Sábado, 17 de junio de 2017 Nº 143 @aladar_cultura
Los tebeos españoles siguen siendo obras de una calidad extraordinaria. Los autores más veteranos, junto a los nuevos lápices, conforman un panorama excelente
Crónica del FIB de Benicàssim 2017
Exposición de García Rodero en la Villa de Madrid
Paco Roca
Salud de hierro del cómic español
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La muerte de Guernica de Paul Preston y Tiempo al tiempo —basado en la serie de RTVE El Ministerio del Tiempo— confirman el buen estado de salud de la viñeta española. Y es que, pese a la crisis que golpea al sector desde mediados de los
El renacer del cómic Antonio Puente Mayor {El pasado 27 de octubre, Pablo Auladell fue distinguido con el Premio Nacional del Cómic 2016 por su magnífica adaptación de El paraíso perdido, del poeta inglés John Milton. Un clásico del siglo XVII que, merced al talento de este dibujante, vuelve a estar de moda en las librerías. A propósito de su galardón, concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Auladell habló de un feliz «renacer del cómic» que, sin embargo, aún no se ve reflejado en la situación de los profesionales de la ilustración, quienes, en el mejor de los casos, siguen viviendo de los anticipos de las editoriales. Pese a todo, el medio parece recuperar la salud tras varias décadas de letargo. Creado a partir de la introducción de la imprenta –algunos especialistas citan sus orígenes en la Edad Media con obras como el «Tapiz de Bayeux» o la tradición de los manuscritos iluminados–, sus etapas de auge están ligadas a la evolución de la prensa como medio de comunicación de masas. En este sentido, Estados Unidos fue el principal centro de producción e innovación desde finales del XIX y principios del XX. En España, al cómic o historieta se le llamó popularmente «tebeo» a raíz de la revista de periodicidad semanal TBO, surgida en Barcelona en 1917 y que, con interrupciones, se mantuvo hasta 1998. Su popularidad creció en los años 30, cayendo durante la guerra civil y floreciendo de nuevo en los 50. En esa época las editoriales más importantes eran Bruguera (Pulgarcito, El Capitán Trueno), Cliper (El Coyote), Hispano Americana de Ediciones (El hombre enmascarado, Popeye) y Toray (Azucena). Baste decir que entre 1969 y 1970, la difusión media de una revista femenina como Lily alcanzaba los 42.430 ejemplares por número. Del esplendor a la decadencia… y vuelta a empezar Desde finales de los sesenta los lectores adultos sucumben a la moda del terror y la prensa satírica y underground. Muchos ilustradores que habían estado trabajando para el mercado exterior vuelven a ser llamados por las editoriales españolas para lanzar tanto retrospectivas como nuevas colecciones. Bruguera lanza su exitosa Olé!, donde desfilarán desde la Joyas Literarias Juveniles a Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape, haciendo las delicias de varias generaciones. El boom definitivo del cómic adulto llegará en 1975, tras la muerte de Franco —de esa época son las revistas El Jueves
‘El Ministerio del tiempo’. / El Correo
y El Víbora—, comenzando a decaer a mediados de los ochenta. Y es que entre 1987 y 1997 el mercado español estará copado por los superhéroes y el manga de importación, surgiendo numerosos fanzines y pequeñas editoriales que buscan hacerse un hueco en la frágil industria. Pese al fenómeno de Internet y las redes sociales, el cómic impreso parece recuperar la salud desde 2012 en España. Esto se percibe tanto en la cantidad de lanzamientos –casi tres mil nuevos títulos en 2016– como en las ventas, aunque con un pero significativo: las tiradas han pasado de rondar los 5.000 ejemplares a no superar los 2.800. Algo parecido a lo que ocurre en nuestro país vecino, Francia. La aventura sigue siendo el género dominante, superando la mitad de los títulos publicados, siendo el apartado de los superhéroes el que se lleva la palma. Su auge se debe, fundamentalmente, al efecto promocional del cine y la televi-
sión. Los tebeos de humor, por su parte, se igualan en porcentaje a los dramáticos (13% en ambos casos), llevándose la peor parte los dedicados a la infancia, cuyo retraimiento es altamente preocupante —sólo un 2,55% del total en 2016—. Al margen de las cifras, hay que reseñar la buena acogida de las adaptaciones, tanto de historias clásicas como contemporáneas. Es el caso de La muerte de Guernica y Tiempo al Tiempo, dos de los títulos más jugosos de este 2017. 80 años del bombardeo que inspiró a Picasso «Guernica, la ciudad más antigua de los vascos y centro de su tradición cultural, fue destruida por completo ayer por la tarde en un ataque aéreo de la insurgencia. El bombardeo de esta ciudad abierta situada muy por detrás de las líneas duró exactamente tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa flota de aviones que consistía en tres modelos alemanes, bom-
barderos Junkers y Heinkel, no cesó de arrojar sobre la ciudad unos artefactos que pesaban un máximo de 450 kilos y se calcula que más de 3000 proyectiles incendiarios de aluminio con un peso de un kilo cada uno (…)». Así comienza el artículo de George Steer, periodista británico destinado en España durante la Guerra Civil, que dio la vuelta el mundo. Publicado en The Times el 28 de abril de 1937 bajo el título La tragedia de Guernica. Ciudad destruida en un ataque aéreo, y luego reproducido en The New York Times, su relato no solo quedaría grabado a fuego en la conciencia europea, sino que inspiraría al pintor Pablo Ruiz Picasso su obra más universal. Partiendo de esa premisa, y tras una exhaustiva documentación, el prestigioso historiador e hispanista Paul Preston sacaba a la luz en 2012 un interesante ensayo titulado La muerte de Guernica (Debate), donde analizaba las claves del mítico bombardeo desde una perspectiva rigu-
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ochenta, en 2016 se editaron casi tres mil títulos. Motivo para ser optimistas. Son muchos los dibujantes y guionistas que se intentan abrir paso en la selva editorial y conviene echar un vistazo a sus obras. El cómic es una forma de narrar maravillosa rosa y al mismo tiempo divulgativa. Cinco años después, y coincidiendo con el 80º aniversario de la tragedia, la misma editorial nos sorprende con su versión en cómic. Un complejísimo trabajo llevado a cabo por el dibujante malagueño José Pablo García –quien anteriormente afrontara el reto de trasladar al lenguaje gráfico La Guerra Civil española, también de Preston–, cuyo objetivo es acercar la historia a un mayor número de lectores. Y lo cierto es que la fórmula funciona ya desde la propia cubierta, auténtico «imán» para los entusiastas de los cómics. En sus 95 páginas el lector descubrirá un completo resumen de los antecedentes del bombardeo (incluyendo la situación en el País Vasco durante los primeros compases del conflicto bélico), así como la crónica estampada de aquel triste lunes que conmocionó a la opinión pública. Como no podía ser de otra forma, George Steer es uno de los protagonistas de la obra –él fue quien recabó los datos en la villa vizcaína y los difundió de manera brillante–, pero también hay hueco para el senador estadounidense Willian Borah, la escritora y esposa de Ernest Hemingway Martha Gellhorn (considerada la mejor corresponsal de guerra del siglo XX) y el propio Picasso. «Está el hoy, abierto al mañana y mañana, al infinito» Con la tercera temporada actualmente en emisión, la serie creada por Pablo y Javier Olivares para RTVE, El Ministerio del Tiempo, sigue cosechando excelentes críticas y generando un sinfín de productos relacionados con sus tramas (desde tazas y cuadernos alusivos a imanes de nevera). Lo último, un juego de mesa para todos los públicos y una aplicación que puede descargarse gratuitamente en el móvil. Ello se debe fundamentalmente al empuje de sus fans –los llamados ministéricos– quienes han participado activamente tanto en el diseño de las piezas como en la promoción de las mismas. Al hilo de esta fiebre, que ya traspasa fronteras, el mundo de la letras era el siguiente terreno por explorar. Con El tiempo es el que es (Plaza y Janés) los guionistas Anaïs Schaaff y Javier Pascual dieron el salto a las librerías en 2016. Una novela que recopilaba tres historias inéditas creadas por Olivares y su equipo y que se sumaba al ensayo publicado por Concepción Cascajosa Dentro de El Ministerio del Tiempo (lée|me). En esta ocasión, la editorial Aleta Evolution Cómics apuesta por la viñeta como vehículo idóneo para narrar en las peripecias de la patrulla intertemporal compuesta por Julián Martínez, Amelia Folch y Alonso de Entrerríos –personaje interpretados en la pequeña pantalla por Rodolfo
Portada de ‘La muerte de Guernica’. / El Correo
Sancho, Aura Garrido y Nacho Fresneda, respectivamente–. Equipo al que dan cobertura el subsecretario Salvador Martí (al que da vida en la serie el gran actor Jaime Blanch), el jefe de operaciones Ernesto Jiménez (Juan Gea) y la jefa de logística Irene Larra (Cayetana Guillén Cuervo). De inicio hay que destacar que, a diferencia de la propia serie, donde el personaje de Pacino (Hugo Silva) ha sustituido definitivamente a Julián en su tercera temporada, la trama del cómic vuelve sobre sus pasos para narrarnos el origen del actual ministerio. Centrándose en la figura de Salvador, al que el dibujante Jaime Martínez ha rejuvenecido
con acierto, los lectores de Tiempo al tiempo conocerán detalles del personaje hasta ahora inéditos, como la forma en la que el gobierno de la transición contactó con este para ofrecerle la subsecretaría –dicha institución fue creada en el siglo XV por la reina Isabel la Católica– o las dificultades a las que tuvo que enfrentarse tras acceder a su puesto. Asimismo en la historieta creada por Joseba Basalo y El Torres, con el apoyo de Desiree Bressend, destacan tres nuevos nombres que sorprenderán a los aficionados de la serie. Estos, sumados a Ambrosio Spínola (Ramón Langa), apoyarán a la patrulla en el desarrollo de su delicada misión.
Unos individuos procedentes de tres épocas distintas —la Hispania romana, el siglo XI y el Carabanchel de 1980— que pondrán la nota divertida y de color a la trepidante aventura. Precisamente es este último apartado, el color, una de las sensaciones de la atractiva edición. Desarrollado de manera exquisita por Sandra Molina y Alejandro García Cutillas, su tratamiento marca la diferencia desde la primera página, ofreciéndonos un retrato realista y a la vez mágico de la premiada ficción. En resumen una interesantísima propuesta que viene a confirmar el éxito de El Ministerio del Tiempo y el renacer del cómic en nuestro país. ~
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Libros ilustrados. Más que palabras
Los nuevos cómics son una cosa muy seria. Ya no se los lleva la gente al váter ni tienen manchurrones de tomate. Ahora quieren ser –y muchos lo consiguen– una lectura culta, y para ello adquieren formato de libro, incluso de libro exquisito,
Los nuevos cómics Aunque los tebeos de ahora sean de tomo y lomo y en su mayor parte estén dirigidos a los adultos, muchos de ellos siguen apelando al niño que llevamos dentro. Otros son experimentos, ruptura de moldes unas veces más exitosas que otras, o bien auténticos hallazgos. En la mesa de novedades, más que nunca, hay de todo César Rufino {Descojonante desde la primera línea hasta la última viñeta, Carlitos Fax es uno de esos títulos que hacen amar el cómic a quienes todavía conservan alguna reticencia. No se puede decir lo mismo de todos; ni siquiera de todos los que llevan –como esta joya– el sello de Astiberri, que es la gran referencia española de este género y por ello mismo la que más riesgos asume. Porque por muchos premios que haya obtenido una obra, por muchos halagos que le haya dedicado la crítica especializada, por mucha arquitectura semiótica que se le quiera encontrar al asunto y por mucha ambición de epatar que tengan los autores, toda historieta –o novela gráfica, que viste más– es un melón por calar. Ya lo decía hace unos meses en el libro Panorama, la novela gráfica española hoy –también de la editorial bilbaína, por cierto– el escritor Santiago García, toda una autoridad en la materia. Aunque en principio se refería al producto nacional, sus palabras son claramente extensibles al resto: «La novela gráfica no es solo un estilo», explica el autor de la impagable ¡García!, quien
encuentra en los nuevos títulos «un rango amplísimo y lleno de contrastes, del blanco y negro seco al color exuberante, del trazo primitivo a la filigrana sofisticada», y ese derroche de modalidades afecta también a los temas, a los enfoques, a los intereses, a las perspectivas, a todo. Los corsés se han ido todos a la porra. «Cuando abrimos una novela gráfica, nunca sabemos lo que vamos a encontrarnos». Aun así, el cómic cuenta con una ventaja sobre otros géneros; una prerrogativa que se podría calificar como el factor visceral. Puede ser que para ello le haya venido de perlas su carácter popular, ese presunto hándicap de haber sido considerado siempre como un arte muy menor. En el absolutamente recomendable libro Cómic, arquitectura narrativa, publicado por Cátedra, Enrique Bordes parte de esa misma idea: «Conozco poca gente cercana al medio del cómic que, como yo, no lo haya cultivado como una pasión personal y vinculada a una relación que se remonta a la infancia», lo cual «condiciona una inclinación totalmente subjetiva». Pero ojo, porque esto
también tiene su poquito de doble filo: no hay nada más fácil de decepcionar que una inclinación totalmente subjetiva. Carlitos Fax todavía no lleva un mes en las librerías –iba a decir en los quioscos, qué lapsus– y ya se puede valorar como uno de los grandes aciertos de la temporada. Camuflado bajo la estética y el estilo aparentes de los tebeos infantiles de toda la vida, como aquellos lejanos de Bruguera y tantos otros de la misma quinta, esta ocurrencia escrita y dibujada por el catalán Albert Monteys contiene una frescura gráfica, un descaro, una franqueza, una iro-
‘Carlitos Fax’ contiene un descaro, una franqueza, una ironía y una visión crítica de la sociedad que ya quisieran otros El derroche afecta a los temas, a los enfoques, a los intereses, a las perspectivas, a todo. Los corsés se han ido todos a la porra
nía y una crítica social que ya quisieran otros que van de vanguardistas sin detenerse a averiguar si se merecen semejante distinción. El libro contiene todas las páginas de la serie publicada originalmente en la revista Míster K, que fue el tebeo que estuvieron sacando los de El Jueves hasta hace unos años. Uno sabe que está ante algo especial cuando el mismo Monteys, en las primeras viñetas, cuenta con muchísima gracia que hay que ser capullo y estar agobiado de trabajo para elegir nada menos que un fax como protagonista de una serie de historietas ambientadas en el siglo XXXI –dentro de justamente mil años, en 3017–, estando ya desfasado como aparato desde hace dos décadas. A partir de ahí, se suceden las divertidas peripecias de este robot humanoide del periódico La Voz de Andrómeda deseoso de destacar a cualquier precio como reportero de calle. Otro que lo borda en Astiberri es Pep Brocal con su obra publicada en marzo y titulada Cosmonauta, que Álex de la Iglesia describe como «un cuento sólido y terrible sobre la condición humana, de una profundidad
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que es la pretensión más evidente de solemnidad que puede exhibir un producto editorial. En las novedades de Astiberri, el sello que más está haciendo por garantizar un futuro a este género literario, se aprecia por dónde van los tiros
y sencillez apabullantes, como las grandes obras maestras». Es pronto para decir tal cosa, pero ciertamente Cosmonauta es un pedazo de historia como un camión, resuelta con tanta facilidad gráfica y narrativa que uno se pregunta si de verdad le están contando lo que le están contando. Se trata del cuaderno de bitácora de Héctor, un pobre desgraciado que, junto a otros miles de humanos, viajeros del espacio a una velocidad que ya hubiese querido la luz cuando era joven, participa en el experimento a vida o muerte de salir a los confines del universo a encontrar remedio al fin de la vida sobre la Tierra, mientras va contando su historia por el camino. Cualquier resistencia ante el estilo aparentemente demasiado sencillo del dibujo cae hecha añicos a las pocas páginas. Una pasada. Para los más jóvenes, las mejores novedades de las últimas semanas en Astiberri son Luces nocturnas, de Lorena Álvarez; y Waluk, la gran travesía, de Emilio Ruiz y Ana Miralles. La primera es un derroche de colorido e ingenio al servicio de la idea del poder de la imaginación y de la creatividad. La segunda es un emotivo viaje de dos osos polares, uno joven y otro viejo, en busca de un lugar donde vivir. Pero sobre todo, de esta
En la página anterior, una viñeta de ‘Waluk, la gran travesía’. A la derecha, doble página de ‘Luces nocturnas’, ambas publicadas por Astiberri.
‘Cosmonauta’ está resuelta con tal sencillez que uno se pregunta si de verdad le están contando lo que le están contando Entre las obras destinadas a sobrevivir a su tiempo está ‘Aventuras de un oficinista japonés’, inteligente y rompedora
Arriba, la cubierta del libro ‘Cosmonauta’ y sendas páginas de las muy recomendables ‘Carlitos Fax’ y ‘Aventuras de un oficinista japonés’.
editorial hay que comentar dos títulos que contribuyen a explicar el estado actual del cómic y a intuir qué es lo que se nos viene encima. Uno de ellos es Un noruego en el Camino de Santiago, de Jason. Probablemente, nunca se haya contado más torpemente y con menos gracia y sensibilidad esa experiencia, narrada con un injustificado estilo de fábula donde los personajes son animales antropomorfos, el dibujo es torpe y gélido y el sentido de la narración tiene tanto pulso como Drácula después de tomarse una tila. Puro tedio. Por mucho que desde Le Monde des Livres se destaque su «humor sobrio» (llámelo sobrio, llámelo inexistente) y «un impecable sentido de la elipsis» que más bien diríase bastante pecable. La afirmación del autor de que para celebrar su 50º cum-
pleaños decidió probar la experiencia del Camino de Santiago, porque «era eso o comprarme un porsche», deja ver cierto tonillo pretencioso, de esos que tan bien tira por tierra Scott McCloud en Reinventar el cómic (Planeta Cómic) cuando dice que pasar de la grapa al libro, como ha hecho el tebeo, implica una búsqueda de la posteridad que debería estar justificada. Está muy bien usar animalitos como protagonistas en obras dizque serias: pasa en la descomunal Siete vidas, de Josep María Beà (también de Astiberri) y en la brutal y venerada Maus, de Art Spiegelman (Random House), que representa a los judíos como ratones y a los nazis como gatos. Pero el recurso por sí mismo no produce genialidad, por mucho que sea un estilo propio. O como dice McCloud: «El mero uso
de metáforas visuales no basta para generar subtextos en la ficción». Para cómic de calidad, ocurrente, inteligente y vanguardista, el que ahora reedita el sello vasco de la obra premiada en el Salón del Cómic de Barcelona en 2012: Aventuras de un oficinista japonés, de José Domingo. Tan distinto y tan fresco es todo que en esta edición se incluye una guía de lectura... ¡para leer después que el libro!, y que explica los sentidos y los miles de detalles que lo pueblan, para facilitar su comprensión e invitar a empezar de nuevo por la primera página. Esta sí que es una obra de tomo y lomo, es decir, destinada a sobrevivir a su tiempo y a marcar caminos. Pero es el lector quien finalmente tiene que decidir por dónde tira. En eso, por fortuna, el cómic no ha cambiado. ~
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Escrito para...
La guerra que se ha declarado entre Oriente y Occidente o, al menos, la que han declarado unos pocos aunque tenga consecuencias para todos, se puede mirar desde la literatura. Es esta una forma de entender lo que pasa a través de la imaginación. Y eso es infalible si se busca un tipo de reflexión certera ...viajar al centro de la condición humana
Cordero de Alá Luis Alonso {La violencia suele ser causa y consecuencia de una profunda incomunicación y de un miedo y desconocimiento del otro. La literatura, en cambio, constituye el acto comunicativo por excelencia, a la vez que nos permite el acceso a uno de los recursos más eficaces para ampliar nuestro conocimiento de la realidad que nos rodea, y, casi siempre, nos ofrece un excelente antídoto contra el veneno de la crueldad que preside el reino de este mundo. ¿Podrá la literatura parar esta guerra de incivilizaciones que, al parecer, ya ha estallado entre el terrorismo yihadista y el devastador «demonio» occidental? Hasta hoy todas las iniciativas desarrolladas por los distintos contendientes no han hecho sino elevar el número de muertos. La mutua demonización impide cualquier atisbo de salida. Cordero de Alá, novela escrita por Hosni Chakir y José Enrique Martínez Lapuente, supone, sin embargo, un punto de encuentro, abierto y sincero, entre ambos mundos: En este relato, escrito con eficacia y firme resolución, Oriente y Occidente tienden un puente para el diálogo y la reflexión. Un diálogo lúcido, sentimental, riguroso e implacable. Hosni Chakir (Rabat, 1966) es actor, director, guionista de cine, pero ante todo trabajador social, conocedor del inframundo donde germina la semilla del yihadismo; y José Enrique Martínez Lapuente (alicantino de Monforte del Cid, 1951) es un traductor y escritor con un fuerte compromiso social. Ambos han sabido aunar voces y ámbitos para recrear un vívido testimonio literario en esta ficción que refleja una realidad por la que todos se preguntan, pero que pocos, muy pocos, desean ver. Dos personajes, Mikel Izarra, periodista e investigador de origen vasco, como narrador, y Nourdin, un joven árabe atrapado en las viscosas redes del terrorismo, como protagonista principal del relato, son los encargados de guiarnos por los oscuros vericuetos de la política y del adoctrinamiento yihadista, pero también por las frágiles venas del corazón humano. Dos ciudades, Bagdad y Barcelona, son los escenarios en cuyo subsuelo se mueven tanto víctimas como victimarios, exploradores de la paz, espías o provocadores del conflicto. La lucidez y sabiduría de los autores traspasan los tópicos de la política para conducirnos directamente al fondo de la condición humana. Acción, maquinaciones, atentados, descritos con exactitud exenta de interés malsano,
desvelan el campo minado por el que transitamos cada día, con salvadores que venden inmortalidad a cambio de la autoinmolación y asesores que entregan armas de toda clase en nombre de la paz. Cordero de Alá resulta, en este sentido, una obra emocionante y sin falsas concesiones que acaba en un grito de la conciencia humana más allá de religiones o ideologías. Un auténtico gozo para los lectores, y, ojalá, una profecía que inspire un cambio positivo en las relaciones entre países y pueblos que comparten las dos orillas de un mismo mar Mediterráneo. Ese mar que, para vergüenza nuestra de cada día, aún sigue siendo un sangrante ejemplo de mutuo desconocimiento, desconfianza y agresión salvaje. Todas las guerras acaban siempre, necesariamente, con un acuerdo... Cuando ya las desgracias son múltiples y han cubierto de luto y horror la vida de varias generaciones. Más que bombardeos masivos, lo que Europa necesita para combatir la amenaza yihadista es diálogo y justicia social, compresión e integración de las legítimas diferencias, así como programas de expansión y desarrollo, económicos y sociales, que hagan de la cuna de nuestra cultura original el territorio común de una próspera alianza de civilizaciones. Con este propósito ha sido escrita a cuatro manos esta novela que, si bien nos sumerge en el corazón de las tinieblas del yihadismo, muestra la senda por la cual puede gestarse un nuevo destino, otra posibilidad que no sea la de repetir hasta la náusea la asfixiante situación actual. Puede que la literatura no posea el poder de transformación que muchos deseamos. Sin embargo, aun siendo relativa y contingente, su fuerza radica en la capacidad de activar nuestra imaginación, así como en el predominio de la proyección simbólica que toda palabra despliega en su red significante cuando trata de captar, tanto el movimiento del mundo, como su ritmo subterráneo. Es entonces cuando la conciencia del lector despierta y se abre a la posibilidad, que sólo mediante el trabajo creador puede florecer en la tierra y multiplicarla, celebrando así el misterio de nuestra existencia con cada lectura. Cordero de Alá es, para quien busque algo más que un simple entretenimiento, una lectura tan aleccionadora como estimulante. Un libro necesario y, probablemente, imprescindible. Una obra bien hecha. ~ Calificación: Muy buena. Tipo de lectura: Reflexiva, incómoda. Tipo de lector: Todo el que quiera entender las relaciones entre mundos desde la literatura. ¿Dónde puede leerse?: En casa, tranquilo, preparado para la «batalla». Portada de ‘Cordero de Alá’. / El Correo
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Música El FIB de Benicàssim cierra su larga lista de nombres y da forma a una de sus ediciones más diversas y para todos los gustos. Repasamos el line up por días y escenarios para que no te pierdas nada en esta nueva edición del mítico festival
FIB 2017 completa su cartel Peppers. Los californianos son una de las bandas más exitosas de la historia del rock y por eso su presencia en FIB supone la novedad de incorporar al cartel un grupo de masas de tal tamaño. Sin duda, una apuesta innovadora y rompedora por parte de la organización. Pero en esta jornada destacan también otros nombres que no necesitan presentación, como es Liam Gallagher (uno de los dos padres creadores de los siempre inolvidables Oasis) o Biffy Clyro. Junto a ellos el escenario Las Palmas contará con la presencia de Dinosaur JR. Y The Strypes. En el escenario VISA también se darán cita grandes nombres a tener en cuenta, como es el de Peter Doherty, alma de la banda británica The Libertines. Además, la rapera española Mala Rodríguez es uno de los nombres que más suenan con fuerza en esta jornada. Junto a ella Mura Masa, Marika Hackman, Las Kellies y Arturo Paniagua. En los escenarios más pequeños no puedes perderte la siempre esperpéntica aparición de Las Bistecs y su electro-disgusting en el South Beach Dance Stage y el sonido redondo de Nudozurdo o Biznaga en el Radio 3 FIB CLUB.
Red Hot Chili Peppers. / El Correo
Noelia Salcedo {El FIB ya ha revelado todos los nombres que llenan su cartel. A menos de un mes de su celebración, ya conocemos la totalidad de artistas que pisarán este año la ciudad de Benicàssim. Será el próximo 13, 14, 15 y 16 de julio cuando artistas de la talla de Red Hot Chili Peppers o Kasabian interpreten en la localidad castellonense sus recientes trabajos discográficos. Repasamos lo más destacado de cada jornada y los nombres en letra pequeña que no te puedes perder.
DOMINGO 16
JUEVES 13 El cabeza de cartel indiscutible de este primer día es The Weeknd en el escenario Las Palmas, una de las apuestas más comerciales de las últimas ediciones de FIB. Junto a él esa noche el rapero Stormzy, los veteranos Ride, la banda vasca Belako y los neoyorkinos Sunflower Bean. El escenario VISA nos trae otro de los grandes nombres de la noche: The Jesus and Mary Chain, quienes regresan a FIB a interpretar sus temas más clásicos junto a las nuevas creaciones. Completan la sesión la banda de Manchester Courteeners, Kaleo, Mick Jenkins, Twin Peaks, Gener y Eme DJ. No perdamos de vista a algunos artistas de los escenarios más pequeños, donde apuestas nacionales de calidad como Viva Suecia o Tórtel sirven de reclamo absoluto en el escenario Radio 3 FIB CLUB. VIERNES 14 La noche del viernes la primera línea del cartel se reparte entre pesos pesados de la música dentro y fuera de nuestras fronteras. Tres son los nombres que encabezan la jornada y los
Kasabian.
Deadmau 5.
tres pasarán por el escenario Las Palmas: los siempre energizantes Foals, la electrónica magistral de Deadmau 5 o el más que refinado sonido de Los Planetas en pleno apogeo tras la publicación de su nuevo disco. Blossoms, The Sherlocks o Mourn también se subirán al escenario principal. Pero Mourn o Los Planetas no serán las únicas voces patrias que destacarán la noche del viernes ya que esta jornada estará marcada por un fuerte peso español: La Casa Azul o Joe Crepúsculo harán de las suyas en el esce-
nario VISA. Junto a ellos el dj set de 2MANYDJS, Temples, Childhood o Ella Rae. En esta jornada no podemos obviar el escenario South Beach Dance Stage, donde el irlandés James Vincent McMorrow es el rey indiscutible de la noche. Otra sugerencia: Olof Dreijer, de The Knife, llega en solitario con su música de baile a la par que experimental. SÁBADO 15 El sábado 15 es para Red Hot Chili
Kasabian corona la última jornada de FIB 2017 y lo hace con nuevo disco bajo el brazo. La banda británica regresa a Benicàssim como indiscutible cabeza de cartel y del escenario Las Palmas. Pero por allí también pasarán bandas de las que te harán corear hit tras hit como Crystal Fighters o Years & Years. Dua Lipa, Declan McKenna o Evripidis and His Tragedies completan la noche. A quien no te puedes perder en el escenario VISA es al canadiense Tiga, junto a él la coreada banda catalana Love of Lesbian o el productor y dj Kaytranada. Este escenario también propone artistas como Slaves, The View, Ron Gallo o The Magic Mor. En Radio 3 FIB CLUB las propuestas imprescindibles son las de los madrileños Havalina y Las Odio, una de las últimas sensaciones punk nacionales. Hasta aquí la larga lista que un año más conforma el que es el festival más icónico dentro de nuestras fronteras: cita indiscutible para británicos, españoles y gente proveniente de todo el mundo. Con ésta, su edición número veintitrés, apuestan por uno de los carteles más diferenciados y abiertos al gran público. Tras una edición, la de 2016, en la que agotaron entradas gracias a la presencia de los siempre infalibles Muse, FIB 2017 promete volver a dejar huella, la huella fiber. ~
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Recuerdos del siglo XX Durante los «tristes años 60» los sevillanos sufrieron situaciones tercermundistas con 53 suburbios, 25 refugios y un caserío ruinoso, más desempleo, analfabetismo y falta de servicios sociales
Los gobiernos de Franco se olvidaron de la catoliquísima Sevilla Nicolás Salas {La metamorfosis de la ciudad originada por la catástrofe del Tamarguillo, a finales de 1961, quedaría reflejada en los años finales de la década de los sesenta, si bien la influencia de aquel dramático y decisivo episodio demográfico y residencial se prolongaría al menos durante tres lustros; en realidad, hasta enlazar con el tiempo identificado con las obras previas de la Exposición Universal de 1992. Más que el nuevo plano urbano periférico, con ser decisiva la creación de decenas de barriadas de viviendas sociales, fueron las significativas mudanzas urbanas y del caserío del casco antiguo, así como la pérdida de personajes entrañables por su amor a la ciudad, las que marcaron algunos de los hitos diferenciales entre el «antes» y el «después» de la riada de 1961. De manera que la metamorfosis ciudadana tuvo múltiples variantes sociales, culturales, económicas y políticas, siempre sobre la base de la forzada, rápida e incontrolada evolución urbana y demográfica. En la primera, la urbana, por el «cambio de piel» del caserío, materializado en la periferia con las nuevas barriadas, y en el casco antiguo, por lo que Gregorio Cabeza llamó acertadamente «suburbio interior». Del centro de la ciudad desaparecieron edificios vinculados a la primera mitad del siglo XX, incluso de época anterior, que dieron carácter a las plazas del Duque de la Victoria y de la Magdalena -por entonces del General Franco-, a las calles San Vicente y del entorno del barrio del Museo y otras zonas. La pérdida de edificios identificados con la burguesía y la clase media fue similar a la desaparición de antiguos y legendarios corrales de vecinos ocupados por la clase obrera, aunque menos espectacular. Las familias con casas de patios sevillanos fueron abandonando su hábitat del casco antiguo para mudarse a las nuevas viviendas de Los Remedios y otros sectores modernos, muy discretamente. Por el contrario, el abandono de las familias residentes en los corrales de vecinos casi siempre fue acompañado del escándalo de los desahucios por ruina de los edificios y su traslado a los refugios. Nuevos edificios darían la actual fisonomía del centro de la ciudad, al mismo tiempo que identificarían la periferia. Fueron los casos de las nuevas sedes de la Compañía Sevillana de Electricidad, del Colegio
Estampas habituales.
de Médicos, del Colegio de Peritos Aparejadores, de las Facultades y Escuelas Técnicas creadas o ampliadas en la Universidad y un largo etcétera de edificios públicos y privados. En la avenida de Reina Mercedes estas nuevas sedes universitarias lograrían un premio nacional de arquitectura. Al mismo tiempo que eran evidentes los cambios del caserío del casco antiguo y la expansión de la ciudad por la periferia extramurallas, quedaba el vacío humano dejado por personajes fallecidos o retirados de la vida pública y que habían identificado una época básica de la historia local, desde los tiempos de la II República hasta finales de la década de los sesenta. Fueron los casos de Joaquín Romero Murube, Pedro Armero Manjón, Juan Lafita, Manuel Giménez Fernández, Juan Carretero Luca de Tena, Miguel Bermudo Barrera, Norberto Almandoz, José Laguillo Bonilla, José María Piñar y Pickman, Francisco Hohenleiter, varios matadores de toros y artistas flamencos, pintores y escultores, poetas y escritores, arquitectos, empresarios del comercio y la industria, entre otros muchos fallecidos. La desaparición de catedráticos, abogados, médicos, periodistas y escritores, profesionales liberales en general, que dieron
personalidad a la vida cultural durante la postguerra, tuvo consecuencias negativas más o menos decisivas en el Ateneo y otras entidades culturales y colegios profesionales. También la ruptura generacional afectó al mundo de la cultura y la enseñanza. Para algunos observadores críticos de la situación sociopolítica y económica sevillana y nacional, había existido una excesiva prolongación del protagonismo gestor de las generaciones que vivieron los tiempos difíciles de la II República e hicieron la guerra, con efectos negativos sobre las generaciones inmediatas, que no pudieron ejercer el relevo y tomar decisiones en las diversas actividades privadas y públicas con cierta juventud. Fueron unas generaciones de postguerra consideradas injustamente menores de edad, inmaduras, sin experiencias suficientes del inmediato pasado. A esta situación sociológica debe unirse el efecto negativo de la sangría sufrida por la población universitaria, pues gran parte de ella, que tampoco era muy extensa, murió en los frentes como alféreces provisionales, o en las retaguardias asesinados. Más de quinientos futuros médicos, abogados, ingenieros, farmacéuticos, biólogos, científicos, etc.,
fueron sacrificados por la guerra civil y provocaron un vacío generacional de personas preparadas. Pese al Plan de Desarrollo Económico y Social y el Polo de Desarrollo Industrial, la economía sevillana no había despegado con la fuerza que necesitaban la capital y provincia. Sólo los sectores inmobiliario y constructor lograron auge, seguido por el comercio. En este sector, al filo de unos cambios de estilos mercantiles impuestos por los grandes almacenes y supermercados, casi todos de capitales foráneos, con resultados negativos para parte del empresariado familiar del antiguo comercio, en algunos casos anclados en el pasado y sin iniciativas innovadoras. En la agricultura, los precios oficiales asegurados de algunos cultivos básicos y la disminución de la presión social lograda por la emigración masiva de las zonas rurales, habían aportado estabilidad, pero no progreso, salvo en casos aislados, pues los precios agrarios estaban en función de la oferta turística, que tenía que ser la más barata de Europa a costa del sector agropecuario. Para atraer el turismo, España contaba con el sol como elemento natural, pero era imprescindible añadir paz ciudadana y precios competitivos de los alimentos. ~
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Fotografía Hasta el 30 de julio, el Centro Fernán Gómez de la Villa de Madrid acoge la nueva exposición de García Rodero «Lalibela, cerca del cielo», un comprometido trabajo dentro del registro más social de la fotografía documental de esta artista
Lalibela, la ruta por Etiopía de Cristina García Rodero
Daniel González Irala {Recién clausurada la exposición Tierra de sueños en Caixaforum Madrid y coincidiendo con el festival de fotografía y artes visuales Photoespaña 2017, que este año cumple veinte de recorrido por distintas ciudades, la fotógrafa de MAGNUM Cristina García Rodero entrega un trabajo en blanco y negro lleno de compromiso y calidez, donde logra dotar a modelos que estamos acostumbrados a ver desde la marginalidad y el rechazo silencioso, de un aura de belleza y simpatía que logra gracias a reminiscencias bíblicas. Lalibela es una ciudad situada en el corazón de aquellas montañas que tiene un componente sagrado para los nativos, recibe su nombre del rey Gebra Maskal Lalibela que gobernó la zona entre 1172 y 1212 queriendo reconvertir el espacio en una Nueva Jerusalén. El rey mandó construir once iglesias medievales esculpidas en roca con el propósito de convertir su centro en lugar de peregrinación católico. El conjunto recibió la declaración de Patrimonio Nacional de la Humanidad en 1978. Las fotografías de García Rodero retratan la intimidad de los fieles en medio de la multitud, el recogimiento, los rezos y cantos y hasta una serie de ritos paganos para transportarnos a una esfera detenida que parece haberse perdido en el tiempo. Ya en Horizontes de descanso llama la atención el plano conjunto entre montañas de las multitudes (uno de los habitantes mira directamente a cámara en lo que parece una imagen aérea). Con un angular y desde la misma perspectiva retrata la celebración del Día de San Jorge, donde los fieles vestidos con túnica blanca se asoman ante el vacío.
Cristina García Rodero entrega un trabajo en blanco y negro lleno de compromiso y calidez. / Cristina García Rodero
Caminos de sol empieza a jugar como más tarde veremos con los juegos de luces y sombras. En Obra de los ángeles el nuboso cielo ayuda a entender o situarnos en el terreno rocoso de oración. Predicador en el templo de Bedha Medhane es una fotografía donde la apariencia del modelo principal empieza a estar arraigada como la de Jesucristo en nuestro inconsciente colectivo; en este mismo templo sitúa la acción en unos rezos muy particulares que dan importancia a los pequeños objetos como cuerdas. De entre los retratos unipersonales destaca El monje donde el evangelio que el personaje tiene entre las manos nos hace ver el poder de su fé. En El patriarca luce un bastón y túnica blanca, siendo sus brillantes ojos los que les hace estar en un instante medido de revelación. Un avejentado orador es el protagonista de Susurros de plegarias y El monje asceta es otro ejemplo de cómo saber retratar la extrema pobreza material a través de una simple manta negra y un modelo mirando hacia abajo. En Peregrinos celebrando la navidad une ese concepto de lo sagrado con una idea abierta y popular de celebración. De encuadre especialmente delicado es la de la casa de María en el templo Bedha Marian donde un joven con la boca tapada mira al objetivo como increpándole o guardándose de él. Devoción a la Virgen María incluye una mirada infantil al rito y Ganando indulgencias gran presteza en las escenas de masas. El nombre de Cristo sirve para que un obispo enseñe una cruz a un escéptico de forma demoledora. En Identidad cristiana y «El apoyo de Mecrania» el blanco y negro tiene resonancias pictóricas clásicas,
siendo en la segunda imagen el rostro en primer plano un símbolo de protección sobre quién lee desenfocado de fondo. Del mismo esquema compositivo, pero con un sentido inverso resulta Sonidos y silencios. Por otro lado Largo recorrido es una foto de lucha y miradas desafiantes, resultando más elaborado el proceso entre cómico y distante de Escrituras sagradas. En Rendición en la cruz es significativo el trabajo con el vestuario, que sugiere conceptos hasta cinematográficos. Laberintos sagrados es una de esas imágenes en que la textura de las rocas constituye un personaje más. Los socavones en las rocas de los templos dan mucho juego en Desde el cielo o El refugio. Agua santa contra el mal es de las más importantes dentro de su narración de los procesos sacramentales de purificación. Protección a la nueva vida parece un bautizo doméstico, que concluye en Alejando
al demonio y El eremita encadenado. Más granulosas resultan Sobre el abismo de concepción sencilla o Casa de Gabriel y Rafael. En Perfumes de incienso es el propio sepia de la foto el que sugiere ese olor. Historias con nombres busca la belleza femenina y Cantos de alegría y veneración es especialmente lúdica. En Tabots en el día del Tinkat, la utilización de paraguas sustituye a las recargadas procesiones de Semana Santa a las que estamos acostumbrados, algo que logra también Sacerdote con cruz de procesión. Desvaríos comunica todo un mundo desde esas manos agrietadas de mujer en primer plano, siendo sorpresiva Al otro lado del Jordán. En Día de mercado la rutina es interrumpida por una ovejita que huele la cara de una pensativa joven. Queda decir que la exposición se hace eco de los viajes que la fotógrafa hizo al país africano en 2000, 2004 y 2009. ~
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Música y Cine
Antoñita Colomer es una de esas artistas que fueron importantísimas y que, sin embargo, han quedado ocultadas por el olvido de los españoles una vez que murió. Es verdad que Sevilla, su ciudad natal, la recuerda en una de sus calles, pero ese
ANTOÑITA COLOMÉ
Triana en el ‘star system’ de los años treinta Anabel Rodríguez {La memoria de los espectadores es injusta a veces… No sé si injusta o débil. Tal vez sea esa debilidad la que nos lleva a olvidar a determinadas figuras que en su momento fueron auténticas estrellas para los españoles. Antoñita Colomé es una de esas actrices olvidadas por el gran público, aunque su nombre aparezca en el callejero de Sevilla y sea sinónimo de premio del cine andaluz. Desde la fragilidad de mi memoria, hoy quiero hablar de esta sevillana del barrio de Triana, que fue una de las estrellas más destacadas del cine de la II República y hasta los años cincuenta. Nacida en 1912 en la calle Pureza (me encantan los nombres de las calles, pero mi favorita de Sevilla es la calle Vida donde me fisuré el codo hace tiempo), del barrio de Triana, fue la hija única de un sombrerero y un ama de casa que se esmeraron en educarla. Aunque estudió piano, baile clásico y claqué sus padres nunca se plantearon que pudiera dedicarse al mundo del arte. Ella misma decía que si su padre hubiera vivido más tiempo no habría podido hacerlo, sin embargo, falleció cuando era adolescente y aunque su madre hubiera pretendido detenerla, se hizo imposible. Hasta tal punto debía ser irrefrenable, que con solo quince años contrajo matrimonio con un bailaor, Antonio de Triana. El matrimonio no parece que tuviera una continuidad en el tiempo, algunos insinúan que ni siquiera hubo consumación. Con independencia de lo que pasara en la alcoba, lo cierto es que al poco Antoñita viajó a Madrid con sus estudios de solfeo terminados, para prepararse con intención de cantar con el maestro Simonetti. Debutó en el mundo de la revista musical y, como tantas jóvenes en su momento, acabó centrando su interés en el mundo del cine, donde podía hacer carrera. Al poco tiempo, emigró a París donde la Paramount había adquirido los estudios Joinville. Allí actuó en varias películas llegando a coincidir con Marlene Dietrich. Participó con pequeños papeles en tres películas en el año 1931 Un caballero de frac (1931), Las luces de Buenos Aires (1931) y La pura verdad (1931). En la biografía que sobre ella escribió Miguel Olid (editada por la Junta de Andalucía), la actriz contaba como rechazó una oferta de la Para-
Cartel de ‘La señorita de Trevelez’ y ‘El crimen de Pepe Conde’.
mount para ir a Hollywood, porque al parecer le daba miedo «besarse» con Gary Cooper y que su madre la viera haciéndolo. No termino de creérmelo porque ella ya se había casado y los besos no debían asustarla; además su madre estaría más que curada de espanto después de que la muchacha se casara con quince años. Sin embargo, una es muy libre de crear su leyenda como mejor le parezca y cuanto más absurda y divertida sea la anécdota, mejor quedará fijada en la mente de los fans. Regresó a España y durante la II Republica comenzó a grabar películas con los mejores directores del momento. Con Benito Perojo rodó El negro que tenía el alma blanca, todo un éxito en 1934, con Luis Marquina rodó El bailarín y el trabajador en 1936 y con Edgar Neville la primera versión de El malvado Carabel y La señorita de Trevelez, ambas en 1936. Alcanzó tanta popularidad que en ocasiones tenían que protegerla los guardias de asalto y no es de extrañar, porque sin ser una guapa de estas que tiran para atrás, era vistosa y desbordaba sim-
Fue una de las estrellas más destacadas del cine de la II República y hasta los años 50
patía y presencia en el escenario, a pesar de tener un físico menudo. Estando con Neville le sorprendió la guerra civil y emigraron a París. Desconozco si había anulado su primer matrimonio o se había divorciado (en la II República se introdujo por primera vez la posibilidad de hacerlo), pero volvió a casarse allí. Al parecer este segundo matrimonio le trajo muchísimo sufrimiento. Me ha llamado la atención el hecho de que a pesar de que he buscado y rebuscado no consigo encontrar ningún artículo en prensa donde se mencione el nombre de su segundo marido. Tal vez aparezca en la biografía de Olid (que tiene muy buena pinta). En cualquier caso la propia Antoñita hacía ver que lo único que había merecido la pena de su matrimonio era el nacimiento de su hija y que su esposo la hizo sufrir muchísimo. Incluso llega a decir que el hombre estuvo en la cárcel por un asunto que no llega a aclararse del todo. Vamos que debía ser una pieza de cuidado, según la descripción de la actriz. Su fama no se resintió a pesar de la guerra. La pareja regresó a España y ella continúo haciendo películas con directores como Perojo, con el que protagonizó Héroe a la fuerza en 1941, o Juan de Orduña director de El frente de los suspiros, 1942. También fueron muy reconocidas en su momento películas como Mi
fantástica esposa (1943) o El crimen de Pepe Conde del año 1946. En todas estas películas ya había pasado a adoptar el papel de folclórica por el que sería más recordada. A partir de los años cincuenta emigra a América (posiblemente huyendo de su marido) y actúa en teatros por el centro y sur del continente como folclórica. Ya no regresará a hacer cine salvo en ocasiones puntuales. La última de ella fue en la película Pasodoble de José Luis García Gómez con guion de Rafael Azcona, en el año 1988, una comedia en la que una familia despojada de su chabola, decide recurrir a su supuesta relación con la nobleza para adueñarse un palacete. Estos peculiares ocupas aseguran que la abuela de la familia fue antigua pareja del dueño y, en consecuencia,
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Música y Cine
homenaje parece poco para lo que fue la señora Colomer. Su vida resulta apasionante y conviene repasar los hechos más relevantes. Se definió como ‘roja’ y fue una mujer liberal
Antoñita Colomer en una escena de ‘Tercio de quites’.
Placa colocada en la calle en la que nació Antoñita Colomer.
son herederos de la vivienda. El papel de la abuela fue interpretado por Antoñita Colomé, que protagoniza varias escenas descacharrantes. Aunque su papel era secundario os aseguro que todavía la tengo grabada en la mente bailando con Fernando Rey en una de las escenas de la película. La actriz se definía, en una entrevista del periódico El País realizada en los últimos años de su vida, como poco cobera y decía que no le había gustado dar jabón a los poderosos, que el jabón, era mejor para fregar el suelo. También se definía como roja llegando a decir que tenía quinientos glóbulos rojos más que cualquiera de nosotros en la sangre. Parecería querer desprenderse así de la fama de acólitas del régimen franquista que buena parte
de las folclóricas tuvieron. En relación con esa fea tendencia al olvido que tenemos, hay que reconocer que Antoñita sí gozó en vida de cierto reconocimiento, aunque no de tanto dinero como alguna de sus compañeras actrices. El Ayuntamiento de Sevilla le puso su nombre a una calle y también tuvo a bien poner una placa en la calle donde nació. La Junta de Andalucía hizo lo propio con uno de los premios de interpretación del Instituto Andaluz de Cine. Si no sabéis quien es Antonia os recomiendo que acudáis a Youtube y podréis verla cantar con esas voces agudas que tanto se llevaban en la época y sin lugar a dudas descubriréis un desparpajo y una sonrisa que atraviesa setenta años sin despeinarse. ~
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Viajes Una fotografía o un diario de un escritor puede hacer que un viaje se convierta en un universo por explorar. La fotografía convertida en una imagen que traspasa la frontera de los tiempos y se hace eterna; un diario como ese pasar a limpio la vida que mueve a todo el que expresa su mirada en forma de texto literario
Ricardo Molina en Puente Genil (y 2)
Concha García {Continuando con mi artículo dedicado a Ricardo Molina, poeta del grupo Cántico, me voy a detener en un descubrimiento que, en estos días, la casualidad me ha revelado ya que presto un interés especial a dicho grupo Cordobés. Compré el diario de Juan Bernier publicado en 2010 hace una semana. Reconozco lo desinformada que estaba pues no conocía el libro. Lo cierto es que desde que regresé de Puente Genil a Barcelona, donde vivo, no he podido dejar de leer dicho diario escrito en los años cuarenta de la postguerra. ¿De qué trata? De la sordidez sexual que emanaba en aquellos tiempos por doquier, solo que aquí estamos en Córdoba. Cuando el poeta Bernier termina sus servicios como soldado en la guerra fratricida del 36, es desterrado a Puente Genil. En Puente Genil había muchos hombres y mujeres del bando republicano. La narración del poeta cordobés es muy interesante porque nos hace entrar al aire de «aquellos tiempos»: a la miseria espiritual, los rencores personales, la prepotencia de muchos. Más allá de que el diario es una de las confesiones más valientes que tenemos de nuestra postguerra. Un Jean Genet andaluz fue Juan Bernier, más interesante en su prosa que en la poesía. Pero como se trata de poesía, en el diario también nos cuenta cómo conoció a Pablo García Baena, Julio Aumente y Ricardo Molina entre otros. Me sitúo imaginariamente en aquel tiempo mientras miro una foto y siento las expresiones de los rostros todavía vivas, la fotografía detiene el tiempo, una secuencia de un
Las tradiciones aun se conservan aunque algunas veces como elementos puramente decorativos.
instante cobra un valor eterno. Soy una mujer, y como tal no hubiese tenido cabida en aquellos años como escritora. Lo sé. Aún así la proximidad con estos poetas es evidente. No sé cuánta población, gente de la calle, conoce al poeta. Ven una plaza, una biblioteca rotulada con su nombre, y nada más. Alguien se interesará, alguien que pasee por allí y descubra las calles que bajan hasta el río, o se darán una vuelta, como nosotros, por una antigua almazara, donde la dueña nos enseñó cómo se filtraba el aceite –algo tan lejano sin embargo lo había practicado mi familia–. Tan solo una generación ha bastado para borrar nuestra historia cotidiana, y la historia se evapora, por eso, al regresar al lugar de donde provienes, se levantan alas de recuerdos, sensaciones casi escondidas. Así me sentí mirando las tovas, las cintas transportadoras, los capachos de esparto, donde el aceite se filtra… Mis ojos urbanos –así se apellida uno de mis abuelos– se extasiaban ante el rito que parte de mi familia había desarrollado durante años. Los poetas, el aceite, la luz azul del cielo cada vez que me asomaba al patio del Teatro Circo, entre las funciones que se ofrecían cada día para hacer regresar la figura de Ricardo Molina, mi alma se regodeaba, el tiempo cambiaba de dimensión, miraba a Antonio Roa, feliz entre los poetas, radiante en su fuerza, en la manera de hacer las cosas, y recordaba aquella frase de Aleixandre: «Un árbol me parece un agolpamiento espiritual sorprendente». Los tiempos confluyen. La vida no pasa algunas veces. ~
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Música para desaparecer en ella, sonoridades abisales y desoladas que, sin embargo, invitan ser habitadas por quienes las escuchan. Así es la obra de Javier Hernando, uno de los pioneros de la música electrónica experimental en España
COMPOSITOR
JAVIER HERNANDO
«No hago conciertos, reivindico el valor de la escucha» Ismael G. Cabral {Pionero de la electrónica en España, el barcelonés Javier Hernando lleva décadas trabajando en su estudio con sintetizadores y material analógico con el que ha dado forma a discos como Luz nacarina, Hydro Parhelia o, recientemente, la compilación Metalepsis 90/96, en la que ha rescatado música de sus archivos más tempranos, unos trabajos que, oídos ahora, le señalan como uno de los creadores más visionarios en el ámbito de la moderna música industrial. Música de «resonancias electrónicas con la polaridad de austeros tonos de desolación acromática y suaves modulaciones de capas de algodón hidrófilo», según la define sugerentemente el autor. –No está en ningún circuito, ni en el de la música contemporánea ni en el de la música de club. ¿Cómo de cómodo se vive en el underground? –No es algo pretendido, siempre he querido llegar al mayor número de gente posible. Empecé en los 80 publicando cintas en mi propio sello, Ortega y Cassette, en una escena muy diferente a la de la movida madrileña. Lo peliagudo del asunto es que en aquella época vendíamos 300 ejemplares de cada cassette, y hoy es difícil colocar 150 cedés,
con lo que hoy estoy más en el underground que antes. Además se produce una paradoja difícil de encajar para los músicos de mi generación; a la gente y a las pequeños sellos les interesa más lo que hicimos en aquellos primeros años que la obra que desarrollamos ahora. Metalepsis 90/96 es precisamente eso, una antología de trabajos antiguos. –Industrial, drone, dark... son algunas
Muchos conciertos de música electrónica parecen hoy día sesiones de ‘deejay’ En la época de los cassettes me escribían cartas, hoy con las descargas, tengo 0 ‘feedback’ de las etiquetas que se le han colocado a su música. –Con respecto al dark, en absoluto me siento un músico oscuro. Industrial, claro. Pero habría que precisar en qué tipo de música industrial me sitúo. Los aficionados tienen una idea de la músi-
El músico Javier Hernando, en una fotografía reciente tomada en Sevilla.
ca industrial más afín a la que se hacía en los años 80, más rítmica, pienso en Vivenza o en Einstürzende Neubauten. Yo en cambio me siento más cercano, como creador, a la que surgió en los 70, aquella música industrial más ruidista y ambiental que no rítmica; como los trabajos de los pioneros Maurizio Bianchi y Throbbing Gristle –Cuando se escucha su música, desde sus primeros trabajos hasta los actuales, se advierte una continuidad muy clara, como si no hubiera afán de originalidad y sí de obra cerrada. –Le agradezco sus palabras; porque hoy día vivimos instalados en una virtualidad absoluta. Mis discos pueden atenderse en plataformas como Bandcamp o Spotify y tener 1.000 o 2.000 escuchas, pero no recibo feedback alguno. En la época de los cassettes recibía cartas de la gente que me contaban sus sensaciones en la escucha. Bueno, como decía, no busco la originalidad y siempre me ha preocupado el elemento dramático, que todos mis discos tenga un principio, un desarrollo y un final. Creo que los 45 minutos son para mí un formato perfecto para ello. –También ha sido pionero. Un disco como Hydro Parhelia adelanta toda esa estética clicks & cuts y todo ese univer-
so del error al que tanto presta atención la música electrónica actual. –Así es. En ese álbum trabajé con un dat que me daba muchos problemas y que provocaba distorsiones que no me las esperaba y que decidí dejar ahí. Además es un disco que no está masterizado y que tiene un volumen que puede resultar chocante. Es, desde luego, una obra atrevida. –No ha dado un concierto en su vida. –No hago directos, reivindico el valor de la escucha. Trabajo con sintetizadores y trasladar el sonido de mi estudio a un concierto es algo que me resulta complejo. Mi forma de componer es muy artesanal; además como espectador los conciertos actuales de laptop no me acaban de convencer. Los músicos han abandonado la idea de repertorio, muchos conciertos de música electrónica parecen sesiones de deejay. Pero no me cierro en banda, quizás algún día. –¿Cuál ha sido su relación con la música académica? –He tenido mis más y mis menos con ella. Pero si le soy sincero tampoco es que haya buscado nunca un acercamiento formal. He tenido mucha relación con Eduardo Polonio, una figura que siempre ha servido como puente entre la escena experimental y la estrictamente académica. –¿Cómo es su forma de trabajo? –A partir de los sintetizadores voy generando cortes y luego de un forma sutil voy añadiendo interferencias de elementos exteriores; como captaciones de sonidos que previamente he grabado o sonidos accidentales de archivos. También manipulo artilugios digitales de los años 90 que hoy están muy obsoletos. Sin embargo no pretendo que lo analógico tenga un valor por sí mismo; me interesa neutralizar ese tono artesanal con alguna textura digital y así desviarme de esa idea de la música electrónica de ciencia ficción que me disgusta tanto. Soy mucho más terráqueo, cuando viajo con el coche por carretera siempre me atraen los lugares áridos y los sitios abandonados. Me llama más la atención que cualquier visión espacial. –¿Cualquier tiempo pasado para la música experimental fue mejor? –No necesariamente. Hay una involución en los modos de escucha, desde luego. Antes teníamos más tiempo para oír discos, ahora la música nos llega a través del móvil, con lo que nuestra atención se divide entre la música y nuestra actividad en ese momento, con lo que se tiende más a una escucha parcial que completa de los trabajos. Por supuesto los compositores teníamos en el pasado más contacto, había más calidez e intercambio. Pero a la vez no sería justo si no subrayara que existe hoy en España un movimiento de música electrónica y experimental fantástico, con jóvenes creadores que están haciendo cosas realmente interesantes. –¿Cuáles son sus proyectos futuros? –En breve saldrá un disco que hecho junto con el músico Adrià Bofarull, en el sello República Ruidista Ibérica. Y en 2018 se publicará un libro de artista que contendrá un disco mío a partir de la obra poética de Rimbaud. ~
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Libros
Después de ganarse una sólida reputación como poeta, el escritor almeriense vuelve a la narrativa de largo aliento con ‘Las islas vertebradas’, que acaba de ver la luz en el sello Playa de Ákaba Recomendaciones
POESÍA
Ángel Leiva / Del amor y la tierra / Maclein y Parker
JUAN MANUEL GIL
«El lenguaje poético lo convierte todo en sobredosis imprevisible» Alejandro Luque {Conocido sobre todo como poeta, Juan Manuel Gil (Almería, 1979) se ha ido labrando poco a poco cierto prestigio como narrador. Tras debutar como novelista con Inopia, acaba de publicar en Playa de Ákaba su segunda entrega en esta disciplina, Las islas vertebradas. Una obra que, en palabras del propio autor, «surge de una imagen que no dejaba de repetirse en mi cabeza y me acompañó durante meses», explica. «Un personaje sale, en mitad de una calurosa noche, de un bungalow. Se dirige a un pequeño jardín que tiene en el porche. Y minutos después cae desplomado al suelo. Decidí responder a una pregunta: ¿Quién es? Y necesité una novela de 258 páginas para contármelo a mí mismo». Esa sombra apenas entrevista al principio no es otra que Martín, «un personaje que huye, que se esconde de sí mismo, que arrastra algún que otro doloroso secreto. Pero también es un atlas humano de fragilidades, deseos y miedos. En este sentido, he procurado que el lector camine por una delgadísima línea que separa dos emociones que despierta Martín: la comprensión y el desprecio. Y que ese tránsito de una a otra provoque cierto vértigo».
En el proceso de descubrimiento de Martín, las islas a las que se alude en el título tienen un protagonismo dundamental. «Decidí poner en manos del protagonista un libro: Atlas de islas remotas, de Schalansky. Y eso propulsó la historia. Las islas generan espacios y tiempos oníricos. Son refugio y, a la vez, constituyen puntos inhóspitos en mitad del océano. Mientras escribía
El escritor Juan Manuel Gil, en la última Feria del Libro de Madrid./ Tamy Chaud
«He intentado que el lector camine por la línea que separa la comprensión y el desprecio» «Mis obsesiones con los secretos, los miedos, el viaje, la enfermedad, la memoria...» la novela no sabía si las islas salvaban a Martín o lo condenaban. Aún hoy me lo pregunto», afirma Gil, autor de otros títulos como Guía inútil de un naufragio (Premio de Poesía Andalucía Joven), Mi padre y yo: un western o Hipstamatic. «Creo que Las islas vertebradas es mi obra más ortodoxa», confiesa el almeriense. «Decidí responder a
las preguntas que me hacía escribiendo una novela que se alejara de saltos mortales estructurales. En eso quizá se diferencia de lo anterior. Pero creo que tiene en común con mis obras anteriores algo fundamental: mis obsesione vitales. Los secretos, los miedos, la enfermedad, el viaje, la literatura y las limitaciones de la memoria». Sobre el modo en que la poesía pueda interferir en su escritura en prosa, asegura que «he procurado mantener controlado el lenguaje poético. Y únicamente emplearlo cuando la acción lo requería. En este libro hay sueños, hay alucinaciones, hay viajes, hay efectos secundarios... y en esos terrenos el lenguaje poético tiene mucho que aportar. Lo convierte todo en sobredosis imprevisible», dice. Sobre los narradores de su generación con los que siente afinidades, cita a Lara Moreno, Salvador Gutiérrez Solís, Sergio del Molino, Gonzalo Torné, Samanta Schweblin... «Podría estar horas enumerando. Me gusta la intensidad que encuentro en sus historias, que sus novelas parezcan un buceo a apnea, que el cuerpo me duela cuando llego a la última página. Y eso pretendo cuando me siento a escribir. Provocar algo parecido». ~
El corazón al borde de la mano A. Luque {Que un joven sello editorial como Maclein y Parker apueste por la poesía es síntoma de valentía y determinación. Que lo demuestre publicando la poesía selecta de Ángel Leiva, argentino de Tucumán pero más sevillano que la Plaza de España después de 25 años viviendo en la capital hispalense, es además señal de buen gusto. Del amor y la tierra es el título de esta reunión, que incluye los cinco primeros libros del autor, inéditos hasta ahora en España, así como tres nuevos poemarios breves que también estaban sin publicar. Con medio siglo de desarrollo e indagación, la de Leiva es una poesía del arraigo y del desarraigo, que examina la noción de patria sin patrioterismos y se pregunta por el exilio sin enfermar de nostalgia, sabiendo que el camino forma parte de la vida tanto como la casa y la familia. Con una indisimulable tendencia a la vanguardia, y con no pocos vasos comunicantes con su dimensión plástica y pictórica, se trata de una poética personalísima, del desasosiego y del placer, llena de símbolos poderosos y dotada de una notable unidad. «La poesía de Leiva», afirma el llorado Rafael de Cózar en el prólogo de este volumen, «se desarrolla bajo la sombra del canto y las constantes vitales del entorno, va dibujándose en el proceso hacia un mundo de compromiso con la historia, con el tiempo y con los universales, hasta llegar a la desnudez de la palabra (....) Tradición y vanguardia se unen así en un acento personal en el que, sin embargo, siempre aflora la experiencia táctil de la vida entendida como lucha, como pasión, con el corazón siempre al borde de la mano». ¿Qué más se le puede pedir hoy a un poeta?». ~