Aladar nº 128

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Sábado, 18 de febrero de 2017 Nº 128 @aladar_cultura

La angustia de la mujer en el siglo XIX Entrevista al creador de la Fundación Aladina

Traducción del artículo de Remí Guinard


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El Correo de Andalucía Sábado, 18 de febrero de 2017

Historia

Un cuadro representa, de forma precisa, lo que ha tenido que soportar la mujer durante siglos: ‘Nameless and Friendless’ de Emily Mary Osborn. Esta artista fue una privilegiada de su época puesto que la mismísima reina de Inglaterra era una de

Emily Mary Osborn: Sin nombre ni amigos


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Historia

sus clientas, porque tenía amigos que la ayudaban a superar los baches y cierto prestigio. Pero Emily, a pesar de su posición, peleó para conseguir que hombres y mujeres igualasen sus situaciones sociales Anabel Rodríguez {Leyendo hace poco el ensayo de Patricia Mayayo Historias de mujeres, historias del arte encontré un cuadro (en el libro aparece en blanco y negro, pero ya me encargué de buscarlo) titulado Sin nombre ni amigos (Nameless and Friendless). Su autora fue la pintora inglesa de la época victoriana Emily Mary Osborn (nacida en 1828 en Sussex). En el cuadro podéis ver a una joven viuda o huérfana (una mujer de clase media venida a menos), en compañía de un niño (no sabemos si su hijo o hermano, pero resulta evidente que es un pariente) que lleva un cuadro a la galería de un marchante de arte, que examina la obra con condescendencia. Dos clientes situados de a la izquierda miran de soslayo a la joven, mientras sostienen entre las manos un cuadro que representa a una bailarina. El asistente del marchante estira el cuello tratando de apreciar qué es lo que la muchacha ofrece. La pintura deja abierto el campo a las conjeturas, pues aunque sospechamos que es un cuadro pintado por ella, tal vez es alguna obra de la familia que se ve en la obligación de vender para ganar dinero. Ambas interpretaciones, la de ser pintora o no, son plausibles y dejan abierto el campo para reflexionar sobre la posición de la mujer en el siglo XIX. La joven parece avergonzada, fija su mirada en el suelo de la tienda, mientras deja apoyado el paraguas sobre la mesa que gotea hasta formar un pequeño charco. El desamparo que transmite la pintora británica es evidente. Nos advierte de la difícil posición en la que se encuentra la mujer en la sociedad de la época. El hecho de que los clientes tengan en su mano un cuadro que representa a una atractiva bailarina, mientras la mujer trata de vender el cuadro que imaginamos ella pintó, deja bien claro que no hay espacio para la mujer como sujeto activo en el arte, sino como objeto del mismo. La ciudad, la sociedad, es dominada por los hombres; las mujeres son un objeto que poseer y mirar. No hay espacio para pintoras, ni para viudas. Esa galería de arte no es lugar para mujeres, al menos para mujeres desfavorecidas. Y es que al contemplar la escena no queda espacio a la esperanza: no logrará vender el cuadro y si lo hace será por una cantidad ridícula y miserable. Ella no tiene nombre ni amigos, un niño es su único acompañante. No tiene nombre ni amigos, ni un hombre que hable por ella, nadie que haga valer sus derechos. Ser una mujer en un mundo en el que se negaba o limitaba la enseñanza, se ocultaba el talento tras el anonimato o el nombre de un varón, era (es) muy complicado. La sutil mirada de la pintora inglesa, evidencia la difícil situación en la que quedaba la mujer sin un varón que la amparase. Enfrentarse a ese mundo sólo podía traer consecuen-

‘Nameless and Friendless’. / Emily Mary Osborn

cias nefastas para las valientes que se arriesgaron a hacerlo. Escritura, música, cine… en todos los ámbitos del arte la diferencia de consideración y salarial entre hombres y mujeres salta a la vista y es denunciada en numerosas ocasiones por las más valientes (o afortunadas). Cuando en alguna ocasión he leído un artículo sobre la diferencia de premios entre hombres y mujeres, siempre hay algún iluminado que denuncia que será que las mujeres no hacemos las cosas igual de bien que nuestros congéneres varones. Personalmente a los que hacen ese tipo de comentario los animo a irse al cuerno, con mucho cariño, eso sí. No voy a entrar en su juego porque es vano, estéril y lleno de prejuicios. Cuadros como este en los que se ponía el foco en la angustia de la mujer, en su soledad han llevado a considerar a Mary Emily Osborn como una artista proto-feminista. Este cuadro es una evidente declaración de principios, y es que Osborn estaba ligada al círculo de Barbara Bodichon Langham Place (pedagoga, feminista y también pintora) y su campaña por los derechos de las mujeres. Emily fue miembro de la Sociedad de Artistas Femeninas establecida en 1857 (el año en que se expuso por pri-

El cuadro deja abierto el campo para reflexionar sobre la posición de la mujer en el siglo XIX mera vez el cuadro). En 1859, suscribió una petición de las mujeres a la Real Academia de las Artes para abrir sus escuelas a las estudiantes, ya que hasta entonces se veían obligadas a aprender en academias privadas o con profesores. La propia Mary Emily Osborn lo hizo en la Academia Dickinson’s. Las mujeres eran excluidas de las academias públicas de arte con las excusas más peregrinas: iban a entretener a los alumnos varones con sus encantadoras cabelleras y sus vanas ideas; podían sentirse azoradas con los desnudos… excusas hasta el infinito. Ya se sabe que cuando no hay voluntad de hacer algo, cualquier razonamiento, por estúpido que sea, puede parecer válido. Por otro lado, las escuelas privadas tenían precios más elevados para las mujeres que para los varones, de forma que sólo aquellas que contaban con una familia adinerada podían costearse una formación decente. Y ni cuando terminaban su carrera tenían la posibilidad de incluirse en las organizaciones profesionales generales sino que debían ingresar en las de su propio sexo, la propia Osborn era miembro (tal y como he expuesto antes) de la Sociedad de Artistas Femeninas. El dominio masculino debía ser pleno, sin fisuras. Las mujeres no tenían cabida en un

mundo de hombres, ni los hombres querían formar parte de un mundo en el que las mujeres fueran algo más que “ángeles del hogar”. Las tareas a las que podían optar eran las propias de su sexo: sirvientas, enfermeras, damas de compañía… salir del corsé que se había impuesto a lo largo de miles de años era complejísimo y requería la reunión de circunstancias especiales: fortuna, familia, apoyo y suerte, mucha suerte. Sin nombre ni amigos no es el único en el que Emily pone el dedo en la llaga. La mujer infeliz, la mujer que sufre los prejuicios de la sociedad son retratadas también en La gobernanta (o tal vez debería llamar a la obra La institutriz) en la que retrata la figura de una institutriz joven firme y severa que se está haciendo cargo de los cuatro hijos de una familia adinerada, que buscan refugio en su madres. No sabemos si es la primera vez que los niños y la mujer se encuentran, o es que han sido reprendidos por ella. El gesto de la madre no es precisamente amable, tal vez la mujer esté sobrepasada por las circunstancias o vaya a apoyar a los niños en su disputa con la institutriz. La joven que se gana el sustento cuidando de los niños aguanta con gesto serio la bronca que parece estar sufriendo a manos de su patrona, mientras que uno de los niños copia el gesto de su madre y otra sonríe maliciosa. No sé a vosotros pero a mí me ha traído a la mente a esas pobres institutrices que poblaban algunos libros de las hermanas Brönte. Este cuadro fue adquirido por la reina Victoria y es que Emily afortunadamente sí tenía nombre y amigos. Estaba bien considerada y podía ganarse la vida haciendo aquello para lo que tenía talento. Aunque Mary Emily Osborn también realizó cuadros de estampas eminentemente familiares, femeninas y paisajes, creo que en estas dos obras toma una postura clara sobre la posición de la mujer en la sociedad, la opresión y el hecho de ser relegadas a tareas de servidumbre o de no ver reconocido su talento en forma alguna. He buscado más datos biográficos, pero sólo he conseguido saber que era la hija mayor de un reverendo que fue destinado a Londres y donde comenzó a formarse, que tuvo amigas ricas e influyentes y que entre su clientela se encontraba la propia reina Victoria. Tras la muerte de su madre, en la década de los sesenta dejó de pintar y sirvió como enfermera en la guerra franco-prusiana junto con una de sus hermanas. Nunca se casó y falleció con noventa y siete años, dejándonos en la pintura que hoy hemos desglosado, una de esas imágenes que tras una aparente delicadeza muestra con crudeza la posición de la mujer y su nulo poder social. Un desamparo frente al que muchas tuvieron que luchar durante más de un siglo y que a día de hoy aún requiere batalla. ~


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Entrevista

Paco Arango creó la Fundación Aladina el año 2005. Desde entonces dedica su vida a cuidar niños enfermos de cáncer junto a todos los voluntarios que colaboran con él. Tener la muerte cerca le ha enseñado a enfrentar lo cotidiano de la vida desde

Enseñar la vida como es

Gabriel Ramírez {El frío se arremolina con el paso de los vehículos. Parece estar esperando a que algo lo mueva para pegarse a cualquier cuerpo en movimiento, para acompañar en un paseo que siempre resulta agradable en una ciudad como Madrid. Aunque algunos pueden pensar lo contrario, una gran ciudad ofrece un ajetreo reconfortante. Paco Arango me espera en las instalaciones de la Fundación Aladina. La fundó el año 2005 y ha ido creciendo a pasos agigantados hasta hoy. Es un hombre de trato exquisito, tranquilo al hablar, entusiasta al exponer sus tareas y sus objetivos. Nos vemos para hablar de lo que queramos, de lo que nos parezca importante; sin grandes pretensiones al buscar respuestas. Solo queremos decir nuestras verdades. Porque eso es lo más importante de todo. Uno de los asuntos que primero desembarca en nuestra conversación es el porqué de las cosas que nos van sucediendo. «Siempre me he preguntado por qué nací en una familia tan estupenda, cómo he podido conseguir mis sueños profesionales y por qué otros llegan en patera, sufren guerras… ¿Por qué tuve yo la suerte de aterrizar yo en este embudo tan beneficioso para mí? Ha sido obsesivo y recurrente plantearme estas cuestiones. Y pensé que la única forma de vivir en paz conmigo mismo era devolver esa gran suerte que he tenido siempre. Alguien me dijo, ve a ver a estos niños que tienen cáncer. Así empezó todo. Y en lugar de mirar de lejos o ir de vez en cuando al hospital, esos críos me robaron la vida. Literalmente. Comencé a ir todos los días del año desde casi el principio. Y no ha cambiado en 17 años. Me hice muy bueno atacando al cáncer infantil, desde el punto de vista emocional que es desde donde lo puedo hacer yo». Paco Arango habla de su proyecto mientras mira alrededor. El brillo en la mirada le delata. Vive con pasión lo que hace, pero, sobre todo, lo que está por hacer. Comenzó su labor e hizo cosas que nadie había intentado hasta ese momento. Todo desembocó en la creación de la Fundación Aladina. Me interesan las sensaciones, los cambios que se producen en alguien que destina su vida a tratar de que otros tengan una vida más plena y una muerte más amable, pero sobre todo, más digna. «Mira, todos tenemos que perdonarnos muchas cosas, todos experimentamos aquí y allá, esto y aquello. Yo soy muy pesado con Paco Arango, muy exigente. Por eso, saber qué dedico a todo esto me permite perdonarme cosas. Me siento un privilegiado haciendo lo que hago. Y quiero hacer mucho


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Entrevista

otra perspectiva porque el dolor cambia las cosas para siempre. Afirma que lo que mejor hace es preparar a otros para la muerte. Algo que suena terrible, pero que es tan necesario como cualquier otra atención médica

cine porque, al fin y al cabo, es mi profesión, pero por encima de todo están los niños enfermos de cáncer a los que ayudamos». La Fundación Aladina es lo más importante para Paco Arango. Su vida se mueve en torno a una organización que lleva su sello más personal y humano. «Quería una fundación que me sobreviviese. Y ya ha pasado. La Fundación Aladina ya está implantada; cuidamos a más de 2000 chavales. Tengo una lista de espera de voluntarios inmensa y esto es algo que me entristece; decir a alguien que quiere ayudar que espere es muy duro. En cualquier caso, lo que hacemos es realizar mejoras hospitalarias, enviar profesionales de apoyo a los centros médicos, etc. Cada niño es un mundo. Hemos aprendido mucho. Ahora, el cáncer infantil nos tiene mucho, mucho, respeto». El mundo está lleno de sufrimiento, de injusticias. Y hay que buscar salidas a lo que nos puede resultar insoportable, al dolor. Encaminamos nuestra conversación hacia ese territorio. «Los médicos se tienen que proteger por cuestiones obvias, pero nosotros tenemos que sufrir con cada uno de nuestros niños. ¿Qué se aprende del dolor? Tengo la

«Hay que ser práctico y hacer las cosas de corazón. Hay que ser auténtico y poco más» El mundo está lleno de sufrimiento y hay que buscar salidas a lo insoportable, al dolor

Paco Arango trabaja con niños enfermos de cáncer desde el año 2005. / El Correo

suerte de tener mucha fe y eso me ha ayudado especialmente. Aunque me parece injusto y terrible lo que les sucede a estos niños, les veo como si fueran unos ángeles. Llego a neutralizar el dolor para seguir el camino. Tengo una frase que resume mi forma de ver las cosas: ocho segundos para llorar. Al poco de una enorme tragedia, llega una gran alegría. Ya hace tiempo me pasó algo que resume esto que afirmo: una niña estaba a punto de fallecer, hice que riera. Le dije hasta luego sabiendo que era mi adiós. Al salir de aquella habitación, se abrió una puerta y una niña me dijo que era el cumpleaños de su hermana. Entré y allí estaban ocho de mis voluntarios vestidos como gansos. Terminamos haciendo una guerra de tartas y riendo.

Era inexplicable aunque sucedió. Después de una tragedia que me había hecho llorar un minuto antes me encontraba con una alegría inmensa. Y suele ocurrir siempre. Esto mismo es lo que quiero transmitir en mis películas: puedes llorar aunque a continuación te haré reír». Cuando una tragedia se presenta son muchos los que se ven afectados, los que tienen que asumir que algo terrible está sucediendo. Le pregunto si ellos tienen en cuenta las periferias. «Cuidamos mucho más a las familias que a los niños. Y tampoco olvidamos a los médicos y, especialmente, a las enfermeras». ¿Hay que ser práctico o buena gente para hacer este trabajo? Es algo que se pregunta el que sabe que algunos cuidan de otros y se plantea si sería capaz de hacer él mismos esa labor. «Hay que ser práctico y hacer las cosas de corazón. No haría nada que no fuese en la dirección que me dice la ética. Hay que ser auténtico y poco más». Pregunto por la nueva película, por lo que significa, por ese concepto tan novedoso de ser una herramienta para recaudar dinero que terminará, en su totalidad, en las arcas de la Fundación Aladina

para seguir cuidando chavales enfermos de cáncer. «La película es luminosa y se enfrenta a un mundo mucho más gris. Es un mensaje que está alejado de lo que es habitual actualmente. Es muy bien recibido. ¿Por qué será?». Porque nos hace falta, Paco, porque nos hace falta ¿no? Necesitamos sentirnos humanos, le digo. «Hay que enseñar la vida como es; lo cotidiano es cosa de todos y hay que acercarla a todo el que se deje». Me quedo con una frase que Paco Arango deja caer como si no tuviera demasiada importancia. «Lo que mejor hago es preparar a otros para morir. Se puede pensar ¡qué terrible! Pero tengo la certeza de que mi labor ayuda y es muy importante». Paco, no vas a poder dejar de hacer lo que haces, ni vas a pensar nunca más en ti, porque te perderemos. Y eso es un lujo que no nos podemos permitir, le digo justo antes de despedirnos. Un apretón de manos. Un hasta pronto. El frío seguía esperando en la puerta de la calle. Y se ha vuelto a pegar a mí. Como si solo estuviera yo caminando por la ciudad. Pero se soporta bien. Ahora se soporta mejor. ~


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Escrito para...

La literatura es una forma de conocimiento. Eso es algo evidente y cierto. Acercarse a la realidad, intentar arrimarse a la verdad o entender lo que es el mundo y cómo funciona, puede hacerse de muchas formas. La más intensa, divertida o ...entender la lucha por la vida

Los cuatro jinetes del Apocalipsis Daniel González Irala {El escritor valenciano de entresiglos, Vicente Blasco Ibánez, deja en esta gran novela un claro ejemplo por el que perderse leyendo y aún así querer seguir haciéndolo. Novela de familias y árboles genealógicos. También de aventuras amorosas. La idea del enfrentamiento entre Alemania y Francia en la Primera Guerra Mundial aparece desde el principio y con ella la del Apocalipsis como territorio de frontera, pues ésta es solo un símbolo que se percibe a través de los cuatro males de su tiempo, a saber: la peste, el hambre, la guerra y la muerte; males que llegan cuando tras pequeños forcejeos o gotas que van a colmar el vaso, los alemanes de raza aria desisten de andarse con chiquitas, y atacan. Desde el principio sabemos que da igual quién gane o pierda y si lo hace, cuales son sus motivos; recoge el escritor sobre todo las reacciones del pueblo, sin ser tampoco demasiado beligerante con los gobiernos, y sí con las ideologías. Novela que en su día fue muy vendida, desde ella se respira a pesar de lo contado y del tono largo del narrador omnisciente y apoyado que presenta; parece como si el mundo que otros coetáneos se esforzasen en crear, ahora fuese desplomado a prueba de golpes, existiendo una mezcla de sentido

nietzscheano con la novela de costumbres aventureras. Y el malabarismo, resulta. Ignoro si se habrá igualado esta capacidad para reforzar esa idea de Naturalismo tan lejana al determinismo de Hegel, y que se siente más cerca de esa idea de lucha por la vida tan barojiana y tan española. Se disfruta este libro, desde los distintos prismas que dan en convertirlo en un clásico literario, que sin ser el

colmo de la coherencia en el lenguaje, si logra activar inciensos e inaugurar temas escondidos. Calificación: Majestuosa. Tipo de lector: Aficionados a la historia y las aventuras. Tipo de lectura: A veces algo plomiza, pero exuberante, rica en cualquier caso.

Argumento: Desnoyers sigue a un terrateniente desde Argentina y Francia intentando conseguir trabajo o manutención. Personajes: Son destacables tanto los rusos como los alemanes, los unos presumen de su catolicismo, los otros de poder económico. ¿Dónde leerla? Paseando por la avenida del autor en Valencia.

...entender la filosofía Gabriel Ramírez Lozano {Fascinante cómic firmado por Apostolos Doxiadis y Christos H. Papadimitriou e ilustrado por Alecos Papadatos y Annie Di Donna. Eligen como narrador principal a Bertrand Russel que cuenta en una conferencia cómo se interesó por las matemáticas, por la lógica; y cómo la filosofía fue apareciendo en su pensamiento. Puede parecer que el asunto es duro y sólo accesible para los que ya estén iniciados es estos tres campos. Pero, sin embargo, los autores (hábiles y astutos) aparecen como personajes de la propia narración aclarando algunas ideas e indicando el camino más recto al lector para entender y disfrutar. Lo hacen representados como autores y dibujantes con la obra en marcha. Los mejores pensadores de finales del siglo XIX y principios del XX llegan descargando su sabiduría a través del narrador que convierte en toda una aventura su propio aprendizaje.

Logicomix

Los textos son magníficos. Justos y claros. Bien medidos para no llegar a zonas farragosas aunque suficientes para

no quedarse en tierra de nadie. La ilustración es brillante y trabajada. El color destaca las zonas más relevan-

tes y las zonas más oscuras matizan los textos en los que las sensaciones (por ejemplo, los miedos del niño Russell) necesitan ser elevadas a través de trazo. Y no es que los autores carezcan de un discurso potente para expresar esas sensaciones. Ese no es el problema. Es que el espacio para el dibujo está bien definido y cumple con su papel. Excelente novela gráfica que nos acerca al filósofo, a la ciencia y a una filosofía que cuestiona el universo. Calificación: Muy buena. Tipo de lectura: Conviene que sea pausada para asimilar bien lo que se lee. Pero es muy agradable a la vez. Tipo de lector: Jóvenes. Es una oportunidad única para que descubran ciencia, pensamiento y lo que significa la lectura. Personajes: Interesantísimos y llenos de ideas. Argumento: La verdad. ¿Dónde puede leerse?: En casa. Con tranquilidad.


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perturbadora (se pueden añadir un gran número de calificativos), es la que nos ofrece la narrativa o la poesía. Esta semana, Aladar, propone cinco libros que dibujan el mundo de distinta forma y para diferentes tipos de lector ...saber cómo se une guerra y poesía

...ver lo que deja oculto lo cotidiano

El Tercer Reich Daniel González Irala {Desde la broma y la ironía, y aprovechando el tirón de La literatura nazi en Norteamérica, se nos introduce en un universo pergeñado anteriormente al de las obras más concienzudas y trabajadas del autor chileno, Roberto Bolaño, en torno a un estilo que ha marcado a tantos y tantos. ¿Es fallida esta novela, o sólo un intento del editor de vender a un autor excelente que aquí peca de demasiado experimental? ¿O se trata simplemente del retrato de un inquieto que necesita escribir para no soñar, sólo por incomunicarse? El punto de partida son los juegos de guerra y la poesía, género del que Bolaño es admirador, pero no profesador y confeso mal practicante; Udo Berger nos entrega unos diarios distendidos de sus partidas de Risk, capitaneadas desde el espacio exterior a una playa catalana por Conrad; la misión debe ser conquistar un espacio o un tiempo, pero acaso nos enfrentamos ante un narrador que engaña por conseguir placer inmiscuyéndose en el peligro, y descubriendo finalmente que éste es absurdo; las vivencias narradas en Entre paréntesis por las que alguien ve leer novelas a yonquis y amas de casa, recuerdan a personajes como el Quemado, el Lobo y el Cordero, el primero de los cuales tal vez ame a

Hannah, a quién desde el principio le huele todo a chamusquina y se larga, quedando Udo al cargo de Frau Else y su esposa Clara, o bien a su merced. Llega a ser cargante el hecho de tratar de entender, como se hace, desde el ajedrez y su ego el entramado como juego de mentalidades que se deshacen como pompas de jabón y hacen que al marcador según avance se le vayan cayendo las puntuaciones, desglosándose todo en una caída libre, por la que asoma un agujero más que negro.

El síndrome del prisionero

Calificación: Rara. Tipo de lector: Aficionado a la experimentación póstuma. Tipo de lectura: Incluso, poco amable. Argumento: Juegos de guerra y estrategia entre pirados. Personajes: Más flojos de lo que nos tiene acostumbrados. ¿Dónde leerlo?: Una vez dominemos el nudo Windsor de las corbatas y hayamos leído los primeros manuales básicos de ajedrez.

...acercarse a la ¿patafísica?

Cuentos completos Augusto F. Prieto {No sé por qué decir cuentos cuando son relatos interrumpidos, novelas sin desarrollar, retazos de vida. Casi todos retratan a la misma clase social y se desenredan en aventuras rocambolescas dominadas por un humor transversal y siniestro. En el fondo guardan siempre las impresiones de lo británico, de las casas de campo y el peerage que deslumbraron al snob que fue Evelyn Waugh. Más que la sorpresa y los recursos habituales del género nos encontramos con esqueletos narrativos confeccionados con el esperpento y el enigma. La fotografía del escritor que presenta la tapa, perteneciente al archivo Bettmann/CORVIS, y de la que quizás no se conozca el autor, es perfecta para esta edición y representa de mane-

ra soberbia sus escritos: enmarcado en un telón expresionista, Waugh mira al objetivo fijamente; es un hombre hermoso, de facciones regulares, con el pelo rubio cuidadosamente peinado; mirando en esos ojos vemos el niño que fue, pero también el adulto en el que se va a convertir. Posa de una manera artificiosa y afectada, destacando para nosotros sus manos; por su forma de vestir, por la pipa, sabemos que pretende el dandismo (ceci n´est pas une pipe), reconocemos al hijo de un mundo que declina, intuimos la nostalgia del Retorno a Brideshead, en medio de la noche siniestra de dos guerras que el Imperio Británico ganó para sí mismo y para el mundo. La dedicatoria de Fragmento de una novela -A mí, Evelyn Arthur St. John Waugh, sin cuyo reconocimiento y afinidad no habría visto la luz, está dedicado este libro- sugiere leer al escritor en patafísico.

Calificación: Bueno. Tipo de lector: Cualquiera. Tipo de lectura: Peculiar y divertida. Argumento: Variados. Personajes: Invariables. ¿Dónde puede leerse?: En Londres o en el countryside.

Gabriel Ramírez Lozano {Los profesionales de la narración encuentran una excusa para hacer su trabajo en cuanto abren los ojos. Cualquier cosa puede ser un relato. Otra asunto bien distinto es que, finalmente, el artista desprecie eso que observa porque las prioridades sean otras. Lewis Trondheim es de los que miran y, por muy enana que sea la cosa, por muy cotidiano que le pudiera parecer a cualquiera, encuentra un anclaje para lanzarse a dibujar y escribir con el fin de contarlo. Y, encima, lo hace con una maestría fuera de lo normal. Sus preocupaciones inventadas, sus conversaciones irrelevantes o un gesto insignificante se convierte en una página que mezcla un trazo elegante y detallista con el texto justo, el que es exacto para formar un conjunto delicioso. En este volumen, la acuarela es la protagonista y sus colores los que matizan cada estado de ánimo del personaje. En El síndrome del prisionero nos encontramos con la vida de un dibujante, con los problemas de serlo, satisfacciones o frustraciones, falta de libertad para decir lo que uno ve aunque termina diciéndolo. Con la obra de un narrador. En el volumen se pueden encontrar momentos más que divertidos, tristes o inquietantes. Eso que nos pasa a cualquiera de nosotros y dejamos pasar por ser lo que le sucede a todo ser humano. Merece la pena acercarse al cómic y disfrutarlo. Calificación: Excelente. Tipo de lectura: Divertida y mucho más impactante de lo que uno puede llegar a imaginar. Tipo de lector: Cualquiera que esté vivo. Argumento: El día a día de todos. Personajes: Él y usted. ¿Dónde puede leerse?: En cualquier lugar, a cualquier hora.


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Libros

Para su última novela, ‘La vida negociable’ (Tusquets), Luis Landero se sirve de un peluquero que recuerda su adolescencia para recrear la vida del Madrid de los años 80 en un barrio obrero. Recomendaciones

POESÍA

Jorgenrique Adoum / Los cuadernos de la Tierra / Ultramarinos

Una hermosa hazaña americana

LUIS LANDERO

«Mi primer gran maestro es el lenguaje oral» Alejandro Luque {Cada tres o cuatro años, Luis Landero obsequia a sus lectores fieles con una nueva novela, y éstos nunca quedan defraudados. La última en llegar a las librerías es La vida negociable (Tusquets) una novela que tiene un protagonista con una profesión bastante inusual en la narrativa española: es peluquero. «Sí, es una profesión peculiar, que yo conocí en mi pueblo, de niño», explica este pacense de 1948. «Las barberías eran el editorial, la información local, política, los deportes... Se sabía todo allí, se comentaba todo. Eran pequeños reductos democráticos, también. Sigo teniendo fijación por ellas, aunque han cambiado mucho. La tele le ha hecho mucha competencia, con todos sus opinólogos. Pero sigue maravillándome aquello que contaba Félix Grande de un barbero argentino, que preguntaba a sus clientes: ¿Conversación o prensa?» El peluquero de esta novela iniciática, Hugo, cuenta su adolescencia en un barrio de Madrid, de un modo que ha obligado a Landero a afinar al máximo su capacidad para reproducir el lenguaje oral: «Siempre que se escribe en primera persona se hace eso, y el narrador tiende a desaparecer. Mi gran maestro es el lenguaje oral, mi primer gran maestro. La música en

nuestro idioma se guarda en el lenguaje oral. tal vez ahora se lleve el estándar de los locutores, que es correcto pero nada más. Pero no vibra como el otro», asegura. La vida de Hugo da un giro significativo cuando descubre que las visitas de su madre a la consulta de un psicólogo son en realidad encuentros con un amante. Esta situación, de la que no llegamos a tener certeza abso-

El escritor Luis Landero, en una imagen promocional./ El Correo

«Cuando tienes un oficio que no te gusta, intentas huir de él, pero, ¿hacia dónde?» «No he cambiado en nada. Tengo el mismo ímpetu y la misma inseguridad» luta, propicia que el joven saque cierto partido a la hora de navegar entre las disputas entre sus padres. En todo caso, el personaje se muestra como un virtuoso en la tarea de reinventarse, lo que no deja de ser un guiño a los tiempos que corren. «Sí, he visto a licenciados reinventarse en camareros, a camareros reinventarse en vigilantes de la playa... Hoy todo el mun-

do tiene que reinventarse. Cuando tienes un oficio que no te gusta, intentas huir de él, pero ¿hacia dónde? A Hugo la peluquería le persigue como las furias a Orestes», bromea. El autor de Juegos de la edad tardía y Caballeros de fortuna afirma que en el fondo «siempre ando dándole vueltas a lo mismo, cambio de registro pero no salgo de mis cuatro o cinco temas», reconoce. «Siempre muelo el mismo grano. Este personaje, por ejemplo, tiene que ver con el Gregorio Elías de Juegos, y con el personaje de El guitarrista. Todos son personas insatisfechas, que no se conforman con su condición y empiezan a reinventarse, a buscar caminos nuevos que justifiquen su vida. Ese horror, ese vértigo al abismo, hace que los seres humanos seamos como somos». Cuando se le pregunta cómo ha cambiado Luis Landero desde aquel guitarrista con ambiciones literarias que deslumbró con su debut, responde: «No he cambiado en nada, lo juro. Tengo el mismo ímpetu de entonces, la misma ambición y la misma inseguridad. El mismo temblor, y el mismo atrevimiento. Todas estas contradicciones son válidas. Sigo siendo una persona solitaria, me gusta el silencio. Mi gran pasión en la vida es escribir, y a partir de ahí, lo que venga, bienvenido sea», apostilla. ~

A. Luque {El maravilloso terremoto que supuso para la poesía hispana a aparición de El Canto General de Pablo Neruda, allá por 1950, tuvo réplicas más que estimables. Ahí está, por ejemplo, El Estrecho dudoso de Ernesto Cardenal, o la saga de las Crónicas de Fernando Quiñones. Ahí están, también, Los cuadernos de la Tierra de Jorge Enrique Adoum –Jorgenrique en esta edición, por deseo del autor en sus últimos años–, uno de los más destacados nombres de la muy desconocida literatura ecuatoriana. Esta serie de seis partes, inédita hasta hoy en España, se inicia muy pronto, hacia 1950, y se prolonga hasta 1993. En ella asistimos al canto profundo dedicado a la tierra natal, a una reescritura poética de las crónicas de Indias y un fresco en verso de la época colonial, entre muchas otras cosas. El virtuosismo en el empleo del verso libre, la vibrante musicalidad y la potencia de las imágenes son algunas de las cualidades de estos poemas, donde a la impronta natural de Neruda –de quien Adoum fue joven secretario– se suman influencias que van de Juan Ramón Jiménez al epistolario de Bolívar. La inteligencia y sensibilidad de Adoum, en todo caso, acaba haciendo del conjunto, un todo único y personal. Solo cabe felicitar a la joven editorial Ultramarinos por la labor que desempeña en la recuperación de autores latinoamericanos de primera que todavía no han tenido en España el reconocimiento que merecen: desde Efraín Huerta y Alberto Cardín, los primeros de la colección, a este Adoum. Tanto por la dificultad del mercado para este género, como por el valor de estos libros. ~


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Viajes

Las ciudades cambian. Se van perfilando con el paso del tiempo. Pero no todas afianzan lo que son. El turismo excesivo o los mandamientos que dicta la economía pueden difuminar lo que una ciudad fue. Barcelona, una ciudad espléndida, se convierte en poesía Concha García {En el hall de la estación del metro en la Plaza Cataluña, hay dos jóvenes durmiendo profundamente, no parece molestarles el tráfago de gente que pasa a las once de la mañana. El día es soleado. Camino por las Ramblas hasta el mercado de la Boquería. Me tengo que abrir paso entre la gente para no tropezar con nadie. Los quioscos venden todo tipo de recuerdos, poca prensa, más bien postales y abanicos. Los turistas suelen ir siempre vestidos de una manera poco convencional, algunos lucen sombreros comprados en una de las tiendas turísticas que flanquean las Ramblas. He leído que el Ayuntamiento ha decidido no conceder más licencias para darle un respiro a quienes viven en dicha zona. El caso es que los vecinos de siempre huyen despavoridos porque no pueden pagar el alquiler. Hace años frecuentaba las Ramblas como cualquier ciudadana; me gustaba entrar en la Boquería, tomar una copa de cava y salir con la cesta de la compra; realmente se convertía en un placer comprar en uno de los mejores mercados de Cataluña. Hoy, para entrar he tenido que sortear un gentío de diversas nacionalidades y condición. Sacan fotos a todo. En el mercado ha crecido la oferta de frutas troceadas en vasos de plástico. Lo que antes era exposición de verduras, ahora es exposición colorida de dichos productos. Tiendas de comida rápida donde jóvenes compran hamburguesas o fatsfoods. En la parte trasera del mercado suelen ponerse lugareños que venden verdura de los huertos del Prat o Viladecans, poblaciones próximas a Barcelona. Un grupo de unos veinte adolescentes se sienta sobre el asfalto mientras come comida envasada y beben latas de refrescos. Uno de los verduleros a quien le he comprando pimientos y lechuga me dice que cada día es así, que debería haber una ordenanza para que esa gente no se sentara impidiendo el paso. Están hartos. Es la mala educación, pienso. Son jóvenes rubios, deben tener alrededor de veinte años o menos, sonríen como pájaros despistados. ¿Este es el modelo de ciudad del que tanto hablan los políticos? Salgo decepcionada, atravieso restaurantes y más restaurantes con mesas frente al mercado, alrededor del mismo han proliferado esos establecimientos de dudosa calidad y a precios de escándalo. Por ejemplo una copa de vino blanco se cobra a tres euros cuando la botella entera solo cuesta cinco en el supermercado. Sin embargo, el paisaje ya de por sí desolador, parece atraer a oleadas de gente que no dejan de entrar y salir del templo turístico. Al año pasan por allí unos cien millones de personas. El fotógrafo Marc Javierre lanzó un proyecto en Verkama que dio como resultado un reportaje fotográfico de

Barcelona, el mercado de la Boquería y la gente

Barcelona es una ciudad espléndida que se ha rendido a usos y costumbres que han ido cambiando su fisonomía. / Concha García

La Rambla titulado: Tourist Walk. Su intención era denunciar el turismo masivo irresponsable. Cada imagen donde una se detiene es digna de una fotografía mientras te planteas varias cuestiones. Una de ellas: ¿no le molesta a los turistas mientras desayunan esa aburrida marioneta imitando al grupo Creedence Clearwater Revival con la música a toda pastilla? Miro alrededor y hay varias ventanas y balcones, los vecinos ¿no están hartos? Otro grupo de jóvenes

ya borrachos se ríen a carcajada batiente, torsos desnudos que lucen tatuajes de pánico. Más allá me cruzo con un descapotable que se abre paso saliendo de uno de los garajes de tantos hoteles como han habilitado en los últimos diez años. Regreso a la Plaza Cataluña para coger los Ferrocarriles Catalanes. No puedo dejar de sorprenderme porque cada treinta o cuarenta metros hay un hombre de unos treinta y tantos años que ofrece unos pequeños pitos que se introducen bajo la lengua

y emiten unos sonidos horripilantes. La mala educación también permite no respetar el silencio. Vuelvo a encontrar a los durmientes en la misma posición, parecen muertos ¿y si lo están? ¿Nadie se ha dado cuenta? Como otros tantos lugares de Barcelona, los residentes salimos empujados. Ni la Barceloneta y sus playas, ni el Parque Güell, ni la Sagrada Familia, ni las torrenciales muchedumbres multimillonarias que compran en el saturado Paseo de Gracia. ~


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Atelier de músicas

A partir de su formación filosófica y teológica Riparbelli se acerca con sus micrófonos a los templos sagrados de la cristiandad para registrar la cotidianidad sonora que emanan estos lugares

Recomendaciones

ELECTRÓNICA

Pietro Riparbelli / Vacuum / Dirter Promotion

Una pesadilla industrial con Lynch al fondo

COMPOSITOR Y FILÓSOFO

PIETRO RIPARBELLI

«El arte mira todas las cosas sin necesidad de evaluarlas» Ismael G. Cabral {Prestar oídos a lo experimental permite descubrir fascinantes personalidades como la del filósofo y compositor italiano Pietro Riparbelli. Intensamente prolífico en el medio musical y en el literario, es capaz de crear una oscura sinfonía electrónica de ecos industriales –Vacuum– y de documentar la musicalidad cotidiana que atesoran las catedrales. –¿En qué momento creyó interesante registrar fonográficamente el sonido ambiental de las catedrales? –No se puede reproducir fielmente un entorno sonoro como una catedral. Lo que me interesaba era intentar captar parte de su atmósfera para mostrar cómo los diferentes planos sonoros se reflejan en nosotros. –¿Por qué solo grabar en templos cristianos? –Primero por mi cercanía personal con el cristianismo, pero también por acotar el proyecto. Siempre me han fascinado estos lugares sagrados y el ambiente contemplativo que emanan. Por eso sentí la necesidad de transformar esta pasión en un proyecto ligado a mi quehacer como investigador de sonidos. Así comencé Catedrales, que es una especie de archivo, de banco de sonidos de iglesias y catedrales. Hoy día es un trabajo artístico que se nutre de las aportacio-

nes de otros creadores. Todo empezó con un primer álbum en el que grabé los espacios acústicos de Notre Dame de París, el Duomo de Orvieto y la Basílica de Asís. –¿Nunca se sintió tentado de añadir sonidos de creación propia a las grabaciones que obtenía? De manipular al fin y al cabo... –No. El proyecto exigía ser radical y limpio de otras adiciones artificiales.

‘Catedrales’ es un banco de sonidos de lugares sagrados. Intento captar su atmósfera Varèse es fundamental al poner el foco en la materialidad del sonido y en el espacio musical –Vacuum es otra de sus obras recientes. Pero es radicalmente distinta. Una obra electrónica, rítmica y oscura. ¿Ha querido distanciarse de la música académica contemporánea? –Mi intención ha sido la de intentar componer música utilizando solo sintetizadores analógicos. Noté en mí la necesidad de usar un lenguaje diferente para traducir en sonido unas

El investigador de sonidos y filósofo Pietro Riparbelli.

emociones que no sabía cómo expresar con mi lenguaje habitual. Por eso es una obra tan diferente. –¿Le interesa la música electrónica en un sentido clásico: Henry, Dhomont, Stockhausen...? –Considero a Edgar Varèse uno de los compositores más importantes para mí porque él puso el foco en la materialidad del sonido, en el timbre y en el espacio musical. Estos elementos han sido fundamentales en la música electrónica y ambiental. Todavía recuerdo la primera vez que escuché Déserts; me asombró. Creo que Varèse fue capaz de crear un nuevo mundo musical describiéndose así mismo como un trabajador del ritmo, las frecuencias y las intensidades. –¿Cómo influye su formación como filósofo en su actividad musical? –La filosofía y la teología son siempre el punto de partida. He estudiado mucho el trabajo sobre la fenomenología de la percepción en relación el misticismo de la tradición cristiana de Maurice Merleau-Ponty. El campo en el que integro todos estos complejos asuntos es el del arte, precisamente porque el arte, la creación sonora en mi caso, es una disciplina que tiene el derecho de mirar todas las cosas sin la obligación de evaluarlas. Trato de dar visibilidad a lo que la visión profana considera invisible. ~

I. G. Cabral {Hay una intención absolutamente musical en esta obra en seis movimientos, Vacuum. Pietro Riparbelli parece querer seducir al oyente con sus grabaciones en espacios vacíos y reverberantes. Late en estas piezas un pulso rítmico, casi podríamos pensar que estamos ante la música de las últimas pesadillas fílmicas de Lynch (¿Inland Empire con esta música?). Subjetividades aparte, es un trabajo que no desdeña ni siquiera lo melódico; una sinfonía electrónica para sintetizadores analógicos sorprendente. ~

EXPERIMENTAL

Pietro Riparbelli / Italian Cathedrals, Sound Archive 2006 / 2014 / Kirlian

Las catedrales, desde el punto de vista sonoro I. G. C. {Lleva años Riparbelli absorto con el sonar de los grandes templos de la cristiandad. Sin discriminar ningún sonido, en sus micrófonos –y en los de sus colaboradores– es permitido cualquier hallazgo; desde los cantos sacros a la música organística, pero también es bienvenido el ruido de la calle que se cuela en los interiores, o los políglotas comentarios de los turistas que los visitan. Un singular paisaje sonoro que ha publicado Kirlian Recordings en ¡tres cassettes! y un esmerado cuadernillo. ~


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Recuerdos del siglo XX

Hasta mediado el siglo XX, la ciudad estuvo anclada al costumbrismo de la centuria decimonónica. Diez distritos, sesenta y ocho fuentes públicas, una fábrica de gas que abastecía de luz, los automóviles desconocidos y la ciudad moviéndose en tranvía o coches de caballo, son algunos detalles que forman parte del retrato de la ciudad que fue Sevilla

El ocio en la ciudad del Novecientos Nicolás Salas {El estatismo apreciado en las zonas extramuros durante la segunda mitad del siglo XIX y primeros lustros del XX, fue también en la mayor parte del casco antiguo. Pero los tímidos intentos de reformas urbanas de la segunda mitad del siglo XIX no estuvieron a los niveles de los grandes planes de ensanches de Madrid, Barcelona, San Sebastián y Bilbao, los cuales, pese a las enconadas polémicas que suscitaron, tuvieron consecuencias muy positivas para dichas ciudades. Sevilla no logró asimilar ni siquiera otros planes de reformas urbanas más modestos, como los de Zaragoza, Valencia y Pamplona. Sería una constante sevillana en las primeras décadas del siglo XX, incluso hasta tiempos muy cercanos. La ciudad de 1900 estaba dividida en diez distritos con seiscientas dos calles, cincuenta y siete plazas y sesenta y una barreduelas. Cuatro mercados de abastos –los de la Encarnación, Feria, Triana y San Agustín– más el mercadillo provisional del Postigo del Aceite, atendían el consumo de la población, que contaba también con más de doscientas tiendas mixtas de comestibles y bebidas, sin contar las tabernas, cafés y cervecerías que superaban los doscientos cincuenta establecimientos. El abastecimiento de aguas lo realizaban el Ayuntamiento y la empresa británica «The Seville Water Wolks Company Limited» –un servicio conocido popularmente como el agua de los ingleses–. El servicio municipal surtía a la ciudad a través de los renombrados Caños de Carmona, con aguas de Alcalá de Guadaíra. Además, había sesenta y ocho fuentes públicas en diversos lugares de la ciudad, dependientes del servicio municipal, y diez por cuenta de la compañía inglesa. Al llegar a este punto hay que hacer obligada referencia a los puestos o quioscos de agua, que en gran parte sustituyeron a los antiguos aguadores, personajes típicos del siglo XIX y que llegaron hasta el primer tercio de la anterior centuria. También eran de responsabilidad municipal las novecientas cincuenta bocas de incendio, siniestros que cuando se producían eran anunciados desde los campanarios de las parroquias con un determinado número de toques que servían de orientación a los bomberos, los alcaldes de barrios y el público en general. La fábrica de gas –instalada junto al río, en la calle Arjona– abaste-

Cine mudo en la Alameda de Hércules.

Tablao del cafécantante de El Burrero.

cía al vecindario y al alumbrado público, que contaba con 5.458 puntos de luz. En la misma zona se encontraba instalada la Compañía Sevillana de Electricidad. Tres cementerios –el de San Fernando, el de San José (Triana) y el de los no católicos– acogían los despojos de los sevillanos, al precio de doscientas cincuenta pesetas la sepultura individual de primera clase por un plazo de diez años. Una sepultura en propiedad costaba setecientas cincuenta pesetas, y para los más pobres había una sepultura común por tiempo de cinco años donde el enterra-

miento con caja costaba diez pesetas, y a cuerpo limpio un duro. Ya por estas fechas de comienzo del siglo estaba semi clausurado el cementerio trianero, y en el de San Fernando podían admirarse «suntuosos mausoleos y magníficos panteones», según informaban las guías locales. Diecisiete relojes daban la hora al transeúnte, que en horas libres o festivas podía frecuentar los paseos y jardines públicos: el parque de María Luisa –donado a la ciudad por la infanta del mismo nombre en 1893–, los paseos de la Puerta de Jerez, orilla del río Gua-

dalquivir, Las Delicias, Cristina, Alameda de Hércules, Huerto de Mariana y jardines de Capuchino. Tres estatuas –la de Murillo, en la plaza del Museo (1864); la de Daoiz, en la plaza de la Gavidia (1889) y la de Velázquez, en la plaza del Duque de la Victoria (1892)– junto con el monumento dedicado a los soldados españoles que murieron en Sevilla como consecuencia de las heridas sufridas en la guerra de África (1859-1860), erigido en el cementerio de San Fernando en 1861, eran el patrimonio escultural público a finales del siglo XIX, enriquecido el 10 de diciembre de 1900 con la inauguración de la estatua de Maese Rodrigo en el patio central de la Universidad de la calle Laraña, y con la instalación en el jardín de la Caridad, en 1902, de la última obra de Antonio Susillo: la escultura de Miguel de Mañara. El transporte de viajeros por el interior de la ciudad contaba con los tranvías de tracción eléctrica o animal, que funcionaban desde 1887 y cuya parada principal estaba establecida en la plaza de la Constitución (hoy de San Francisco), de donde partían siete líneas con recorridos que finalizaban en la Macarena, Puerta Osario, Puerta Osario-Macarena, Triana, Puerta Real, Calzada y Parque-Delicias. El precio del billete en la mayoría de los trayectos era de diez céntimos, siendo el más caro –veinte céntimos– el del trayecto hasta la Calzada, y de quince céntimos el del Parque-Delicias. Como complemento del tranvía estaban los carruajes de alquiler, con un caballo y dos o cuatro asientos, cuya tarifa diurna oscilaba entre una peseta por carrera –con una o dos personas– hasta un duro cuando se trataba de días de Feria de Abril y se transportaban tres o cuatro pasajeros. Había carruajes con dos caballos y una tarifa que especificaba los precios por carrera y por horas completas, por número de pasajeros y por el tipo de servicio, ya normales en el casco antiguo de la ciudad, o bien especiales al cementerio, al hipódromo o al Prado de San Sebastián los días feriados. El automóvil era una máquina desconocida en las calles sevillanas, máxime si tenemos en cuenta que en l900 sólo había en España tres vehículos matriculados y que al término de la primera década del siglo sumaban 3.996. Hasta 1905 no se matriculó en Sevilla ningún automóvil y la placa SE - 1 correspondió a un Renault adquirido por Vicente Turmo Romera. ~


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Historia

Este artículo de Rémi Guinard, traducido por Augusto F. Prieto, habla de ‘La Historia de La Habana’, un libro firmado por Emmanuel Vincenot que resulta ser un repaso magnífico a lo que fue la ciudad, a lo que es y a los peligros que acechan (el turismo

Historia de la Habana Rémi Guinard {En la avanzadilla de una transición apoyada por la mayor parte de los cubanos –pasando por una normalización de relaciones con los Estados Unidos, y el resto de Occidente–, La Habana se encuentra en el umbral de una mutación que ya es perceptible: barrios rehabilitados, fachadas repintadas de ocre o de blanco, mansiones en construcción, proyectos hoteleros faraónicos, monumentos restaurados o en proceso de renovación, multiplicación de bares y restaurantes de moda, etc. Es en esta pausa llena de promesas –pero también de peligros: socioeconómicos, medioambientales, políticos– donde se cierra la apasionante Historia de La Habana, escrita por Emmanuel Vincenot. En la encrucijada de la Historia –con mayúsculas– y de la historia urbana y arquitectónica, pero también económica y social, este volumen de cerca de 800 páginas vuelve a poner en perspectiva las etapas que han llevado a este territorio de la etnia amerindia de los siboney, situado en la costa norte de la isla –territorio por una parte pantanoso, pero dotado de una bahía profunda y protectora– a servir como punto de escala de los navegantes europeos, y después a urbanizarse poco a poco, hasta convertirse en La Habana contemporánea, vasta aglomeración de 2,5 millones de habitantes. En seis capítulos con epígrafes descriptivos, cada uno de los cuales cubre cerca de un siglo, el relato nos lleva de San Xpoval de La Habana, la villa originaria (1514-1606), a La ciudad y presidio de La Habana, la plaza fortificada (1607-1699), seguido de La muy noble ciudad de La Habana, la sede barroca (1700-1790), antes de llevarnos a descubrir La fidelissima Habana, la capital del azúcar (17911898), después la Tropical Habana, la urbe americana (1899-1958), hasta llegar a Habana nuestra, la ciudad revolucionaria (1959-2015). Fundada sobre un plano en cuadrícula, al igual que otras poblaciones hispanoamericanas, sobre el doble modelo urbanístico de la urbs romana, y de la «ciudad ideal» ideada por los renacimientos español e italiano, La Habana fue, durante más de cuatro siglos (XVI-XIX), un puerto militar y comercial (el primero después de Veracruz, en la América española), una guarnición «marcada por la presencia permanente de soldados», pero también un presidio abierto en tanto que poblado por esclavos. Todo esto de forma más duradera que cual-

Mapa de La Habana.

El establecimiento de una economía de guerra inpuesto por Fidel marcó a la ciudad definitivamente.

quier otra zona de trata negrera transatlántica. La metrópoli resulta –en fin– durante largo tiempo el punto neurálgico «deslocalizado» de las interminables rivalidades y cambios de alianzas en el Viejo Continente. Bajo soberanía española durante más de 400 años (exceptuando los cortos periodos de ocupación francesa, y después inglesa), la isla cae después, como es sabido, bajo el control de los norteamericanos, que aprovechan la guerra de Independencia (1895-1898) para intervenir, e invadirla. Cuba empleará más de medio siglo en romper las amarras de su expansivo vecino –temporalmente, como demuestra la actualidad. Desde el alba del periodo colonial, la capital cubana conoce un intenso tráfico marítimo. Éste perdurará, de alguna forma, en el siglo XX, cuando el desarrollo del transporte aéreo permite a la política de Batista (1933-1959) «transformar La Habana en un gigantesco casino al aire libre, convirtiendo la capital cubana en Las Vegas del Caribe». El autor define con precisión, aportando cifras que lo apoyan, el retrato de una capital industriosa que, en el siglo XVIII, bajo el naciente imperio de la oligarquía aristocrática de propietarios de plantaciones (pronto conocida como sacarocracia), se convierte en «la ciudad mejor fortificada de todo el Nuevo Mundo». Los patricios, vinculados a la Corona, construyen «esas obras maestras de arquitectura criolla» de las que la Habana Vieja –el barrio preservado de la ciudad antigua– conserva una veintena de vestigios, perfectamente restaurados, en los que «se afirma plenamente el barroco cubano». Además de los edificios religiosos, de los que la erección de la catedral es el punto culminante (la identidad de su arquitecto se mantiene curiosamente en tela de juicio), son las plazas monumentales las que al final del siglo de las luces, aportan magnificencia a la «ciudad de las columnas» para que sea una expresión del poderío regio. Apoyándose en los estatutos municipales, los «bandos de buen gobierno», y en otros documentos de los archivos, Emmanuel Vincenot da cuenta del ambiente contrastado de la vida urbana de entonces: «La ciudad, donde coexisten decenas de miles de individuos de toda clase (criollos, peninsulares, blancos, negros, mulatos, mendigos, vendedores de frutas, aristócratas, comerciantes, militares, lavanderas, artesanos, abogados, prostitutas, sirvientes, religiosas, etc.) se muestra […] como un es-


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Historia

de masas descontrolado, la apertura de la frontera con Estados Unidos o algunos de carácter medioambiental, por ejemplo) desde que el cambio aperturista del Gobierno de Cuba ha ido tiñendo el futuro más inmediato del país pacio social severamente marcado, y anárquico al mismo tiempo». Desde el floreciente periodo inicial del tabaco a la era del orden colonial, y del régimen socioeconómico esclavista de la «ciudad del azúcar», pasando por la época de las compañías trasatlánticas, expuestas a las incursiones, o a los sitios por escuadras de corsarios patrocinados por las monarquías europeas rivales; hasta el tiempo de la formidable expansión de la ciudad bajo el mandato de don Miguel Tacón en la década de 1830, se dibuja la silueta de una Habana en la que la mayor parte de los monumentos han desaparecido, no dejando más memoria que el trazado urbano –su cuadrícula y los grandes ejes. La fisonomía actual de la metrópoli toma forma, en buena parte, a pesar de numerosos proyectos abortados, con el arquitecto y urbanista Jean-Nicolas Forestier –convocado por el presidente Machado (1925-1933)– cuando la ciudad viene a perder definitivamente su función defensiva. La inspiración Art decó se codea entonces con la estética modernista, sin que se inventara jamás un estilo nacional cubano específico. Sin embargo, «La Habana [se convierte] en uno de los lugares de experimentación de la arquitectura moderna, en sintonía con las grandes metrópolis occidentales». Testimonio notable es la participación de arquitectos cubanos en los CIAM, a partir de 1947. Se mide la rapidez con la que la llegada al poder de los «barbudos» castristas ha frenado la expansión de una capital que, en los años 50, bajo la férula de un Batista totalmente subordinado a los intereses norteamericanos (confundidos, por lo demás, con los suyos propios), «a pesar de la dictadura, a pesar del clima de violencia política», se convirtió en «la capital de la alegría de vivir…». La Habana absorbe entonces «más del 80% de las inversiones inmobiliarias del país» en una auténtica «fiebre constructora» anclada «en la modernidad del Estilo Internacional». En primera línea desde los años 30, la mafia americana controla la totalidad de los casinos, una gran parte de los hoteles, numerosos restaurantes y cabarets, sin contar con los garitos clandestinos. La noche habanera pertenece al crimen organizado. El turismo explosiona, con un pico en 1957-1958: 271.000 visitantes. De otra parte «la segregación socio-espacial, en marcha desde el final del siglo XIX» dibuja tres grandes zonas: «en el litoral, al oeste de la ciudad histórica, se extienden los barrios residenciales reservados a la alta burguesía […]. En segunda línea, más hacia el interior, la clase media-alta» que «huye de la villa colonial», en tanto que «las clases populares […] se reparten entre la Habana Vieja y el sur de la aglomeración». El autor observa, de pasada, que «los únicos en preocuparse concretamente de la crisis de alojamiento fueron los arquitectos, que a lo largo de los años 30 y 40 multiplicaron

las propuestas» (en particular en la revista Arquitectura). La Revolución pondrá un remedio radical a esta situación, que será el germen de todos los males de La Habana actual: la aniquilación de todo comercio e inversión inmobiliaria, la redistribución salvaje de los bienes, la transferencia de la propiedad a los arrendatarios. Pasado el primer clima de euforia, «la capital cubana dejó de ser una metrópoli festiva, para volver a convertirse en una guarnición». La ideología castrista habría hecho empeorar dramáticamente la crisis de vivienda y la degradación del parque inmobiliario; las obras públicas se detuvieron netamente. Emmanuel Vincenot pone de manifiesto de manera inapelable un quebranto, que a la construcción de un zoo, o de la zona de ocio del parque Lenin, en los años 70, no se contrapone más que la erección de grandes grupos prefabricados, sobre el modelo soviético, como la ciudad periférica de Alamar, «hoy en un estado de gran decrepitud». Es de lamentar, sin embargo, que el autor, testimoniando «la regresión arquitectónica de la Revolución, que no ha construido nada estéticamente estimulante desde el inicio de los años 60», no evoque más que en tres líneas «al sorprendente complejo de la Escuela de Artes Plásticas», establecido en 1965 sobre el antiguo campo de golf del Country Club, olvidando mencionar, junto con Ricardo Porro, a sus otros dos arquitectos: Vittorio Garatti, y Roberto Gottardi. Esos maravillosos edificios, aún en uso, han sido también parcialmente restaurados. El último capítulo describe en detalle las consecuencias trágicas del colapso de la URSS sobre la capital –en un país bajo asistencia por más de medio siglo– con el famoso «periodo especial en tiempos de paz» decretado por Fidel –«en realidad el establecimiento de una economía de guerra»– y, en fin el importante papel jugado por la Oficina del Historiador de La Habana», dirigida por el emprendedor Eusebio Leal, en la restauración de la Habana Vieja, del Malecón y otros monumentos catalogados. Resulta sin embargo muy lúcido que, en su conclusión, E. Vincenot apunte a los riesgos inherentes a los cambios en curso, con la explosión del turismo de masas y la apertura de la frontera estadounidense: «La Habana ha eludido hasta el presente los estragos de la delincuencia armada y del tráfico de droga a gran escala […]. Pero, ¿hasta cuándo?». _______________________________ Rémi Guinard es ensayista, y responsable de programación cinematográfica de la Ciudad de la Arquitectura y del Patrimonio de París. Traducción Augusto F. Prieto (Publicado originalmente en el número de octubre de 2016 de la revista Archiscopie, editada por la Ciudad de la Arquitectura y del Patrimonio de París.)


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Crítica a la carta en Aladar

Cualquier artista con talento debe dedicar sus esfuerzos a arriesgar lo que es para que su obra tome sentido y aporte al ser humano. Cualquier cosa que tenga que ver con uno mismo y solo con eso; con el lucimiento o con el dinero, corre peligro de quedar convertido en una especie de atracción de feria que llama la atención y es olvidada con rapidez

ELEGY Una clase que nadie ha pedido Nirek Sabal {Una sucesión de imágenes bellas en movimiento no es cine. Una sucesión de posados de una actriz no es un papel interpretativo (a pesar de tener los ojos llorosos o el semblante triste, tristísimo). No se acude a un grupo de actores y actrices de primer orden para dedicar cientos de planos al detalle de los poros de la piel porque eso lo hace cualquier aficionado y es, lógicamente, un desperdicio pagar tantos miles de euros. Un director de cine debería dedicar sus esfuerzos, a eso, a rodar películas de cine. Sobra del todo que el trabajo que presente ese director sea un compendio de ideas personales lanzadas al espectador como si este fuera un ignorante necesitado de referencias culturales e ideas profundas para sacar su triste vida adelante. Si existiera una máquina capaz de mezclar palabras y metiéramos todo esto dentro, pulsáramos la tecla on y dejáramos diez segundos que todo se convirtiera en 108 minutos de película, tendríamos como resultado Elegy de Isabel Coixet. Una mujer que puede hacer excelentes películas y que, en este caso, se ha propuesto realizar uno de esos trabajos muy, muy personales y profundos. Aunque se queda a medio camino y el trabajo se queda en uno de esos que son muy, muy aburridos. El guión de Elegy es una adaptación de la novela de Philip Roth El animal moribundo. De momento, no es, ni mucho menos, lo mejor de ese autor. Pero, además, el guión de Nicholas Meyer se distancia peligrosamente del texto original (sin ser lo mejor tiene cosas interesantes) para perderse en la nada. Un ejemplo. Consuela Castillo es una mujer de origen caribeño, ardorosa, vital, alegre. En Elegy parece que es un alma en pena desde el minuto uno. ¿Cómo explicar algunas de las cosas que suceden con el profesor Kepesh

cuando tiene al lado a un marmolillo; cómo nadie puede sentir tanta pasión con la mujer más aburrida del mundo entero? Es sólo un ejemplo. Esto escuchando a Satie (¡Oh, qué gran hallazgo para el cine, qué novedad!) se convierte, poco a poco, en algo insufrible y aburrido a más no poder. Y la culpa no la tiene la música de Satie. Consuela es Penélope Cruz. Se pasa media película desnuda y con cara de pena. No sabemos mucho más de ella o de su personaje puesto que la cámara va del primer plano al plano detalle con insistencia y el guión no profundiza en su psicología. A veces, Coixet se equivoca y nos deja ver algo más, pero pocas veces. Más

El guión de ‘Elegy’ es una adaptación de la novela de Philip Roth ‘El animal moribundo’ sosa no se puede estar. Eso sí, la fotografía de Jean Claude Larrieu es estupenda; lo que nos permite disfrutar del físico de la actriz. El profesor David Kepesh es encarnado por Ben Kingsley. No está mal. Con Peter Sarsgaard mantiene el diálogo mejor construido de la película. Son padre e hijo y discuten sobre los diferentes tipos de infidelidad y sus justificaciones. Soporta, Kingsley, buena parte de la carga dramática de la película y si Elegy no es un auténtico desastre es, en gran parte, gracias a él. Dennis Hopper es otra cosa. Parece que llega desde otra película o regresa a ella. Franco, libre y muy, muy bien en su papel. Sin ese revestimiento de cultura imprescindible o interpretación de postal que parece buscar la realizadora. Patricia Clarkson estupenda. Su personaje interesa mucho más que el de la señora

Ben Kingsley y Penélope Cruz en una escena de ‘Elegy’. / El Correo

Cruz. Clarkson parece que llega para hacer un buen favor; alejada de la dinámica impuesta por la filosofía de frases hechas. No se puede ir por la vida dando clases de lo que nadie te pide. A Coixet, como cineasta, se le pide cine; a un profesor de matemáticas se le pide álgebra o trigonometría. Es una pena que gente como Coixet, con un potencial inmenso, se enrede en este tipo de cine que no aporta casi nada a casi nadie; incluida ella misma. Es una pena que Coixet confunda lo de soltar frases muy redondas o mostrar una imagen muy bonita, con arriesgar. Todo artista está obligado a hacerlo. Pero arriesgar es otra cosa, es ordenar el mundo poniendo al servicio de la narración todo lo que uno es. No lo que sabe de esto o aquello. Porque no está en juego el conocimiento personal sino el universo entero. Y eso no se soluciona intentando deslumbrar a otros o intentando pasar a la historia. ~


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Crítica a la carta en Aladar

Esta película era el estreno de la carrera cinematográfica del joven Josh Boone. Aunque el guión presenta algunos problemas, la película es muy agradable. La cámara del realizador busca los encuadres más adecuados y los diálogos son, en muchos casos, brillantes. Un soplo de aire fresco para el cine que llegaba, como de costumbre, del cine independiente

UN INVIERNO EN LA PLAYA

Relatar el universo Nirek Sabal {Cada escritor redacta la vida desde el lugar en el que se encuentra. Desde la experiencia, siempre. Crea un mundo, corrige en la ficción lo que quisiera que fuera de otro modo en la realidad y da forma a sus esperanzas. Lo que un escritor espera de la vida se encuentra en su obra. De esto habla Un invierno en la playa, película escrita y dirigida por Josh Boone, que presenta un trabajo más maduro de lo que se podía esperar en un nuevo autor. Es verdad que no le falta algún tópico, algún personaje algo estereotipado y algún laberinto más lacrimógeno de lo deseado; eso es verdad. Los padres tan modernos, los hijos tan extraordinarios y las situaciones tan extravagantes chirrían algo. Aunque también es cierto que algunos diálogos (buena parte de ellos) son excelentes, las interpretaciones están a una altura considerable y la cámara de Boone está colocada buscando encuadres necesarios y moviéndose con elegancia y delicadeza. Quedarse en el territorio de las tres tramas que conviven en la cinta sin buscar nada por debajo de ellas es un error. Todo buen relato sugiere una

búsqueda en su esencia. Y no moverse hacia ese territorio hace que la película pierda mucho de su encanto. No es una película profunda, pero algo queda sin decir que la hace entrañable, inteligente y atractiva. Esto es una constante que se mantiene intacta en cualquier sistema narrativo que se construya con cierta coherencia. Todo lo que hace evolucionar a los personajes, de un lado a otro, debe tenerse en cuenta: la muerte, el amor, el miedo, las drogas, la ausencia. Todo; evidentemente como vehículo que transporta a cada personaje implicado. Y todo envuelto en la necesidad de narrar del ser humano. Porque si de algo puede presumir el ser humano es de su capacidad para explicarse las cosas buscando un sentido a lo ocurrido. Por eso es tan importante y tan acertado que sean escritores los personajes principales o que tengan una relación tan íntima con la literatura. La película se hace importante al transitar este terreno; una zona reservada para muy pocos aunque sean demasiados los que creen que eso es cosa de cualquiera que tenga un bolígrafo y un trozo de papel a mano. Sólo cuando se relata el mundo, el mun-

do se mueve; sólo cuando se relata el mundo, se puede sobrevivir. Greg Kinnear se desenvuelve como pez en el agua en su papel; Jennifer Connelly interpreta una madre sin una duda en su lenguaje corporal; Lily Collins, Nat Wolff, Liana Liberato y Logan Lerman, están muy bien dirigidos logrando un nivel interpretativo creíble, lleno de espontaneidad. La banda sonora compuesta por Nathaniel Walcott y Mike Mogis se salpica de temas propios y ajenos. Junto a Big Harp interpretan el tema At Your Door, por ejemplo. Un excelente tema que inaugura la partitura. Elliott Smith (Between The Bars) y Bear Driver (No Time To Speak) destacan sobre el resto de intérpretes. El cine indie tiene un nuevo inquilino al que habrá que seguir la pista de cerca. El trabajo de Josh Boone, salvo algunas dudas al principio de la cinta, tiene un aspecto mucho más sólido de lo que es habitual en un primer trabajo. Todo hace pensar que sabe hacer cine y que la experiencia le convertirá en un realizador a tener muy en cuenta. Esperemos que el próximo guión este mejor armado para comprobar si esto es cierto o no. Un invierno en la playa recoge esa parte de la comedia romántica que tanto gusta a un tipo de espectador, pero que no deja de incluir elementos dramáticos que le dan cierta profundidad y prepara un espacio a un público más numeroso. Es una película muy agradable y, sobre todo, un comienzo muy esperanzador del joven Boone. A ver si es verdad. ~


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Suplemento cultural

El Correo de Andalucía Sábado, 18 de febrero de 2017

Crítica a la carta en Aladar

El cine, como cualquier otra manifestación artística, debe aportar zonas en las que el espectador se encuentre incómodo, en las que la realidad tome protagonismo, sea cual sea. ‘The Sessions’ es una de esas películas que nos lleva hasta lugares que no solemos pisar por miedo, temor, pudor o fingido desinterés. Un buen trabajo Nirek Sabal {Hay tantos universos como personas. Pueden parecerse aunque, siempre, hay matices que les convierten en únicos y exclusivos. O pueden ser lejanos y remotos por sus diferencias con el resto de las personas. Sean como sean, son universos que pueden narrarse, que deben narrarse. El problema llega cuando uno de esos mundos, de esas vidas, se enfrenta al resto que no ha querido mirar nunca. En la vida, nos acostumbramos a lo que nos hace sentir cómodos, a lo que nos permite avanzar sin grandes complicaciones. El resto lo miramos desde la distancia, con temor, prefiriendo que no nos afecte. No somos capaces de entender que, esa vida, es muy parecida a la nuestra; seguramente, no queremos asumirlo. The Sessions es una película espléndida que ataca ese lado que nos inquieta, que nos hace sentir incómodos. La mezcla que presenta el realizador y guionista Ben Lewin se compone de una minusvalía severa (hombre postrado en la cama durante casi toda su vida y dependiente de un pulmón de acero), de religión agarrada desde su lado más duro y desde el más liberal, de sexo, de amor y de una finísima ironía. Puede parecer una bomba de relojería aunque todo se mantiene en el lugar justo para que nada explote. El guión de Ben Lewin está muy bien trabajado para que nada llegue a lo lacrimógeno o a lo superficial, para que el buen humor no sea motivo de compasión (¡¡Oh, un pobre hombre que es capaz de contar chistes!!), para que la frivolidad aparezca en los momentos delicados como soporte del relato. Es un buen guión que nos presenta la historia desde la reflexión del narrador, desde las conversaciones con otros personajes, desde una relación profesional delicadísima. Distintas perspectivas que nos ofrecen un conjunto soberbio. Un tema delicado, un tratamiento inusual y un resultado exquisito. Lo que nos cuentan en The Sessions es cómo Mark O’Brien decide dejar de ser virgen. Mark es un hombre muy religioso, muy inteligente. Para conseguir su objetivo recurre a los servicios de una terapeuta sexual. Cheryl CohenGreene. Y a los consejos del sacerdote de su parroquia. Asistimos a las sesiones que Mark y Cheryl llevan a cabo, a los resultados y a sus consecuencias. Un asunto más que delicado que no admite con facilidad lo explícito, lo mojigato o lo frívolo. Mark O’Brien es encarnado por John Hawkes. Un papel lleno de

THE SESSIONS Lo que nos hace sentir incómodos

‘The Sessions’ recoge distintas perspectivas que nos ofrecen un conjunto soberbio.

trampas y dificultades para el actor. Hawkes lo resuelve más que bien. La terapeuta Cheryl es el papel mejor desarrollado por una Helen Hunt extraordinaria. Sencilla, natural y creíble. El sacerdote es William H. Macy. Correcto en un papel que sirve como nexo y complemento de la acción. El montaje de la película es, también, acertado. Las rupturas espacio-temporales que se produ-

cen no provocan confusión alguna y la sensación de linealidad es casi absoluta cuando no es, exactamente, así. Montaje sencillo y efectivo al máximo. Si hay que poner un pero es al narrador. Todo va bien aunque, al final, Lewin comete un error de principiante. ¿Por qué gusta tanto elegir narradores que, sencillamente, no pueden contar la historia? Algo chapucero y ventajista lo

que pretende ser un giro dramático evidente y no puede resolverse de ese modo. Los muertos no pueden contar cosas y si lo hacen entramos en el ámbito del género. El punto de vista no puede variarse o equivocarse de este modo. Pero aún así, se puede hacer la vista gorda y dejarlo pasar. Aunque sólo sea por las interpretaciones merece la pena, y mucho, ver esta película.


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