GRATIS CON EL CORREO DE ANDALUCÍA 22-01-17
Nº12 ENERO 2017 1€
La Fiesta El Cid
Un clásico renovado
PRESENTACIÓN Y SUMARIO
Un año juntos
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GANADERÍA ANA ROMERO, FLOR DE SANTA COLOMA
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on el presente número completamos nuestro primer año de vida de la mano de El Correo de Andalucía, el decano de los diarios sevillanos. Muchos eran los que no daban un céntimo en esta apuesta por la prensa escrita y el toreo en plena era digital. Es cierto, tanto el papel como las corridas de toros están siendo asediado. El tiempo descubrirá sus oscuros intereses. No importa. Seguimos dispuestos a acercarles nuestro particular punto de vista del espectáculo más grande jamás contado. Y también el más universal. Mientras haya un hombre dispuesto a jugársela frente a un toro de lidia, habrá vida. Y nosotros, con su venia, se la contaremos. Como en este número, el que completa la docena anual, les contamos los entresijos de la ganadería de Ana Romero –nos gustan los cárdenos–, las razones por las que hay que estar atentos a cada actuación de la rejoneadora Lea Vicens, la hermosa historia de amor que se esconce tras la obra pictórica del ganadero Joaquín Lora Sangrán, las serias preocupaciones de los ángeles de la guarda del toreo, los cirujanos taurinos, y el particular análisis que la multidisciplinar Raquel Revuelta hace del hecho taurino y todo lo que le rodea. A buen seguro que les sorprenden nuestros protagonistas, de igual modo que les asombrarán las sinceras y trasparentes palabras de Manuel Jesús El Cid, una figura del toreo que en el presente invierno se vuelve a reinventar para volver a su sitio. Esperamos que sea de su agrado. No olviden que son ustedes, y su satisfacción, quienes dan sentido a nuestro trabajo.
FOTO DE PORTADA
Manuel Gómez
EDITA El Correo de Andalucía, S.L. en colaboración con Dehesa Urbana, S.L COORDINACIÓN Y CIERRE Alfredo Casas REDACCIÓN Y EDICIÓN Mario Juárez y Rocío Muñoz
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MANO A MANO CON EL CID, EN SU VUELTA A LOS ORÍGENES
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ATENTOS A... LEA VICENS, CON LAS IDEAS CLARAS
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REPORTAJE LOS ÁNGELES DE LA GUARDA DEL TOREO
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ENTREVISTA RAQUEL REVUELTA, TOROS, MODA… Y MUCHO MÁS
COLABORADORES Javier Lorenzo, Juan Iranzo, Luis Miguel Parrado y Aner García Villarejo
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ENTREVISTA HISTORIA DE AMOR, Y TOROS Y PINTURA
Director comercial. Julio Galán Parque Empresarial Morera & Vallejo. C/ Aviación, 14. Edificio Morera & Vallejo II (4ª planta) 41007-Sevilla REDACCIÓN 954 48 85 00 FAX 954 46 28 81 Correo electrónico: publicidad@correoandalucia.es
DISEÑO Y CIERRE María López y Miguel Pérez-Aradros
/ publicidad@revistalafiesta.com
FOTOS Manuel Gómez, Luis Miguel Parrado y El Correo
Publicidad 954 48 85 31 FAX 954 46 04 57
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Teléfono de atención al cliente 902 44 42 42 Depósito legal SE 276-2016. Imprime J. de Haro Artes Gráficas
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Borrar la fecha de caducidad Javier Lorenzo
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os pasamos media etapa de la última, y larga, gestión de Las Ventas escuchando que el toreo se acababa... sin encontrar una palabra de aliento. Sin optimismo al futuro, sin buscar la regeneración y sin transmitir ilusión al aficionado. El toreo con fecha de muerte anunciada en el calendario de una visión agorera que prefirió pregonar el fin de mundo a buscar soluciones desde la poltrona del sillón más codiciado. Ese fue el mensaje con el que nos quiso convencer el empresario de la primera plaza del mundo, en vez de incentivar a la afición a que pasara por taquilla: «No veo el toreo más allá de la generación de mi hijo». Lo dijo nada menos que el mandamás venteño, desde el despacho donde se dirigen los hilos más sólidos de este bendito espectáculo. Y así, poco a poco, la cátedra fue perdiendo clientela. La crisis. Ese fue el mejor argumento que encontró para justificar lo que en realidad siempre fue una crisis de ideas y crisis de ganas por luchar por el futuro de un espectáculo único y mal gestionado. Y empezaron a aparecer los primeros asientos vacíos en el coso de la calle Alcalá hasta lograr un descenso generalizado de varios miles de abonados en San Isidro. No por las desoladoras palabras de quien fue el sheriff sino por un planteamiento conservador, plano, inmovilista y sin un ápice de sorpresa para el cliente que cayó rendido a esa abulia. Pese al descenso de público, pese a esa visión catastrofista, pese al «poco» futuro del espectáculo José Antonio Martínez Uranga quería seguir
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al frente de Las Ventas hasta que, en la última gestión, en una jugada silenciosa, maestra y ambiciosa a partes iguales, Simón Casas y Rafael García (Nautalia) le dejaron en la estacada sin saber si quiera por dónde le vino el contra ataque. Y ahora le pueden sacar los colores a su predecesor a poco que sepan jugar sus cartas. Fin de un ciclo y comienzo de otro. El toreo en nuevas manos. Una programación distinta. Se abre otra etapa en Madrid y también en el toreo en el que no confiaba ni veía futuro el veterano José Antonio Martínez Uranga. Este invierno en Salamanca, Luis Francisco Esplá dejó al desnudo todas las vergüenzas de la Tauromaquia en una conferencia reveladora, dura y a la vez realista. Sin pecar de catastrofista ni caer en el derrotismo llamó las cosas por su nombre, sin dejar de hacer un brindis esperanzador al futuro: «Todo lo que tenga arraigo, tradición, consistencia y verdad tiene futuro. Si a la Fiesta le faltasen ingredientes, auténticos, estaría en franca extinción, pero tiene tanta fuerza que, pese al maltrato, empresarial y artístico de los propios taurinos, goza de buena salud». El maestro no solo cargó contra empresarios, puso sobre la mesa muchas cartas, pero sí hacia ellos lanzó algunos de sus dardos más envenenados, a la vez con un fin terapéutico en busca de una cura que sane al sector: «Empresarialmente estamos igual que hace 200 años», denunció Esplá evidenciando que la Tauromaquia es uno de los pocos negocios que viven de espaldas a la mercadotecnia y, además, dijo que el espectáculo tiene una difusión «arcaica y precaria». No le falta razón. Y Madrid, que debería haber sido faro en este sentido para iluminar el rumbo del toreo, fue todo lo contrario, se encargó de ir apagando luces. No hubo opción a la sorpresa en la confección de los carteles, sin órdagos, sin una publicidad que llegara más allá del aficionado, sin campañas que proyectaran el toreo fuera de su reducido ámbito de influencia, como si poco a poco se encerrara en sí mismo sin querer saber de nadie más. Simón Casas tiene cuatro años por delante para alumbrar el futuro de la Fiesta. La nueva vida de Madrid será la nueva vida de la Tauromaquia. A Las Ventas le hacía falta un nuevo capitán, y llega en uno de los momentos más delicados, en el que cualquier jugada en falso también puede resultar fatal. Y para el toreo también. Sin un solo cartel en la calle, hacía tiempo que en un invierno no se hacían tantas quinielas para Madrid como este de los nuevos aires de los despachos de la calle Alcalá. Las dos primeras entregas de la Semana Santa; las estrellas de San Isidro, la cartelería de junio en recuerdo de aquellos ochenteros tan del buen gusto de los aficionados con el paladar más selecto, la doble, larga y reforzada entrega de la Feria de Otoño, la nueva apuesta del futuro en el ruedo y en el tendido de las nocturnas de julio… Puede que todo en el camino de demostrar que el toreo sí tiene futuro. Por eso tal vez, y por otras muchas cosas, llegan inversores ajenos al toro de otros sectores: el mexicano Alberto Bailleres con su imperio azteca al frente, Rafael García Garrido (Nautalia) con el mando de Las Ventas, son dos ejemplos de apuesta por el toreo para revitalizar el espectáculo en el que algunos taurinos dejaron de creer. Y si de creer se trata, no hace falta esperar ni dejar el toreo en manos de los políticos para que busquen una solución. Solo les importan los votos. Por eso es el momento de que sean los propios taurinos los que cojan la sartén por el mango para volver a ilusionar al aficionado y buscar el fin común antes de defender intereses particulares. Madrid tiene la palabra. Simón Casas también. ¿Será capaz de desdecir a Martínez Uranga para prolongar la vida del toreo hasta el infinito? Al menos si le borra la fecha de caducidad sería suficiente.
ANA ROMERO Flor de Santa Coloma
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n cruce de caminos que deja atrás el lugar sagrado en el que desde tiempo inmemorial se venera a la Virgen de los Santos, devoción de Alcalá de los Gazules, es la senda a seguir para llegar a Las Cobatillas, situada en tierras donde la campiña de Medina-Sidonia está a punto de fundirse con el parque de Los Alcornocales. Allí, curiosamente en la provincia donde nació y se consolidó el encaste Domecq, mayoritario en nuestros días, una familia lucha a brazo partido desde hace más de medio siglo por otra estirpe brava, minoritaria pero lujosa, creada por el Conde de Santa Coloma y forjada definitivamente por Joaquín Buendía. Ana María Romero Reguera y Fernando Antonio Carrasco Chacón se casaron allá por 1956. Él se había dedicado toda la vida a los negocios agropecuarios, algo que tampoco era extraño a su esposa, que aportó al matrimonio la dehesa Las Cobatillas, propiedad familiar desde el siglo XIX. Apenas dos años después, la afición al toro de la recién casada les hizo adquirir un hierro de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, así como animales de procedencia Núñez que pronto fueron quitados de en medio. Ellos aún no lo sabían, pero el destino les tenía reservado ser paladines de un encaste que entonces estaba en todas las ferias. Dicho está que la más aficionada de la incipiente familia Carrasco Romero era Ana, porque Fernando, siéndolo también, lo era mucho más a los caballos. De ahí surgió una gran afinidad con Joaquín Buendía, que fue quien a finales de los años cincuenta le comentó la excelente oportunidad que había surgido en Salamanca. Alipio Pérez-Tabernero, sangre antigua de Santa Coloma, ganadería consolidada, por entonces predilecta de las figuras e imprescindible en plazas importantes, vendía parte de su vacada. Como la confianza en Buendía era total no se lo pensó y así, por pura amistad, el encaste Santa Coloma entró en los pagos gaditanos porque, como bien cuenta Lucas
«¡La de eralas con nota que hemos mandado al matadero y que podían haber hecho una ganadería!» Carrasco, actual rector de la divisa, si en vez de con Buendía la amistad llega a ser con el Conde de la Corte, ése sería el ganado que sus padres habrían adquirido. A tal punto llegaba la fe en su amigo Joaquín. Él fue quien durante los primeros años dirigió las faenas de tienta en Las Cobatillas, y suyos fueron todos los sementales que hasta casi finalizado el pasado siglo preñaron la mayoría de las vacas. Así, cada cubrición llegaba un raceador desde San José de la Jarreta, que es como verdaderamente se llamaba el cortijo conocido como Bucaré, para preñar el lote de hembras que posteriormente era repasado por uno o dos novillos, ya con el hierro de Ana Romero, que a la temporada siguiente se lidiaban con la camada de saca. Esa práctica de echar a las vacas utreros sin tentar ha sido habitual en esta casa hasta nuestros días. Tanto es así que, por ejemplo, ahora mismo no hay ningún semental fijo y las labores de cubrición serán efectuadas este año por cuatro novillos que, terminada su función, irán a su cercado para ser lidiados como toros el año que viene. El nuevo hierro cogió pronto buena fama. Eran tiempos que el propio ganadero define como de mayor conocimiento, cultura e interés hacia otros encastes por parte de los profesionales. Así que durante las primeras décadas de su trayectoria fue mucho más fácil defender esta sangre, e incluso cuando llegaron los años noventa y se produjo el bajón de la estirpe Santa Coloma, con la demoledora desaparición del gran circuito de vacadas como Felipe Bartolomé, Dionisio Rodríguez o la propia casa madre Buendía, la divisa de Ana Romero, al ser más corta, sufrió menos el envite de los nuevos tiempos. A esas al7
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turas ya llevaban más de treinta años de ganaderos, siempre demostrando sensatez. Por eso el número de vientres, que desde un principio estuvo entre 110 y 120, no aumentó en los buenos tiempos, ni tuvo que reducirse cuando llegaron los años duros y mucha gente tiró la toalla o buscó el camino de un encaste más fácil de llevar. De esta última cuestión, ni hablar. Los Carrasco Romero sienten absoluta fidelidad por la sangre Buendía, que hace muchos años les cautivó por siempre y sin remedio. Dicen que todo esfuerzo tiene su recompensa. Una tarde de junio, allá por 1994, la plaza de Granada vibraba con Marquito, al que le fue perdonada la vida tras una faena histórica de Ortega Cano. Con las claras del día volvió el toro a su casa y Francisco Gómez, el conocedor, la persona que lo había mimado durante cuatro años y que lleva nada menos que 37 en Las Cobatillas, protagonizó una escena campera, íntima y bellísima, que pocos conocen. Nada más bajarse del camión que traía al indultado atalajó su caballo y se perdió en dirección al cercado de las vacas madres. Allí encontró a Marquita, la miró y le dijo «he venido a decirte que he traído de vuelta a un hijo tuyo, vivo». Ambos se miraron a los ojos y, quizá, se entendieron. La anécdota, contada por su protagonista en el salón donde cuelga la cabeza disecada del toro, que murió en 2008 tras haber sido un semental extraordinario, el primero como tal marcado con el hierro de Ana Romero, pone los vellos de punta, aunque hayan pasado ya más de dos décadas desde que sucedió. De ese animal habla Lucas Carrasco como el culmen a la trayectoria de una ganadería muy conservada, cuidada y definida, que nunca tuvo pretensiones de ir a las ferias del toro grande, pero por la que se peleaban todas las figuras del toreo, desde Espartaco a Ortega Cano, Joselito o Ponce. Precisamente el
Las Cobatillas. Nadie lo entiende vistas sus hechuras, lustre y porte. ¿Dónde está, entonces, la explicación? Quizá en un aciago 7 de octubre de 2011 en la plaza de Zaragoza. Hay toros que dan y toros que quitan, y si Marquito se lo dio todo a esta casa ganadera, Marqués, que paradojas del destino era de su misma reata, le quitó de un plumazo a Ana Romero casi todo lo conseguido. Aquel animal, que por accidente cogió a Juan José Padilla a la salida de un par de banderillas en La Misericordia, trajo consigo un estigma inexplicable para la divisa gaditana. Como muestra, un botón. Aquel año las otras dos corridas de la camada habían sido estoqueadas por nombres como Ponce, Juli o Talavante. Desde entonces, ni un solo torero de ese palo ha vuelto a anunciarse con este hierro. Sólo hay que conocer algo el campo y ponerse en el lugar del ganadero para comprender cómo habrá sido, y es, semejante travesía del desierto. Más aún teniendo en cuenta que estos animales sólo han dado dos cornadas en sesenta años. Pocos lo saben, pero fue en Las Cobatillas donde Juan José mató el primer toro tras la cogida que estuvo a punto de costarle la vida. Aquello tuvo lugar días antes de su reaparición en Olivenza, vestido con el mismo traje del percance y en una intimidad casi absoluta. Superación se llama un gesto así, la misma que no tuvieron el resto de compañeros del escalafón hacia una ganadería que, antes y después, continuó haciendo las cosas igual y buscando el mismo tipo de toro, ese que conjuga clase, nobleza y bravura, aunque, eso sí, sin seguir las modas que han ido imperando en la fiesta. Como bien sentencia Lucas, hoy en día los toreros mandan más que nunca e incluso intentan hacerlo los que no tienen fuerza para ello, el público no manda nada y el ganadero es el último de todo y de todos. A la vista está.
En el cortijo sólo hay dos cabezas: la de Marqués y la de Marquito, indultado en Granada
Nunca han vendido una vaca de vientre, como mucho alguna pajuela, sobre todo para México
mismo año en que se indultó Marquito el maestro de Chiva protagonizó una tarde histórica con otro toro de Ana Romero llamado Terciadito, al que indultó en Játiva. Fue un animal con muchísima calidad y nobleza a raudales, pero que salía con poca humillación de los muletazos, un defecto que es ostensible y muy hereditario. Así que cuando todo el mundo esperaba en corrales para embarcarlo de vuelta a la finca aparecieron sus dueños y, ante la sorpresa general, ordenaron que se apuntillara. Así se hizo, a pesar de las peticiones de compra que hubo por parte de otros ganaderos. «Lo que no me vale a mí, no sirve para otro», sentenció aquel día Fernando Carrasco. Honestidad y honradez por bandera. Y una línea a seguir, porque si hubo ofertas por aquel toro, muchas más se recibieron a lo largo de los años buscando adquirir hembras de su hierro para crear o refrescar otros. Pero nunca se vendió un vientre para vida, fuera cual fuese la cantidad ofrecida. «¡La de eralas con nota que hemos mandado al matadero y que podían haber hecho una ganadería!», exclama Lucas con mirada entre resignada y orgullosa. Como mucho, se vendieron pajuelas, que viajaron en número abundante a México y se prestó algún utrero que ejercía como semental eventual y que, siguiendo la norma establecida, salía de utrero y tras cubrir en vacadas afines volvía a tierras de Alcalá de los Gazules para rematarse y ser lidiado en una corrida de toros. Por desgracia, la realidad de nuestros días hace pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor para los modernamente denominados encastes minoritarios. Hoy en día los toreros de arriba prefieren el confort de tres o cuatro divisas de amplias camadas en las que basan sus temporadas. Hace pocos años no se concebiría que a estas alturas los veedores de las grandes figuras no hubieran visto e incluso apalabrado las dos corridas de saca, preciosas, que rematan su último invierno en
A pesar de todo aún hay luchadores que, generación tras generación, están dispuestos a dejarse tiempo, esfuerzo y cartera en el empeño. Nueve son los hijos que tuvo el matrimonio ganadero y en primera instancia, cuando así lo decidieron sus padres, fue Pablo el encargado de coger el relevo. Apenas estuvo un par de temporadas al frente. Justo hasta que una tarde de agosto, allá por 1999 y en Requena, donde sus toros iban a ser lidiados por Enrique Ponce, Pepín Liria y El Califa, que sustituía a El Juli, recayera en Lucas la responsabilidad de tomar decisiones. Ya sentados en los tendidos de la plaza, su padre le espetó: «Esta tarde vas a ser tú quien tome las notas de la corrida». Y así, hasta hoy. Tenía 25 años y la carrera recién terminada, así que para nada esperaba ser él quien habría de fijar el rumbo de la vacada familiar. Ahora, casi dos décadas después, afronta estos tiempos convulsos con la serenidad que da la veteranía, curado ya de espantos, e ilusionado a pesar de muchas desilusiones. Sabe lo que es saborear las mieles del triunfo en esas plazas donde su toro, por tipo y tamaño, encaja a la perfección, pero también conoce lo que es tener animales suyos en Madrid y que, en tarde de sobreros, el propio presidente llame a los corrales para que se cambie el previsto como tercer reserva, que era de Ana Romero, porque su volumen iba a contrastar demasiado con los galafates que estaban saliendo por la puerta de chiqueros. Visto así, difícil será que tome antigüedad y él lo sabe. Tampoco le preocupa y, de hecho, las próximas camadas son tan armónicas que difícilmente pasarían el fielato que a las doce de la mañana exigen en una plaza de primera. Y eso que ahora, con la evolución que ha habido en cuanto a alimentación, manejo y sanidad, los animales de esta casa han ganado en peso, y en todas las camadas hay alguno más badanudo, hondo y pesado que, generalmente, acaba en las calles, donde por cierto terminaron aquellos dos toros que
Uno de los ejemplares de saca de Ana Romero, de preciosas hechuras, que pasta en Las Cobatillas. Foto: Luis Miguel Parrado.
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Sobre estas líneas, el mayoral Francisco Gómez y el ganadero Lucas Carrasco junto a la cabeza de Marquito, indultado por José Ortega Cano en 1994 en Granada. Fotos: Luis Miguel Parrado.
Las dos corridas de saca de la ganadería son espectaculares. Por hechuras, lustre y porte. Fotos: Luis Miguel Parrado.
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estuvieron varios días como sobreros en Las Ventas. Afortunadamente, el campo está lejos de las plazas. En distancia y en sentimientos. Ni siquiera el tiempo transcurre con la misma cadencia en un sitio y otro. Lucas, acostumbrado por trabajo a hacer muchos kilómetros, lo percibe, y su expresión cambia cada vez que traspasa la cancela de Las Cobatillas. Cuando eso ocurre pisa tierra amiga, la de sus antepasados, aunque aquella casa que construyó su bisabuelo sea ahora la de Francisco, el mayoral. En 1920 su familia materna levantó una nue-
En los cercados se trata de mantener a los cuatreños separados, para evitar las peleas. Foto: Luis Miguel Parrado.
Ahora mismo no hay ningún semental fijo, sino que las labores de cubrición las realizan varios novillos sin tentar va cortijada que con el paso de los años se fue llenando de recuerdos, trofeos y sólo dos cabezas de toros: la de Marqués, que en el campo tenía enamorado a su padre y acabó siendo lidiado en Barcelona allá por los años setenta, y la de Marquito, el indultado de Granada. Fuera, un porche acogedor, en cuyo costado izquierdo hay una muralla natural de plantas para evitar la levantera, abre la mirada a unas vistas maravillosas que
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dominan todos los cerrados. Allí, separados en grupos de a dos, tratando así de evitar las peleas que muchas veces acaban en muerte, porque no hay fundas, están separados los cuatreños. Poco más allá triscan hierba los utreros de saca y, siguiendo el camino, los previstos para ser toros en 2018. Justo en la cerca lindera andan los erales y extramuros del cortijo los recién herrados, aunque los verdaderos privilegiados son Remojado, Marihuana, Maromo y Claraboya, que así se llaman los cuatro utreros elegidos para ejercer como sementales en esta cubrición. Cuando este año acabe volverá a nacer una nueva camada, y Lucas a ilusionarse. Lo mismo que sus ocho hermanos, que para eso son una piña dispuesta a seguir luchando por esa flor única que es esta ganadería. Un ideal ya imbuido a la nueva generación, que sólo hay que ver montar por los cercados a Borja y Braulio, hijos varones de Lucas, para saber que la continuidad está amarrada. Mientras, la historia de Ana Romero sigue forjándose y, de vez en cuando, ese porche maravilloso que mira al lugar por donde se pone el sol es testigo de algunas confesiones que suenan a sentencia. —¿Sabes, Luis Miguel, a qué conclusión he llegado después de tantos años? —Dime, Lucas. —Pues que en este mundillo el único que tiene vergüenza, el único, es el toro.
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Manuel Jesús ‘El Cid’
Vuelta a los orígenes
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muy claro que debía volver a hacerlo para tirar hacia adelante. Cuando esos triunfos no llegan y dependes de ellos para torear en el resto de ferias, cuesta mucho trabajo asimilar que hace dos años estaba anunciado en prácticamente todas y he dejado de estar en muchas. En cierto modo, es normal que no llegasen los triunfos con la misma regularidad, sería casi un milagro. Cuanto más tiempo llevas en la profesión, los aficionados te exigen más, no te perdonan cosas que al principio sí… Si a eso le sumas que los empresarios te ponen cuando a ellos y al público les interesa y ruedan las cosas… hay que tener los pies en el suelo, ser realista, saber la situación en la que uno se encuentra y seguir luchando para levantarse y estar en el sitio que consideras es el tuyo.
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punto de cumplir 17 años de alternativa, el torero sevillano asegura que ha tenido que regresar a sus orígenes y su esencia –un reseteo lo llama– para recuperar la ilusión. Triunfador durante años en Sevilla, Madrid o Bilbao, la temporada 2015 lo alejó de muchas ferias del primer circuito. Sin embargo, el encuentro con Madroñito, un toro de Adolfo Martín que regresó vivo al campo el pasado mes de julio en Santander, lo situó de nuevo en primer plano. Volvía El Cid de las tardes grandes, como se pudo comprobar en el tramo final de la campaña. Están siendo meses de cambios para el diestro de Salteras. 15 temporadas después, no estará acompañado en los despachos por Santiago Ellauri y Manolo Tornay, sino por Marcos Sánchez Mejías. Arranca su temporada consciente de la exigencia de los públicos y de la necesidad de recuperar el crédito que dejó por el camino los últimos años. No le asusta el reto. En la charla, Manuel hace, desde la madurez, un repaso autocrítico a su trayectoria. La de un luchador renacido.
—Está siendo un invierno completamente diferente al de los últimos años. —Totalmente. Más que esperanza, que nunca la he perdido, tengo sensaciones distintas a las de otras temporadas, sobre todo por el cambio de dirección de mi carrera. Marcos –Sánchez Mejías– también es torero, estuvimos hablando después de romper con Manolo –Tornay– y Santi –Ellauri– y me atrajo su oferta. Sabe hablar a los toreros, algo importante y nada fácil, y tiene un concepto del toreo muy bueno, del que se pueden aprender muchas cosas.
—Habla de Sevilla y Madrid y da la sensación que son las primeras que le han dado de lado. —Son plazas que me han visto a un nivel muy alto, triunfando con corridas duras, comerciales y buenas… En ese aspecto, quizá, he sido un torero atípico, porque mi carrera comenzó con las corridas duras, los primeros toques de atención fueron con las corridas de Victorino o de Hernández Plá, y cuando empecé a meter la cabeza en las corridas comerciales seguía triunfando. Al verme a ese nivel con todo tipo de corridas, en cuanto que he bajado un poco el listón han sido las que más me han dado, porque han sido las que más me han querido, y creo que me quieren y disfrutan cuando me ven tardes importantes. Aunque haya sentido esa frialdad por no estar en el momento que ellas esperaban, siguen respetándome. También entiendo esa reacción, porque cuando toreas muchas veces en una plaza, a veces se cansan. Nunca he di-
«La memoria en el toreo es efímera. Desgraciadamente, para algunos, dura lo que una canción»
«Cuando empiezas no estás preparado ni para tardes malas ni para que te den la espalda. Ahora sí lo estoy»
—¿Este cambio de ciclo puede ser el colofón de un cambio interior? —Cambia todo, la verdad. Cuando uno lleva quince años, que es prácticamente toda una vida profesional, junto con Manolo y Santi, donde la relación era prácticamente familiar, hacía falta un cambio. Creo que tanto a mí como a ellos. Necesitábamos ambos aires nuevos e intentar probar otras cosas, aunque estoy seguro que la amistad está y va a estar ahí para siempre. La charla tiene lugar en su casa, en Salteras. Acaba de llegar con los suyos después de pasar unos días de navidades junto a su familia. Disfrutando de ella. Llevaba metido en el campo desde final de temporada y ahora, con las primeras semanas del año, la agenda de tentaderos se refuerza. Sus hijos son tan importantes para él que en la estancia donde pasa sus momentos y guarda algunos recuerdos de su trayectoria, se alternan los trofeos y cabezas de toros con el futbolín y los dibujos de Manuel y Rodrigo. No es una sala especialmente recargada. Sí decorada con gusto. Algunas cabezas de éxitos clave en su carrera, muchas fotografías, una crónica enmarcada de Zabala de la Serna de la tarde de Santander y algunos trofeos. «Aquí tengo algunos muy importantes para mí, pero quien más tiene es mi madre», confiesa el torero. La mañana es fría, por lo que, entre foto y foto, no para de avivar el fuego de la chimenea. Es ahí, junto a la candela, donde tomamos asiento y Manuel habla con el corazón. A borbotones. Como si necesitase expresar las sensaciones que lleva dentro.
cho que no a Madrid. Ha habido años que he toreado cinco y seis tardes, no por sumar tardes ni por ganar dinero, sino por el aficionado, que me lo ha dado todo y al que no podía decir que no, como hacen ahora algunos. En alguna ocasión no he sabido encauzar ese tipo de tardes, porque cuanto más toreas en esas plazas, su presión es mayor y uno intenta mejorar su tauromaquia y para ello, a veces, se sale de su concepto. En ese aspecto me he equivocado y he tenido que hacer un reseteo y volver a los orígenes. He tenido que pensar cómo y porqué triunfaba en su momento y ahora me cuesta más trabajo, si es porque la gente está harta de verme o porque yo he cambiado. La mayoría de las veces no es culpa ni del público, ni del aficionado, ni del toro, al que muchas veces los toreros le echamos la culpa de todo. Quizá la culpa la tiene uno, aunque muchas veces cuesta reconocerlo.
—El pasado año, al final, fue bonito, pero ha venido precedido de dos temporadas especialmente duras. —Al principio estaba todo cuesta arriba y las cosas no salían como yo quería. Siempre he labrado mis temporadas en Sevilla y en Madrid, incluso si un año triunfaba el siguiente tenía
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El Cid y su inseparable carretón, donde pasa horas entrenando la suerte suprema. Curiosidades de la vida, el paso del tiempo ha clareado su color hasta dejarlo cárdeno. Foto: Manuel Gómez.
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—Si a eso le suma que la memoria en el toreo es demasiado corta… —Es efímera. Desgraciadamente, para algunos, dura lo que una canción. Afortunadamente para otros sí que perdura. A mí me llena de alegría como artista cuando hay gente que se acuerda todavía de la faena al toro de Hernández Plá, al Victorino de 2014 o la del toro Guitarra de Alcurrucén. Esos aficionados y esas tardes son las que verdaderamente te llenan para seguir luchando. En la vida, muchas veces nos acoplamos a una moda y en el toreo pasa igual. Todos nos hemos visto en esa situación, en la que todo el mundo te apoya, pero cuando llegas arriba te exigen y ahí hay que tener la mente fría y ser muy calculador. Es la única vez, junto con el momento de la espada, donde la sensibilidad debe quedar a un lado. En esa transición entre el ayudarte y el exigirte hay un impasse en el que si la cabeza no está en su sitio te puede hacer mucho daño, porque empiezas a pensar que tu momento
Junto al fuego, Manuel ha pasado muchas horas de reflexión en los últimos años para volver a sus orígenes. Foto: Manuel Gómez.
por el consumo rápido. —Las modas son muy traicioneras. Fíjese, ahora mismo hay un concepto del toreo de tensión y cierta angustia, cuando debería ser todo lo contrario. Cuando a un toro le pegas veinte muletazos clásicos, no digo mejor ni peor, sino enganchando adelante y soltándolo atrás... a la gente le gusta, porque en cierto modo estamos faltos de clasicismo. Lo clásico nunca pasa de moda. Yo he mamado ese concepto, esos quince o veinte muletazos que se te quedan en la retina y en la mente. Yo era un crío la primera vez que vi a un torero pasarse un toro por la espalda, a Alejandro Silveti en Sevilla. En ese momento me dejó loco. El problema es que hoy en día, como se hace tantas veces, la gente le quita importancia y mérito. El toreo es tan efímero que incluso puedes haber cuajado un toro y como no lo mates… Los trofeos son como la firma de un cuadro, que puede ser bellísimo, pero si no lleva la rúbrica del artista, no vale lo mismo. Los finales son siempre los que marcan. El de faena, el del muletazo, el que mete la profundidad, el de temporada…
ha terminado, que haciendo lo mismo la gente ya no te lo reconoce, que los toros no te ayudan como antes… y con el tiempo entiendes que al final es una transición hacia un momento en el que vas a cuajar menos toros, pero que cuando lo haces, te da gasolina para mucho más tiempo. La vorágine de tener que cortar las orejas a diario es complicada, porque cuando llega la exigencia máxima no valen sólo esos triunfos, sino que te piden otras cosas. —E incluso la gente comienza a darle la espalda. —¡Evidentemente! Uno tiene seguidores que van a estar contigo toda la vida, que no van a cambiar triunfes o no, porque por delante del torero está la persona. Pero el ochenta por ciento se acercan por el triunfo y cuando dejas de hacerlo muchos dejan de seguirte y de ir a verte. En ese momento empiezas a escuchar a quienes opinan que estoy acabado, que tengo que retirarme, que no llevo el toreo dentro, que no cojo la mano izquierda igual que antes… Lo que pasa es que lejos de hacerte daño, te obligan a mejorar, a darle vueltas a la cabeza y a darte cuenta de algo está ocurriendo. —Le podrán ayudar, siempre y cuando esté fuerte de mente. —Es que si no lo estás te vuelves loco, hasta el punto hay compañeros que han dejado de torear y se han dado un tiempo. Delante del toro debes estar muy fresco y muy fuerte mentalmente. La presión de torear delante de quince o veinte mil personas, con la necesidad de concentrarte con un tío en el tendido pegándote voces, otro acordándose de tu madre o de tu padre, el de la coca cola por allí… Hacer oídos sordos a todo ello es muy difícil. A los toreros nos afecta y nos puede influir en una tarde importante, por eso hay compañeros a los que les ha costado, e incluso no han llegado, a entrar en Madrid.
—Mencionaba la tarde de Santander. ¿Fue la de su vuelta a los orígenes que comentaba antes? —Esa tarde llevaba sin torear casi dos meses, desde el 3 de junio, sólo entrenando, como en mis comienzos. Cuando me dieron la sustitución de Manuel Escribano me hizo la misma ilusión que cuando de chaval me llamaban para una novillada. Iba tan preparado, física y mentalmente, que sabía que iba a pasar algo. Tenía que volver hacia atrás para coger impulso. Era la primera vez que mataba una corrida de Adolfo Martín, y aunque algunos puristas digan que está más manso que lo de Victorino, la verdad es que está en un momento extraordinario, muy toreable. Esa tarde se reunió todo. Siempre he di-
«Tras la tarde de Madrid pensé en dejar de torear. Estaba viendo a la gente muy poco receptiva conmigo»
«La mayoría de las veces la culpa no es ni del público, ni del toro. Quizá es de uno, aunque cuesta reconocerlo»
Más que la presión de la plaza es la presión de la gente, de ese murmullo, de ese ruido, de ese meterse con el toro…
cho que los toros deben tener suerte en los sorteos con los toreros, porque a veces el que le va a tu toreo se lo lleva tu compañero y a ti te toca el que le viene mejor al suyo…
—También porque ustedes son los únicos artistas en los que el espectador influye en su obra. —Es el único espectáculo en el que el público es partícipe. Ni en el teatro, ni el cine, ni el deporte… Fíjese en los tenistas, que necesitan concentración máxima y como al ir a sacar se mueva uno en la pista, paran el partido hasta que la situación se normalice. Nosotros debemos concentrarnos en esos diez minutos en los que hay que estudiar al toro, abstraerte de todo, abandonarte y dejar que fluya la magia.
—Hablando de sorteos. ¿Cuántas veces le han mencionado su suerte en ellos? —Sonríe—. Es un sambenito que, además, no se va a quitar, porque cuando te salen malos no dicen nada, sólo cuando sale uno embistiendo. Es cierto que mi forma de torear ayuda mucho a los toros, pero también que he sido un tío afortunado en los sorteos, no dejo de reconocerlo. Está claro que para triunfar los toros te tienen que ayudar, pero le hago una reflexión: ¿Enrique Ponce o El Juli tienen suerte todos los días en los sorteos, o es que, por su forma de torear, ayudan más a los toros y ponen de su parte? Cuando en el toreo te cuelgan un cartel, no hay quien lo quite. Con lo de la espada me ha pasado igual, aunque en ese caso durante años ha sido una realidad. Ahora no pincho ni el veinte por ciento de lo que antes… pero en ese momento era horroroso. Hasta Pepe Valiente, mi mozo de espadas, cuando llegaba a la barrera a por la espada me decía «Manuel, mátalo». Ya no decía ni bien, ni mal –se ríe–.
—El milagro de la creación. —Ahí sale el artista. En ese momento abandonas el traje, tu cuerpo, te olvidas de la estética y de todo. Cuando hay magia hay ritmo, hay compás, hay comunión entre la embestida del toro, las sensaciones del público, tú mismo como artista… Por eso cuando en una feria importante hay una tarde de triunfo fuerte, al día siguiente la gente está vacía por dentro pensando en lo que había visto horas antes. ¡Incluso en una misma tarde yo lo he vivido! Le pongo un ejemplo no tan lejano. El año pasado en Santander surgió esa magia en el primer toro de la tarde, nada más arrancar llegó la conexión con el público y fue algo precioso... Después saltaron tres o cuatro toros de nota muy alta, pero Madroñito se había cargado la corrida porque la gente estaba pensando en el toro primero… Muchas veces dejamos de disfrutar de grandes momentos porque la mente se queda atrás.
—¿Dónde estaba el secreto de la espada? —Creo que en la sincronización. Quizá porque soy zurdo, desde el principio me ha costado matar con la derecha. Si hubiese aprendido desde el principio a entrar a matar con la izquierda… Fíjese, hace cuatro o cinco años intenté hacerlo de esa forma, me tiré el invierno entero entrenando en el carretón, y si ahora mismo me da una espada en el carro lo bordo. Pero así cambia todo: los terrenos, la salida, la pierna de carga… Ese invierno maté dos o tres toros a puerta cerrada y pro-
—Quizá también porque la sociedad actual viene marcada 19
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bé con la izquierda y le pegué veinte o veinticinco pinchazos… ¡para al final matarlo con la derecha! El secreto ha sido perfeccionar y entrenar, entrenar y entrenar. Mucha parte es mental, porque con la espada hay que ser muy cerebral, dejar el corazón a un lado y hacerlo con la mente. Cuando te tiras de verdad a matar un toro, puedes pinchar una vez, pero no diez o doce. Ahora, si te tiras a ver si lo matas… te lías a pinchar y no ves el final. —Me ha hablado de Sevilla y de Madrid, pero usted es un torero muy del norte, sobre todo de Bilbao. —Vista Alegre es una plaza con la que tengo un gran feeling y el año pasado me dolió mucho no estar anunciado. En 2015 corté una oreja a un toro de Jandilla y en el noventa por ciento de mis actuaciones he tocado pelo. Creo, por méritos propios, que tenía un hueco, pero el sistema está como está, y da igual que lo lleve una empresa o una comisión. Puede que interesen más otros toreros y, como decía al principio, hay momentos en los que te toca quedarte en tu casa, pero no te jode tanto quedarte en el banquillo cuando sabes que no has estado al nivel que debías como cuando no hay motivo. Y creo que el año pasado no lo hubo. Bilbao está ahí y ojalá pueda volver a torear, porque me llevo para mí muchas tardes bonitas, sobre todo la de los seis toros, que creo quedó grabada en la retina de mucha gente. —Pese a los triunfos en Las Ventas y la Maestranza… ¿esa tarde fue la cima de su carrera? —Esa corrida se fraguó el invierno anterior en el campo, en Salamanca. El año anterior había lidiado seis toros en Sevilla en San Miguel y ese año estaba en un momento muy bueno, la gente apoyaba y empujaba, que con el tiempo te das cuenta que ese es el momento en el que hay que hacer las gestas,
«Hay que tener los pies en el suelo y seguir luchando para estar en el sitio que consideras es el tuyo» porque cuando la gente esperando con retranca el «a ver qué ocurre» y está poco receptiva… La idea al principio era hacerlo en Madrid, pero fíjese, interiormente, Las Ventas era un puerto que ya había subido, donde había tenido grandes tardes, e interiormente me faltaba Vista Alegre. Para ser figura del toreo uno debe triunfar forzosamente en Sevilla, en Madrid y en Bilbao. Hablamos con Pablo y Óscar Chopera, que lo vieron bien y se lo comentaron a la Junta Administrativa y se tiró hacia adelante. Con la perspectiva del tiempo creo que no necesitaba esa tarde para torear o entrar en las ferias, porque ese año tenía echas casi noventa corridas, pero era un reto personal. Tenía la necesidad de conocer dónde estaba mi límite, porque yo sabía que la prueba no iba a ser fácil. Lidiar seis toros de Victorino es un examen muy exigente, tanto física como mentalmente. Ese día me marcó muchísimo como torero, y cuanto más tiempo pasa, más me doy cuenta de lo difícil que fue. —Esa tarde había mucho que ganar, todo lo contrario que en la de Madrid de hace dos años. —Era consciente de que a ser imposible igualarla. Cuando se anunció lo de Bilbao, mucha gente me preguntaba cuándo lo iba a hacer en Madrid, incluso yo me sentía con el compromiso moral de hacerlo, aunque no hubiera encontrado el momento. Hace dos años llegué con una preparación como no había hecho hasta entonces, renunciando incluso a ir a América para preparar la temporada española. Mentalmente estaba muy bien preparado, pero en ese momento le faltó a la gente empujar, la corriente a favor que hablaba antes. Ese día estaba a ver qué pasaba, a ver si estaba o no bien, y la corrida
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El toro está siempre presente en su casa de Salteras. En las paredes, en el carretón y en l a entrada a su vivienda. Foto: Manuel Gómez
tampoco ayudó. Esa sí que fue dura, mucho más que la de Bilbao, porque en aquella cuando hacía el esfuerzo veía la luz a los toros, pero en Madrid no la tenían por ningún sitio. Se vino todo abajo y es verdad que, como no triunfé, esa tarde me hizo mucho daño. Incluso toreando treinta o cuarenta corridas en 2015, me lo hizo. La verdad es que todos esperábamos otra cosa, dar una imagen distinta a la que se dio en ese momento. Yo iba con la mentalidad de triunfar, pero ahí te das cuenta de lo difícil que es triunfar en Madrid, no ya con dos toros, sino con seis oportunidades. Te mete tantísima presión que cuando se da una tarde importante y redonda es para disfrutarla y vivirla, porque cualquiera sabe cuándo va a volver a suceder.
no puedes ponerte a las malas por una tarde, ni con los aficionados ni con la prensa, sino que debes relativizar todo. Claro que esa situación te duele, pero no hay que echarle más cuenta de la necesaria. Estar preocupado por el qué dirán impide que avances en la vida, porque uno está más pendiente de esas reacciones antes que de tomar decisiones para mejorar, y es un problema que tenemos el noventa y nueve por ciento de la sociedad. Vivimos mucho con el qué dirán, cuando aquí tejas rotas tiene todo el mundo en su tejado y debemos preocuparnos de mejorar cada uno, porque subir a costa del fracaso de tu vecino, o deseando que pinche veinte veces un compañero… no te va a hacer llegar a nada en la vida. Es mi forma de pensar y no voy a cambiar ahora. No puedo, ni quiero.
—¿Esa tarde fue el momento de darle al botón del reseteo? —Ahí empecé. Me di cuenta de que la cosa se torcía. Miré hacia atrás e incluso pensé en dejar de torear, porque estaba viendo a la gente muy poco receptiva conmigo, cuando yo en el ruedo hacía lo mismo, aunque siempre me he escudado en que el torero debe solucionar sus problemas toreando. Estar sentado aquí en el fuego puede gustarte un día, dos a lo sumo… pero a diario y sin tener nada que hacer es chungo, porque el torero lo único que sabe es torear. Puedes tener negocios, fincas, ganadería… pero lo que te hace realmente feliz y te desarrolla como persona es torear y cuando no lo haces te falta algo, estás mosqueado, mal de ánimo, amargas a todo el que está a tu lado, a tu mujer, a tus hijos… Es una situación muy complicada. Uno debe dejar de torear siendo consciente que la vida son ciclos y que se ha cerrado uno en el que dejas de ser el artista y estar en las ferias. Uno será torero toda su vida, pero deja de ser el eje de las miradas y es difícil de asimilarlo para poder abrir otro ciclo vital.
—Da la sensación de que ahora es usted verdaderamente libre. —Totalmente. El año pasado, a final de temporada, íbamos a torear y me decían «vamos Manuel, a cortar las orejas» y llegó un momento en el que me daba igual, en el que mi única obsesión era disfrutar en la cara del toro. Me acuerdo de una tarde que coincidí en Cortegana con David de Miranda, que es un chaval que tiene una gran proyección y estuvo con un toro sensacional, de dos orejas en cualquier sitio importante. Yo pinché los toros y no corté nada, pero ese día disfruté una enormidad viéndolo y también pegándole veinte muletazos a un toro. No me importaban los triunfos. David lo necesitaba, estuvo tremendo y ole sus cojones por cortar las orejas. Yo había disfrutado viendo torear a mi compañero. Ahora echo la vista atrás y me doy cuenta de que en otros momentos no lo había hecho, no me fijaba igual, y eso es un fallo. Uno debe analizar porqué otros compañeros han triunfado, estudiarlos y ver cómo puedes mejorar sin salirte de tu concepto del toreo. Debes observar para ahondar en tu tauromaquia. Y, con cierta psicología, saber qué les gusta o no a los públicos, pero sin salirte de tus formas, porque cuando me he salido de mi concepto ha sido un fallo y he tenido que volver atrás.
—Pero es distinto decidirlo uno a la sensación que me comentaba de verse obligado.
«Quedarte en casa no jode tanto si sabes que no has estado al nivel que debías, pero cuando no hay motivo…» —Evidentemente. Cuando esa decisión es forzada, cuando piensas que debes dejar de torear porque la gente no te apoya o crees que no te quiere ni ver… Con el tiempo te das cuenta que en realidad no es así, pero en los momentos malos te pasan veinte mil cosas por la mente, sobre todo habiendo conocido los triunfos y teniendo la miel en los labios todos los días, con veinte mil tíos a tu lado… Cuando llega la racha en la que no salen las cosas ni hay triunfos, en la que llegas al hotel y en la habitación está solo tu mozo de espadas porque cobra y te debe quitar los machos, pero no hay nadie más… Es una putada muy gorda. Sé que eso es verdad porque a mí me ha ocurrido y se lo confieso con el corazón. He pasado de prácticamente no poder salir de la habitación de la gente que había a estar sólo con Pepe, sin nadie más. Esa es la realidad del artista, no sólo del torero. Cuando uno triunfa estás en boca de todo el mundo y eres un fenómeno, pero cuando no llegan los triunfos… El público del artisteo va al triunfalismo, al “yo lo conozco” y al «yo lo sabía» a diario, cuando el que lo sabía y confiaba de verdad en mí era yo. Y se lo digo siendo consciente de que tienes que ponerle buena cara porque nosotros vivimos del público y nos debemos a ello, tanto en los momentos buenos como en los malos.
—Habla mucho de la importancia de los finales y, sin embargo, tengo la sensación de que estamos ante un nuevo comienzo. —Como le decía antes, ha sido un reseteo, una vuelta a los orígenes. No al principio, porque no estoy en la misma situación, pero sí es cierto que, interiormente, tengo una ilusión parecida a cuando tomé la alternativa. La madurez me permite saber que va a haber tardes buenas, pero también llegarán algunas malas, porque las tiene que haber y uno debe estar preparado para ello. Ya estoy curado de espanto. El problema cuando uno empieza es que no está preparado ni para las tardes malas ni para que te den la espalda. Ahora sí lo estoy. He sido un torero que no me he vuelto loco las grandes tardes como si no hubiera un mañana. El que triunfa y le da tanta importancia a ello es porque piensa que, en cierto modo, ha sido un milagro. La clave está en luchar porque vuelva a repetirse, porque sabes que tienes capacidad para ello y no puedes ponerte límites. Tampoco puedes volverte loco cuando las cosas no salen bien. Ni te puedes hundir en ese momento, porque el toreo lo llevas dentro, ni montar castillos en el aire cuando llegan las tardes buenas.
En unos días comienza su temporada. La primera cita será el 4 de febrero en Valdemorillo. Foto: Manuel Gómez.
—Pero en la vida nos preparan para la palmadita en el hombro, no para que nos den la espalda. —Eso está claro. El único que puede prepararte para eso es uno mismo, debes darte cuenta tú solo. Cuando te pegan la puñalada trapera, que también las hay, debes hacer oídos sordos y tirar hacia adelante, sabiendo que te debes a ellos. Tú
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—Le han dado por muerto, el año pasado por resucitado… pero creo que más que ello es un renacimiento. —Me han enterrado ya veinte veces –sonríe–. Cuando uno está a niveles tan altos, en cuanto baja un poco el listón comienzan a darte palos, a abandonarle, a cambian las modas… Al final queda tu círculo más próximo, tus amigos y los que de verdad te quieren. Uno sabe qué clase de torero es y que en cuanto un toro te empuje diez veces la muleta vas a recuperar tu sitio. La clave es que tiene que empujar en el sitio y el momento idóneo. Dicen que la suerte es cuando se encuentran el talento y la oportunidad, así que el que no se sacrifica, ni entrena, ni trabaja… Esto es una carrera de fondo en la que, por encima de todo, hay que tener amor al toro y al toreo. Hay momentos malos, pero los buenos de verdad… son únicos.
Las ideas claras Lea Vicens atentos a
Alfredo Casas
cualquier otro chico francés aprende en el instituto.
N
acida en el corazón de la Camarga francesa, Lea Vicens llegó al rejoneo por casualidad. Aventajada discípula del maestro Ángel Teruel, el mítico Centauro de la Puebla, tras su delicada apariencia se esconde una persuasiva domadora. Dicen de ella que es la mujer que susurra a los caballos. En el transcurso de la anterior campaña debutó con éxito en Jerez de la Frontera, Lisboa y Madrid, las catedrales del toreo a caballo. Su pasada temporada fue la de la presentación en el gran circuito. Por sus éxitos y por su decidida voluntad, hay Lea para muchas temporadas. Conozcamos a esta joven cartesiana de constructivo espíritu crítico.
Lea asegura sentirse muy sevillana y muy francesa. Tanto por su temple, su tranquilidad y alegría como por la apertura de mente y su educación. Foto: Manuel Gómez.
—¿Cuáles son las principales diferencias que encuentra entre los franceses y los españoles? —Nos separan geográficamente los Pirineos… y otras muchas cosas. Somos muy diferentes. Bueno, en cuanto a cultura, el sur de Francia puede tener más similitudes con España. Pero cuanto más nos vamos al norte, las diferencias se agudizan en mayor grado. No voy a decir, como otros, que España es la Cenicienta de Europa. Prefiero pensar que en España tenemos mucha identidad, personalidad… Somos muy mediterráneos. Es un país muy fiel a sus raíces, a sus tradiciones, a su cultura. Ustedes están orgullosos de ser quienes son; defienden lo suyo a capa y espada. Que en un mundo globalizado luchen por mantener su identidad me produce admiración. Cuando viajo por España disfruto, porque cada territorio, cada autonomía, cada región tiene sus propias señas de identidad. Quizá ustedes, por ser españoles, lo ven de otra manera, pero yo que vengo de Francia observo una cultura común enriquecida de particularidades y valores añadidos.
—Cada vez que escucho o leo una de sus entrevistas siento que está justificándose permanentemente. Justificándose por ser mujer, por ser francesa, por querer ser figura del rejoneo… —(Sonríe a la vez que guarda un largo silencio) ¡Tenía razón! Puede que así fuera en un pasado no demasiado lejano. A día de hoy, puede que haya perdido buena parte de la razón, de su razón. He dejado de justificarme. Entienda lo que le voy a decir: ya no me limito exclusivamente a demostrar mi capacidad; ahora, además de defender mi sitio y de ofrecer argumentos al público y a los empresarios para mantenerme en mi privilegiada posición, también disfruto. He tenido que esforzarme el doble que mis compañeros para vencer muchos prejuicios y… también para dejar de ser considerada una anécdota. He debido de cuidar mucho mi imagen y medir cada uno de mis pasos. Tanto yo como mi entorno, hemos sido conscientes de que no iban a perdonarme que resbalara ni una vez el pie. Ya no siento necesidad de justificarme.
—Pero ustedes... Mire su respuesta unísona ante los atentados terroristas que han sufrido en el transcurso de los últimos años. —Frente a una situación de extrema urgencia, de supervivencia, la gente se unió, pero hizo falta un hecho tan grave como un atentado terrorista para que aquello se produjera. Es así de triste. Observo con preocupación dos problemas que sacuden Francia: la desunión y la vergüenza de algunos por ser franceses. ¿Cómo es posible que a un francés le avergüence ser francés? No nos engañemos, fue la desgracia la que unió al país y
—¿Realmente ha debido de esforzarse el doble que el resto de sus compañeros de escalafón? —Cuando doy un paso acertado me vale el doble, pero si resbalo ¡pierdo el cuádruple! En anteriores temporadas, cada vez que hacía un paseíllo era como si me enfrentara al examen de selectividad. Poco a poco voy sintiendo presión. Afortunadamente, desde mediados del año pasado ya no es así. Es evidente que lo que ha cambiado ha sido mi nivel, que no es igual que hace cinco temporadas. Noto una evolución ascendente. Todo ha cambiado: la categoría de las plazas, los carteles, los compañeros… y, sobre todo, el número de triunfos. Son determinantes. También ha cambiado la visión de los espectadores que vienen a verme. Ahora van a la plaza a verme a mí. Ya no van a ver a la chica que aparecía en el cartel. He dejado de ser una anécdota. Soy un torero de ferias. ¡Claro que me queda mucho camino, evidentemente! Pero estoy aquí y no tengo que justificarme.
«No quiero que me encasillen. Aspiro a que cada una de mis faenas tenga sus propios matices» sus ciudadanos. Y sé que puede sonar duro, pero así lo creo. Antes izabas una bandera francesa y te llamaban facha, y si demostrabas tu amor por la Tricolor o tu pasión por La Marsellesa, entonces te encasillaban, te etiquetaban... La visión que tienen ustedes de la Francia multirracial y universal es, cuanto menos, curiosa. Como ya le he dicho, me sorprende enormemente la imagen que poseen los españoles sobre nuestra nación, no la comparto en absoluto. Cuando oigo a los españoles hablar de Francia, pienso: ¡qué maravilla, me gustaría vivir allí! Por trasladarlo al tema taurino, pienso que la visión que tienen los españoles sobre el modelo francés es utópica ¡Pura utopía! La realidad es que los taurinos en Francia somos el uno por ciento de la población. El resto no quiere ni oír hablar de toros. Nos somos tan perfectos como nos pintan. Yo quiero a mi país, pero eso no impide que sea objetiva (silencio). Se está vendiendo un sueño que en realidad no existe.
—¿Cuál ha sido el reto más difícil al que se ha enfrentado? —Lo más difícil, con mucha diferencia, no es llegar, sino mantenerse. Mantener el nivel para poder regresar a las plazas de máxima categoría. Este año y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente... Ése es el gran reto, el verdadero reto. La novedad se ha acabado, toca consagrarse. Para ello tengo que seguir creciendo técnica y artísticamente. Y también en el plano personal, porque al público hay que darle razones para que te admire, para que te quiera. ¿Sabe? Recibo muchas cartas y correos electrónicos de niñas pequeñas que me dicen que quieren ser como yo. Sus palabras me llenan de satisfacción a la vez que me responsabilizan. Ser el espejo de alguien es algo muy serio. —¿Su carrera artística es un milagro? —Puede que sea un milagro (largo silencio). Le voy a confesar una cosa: si a día de hoy volviera a replantearme el sueño que inicié hace diez años… venirme desde Francia a España sola… sin dinero, sin caballos, sin conocimientos ¡sin nada!; simplemente sabiendo montar a caballo… sería algo tan complicado como llegar a ser astronauta e ir a Marte. ¿Me entiende? Es tan difícil, tan milagroso lo que he logrado sola que… no sé si sería capaz de hacerlo otra vez. ¡Si apenas sabía el idioma! Cuando llegué a Sevilla conocía las palabras y las expresiones que
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—¿Cuándo llegó a España se sintió sola? —Ya llevaba unos años viviendo sola. Los jóvenes en Francia nos independizamos cuando empezamos la carrera, los estudios universitarios. No es como aquí (risas). Permita que no abunde en este tema, que me guarde lo que realmente pienso cuando veo a personas de treinta años viviendo con sus padres. Me hace mucha gracia (se tapa la boca).
—¿Qué sueño se nos vende? —El de la libertad, la igualdad y la fraternidad… democracia, unión, diálogo… Sinceramente, no es tan perfecto. —¿Qué sintió al conocer los atentados sucedidos en París y Niza? —Sentí tristeza, horror, terror. Añada todos los adjetivos que 26
quiera. Sentí una tristeza muy profunda ¡Es lo lógico, lo humano! (silencio)… también rabia, mucha rabia. Y necesidad de justicia. Al final, algo tenía que ocurrir… Además, combino ese enojo con una impotencia absoluta. No dejo de preguntarme qué se puede hacer contra el terrorismo. Ni siquiera los jefes de gobierno pueden hacer nada. Las medidas había que haberlas tomado antes. Ahora es muy difícil atajar la fuente del problema e imposible restablecer los daños causados. La verdad es que en Francia hay mucho miedo. Miedo por acudir a eventos multitudinarios. Miedo, incluso, por salir de tu casa, por contarle a otras personas tus ideas. Francia tiene miedo. Sin embargo, yo en mi Sevilla estoy en la gloria. —¿Se siente sevillana?, ¿qué tiene de sevillana y que le queda de francesa? —Me siento muy sevillana y muy francesa. De sevillana tengo el temple, la tranquilidad, la alegría, el gusto por el buen vivir, el saber disfrutar, valorar y saborear el arte. De francesa tengo la apertura de mente, la capacidad de analizar objetivamente, la educación francesa… que no es ni mejor ni peor, sino distinta. Pero la forma de vivir de aquí no la cambio por nada. Es fantástica (hace una pausa)… Si me va a preguntar si alguna vez me he vestido de gitana le diré que no… ¡Suficiente que me visto de torero! Asimismo le diré que siendo una persona de convicciones científicas, y no siendo creyente, profeso un profundo respeto por la Semana Santa. Incluso le diré que me emociona. Me conmueve ver la emotividad que despierta en los sevillanos. Le diría que es algo único en el mundo, algo que todos debieran vivir al menos una vez en su vida. Impresiona observar a tanta gente involucrada en una misma fe, en una misma creencia. Lástima que solo puedo acudir cuando mis caballos me lo permiten.
«La visión de los españoles sobre el modelo francés es utópica. No somos tan perfectos como nos pintan» —¿Qué representan para usted sus caballos? —Mis caballos son mi familia. Y también mis alumnos. Con ellos me comunico de dos maneras: de animal a animal, sensitiva en el trato, y otra… la de doma, la del mando y sometimiento. La una sin la otra no se pueden dar; lo haría todo mucho más complicado. Soy firme cuando los estoy montando, pero soy muy tierna cuando los tengo al lado. Incluso le diría más, sólo con mirarlos a los ojos sé cómo están. Son animales, te lo dicen todo con la mirada, con su expresión. Los conozco muy bien. Y ellos también me conocen a mí… ¡pasamos la vida juntos! Están a mi lado desde que eran potros. Buena parte de mis éxitos radican en que sé corregirles y anticiparme a sus movimientos. Es una cosa imprescindible para cualquier jinete de cualquier disciplina ecuestre. Antes de que suceda una acción, sé cómo van a responder. No es cuestión de magia, sino de tener una sensibilidad muy pronunciada. Le repito que no es telepatía. —¿Cómo una bióloga, estudiante de los seres vivos, terminó toreando a caballo toros de lidia? —Fue un cambio brusco y no intencionado. Las circunstancias, también las casualidades, me acercaron a la familia Peralta, a Sevilla, al toro… fue todo un poco extraño. La verdad, los toros no me gustaban mucho. Con el paso del tiempo entendí que el toreo y la ecología… los ecosistemas y la supervivencia del toro son complementarios. Si lo que me pregunta es si mis estudios de biología frenaron mi llegada al toro, le contestaré que fue al revés. En mi tesis de fin de carrera abordé la cría del toro; con ella aprendí que el toro es el guardián de la dehesa, su hábitat, y de los cientos de especies vegetales y animales que conviven en ella.
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—Cuando escucha que la tauromaquia es tortura, ¿qué piensa? —Respeto a las personas a las que no les gustan las corridas de toros, incluso puedo llegar a entenderlas. Lo que no me cabe en la cabeza es su falta de respeto, la violencia con la que se refieren y dirigen a los aficionados. Mire, la mayor parte de las personas que están tras las pancartas antis a la entrada de los toros no han visto en su vida un toro en el campo bravo. No conocen al toro ni las corridas, su desconocimiento es absoluto. Además, buena parte de ellos son profesionales de la protesta, asalariados de grandes empresas que tienen intereses en el mundo de los animales de compañía. Hacen mucho ruido, pero su protesta tiene una base muy pobre… y escasos argumentos. Yo tengo amigos a los que no les gusta la Fiesta, que se han informado y han asistido a corridas de toros, y no… Cada uno es libre de elegir… pero que no lo hagan desde la ignorancia intelectual.
En la presente temporada, la rejoneadora estará anunciada en las principales ferias taurinas. Foto: Manuel Gómez
«He tenido que esforzarme el doble y medir mucho cada uno de mis pasos para vencer muchos prejuicios»
quiebro al pitón contrario o una batida de frente, siempre hay que poner la puerta de salida de frente. Con los caballos fuertes o más puestos es otra historia. El trabajo primordial de los rejoneadores es hacer natural lo antinatural. Lo natural es que el caballo huya, y sin embargo los nuestros se quedan en la cara del toro. El caballo es un herbívoro y su instinto natural es el de huir cuando siente que va a ser apresado. Y lo hemos transformado... Fíjese que echar las orejas para atrás y morder al toro es cosa de depredador, no de herbívoro. Hemos modificado la naturaleza. Explíqueme sino por qué un caballo se queda en la cara del toro y no huye; se queda disfrutando, sintiéndose torero. No sabe lo diferente que es cuando el caballo quiere ir… a cuando lo obligas. Por eso estoy tantas horas montada en el caballo, domándolo. Es apasionante. En el toreo es todo antinatural, pero no es forzado. Quizá una de mis virtudes es que cuando toreo soy natural; no finjo, no fuerzo, no quiero aparentar lo que no soy… Pero eso le toca valorarlo a ustedes. —¿Se siente una triunfadora? —En la plaza claro que he triunfado. Pero quiero seguir triunfando, seguir progresando, seguir evolucionando, seguir mejorando todo lo que pueda, todo lo que dé de sí. Triunfar más a menudo y mejor. Como ya le comenté antes, toca lo más complicado de todo, que es mantenerse. Al margen de las leyendas de algunas grandiosas figuras del toreo, lo cierto es que un petardo, una mala corrida, puede mandarte a casa para toda la vida. Ojito con que se te vaya un pie. Y, sin embargo, un triunfo te da mucho menos de lo que un gran fracaso te puede quitar. Si se hacen las cosas bien, los éxitos tienen que llegar. No quiero que me encasillen, que me etiqueten. Aspiro a que cada una de mis faenas tenga sus propios matices. No me puedo pasar toda la temporada plagiando la misma faena porque, a caballo, cada toro exige un planteamiento diferente.
—¿Qué cualidades y capacidades distinguen a los caballos toreros? —Desde el punto de vista científico el caballo es un herbívoro que huye del peligro, de los depredadores. Es la doma y el entrenamiento el que le permite contener el reflejo natural de la huida. Los caballos toreros deben de ser bellos, proporcionados y equilibrados; tienen que tener corazón –valentía– y potencia; ser veloces… y elásticos... para torear, para absorber y soltar las embestidas del toro, que no es un depredador, pero ataca y pone en serio peligro su supervivencia. Son animales que rozan la perfección.
«Recibo muchas cartas y correos electrónicos de niñas pequeñas que me dicen que quieren ser como yo»
—¿El caballo torero nace o se hace? —Las dos cosas: el caballo torero nace y se hace. Tiene cualidades y capacidades innatas, las que lleva en su código genético gracias a la selección, y otras adquiridas, las que el jinete le proporciona a través de la doma. No todos los caballos sirven para torear.
—¿Qué toreros de a pie son sus predilectos? —A mí me gustan los toreros que me ponen los vellos de punta, que me transmiten, que me tocan el corazón. En realidad, soy más de los toreros de arte que de los toreros de valor, si es que podemos hacer esa distinción. Que no lo sé… Me producen una gran admiración, me impresionan, los toreros que son capaces de enfrentarse a diario con lo que denominamos corridas duras, pero, a fuerza de serle sincera, me gustan más otros. No tengo explicación, simplemente es así. En este mismo sentido le digo que me aburren soberanamente los toreros malos. Y sin embargo, fíjese, nunca me aburro cuando veo a rejoneadores malos, porque siempre observo detalles y aprendo qué no hay que hacer.
—¿Cómo se preparan los caballos toreros? —Yo le puedo hablar de mi forma de domar, de la mía. Personalmente me gusta tomar al potro con cuatro años, casi adulto, ya hecho físicamente… no coger un bebé para romperlo. Durante un año le enseño las bases de la doma clásica, que responda a las piernas, a las ayudas… En el segundo año, cuando ya está fino, empiezo a alternar la alta escuela con la doma vaquera y le echo el carretón. En función de su aprendizaje, cada caballo es un mundo, le empiezo a poner con vacas y, de ahí, a la plaza. Primero en casa y después en la plaza. No me gusta sacar a los caballos para que se peleen, lo que tienen que hacer es torear. Todo lleva su tiempo.
—No me ha dicho nombres. ¿Le importa? —Sin que se molesten a los que no menciono, me emocionan especialmente José María Manzanares, Morante, Alejandro Talavante, Daniel Luque… Y me vienen muchos más nombres a la cabeza, dejemos el campo abierto (silencio). Le voy a hacer una confidencia: nunca he tenido la suerte de ver a José Tomás en directo. Lo he visto en vídeos pero en vivo… ¡miento, lo vi una vez, y fue mágico! La verdad es que tengo que darme prisa por volver a verlo.
—Dígame el nombre de un caballo de otro rejoneador por el que daría… —Interrumpe– No quiero que suene presuntuoso (risas) pero yo no cambiaría mi cuadra por ninguna. Es más, le cuento, he recibido ofertas de otros grandes rejoneadores por mis caballos, pero aquí se quedan. Mi cuadra despierta la envidia, es el oscuro objeto de deseo de muchos compañeros. —¿Los caballos, como los toros, también tienen querencias? —¡Claro que los caballos tienen querencias! La suya es siempre a la puerta por la que entran y salen al ruedo, al establo, al cercado. Con los caballos más jóvenes tienes que conjugar sus propias querencias con las del toro. Cuando vas a dar un
—Una última cuestión. ¿Por qué hay que estar atentos a Lea Vicens? —Porque no se van a arrepentir. Quienes vayan a la plaza a verme no se arrepentirán. Por ello trabajo a diario. 31
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Más vale prevenir que curar La Fiesta
Sabedores del nivel de excelencia de la asistencia médico-quirúrgica en las enfermerías de las plazas de toros españolas, los integrantes de la Sociedad Española de Cirugía Taurina organizaron un encuentro el pasado mes de diciembre para tomar la palabra y dar a conocer sus preocupaciones, las lagunas de la reglamentación taurina y la ausencia de vocaciones médicas. Además, también presentaron posibles soluciones. Por el bien de todos. 32
sismo en los equipos médicos de las plazas de toros –básicamente en las de tercera categoría administrativa–, de personal no facultado, sin titulación académica ni cualificación profesional –dichas infracciones e irregularidades cuentan en ocasiones con el consentimiento y la tolerancia de empresarios y delegados gubernativos–; las graves lagunas que existen en los Reglamentos Taurinos autonómicos con respecto a los requisitos sanitarios exigidos para la celebración de festejos populares y, por último, la alarmante escasez de jóvenes profesionales de las distintas especialidades médicas que se necesitan para garantizar una acertada, y actual, prestación médico-quirúrgica en las enfermerías. Ante tan delicada situación, el pasado 16 de diciembre se celebró en la sala Antonio Bienvenida de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid un acto informativo en el que destacados representantes y portavoces de la SECT expusieron detalladamente tan preocupante escenario, a la vez que también plantearon una serie de medidas urgentes para atajar sus denuncias. La primera de ellas, incrementar el control por parte de los representantes administrativos y delegados gubernativos para verificar el cumplimiento de los requisitos legislativos vigentes referentes a los servicios médicos. Sin entrar a especificar los pormenores que el Real Decreto 1649/1997 establece, el portavoz de la SECT advirtió de forma categórica que «el incumplimiento de tales requisitos se considera una infracción muy grave y que dichas condiciones y exigencias son las mínimas establecidas; es decir, de ahí para arriba perfecto, pero de ahí para abajo… ilegalidad manifiesta». Reiteró el doctor Enrique Crespo Rubio, actual secretario de la SECT, que: «ateniéndonos a la legislación vigente, todos los festejos con profesionales del toreo deben disponer de una enfermería permanente, un quirófano móvil o un local temporal adaptado que ha-
«Los profesionales deben interesarse por las instalaciones y equipos médicos donde vayan a torear»
Alfredo Casas
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esde que el pasado 3 de junio de 2016 quedó constituida la actual Junta Directiva de la Sociedad Española de Cirugía Taurina (SECT), el equipo presidido por el doctor Pascual González Masegosa decidió organizar en el más corto espacio de tiempo posible un encuentro en el que exponer públicamente la preocupante situación de la asistencia médico-quirúrgica, de las instalaciones sanitarias y de los servicios médicos de muchas de las enfermerías de las plazas esparcidas por el planeta del toro. De forma sintetizada, cuatro son las cuestiones que preocupan sobremanera a los galenos que comandan los designios de la SECT y que, según su cualificado criterio profesional, exigen una inmediata resolución: El incumplimiento en muchos festejos de las condiciones médico-sanitarias dispuestas en el vigente Reglamento Taurino; el creciente intru-
Las enfermerías de las principales plazas –como la de la Maestranza– cuentan con todos los avances médicos. No ocurre lo mismo en cosos de inferior categoría. Foto: El Correo.
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ga la función de enfermería; también una UVI Móvil y un equipo médico debidamente cualificado. Si falta alguno de estos tres elementos se estará cometiendo una infracción muy grave cuya responsabilidad legal recaería no sólo en el propio médico, sino también en la empresa organizadora e incluso en el delegado gubernativo… aunque los más perjudicados serían los propios toreros. Por eso solicitamos, principalmente en las plazas de toros calificadas de tercera categoría, la implicación de los delegados gubernativos para identificar que se cumple lo legalmente exigido; pero también, reclamamos a los profesionales del toreo –a ellos, a sus apoderados, a su gente de confianza– que se interesen, dejando ya de un lado para siempre viejas supersticiones, por las instalaciones sanitarias y los equipos médicos de que disponen esas plazas de toros en los pueblos donde vayan a torear. Y fundamentalmente, llamar la atención, sensibilizar, a una parte del empresariado taurino de la magnitud y trascendencia que supone la precariedad, como viene ocurriendo, de unas medidas sanitarias que no deben admitirse en los tiempos presentes en ninguna plaza de toros». Más claro, agua. Lanzada la primera propuesta concreta, el cirujano Enrique Crespo también exigió la modificación y actualización de las exigencias médico-sanitarias para los festejos populares en los Reglamentos Taurinos autonómicos. Incidió el doctor Crespo en la imperiosa necesidad de ordenar y amparar a los festejos populares, raíz de los festejos mayores, para que la Fiesta de los toros –en general- no desaparezca. Aunque ya se ha logrado que en varias Comunidades Autónomas, sirva el ejemplo de Madrid, Andalucía o Castilla-La Mancha, la reglamentación sanitaria se haya renovado y adecuado a las exigencias propias del siglo XXI, aún quedan otras muchas autonomías cuyas deficiencias legislativas sirven de amparo a los responsables municipales cuando la tragedia irrumpe desgraciadamente en su localidad. «Deben de conocer ustedes que, en muchas autonomías, se ce-
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lebran festejos populares con toros de tres y cuatro años en los que legalmente no se exige la presencia de un cirujano, basta con un médico y un enfermero», la afirmación de Enrique Crespo, como un afilado cuchillo, abrió en canal el respetuoso silencio reinante la sala Antonio Bienvenida. Quiso el doctor poner sobre la mesa las siempre frías y elocuentes cifras: «no debemos olvidar nunca las tragedias que, año tras año, se producen a causa de cogidas en festejos populares. Aunque sean cifras muy dolorosas déjenme exponer la luctuosa relación de personas fallecidas en, tan solo, los dos últimos años: en el 2015 se lamentaron 16 muertos y en el presente año (2016) 8 personas». Pues bien, la inmediata conclusión fue tajante al respecto: «efectivamente, hubo casos irremediables; pero también decimos que algunos casos pudieron no resolverse de modo tan trágico. Y precisamente esto debe hacernos reflexionar a todos. Tenemos que lograr disminuir estas cifras; aunque somos conscientes de que los toros hieren y matan, que siempre van a ocurrir tragedias, al menos hagamos todo lo posible para reducirlas». A propósito del denunciado y cada vez más reiterado intrusismo profesional en el ejercicio de la actividad médico-quirúrgica en los cosos taurinos, sobre todo en los de los pueblos, el representante de la SECT insistió en la necesidad de acabar con «la
Interior de un quirófano móvil, con todos los equipamientos necesarios. A la derecha, los integrantes de la nueva junta directiva de la SECT, que denuncian, entre otras cosas, la falta de normativa en muchos festejos populares. Foto: El Correo.
Para finalizar tan neurálgico encuentro con los medios de comunicación y destacados profesionales del sector taurino, los cirujanos elevaron su honda inquietud ante el futuro de la asistencia médica en los espectáculos taurinos y en la formación de cirujanos taurinos. Ya lo advirtió el doctor Ramón Vila, cirujano de cirujanos, hace mucho tiempo. En tono autocrítico desde la mesa presidencial se escuchó una necesidad: «tenemos que revitalizar la cirugía taurina, pues cada año observamos las dificultades que nos encontramos para formar nuevos equipos. En este sentido la responsabilidad, en gran parte, es nuestra, de los propios médicos que llevamos mucho tiempo dedicándonos a prestar servicio en las plazas de toros, pues no hemos podido o sabido inculcar, transmitir, a los jóvenes nuestro entusiasmo, nuestra entrega, a la cirugía taurina. De ahí que el número de miembros activos de la SECT no solo no aumenta, sino que ha disminuido en los últimos años. Hasta el punto que, de seguir esta progresión, en cinco años más de la mitad de los cirujanos y anestesistas de las principales plazas de España, se habrán jubilado». Un problema de persuasión al que las empresas debieran ayudar no poniendo tantas pegas a la hora de facilitar los pases de callejón. Ya lo mencionó el doctor Crespo «es en nuestros burladeros de médicos donde podemos integrar a los jóvenes en nuestros equipos e instruirles de una manera práctica, a nuestro lado, en el manejo de los heridos por asta de toro. En definitiva, inculcarles nuestra vocación». A pesar de la gravedad de las denuncias y de la lógica preocupación, los integrantes de la SECT acometieron la que debiera de ser una de las principales preocupaciones de todo el sistema sanitario: la prevención. Ya lo dice el refrán: más vale prevenir que curar. De ahí que las declaraciones no tuvieran un carácter catastrofista; al contrario, la cirugía taurina en España ha alcanzado en el presente unos niveles de exigencia jamás logrados. Pero todo puede y debe mejorarse. Los retos son mayúsculos, alguno de ellos preocupantes, pero también ilusionantes. Únicamente demandan trabajo, implicación y compromiso. El de todos. Y es ahora. Seguro que mañana es tarde.
«Debemos revitalizar la cirugía taurina. Cada año es más difícil formar nuevos equipos» creciente irrupción de personal no cualificado académicamente, no habilitado profesionalmente y, por tanto, ayuno de compromiso ético». A este propósito, Crespo recordó que «las empresas organizadoras podrán contar con la colaboración y el asesoramiento de las sociedades científicas o asociaciones profesionales de cirugía taurina en la selección de los profesionales sanitarios idóneos para cada tipo de festejo, como, por cierto, ya han hecho algunas empresas y toreros la pasada temporada». Ya el anterior presidente de la SECT, el doctor José Luis Martínez de Bourio, cirujano jefe de la enfermería de la plaza de Bilbao, denunció en numerosas ocasiones a personas y situaciones que infringieron la deontología médica en las enfermerías de las plazas de toros. Sin embargo, la denuncia médica no fue suficiente, razón por la que desde la Junta Directiva de la SECT se insiste en que sean los propios toreros los que, cuando perciban que el personal médico, la asistencia o las instalaciones no han sido las adecuadas, lo denuncien abiertamente a sus organizaciones profesionales.
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Tributo a la verdad Aner G. Villarejo
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s la suya una obstinada pelea, un duelo agresivo a dos bandas, donde todo parece converger en sintonía con las más elementales reglas. Como si alguien lo hubiese dispuesto minuciosamente de antemano. Y, sin embargo, esa sensación de premeditación se desvanece, pues la escaramuza discurre por cauces naturales, atendiendo a las irreductibles claves que confirman la esencia del toro bravo. Su condición áspera y agresiva; su desarrollado instinto para combatir a partir de impulsos, desafíos y provocaciones. Su particular capacidad para batirse en duelo ante la indiferencia –peligrosa indiferencia– del resto de la manada. Y esa suma de peculiaridades es lo que le atribuye a la escena un controvertido encanto, una singular belleza conformada por perfectas imperfecciones. En imágenes como ésta, cuando el fotógrafo –metódico, preciso y paciente– pulsa el interruptor de la cámara en el momento oportuno, se advierten los complejos códigos bajo los que todo se ordena. Porque, a menudo, una fotografía no es sólo una combinación de formas, trazos y colores, sino también los elementos que quedan fuera del encuadre. En esta ocasión, los cuartos traseros de los toros que pelean, allí donde emana la bravura, no aparecen inmortalizados. Y en cambio, paradójicamente, se insinúan los delanteros, que son fuente de mansedumbre, de desplazamientos insulsos, vacíos. Es decir, de todo aquello que contradice la verdadera esencia del toro de lidia, su comportamiento beligerante y encastado, el cual constituye uno de los mayores atractivos de la tauromaquia. Por otra parte, es elocuente concluir que la Fiesta queda supeditada al expreso deseo del toro. Al desafío intemporal y casi tácito entre ambos protagonistas; al juego eterno que parte siempre del mismo punto y cuyo desenlace, sujeto a unas normas cuasi indescifrables, queda a merced del carácter fiero e indómito del astado. Esa imprevisibilidad que insistentemente acecha es lo que, sin duda, hace de la tauromaquia un espectáculo de culto, universal, que tanto se asemeja a la música, al teatro, a la literatura o a la pintura, y que, sin embargo, tanto se aleja. La función de esas otras disciplinas culturales es otorgar una apariencia verídica a algo que, a pesar de estar inspirado en experiencias reales, es ficticio, mientras que en el arte del toreo sólo tiene cabida la verdad. Aquella que, de un modo u otro, acaba imponiendo su ley por mucho que algunos se esfuercen en ocultarla con dudosos propósitos. Al fin y al cabo, con la verdad ocurre lo mismo que con la muerte, ya que todos los intentos por esquivarlas se vuelven insuficientes porque ellas, infatigables, siempre terminan moviendo la última pieza: jaque mate. Foto: Luis Miguel Parrado.
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ENTREVISTA: Raquel Revuelta
Sevillana por los cuatro costados, nuestra protagonista ha ejercido como modelo, actriz, empresaria y presentadora de televisión. También de aficionada a los toros. Han pasado casi tres décadas desde que saltase a la fama al coronarse Miss España y, desde entonces, no ha parado. No le asustan los retos. Ha sabido labrarse una carrera a base de talento, esfuerzo y una sonrisa casi perenne. Quizá por eso habla sin tapujos de una pasión que vive desde niña y que en los últimos años ha conocido a fondo.
«La comunicación es una asignatura pendiente del toreo» Mario Juárez
llero que empieza, del empresario, del ganadero, del apoderado… Ahora, después de recopilar mucha información y conocerlo realmente, tengo una idea global muy buena, que me permite extraer mis propias conclusiones personales. En la conversación, Raquel menciona de forma tímida su relación con el diestro Raúl Gracia El Tato. Gracias a ello ha podido conocer, de primera mano, esas sensaciones de las que habla, tanto las del matador de toros, en este caso también apoderado, como las de la forja de un joven aspirante con todo el futuro por delante, las alegrías de las grandes tardes, el sufrimiento de los momentos difíciles, el miedo de las tardes de responsabilidad y, sobre todo, el respeto interno que se profesan los profesionales con los que ha tenido la oportunidad de conversar.
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l ritmo de las últimas semanas en Doble Erre, su agencia de moda y comunicación, es frenético. Aquí no hay vacaciones de Navidad. Caen las primeras hojas del calendario y en apenas unos días, el 2 de febrero, se inaugura SIMOF, el Salón Internacional de la Moda Flamenca, que en 2017 alcanza su vigésimo tercera edición. Casi un cuarto de siglo ha pasado desde que Raquel Revuelta se liase la manta a la cabeza para darle protagonismo a algo tan nuestro como la moda flamenca. Desde aquella feria celebrada en el hotel Alcora hasta su presencia ahora en FIBES, se ha convertido en una de las citas de la temporada en la ciudad del Guadalquivir, y también del calendario de la moda en España. Raquel y todo su equipo no paran. Pruebas, sesiones fotográficas, ensayos, formación… todo a punto para que nada falle. La responsabilidad de coordinar el engranaje de un acontecimiento que concitará a más de 60.000 personas en un fin de semana es máxima. Pese a ello, la proponemos hacer un impasse y hablar de toros. Lo lleva en su sangre andaluza y, reflexionando, llegamos a la conclusión de que pueden establecerse muchos paralelismos entre el toreo y la moda. Desde la formación de los jóvenes que luchan por un futuro a las acciones de comunicación y difusión, por poner un ejemplo. También del juego de luces, colores, bordados y sastres. Una gran pasarela. —Sevillana de nacimiento, andaluza por los cuatro costados… ¿El sentimiento taurino se lleva en la sangre? —Prácticamente todos los que nacemos en Sevilla, de una forma u otra, lo vivimos de cerca. Hay muchos aficionados y todos, en las diferentes etapas de nuestra vida, hemos coincidido con alguien cercano a ello. Mi familia no era muy taurina, aunque a mi padre, neurocirujano, siempre le ha encantado el ambiente y recuerdo que en la casa que teníamos en Valencina de la Concepción él pintaba frescos con esa temática. Desde hace unos años estoy haciendo un máster –sonríe– y si antes ya tenía en mí ese sentimiento, ahora me siento muy cerca de este mundo.
—Habla del novillero que empieza. En muchos aspectos, podría establecerse cierto paralelismo con las jóvenes que se inician en la moda, en esa persecución de un sueño. —Cuando se acercan por vez primera a Doble Erre, en muchas ocasiones con catorce o quince años, todavía se están formando como mujeres, son adolescentes, y debemos ser muy conscientes de que vamos a empezar a trabajar con niñas. En el toreo, el joven empieza también muy pronto en las escuelas taurinas, pero la diferencia, quizá, es que probablemente acaben dejando su formación académica antes de tiempo y creo que eso debería ser una prioridad, que además es perfectamente compatible con su formación taurina. A muchos puede parecerle que sea absolutamente incompatible, pero yo favorecería la posibilidad de que, como en otras disciplinas o deportistas de élite, que también exigen un gran sacrificio, se fomentase esa compatibilidad. Desde su agencia, Doble Erre, Raquel Revuelta ultima estos días los preparativos de una nueva edición de Simof. Foto: Manuel Gómez.
—El conocerlo interiormente le habrá ayuda a cambiar su percepción. —Absolutamente. Me siento muy afortunada porque he podido vivirlo desde muchos prismas: desde el del torero, del novi37
—En su agencia estamos comprobando que las personas que trabajan con esas niñas son jóvenes y cercanas, mientras que en el toreo los niños se rodean desde sus inicios de personas veteranas y muy curtidas. —Eso es algo que me llama mucho la atención, porque el niño prácticamente se pierde una etapa completa de su vida, se la salta. Desde muy pronto se codea con gente mayor, se expresa como ellos, se le exige una responsabilidad como si lo fuese… Luego podrá tener, o no, su recompensa profesional, donde el factor suerte juega un factor fundamental. En otros ámbitos, y yo por ejemplo conozco el de la moda, también influye esa suerte. Puedes estar formada, tener una actitud y
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aptitud excelente, pero el golpe de suerte de estar en el momento y en el sitio oportuno para que se reúnan todas las circunstancias… Es como el torero, que puede verse anunciado en la fecha soñada, el día soñado, y en la plaza soñada, teniendo todos los ingredientes para ser el mejor, pero si en el sorteo no le sale la bolita…
brillo del traje de luces... Estudio y me fijo mucho en los bordados, valoro muchísimo a los sastres taurinos. Hay toreros con un estilo personal que le dan una impronta al vestir, tendencias en cuanto a los colores, a los bordados... Me gustan mucho algunas colaboraciones de diseñadores mundiales que han hecho una incursión en el bordado taurino, como Armani con Cayetano, Victorio y Lucchino con Ferrera, Lorenzo Caprile con Enrique Ponce… Aprecio mucho esa parte estética y de belleza. De eso podríamos hacer una tesis –sonríe–.
—Usted que ha conocido infinidad de pasarelas… ¿los tendidos de una plaza de toros también lo son? —Me parece algo precioso ese protocolo. Es casi romántico. Forma parte de nuestra idiosincrasia y yo me siento feliz de que exista una estética concreta para ir a los toros. Yo disfruto mucho viendo torear, le confieso que no tanto en la suerte suprema, aunque entiendo que no deja de ser un reflejo de la vida fuera del ruedo; pero también disfruto mucho de la estética que se respira y se bebe en una plaza de toros: de los colores, de la luz, de las diferentes arenas y alberos, del atardecer, del
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—Habla de la estética de algunos toreros y aunque varios de ellos han hecho pequeñas incursiones en el mundo de la moda, las marcas son reacias a emplean la imagen del torero. —Eso responde a varias cuestiones. La primera, con la que yo comulgo, es la de «zapatero a tus zapatos». El torero tiene que torear, entrenar mucho y estar centrado. Es algo que he aprendido en estos últimos años. De pequeña, veía a los toreros co38
comunicadora, pero no desde una integrante del sector taurino. Como relata, ella misma ha llevado acciones de difusión taurina y quizá por eso, porque conoce ambos aspectos, habla sin medias tintas de lo que, asegura, es una de las más graves carencias de la tauromaquia de nuestros días. —Acaba de tocar uno de los problemas que siempre se han achacado al toreo. El de su falta de comunicación. —No saben contarlo. No saben expresarlo ni comunicarlo. Yo misma he tenido que adentrarme en este mundo para conocerlo. ¡Es necesario contarlo! Hay que hacerlo en todos los foros y todos los ámbitos, y para eso están los expertos en comunicación. Ahora veo que algunos toreros, a título individual, tienen sus redes sociales y empiezan a comunicar de otra manera diferente; las revistas especializadas juegan un papel fundamental, pero se dirigen exclusivamente hacia los aficionados y profesionales… pero deben existir otras fórmulas más contemporáneas y actuales, y no me refiero sólo a redes sociales, sino a acciones de comunicación de amplio alcance. Mire, por ejemplo, el autobús de Morante que el año pasado recorría Sevilla e invitaba al transeúnte a acercarse al espectáculo. Despertaba curiosidad e interés. Hay muchas estrategias de marketing y comunicación que pueden ser muy beneficiosas, pero cuidado, haciéndolo bien y de la mano de profesionales, porque ahora todo el mundo es bloguero o community manager y se puede meter mucho la pata en estos temas. Como decía antes, zapatero a tus zapatos. Le pongo un ejemplo: yo hice una producción de moda con Morante de la Puebla en el Alcázar de Sevilla y fue algo maravilloso. Fue para ¡Hola!, que tiene una gran categoría, que pasa por miles de manos y llega a un perfil de personas que, por sí mismas, en muchas ocasiones no conocerían a José Antonio ni verían lo especial que es. Gracias a ese trabajo lo ha podido ver esa señora que, de no haberlo hecho ahí, no lo habría visto en ningún otro sitio. Son acciones puntuales, que tampoco pueden instaurarse como una norma, en primer lugar, porque el propio sector tampoco lo vería bien.
«El sector taurino no llega a transmitir hacia fuera todo lo óptimo y positivo que puede suponer»
mo misteriosos, recluidos y apartados del mundo y ahora he entendido que no es una cuestión baladí, que debe ser así. ¡Cada tarde se enfrentan a la muerte! Los toreros deben estar en una excelente forma física, tener una capacidad de reacción de mínimos instantes… y cualquier cosa que los despiste después se advierte en el ruedo. Es una realidad apabullante, no es algo trivial o que forme parte de un halo de misterio. Esas son las reglas del toreo y del torero. Cuando no estás entrenando, estás viendo vídeos, o estás hablando con un maestro, escuchando sus experiencias y consejos; sino lo estás haciendo con un aficionado…. Es cierto que los chavales se saltan una etapa de su vida, y aunque insisto en que debe ser compatible con su formación académica, esa dedicación máxima debe ser así. También es verdad que el toreo ha sido siempre un mundo muy hermético, y ahí creo que debería abrirse más. Su afirmación da paso a un debate sobre la comunicación y la imagen del toreo. Raquel lo analiza desde el prisma de una
Desde niña ha tenido acercamiento al mundo taurino. Ahora, como ella misma reconoce entre risas, ha hecho todo un máster. Foto: Manuel Gómez.
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—En ese aspecto, ha habido una serie de toreros que han tenido mayor presencia mediática y a los que el propio sector, en cierto modo, los ha marginado por ello. —Por eso hago hincapié en la importancia del profesional que te acompañe en esa tesitura. No quiero hablar de casos concretos, pero es cierto que hay algunos toreros que han participado en una serie de programas que le restan credibilidad y seriedad a su profesión. Si algo está claro, es que aquí lo que hagas debe ser para sumar, no para restar, porque cuando lo haces, ese perjuicio afecta negativamente a todo el sector. Hay que saber seleccionar, tener buenos asesores… ¡y mucho cuidado!, ser muy habilidoso y tener en cuenta lo que hoy en día puede sumar. —Me gustaría que me hable como empresaria. Lleva muchos años al frente de Doble Erre y en hemos pasado una crisis feroz en nuestro país. Continuamente se dice que los toros están en declive. ¿Lo ve usted así? —Retomo la reflexión que hacía antes de que el sector no llega a transmitir hacia fuera todo lo óptimo y positivo que puede suponer para muchos ámbitos de la vida de nuestro país, porque el toreo genera riqueza en el ámbito turístico, en el económico, en el cultural, en el de medio ambiente… El argumento que siempre se utiliza, y creo que ya está muy manido, es que si desapareciese el espectáculo taurino el toro de lidia se ex-
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tinguiría como raza y quedaría reducido a los zoológicos. Ese es el único mensaje que trasciende, y no lo hace lo positivo que aporta a la sociedad española, que insisto lo hace desde muchos prismas. El problema no es que haya buena o mala comunicación, es que no hay ninguna. Eso es una asignatura pendiente, le diría que vital, para que la fiesta siga teniendo el peso que siempre ha tenido en nuestro país. ¡Y el sector no reacciona! Visto desde fuera, da la impresión que los antitaurinos van ganando terreno por una falta de reacción y de vertebración del toreo. Hace falta que la unión de la que siempre se habla lo sea de verdad, y que lo haga con una prioridad por encima de todo: la de hacer que los toros permanezcan. Todos, absolutamente todos, deben estar unidos para ello. Lo digo de forma modesta, con el amor de mi visión como aficionada, hablando desde el sentido común. Parece como si aquí hubiera una fuerza y una pasión tan enorme por el toreo que es imposible que puedan con ello, y no es así. Fíjese, los toros son el segundo espectáculo con mayor asistencia de nuestro país, después del fútbol, y no hay patrocinadores. Y a ello súmele que ahora mismo, ni las instituciones, que sean del color que sean deben velar por el interés de nuestra sociedad y de un sector que aporta mucho a nuestro país, se implican. Yo no comparto que el simple motivo de que gobierne un partido u otro sea un argumento para no tener en cuenta la prioridad del país y de sus ciudadanos, aunque ésta pase porque haya toros, porque ello genera un beneficio y trae riqueza, turismo y proyecta una imagen de la cultura e idiosincrasia española en
«Favorecería la compatibilidad entre la formación académica y la taurina. No debe ser incompatible» el exterior. En ese sentido hay que ser más generosos y despojarse de complejos e ideologías, que son muy respetables, pero que no pueden estar por encima del bienestar y de la prosperidad de nuestro país. Hace falta priorizar, y no le hablo sólo del ámbito taurino sino de la sociedad en general, porque el toreo es muy trasladable a lo que ocurre fuera, en la vida diaria. En una tarde de toros se viven alegrías, emoción, tristeza, pena, miedo, injusticia… ¿acaso no es eso un reflejo de la vida? —Ahora que habla de la sociedad, parece que su reflejo se ha trasladado a las redes sociales. Los últimos meses, los aficionados a los toros nos hemos sentido atacados en muchas ocasiones y usted, que es muy activa en sus perfiles, supongo que también lo habrá sufrido. —Lamentablemente. También he recibido comentarios fuera de lugar. Hay gente que, en redes sociales, me ha dicho que, aunque le gustaba mi trabajo, me dejaba de seguir porque era antitaurina, y hasta ahí lo puedo entender. Pero cuando te insultan y te dicen barbaridades que no se sostienen… estamos hablando ya de una baja catadura moral, de personas que además se amparan en la impunidad total del anonimato. Yo espero, y deseo, que poco a poco, como ya está ocurriendo, las redes sociales se organicen de alguna forma, porque hay muchas lagunas legales. Cuando uno insulta, debe ser con todas las consecuencias. Ahora mismo se ha extendido un activismo mal entendido, en el que, además, el sector calla. Yo no sé de toros y por eso no opino sobre ello en mis redes sociales, ni lo sé ni me atrevo. Pero sí que me gusta el espectáculo y hablo de su estética, de los bordados, de los trastos, de la evolución de la sastrería… y aun así hay veces que ha sido muy desagradable. Están consiguiendo que uno se lo piense mucho, no por miedo, sino porque llega un momento en la vida que uno quiere tener menos disgustos. ¿Por qué no reaccionan los taurinos? Ellos, el sector, que es quien se juega todo, debe hacerlo y, desde fuera, con todo el respeto, yo no lo veo. Da la sensación de que o no se están haciendo cosas o que si se hacen no
están cundiendo. Y si no es efectivo es porque no se está haciendo bien.
Para Raquel, la formación académica y personal de los jóvenes aspirantes es fundamental. Foto: Manuel Gómez.
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—Un último aspecto profesional. Es editora y directora de una revista. ¿Estamos locos quienes hoy en día seguimos apostando por el papel? —¡Totalmente! Somos unos héroes. Me inquieta mucho el futuro, pero quiero pensar que las revistas de gran formato, con mucha imagen, muy cuidadas, coleccionables… tienen su público. Son publicaciones especiales, que te apetece tenerlas y consultarlas y quizá por ahí nos salvemos. De nuevo vuelve a influir la cuestión estética. Pero no podemos obviar la realidad y debemos aceptar la implantación de los nuevos canales de comunicación. Uno de los proyectos de este año es llevar la revista a su versión digital, y también recuperar en ese formato una cabecera que tuvimos durante quince años, Surrealista, que quedó aparcada con la crisis. Actualmente es durísima la situación y el riesgo de la prensa escrita, pero hay que ser optimista.
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ENTREVISTA: Joaquín Lora Sangrán
Hombre de campo, Joaquín Lora Sangrán heredó de sus mayores la vocación ganadera y el talento artístico. A los toros y a los pinceles, además de a su familia, dedica su vida. Pudoroso, siempre se resistió a exhibir su obra hasta que su esposa, Pilar Castrillón logró convencerlo de la calidad de sus plumillas, acuarelas y óleos. Acudimos a su encuentro para conocer las motivaciones e inquietudes de este ganadero de manifiestas aptitudes pictóricas.
«Él pone el arte y yo lo cuento» Alfredo Casas / Aner G. Villarejo
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ue Pilar Castrillón, esposa de Joaquín Lora Sangrán, quien se puso en contacto con la redacción de La Fiesta para que conociéramos en persona a su esposo, ganadero de bravo y pintor. Tal fue la pasión y el entusiasmo de Pilar al presentarnos la obra de Joaquín que no nos quedó otro remedio que concertar un encuentro. Hasta su domicilio, situado en la zona de El Porvenir, nos dirigimos para, al igual que hiciera Santo Tomás, ver para creer. Confesamos que mientras nos abrían de par en par las puertas de su hogar pensábamos encontrarnos con un pintor que también cría reses bravas. Cuatro horas, tres cafés y preferimos no acordarnos de cuántos cigarrillos más tarde, los términos quedaron invertidos. Acomodados en el salón de su casa, ya absorbidos por los confortables tresillos, cafelito en mano, fue el propio Joaquín Lora Sangrán quien se presentó: «Yo siempre fui mal estudiante, muy malo. No tardé mucho en decirle a mi padre que me pusiera a faenar en el campo. Después de hacer la mili como voluntario, estuve cerca de diez años trabajando como vaquero, se dice pronto, ¡diez años! Mi padre siempre me dejó a mi aire hasta que, poco a poco, fui cogiendo oficio, aprendiendo los entresijos de campo y ascendiendo en el escalafón. No era él un ganadero al uso, más bien prefería estar a la sombra y lo más lejos posible de Sevilla; por eso lidiábamos tanto en Francia (risas). Tan mal lo pasaba que nunca veía lidiar sus propias corridas. Simplemente soy un ganadero que lleva cuarenta años metido en el campo. Empecé desde abajo, descargando camiones de pienso y montando a caballo desde las siete de la mañana hasta que se ponía el sol. ¡Así tengo la espalda! Por los tiempos que corren, la ganadería no es más que una afición, un hobby; mi vacada es muy corta y no da dinero, no tengo ni mil vacas ni veinte o treinta corridas por temporada, simplemente me limito a lidiar entre tres o cinco encierros por año y en mantener el legado de mis mayores. Esa es mi vida». El campo en el que no existen festivos ni periodos vacacionales se erige en el centro de nuestra conversación. A tal respecto, nuestro protagonista puntualiza: «Antes era muy duro, ahora lo es menos. A día de hoy, las fincas están mejor preparadas, dotadas y acondicionadas. Las infraestructuras de antes no eran como las de la actualidad. No le quiero ni contar cómo era encerrar una corrida hace treinta años, sin embargo, hoy en día, coges un caballito y en un santiamén tienes el encierro listo para embarcar. Eso de los cercados grandes, de echarles habas para comer y dejar a los toros a su aire son tonterías muy gordas que pertenecen a otro tiempo. Ahora todo tiene que estar preparado para la exposición y venta. Las circunstancias son otras. El campo es duro, pero me gusta. El día que llego a casa y no me siento cansado, tengo la sensación de no haber hecho nada. Sin duda alguna, prefiero llegar agotado y lleno de mierda hasta arriba pero satisfecho del trabajo. No sirvo para ir de señorito».
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Pilar Castrillón y Joaquín Lora Sangrán, en su domicilio en El Porvenir. Es curioso, pero en su casa tan sólo luce una de sus obras. Fotos: Manuel Gómez.
Poco a poco Joaquín va soltándose, cogiendo confianza. Más que hombre parco en palabras, el ganadero necesita su tiempo para ir rompiendo hacia adelante. Cuestionado por el tipo de toro que cría, se le enciende la cara y se incorpora: «Nuestra ganadería es de procedencia Benítez Cubero, y usted sabe que el toro de Cubero es un toro grandón, pesado, enmorrillado, con la cara muy larga, avacada que se dice… La verdad es que es un toro feo, no se puede decir que, morfológicamente hablando, sea especialmente bonito. Pero lo cierto es que el toro que nosotros criamos, de repente, de una camada a otra, pegó un bajón tremendo: bajó de altura de cruz una cuarta, afinaron las caras, comenzaron a salir más chatos… Ojeando los libros antiguos con Pepe (Benítez Cubero), apreciamos que en el pasado a lo suyo le habían echado toros de Pedrajas de Guardiola. Ahí estaba la clave. Personalmente me esfuerzo por mantener esa línea mucho más refinada. Nunca he sido defensor del toro grandón porque se mueven mucho menos y además cuesta mucho más trabajo rematarlos. Ya ve, me gustan los jugadores de baloncesto de metro ochenta y no los que pasan de dos metros. Lo que sí le
«Por encima de todo soy ganadero de toros de lidia, de bravo, que, ocasionalmente, coge los pinceles» voy a reconocer es que estoy buscando un toro con más esqueleto, más largo de viga, para que tenga más peso. Ya sabe lo que pasa en las plazas con las básculas, como no den el peso… estás fuera». Una vez que Joaquín pinta las características hechuras de sus reses, pasamos a conversar sobre su personalidad y comportamiento: «el mío era un toro tranquilo, muy noblón y de extraordinario son; muy de Cubero… con un puntito mansón. Pero yo sigo en mis trece, y como muchos de mis compañeros ganaderos, busco un toro más bravo y encastado, con mayor combatividad y transmisión, que emocione, y la verdad es que no vamos por mal camino. Lo estamos consiguiendo en un alto porcentaje. No hace mucho tiempo las figuras triunfaban con los toros de procedencia Núñez y Cubero. Repasen en la hemeroteca, no tiene más que rememorar buena parte de los muchos logros de Curro Romero». Aceptado que en un pasado no muy lejano se planteó desprenderse de cuanto tenía para adquirir ganado de otra procedencia con mayor predicamento entre las actuales figuras del toreo, Joaquín remató la cuestión con un vehemente «yo lo que quiero es levantar cabeza y llegar a las grandes plazas con lo mío; a estas alturas ya no voy a cambiar, para qué». Tras culminar su exposición, sabiéndose en territorio propio, Lora Sangrán vuelve a recostarse en el tresillo. Está relajado y fluido; también orgulloso de defender lo suyo sin que por ello asome un ápice de vanidad. Su espo-
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sa, Pilar Castrillón, lo observa con una dulce mirada que inequívocamente trasluce respeto, admiración y mucho amor. Permanece en silencio, sentada frente a una mesa vestida con una tela monocolor y adamascada que luce en mitad de un luminoso salón. Una estancia idónea para propiciar el encuentro, la conversación, la reunión. No es la suya una casa ampulosa, repleta de ornamentos, sino un hogar en el que prevalece el buen gusto, la sencillez y una deliberada austeridad. Conscientes de estar sentados, ahora sí, frente a un ganadero de toros de lidia, abordamos la cuestión pictórica. «Siempre me gustó pintar, desde chico. Ya desde niño fui consciente de mi habilidad con el dibujo. En mi casa siempre
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tuvimos buena mano para la pintura: mi bisabuelo, mi abuelo, mis tías, alguna de mis hermanas… Mi madre me animó a que estudiara Bellas Artes, pero como les he dicho antes, yo nunca quise estudiar. Es curioso: no se puede decir que ahora esté estudiando, pero sí que me junto semanalmente con el maestro Luis Rizo y mi amigo Víctor García Rayo. A su lado he aprendido mucho en los últimos meses. Verle pintar a Luis es una permanente fuente de conocimiento. Junto a él estoy cogiéndole gusto a los pinceles y al óleo; todo un descubrimiento que exige de mucha técnica, porque el lápiz es un elemento más natural e intuitivo. Que conste que no soy ni Velázquez ni Goya, pero disfruto pintando a ratitos, sobre todo cuando estoy en casa rodeado de los míos”. Resulta cu44
A Joaquín le gusta pintar acompañado, sobre todo, de sus hijos; aunque no le gusta que le observen. Foto: Manuel Gómez
mis obras como de mis toros. Pesan mucho las miradas de todos los ojos». Abierto el turno de comparaciones taurinas, Joaquín ahonda: «con los pinceles ocurre como en el toreo: hay unos días mejores que otros. Si un día no salen las cosas no pinto un toro ni aunque le ponga toda la voluntad del mundo. También es cierto que, cuando existe el compromiso de completar una exposición o un encargo, termina saliendo. Pero, si le soy sincero, prefiero sentarme a pintar por pura necesidad. Ya le digo que cuando no hay ganas… De hecho, fíjense, no es extraño que me siente a pintar y acabe levantándome al poco tiempo para hacer otras cosas. Y cuando a uno le rondan los problemas por la cabeza, cuando estás preocupado, es muy difícil pintar. Quizá por las noches las ideas fluyan con más claridad. Es entonces cuando le doy muchas vueltas a mis cuadros, y no es inusual que termine levantándome para coger los trastos (risas)». «Cuando me casé, mi mujer empezó a insistir en que enseñara mi obra. De algún modo, ella fue quien me empujó a profesionalizar mis pinceles, pero yo no sé venderme. Ni el toro sé venderlo. Soy muy mal vendedor de lo mío. Ya les digo que es ella quien realmente cree en mi arte y la que se empeña en que se conozcan mi obra. Yo, hasta que me casé, pintaba y luego regalaba los cuadros o los tiraba, yo qué sé. Ella es la responsable de todo este lío». Tras pronunciar estas palabras, Joaquín mira con mucho detenimiento a Pilar Castrillón, su esposa, su baluarte. En realidad, ella no ha dejado de hacerlo en toda la conversación. Es entonces cuando todas las miradas se depositan en Pilar que toma el testigo de la conversación: «Joaquín es un gran hombre, un diamante en bruto que hay que saber pulir. Cuando la gente
«Las obras de Joaquín transmiten y llenan el alma de quienes se sitúan frente a ellas» descubre lo que lleva dentro, deslumbra. Pero cuesta mucho que se abra, porque no siempre se deja. No me importa, soy paciente. Poquito a poco se va dejando». Una pausa, un elocuente silencio por parte de Pilar. A fuerza de ser sinceros, ella no ha dejado de expresarse con sus armas durante toda la conversación: las miradas, los silencios, los gestos. «Ahora es cuando Joaquín empieza a ser consciente de su talento con los pinceles. Le ha costado muchísimo creer en sí mismo; ha tenido que oír hablar infinidad de veces de su talento para ganar confianza. No se pueden imaginar lo reticente que ha sido a que mostráramos su obra. Una vez que uno de sus dibujos ilustró el programa de mano de un festejo en la Maestranza, me senté con él para que me permitiera enseñar su obra. Tuve que prometerle que todo lo consultaría con él, que nada haría sin su consentimiento. Y en esas estamos». «Tiene mucho pudor; es todo reparo. Y no tiene ni el más mínimo sentido comercial ni mercantil ¡para lo suyo!, porque para lo de los demás sí que es buen comercial. Pero lo suyo… como que no termina de creérselo. Sinceramente, creo que cuando él muestra su obra siente como si se desnudara, y claro, en paños menores –ríe ella con franqueza– todos nos sentimos más ridículos. Al margen de lo que les cuento, lo realmente importante es que las obras de Joaquín transmiten y que llenan el alma de quienes se sitúan frente a sus obras». En este mismo sentido, Pilar explica los motivos que la impulsaron a dar a conocer la obra de Joaquín. «Sigo sintiendo por él la misma pasión que cuando me enamoré. Por él y por lo que hace. Y quiero que sus hijos se sientan orgullosos de su padre. A mí lo que de verdad me llena es hacer saber a todos el hombre y el artista que es Joaquín, que tenemos en casa. Con el paso del tiempo, ha evolucionado en dos sentidos: ha cogido mucha más soltura con los pinceles y ha consentido que demos a conocer su obra. Ya ha bajado el freno de mano; pinta de una manera más natural, quizá porque tenga un mayor dominio de la técnica y porque sabe lo que quiere expresar. Ha perdido miedo y ha ganado confianza». Pilar Castrillón recuerda el momento en que cerraron una exposición de las obras de Joaquín en la sala Antonio Bienvenida de la plaza de toros de Las Ventas: «antes nos fuimos
rioso, mientras la mayor parte de los artistas buscan la soledad para expresarse, Joaquín reconoce abiertamente y entre sonrisas que le gusta pintar acompañado ‘de mis niños, ¡eh!’». Además, nuestro protagonista admite sentirse agradecido de que estén a su alrededor. Sin embargo, como él mismo subraya, no quiere que lo miren: «No sé si es pudor o vergüenza, pero si noto que me observan, los pinceles no fluyen». Eternamente insatisfecho, Joaquín reconoce no estar del todo complacido con su obra. «Es muy raro que no le saque pegas a uno de mis cuadros, del mismo modo que cuando expongo siento una profunda vergüenza… o cuando lidio una gran responsabilidad. Puede que no se trate más que de pudor o simple miedo. Yo soy el único responsable tanto de 45
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«Quiero levantar cabeza y llegar a las grandes plazas con lo mío. A estas alturas ya no voy a cambiar»
Joaquín Lora, toda una vida al frente de su vacada, de procedencia Benítez Cubero. Foto: Manuel Gómez.
a Madrid a visitar la sala; cuando vio sus dimensiones, a poco más le da un ‘jamacuco’ ¡Aquello era enorme! Apenas teníamos dos meses para completar la exposición. Y eso que en aquel entonces no era óleo, trabajaba únicamente la plumilla. Entonces sí que tuvo que meter muchas horas, encerrarse en casa a cal y canto. Tampoco fue un problema porque es muy trabajador». Respecto del tándem que ambos forman, Pilar lo tiene claro: «admiro profundamente su talento. Dios no se lo da a cualquiera. A mí no me sale lo que él hace. Lo he intentado, pero no. Sin embargo, no sabe contarlo. Yo sí. Joaquín pone el arte y yo lo cuento. Me siento muy satisfecha, me encanta contarle a todos lo que él hace, de lo que es capaz». Resulta curioso que en el amplio salón donde nos encontramos sólo luzca un cuadro suyo. Pilar admite desconocer la razón por la que Joaquín decidió colgar en su
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propia casa una sola de sus obras: «es de un valor sentimental grandísimo. Me lo regaló de novia y… jamás lo venderíamos. Jamás ¡Ni por todo el oro del mundo!”. Pilar lo expresa de forma contundente, siguiendo los dictados de su corazón, del amor. “En realidad, reconozco que esa obra marcó el comienzo de nuestro amor, de nuestra historia». También Joaquín expresa con su mirada amor. Maduro y reposado. Deseoso de que una de sus obras ilustre el cartel de un abono maestrante, el ganadero finaliza la charla reconociendo su verdadero anhelo, aquello con lo que sueña cada noche: lidiar un encierro completo en el ruedo de Maestranza de Sevilla. En su casa y ante su gente. «A mí lo que realmente me gustaría es lidiar una corrida completa en la Maestranza, en mi Sevilla. Y que salga buena, por descontado ¡Faltaría más! He estado en el banquillo mucho tiempo. Mucho, muchísimo… Han sido años y años de criar toros sin que nadie viniera a verlos al campo. Me los he llegado a comer hasta con patatas. Oiga ¡qué llevo criando toros toda una vida y soy tan sevillano como cualquiera! Es triste que no me hayan dado una oportunidad en mi plaza. El pasado verano estuve a punto de lidiar una sin caballos pero… Por encima de todo soy ganadero… de toros de lidia, de bravo, que, ocasionalmente, coge los pinceles. Ganadero y punto».