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SETENTA VECES SIETE

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CIRCULO MÁGICO

CIRCULO MÁGICO

ESCRITO POR:

EDGAR ARRONA.

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Siete lunas de octubre han pasado casi siete décadas has resistido

Setenta veces siete en el calendario. He conocido mujeres fuertes, inteligentes, admirables, tú que me has enseñado el valor de la verdadera belleza.

Nadie da mejores consejos como tú y al final siempre dices: "Eres tú el que va a gozar, eres tú el que va a sufrir, así que tú decides".

Como buen hijo rebelde casi siempre te ignoro, no escucho cuando dices que cuide lo que tengo. Has visto mis fracasos, mis lágrimas más amargas, mi interminable soledad, mis amenazantes explosiones, y todo lo que falta Siempre has estado y siempre estarás. Son y serán solo tuyos mis más grandes logros

Bosque Eterno

ESCRITO POR: VÍCTOR AREVLO.

El abundante carácter del bosque presentaba los compuestos follajes de pulmones naturales, arraigando, desde el sur, las contiendas florales del equinoccio primaveral. Los crisantemos apenas lograban brotar las primeras hierbas dentro del seto, estando parvas todavía en arbustos esmeraldas.

Extraños visitantes rondaban la arboleda al atardecer con hijos y familiares. Los horizontes abandonaban actos inescrutables dentro del ramaje, verdor y la lozanía con pasividad e inestabilidad frecuente. El viento surcaba las alturas donde acariciaba las hojas festoneadas desde el mundo vigoroso hasta el cielo aglomerado por cuerpos nublados. El linde del fin del mundo colmaba con pródigo silente, llegando hasta confluir entre la superficie terrestre y la intemperie espacial.

Fue el atardecer lo que obligó a que todos regresaran a sus hogares, estando amortizados por los imponentes árboles que bañaban con todo lo que contienen. Pero entre la muchedumbre, entre gentío que atravesaba devuelta hacia el fuego familiar, se extravió una niña de corta edad que resultó descaminada en el agraciado y singular paraje. No más de diez minutos fueron necesarios para encauzarse en la frondosa vegetación del terreno boscoso.

Llegó hasta la profundidad más desamparada del bosque, donde sólo había ruidos chirriantes, arduos y destemplados desde los límites hondos del farsante confín entrañable. Exploró durante muchas horas hasta advertir que desconocía cómo volver con su familia. El silencio se apoderó del indeciso color de la hora que precedió al crepúsculo. Exponiendo la falta de decisión definida en su rostro, decidió seguir caminando hasta intentar reencontrar el camino que la conduciría a casa.

En orden de hechos, perdió la orientación que la conducía y se adentró más al bosque Sin refuerzo que pudiera pedir, acudió a imbuirse en ensueños que recordaba para escudar su valor. Ella pensaba:

Exijo que la realidad responda a mis sueños frente a lo que debe ser abolido frente a la falsa frontera entre lo ilusorio y lo tangible, para poder descubrir lo posible de lo imposible. ¡Qué Dios me tenga en su gloria!

Levantando la frente, vigorizó su ánimo y continuó su aventura con esperanzas de abandonar el bosque

Ya andaba sobre sus propias pisadas que huían mientras recorría el mismo sendero que ella creía recordar, hasta la llegada del hambre apuntó su paro y bajó su andar, incluso optando detenerse. Bramaban su estómago, exigiendo delicias u otros agrados que fuesen de su cercano contento.

Falto de condumio y especias pensó , sobro de estrechez e inopia, pero huelgo en mi alma la verdadera hambruna que aún no es venidera. Mientras no yazca con atribulo y compunjo en mi real interior, mi vida no acaba.

Mantuvo ancha actitud al retomar esperada andanza. Poco tardó en distraer su pensar en gustosos provechos, lo que la llevó también a aflojar el repaso breve, ocasionando su despiste en caer en corta ladera terrosa y rocosa.

Mis manos, pies, codos y tesuras manchan de negrura. Bajo estos hoyos no caeré, porque después de fallar uno jamás bisa el mismo yerro.

Que el aire vagaba en menores estrías, pues caía la noche y el frío descubría con mayor imponencia. Intentó refugiarse cerca de un árbol sin esplendor que pudiese hablarse. Contuvo su cuerpo tal como ovillo para fracasar con aspereza por sí misma.

¡Qué hiel me apresa! ¡Qué vencejo roba mi anhelo! ¡Qué dolor sin poder librar frígido público acumulo en mis alfergas!

Sin esperar demasía de astucia, estiró completo su cuerpo para dormitar mejor, lo que causó que golpeara por equivocación con el pie un montículo que era hormiguero de mordaces insectos que subieron inmediatamente por su pierna.

¡Ayuda, me torturan! gritó ¡Ayuda, me detestan!

Nadie escuchó sus sollozos a excepción del propio bosque reposado. Levantándose y apaleando su pierna irritada, corrió con molestia lejos del hormiguero, llevándose hormigas roñosas que aún la comían Aquella noche estuvo despierta por la insoportable dolencia que la ensanchaba, haciendo del segundo día tardío al tiempo. Cuando estuvo presente el sol, ella se dijo:

Pues estoy tan sangrada, mi lustre aquieta otros realces, porque casa brillo llega a reconocerse. Caos sólo existe en mí y dolor no es el fuego, sino que provengo del fuego. El hechizo ocurre en mi adentro, donde la cura espera a ser llana.

Con comezón perenne, hambre profusa y sed inagotable, su voluntad caía en ubérrimos pedregales; y siendo frágil ahora al caminar, poco pudo continuar en su infortuna. Sus ojos dormitaban al son de su querella, diciéndole al cansancio que fallaría la consciencia en el consuelo de la quimera.

Sigue faltando bodegón como incienso pensó otra vez Mi interior clama por comidas o fermentos, pero todavía es mi ser que palpita. ¿Qué confusiones mi alma triste lamenta? Sólo necesito elevar el espíritu, reafirmarme a mí misma, para hallarme en lo que pido. La ira es latente frente al silencio, como la vida es fugaz al tiempo. En la mente reside el cambio sobre aquellos destilares y quejidos con la potestad de la palabra Agua, vida, curación, pulcritud, conocimiento y trascendencia son máximas leyendas que aprendo en este viaje entre diversos laberintos. Cuando enseñe la palabra que aguarda mi mente y la libere al mundo, sólo así el paraíso conducirá mis pasos hacia mi saliente.

Habiendo deliberado esto, cayó en profundo desmayo hacia un mundo de sueños. Despertó aun cuando la noche levantaba la luna, lo que le ocasionó total ceguera. Incluso sosteniendo la incapacidad que impedía su avanzar, probó realzarse con mucho dolor y esfuerzo, provocando sólo mayor malestar en ella.

Dolor fuese, en mí pesadez, aquí es… pensó débilmente.

Suceso fue peor dado, porque al poco de provocar sus intentos perdió en desazón e inquietud que la apresaba, también tenida con escozor que invadía todo su cuerpo. Tanto extravío pasaba la noche que no tardó en tropezar con piedras gastadas al suelo, cayendo firme hacia más pedregales que golpearon su rostro, brazos y pecho dolido. Y no faltó mal dolor presentado al querer regresar arriba, a su postura, teniéndose probada peores torturas al situarse. En todo corpóreo encontraba disgustados sabores que probaba en vez en cuanto o caía por ligereza e ingenuidad hacia el lecho puntoso, donde volvía a hallar desagradables desazones.

¡Maldita la materia que completa amarga! pensaba con alarido impío ¡Bendita sea, como yo deseo, la dulce inmaterialidad que bullida abraza la única trascendencia ansiada! ¡Maldito quien piense en sufrir con tales desdichas ásperas, pues condene su sosiego ante incrédulo destino!

De estas dolencias se sabía mucho, porque ella no era la primera en acertar en quedarse estrábica, aunque esto le valió la justa noche de vilo hasta el nuevo amanecer.

Quedose ahí mientras pasaban las horas hasta llegar el día, donde pudo mirar con mejor certeza el cúmulo de piedras que llevó por dormitorio en la noche. Viéndose los brazos y piernas bermellones, causados por las roeduras intensas, le provocó ríos de llanto el no poder dejar sentirse desolada y torturada, habiéndose remembrado en sus memorias hacia su familia que descuido ver cuando la tenía cercana, cuya estampa quería regresar para abrigarse entre los brazos de quienes amaba y apreciaba.

La irrumpía apetito por ausencias de comidas, asimismo ceñía grande reseco apuntándose en las carnes secas que tenía como mejillas, por esto anchó la fatiga derivada de anteriores malestares indicados por los cuales también atestaba afectadas penas.

Ni embriaguez o resaca puedan moverme pensaba . Los ideales revelan las bellas fantasías y por estas yo me muevo. El mundo que rijo sólo se muestra al corazón, lo demás es pasajero. Mi mundo, como debe hacerse, es límite de mis sentidos Aquí estoy que pueda verse El cuerpo mío de pieles falla en bienes, como… altivo que culpa tiene… más fatiga por cólera de desdén y deshierbe, donde feraz muestre, otros mantienen.

En reiterada tentativa volviese a levantar, todavía mostrase el tormento que la impedía avanzar, debido a menudas fuerzas sostenidas las cuales poseían sus brazos y piernas. Estando puesta al servicio de mejor pradera vista, quedó ahí suelta, tirada, sin moverse ni actuar aun cuando ella quisiese, pues era mayor sollozo lo guardado en vez de alto gozo.

Así mantuvo su despecho de claro a claro, de suelo a suelo, hasta el próximo refulgir que avecinaba pronto. Ella aún echada, inmóvil, pálida, estéril, casi fúnebre, retenía la última viveza que andaba sobre su vida. Padeciendo todavía presteza, conservando distinguidamente su recalcitrante capacidad, aulló los últimos pensares, provocándolos en sí misma.

¿Quién es culpable de estos males? La vida abunda de beldad y galanura, con seres fantásticos y portentosos. Que argollas no impidan ni detengan el batir de nuestras alas cuales otorgan libertad de impuras jaulas. Recordemos que vida fue hecha para vivir, manteniendo la vista alta y la frente cara. Otros pensares poco deben concernir si el corazón permanece cálido, porque el amor finalmente habla. Donde uno vaya siempre será potestad, pues es dádiva lo que se nos puede enseñar. Lo blando se endurece, lo denso se hablando, porque Dios dispone de total ímpetu en los espíritus donde mantienen paciencia. Si nosotros entregamos permiso nos sanamos el corazón endurecido que vasta de decoro, orgullo u odio. «Abriendo la puerta, él entrará y cenará con nosotros», decían intelectuales de pasados y actuales tiempos. Hallándonos en cualquier excomunión, ¿no es vida misma la enfermedad manifestada por la materia que sirve como infección hacia nuestro cuerpo, siendo lo inmaterial prueba genuina de la trascendencia del espíritu en libertad sin trena? Aquí postrada estoy presente y mucha materia ya no es mía, sino sólo esencia absoluta del alma. Aquí mostrada estoy exenta, que ahora es mente mi condena. Aquí holgada tiendo mi cuerpo, siendo espíritu y no órganos cruentos o huesos rasos los gastados. Tenme aquí, que muero, y muerta así me siento…

Llegando el cuarto alza del alba ella murió por desnutrición. Su cuerpo resultó tenso, donde huesos, pieles, órganos y líquidos degeneraron por largos momentos hasta quedar separados, putrefactos y descompuestos, y esqueleto acabado fue alimento para hacienda e insectos. Jamás se halló el cuerpo. El tiempo transcurrió entre los dedos hasta que los crisantemos, llegando al equinoccio otoñal, florecieron.

Víctor Arevlo Sánchez, universitario mexicano residente en Veracruz. Su vocación se centra en el campo de la literatura y las letras.

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