Sábado, 28 de enero de 2017 Nº 125 @aladar_cultura
NÚRIA MENCIA
«No se puede hacer teatro sin hacer equipo» Entrevista a la escritora malagueña Isabel Bono
Tamara de Lempicka, icono del ‘Art Decó’
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El Correo de Andalucía Sábado, 28 de enero de 2017
Entrevista
El sol de Madrid, en esta época del año, invita a salir, a disfrutar de la luz. Sin embargo, es mentiroso, porque de lo que no avisa es del frío que espera en el umbral de la puerta para agarrarse a ti como si fuera una lapa. Gabriel Ramírez Lozano {Mientras entramos en calor, charlamos unos minutos sobre lo que vamos haciendo, sobre cómo vemos el teatro actual, de nuestros conocidos comunes, y sobre algunas de las cosas a las que nunca nos referimos en público; seguramente, por temor a no poder trabajar. En cualquier profesión existen temas que debes evitar siempre que es posible. También hablamos sobre lo que es Aladar y qué es lo que se persigue. Nos parece que estos espacios son fundamentales para los que necesitan tener presencia en los medios y no suelen tener oportunidades. Cuando el té de Nuria parece hacer efecto y logra arrancar el frío, le damos ese toque poco práctico que suelen arrastrar las entrevistas. Y como no funciona, como nos parece muy aburrido, seguimos a lo nuestro, con nuestra conversación. «Ya no paso mal rato con la situación actual, lo he ido superando poco a poco. Es una pequeña locura lo que está pasando. Trabajan unos y otros no, cosa que no es raro, pero no parece que el criterio que se utiliza sea el mejor cuando se elige a los actores. Ni el mejor ni el más justo».
NURIA MENCÍA
Una actriz de equipo
—Los cuarenta y cinco años de esta actriz están muy bien llevados. Parece mucho más joven. Y le interrumpo para que lo sepa. —El yoga me mantiene más joven. Lo he descubierto hace dos años. Lo hago sin dramatismo, si no puedo hacerlo no pasa nada, aunque me gusta mucho y me va muy bien. —Cuarenta y cinco años. ¿Desde cuándo estás metida en este lío que es el teatro? —Ingresé en la Escuela de Arte Dramático cuando se podía habiendo cursado 2º de BUP. Es decir con 17 años. Y dos años después salí de allí para entregarme hasta hoy al teatro. Siempre me he dedicado a esto. En el inicio comencé en bares como muchos y nunca me ha faltado trabajo desde entonces. Dicho así, y dadas las circunstancias, podría parecer arrogante, pero es la verdad. Por el camino, he hecho cine, La soledad. Y después llegó la crisis. Antes cada uno tenía su sitio. Parecía que el mundo artístico estaba colocado. Unos en la televisión, otros en el cine, estos en el teatro… Y con la crisis todo se vino un poco abajo y todos nos encontramos en un mismo lugar para compartir lo que había. —¿Tienes antecedentes en casa, alguien de la familia se dedicaba a encarnar personajes antes que tú? —Mi hermana Paca es actriz, pero estudió después que yo. Y, fíjate, recuerdo que siempre quise ser actriz. Tal vez porque en casa jugaba con mi hermana a interpretar. Es lo que he querido siempre. Así me imaginaba de niña y hasta aquí he llegado. —Eres actriz las veinticuatro horas al día. Pero debe haber ocasiones
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Entrevista
Nuria Mencía luce un gorro de lana intentando evitar que la traición del sol sea severa. El que escribe, menos precavido, viste un traje de chaqueta que no funciona como aislante. Hablamos, hablamos y hablamos
Nuria Mencía. / El Correo
en las que no te apetezca serlo, ¿no? —Si subo a un escenario y no me creo lo que hago, prefiero no hacerlo. Es un sufrimiento insoportable. Es casi imposible hacer lo que no te crees. El resto lo llevo mejor de lo que cabría esperar. —¿Cuándo decidiste ser actriz? ¿Cuándo supiste que lo eras? Le pido que elija contestar cualquiera de las preguntas. —La primera vez que me sentí actriz fue el día de mi primera comunión. Leímos unas cartas en voz alta y sentí que eso que hacía llegaba a mi público, sentí una conexión muy especial. Mucho más adelante, haciendo el San Juan de Max Aub, Otegui me decía vamos actriz. Y me confesó que no se lo decía a cualquiera. Fue muy importante porque me hizo sentir que había llegado hasta donde había soñado. Han pasado los años y de eso hablamos. De todo lo que sucede por el camino. De los éxitos, de los fracasos, de la llegada de los hijos… «Nunca he tenido intención de dejar el teatro. Malos momentos he tenido, pero dejarlo nunca se me ha pasado por la cabeza. Siempre he sentido mucho reconocimiento al trabajar, sería injusto plantearse algo así». Nuria Mencía vive a caballo entre Madrid y Lisboa. Allí tiene a su marido y a su hija. Pero con el apoyo que le presta su esposo lo lleva bastante bien. «Ser madre no me impide ser actriz. Al contrario, mi hija es una luz que ilumina mi vida y, por tanto, mi trabajo. Al contrario, me ayuda a seguir».
Nuria y un servidor vivimos instalados en una zona muy extraña de la realidad que conocemos como ficción. Mientras intercambiamos experiencias sobre el proceso de asimilación de los personajes en literatura y en teatro, anoto algo que me llama especialmente la atención. —¿Asimilas a tus personajes? —Trabajo mucho la técnica. Me creo a los personajes hasta el límite que me permite el cuerpo y la mente. La técnica, lo orgánico, y la comunicación con el director, deben forman un cuerpo único. Si eso es asimilar ya ves que lo hago. Pero, mira Gabriel, si hablamos de esto tenemos que referirnos a otra cosa fundamental: no se triunfa sin trabajo duro. Lo importante es no parar de mejorar y lo otro llega de forma natural. Hablamos mucho sobre la técnica literaria y noto un especial interés en Nuria. Le pido que me explique eso que veo y no dice. «Tengo muchas ganas de escribir. Intento decir muchas cosas. He dirigido, volveré a dirigir, pero me gusta actuar. Terminaré dando clase, pero de momento estoy contenta sobre el escenario como actriz. Sin embargo, efectivamente, me gustaría mucho escribir un buen texto. Sería algo así como el teatro total». Termina su té. Seguimos adelante. Le pregunto si se gusta como actriz. «Me siento muy realizada. Me gusto al verme, no te digo que no, pero no soy mi actriz preferida. Tengo seguridad en mí misma».
Alzo la ceja y espero hasta que para, respira, reimos y dice: «Me voy a atrever a afirmar que soy muy buena actriz». Le explico lo curioso que me resulta que no haya tenido todavía un papel extravagante en importancia. «Sí, la espera es dura. Muchas veces pienso que ya está bien de amigos, que lo que quiero es trabajar con los grandes y no tantas felicitaciones y abrazos. Tengo muchas ganas de que me den un papel mayor, un personaje de cine con el que pudiera hacer muchas cosas». —¿Te manejas bien en Internet? —No tengo red social alguna. Me perderé cosas, pero prefiero estar ausente. Mira, hay quien dice que es mejor contratar a un actor o a una actriz que se mueva bien en las redes sociales. No me lo creo. Estoy rodeada de compañeros que no trabajan, enormes artistas, con cuentas en las redes y es injusto que no tengan trabajo y que se dependa de ideas tan peregrinas. Nuria Mencía y yo somos del mismo barrio. Ella es del Puente de Vallecas. Yo de Retiro. Lo que la gente no sabe es que está muy cerca el uno del otro. Y llegamos -no sé muy bien la razón por la que pasa- al territorio del mito tan extraño que supone ser escritor o cómico. Termi-
«Me siento muy realizada, me gusto al verme, tengo seguridad en mí misma»
namos contando algunas anécdotas que nos llevan a pensar que hay que desmitificar algunas cosas para que el espectador vea al personaje sabiendo que eso lo está consiguiendo una persona. Un cómico o un escritor. O el artista que sea. Me interesa mucho saber qué ve ella al actuar, si se siente miedo. «Dependiendo de la sala ves una masa negra o a cada persona. Pero no he sentido el vértigo del público enfrente. Es mucho más duro no tener una buena comunicación con el director, con el productor o no confiar en el compañero de escenario. Lo incontrolable es lo más peligroso. Pasa pocas veces, pero pasa. Lo que tengo claro es que no se puede temer al espectador». Hablamos (no paramos de hacerlo ninguno de los dos) de lo bien que nos caemos a nosotros mismos. Y de lo mal que nos caemos a veces. De la maternidad y de la paternidad. Ser padres es muy difícil. Y no hay que insistir en vivir la vida de los hijos. Cada debe vivir la suya. No estorbar más de la cuenta. Hasta que parece razonable se puede llegar. Lo acordamos como ministros sin ejercer. «Vivir en libertad es lo que importa». Llega el momento de la despedida. Pero Nuria me pide que deje clara una de sus ideas. «El teatro, y no lo digo con la boca pequeña, no puede ser individualidad. El director debe estar a tope, el productor lo mismo, y todos los actores y actrices deben tener una comunicación extraordinaria. El teatro es el equipo. Esos títulos que definen como los grandes a algunos deben desaparecer. Hay muchos grandes. Aunque es el equipo lo vital. Y esto lo digo con toda la verdad por delante. Las historias funcionan así; si no cuentas las cosas como debe ser no termina de cuajar la cosa. De otro modo, es imposible. Los egos o la falsa modestia no sirven para mucho. La autoestima, sí. Equipo. Esa es la clave». Besos, despedida y la ciudad. Llena de trampas que ha instalado un sol que no puede calentar. ~
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Teatro Hasta hoy, en la Sala José Luis Alonso del madrileño Teatro de La Abadía, y como parte de un especialísimo ciclo sobre nuevos lenguajes escénicos, se exhibe este apabullante espectáculo ejecutado con un reseñable virtuosismo técnico
‘A house in Asia’ o de cómo el medio no tiene por qué ser el mensaje Daniel González Irala {A partir de mimbres atrevidos, pero no por ello menos reales, la idea en torno a la que gira este montaje transmedia más cercano a la performance, el happening o el videoarte, que al teatro al que nos tiene acostumbrados La Abadía, es la existencia de la casa donde estuvo recluido el terrorista islámico Bin Laden tras atacar las dos Torres Gemelas neoyorkinas el 11 de septiembre de 2001. En realidad las casas que aparecen en el espectáculo como marco multirreferencial son tres: la que fue el refugio del miembro de AlQaeda, construida en Abbottabad (Pakistán), gracias a la que asistimos a la denominada operación Neptune Spear, comandada en este caso por un ejército de Apaches y cuyo objetivo recibe el nombre de Gerónimo (explicado aquí a través del western interpretado por Anthony Quinn), la provisional construida por Columbia Pictures en Jordania, cerca del mar Muerto que se utilizó consiguientemente para el rodaje de Zero Dark Thirty, en Estados Unidos, película de Kathryn Bigelow que a pesar de optar a cinco estatuillas no obtuvo al contrario que En tierra hostil ningún premio de la Academia de Hollywood y que sirve para hablarnos críticamente del gobierno de Obama, y la utilizada en esta gran nación como prueba para los mandos militares. Se juega a que hay una cuarta que no es otra que la utilizada para la implementación del espectáculo, iniciándose así una sinécdoque (la parte por el todo), plagada de metáforas. Ejecutado técnicamente con gran pericia por parte de Álex Serrano, Pau Palacios y Alberto Barberá, tanto en el manejo de cámaras digitales como en la selección de imágenes ajenas de apropiación (pasamos de ver a Gregory Peck de vaquero a capitán Ahab en la película de Huston, Moby Dick). El espectáculo trata de mostrarnos una gran disconformidad con las actitudes y poses del pueblo norteamericano frente a los temas que les preocupan como sociedad. El maniqueísmo así como una actitud entre épica, doliente y oscura se deja ver bajo el impacto ridículo de las imágenes (vemos
soldaditos de plástico y también réplicas de videojuegos) definiendo a los Estados Unidos desde cierto infantilismo propio del abuso de un consumo que les viene grande, e ignorando cómo los musulmanes a los que están enfrentados pueden sufrir y ser igualmente dolientes que ellos. Al fin y al cabo, quien no está por ello parece que no vive en este mundo. Varias son las ideas con las que se trabaja de un modo algo caótico; se habla de reflejos a través de la voz en off de un perdedor típico, para quedar éste a la altura dramática de un comediante surreal como es Groucho Marx en pijama delante del espejo. Por otro lado, los caballos que luchan contra apaches y los soldados de la Navy Seals terminan en un número esta vez sí puramente escénico con bailarinas a las que no se les ve la cara en torno y por mor de un personaje que podría erigirse en salvador del desastre y que no es otro que el cantante de Take That, grupo musical de adolescentes cuya canción Whatever seguramente resultaría un éxito de ventas co-
El espectáculo fue galardonado en 2015 con el León de Plata de la Bienal de Valencia
El maniqueísmo así como una actitud entre épica, doliente y oscura se deja ver bajo el impacto ridículo de las imágenes. / Fotografía Nacho Gómez
mo tantos otros. Este número musical se nos representa a estos efectos banal y en él se pone la mayor carga para ironizar acerca de ese maniqueísmo del que hablábamos. Son abrumadoras la gran cantidad de referencias existentes y el objetivo parece ser el cuestionar desde una estética bélica todo intento de llevar razón; de hecho Trump (que también aparece) es producto de todo lo vivido anteriormente y no sólo y como muchos analistas dejan ver un hecho aislado y populista, sino un fenómeno explorado en el continuum que es la historia. Presentado en inglés con sobretítulos en castellano, el espectáculo producido y realizado por el colectivo catalán Agrupación Señor Serrano fue galardonado en 2015 con el León de Plata de la Bienal de Venecia. No son novatos sus artífices en estas lides con ocho montajes anteriores entre los que destacan Birdie, Katastrophe o Mil tristes tigres. Por otro lado, el espectáculo forma parte de un nuevo ciclo en torno a nuevos lenguajes escénicos que comenzó el pasado mes de octubre y culminará en julio con el show El hijo que quiero tener. ~
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Libros
La flamante ganadora del último premio Café Gijón de novela, más conocida hasta ahora como poeta que como narradora, habla de su indagación en la intimidad familiar en ‘Una casa de Bleturge’
ISABEL BONO
Recomendaciones
«Me veo más seria de la cuenta, y no me gusta un pelo» Alejandro Luque {A Isabel Bono (Málaga, 1964) se la conocía principalmente como poeta –y también como autora de relatos cortos– cuando saltó la noticia de que acababa de ganar el premio Café Gijón de novela 2016. Una casa de Bleturge es el título de la obra ganadora, recién publicada por Siruela. Llegar y pegar. «Quizá probarme a mí misma que podía hacerlo», explica la autora. «Aunque sabía que mi tipo de novela no sería al uso porque soy de verso corto, frases cortas. Incluso los mails los escribo así, cortando las frases para que no parezcan un ladrillo. De lo que no estaba segura era si a eso que yo llamaba novela lo era de verdad. La inseguridad me empujó a presentarla al premio. A ver qué me dicen, pensé. Y aquí estamos», agrega. En efecto, a pesar de ser una narración unitaria, Una casa de Bleturge está estructurada en capítulos cortos. ¿Fidelidad con los géneros breves? «Eso es fidelidad a mí misma», responde Bono. «Fidelidad sin querer, por otra parte. Es que tengo tendencia a contar las cosas en tres frases. ¿Para qué alargar por alargar? Si queremos comunicar algo debemos ser claros y concisos. Podría haber puesto los capítulos seguidos, sin título, pero me pareció más bonito que cada uno tuviera identidad propia. Quizá un nuevo reto sería aprender a escribir en largo. No sé, ya veremos. De momento voy a seguir dejándome ir», dice. La novela cuenta la vida cotidiana de una familia después de la muerte de un hijo, con todas sus emociones soterradas: dolores, complicidades, resentimientos, culpas. «Es que la familia es un tema inagotable», afirma Bono cuando se le pregunta si es el gran tema de la narrativa actual. «Y ahora, con todos los tipos de familia diferentes que hay, mucho más. En las familias sucede todo. Las familias son microuniversos perversos, además. Llegas a a vida a convivir con unos extraños a los que debes querer y respetar porque son tu familia. Si tienes suerte y te tocan seres parecidos a ti, bingo; pero si la genética te la juega y en vez de a tus padres sales a un tío segundo al que todos detestaban...», comenta. Sobre sus personajes, Bono explica que «en el fondo todos se parecen, como si hurgas un poco en cada ser humano. Siempre hay más cosas que nos unen, estoy convencida. En este caso les une el dolor. Cada uno lo lleva a su modo. La hija llevando una vida aparentemente frívola, el padre
RELATOS
Andrea Camilleri / Gotas de Sicilia / Gallo Nero
Cuentos de alta concentración mediterránea
«¿Para qué alargar por alargar? Si queremos comunicar algo, debemos ser claros y concisos » «En las familias sucede de todo, son microuniversos perversos» con rencor y la madre con generosidad, como todas las madres. Pero, a veces, la generosidad tiene un límite y muy tranquilamente dice entre dientes: Que os den a todos». El humor -o el desenfado, o la ironía-, que tan presente están en la obra de Bono, vuelven a comparecen en su debut como novelista, a pesar del fondo trágico de la historia. «Mira,
La escritora Isabel Bono./ Siruela
anoche me dijo mi amiga Raquel que se había reído en alto con algunos capítulos. Ni te imaginas qué subidón. Porque es cierto que normalmente, aunque mis poemas no sean ejemplo de alegría, dejo que entre un poquito de aire, ese puntito irónico tan necesario. Pero, me temo, que estoy perdiendo eso y no sabes la rabia que me da. No sé si es la edad o los telediarios, pero me veo más seria de la cuenta y no me gusta un pelo». Por último, ante la posibilidad de que se considere una turista de la novela, o si por el contrario piensa perseverar, se lo piensa un instante y sonríe antes de aseverar: «Me considero una turista en el mundo. ¿Era Maeterlinck quien decía que somos muertos de vacaciones? Pues yo sería escritora de vacaciones. No voy a dejar de escribir, eso es lo único que sé», apostilla Bono. ~
A. Luque {No es la primera vez –y supongo que no será la última– que afirmo que Andrea Camilleri es mucho más que un simple entretenedor de éxito. Cuando se pone serio, demuestra una erudición y una inteligencia que no están al alcance de cualquiera, por no hablar de su extraordinario compromiso ético. Por otro lado, a nadie se le escapa que la enorme repercusión popular de sus libros, sumada a su productividad abrumadora, han hecho del autor de Porto Empedocle una suerte de surtidor permanente de novedades (tres títulos este año, cuatro el pasado, etc), y es sabido que cantidad y calidad difícilmente pueden ir de la mano. Las Gotas de Sicilia que trae a las librerías españolas el sello Gallo Nero tienen algún tiempo, y entran claramente en la categoría de Camilleri menor, lo cual no significa que carezcan de gracia ni deje de ser curioso. Se trata de viñetas, casi todas apoyadas en recuerdos y vivencias del escritor, y –como su título indica– vinculadas de un modo u otro a su isla natal, que fueron apareciendo en distintos años en el almanaque de la editorial Altana. parar el desembarco aliado en Sicilia, y de aquella conversación surgió una suerte de fotografía de época que el escritor revela ahora. En definitiva, Camilleri brinda aquí unas cuantas pastillas de caldo concentrado de sus mejores virtudes como escritor (conocimiento profundo de su tierra, agilidad para narrar, buen humor y agudo sentido crítico), aunque no todas se disuelven de la misma forma. Servirá, en todo caso, para los que quieran iniciarse en la obra del agrigentino, como para los camillerianos de nivel avanzado. ~
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Libros ilustrados. Más que palabras
Descubrir la lectura ha sido siempre uno de los mayores goces de los chavales y el fenómeno mediante el cual el corazón y la mente se han expandido más allá de cualquier frontera. No hay una sola niñez, sino tantas como libros haya capaces El amor a la lectura es para toda la vida, pero no siempre comienza a la misma edad ni se estimula o satisface con las mismas obras. Nunca se olvida el nombre de esa persona que nos enseñó a amar los libros cuando aún teníamos todos los sueños por delante. Ni los libros que los hicieron realidad César Rufino {Heidi era «una niña de mejillas tan ardientes que iluminaban de rojo su tez morena», escribió Johanna Spyri, información que copiaron divinamente los japoneses cuando se propusieron hacer los famosos dibujitos de la tele. Lo que no se contaba en aquella mítica serie infantil era que el abuelo de la susodicha arrastraba una historia terrible. Al parecer, según los rumores que llegaron al precioso pueblecito suizo de Mayenfeld por boca de la insolente tía Dete –la misma que condujo hasta allí a la pequeña huerfanita para encalomársela al viejo y poder hacer su vida– el solitario Tío de los Alpes, como lo llamaban todos por allí, era un hombre atormentado que en su juventud dilapidó todo el patrimonio familiar en la bebida y el juego, llevando a sus padres a la muerte de pura tristeza y a su hermano menor, el único que tenía, a la miseria de la mendicidad. Enrolado como soldado en Nápoles, se cuenta que desertó tras matar a un hombre no en combate, sino en una porfía por asuntos de negocios. Viudo en su juventud y con un hijo, tuvo otras andanzas hasta que se retiró a la montaña con sus cabras para purgar su memoria en soledad. Y todo esto –más otras cuantas cosas– es lo que los dibujitos nunca contaron, y los libros sí. Habrá quien sostenga –asesorado por la pusilanimidad imperante– que semejantes desgracias no son lectura apropiada para un niño. Se estará cargando décadas de reconocimiento a una autora y una obra que se encuentran entre las cumbres de la literatura infantil. Eso sí, para pequeños ya curtidos en libros que aguanten bien los volúmenes de cierto grosor. A esa labor ayudan, en la edición publicada por Nórdica Infantil, las deliciosas ilustraciones de Sonja Wimmer, quien, aunque su nombre suene lejano –nació en Múnich–, se fue a estudiar a Barcelona y allí se quedó, de modo que las librerías españolas están llenas de títulos ilustrados por ella. Como afirma la artista, «ilustrar es la oportunidad de regalar un poco de luz a la gente, de ha-
Las edades del niño cerles reír, conmoverse, reflexionar y soñar». Todo eso lo logra en las ilustraciones de esta edición de Heidi, donde su colorista interpretación de los personajes y las escenas rebosa inocencia y belleza, calidez, ternura sin empalagos y mágico encanto. La maestra de escuela Spyri, que tanto y tan bien conocía el mundo y el espíritu de los niños, habría disfrutado de estas estampas como una chiquilla más. Aunque sus destinatarios preferidos sean los chavales más mayorcitos, este Heidi comparte con el siguiente de los libros aquí reseñados el ser una lectura recomendable para niños de cualquier edad, incluidos los nonagenarios que así se sientan. El título de esta otra obra editada por Salamandra es Animales fantásticos y dónde encontrarlos, y se trata del guion de la reciente película homónima (que, por cierto, tiene nominados a los Oscars su vestuario y sus decorados ). Su autora es J.K. Rowling, creadora de uno de los universos literarios más exitosos de todos los tiempos alrededor de su personaje estrella, Ha-
L que los Lo l dibujitos dib ji animados i d japoneses no contaban –y el libro sí– era el terrible pasado del personaje del abuelo rry Potter. Esta vez, la época, el escenario y el protagonista cambian: estamos a mediados de los años veinte del siglo pasado, esto es la todavía adolescente Nueva York y el protagonista se llama Newt Scamander, un joven explorador y magizoólogo que se ve envuelto en una serie de acontecimientos extraordinarios relacionados con la magia, las criaturas que la pueblan y, como no podía ser menos, por malvados con varitas. Este libro es, en pocas palabras, una película hecha palabras. Pero no una película cualquiera, sino una en la que las letras asumen con una eficiencia y una eficacia deslumbrantes el riesgo de despertar en la mente del lector las imágenes fabulosas que la gran pantalla servirá en bandeja a sus espectadores. Es uno de los méritos de este guion cuajado de perso-
‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos’, de J.K. Rowling, protagonizada en el cine por Eddie Redmayne, está concebida como una trilogía.
najes entrañables que darán mucho que hablar en siguientes entregas. Y repleto, como su nombre indica, de seres extraordinarios: el travieso y alborotador escarbato, los murtlaps agresivos, el fabuloso occamy y sus cascarones de plata, los mooncalfs, los terribles graphorns como tigres con tentáculos, el simpático bowtruckle llamado Pickett que acompaña fielmente a Scamander... y el obscurus. Entre otros, claro. Esto es una mina. Pese a carecer de ilustraciones propiamente dichas, de algún modo de trata de un libro ilustrado o, al menos, decorado; he ahí la habilidad de Minalima con un diseño de edición y una cubierta extraordinariamente sensibles a la atmósfera de la literatura de Rowling. A poco que esta nueva serie se imponga entre los jóvenes, las bufandas de Hufflepuff como la que lleva siempre Newt Scamander se harán tan populares entre la chavalería como antaño lo fueron las de Gryffindor entre los devotos de Harry Potter. Es decir, que queda magia para rato. Un escalón antes de asomarse a
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de desatar esa inmensidad. Cada carácter y cada tiempo tienen sus lecturas. Estas que aparecen aquí son algunas recién horneadas; cinco ideas para otras tantas edades, comprendidas dentro de esa palabra inmensa llamada niñez
El libro de ‘Leocadio’ no solo es tremendamente divertido, sino también un gruñido leonino, salvaje y carnívoro de libertad estas lecturas más sofisticadas para ellos, los niños disponen ahora en las librería de una obra altamente recomendable por lo que tiene de humorística, de fresca y de agradablemente transgresora; no en vano se escribió hace más de cincuenta años, cuando cierta pedagogía aún no había impuesto sus reglas a la literatura infantil y no había chiquillo que no regresara a casa del descampado más próximo con una postilla en la rodilla. El mérito de traerlo ahora a los escaparates es de la editorial Kalandraka, y se trata de Leocadio, un león de armas tomar, de Shel Silverstein. Este Leocadio seguro que también era de los leones que en su infancia volvían de sus correrías por la sabana africana con postillas en las patas. No era un león como los de los cuentos de ahora, que sirven la mesa y miman a las abuelitas, sino uno de
El polifacético Shel Silverstein fue uno de los principales dibujantes de ‘Playboy’ y estuvo nominado a los Oscars y a los Globos de Oro por una canción.
esos que no mostraban reparos en zamparse a una patrulla de cazadores en plan safari, lo cual es, desde todo punto de vista, incorrectísimo en los tiempos que corren. Escrito en los primeros años sesenta, un tiempo en que los niños jugaban a los exploradores y a los vaqueros y no había chavalillo sin cartuchera con pistolillas de mixtos, este libro se ríe de bastantes cosas que hace tiempo que olvidamos que eran ridículas. Y lo hace porque contiene un grito, o más bien un gruñido leonino, salvaje y carnívoro de libertad. Un rugido feroz, pero también tremendamente divertido, contra un mundo que convierte a los formidables leones en lo que aquellos más aborrecían, y donde los finales de las historias no tienen por qué ser necesariamente un festín de perdices ni una ñoña moraleja para padres traumatizados. Dicho queda, a modo de recomendación entusiasta. Está por ver cómo evoluciona el hábito de la lectura en los niños tras el cambio de paradigma tecnológico. Pero mientras se ve y no se ve, otra obra que merece pasar por sus ma-
nos es Los trabajos de Hércules, firmada por Ricardo Gómez y Anna Mongay con el sello Edelvives. Y lo merece por varias razones. Una de ellas es por lo que supone de acercamiento al fascinante mundo de los mitos grecorromanos, llenos de proezas, dioses y diosas en permanente conflicto, historias increíbles y personajes insólitos. Es decir, llenos de imaginación, que es la argamasa del pensamiento. Y otra razón es porque osa referirse a Zeus, a Atenea, a Hera y a Euristeo sin el menor complejo, y sin importarle un pimiento que lo que se lleve ahora entre el común de los niños sean videojuegos que confunden las matanzas con la épica y las capuchas con la poesía. Para salir más o menos ileso de la infancia hay que navegar por los mares griegos de la mitología –que le pregunten a Ulises–, que son los que dan sentido al viaje de la vida. Al final del libro se habla a los niños sobre el carácter imaginario del personaje, las criaturas de las leyendas antiguas, la curiosa relación de España con Hércules y otros cuantos detalles, informaciones y anécdotas que culminan
la misión del libro. Con una prosa sencilla y con predominio de luminosas ilustraciones a todo color, el libro Los trabajos de Hércules es la tercera entrega de una colección sobre los mitos clásicos de la que ya se han publicado los títulos Los viajes de Ulises y El Minotauro y el laberinto. Una de las mejores cosas de los libros infantiles es que pueden ser una excusa formidable para hablar de cosas en familia. Por ejemplo, para que los padres ilustren a sus hijos y conversen con ellos sobre las creencias mágicas, las diversas religiones, los intentos del ser humano a lo largo de los siglos por explicarse el mundo y lo desconocido, la importancia de la herencia recibida –filosófica, mitológica, literaria, política, social y cultural– de los griegos y los romanos, más allá del papel que ahora tengan Alemania y China en nuestras vidas. Esta función hogareña de la literatura para niños cobra una dimensión especial en otro título recién llegado a las librerías y dirigido a los más pequeños: La familia de la vajilla impar, de Edelvives. Está firmado por Catalina González Vilar (texto) e Isabel Hojas (ilustraciones). La primera dedica el libro a su padre; la segunda, a la familia en la que creció y a aquella otra que espera ver crecer. Cuando uno dedica lo que hace a su gente, esa obra tiende a ser necesariamente buena. Esta ha merecido el Premio Internacional de Álbum Ilustrado Edelvives, con el que se reconoce una obra que enhebra a partes iguales sencillez y hondura, que es como decir que contiene verdad. La tesis es que las familias y sus vajillas guardan muchas semejanzas. Así que es la historia de eso, de una familia. O mejor dicho, la historia de un hogar, que es esa simbiosis entre lo material y lo afectivo que se establece entre determinadas personas, objetos y lugares y que establece una relación de mutua pertenencia. Aquí, los enseres andan siempre desparejados. Una encrucijada de culturas del menaje. Las cosas se van perdiendo. Las cucharas, los manteles, las tazas de desayuno, las tapaderas, y el resultado de todo ello, a lo largo de los años, es esa cacharrería diversa y entremezclada que cuenta la vida de los moradores del hogar. La ensaladera que se le cae al padre del susto de ver a la hija besándose con un chico, el cuenco que se va al garete cuando uno se queda dormido viendo la tele, las roturas de las mudanzas y las fiestas, la vasija que acaba usándose como bebedero de algún animalillo, los daños colaterales de las travesuras y peleas de los niños. Es como todo. Cabría preguntarse cuántos libros conserva uno de su lejana infancia, si uno también es a la postre un lector impar y su biblioteca se parece a esas vajillas desconchadas y huérfanas. Cualquier buen libro, a cualquier edad, te explica la vida entera con solo una metáfora. Por no hablar de lo bien que se lo pasa uno leyéndolos. ~
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Arte
Los artistas cubanos no son indiferentes a la necesidad de un cambio social, ni se resisten a la crítica. Cada uno busca su camino, moviéndose con libertad vigilada, entre la concienciación social, y la provocación. Motivados. Podemos comparar lo Daniel Romero durante un momento de a representación de ‘10 millones’.
Luis Manuel Otero en el concierto canadiense de Celine Dion.
Augusto F. Prieto {Es el evento de la temporada. Largas colas se formaban en las puertas del teatro Trianón, en Línea, el pasado 8 de enero en la reposición, después de las fiestas, del montaje «Harry Potter: se acabó la magia» de Agnieska Rodríguez, dirigido por Carlos Díaz Alfonso. Parece que la obra fue suspendida unos días por razones políticas, y resulta increíble que se haya permitido a la compañía continuar con las funciones. El mensaje de protesta es claro, explícito, incluso agresivo, porque como sucede en la fábula del rey desnudo, en esa academia de magia Guamampola, en la que todo parece funcionar –como en la misma Cuba- por artes de hechicería, se cae el velo. Se termina la magia y se revela la verdad, las carencias, las mentiras, la «feancia» -en fin- que reina en las calles, y de la que el montaje rescata durante una hora y media a los entregados espectadores con un show total. Espectacular trabajo actoral de César Domínguez, y del resto de la compañía El Público, con una mención especial para Edgar Valle, que brilla con luz propia en un arranque complicado y delirante. Transformismo, music hall, drag queen, y actores-acróbatas que parecen imitar con sus contorsiones las dificultades diarias de la vida en el país. La representación de «Harry Potter» nos recuerda a las actuacio-
Rebeldes con causa Sobre el titular, serie ‘Parten los Cadillac’ de Eugenio Feal.
nes emblemáticas de La Cubana en aquella España de los 80, que hicieron saltar los moldes que oprimían a la sociedad mediante la sorpresa, la exageración, y el histrionismo. Es una caricatura de las calles de La Habana elevada a lo sublime. La escenografía es colorida, impactante, y los trajes espectaculares concitan una imagen de país de fantasía en tecnicolor, del que los actores despiden a los espectadores en el atrio, para enfrentarlos con una realidad totalmente distinta. Hay en otra función, titulada «10 millones», la misma crítica, pero
más sutil, envuelta en un texto impecable, llevada a cabo en un espacio escénico sobrio y descarnado, y con unas actuaciones que se acercan al psicodrama. Está dirigida por Carlos Celdrán, y se representa en Argos Teatro, junto a la emblemática plaza de la Revolución. Ha sido un éxito de crítica y de público. Lo terrible aquí, es que el director-autor ha situado el conflicto de la sociedad cubana en el interior de una familia, en la que el hijo –un extraordinario Daniel Romero, 26 años, a quien nos creemos plenamente en su personaje de niño desvalido- sufre el divor-
cio de los padres que encarnan a la revolucionaria convencida, y al escéptico pequeñoburgués que se va. Presos, pues, de un drama íntimo, del que son a la vez causantes y víctimas, generan un drama que solo se puede solucionar dentro del ámbito familiar, y que es necesario trascender, en una catarsis a la que se obliga al espectador. Un ejercicio de dramaturgia profundo e impecable, más hiriente en cuanto inteligente. El hilo conductor es, como no, la célebre Zafra de los Diez Millones, momento de deseo y motivo de desesperanza, que movilizó al país, y que
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que se está pasando en La Habana, con lo que ocurrió en Madrid en la época de La Movida. Son nuevas propuestas escénicas, un arte concebido como contestación que responde a la necesidad de la gente de inventar un futuro En ‘Harry Poter: se acabó la magia’ se termina la magia y se revela la verdad, las carencias, las mentiras, la ‘feancia’.
Sobre estas líneas y a la izquierda, ‘La educación sentimental’ (2016), de LópezChavez.
Luis Manue Otero en su diario.
arrastró a los idealistas del planeta a un trabajo colectivo sin precedentes. La compañía aguarda la incertidumbre de la presentación de la obra, en marzo, en Miami, donde se azuzará a los fantasmas del exilio y de la reconciliación, en un momento complicado, ante los hermanos de la otra orilla. Les deseamos desde aquí suerte y coraje, porque detrás del texto, como detrás de la sociedad cubana, están el abandono y la ausencia, la inutilidad de los esfuerzos, y la muerte de las ilusiones. El director, una autoridad moral, Premio Nacional de Teatro 2016, nunca cedió a la tentación de abandonar la isla. Diario de un verano indio Hemos seguido en Aladar la trayectoria de Luis Manuel Otero Alcántara, un enfant terrible del escenario artístico habanero, siempre a caballo entre la mirada irónica y la provocación directa. Su último trabajo es una obra maestra de la simulación, al tiempo que una protesta. El artista había sido seleccionado para una beca en Canadá, la pasada primavera, pero le fue denegado el visado después de una agresiva entrevista en el consulado del país norteamericano. Fuentes cercanas al autor achacan el veto a la
mano negra de la Seguridad del Estado, tras la divulgación internacional del virtual «Museo de la disidencia en Cuba» que mereció incluso una mención en The New York Times. Ese «museo» formó parte de su trabajo del pasado año en Madrid, convocado para una estadía en El Matadero, a la que había accedido con el apoyo de Carlos Garaicoa. El «museo» pone en común el concepto de disidente, igualando a Fidel, con el indio Hatuey, con Payá, o con Martí. Como protesta por esta exclusión, Otero elaboró una serie de vídeos representando esa estancia
canadiense con un diario grabado. Desplegando una creatividad solo posible para un creador habituado a trabajar en condiciones de carencia extrema, recrea en este blog las actividades que hubieran tenido lugar, recurriendo al disfraz, a la impostura, y a los materiales más rudimentarios, en lo que es una reflexión sobre el significado y el concepto de viaje, esquiando con sus patines de cartón entre nubes de nieve de poliuretano, o disfrazado de indio en una reserva. Un trabajo lúdico y astuto. «Indian Summer Diary. I love Canada, Canada love me»; no se lo pierdan en YouTube.
Nido sin árbol Ha sido prorrogada, gracias a la notoriedad en la convocatoria, la exposición de jóvenes artistas cubanos en homenaje al arquitecto Francisco Bedoya, autor de la serie La Habana desaparecida, para la que reconstruyó edificios y tramas de la ciudad colonial, como intento de que perdurasen en la memoria, puesto que son el origen de esas calles, plazas, y edificios públicos o privados- que componen el trazado urbano. El marco elegido es la sede del antiguo Colegio Provincial de Arquitectos, un emblemático edificio del Estilo Moderno en la calle Humboldt, cuyos espacios se han habilitado para exponer las piezas. Destaca el montaje fotográfico de Leandro Feal, Parten los Cadillac: de la Reforma a la contrarreforma que analiza la explosión mediática que vive La Habana con las visitas de políticos, artistas, y celebrities, que forman parte sin duda de un proceso de apertura, cuya resolución aun es difícil de valorar. Porque Cuba vive un momento de fascinación similar al que sucedió a la Revolución, cuando Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, en representación de la intelectualidad de la izquierda europea, acudieron a avalar el proceso revolucionario. Los operarios reponen las frutales Estalagmitas de Yornel Martínez añadiendo un componente olfativo a la muestra, en la que los visitantes pueden participar, escribiendo en la pizarra dispuesta por Luis Enrique López-Chávez para provocar la escritura automática, al tiempo que evocan ese tiempo perdido de la educación y la infancia. Son seis artistas consagrados, dando paso a otras tantas jóvenes promesas. ~
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Si una pintora representó como nadie el estilo art-decó, en los años veinte y treinta del siglo pasado, fue Tamara de Lempicka. Su nombre nos recuerda un mundo de riqueza y sensualidad en el que se movió como pez en el agua. Su vida Anabel Rodríguez {Los biógrafos de Tamara de Lempicka no se ponen de acuerdo sobre si nació en 1898 o en 1902 (incluso 1906), ni siquiera en si lo hizo en Varsovia o Moscú. No sé si la diferencia de edad se debería a un acto de coquetería (no sería la primera persona que se quita años de cara al público), ni el tipo de conveniencia que le llevaría a no definir su lugar de nacimiento. Algunos dicen que fue su odio al comunismo el que le llevó a renegar de su nacimiento en Rusia. Nacida en el seno de una familia muy rica, su nombre original era Tamara GurwikGorska, fue educada en internados elitistas de Suiza y Polonia. Sus padres se divorciaron cuando era muy pequeña y se fue a convivir con su abuela materna. Se baraja la posibilidad de que su padre se suicidara al poco tiempo del divorcio, pero poca cosa más ha trascendido de este abogado judío, parece que se hubiera desvanecido. El segundo matrimonio de la madre de Tamara provocó un rechazo total por parte de la muchacha que se unió aún más a su abuela. Desde su infancia demostró talento para la pintura y por eso a los once años ingresó en la Academia de San Petersburgo para comenzar su formación, a pesar de que entonces nadie soñara si quiera que fuera a dedicarse al mundo del arte de forma profesional. No dejaba de ser un entretenimiento. En 1916 se casó con un abogado polaco muy rico, Tadeusz Lempicki, adoptó su apellido y parecía feliz. Llevaban una vida disoluta y frívola, inmersa en fiestas y ostentación. Tamara siempre se sintió atraída por el poder y el dinero. Cuando en 1917 estalla la Revolución rusa, su marido es detenido por los bolcheviques, Tamara logra sacarlo de la cárcel y se exilian, evitándose gran cantidad de problemas. Pasan por Copenhague, pero finalmente recalan en París, donde no podían mantener el mismo ritmo de vida que habían tenido y es entonces, cuando ella comienza a desprenderse de joyas y, al tiempo, a tomarse en serio su talento pictórico. Retoma sus estudios y recibe clases de grandes maestros. Valiéndose de su educación consigue fácilmente encargos realizados por la alta burguesía parisina y la aristocracia. Realiza retratos de personas influyentes de la época y es cuando incluye la partícula «de» en su apellido, pretendiendo tener una pátina más aristocrática. Su pintura es sobre todo figurativa y no sólo son retratos de poderosos, también dibuja a su familia, amigos y a alguna que otra prostituta a la que contrata para hacer cuadros rompedores para la época. Sus pinturas son sensuales, hombres y mujeres muy hermosos, pintados con colores claros, con cierta influencia cubista muy tami-
TAMARA DE LEMPICKA
Icono del ‘Art Decó’ ‘Autorretrato en el Bugatti Verde’.
zada. Durante los años veinte no deja de trabajar, labrándose una reputación importante como retratista. Comienza a consumir cocaína, para poder trabajar a tope y, al mismo tiempo, llevar una vida bohemia. Participa en orgías con hombres y mujeres, apartándose
Sus pinturas son sensuales, hombres y mujeres hermosos con cierta influencia cubista Tras su fallecimiento sus pinturas incrementaros su valor notablemente
cada vez más de su esposo y su hija. Y es que había tenido una niña (unos dicen que en 1916 y otros que en 1923; se ve que lo de cambiarse la edad era algo que se repetía en esa familia) llamada Kizette. Con ella mantuvo una relación tormentosa durante buena parte de su vida. Cuando era pequeña, negaba ante sus conocidos y clientes que fuese hija suya y en sus retratos ocultaba el nombre de la pequeña haciéndola pasar por una niña cualquiera. Uno de los cuadros en los que sale Kizette, el titulado «Niña en un balcón» fue el que le proporcionó a Tamara su primer gran premio en la exposición internacional de Burdeos en 1927. Con el tiempo renombró los cuadros y reconoció la identidad de la pequeña.
El distanciamiento hacía su marido debido a sus continuas infidelidades con hombres y mujeres, termina con divorcio de la pareja. Tamara se reconocía abiertamente bisexual y mantuvo una vida muy activa en ese terreno. Si tenéis la oportunidad de ver alguna foto de la artista en los años treinta, os daréis cuenta de que va ataviada como una gran estrella. En ocasiones lleva un cigarrillo entre los dedos, collares de perlas, pieles en los hombros o un pequeño sombrero negro, cejas muy depiladas y un cabello perfectamente estructurado. Elaboró su leyenda esculpiendo su propia imagen, sofisticada y fría, imagen que no dudaría en plasmar en muchos de sus cuadros. Uno de los más famosos es «Autorretrato en el Bugatti Verde».
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fue intensa, llena de luces y sombras, ordenada por una actividad frenética en todos los sentidos. En 1980, sus cenizas fueron arrojadas al cráter del volcán Popocatépetl desde un helicóptero
Tamara se reconocía abiertamente bisexual y mantuvo una vida muy activa en ese terreno.
La vida profesional de Tamara iba viento en popa, realizaba numerosos trabajos y obtuvo premios en ambos lados del océano Atlántico. En 1933 se casa de nuevo, esta vez con un barón (que también era coleccionista de su obra) llamado Raoul Kuffner que le procuró gran estabilidad económica. Se trasladan desde Francia a Estados Unidos y evitan así el azote de la II Guerra Mundial. Volcada en su actividad pictórica, sin embargo poco a poco el público le va dando la espalda y eso que ella cambió en los años sesenta su estilo pictórico hacia un ámbito más abstracto, tratando de adaptarse a los tiempos, pero no lo logró. Teniendo en cuenta que comenzó a pintar cuando sus necesidades económicas lo exigieron, tal vez la seguridad económica que le proporcionó el barón provocó que su creatividad disminuyese, o simplemente la gente se aburrió, pues los las tendencias artísticas cambiaron mucho a lo largo del siglo XX. En el año 1961 fallece su segun-
do esposo y Tamara se muda a vivir con su hija en Houston, con la que permanecería mucho más unida hasta su fallecimiento. Si durante su época más loca no había dudado en ocultar la existencia de la niña, en los últimos años de su vida, su relación se estrecha y vuelve obsesiva. Esto no impidió que se mudara a Cuernavaca (en México) en 1972 y que amenazara con hacer variaciones en su testamento cada vez que le venía en gana, para controlar a su familia (entiéndase a su hija y allegados) hasta su muerte. Un año antes de su muerte, Kizette se trasladó a México para cuidarla pues estaba muy enferma. Serían ella y el escultor Víctor Contreras (heredero de gran parte de la obra de la pintora) quienes en 1980, arrojaron sus cenizas al cráter del volcán Popocatépetl, desde un helicóptero, tal y como había pedido Tamara. Tras su fallecimiento sus pinturas incrementaron su valor espectacularmente, llegándose a pagar dos millones de dólares por el cuadro titulado Adán y Eva. A pesar de que su influencia dis-
minuyó durante varios años, no podemos evitar ver su influjo en el mundo de la música y la moda. Sólo hay que mirar a Madonna durante buena parte de los años noventa, ¿recordáis el vídeo de la canción Vogue? En él salían pinturas de Tamara y la imagen de la icónica cantante, estaba claramente inspirado en la obra y época en la que se había desenvuelto la pintora. También Karl Lagerfeld, Louis Vuitton o Armani, han sido influenciados por la pintora en alguna de sus colecciones. Su obra es sensual, hermosa, clara y brillante, pero al mismo tiempo distante y elitista. Tamara de Lempicka tiene la virtud de enamorar a muchos y ser cuestionada por otros, que sólo ven en ella una forma decadente y burguesa de hacer figuración decorativa. Pero lo cierto es que a día de hoy continúan realizándose exposiciones de su obra por todo el mundo (Roma, Turín, Corea del Sur) y generan gran interés. El artdecó continúa dejando su huella entre nosotros. ~
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Recuerdos del siglo XX
Quienes lograron la erradicación de La Corchuela y rechazaron el proyecto de Gregorio Cabeza para mantenerla como «solución de emergencia», no pudieron pensar que su error fuera evidente en tan poco tiempo.
Sevilla en 1977.
Nicolás Salas {Durante el verano de 1977, todas las fuerzas sociales que habían convertido el cierre de La Corchuela en símbolo de poder popular, quedaron desconcertadas por la nueva e impensable situación creada con el hundimiento de una casa en la calle Imperial, número 43; en las primeras horas de la madrugada del día 27 de agosto, sólo tres días antes de la clausura definitiva del citado refugio. De buenas a primeras, el triunfalismo por haber logrado que el Ayuntamiento cediera a las pretensiones de partidos, sindicatos y asociaciones de vecinos, con el apoyo de los medios de comunicación, fue eclipsado por la dramática situación de las ocho familias -diecinueve personas- que residían en la casa siniestrada, que pasaron la noche del viernes al sábado en plena calle y perdieron todos sus enseres entre los escombros. Entonces, sucedió algo verdaderamente curioso, un esperpento social. Las mismas fuerzas sociales que habían exigido la clausura de La Corchuela, se convirtieron en críticos del Ayuntamiento por no atender a las familias damnificadas y sin hogar. La situación fue tan tensa que, ante la inexistencia de refugios, las ocho familias fueron alojadas en hostales a cargo del Ayuntamiento, pero sólo por unos días y
1977
Nostalgia de La Corchuela Ni Federico Felina imaginó nada igual. Nuestra Señora del Amparo entró en La Corchuela el 14 de noviembre de 1971 a hombros de los primeros vecinos del refugio. / Archivo Gregorio Cabeza Rodríguez
Los mil alojamientos de La Corchuela alojaron a 3.219 familias mientras encontraban acomodo por su cuenta. Tampoco esta decisión fue admitida por las citadas fuerzas sociales, que exigieron
«viviendas dignas» para las ocho familias. Pero esta solución era imposible, pues ya no había una sola vivienda social disponible, como había dejado muy claro la Delegación Provincial de la Vivienda en un comunicado público, en junio de 1977. Con la adjudicación de los pisos del sector «B» del Polígono Sur a los residentes en La Corchuela, quedaban
agotadas todas las posibilidades de pisos subvencionados. En la Prensa leemos: «La erradicación de La Corchuela, acordada a mediados del pasado mes de junio, parecía solucionar definitivamente uno de los problemas más graves que aquejaban a nuestra ciudad. Ya no habría refugios. Todos los sevillanos tendrían una vivienda digna. Y hubo quienes se lo creyeron…». Cuando, en junio de 1977, se tomó la decisión de clausurar y derribar La Corchuela, el refugio estaba a tope. En los primeros siete meses del citado año ingresaron en los alojamientos provisionales trescientas sesenta y cuatro familias, cuarenta y dos de ellas durante el mes de julio mediante el asalto nocturno de los hogares que quedaban vacíos por haberse trasladado sus ocupantes a los pisos del Polígono Sur. Desde el 14 de octubre de 1969 hasta el 30 de agosto de 1977, los mil alojamientos provisionales de La Corchuela alojaron alternativamente a 3.219 familias, compuestas por 12.143 personas, con una media de ocupación
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Recuerdos del siglo XX
El hundimiento de una vivienda en la calle Imperial, número 43, dejó ocho familias sin techo que el municipio tuvo que alojar en hostales, pero sólo por unos días y mientras encontraban acomodo por su cuenta
de cerca de cuatro mil habitantes. Los primeros asaltos nocturnos se produjeron en la noche del día 11 de julio y fueron realizados por cinco familias advertidas por gente de La Corchuela de los alojamientos en mejores condiciones que quedaban vacíos por las adjudicaciones de viviendas en el Polígono Sur. De manera que, nada más ser abandonados por sus anteriores inquilinos, era ocupado por quienes tenían extrema necesidad de encontrar una vivienda social. En los archivos de la Secretaría de Viviendas y Refugios están las referencias de cada una de las trescientas sesenta y cuatro familias alojadas durante 1977, incluidas las cuarenta y dos que asaltaron los alojamientos entre los días 11 al 15 de julio. La lista definitiva entregada a la Alcaldía tiene fecha de 20 de julio, y todas las familias incluidas fueron admitidas por la Delegación Provincial de la Vivienda. El historial de las citadas cuarenta y dos familias que tuvieron que afrontar los riesgos del asalto nocturno de los alojamientos, pese al apoyo de gente amiga en La Corchuela, ilustra de una situación social y económica extrema y desgraciadamente muy extendida todavía a finales de los años setenta. Mientras las máquinas excavadoras iban derribando las viviendas que quedaban vacías, para evitar que pudieran ser ocupadas por
nuevos asaltantes, un grupo de vecinos vinculados a la Asociación de Cabezas de Familias comentaba la desaparición del refugio. Dentro de pocos años nadie se acordará de La Corchuela. Por aquí no han estado nunca las cámaras de los noticiarios cinematográficos para dejar constancia de cómo hemos vivido decenas de miles de personas. En el futuro nadie podrá conocer que existieron veintitantos refugios, medio centenar largo de suburbios infectos, chabolas en el mismo centro de la ciudad, miles de corrales y casas ruinosas donde las familias obreras malvivían... ¡Quién se acordará de nosotros! Sólo en las páginas de los periódicos quedarán noticias de familias en plena calle por derrumbamientos y desahucios, más algunas fotografías de suburbios y refugios, pero la realidad de nuestro drama será desconocida por las próximas generaciones... Ninguna autoridad ni organismo público se ha preocupado por estudiar nuestra situación, por archivar datos, por conocer cómo hemos vivido y cuáles son nuestras experiencias... Los muertos y heridos por derrumbamientos no merecerán el homenaje del recuerdo ciudadano. Yo levantaría en el centro de Sevilla un monumento a las víctimas, un memorial donde las próximas generaciones de ciudadanos pudieran conocer las trage-
Las familias tuvieron que afrontar los riesgos del asalto nocturnos de los alojamientos La Corchuela ilustra una situación social y económica extrema dias y dramas que soportaron miles y miles de personas sin hogar, en casas en ruina y en condiciones infrahumanas, en suburbios y chabolas, en los refugios de emergencia... ¡Qué sepan en el futuro cuánta miseria y dolor tuvimos que sufrir! Y cuántas humillaciones y desprecios de nuestra intimidad, más aún de nuestras mujeres e hijas, en los refugios... Muchos procedían del infierno de los corrales y suburbios y encontraron situaciones todavía peor, sobre todo en los primeros refugios. Miles y miles de sevillanos han vivido como animales, hacinados, sin higiene, en promiscuidad, con hijos pequeños y jovencitos aprendiendo a odiar, a defender su pudor. Todas estas realidades increíbles estaban representadas en los refugiados de La Corchuela, eran los últimos testigos de una época maldita, la memoria viva de unos episodios ver-
Mujer de la época en Sevilla.
gonzosos... Con los últimos derribos de lo que fueron nuestras pobres casas, también desaparecerá todo vestigio de nuestra existencia. Sí, compañeros, la sociedad nos borra del mapa, no hemos existido para la historia, las conciencias pueden estar tranquilas... Sólo unas pocas personas se acordaron de nosotros. La inmensa mayoría no sabía ni dónde estaba La Corchuela, sencillamente, nos ignoraban... Que Dios se apiade de nosotros y nos ayude en el duro futuro que nos espera. Y que también recompense a esas pocas personas que nos ayudaron tanto, siempre desinteresadamente, por caridad cristiana. Que nuestra pobreza y dolor no nos impida nunca ser agradecidos. La Corchuela había sido el símbolo de una «Ciudad de los Refugios» sin precedentes en España ni en Europa, un caso único de ruina del caserío antiguo, que oficialmente afectó a 33.578 familias compuestas por 152.455 personas. Pero hubo muchos miles más que no fueron contabilizadas al no haber sido propuestas para adjudicaciones de viviendas subvencionadas. El calvario sufrido por decenas de miles de sevillanos desde 1961 hasta 1977, con prolongación menor en los años siguientes, es uno de los episodios socioeconómicos más trascendentes de la historia de Sevilla durante el siglo XX. ~
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Cine Lo mejor, muchas veces, no llega desde lo extraordinario. ‘Gilda’, la pelícua de Charles Vidor, siendo un auténtico desastre argumental, ha mantenido su estatus de mito con el paso del tiempo. La película es deudora del trabajo que realizó Gilda es una película mítica más por el personaje y la actriz (al final terminaron siendo lo mismo y supuso una condena para la actriz difícil de soportar). Porque la trama no tiene ni pies ni cabeza. Johnny Farrel (Glenn Ford) llega a Buenos Aires. Allí conoce a Ballin Mundson (George MacReady). De forma insólita como todo lo que ocurre durante la película. Mundson dirige un casino ilegal en el que se realizan todo tipo de transacciones ilegales que no tienen nada que ver con el juego. El objetivo de Mundson es dominar el mundo. Este conoce a Gilda en uno de sus viajes. Es bailarina profesional. Se enamora locamente de ella. Y se casan. Da la casualidad de que Gilda es la antigua novia de Farrel. Esto lo arregla el guionista haciendo decir a Gilda que «el mundo es un pañuelo». El caso es que ella monta un numerito tras otro para tratar de llamar la atención del hombre que ama que no es otro que Farrel. Y, giro tras giro absurdo
‘Gilda’ es una película mítica más por el personaje y por la propia actriz
Gilda: Hayworth Nirek Sabal {La trama de Gilda es un disparate. Parece que se escribiera a trancas y barrancas. Y parece que se escribiera a ocho, diez o quince manos. Los giros insólitos que se producen son dignos de estudio. Pero, sin embargo, la película funcionó siempre, funciona y seguirá haciéndolo mientras el cine siga siendo lo que es. Charles Vidor consiguió una película maravillosa (la única de toda su carrera) a pesar de manejar un guion inverosímil y a un grupo de actores que no eran nada del otro mundo. Excepto Rita Hayworth, claro. Gilda es la película que incluye las conocidísimas escenas en las que Rita Hayworth canta y baila Amado mío y Put the Blame on Mame. Sensual, brutal. La escena en la que Glenn Ford abofetea a Rita Hayworth. Brutal, también. Gilda es ella, la película es ella, el personaje es ella. Será difícil que nadie pueda hacer un trabajo fotográfico tan asombroso con una actriz similar al que logró Rudolph Maté. Una belleza tan excepcional resulta conmovedora y es, al mismo tiempo, arrasadora. Glenn Ford sólo había interpretado algunos papeles sin importancia en películas bélicas y en algún que otro western. Aprovechó bien la ocasión. Los momentos en los que él aparece con importancia los resuelve bien. Hoy resultaría
Será difícil que nadie pueda hacer un trabajo fotográfico tan asombroso
algo histriónico, pero para la época en que fue rodada la película su interpretación fue más que buena. George MacReady defendió su papel con dignidad y no tuvo la misma suerte que Ford.
Rita Hayworth fue fotografiada esplédidamente en ‘Gilda’. / El Correo
llegamos a un final muy esperado y sabido. Pero antes de esto podemos contemplar a Gilda, si lo prefieren a Rita Hayworth, bailando y cantando. ¿Por qué funciona la película? Además del personaje hay algunas cosas más. La interpretación de todos y la habilidad para captar el lenguaje corporal y gestual por parte del director son notables. Es más importante lo que vemos que lo que podemos escuchar, siempre dicen más los rostros que las palabras. Por fortuna, porque los diálogos no son brillantes en absoluto. También ayuda el montaje. Los cambios de ritmo que provocan el cambio de número de escenas por tramo hacen que el espectador pueda seguir con cierta comodidad una trama defectuosa. En cualquier caso, es un privilegio ver esta película. Una y otra vez. Porque vemos a Gilda. Porque comprobamos que la perfección casi nunca está del lado de lo extraordinario. Una película mítica. Porque vemos a Rita Hayworth. ~
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Cine El crimen más brutal de la historia de la humanidad se preparó en una mesa en la que no se trató como un crimen a cometer sino, más bien, como algo que había que estructurar para que fuera mecánico. Perturbadora y necesaria Nirek Sabal {En la conocida como Conferencia de Wannsee, un grupo de personas decidió que el futuro de millones de personas sería pasar sus últimos días metidas en un vagón de carga, en un campo de exterminio pasando grandes calamidades y/o asesinados en una cámara de gas. Así de sencillo. Esa reunión estuvo presidida por Reinhard Heydrich (conocido, entre otros, por el alias de carnicero de Praga) y organizada por el Teniente Coronel de las SS alemanas Adolf Eichmann (uno de los máximos responsables del exterminio del pueblo judío en los campos de concentración diseminados por Europa). Asistieron otros militares, burócratas, cargos políticos y abogados. Es posible que sea la reunión conocida con más asesinos despiadados presentes de la humanidad. La reunión se alargó unas dos horas y se sabe de ella por la transcripción que se encontró en el despacho de uno de los asistentes y que debería haber destruido. Lógicamente, no lo hizo. La solución final (nombre que se dio a las matanzas masivas de hombres, mujeres, ancianos y niños de raza judía) es una producción de HBO Films para la televisión. Fue dirigida con mimo por Frank Pierson, sin hacer experimentos ni alardes al rodar. Austero, solvente y preciso. Salvo algunas escenas (pocas y elegidas para que la película no pareciese una obra de teatro) la acción se concentra en el salón de reuniones. La sensación de teatralidad, no obs-
LA SOLUCIÓN FINAL
La maquinaria de la muerte
En la Conferencia de Wannsee se sentaron en la misma mesa el grupo de asesinos más sanguinarios de la historia de la humanidad.
tante, es patente. En cualquier caso, la cámara está colocada donde toca y no se cometen errores. La fotografía de Stephen Goldblatt es, también, sencilla y efectiva. No parece que se usen filtros en ningún caso ni lentes especiales. No era necesario para contar esto y de esta forma. El
efecto que se busca es ese, el de la sencillez, cuando la decisión que se va a tomar es extravagante en todos los sentidos. El vestuario está cuidadísimo hasta el último detalle. Con todo ello, lo importante lo encontramos en el guión. Pegado a la realidad de lo que ocurrió (al me-
nos a lo que se sabe de esa conferencia) Loring Mandel construye una trama simple, pero repleta de frases atroces que se repiten sin cesar (no por falta de ideas sino para que los matices de cada personaje aparezcan al decir esto o aquello y el espectador quede estupefacto). Porque lo que resulta insólito y brutal es que esa reunión fuera un trámite más para los nazis; lo que resulta miedoso es que la aniquilación de millones de personas se tratase como un problema jurídico, militar, legal o laboral. Nunca como un problema humano. El personaje de Adolf Eichmann lo defiende Stanley Tucci. Está creíble y muy contenido. Por su parte, Kenneth Branagh encarna a Reinhard Heydrich. La sensación es otra. Algo excesico en su interpretación aunque, a decir verdad, el personaje tiene unas particularidades que hacen difícil escapar de la sobreactuación. Entre el reparto, destaca Colin Firth con un trabajo sencillo y correcto. Uno de los asistentes a la reunión dice que el pueblo judío es el escogido, pero para el gas. Un terrible resumen de la película y, por supuesto, de lo que ocurrió en Wannsee. ~
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Viajes En la que se conoce como Casa Ronco de la ciudad de la provincia de Buenos Aires llamada Azul, se encuentra una fabulosa biblioteca cervantina. La ciudad, de hecho, es cervantina desde 2007. La casa resulta un lugar mágico, entrañable
Azul, Cervantes y Martín Fierro Concha García {Azul es una población situada en la provincia de Buenos Aires, su paisaje pampeño ofrece a la vista inabarcables llanuras y centenares de vacas en medio de un pasto verde que parece no agotarse a través de la ventanilla del autobús. Amplias calles flanqueadas de plataneros centenarios conservan todavía el aire de ciudad de principios de siglo XX. Algunos rótulos de comercios están oxidados por el efecto del tiempo y se bambolean causando un sonido chirriante que solo interrumpe el paso de un coche. A las cinco de la tarde hay poca gente por la calle. Atravieso las quince calles que me llevan a la plaza central llamada San Martín, como en todas las poblaciones argentinas, en homenaje al libertador de Argentina del Reino de España. Azul tiene una casa llamada Casa Ronco que alberga la colección de libros de Cervantes más grande fuera de España. La casa produce escalofrío. Pertenecía al abogado Bartolomé José Ronco y a su esposa, María de las Nieves Clara, a la que llamaban Santa. Tuvieron una hija en 1909 llamada Carlota Margarita. Todo, hasta los papeles de las paredes están tal como lo dejaron sus dueños. La viuda falleció en 1984, treinta y dos años después que su marido. La entrada es la misma que mantuvieron cuando era un despacho de abogados y la casa familiar. La sala de estar con las mismas alfombras ya desgastadas te invita a posar los pies y detenerte. Las habitaciones, llenas de librerías así como los cuadros colgados en la pared, te hacen sentir en un tiempo que solo conoces por algunas películas y lecturas, pero sabes que existe porque lo sientes. La falta de iluminación ha hecho posible que se conserve el interior con todos sus objetos, ocultar la luz ha servido para proteger la valiosa biblioteca que contiene la casa de más de seiscientos metros cuadrados. Una dedicada a Cervantes y otra dedicada a Martín Fierro. Las cortinas y ventanas permanecen cerradas a cal y canto. Una joven muy atenta me explicó, con todo tipo de detalle, las particularidades de cada edición del Quijote, desde libros diminutos a traducciones diversas, así como ediciones de todos los gustos siendo la casa un tesoro por las joyas bibliófilas que contiene. Los libros eran encuadernados por la esposa -me explica la joven-; además, el señor Ronco construyó todas las es-
tanterías a medida. Santa también coleccionaba minúsculas botellas. Ambos, coleccionistas y obsesivos. Su única hija se murió cuando cumplió quince años de tuberculosis. Santa murió centenaria, dejó en usufructo su casa a la cuidadora. Merece capítulo aparte todo lo que he visto relacionado con las ediciones del Quijote, que no es el objeto de esta reseña. De mucho tiempo debía disponer para hacer todo lo que hizo el metódico
coleccionista, en realidad concentró todo su tiempo en el mismo espacio. Me imagino a la pareja todo el día alrededor de sus objetos y libros, aferrándose al instante. En la calle Bolívar hay una plaza inspirada en cualquier rincón típico andaluz, Cantoncillo Santa Margarita, te sientas y pareces estar en Córdoba. Hay algunos naranjos, un pozo con hierro forjado, dos columnas de color oro engarzadas a la pared que enmarca
En la calle Bolívar hay una plaza inspirada en cualquier rincón típico andaluz, Cantoncillo Santa Margarita.
una ventana de madera verde enrejada. Una fuente en medio con un chorrito de agua, de inspiración árabe. Algunas lozas forman un curioso dibujo de un hombre con cuerpo de animal. Los bancos son de cerámica. La plaza parece abandonada, las paredes blancas están pintarrajeadas. Una placa dice: Santa y Bartolo Ronco a su hija Margarita, el 10 de marzo de 1925. Azul es ciudad cervantina desde 2007. ~