Sábado, 30 de septiembre de 2017 Nº 150 @aladar_cultura
Herederos del arte Del 13 al 22 de octubre el Círculo Mercantil acoge una exposición sobre la escuela pictórica sevillana
Obra de Miguel Ángel González. / Santi León
Entrevista al autor de cómic Horacio Altuna
Recordamos a Tove Jansson, ‘madre de trolls’
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Herederos de Velázquez, Bacarisas o Carmen Laffón, la nueva generación de pintores hispalenses apunta muy alto. Su cuidada formación y el deseo constante de investigar los convierte en
¿La nueva escuela sevillana?
La nueva generación de artistas hispalenses apunta alto. / Santi León
Antonio Puente Mayor {Tradicionalmente ha venido señalándose a la escuela pictórica sevillana como depositaria de grandes virtudes artísticas, lo cual suscitó que, desde fechas bien tempranas, sus principales maestros fuesen «elogiosamente citados por los historiadores del arte», como apunta el profesor Enrique Valdivieso. Si bien podemos hallar el cenit en el barroquismo deslumbrante del XVII, sus orígenes se remontan a la Baja Edad Media, figurando como precursor Juan Sánchez de Castro, pintor de estilo hispano-flamenco cuya actividad en el Alcázar aparece documentada en 1478. No en vano la tradición ha dado en llamarlo «el patriarca de la pintura sevillana». Ya a mediados del XVI, y justo antes de la explosión barroca, surge la figura de Francisco Pacheco, quien recoge la tradición manierista iniciada a la muerte de Rafael y cuya concesión al naturalismo supondrá el punto de inflexión hasta la llegada de los genios Zurbarán, Alonso Cano y, sobre todo, Diego Velázquez. Pese a todo, es el tercer período de la pintura barroca el verdaderamente decisivo a la hora de utilizar el término ‘escuela’, y ello se debe a la contribución del artista Bartolomé Esteban Murillo. Fundador en 1660 de la sevillana Academia
del Arte de la Pintura junto a Valdés Leal, dicha institución «dio principio á sus estudios en la Casa Lonja», según el historiador Ceán Bermúdez, y acogió a alumnos destacados como Meneses Osorio, Núñez de Villavicencio o Lucas Valdés.
El siglo XVIII representa la decadencia de la escuela sevillana La Exposición Iberoamericana de 1929 supuso un espaldarazo definitivo a la obra de los pintores del nuevo siglo De la decadencia ilustrada a la renovación romántica Pese al esfuerzo de sus autores por continuar la tradición murillesca, el siglo XVIII representa la decadencia de la escuela sevillana, que no comenzará a ver la luz hasta 1771, fecha en la que Carlos III le otorga su protección. Bajo el mecenazgo de Francisco de Bruna la institución pasa a denominarse Real Escuela de las Tres Nobles Artes de Sevilla, título que conservará hasta 1827. Años más tarde, y bajo la regencia de María Cristina
de Borbón, la escuela se convierte en academia, tomando el nombre de la futura Isabel II —quien por entonces era menor de edad—. Al margen del citado organismo, la llegada del siglo XIX supone un soplo de aire fresco para las artes plásticas hispalenses, logrando situar a muchos de sus autores en el escaparate nacional. Es el caso de Esquivel, académico de mérito en Madrid y excelente retratista; de Joaquín Domínguez Bécquer —tío del famoso poeta—, o de Manuel Cabral, verdadera referencia del costumbrismo andaluz. Un notable período que será rematado por José Jiménez Aranda, García Ramos y Sánchez Perrier, quienes darían paso al talento de Gonzalo Bilbao, «uno de los más genuinos representantes de la pintura española de entre siglos», como lo definió Gerardo Pérez Calero. Herederos de Carmen Laffón La Exposición Iberoamericana de 1929 supuso un espaldarazo definitivo a la obra de los pintores del nuevo siglo, siendo Gustavo Bacarisas su máximo exponente. Un joven Juan Miguel Sánchez seguiría sus pasos, evolucionando posteriormente hasta convertirse en destacado muralista. Tras la guerra llegarán Grosso, José María Labrador o Francisco Maireles, dan-
do lugar en 1949 a la Joven Escuela Sevillana de Pintura, que a pesar de su corta vida dejó una gran impronta. Entre sus integrantes figuraron el polifacético Ricardo Comas, Delgado Montiel, Pepi Sánchez o Armando del Río, aunque es sin duda Carmen Laffón una de sus representantes más significativas. Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1982 y Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes, su obra abarca el retrato, los objetos cotidianos y sobre todo el paisaje, siendo un importante icono en el arte figurativo del siglo XX. El arte sacro como escaparate Antonio Díaz Arnido es una de las voces importantes de la pintura actual de Sevilla. Aunque su especialidad es la conservación y restauración de obras de arte, no cabe duda de que su instinto investigador y su constante evolución darán lugar a importantes hitos. No en vano su obra ya puede contemplarse en lugares tan dispares como Canadá, México o la ciudad del Vaticano, habiendo trabajado para la Casa de Alba, el Obispado de Málaga o la Archidiócesis de Palermo. Y aunque Díaz Arnido introduce temas variados en su producción, nadie puede negar que el arte sacro es su punto fuerte, siendo reclamado constantemente por las institucio-
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depositarios del arte que traspasó fronteras a partir del XVII, y que aún hoy perdura. El Año Murillo es la ocasión ideal para acercarnos a descubrir su obra.
Cartel de la Semana Santa 2017 de Jerez de la Frontera, obra de Antonio Díaz Arnido. / Santi León
Rafael Laureano.
nes eclesiásticas para embellecer iglesias, aumentar el patrimonio o rematar enseres. Asimismo es uno de los preferidos por las hermandades a la hora de realizar carteles. En una línea parecida figura el artista Miguel Ángel González Romero, cartelista de las Glorias de Sevilla 2016 y merecedor de numerosos premios en certámenes locales, nacionales e internacionales. Sus obras forman parte de las colecciones de importantes entidades públicas y privadas, aunque es en el terreno religioso donde ha obtenido una mayor popularidad. Sus aportaciones a la cartelería de Semana Santa son de una gran originalidad, siendo uno de los referentes actuales por su visión lírica y onírica de la fiesta. Al igual que Díaz Arnido y González Romero, Carlos Peñuela también pasó por las aulas de la facultad de Bellas Artes, licenciándose en 2010 y realizando poco después un trabajo de fin de máster sobre el discurso del cartel popular. Obviando el hecho de que su trayectoria está enfocada a la restauración —una de sus últimas aportaciones ha sido la recuperación de los frescos de la basílica de la Macarena—, suele coquetear a menudo con la pintura, siempre bajo la influencia de Bacarisas, Juan Miguel Sánchez o su admirada Carmen Laffón.
/ Santi León
De Naranjo y Franca al universo Daroal Otro de los autores de la nueva corriente es José Naranjo Ferrari, nacido en la localidad de Cantillana y licenciado en Bellas Artes en 2004. Definido por el artista Antonio Madrigal como un pintor «ordenado y de gran gusto», posee más de una docena de premios nacionales, algunos tan prestigiosos como el de
Antonio Díaz Arnido es una de las voces importantes de la pintura actual sevillana Otro de los autores de la nueva corriente es José Naranjo Ferrari, de Cantillana la Fundación Ramón Areces. Aunque suele cultivar diversas temáticas, es en el paisaje donde despunta, con un claro dominio de los horizontales y los tonos apagados, haciendo gala a su vez de una sencillez y mesura encomiables. Por su parte Daniel Franca (Sevilla, 1985) es un pintor de paisajes urbanos que, en palabras de Clara Barrero, «sólo se pueden apreciar en el paso del tiempo». Becado en
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Del 13 al 22 de octubre el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla homenajea al genio barroco de la mano de estos creadores profesionales cuyo objetivo es dignificar el oficio en tiempos difíciles Chequia y Alemania, entre sus distinciones destaca el Premio Nacional de Pintura del Ateneo de Sevilla, el de la Caja Rural de Granada y el Francisco de Zurbarán. Su última exposición, Entropía, es el resultado de un viaje de exploración a la India, y en sus piezas podemos apreciar un innegable salto hacia la madurez que lo confirma como una de las voces más prometedoras del panorama local. En una línea distinta de trabajo figura el tándem formado por Francisco Rovira y David Romero, colaboradores desde 1995 bajo la marca ‘Daroal’, quienes buscan el derrumbamiento iconográfico como herramienta para la creación contemporánea. Dicha búsqueda les hace destacar en la reinterpretación de los movimientos clásicos e históricos, dando como resultado un producto posmoderno que se acerca, sin complejos, al gusto de los consumidores actuales.
de numerosos retratos de imaginería realizados al óleo, en su joven currículum destacan una obra para la parroquia del Santo Ángel así como los anuncios de las fiestas patronales de Coria del Río y Mairena del Aljarafe. La revolución de Laureano Antes de cerrar este capítulo debemos hacer mención al joven Rafael Laureano, cuya irrupción ha supuesto un antes y un después en la forma de entender el arte en la ciudad. Alumno de la Fundación Antonio Gala —al igual que Daniel Franca— y «heredero del canon clásico y del tiempo contemporáneo», según el poeta Gonzalo Gragera, todo lo que sale de su taller levanta expectación, especialmente en las redes sociales, donde el artista posee un importante número de seguidores. Emblema para aquellos que apuestan por una renovación gradual de nuestras tradiciones, Laureano ha sabido combinar el talento con el estudio, dando lugar a un sello propio que ya es imitado en toda la geografía española, e incluso fuera de esta. Como ejemplo de su proyección hemos de mencionar su participación hace un mes en la exposición colectiva L’Essenziale, coincidiendo con la 74ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia.
La magia de Isabel Sola Hablar de Isabel Sola Márquez es referirnos a una de las mejores artistas de su generación. Profesora de la Universidad de Sevilla desde 2001 —dos años antes obtuvo el premio al mejor expediente de su promoción—, su gran nivel la ha llevado a exponer en países como Estados Unidos, Marruecos o Bosnia-Herzegovina. Asimismo ha participado en más de setenta exposiciones colectivas y sus obras forman parte de las colecciones del Palacio de la Zarzuela, la Fundación Forum Filatélico o la Real Maestranza de Caballería. Dotada de una exquisita sensibilidad, en su trayectoria destacan las mágicas atmósferas —logradas en sus paisajes y escenas de interior— así como el virtuosismo de sus retratos.
Homenaje a Murillo Obra de Daniel Franca. / Santi León
Dos hiperrealistas frente a frente Aunque aún es pronto para colocarles una etiqueta, lo cierto es que José Carlos González y Jonathan Sánchez Aguilera son dos de los representantes más populares del hiperrealismo sevillano. Centrados casi exclusivamente en el retrato de imágenes procesionales, de sus manos han salido algunas de las obras más llamativas de los últimos tiempos. El primero ha sabido sublimar la técnica del grafito hasta unos límites inalcanzables. Fruto de ello son sus tradicionales exposiciones cuaresmales, cuya notoriedad le han convertido en uno de los artistas preferidos por los cofrades así como un modelo a seguir para los aficionados al dibujo. Un retrato a tamaño natural de Jesús del Gran Poder es su último hallazgo. El caso de Sánchez Aguilera es algo distinto, pues al contrario que su compañero, sus obras irradian color en toda su dimensión. Artífice igualmente
Obra de Rafael Laureano. / Santi León
Tanto Laureano como el resto de artistas profesionales —a los ya citados habría que añadir otros nombres como Jesús Zurita, Jorge Gallego, Antonio Barrera o Jesús M. Romero— forman parte de una generación surgida en 2014 cuyo nexo de unión es la ciudad de Sevilla y que, según el historiador del arte José Manuel Villalba, «aglutina todo lo necesario para marcar una época». Y aunque la mayor parte de ellos cuentan con una sólida trayectoria en solitario, en próximas fechas tendremos ocasión de disfrutarlos a la vez merced a la iniciativa de Esther Ortego, promotora cultural y ex miembro del Consejo de Cofradías, que ejerce de comisaria en una exposición organizada por el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla con motivo del IV Centenario de Murillo. En ella tendrán cabida obras plásticas de José Carlos González, Isabel Sola, Daniel Franca, Jonathan Sánchez Aguilera, Miguel Ángel González, Antonio Díaz Arnido, el grupo Daroal, Rafael Laureano, José Naranjo y Carlos Peñuela, junto a la fotografía de Santi León —sus instantáneas evocando la luz del barroco han causado sensación—. La muestra tendrá lugar del 13 al 22 de octubre de 2017 en la sede de la calle Sierpes, y tras su contemplación tal vez logremos dar respuesta a la pregunta: ¿es esta la nueva escuela sevillana? ~
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Teatro Hasta el 15 de octubre se representa en el Teatro Bellas Artes de la ciudad de Madrid, este sabio drama llevado por dos grandes actores de la escena española, el cine y la televisión. Un auténtico placer a través del que se cuestionan tópicos y se pone el dedo en la llaga en cuestiones más que oportunas
Oleanna de David Mamet: El abuso de poder Daniel González Irala {No es la primera vez que esta obra llega a los escenarios madrileños, de hecho, hubo un montaje no hace mucho tiempo en que este prodigioso debate dialéctico escrito allá por 1992 por David Mamet, judío afincado en Nueva York, al que le gustan tanto los conflictos implacables, fue llevado de la mano de José Coronado e Irene Escolar al Teatro Español. La limpieza de un texto brillante se disfruta cuando además tenemos en el escenario a Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez. El primero conocido por sus incursiones en el cine de Juanma Bajo Ulloa entre otros muchos, y la segunda también conocida por su trabajo televisivo en Los Serrano. Dos actores humildes que ganan carisma con la representación. Él, John, un aspirante a catedrático al que constantemente empieza por interrumpirle el móvil debido a la compra de un chalet; ella, Carol, una alumna suspendida en un trabajo que dice no entenderle en las clases que imparte y a la que le ha costado un enorme esfuerzo llegar donde está. Gracias a las tres escenas o actos descubrimos como son realmente: ella tiene que aprobar esa asignatura sea como sea, aún a costa de rebajarse en lágrimas; él representa la falsa progresía de una clase en vías de extinción, es correoso, cínico y la desea a ella como postre a
Fernando Guillén Cuervo y Natalia Sánchez, en un momento de la representación.
su cátedra y para terminar de hundirla. No es casual que estén en una facultad de Pedagogía, palabra esta última que parece estar de más, dentro de una lucha salvaje y encarnizada que saca lo peor de ambos, debido a que ambos quieren detentar su poder, cada uno de una forma; él agarrándose a su cátedra y su falsa humanidad; ella a un feminismo que destroza la suya propia, por más legitimado que lo veamos a otros ojos. Se trata de una obra de teatro que lleva al extremo los conflictos y por
la que su autor tuvo problemas con su público, debido a que estaba cercana en el tiempo la denuncia al juez Thomas, candidato al Tribunal Supremo de los Estados Unidos, por acoso sexual a una profesora universitaria, y muchos vieron en ello un ardid de oportunismo ante el que él mismo contraatacó diciendo que si querían soluciones fáciles encendiesen la televisión, pues él no estaba en posesión de la verdad. David Mamet, autor polémico y por ello no apto quizás para todos los públicos, tiene además un conoci-
miento dramático muy conjugable con el guión cinematográfico y la dirección de actores. A este respecto es muy recomendable un libro suyo llamado Una profesión de putas, que consta de tres enjundiosas partes diferentes, la última de las cuales son las reflexiones de un taller de dirección de actores con observaciones especialmente brillantes. No nos encontramos pues ante un profano en la materia, sino alguien forjado en años de oficio y que sabe que no siempre agradamos con lo que hacemos. Para Mamet también es importante la escenografía; siempre desde un minimalismo o intento de ello de los elementos, siendo capaz de imaginar diálogos en torno a la mesa que él había imaginado (y no otra, para eso es un auténtico maniático), algo que ha sabido llevar a cabo en este montaje el equipo de Mónica Boromello, que hace un trabajo espléndido, muy bien combinado con la labor de vestuario de Almudena Rodríguez. Por otro lado, tanto la música como la iluminación (ese concepto de distancia entre objetos tan funcional según la escena en que nos encontremos es de lo más oportuno) nos crean un clima de pesadilla que recuerda por estar más elevado de lo normal el escenario a las desventuras del protagonista de la novela El proceso de Franz Kafka, y es que no debemos olvidar que estamos ante una pelea también administrativa por ese codiciado aprobado o cátedra en ciernes que por mor del deseo nos hace monstruosos en uno u otro sentido. Debemos agradecer igualmente a Jesús Cimarro y Xabier Agirre, la posibilidad de encontrarnos de nuevo con esta joya de la escena del pasado siglo. ~
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Siendo una niña, Tove Jansson, escribió su primer libro. Creó a los famosísimos ‘Mumins’, unos personajes entrañables y deliciosos. Tove era lesbiana y, junto a la artista Tuulikki Pietilä, pasó el resto de su vida. No lo tuvo fácil. Las mujeres, en
Tove Jansson: Madre de trolls Anabel Rodríguez {No creo que a Tove Jansson (Helsinki, 9 de agosto de 1914) le gustase ser conocida como «Madre de trolls», pero a la vista de la devoción que mostráis por Juego de Tronos me pareció un título atractivo (ingenioso no es, lo reconozco, pero tiene su justificación). Tove nació en el seno de una familia sueca que vivía en Finlandia, en la que todos se dedicaban al mundo del arte. Su padre era escultor y su madre era ilustradora y se encargaba en buena medida de llevar el sustento a su familia. ¡Fíjate, un lugar donde la gente puede ganarse la vida dedicándose al arte!, absurdo ¿no crees? Su hogar era alegre y creativo, Tove y sus hermanos Lars y Per, se iniciaron rápidamente en ese mundo dibujando, escribiendo obras de teatro. Tuvieron una infancia feliz y divertida que, en definitiva, es de lo que se trata casi siempre. Pers optó por centrarse en el mundo de la fotografía y Lars, que sería una gran ayuda para Tove, en el de la escritura. Con sólo 13 años Tove había escrito su primer libro. Desconozco si fue publicado o no, pero ahí estaba y eso es lo que realmente interesa, en el hecho de no castrar la capacidad de los niños para crear, poder concentrarse, escribir cuentos, dibujarlos, dar cabida al potencial que tiene cualquier proceso creativo. Muchas veces nos asombramos ante estas personas que tan jóvenes hacen algo así, pero creo que si nos diéramos la oportunidad muchos podríamos hacerlo, tengamos la edad que tengamos, porque el mero hecho de crear nos mejora en muchos sentidos. No es necesario ser niños prodigios, sí es importante ser adultos plenos. Volviendo a Tove, se consideraba pintora, ilustradora y escritora. Sus facetas artísticas eran un todo y se interrelacionaban. Se formó en Konstfack, la Escuela Superior de Arte, Artesanía y Diseño de Estocolmo; en la Escuela de Artes Gráficas de la Academia Finlandesa de Bellas Artes y, finalmente, en L’École d’Adrien Holy y L’École des Beaux-Arts de París en 1938. Allí encontró un ambiente muy en el que las mujeres eran admitidas a regañadientes y en el que se pretendía que antes o después pasaran a formar una familia y se «ol-
Portada de ‘The Moomins and the great flood’.
Portada de uno de los libros recopilatorios de parte de la obra de Tove Jansson. / El Correo
vidasen» de eso de ser artistas, que no pasase de ser una mera distracción. Regresó a Finlandia y allí la encontró la II Guerra Mundial. Durante esos años realiza en la revista satírica Garm caricaturas en las que Hitler es el principal objeto de burla. Una de las más famosas y que le supuso un espaldarazo a nivel internacional (aunque imagino que también le provocaría miedo) fue la que le llevó a pintar a Hitler como un bebé llorón. También fue por aquellos años cuando realizó su primera exposición en solitario como pintora y donde surgieron las criaturas que habrían de hacerla mundialmente conocidas: los Mumins que supusieron una forma de huir del ambiente opresivo y angustioso que provocaba la guerra. El nombre Mumin fue idea de un tío suyo que, «cansado» de que Tove acudiera a deshoras a sisar la comida de la despensa, le dijo que en el armario de la cocina había un Moomitroll que soplaba aire frío en el cuello de los que se acercaban allí. Los Mumins son unos pacíficos y bonachones trolls con aspecto de hipopótamo blanco obligados a abandonar su casa cuando un cometa arrasa el valle donde viven. Hay quien ve en esta familia una representación de la suya propia. Incluso alguno de los personajes, My, es considerada una versión infantil y algo enloquecida de la propia Tove. También aparecen unos personajes llamados Fofelán y Vielán que siempre van agarrados de la mano y con una maleta que esconde un secreto que no pueden revelar a nadie. Hay quien piensa que esta pareja representa, de alguna forma, la homosexualidad de Tove que debía mantener oculta a ojos del público. No sólo porque no estuviera bien vista, sino porque también estaba castigada. En una de sus aventuras se descubre que el objeto oculto es un enorme rubí en forma de corazón. Esto no hace más que dar verosimilitud a la teoría que acabo de mencionar, según la cual ese corazón sería los sentimientos de la autora. Los Mumins fueron ganando popularidad y el editor de un periódico inglés, el Evening News, propuso a Tove que hiciera una tira cómica sobre los mismos. Su
éxito fue arrollador y en poco tiempo muchos periódicos se rifaban a sus personajes, que llegaron a tener doce millones de lectores en el planeta. El trabajo absorbió de tal forma a Tove que no escribió, ni pintó nada durante mucho tiempo. Se dedicaba en exclusiva no sólo a crear tiras, sino también libros y a contestar personalmente a sus fans. Se convirtió en la «mamá de los Mumins» (los trolls). Esta dedicación terminó por provocarle un fuerte bloqueo creativo. La popularidad de los Mumins fue tal que la compañía Disney quiso adquirirlos aunque no llegaron a ningún acuerdo. En 1966 obtuvo el Premio Hans Christian Andersen de literatura infantil, por el conjunto de su obra.
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general, y las que fueron, son y serán artistas, en particular, nunca han tenido ventaja alguna respecto a los hombres. Murió el año 2001 después de pelear contra el cáncer Tove Jansson. / El Correo
Fue la creadora de los famosísimos ‘Mumins’.
Aunque la homosexualidad era un tema tabú en la sociedad danesa, Tove terminó encontrando su pareja ideal; era la artista gráfica Tuulikki Pietilä con la que pasaría el resto de sus días. Pietilä fue una persona muy influyente en el ambiente gráfico finlandés. Trabajó durante muchos años como profesora la Academia de Bellas Artes de Helsinki. Tan profunda fue su relación que ella también pasó a ser uno de los personajes de los Mumins: Tooticky, la encargada de ayudar a los Mumins en el invierno (porque los trolls hibernan). La pareja decidió mudarse a una pequeña isla llamada Klovharu, en el golfo de Finlandia. Allí construyeron una casa a la que escaparse en cuanto tenían la oportunidad,
aunque mantuvieron su estudio abierto en Estocolmo. El año 1970 murió la madre de Tove lo que le provocó una severa depresión. Entonces decidió escribir su último libro sobre los Mumins. Se tomó un año sabático durante el cual, Tuulikki y ella se dedicaron a viajar por todo el mundo. Este viaje le permitió recuperarse y retomar el placer de escribir y crear. Se centró en otro tipo de libros más adultos (había hecho algunos intentos previos al respecto). Su obra más conocida es El libro del verano (1972) publicado en España por Siruela. Los Mumins, por su parte, continuaban en activo gracias a su hermano Lars en quien había delegado la creación. Tove ilustró clásicos como Ali-
cia en el País de las Maravillas o El Hobbit, en sus traducciones al sueco. Estuvo a punto de «morir de éxito», pero supo cómo evitarlo. A veces deseamos con intensidad tener éxito y cuando este llega resulta complicado de manejar. ¿Hay vida más allá de Harry Potter, más allá de Juego de Tronos, de los Mumins? Pues parece que aunque los fans nos empeñemos en otra cosa, es imprescindible que exista para quienes están detrás de esas obras. Tove murió en el año 2001 de un cáncer de pulmón, tenía ochenta y seis años. La «madre de trolls» supo evitar la parálisis creativa que traía consigo ingentes cantidades de dinero, manejó su vida a su antojo y fue feliz. ¿Se puede pedir más? ~
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Vuelve ‘El último recreo’. Pese a que la libertad está amenazada por el pensamiento único, que no para de imponer normas para limitar los cauces de la expresión, voces claras como la de Horacio Altuna, uno de los mejores autores de cómic de la historia, siguen
HORACIO ALTUNA
«Hoy hay que tener mucho cuidado con lo que se dice» César Rufino {Empeñado en que no lo mitifiquen todavía –es de suponer que porque esas cosas son de muy mal agüero y uno tiende a morirse inmediatamente después de que le caiga encima tal consideración–, Horacio Altuna continúa publicando sus tiras cómicas en el diario argentino Clarín. El mismo en el que, con su celebérrima serie de El loco Chávez desarrollada junto al ya desaparecido guionista Carlos Trillo –amigo y colaborador suyo durante tanto tiempo–, se ganó las llaves del Olimpo y una habitación en él con vistas a la posteridad. Pero él no las ha usado todavía porque en Argentina, al contrario que en otros lugares, valoran a sus autores y el cielo siempre se deja como último recurso. Hoy, sin embargo, cuando la editorial Astiberri reedita uno de sus mejores cómics, ese apocalíptico y distópico El último recreo, Altuna no tiene más remedio que asomarse a la posibilidad de una extinción indeseada. ¿Bombas? ¿Aniquilación del planeta? Está por ver. La imaginación de la estupidez humana es mucho más prolífica y enrevesada de lo que cualquier autor pueda concebir y prever. —Casi la mitad de sus 75 años de vida ha residido en Cataluña, donde todavía vive. Aunque esta entrevista trate sobre El último recreo y otras cosas suyas y del oficio, se antoja imperativo comenzar por su opinión sobre la situación tan extraordinaria que se está viviendo actualmente en esa comunidad. —Bueno, mira, una vez que te has ido de tu país, el tema de las nacionalidades te pilla lejos, ¿no? De cualquier manera, la única solución aquí es política. Y la única solución, tarde o temprano, es que la gente vote. Lo que quiera escoger. Y esa es la verdad. —Muchos de los que hoy peinan canas corrían de jóvenes al quiosco a por las revistas que traían sus historietas, entre ellas estas que ahora reedita Astiberri. Verla ahora en for-
mato de libro tiene una inevitable vertiente sentimental para todos aquellos devotos. A usted, como autor, ¿qué impresión le ha causado esta reaparición de El último recreo? —Para un autor siempre es bueno que se reedite su obra, porque de alguna manera se reciclan lectores, hay lectores nuevos, hay lectores de otra generación, entonces… los lectores más jóvenes tienen la posibilidad de contrastar lo que se hacía hace treinta años y lo que tienen ahora, si hay coincidencias o no en la forma de narrar o en las temáticas que se abordan. Así que, en ese sentido, me gusta que se haya reeditado, está muy bien editado, me gusta mucho lo que ha hecho Astiberri, y ojalá que sigamos en buena relación. —Hace un par de semanas se conversaba en estas mismas páginas con su colega de oficio Josep Maria Beà, al que también han reeditado sus Siete vidas en el mismo sello, y contaba que ya está retirado de esto y que cada vez que habla con sus compañeros de generación es para hacer recuento de muertos. Muchos de los autores de cómic de entonces, dibujantes y guionistas, han desaparecido, y, de los que quedan, muchos no quieren ni oír hablar de historietas. ¿Tiene usted una sensación parecida cuando habla de los viejos tiempos, de que se ha ido con ellos gran parte de su vida, de su mundo? —No. Para nada. Yo pienso que, desde un punto de vista profesional las cosas sí han cambiado, los nuevos tiempos tienen cosas buenas y cosas malas. No son mejores ni peores: son distintas. Y por otro lado, tengo la fortuna de seguir en activo, trabajo mucho y estoy relacionado con colegas jóvenes, de manera que también es una forma de tratar de estar al día y de vincularme con las nuevas épocas, así que… No, Beà es un genio, pero en eso no estamos de acuerdo, je, je. —El cómic ha cambiado. La forma de hacerlo, los estilos, los temas... pe-
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encontrando su hueco y recordando al lector que al menos el arte y la creatividad intentan mantenerse indómitos. La reedición ahora por la editorial Astiberri de uno de sus mejores y más inquietantes títulos, ‘El último recreo’, testimonia esa actitud heroica En la imagen central, página del cómic de Horacio Altuna ‘El último recreo’ en su reedición de Astiberri. A la derecha, abajo, el autor argentino afincado en Cataluña.
ro, ¿y el lector? ¿También ha cambiado? ¿Pide otras cosas? —Bueno, depende, porque depende de donde vivas y de cuál sea el público lector. Yo ahora estoy yendo mucho al mercado francobelga y allí hay un lector que es muy distinto del de aquí. Estuve en salones de cómic en Bruselas, en Lausana… y ahí lo que veo es que en esos salones lo que casi, casi, no se ve es el mundo del superhéroe. El mundo del manga casi no se ve tampoco. En las librerías, sí. En las librerías, inclusive el cómic de superhéroes se ve poco; hay una producción de otro tipo de historias, pero digamos que de índole europea o con temáticas en general que no son de superhéroes. Entonces, el lector de aquí está mucho más pegado a ese tipo de cómic, porque el mundo editorial también ha focalizado su producción en esa temática. Por otro lado también se ve –por lo menos en ese mercado francobelga– mucha más gente, toda la familia, desde chiquitos, porque tienen muchísimo material de lectura infantil, hasta gente mayor que no dejan la lectura del cómic a través de toda su vida. Entonces, tú ves a familias enteras que van y compran libros para todas las edades. Y en general, aquí es al revés; parece que el mercado está dedicado más a gente muy joven o bastante más joven. Hay lectores, por supuesto, de más edad, pero si comparo los salones en Francia o en Suiza con los de aquí, la diferencia es notable en edad. —Usted es uno de los autores más reputados de tiras cómicas. El loco Chávez, en Clarín, es una de las grandes referencias del género. Pero asistimos a una situación un poco compleja hoy día, porque parece que la función de entretenimiento crítico de los diarios ha desaparecido, pasando a internet en la función que antes desempeñaban muchos de ustedes, cuando el fenómeno de la tira cómica era mucho más intenso y extenso que ahora. Hoy, ese arte ha derivado en los memes de las redes sociales. ¿Le parece una evolución natural conforme a los tiempos o se ha perdido algo importante por el camino? —Lo que se ha perdido por el camino es la voluntad de los medios de prensa de publicar ese material. Porque les resulta caro, o porque no les interesa, o no sé por qué; nunca lo
«Lo que se ha perdido por el camino es la voluntad de los medios de prensa de publicar ese material, no sé por qué» «Chumy Chúmez o El Peris, si hicieran sus trabajos ahora, no sé si los podrían publicar porque tendrían problemas de censura»
entendí. Yo hace cuarenta años que estoy trabajando en la prensa, sigo haciendo una tira para el diario Clarín de Argentina y en ese sentido, allí el mundo de la tira diaria es muy activo y es muy buscado y es muy bien recepcionado por el lector. Aquí, eso casi ha desaparecido. Y salvo ejemplos testimoniales, que no son tiras cómicas siquiera sino chistes o reflexiones diarias como las que puedan hacer El Roto o Forges, prácticamente no existe eso. Tampoco en el resto de Europa, creo. No entiendo la razón. Yo pienso que es una pérdida para nuestra profesión poder tener la difusión que dan los medios de prensa masivos y, por otro lado, quiero pensar que también esos medios masivos se lo pierden. Porque ya digo: si los ejemplos que tengo que buscar son en Argentina, los colegas que estamos allá somos muy conocidos, muy reconocidos, muy buscados por el lector. Esa es mi ma-
nera de pensar. Me parece que internet ocupa el espacio que precisamente ha dejado la prensa y... bueno, también es verdad que hay colegas que lo están haciendo muy bien en internet y son los que dan lugar a que en algún momento sean puestos en papel. Es otro camino diferente. —Usted, que formó un tándem legendario con Carlos Trillo, ¿qué opina? ¿Mejor trabajar solo o con guionista? —Depende del guionista. A mí me gusta trabajar solo. Siempre me ha gustado trabajar solo o por lo menos participar mucho en los guiones. Las veces que he tenido guionista, desde el 75 en adelante, que es cuando pude manejar mi propia producción, lo he hecho con guionistas que de alguna manera he elegido, porque Carlos Trillo o Hernán Casciari son tipos que han sido o son amigos con los que tengo o he tenido mucha afinidad y en todo caso las cosas que
De Argentina a Sitges Tiene Horacio Altuna una gracia natural muy cordobesa. Pero de la Córdoba de Argentina, la llamada Docta que fue fundada por un sevillano, no la española, de donde conserva un acento dulce y acogedor. Gracia entremezclada casi a partes iguales (lleva viviendo en el municipio barcelonés desde 1982) con la sitgetana. Si esta mezcla exótica de aires le ha resultado beneficiosa o no, al menos a efectos artísticos, júzguese tras saber que con tres cuartos de siglo a los lomos sigue trabajando exitosamente la tira cómica bajo el título Es lo que hay en el mismo diario que lo consagró, el argentino Clarín, uno de los pocos supervivientes honorables de la gran prensa mundial. Diez años antes de que estrenara en ese rotativo las tiras del personaje El loco Chávez junto con su colaborador más destacado y prolífico, el guionista Carlos Trillo –serie que se mantuvo durante doce años–, Horacio Altuna se estrenaba con su primera historieta, Súper Volador, y de eso hace nada menos que 52 años. La variedad de medios impresos que han conocido su trabajo –el citado Clarín, los cómics de medio mundo civilizado incluidos los españoles en los años ochenta, la revista Playboy...– no lo ha sido en absoluto de estilo, ni en el dibujo ni en el gusto por las historias rebosantes de fantasía, crítica social y política, erotismo, libertad y sentido del humor.
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El Correo de Andalucía Sábado, 30 de septiembre de 2017
Entrevista
Vuelve ‘El último recreo’. ‘Tragaperras’, ‘Las puertitas del Sr. López’, ‘Ficcionario’, ‘Charlie Moon’, ‘Chances’, las tiras de ‘El loco Chávez’... son algunas de las obras más destacadas de este autor argentino afincado en España y que continúa en activo hemos hecho o que hago las hacemos juntos, siempre las he hecho junto con ellos. Me considero también coautor del guion en esos casos. Así que depende. Si a mí me ofrecieran un guion muy, muy bueno, tendría ganas de hacerlo. Siempre me faltaría tiempo, pero bueno, eso forma parte de mi vida. —Ficcionario, Chances, Charlie Moon, Las puertitas del Sr. López, El último recreo... ¿Tiene usted algún hijo predilecto? —No, no, no. Son todas las cosas que tuve la fortuna de poder elegir hacerlas, entonces… En todo caso, no me gustan algunas páginas, o me gustan más algunas páginas que otras, pero en general los productos esos los considero productos integrales, inclusive los que he hecho con Carlos o con Casciari o los que he hecho solo. No, no. Sin beneficio de inventario: son todos hijos míos y los quiero a todos. —Al releer El último recreo da la sensación de que hubiera sido hecho ayer. Probablemente no haya un solo cómic que merezca la pena que haya pasado de moda. ¿Cuál es la clave para que una historia pase esos filtros del tiempo? ¿El dibujo, el tema, la actualidad, el humor...? —No lo sé, porque eso lo tendría que decir el lector. La opinión siempre es del lector. Nosotros hacemos unas obras y algunas se mantienen en el tiempo y otras no, y a lo mejor son muy buenas pero no son reeditadas. Y entonces el lector se lo pierde. A mí me parece que, para un autor, el que se reedite esto al cabo de treinta años es que de alguna manera sobrevive, se mantiene en el tiempo, y eso es lo ideal para alguien que escribe o que dibuja o para cualquier autor. Mantenerse en el tiempo, no morir en el tiempo, que siempre haya lectores que lo puedan leer a uno, es lo ideal. —Horacio Altuna, Milo Manara, Eleuteri Serpieri... grandes dibujantes de chicas. ¿Qué ha pasado con las chicas en el cómic? ¿Dónde se han metido? ¿Han muerto por un cambio de ideas, por corrección política, porque nadie las dibuja como ustedes...? ¿Qué les ha pasado? —No, yo las sigo dibujando, ¿eh? En mi tira diaria hay chicas lindas, y hay señoras que no son tan guapas de acuerdo al canon de belleza que nos hemos dado desde hace años. Yo hago, puedo hacer,
felizmente chicas lindas, pero supongo que no han desaparecido ni desaparecerán. Lo que sucede, hablando de corrección política, es que es verdad que hay que tener hoy día cuidado con lo que se dice o se propone como lectura porque el campo de la corrección política es una censura permanente. Y entonces ya no los medios, sino el propio lector, es el que te censura. Y las lecturas que hacen de lo que haces y de lo que quiere decir el autor muchas veces no coinciden con el pensamiento de éste. Y entonces te meten ideas en la cabeza que no tienes. El lector te adjudica ideas que no tienes. Pero eso forma parte de esta época, y siempre digo lo mismo: hay autores y humoristas, como Chumy Chúmez o El Peris, que si hiciesen sus trabajos ahora no sé si los podrían publicar, porque tendrían problemas de censura, o la corrección política los acotaría. —En este libro suyo que ahora vuelve a ver la luz imagina usted una forma de exterminio masivo, una especie de pequeño o gran fin del mundo. A usted, ¿cómo le parece que va a acabar todo esto? ¿Nos vamos a cargar el planeta? ¿Lo vamos a dejar sin agua? ¿Nos mataremos antes porque alguien tire una bomba donde no es...? ¿Qué pronóstico hace de la duración del mundo? —Yo tengo hijos y nietos, así que quiero tener esperanza y quiero tener fe en que en algún momento todo este desastre va a parar. Lo digo por ellos: yo tengo 75 años, así que… mi vida está hecha y uno a través del trabajo, y a través de las ideas, y a través de lo que piensa y de lo que transmite, trata de que todo lo que uno ve cernirse sobre la humanidad no llegue. Pero probablemente, al lado de la esperanza o del aliento que yo tengo siempre por el futuro también tengo el temor de que todo esto se vaya al diablo y que se haga algo desastroso. La humanidad está llena de estas circunstancias. Antes, en las guerras, mataban menos gente porque las armas no eran tan poderosas como las que hay ahora, pero si en la última guerra hubo millones y millones de muertos, no me quiero imaginar si hubiese algo parecido ahora. Así que o tenemos alguna esperanza y aliento en el futuro y luchamos para que no pase esto, o realmente puede llegar y esto sería el fin. ~
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Libros
Tras el éxito de ‘La españa vacía’, Sergio del Molino regresa a la novela –basada en hechos reales– con ‘La mirada de los peces’, una descarnada evocación de sus años adolescentes Recomendaciones
RELATOS Ivo Andric / El elefante del visir / Xórdica
Tres relatos para una sola mirada
SERGIO DEL MOLINO
«La nostalgia es una forma de narcisismo y autocomplacencia» Alejandro Luque {Tras arrasar de forma inesperada el año pasado con un ensayo, La España Vacía, Sergio del Molino (Madrid, 1979) regresa a la novela como quien vuelve a casa después de un largo y alucinante viaje. En la mochila conserva sus lectores más fieles, pero también un buen número de adeptos que se sintieron cautivados por el citado título, y a los que no defraudará La mirada de los peces (Literatura Random House), su nueva obra. Una historia que, como las anteriores La hora violeta o Lo que a nadie le importa, se funda sobre su experiencia personal. En concreto, sobre sus años bachilleres y sobre un singular profesor, Antonio Aramayona, que le anunció a él y a un grupo de alumnos que iba a suicidarse. «En el relato de aquellos años no cabe la nostalgia», asevera Del Molino, quien refleja en estas páginas a la perfección el hastío, el vacío y la ingenua rebeldía de aquellos tiempos. «Aparte de absurda, la nostalgia es profundamente antiliteraria, una forma de narcisismo y autocomplacencia. La única mirada honesta y coherente al pasado es la que muerde. Yo aspiro más al tono confesional, a buscar las grietas». Así, el autor desmiente el lugar común de que la juventud actual sea
peor que la de antaño. «Hay una mejora generacional clarísima: nosotros éramos sensiblemente más bestias, por inconscientes», señala, y agrega a renglón seguido que llevaba tiempo queriendo escribir sobre la figura de Aramayona. «Sentí que tenía una deuda con él, me sentía culpable por cómo lo había juzgado y evaluado su importancia en mi vida. Cuando me llama para anunciarme su suicido, ya
El escritor Sergio del Molino. / Europa Press
«Los de mi generación éramos más bestias, por inconscientes» «El sistema nunca se lo pone fácil a quien se salga del currículo» sabía que este libro se va a escribir, pero aún era un deseo vago. Su llamada lo aclaró todo». Consciente del peso específico de las palabras, Sergio del Molino usa la expresión terroristas para definir lo que aquel docente pretendía hacer con sus pupilos. «Intento jugar con la ambigüedad, porque ahora vivimos en una sociedad más mojigata y el
uso juguetón de las palabras ya no está bien visto. Conforme avanza la novela, este término se va entendiendo mejor, como se entiende la violencia, la desobediencia. Antonio pertenecía a la generación del 68, una generación guerrillera que no le hacía ascos a la violencia. Nosotros vivimos un momento bisagra, en que la izquierda española se desmarcó de la romantización de la violencia», dice. Asimismo, en las páginas de La mirada de los peces «ironizo sobre la vocación literaria. Hay momentos ridículos, reflexiones sobre el éxito por parte de alguien que lo ha conseguido de forma paródica», adelanta el escritor. «Hoy», concluye Del molino, «quedará alguno como Antonio, pero muy poquitos. El sistema se encargó de destruirlos. Él solo acumuló disgustos con su modo de ser y trabajar. nunca estuvo cerca del Nobel de la enseñanza, todo lo contrario: sufría inspecciones, le hacían la vida imposible. El sistema no se lo pone fácil a quien se salga del currículo. La enseñanza es para mucha gente una segunda opción, y eso hace que haya muchos profesionales frustrados. La prueba de que Antonio estaba en el buen camino es que muchos de sus alumnos hemos acabado haciendo grandes cosas. Algo tenía que nos tocó, nos hizo ser más inconscientes». ~
A. Luque {Gran idea la de Xórdica de publicar en un solo volumen tres piezas del Nobel yugoslavo Ivo Andric, inéditas hasta ahora. Tres textos diferentes entre sí, pero que guardan una absoluta coherencia temática y estilística con las otras obras que conocíamos de este autor, y se mantienen en un marco geográfico muy afín, sin despegarse nunca demasiado del cantón de Bosnia Central donde nació Andric. La primera pieza, la que da título al libro, recuerda poderosamente a Un puente sobre el Drina, especialmente a sus primeras páginas: ese mundo de los Balcanes otomanos, con una atmósfera que funde del modo más sugestivo el exotismo oriental con la cotidianidad europea, y poblado siempre por gobernadores de crueldad legendaria, es un medio en el que Andric se mueve como pez en el agua: no en vano fue el tema de su tesis doctoral. El segundo relato, Los tiempos de Anika, es una historia decimonónica que gira en torno a la clásica mujer fatal que pone patas arriba a cuantos elementos masculinos la rodean. El último relato del libro, titulado Conejo, cuenta la historia un hombre pusilánime, anodino, el prototipo de funcionario gris que arrastra como puede su existencia entre una esposa abyecta y un hijo no menos distante, hasta que la guerra da un vuelco a su vida. El autor proporciona siempre una mirada histórica valiosa, encantadora, a través de esa voz que se fragmenta en múltiples voces sin dejar de ser nunca, paradójicamente, una sola, la voz de Ivo Andric. Por cosas así cogemos un coche y nos colamos en Visegrad, solo para tomar un café ante el viejo puente y volver. ~
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Atelier de músicas
Su formación, el Grup Instrumental de València, cumple 25 años propagando la creación actual. Con dificultades constantes pero el mismo nivel de exigencia y fe en el proyecto, Joan Cerveró sigue defendiendo la modernidad frente a la necedad
DIRECTOR DEL GRUP INSTRUMENTAL DE VALÈNCIA
JOAN CERVERÓ
«La izquierda cree que lo moderno es poner rock en los auditorios» Ismael G. Cabral {Resistente en Valencia. Joan Cerveró lleva 25 años al frente del Grup Instrumental, una formación pionera en España en lo concerniente a la difusión de la música contemporánea. Además, su director tiene en su personal lista de méritos haber presentado en nuestro país primeras audiciones de obras importantes de John Cage y Morton Feldman. Ha dirigido a Irvine Arditti, entre muchos otros y ha dado luz a más de 100 nuevas obras de compositores españoles. Su ilusión hoy es la misma que hace un cuarto de siglo; aunque la salud de esta música siempre ha sido débil, la misma de un enfermo crónico. —¿En qué momento se encuentra su grupo? Da la sensación de que ha atravesado momentos algo mejores y otros mucho peores... —La música contemporánea siempre ha estado en crisis, con poca promoción y difícil acceso al publico. En definitiva, ha recibido muy poco cariño. En la trayectoria del Grup Instrumental de València hay momentos de crecimiento y decaimiento. Luego, con la crisis, los gestores de la cultura nos vieron como algo superfluo y elitista. Consideraron que no éramos impor-
tante para la gente. Ahora sacamos cabeza justo cuando acabamos de cumplir 25 años de trayectoria. Y aquí seguiremos, porque tenemos la dignidad de habernos mantenido y porque este es un grupo muy antiguo cuyos integrantes jamás hemos perdido la ilusión. —Sorprende que dada su historia y llevando el nombre de Valencia carezcan de una temporada estable.
«Los gestores son unos ignorantes, además de ser sordos y átonos» «Con el Grup llevamos 25 años de resistencia y ahora estamos ya en las barricadas» —La música contemporánea es un término muy contaminado por apreciaciones negativas que no son más que ignorancias colectivas. La comunidad valenciana tiene alrededor de 300.000 músicos, desde amateurs a profesionales. Prácticamente el 50% de los
En la fotografía, el compositor y director de orquesta Joan Cerveró.
músicos españoles son de aquí. Este grandioso número genera una enorme demanda de atención, y la administración no puede atender a todos. Nosotros defendemos la voz de la contemporaneidad y hemos tocado a compositores no solo valencianos, de todo el estado; lo que nos ha generado muchas críticas internas. Respondiéndole por fin; si no tenemos una temporada estable es porque la mayoría de los gestores tienen miedo a esta música, son unos ignorantes, además de ser sordos y átonos. Programarnos exige asumir un riesgo que no quieren, el de apostar por la novedad. Es mucho más seguro poner Mahler que Penderecki. A nosotros se nos ve como un residuo hipster de modernillos y no se dan cuenta de que en el mundo de la música hay lugar para todos. —Tras años de mayoría del centroderecha en Valencia, ahora están gobernados por una coalición de izquierdas. ¿Qué ha cambiado para ustedes? —Nada. Lo único que hacen es que, en lugar de programar tanta música clásica, apuestan más por grupos que difunden el patrimonio popular valenciano y catalán. La gran noticia para ellos es que están introduciendo el rock en los auditorios, cuando estos
espacios no están acústicamente preparados. Se sigue ignorando la música actual en favor de cualquier otra manifestación. Pero nosotros, ojo, no vivimos en la utopía, no queremos que en todas las casas se escuche música contemporánea, o en todas las fábricas, como soñó Luigi Nono; luchamos por estabilizar una plataforma que permita divulgar la música de nuestro tiempo. Para nosotros tan importante es Mozart como César Camarero, por ponerle un ejemplo. —Enmarcado en esa actitud combativa de no rendirse, van a presentar una serie de discos muy importantes en las próximas semanas. —Así es. Estrenaremos un álbum dedicado a nuestro 25 aniversario con obras de compositores que han creído en nosotros. Además, el sello Kairos lanzará un monográfico centrado en la obra de Lars Graugaard, con quien hemos trabajado estrechamente gracias a un patrocinio del Gobierno de Dinamarca. También vamos a publicar grabaciones con obras de dos grandes compositores vivos del siglo XX: Helmut Lachenmann y György Kurtág. —El 12 de noviembre visitarán Sevilla con un programa representativo del momento actual, en el que la música pura ha dado paso a múltiples hibridaciones, ¿no cree? —Hace poco, conversando con Irvine Arditti, este me decía que durante los próximos diez años buena parte de la música nueva estará ligada con la imagen. Es la música de la nueva generación de compositores; luego vendrá otro ciclo. Mi obligación y la de los músicos del Grup es defenderla, darla a conocer. Aunque, por edad, mi lenguaje natural está más ligado a nombres como los de Steve Reich, Iannis Xenakis, Jonathan Harvey o Emmanuel Nunes de quien, a propósito, preparábamos el estreno en España de su magna obra Quodlibet cuando murió, lo que truncó el proyecto. —Por cierto usted fue muchos años del veterano Festival Internacional de Música Contemporània de València (Ensems). ¿Qué relación tiene con la nueva dirección? —Poca o ninguna. Ahora se programa con el criterio del dinero, del poco dinero que hay. Yo intenté siempre que los niveles de calidad fueran muy altos y ahora veo que todo es mucho más abierto, quiero decir que se juntan formaciones profesionales con otras que no lo son, sin hacer distinciones. Pero me alegra que ahora, al menos, se le dé difusión. Durante años intenté que se hiciera una web y nadie la puso en marcha; es que ni se repartían los catálogos, que se imprimían y se quedaban guardados en cajas porque decían que no había dinero para enviarlos. —¿Cuánto le ha restado su especialización en la música de hoy? —He tenido que renunciar a muchas cosas y no han contado conmigo para otras tantas debido a mi perfil musical. Pero esto es lo que me llena. Con el Grup llevamos 25 años de resistencia y ahora estamos ya directamente en las barricadas. ~
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Entrevista Pablo Rubén Maldonado es un pianista gitano que hace flamenco con su instrumento. Decidió, hace ya algún tiempo, dedicar sus esfuerzos a buscar la pureza, la belleza de un sonido sin editar, a charlar con su público para acercar el flamenco de forma natural a niños y mayores. Acaba de editar el primer volumen una antología con el piano Pablo Rubén Maldonado. / Mike Etienne
Todo es flamenco. Todo es jazz Gabriel Ramírez Lozano {El otoño parece querer instalarse en Madrid. Pero no hay manera. De momento, es la contaminación lo que no da respiro. El sol calienta aunque amenaza con dejar de hacerlo; las hojas amarillean levemente sin caerse, aprovechando una tregua más extensa de lo habitual. Pablo Rubén Maldonado es granadino, del barrio de Almanjayar. Pero vive en Madrid hace algunos años. Con su piano hace flamenco. Hablamos de la crítica, de su función, de lo necesaria que es a veces y lo irrelevante de otras. Aunque, él se queja tímidamente de esa en la que todo es inservible y tóxico. Estamos de acuerdo. «Hacer un disco hoy día es muy duro. No sabes la cantidad de dinero que se lleva. Y si alguien habla mal del trabajo te deprimes. Con respeto se pueden decir las cosas, pero a veces…» El proyecto en el que está embarcado Pablo Rubén es muy atractivo y se ha ido armando con unos mimbres que dan seguridad. Despacio, con toda la calma del mundo, desde que comenzó no ha dejado de progresar en todos los sentidos. De momento, un nuevo disco. Habla con él entre las manos. ¿Por qué este disco? «Esto surge del Flamenco del Backstage, es lo que hago en el Mercado de Antón Martín en la sala Amor de Dios. Pero sobre todo de una necesidad. Después de trabajar haciendo una gira con Rafaela Carrasco, dije ¿qué hago ahora? Pensé en volver a Casa Patas porque estuve mucho tiempo allí, pero decidí
‘Corolarios del Backstage’ es el último trabajo de Pablo Rubén Maldonado. / Larisa López
reinventarme. Tenía ganas de tener un sitio para poder tocar y llegué aquí que es donde he crecido como músico. Quería hacer flamenco aunque escapando del estereotipo. El tablao con la gente cenando, la flor en la cabeza… No es que no me guste, pero creo que estamos muy anclados en el pasado. Quería algo muy diferente. Lo que hago es que coloco a la gente alrededor, les ofrezco un refresco o una cerveza y trato de que se sientan como si estuvieran en el salón de mi casa, como si asistieran siendo mis amigos a un ensayo. Es como si fuera un laboratorio para experimentar con mis amigos artistas que me acompañan cantando o bailando. Hablo con ellos y con el resto del público. Les explico y el público interactúa».
Le recuerdo que eso lo hace Jamen Rhodes y que creo que es el mejor de los caminos. «Improvisamos todo. De hecho hay muchos artistas con los que ni hablo para preparar el concierto. Nos miramos y se arrancan a bailar o les pido un tono que les apetezca y cantan. Hacemos cualquier palo y si el público pide algo en concreto también». Me intereso por el público que acude al espectáculo. «Son casi todos españoles, extranjeros casi ninguno. Y fomento que vengan los padres con los niños, incluso siendo bebés. Tengo dos niños y vinieron a verme con un mes. Así que todos son capaces. Los niños pueden y deben ir a los conciertos de todo tipo».
¿Qué se va a escuchar en ese disco que tienes en las manos? ¿Qué sorpresas encierra? «La música de los discos están muy editadas. Quería plasmar esto que hacemos en el Flamenco del Backstage en un disco, de forma natural sin arreglos de ningún tipo. Auténtico. Cantes que me han impactado son los que he elegido. Hemos grabado sin imposiciones. Una antología del flamenco con el piano es el resultado. Eso es el disco». Seguimos hablando y las palabras nos arrastran hasta los comienzos, hasta el niño que fue Pablo Rubén Maldonado. «Empecé con cuatro años. Mi padre era carpintero. Tocaba la guitarra, luego compró una pianola. El hombre era un músico frustrado. (Esto lo dice Pablo con pena en el gesto). Y a los cuatro años me sentó al piano. Más tarde estudié música. Él siempre me dijo que había que estudiar. Y tengo la carrera de música clásica, terminé con el piano estando en Granada. Crecí con el flamenco, la música clásica y el rap en casa». ¿Qué es lo que no se puede tocar con un instrumento? «Se puede tocar todo sin excepción. Por ahora lo que quiero transmitir lo puedo hacer a través de la música. Además, escribo y eso facilita mucho las cosas. La música es más subjetiva, pero acompañada de una letra te permite decir casi todo. Le da más forma. Todos mis temas llevan algo de letra, es una necesidad mía». La rareza del piano en el flamenco es una evidencia. Llevamos hasta ese territorio la conversación. «El piano en el flamenco tiene sus hándicaps. De momento es un instrumento muy difícil de transportar y alquilarlo es caro. Por eso a mí no me llaman tanto como sería posible por esta razón. Y en la mayoría de los teatros no hay piano. Por otra, parte se da la circunstancia de que los pianistas flamencos tienden a imitar a la guitarra y, para eso, lo mejor es tocar la guitarra. Lo digo desde el respeto más absoluto, pero es un error. Más cosas. Aunque el piano ya lo tocaba Arturo Pavón y se han hecho cosas, no ha terminado de tener un lenguaje propio en el flamenco. Yo con este trabajo, creo que he logrado avanzar algo. La ventaja del piano es que es mucho más inteligible que la guitarra, auditivamente es más accesible. Es mi sensación. Al piano en el flamenco le faltan más pianistas. Lo demás, lo tiene todo». Antes de marchar seguimos hablando unos minutos. El sol remolonea en el lugar que le toca, sin demasiados alardes luminosos. Y llegamos hasta una idea que nos une radicalmente: Todo en la música es flamenco, todo es jazz. No podía dejar de apuntar esto. ~
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