascope y de los movimientos de cámara tanto para aproximar a los personajes como para reflejar la complejidad de sus relaciones. Así por ejemplo, el dramatismo de la escena de la discusión entre padre e hijo en el comedor se ve acentuado por la forma en que está fotografiada. A lo largo del metraje, el ojo creador de Kazan parecía perseguir la figura encorvada de James Dean, sus andares inseguros y su expresivo semblante captando y acentuando sus cambiantes estados
emocionales –su soledad, su sensación de abandono, su ilusión, su rabia, su culpa…– Fue la primera obra en color del director y jugó con el mismo, incidiendo en las tonalidades oscuras en los encuentros de Cal con el padre y luminosas en sus momentos con Abra. Además, logró transmitir significado a través de ciertos elementos materiales, como esos trenes que se acercaban o alejaban del valle de Salinas, trayendo problemas o llevándose esperanzas. Este largometraje provoca un impacto extraordinario en muchos espectadores adolescentes, que tienden a identificarse con el victimismo del incomprendido Cal. Pero vale la pena volver a verlo como adultos porque nos conmueve profundamente y nos lleva a plantearnos cuestiones de calado. ¿Hasta qué punto estamos condicionados por la herencia biológica? ¿Cómo dejar de escudarnos en las inevitables heridas de la infancia para convertirnos en seres maduros capaces de asumir nuestra responsabilidad sobre nuestras vidas? ¿Cómo podemos salvar la distancia generacional con nuestros hijos? ¿Cómo redimirnos de nuestra culpa por el dolor que infligimos a nuestros seres más queridos? ¿Cómo …? Al este del Edén ha pasado a la historia del séptimo arte como una de las mejores películas de Kazan y como la primera de las tres que protagonizó James Dean, quien murió prematuramente sin imaginar que se convertiría en uno de los mayores mitos del cine y un símbolo intemporal de lo que representa ser joven. ~
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Concha Murua nació en Vitoria-Gasteiz. Es una autora que en la edad madura acaba de publicar dos libros de relatos: ‘La taza griega’ (AA ediciones 2017) y ‘La mujer que también fuma’ (Sapere Aude 2018). Se considera una autora periférica
El trabajo inspirador Concha García {Huyendo de los calores veraniegos barceloneses, he pasado unos días en el entrañable entorno del País Vasco, concretamente en una población alavesa llamada Crispijana donde vive actualmente la autora y amiga. Hemos paseado por Ullibarri Gamboa, embalse construido en 1947, significa Villa o pueblo nuevo de Gamboa. Nos hemos encontrado y cruzado con muchos paseantes y ciclistas en un paisaje que me evocaba a Suiza, con colinas suaves y verdes y lagos con embarcaderos salpicados de pequeños restaurantes y terrazas arboladas donde es un placer sentarse y contemplar la naturaleza. El embalse cuenta con tres playas de interior, ubicadas en los parques provinciales de Garaio y Landa, situados en la llanada alavesa y recoge las aguas de la cuenca del río Zadorra, rodeado de los montes de Elgueamendi Aizkorri y Aratz y de la sierra de Entzia, al sur. El clima, de influencia oceánica y continental de interior favorece la biodiversiad con especies de distintos ambientes como son los nogales, quejigos, hayas y robles que circundan pequeños núcleos de población. Hemos caminado circunvalando el agua mientras hablábamos de autores de la zona y nos hemos centrado en el cuento. Concha Murua menciona a autores vascos que cultivan el relato: Eider Rodríguez que escribe en euskera y Pedro Ugarte, en castellano; a poetas como Kepa Murua y Miren Agur Meabe; y al excelente novelista y columnista del diario El Correo Fernando Luis Chivite. Estamos de acuerdo en que los géneros literarios no son compartimentos estancos y que, por ejemplo, los autores que menciona han tocado todos los géneros en diferentes momentos. Le pregunto si se considera una escritora periférica. Me dice que sí, teniendo en cuenta que es escritura periférica lo que no se produce principalmente en Madrid. Además los autores que publican solo en euskera son todavía más periféricos por razones obvias. Me comenta que hay una gran riqueza en la literatura en lengua vasca y que merecería la pena que se pudiese traducir en
mayor medida de lo que actualmente se hace. —¿Hay un resurgimiento del relato corto? —Creo que el relato es un género muy minoritario en comparación con la novela, se parecería más a la poesía en cuanto al volumen de lectores que pueda tener. Todos los grandes autores han escrito relatos cortos, en América están más considerados que en Europa. Cuando Alice Munro publicó su primera colección de cuentos Dance of the Happy Shades en 1968, poco sospechaba que en 2013 sería galardonada con el Premio Nobel por una obra fundamentalmente constituida por relatos. —En tus dos libros los personajes nos dejan con una sensación de que algo inesperado siempre acecha, no son relatos acabados con final feliz, porque el azar es imprevisible. —El relato corto interpela al lector, no da soluciones, interroga, deja aspectos abiertos, más sugeridos que explícitos. El cuento es como el arte de la pesca con anzuelo, tirar de un hilo para sacar a flote una situación o un personaje. En un cuento los silencios dicen tanto como las palabras, debe existir una complicidad con el lector que a su vez hace un esfuerzo mayor que cuando lee una novela. —Háblame de tus personajes. —Me interesa la sombra, la parte oscura en la que hay que entrar a tientas, que no significa que el resultado sea sombrío. Yo creo que siento empatía y ternura por mis personajes. No los juzgo. Son historias a menudo poco complacientes: una madre que se enfrenta a la violencia de un hijo, una niña que recuerda su infancia. Desde la sexualidad de los delfines hasta un asesinato en el Soho neoyorkino, desde la vida de un militar fascista hasta un muerto que discute su lugar en otra vida, desde el regalo inesperado que un hombre ofrece a su esposa, hasta unas insólitas relaciones sexuales. En todas ellas hay una mirada crítica hacia los diversos tipos de discriminación. —Tus personajes no solo son femeninos. —Me gusta construir personajes de géneros y voces distintas. Me parece una experiencia muy interesante tratar de entrar en la
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puesto que todo lo que no se produce en Madrid lo es y lamenta que lo que se escribe en euskera no se traduzca de forma regular puesto que existen obras de enorme calidad. Concha García entrevista a esta interesantísima autora
psique de diversos tipos de personas sean hombre o mujer o de distintas edades, circunstancias sociales y capacidades. No por vivir y estar ubicado en un determinado país tienes forzosamente que escribir de lo que se considera tu identidad, no me limito a historias circunscritas a una geografía sino que lo que me interesa es la conducta humana allá donde se halle. —¿Qué tipo de historias te interesan? —Considero que en literatura todo es variación y repetición. Las historias que me atrapan hablan de soledades, de enredos y vanidades, de personajes frágiles y heridos por diferentes motivos. —Los personajes vulnerables y sensibles. —Lo que más me interesa no es tanto el lugar del que parten mis personajes sino al que se dirigen. —¿Qué le dirías a alguien que no lee relatos para seducirlo? —Que es un género que al no es-
tar tan construido, tan cerrado como la novela, deja un poso, un rastro que puedes completar con tu imaginación. Son destellos de experiencias de otros que incorporas a las tuyas. El cuento moderno ha conservado algunas de las características del cuento antiguo como la brevedad o la anécdota pero ha desechado en gran medida la finalidad didáctica o moralizante del cuento clásico. —¿Qué es la inspiración? —La inspiración es trabajar. Otra cosa es que de las experiencias, de lo que ves, lo que observas, vives o recuerdas, construimos y nutrimos el relato. Necesito soledad y concentración para poder meterme en los personajes y en las situaciones que la mayoría de las veces te llevan a lugares insospechados. Yo no sé muchas veces cómo va a terminar un relato, solo tengo la certeza de que me llevará a un lugar que en ese momento tiene sentido. Lo que más me interesa de la escritura
es a dónde vas llegando; no el lugar de lo que ya sabes sino el lugar hacia el que vas. Lo que descubres de ti que no sabías. —¿Crees que la literatura es necesaria para vivir? —Creo que aunque la literatura no resuelva nada explícitamente, es un espacio de construcción, de preguntas, de sentido compartido, y es precisamente eso lo que la hace necesaria, imprescindible diría yo, para completarnos como seres humanos. Solo a través de la literatura tenemos la oportunidad de vivir vicariamente otras vidas que nos están vedadas por el tiempo biológico de nuestra existencia, que desafortunadamente nos es arrebatado por la muerte. La literatura actúa como una caja de resonancia en nuestra psique. —Y para terminar me gustaría que citaras algunos autores o autoras que te parezcan indispensables o que hayan sido una influencia para ti.
Concha Murua. / El Correo
—Podríamos empezar por autores clásicos del cuento como Chejov, Cortázar, Borges, García Márquez o Alan Poe, que leía de joven. Habría que citar después a Carver o a Richard
«La literatura es un espacio de construcción, es lo que la hace necesaria» «El cuento moderno ha conservado características del cuento antiguo» Ford entre los norteamericanos que he seguido y por supuesto mujeres como Joyce Carol Oates, Dorothy Parker, Clarice Lispector o Jeannette Winterson por citar a algunas de ellas irreemplazables en el panorama literario. ~
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Literatura El 29 de agosto, la editorial HarperCollins publicó esta novela que será traducida a un buen número de idiomas y que está funcionando francamente bien entre todo tipo de lectores. La pregunta es: ¿por qué una novela como es esta funciona y otras, mucho mejores, no consiguen hacerse un hueco en el mercado editorial?
La agenda roja Gabriel Ramírez {Fueron millones de personas las que inauguraron sus blogs para mostrar y demostrar lo que eran capaces de escribir. Como es lógico y cabía esperar, muy pocos demostraron que tuvieran un mínimo talento para narrar. Eso de ser escritor no es algo fácil, no es algo que se pueda elegir. Ser escritor es mucho más que saber contar una historia, ser escritor es mucho más que escribir con cierta corrección. ¿Imaginan lo que supone que millones de personas decidan que son escritores o que desean serlo de hoy para mañana? ¿Pueden imaginar lo que supone que millones de personas publiquen lo que escriben sin control alguno? Pues eso ha pasado. Y ha sido una experiencia lamentable. Los blogs ocuparon millones de páginas web, muchos pensaron que eran escritores. Y los blogs se murieron a millones y los que creyeron ser escritores ya saben que eso no es tan fácil. La agenda roja es el resultado de contar una historia en internet, en uno de esos millones de blogs que aparecieron hace unos años. Es el resultado, también, de gustar mucho entre los lectores y de una apuesta editorial que quiere aprovechar el tirón en la red. Ahora, casi todo debe tener el respaldo en internet para que alguien se fije y lo comercialice en otro formato o en lugares tradicionales. Por supuesto, el respaldo en la red no es garantía de nada, al menos, en el caso de la literatura. De los miles de títulos que se publican al año en España, un puñadito se puede considerar obras de calidad. No ya obras maestras o excepcionales. Apañadas. El desastre literario que se está viviendo durante los últimos treinta años es de tal envergadura que provoca vértigo. Teniendo esto claro, he de decir que La agenda roja contiene algunos elementos que hacen que funcione bastante bien. A pesar de lo blandita que resulta en algunos tramos (el final es lacrimógeno a más no poder y ventajista hasta lo irritante), a pesar de la falta de profundidad, a pesar del exceso de territorios comunes que busca la autora para sentirse cómoda al narrar sin que sean muy evidentes sus carencias técnicas, La agenda roja gusta y se deja leer. ¿Cómo puede ser esto? Pues porque es una novela honesta. Es lo que es y no quiere parecer otra cosa. La autora, Sofia Lundberg, escribe sin complejos y no intenta engañar a nadie. El texto carece de imágenes notables, el texto se construye sobre lo explícito y nunca sobre la sugerencia. La novela de Lundberg quiere ser una historia bonita y cercana, una historia que entienda todo el mundo. Pero sin apa-
Sofia Lundberg. Foto: Viktor Fremling/Salomonsson
Portada de ‘La agenda roja’.
riencias engañosas. El personaje principal es una anciana adorable que ordenó su existencia teniendo siempre en mente su gran y único amor. La relación con las personas va quedando reflejada en una agenda a través de un nombre. Pero todo sucede alrededor de su gran amor. Sabe que no le queda mucho tiempo de vida y decide hacer llegar las historias más apasionantes o más importantes a su sobrina nieta. Conoceremos a hombres y mujeres de todas las raleas, hombres y mujeres que fueron los cimientos de la vida de la protagonista. Conocemos y recorremos la vida de Doris. Vida que, por otro lado, no es nada del otro mundo. Esta es una de las cosas que Lundberg tendrá que aprender: la vida de un personaje es extraordinaria porque el personaje mismo lo es; si le suceden cosas impresionantes es algo que no le convierte en extraordinario. Podría parecer que si te suceden cosas magníficas te conviertes necesariamente en un ser enorme. Y no es así. El que es gris, aunque le toque sujetar el planeta entero sobre sus hombros, se muere gris. Es el ritmo narrativo lo que convierte el texto en algo atractivo y recomendable. No todo puede ser gran
literatura o profundidad de ideas. La agenda roja es literatura que envuelve de forma agradable, divierte y nos permite empatizar con los personajes que se dibujan con rasgos reconocibles y sin grandes aristas o dobleces. Una de las misiones de la literatura es divertir, entretener. Es algo que todos debemos asumir. Aunque las misiones son muchas más, claro. Si alguien quiere comparar esta novela de Sofía Lundberg con La metamorfosis de Kafka o con Luz de Agosto de William Faulkner es porque no habrá entendido algo tan sencillo como que hay muchos tipos de literatura y que durante todos los tiempos hubo muchos tipos de lectores. Otra cosa es que las diferencias sean enormes y que una buena novela esté siempre muy por encima de un texto que se deja leer. Calificación: Buena. Tipo de lectura: Amena, envolvente. Tipo de lector: Puede gustar a cualquiera. Argumento: La vida es la suma de los recuerdos de casa uno de nosotros. ¿Dónde puede leerse?: Estocolmo, París, Nueva York… y en casa.