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Quincenal de cultura. Segunda época Noviembre del 2012: segunda quincena elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com
En la primavera del año 1914 aparece el embrión de Spoon River Anthology en una revista literaria de San Luis. El nuevo Congreso empezaba a lanzar las leyes de la New Freedom. Eran tiempos propicios para la ciencia avanzada y una renacida libertad moral se expandía por las principales ciudades. • Jaime Priede Edgar Lee Masters Antología de Spoon River (Edición completa) Traducción, prólogo y notas de Jaime Priede Bartleby Editores, 2012, 376 pp., 32 ¤
Edgar Lee Masters, un conocido abogado laboralista de Chicago, se implicaba activamente en la lucha por esas nuevas libertades. Por encargo de su sindicato, defendía diariamente ante el tribunal a las camareras en huelga, procesadas por reclamar en sus hote-
les y restaurantes el derecho a un día libre a la semana. Un fin de semana de esa misma primavera había recibido la visita de su madre. Dieron largos paseos alzando la vista al endeble andamiaje que se perdía en las alturas mientras evocaban las pequeñas cosas de un pueblo con olor a establo llamado Lewistown. «Era domingo y tras dejarla en el tren de la Calle 53, volví andando a casa intensa, extrañamente pensativo. La campana de la iglesia estaba tocando, pero la primavera estaba en el aire. Fui a mi cuarto e inmediatamente escribí La colina y dos o tres de los poemas de Spoon River Anthology.»
murmullos de
La primera edición en libro de Spoon River Anthology tiene lugar en Nueva York, un año después, en 1915. En 1940 iba ya por las setenta ediciones. Ha sido traducido a una veintena de lenguas y se han hecho versiones en teatro y ópera. Spoon River Antologhy ha sido, hasta el momento, el único libro de poesía que ha alcanzado la categoría de bestseller en Estados Unidos. Su autor logró situarse en la pole del ranking literario, pasando a la historia como una de las figuras centrales del movimiento llamado renacimiento de Chicago. Poco después se lo reconocería también como pionero de [• página 3]
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Sócrates, otra vez en la muerte de ¿agustín garcía calvo?
UN GUARDIÁN DE LA VERDAD El mundo que yo no viva El mundo que yo no viva lo pensé como cosa extraña, como arca de maravilla. Ay de mi vida. Allí ¿sonará la lluvia junto al fuego las noches frías? ¿Tendrá Agosto en el río barcas? Y tú ¿la gentil sonrisa? ¿Durará en el papel que siembro la negra flor de la tinta? Ay de mi vida. ¿Será posible que vengan los amigos y que «Era» digan «un hombre, y te quiso mucho» y «Mucho» llorando digas? Es el mundo que no conozco, Atlántida sumergida. Ay de mi vida.
IVÁN TOBALINA
«Es como si se hubiera muerto Sócrates otra vez, nos dijimos mi amigo Jon y yo cuando nos enteramos. Jon lleva tiempo yendo a la tertulia política del Ateneo. Yo sólo lo vi una vez hace cosa de un año, cerca de la alegría del 15M. Luego Jon me pasaba conferencias suyas sacadas de la página que mantienen algunas seguidoras (<bauldetrompetillas.creacicle.com>), y me tenía al tanto de lo que iban hablando en la tertulia. Leo todo lo que me manda y le respondo un poco lo que me da que pensar, y así hemos estado el último año, separados por estos tiempos de precariedad y de lo que llaman movilidad laboral y no lo es, pero unidos por el sentido común (no confundir con el sentido común de los políticos, que es sentido o interés particular disfrazado de común) contra el Poder, como quien dice. Hasta que le dio un infarto en julio. Y este puente aproveché que salí de trabajar temprano para coger el tren de las dos y media y llegar a tiempo de la tertulia. Pero Agustín no iba a venir, lo habían vuelto a ingresar en el hospital. Entramos igual y se siguió el hilo de las últimas a propósito del tema «Uno más uno igual a dos». Luego nos fuimos con la gente a tomar algo, conocí a Ana y a Álvaro, antiguas alumnos de Agustín en Filología, y juntos terminamos la noche de los muertos cantando alegremente a la puerta de un bar. Al día siguiente nos despertamos con la noticia. Los periódicos decían algo de un filósofo y pensamos que se habían confundido de persona. También hablaban de una tal Realidad y citaban a un supuesto discípulo llamado Fernando Savater. Al parecer el artículo lo había escrito alguien que no sabía lo que hacía, y nos preguntamos si también ocurriría eso con las noticias de política y economía, que las escribieran personas tan bien informadas. Decidimos avisar a nuestros amigos y familiares más cercanos de que a partir de ahora no
Allí las palmeras echan esmeraldas. Allí las crías del delfín esmeraldas pacen. Allí no hay noche ni día: cuando ordeñan a los rebaños, de púrpura el mar se agría, Ay de mi vida. Más limpio que agua de oro es el mundo que yo no viva: no hay naves de arar espumas ni arado para las viñas; el gran árbol le da su fruto al que el nombre del fruto diga. Ay de mi vida. Ese mundo no es el mío: es el tuyo: el que en tus pupilas hundido está desde siempre y no lo alcanza mi vista. A ese mundo quisiera entrar, antes que suene la hora —ay— de mi vida. [Poema de Agustín García Calvo cantado por Amancio Prada durante el sepelio celebrado en el cementerio de San Atilano, en Zamora, el pasado 2 de noviembre. Forma parte del poemario Canciones y soliloquios (Lucina, 1982).]
podrían creer nada de lo que se dijera o escribiera sobre Agustín, tampoco lo que les dijéramos o escribiéramos nosotros. Porque Agustín ya no está para desmentirse, para negarse, para ponerle interrogantes a su nombre y apellidos, corremos también nosotros el riesgo de convertirnos en sus discípulos, de ponernos a interpretarlo, de decir lo que Agustín habría dicho, de considerarlo un autor cuya obra estudiamos y entendemos, un autor del que nos distanciamos porque finalmente no era sino otra corriente filosófica. Agustín no es ninguna corriente —más bien sería un torbellino—, no es ni siquiera una persona (como Maradona en la canción de Calamaro). Al menos no es eso solamente, no es todo lo que es. Agustín, como la tal Realidad, es algo más, ¿pero qué? Pues dice Jon que es algo así como el guardián de la verdad, que es la verdad que no se sabe (porque la otra verdad es la verdad de las mentiras para ir tirando, las que nos tragamos diariamente). Algo parecido son algunos de los llamados presocráticos y algo parecido es el penúltimo de
Los periódicos decían algo de un filósofo y pensamos que se habían confundido de persona. También hablaban de una tal Realidad y citaban a un supuesto discípulo llamado Fernando Savater. Al parecer el artículo lo había escrito alguien que no sabía lo que hacía, y nos preguntamos si también ocurriría eso con las noticias de política y economía, que las escribieran personas tan bien informadas ellos: Sócrates. Algo parecido es Agustín. A eso nos referimos cuando decimos que con la muerte de Sócrates nació la filosofía, positiva, sistemática, dogmática, ya desde su discípulo Platón. Y eso queremos decir cuando comparamos la muerte de Sócrates con la de Agustín, que es la muerte de algo más que una persona, es la muerte de un guardián de la verdad que no se sabe, pero hasta ahí: que nazca la filosofía no significa que muera el sentido común. El sentido o la razón común tiene sus momentos, y Agustín ha sido su último gran guardián. Ahora de nosotros depende que siga viva, de eso hablamos también Jon y yo, del futuro de la tertulia política. Pasará por no convertirse en un aula de estudio o interpretación de los textos de Agustín, en repetir lo que él dijo, sino en continuar con la tarea de pensar los problemas aquí y ahora, en dejar que esa razón común hable por nuestras bocas. El día 2 de noviembre tuvo lugar el funeral de Agustín García Calvo en Zamora. Pero Agustín García Calvo no era el que era, era ¿Agustín García Calvo? Luego lo que tuvo lugar fue el entierro de la persona, ¡y qué persona! Le lloraremos durante mucho tiempo, pero sin olvidar, como él decía, que para morir de verdad hay que haber nacido primero, y eso de nacer no es más que otro cuento. ¢
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caciones ocultas de las familias, de las oscuras [• página 1] la revolt from the village, que relaciones sentimentales, de los éxitos y fracapronto se extendería a la narrativa. sos que la fortuna reparte sin miramientos por De todos modos, Edgar Lee Masters confiecada granja. Ambas aparecen fusionadas en sa en su autobiografía no saber muy bien lo que una sola comunidad, y tal fusión provoca una estaba haciendo cuando escribió este libro. Lo especie de estrabismo que resulta caricaturesque hacía, probablemente, era divertirse, sin co, divertido y a la vez profundamente crítico. mayores ambiciones. Inventaba personajes a No obstante, su ficticia selección de voces adpartir de los nombres que leía en las lápidas de mite una lectura de mayor alcance. Su partilos cementerios; elaboraba luego monólogos cular microcosmos acaba por de esos personajes desde el reflejar la realidad social de más allá que ajustaban cuenun país entero. tas y decían lo que no resulSpoon River Anthology cotaba políticamente correcto mienza con un plano general decir en vida; jugaba entonde «La Colina» y continúa ces con diferentes registros con un travelling de primeros de voces… Sin proponérselo, planos resueltos en forma de animado por el resultado, poflashback. Este primer poeco a poco va dando forma al ma recrea el tópico ubi sunt, retrato de una sociedad rural, pregunta retórica a la que la suya, en el que no escatima Masters da respuesta a tradetalles y resonancias que vés de una segunda voz que adviertan de su corrupción y le hace perder al tópico su vosu doble código moral. Mascación ascética para situarse ters disfrutó inventándose un en un contexto más terrenal, microcosmos que se ajustaba alejado de la perspectiva clácomo un guante a la realidad sica. Extrae los nombres de de las cerradas comunidades distintos cementerios de la campesinas de su entorno. zona, combinando nombres Sin embargo, la utilización del Ha sido traducido de pila de unos con apellidos verso libre, las acusaciones de a una veintena de de otros, sirviéndose también prosaísmo, de vulgaridad, de de los archivos del estado de obsesión por los temas sexualenguas y se han utilizando en algún les y de inmoralidad general hecho versiones en Illinois, caso nombres reales y nomno se lo pusieron fácil a un libro que, a pesar de ello, supo teatro y ópera. Spoon bres de personajes históricos con ligeras variaciones en el beneficiarse del escándalo River Anthology apellido. Este sistema comcomo factor publicitario enha sido, hasta el binatorio no obedece a nintre la sociedad puritana de su tiempo. Masters se las sabía momento, el único gún plan previo, lo que hace el abogado es improvisar, dar todas por entonces. Pasaba libro de poesía rienda suelta a la imaginación ya de los cuarenta y tenía una que ha alcanzado con las cosas que se va enconamplia experiencia laboral trando en las lápidas. como abogado a pie de calle. la categoría de Edgar Lee Masters, como Para lograr una mayor bestseller en Estados deja de manifiesto en Spoon libertad de acción y con ella River Anthology, siempre sinuna mayor eficacia de su reaUnidos tió simpatía por los hombres lismo, Masters se inventa una y las mujeres que se complican la vida, que supoblación con unas coordinadas verificables. ben tan pronto como bajan, que mantienen enTraza la cartografía de una comunidad inspitre sí relaciones destructivas, víctimas de sus rada en la mezcla de dos poblaciones situadas propias ambiciones, deseos e impulsos. Inclual sureste de Chicago, ya en la zona de las granyéndose a sí mismo en el último epitafio, ellos des praderas. Pasó su infancia en Petersburg, a son los protagonistas del libro de poesía más orillas del río Sangamon, y su adolescencia en leído de todos los tiempos en Estados Unidos. Lewistown, cuarenta millas más al norte, cerSpoon River Anthology: cada uno ve la vida a ca del río Spoon. En ellas, todo el mundo conosu manera. Y a eso es a lo que llamamos vida. ¢ ce a todo el mundo. Todos saben de las ramifi-
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Hod Putt Aquí mi tumba, junto a la del viejo Bill Piersol, que se hizo rico traficando con los indios y que acogiéndose luego a la suspensión de pagos logró salir más rico que antes. Harto yo de miseria y mucho curro, viendo cómo crecían Bill Piersol y otros en opulencia, una noche atraqué a un viajero cerca del Proctor’s Grove y lo maté sin querer, por lo que me juzgaron y colgaron. Así me acogí yo a la suspensión de pagos. Ahora, todos los que nos acogimos a ella, cada uno [a su manera, dormimos juntos, codo con codo.
Robert Fulton Taner ¡Si un hombre pudiera morder la mano gigante que le atrapa y destruye, como me mordió a mí aquella rata cuando hacía una demostración de mi trampa patentada un día en la ferretería! Pero un hombre jamás puede tomar venganza del monstruoso ogro Vida. Entras en la habitación, que es el nacer, y no te queda otra que vivir, partirte el alma trabajando. ¡Ajá! Tienes a tiro el cebo que ansías: una mujer rica con la que casarte, prestigio, posición y poder en este mundo. Pero hay obstáculos que vencer, cosas que hacer: los alambres que rodean el cebo. Por fin logras entrar, y entonces oyes unos pasos: Vida, el ogro, entra en la habitación (te estaba esperando y oyó saltar el muelle) para verte roer el delicioso queso clavándote sus ojos de fuego con muecas y risas, burlas y maldiciones, mientras tú corres de una esquina a otra en la trampa, hasta que se harta de tu sufrimiento.
Constance Hately Alabas mi abnegación, Spoon River, por haber criado a Irene y a Mary, huérfanas de mi hermana mayor. Y censuras que Irene y Mary me muestren desprecio. No alabes tanto mi abnegación ni censures su desprecio. Es cierto que las crié y que cuidé de ellas, pero emponzoñé mis buenas obras recordándoles siempre su dependencia de tal deuda.
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Chase Henry
Johnnie Sayre
Fui en vida el borracho del pueblo. Al morir, el cura me negó el entierro en sagrado. Lo cual resultó ser una suerte, porque este terreno lo compraron los protestantes y aquí enterraron mi cuerpo, junto a la tumba de Nicholas, el banquero, y su esposa Priscilla. Tomad nota, almas prudentes y piadosas, de cómo las contrarias corrientes de la vida pueden honrar en muerte a quien vivió en [deshonra.
Padre, jamás sabrá la angustia que anegó mi corazón por ser tan desobediente, justo en el instante en que sentí cómo aquella despiadada rueda de [locomotora se hundía en los alaridos carnales de mi pierna. Mientras me llevaban a la casa de la viuda Morris, pude ver la escuela del valle en la que hacía novillos para subirme a los trenes en marcha. Recé para vivir hasta que pudiera pedirle [perdón… ¡Y al fin tuve sus lágrimas, sus entrecortadas [palabras de consuelo! Del alivio que me provocaron he ganado una felicidad ahora infinita. Qué sabio fue usted al ponerme esta inscripción: «Salvado de males futuros».
El doctor Meyers No hay nadie, quitando a Hill, el viejo médico, que haya hecho más por la gente de este pueblo [que yo. Todos los debiluchos, lisiados, inconscientes y que no podían pagar acudían a mí. Yo era el bueno, el complaciente doctor Meyers. Tenía buena salud, era feliz y una posición bastante acomodada, buena esposa, hijos mayores, todos casados y abriéndose paso en la vida con [éxito. Pero de pronto, una noche, Minerva, la poeta, se presentó aquí con su problema, llorando. Intenté ayudarla, pero se murió. Me denunciaron, los periódicos me calumniaron y mi mujer se murió con el corazón destrozado. Y una pulmonía acabó conmigo.
La señora Meyers Toda la vida se quejó de que lo calumniaron vilmente los periódicos, de que él no tuvo la culpa de lo de Minerva, que sólo intentó ayudarla. Pobre alma tan hundida en el pecado que era [incapaz de ver que sólo con intentar ayudarla, como él decía, había violado las leyes humanas y divinas. Caminantes, atentos a esta antigua advertencia: si queréis que vuestros caminos sean caminos [de delicias y todos vuestros senderos sean senderos de paz, amad a Dios y guardad sus mandamientos.
El jefe de la policía municipal Los prohibicionistas me hicieron jefe de policía cuando se votó el cierre de las tabernas, porque cuando yo no era más que un borracho, antes de formar parte de la iglesia, había matado [a un sueco en el aserradero que hay cerca de Maple Grove. Querían un tipo que impresionara, inflexible, honrado, fuerte, valiente, que no soportara ni a las tabernas ni a los [borrachos, para mantener la ley y el orden en el pueblo. Me dieron entonces la porra con la que golpeé a Jack McGuire antes de que sacara la pistola con la que me mató. Los prohibicionistas gastaron en vano su dinero para que le ahorcaran, pues, en sueños, me aparecí a uno de los doce miembros del jurado y le conté toda la historia. Catorce años fueron suficientes por haberme [matado.
Jack McGuire Me habrían linchado si no llegan a trasladarme a toda prisa y a [escondidas a la cárcel de Peroia. Todo porque iba tranquilamente camino de casa con mi botella y un poco borracho, cuando Logan, el jefe de policía, me dio el alto, me llamó perro borracho y me empujó, y al insultarle yo, me golpeó con la porra.
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Y entonces le pegué un tiro. Si no me colgaron fue por esto: Mi abogado, Kinsey Keene, estaba intentando [empapelar al viejo Thomas Rhodes por la quiebra del banco, pero el juez era amigo de Rhodes y quería hacer la vista gorda, así que Kinsey le propuso dejar en paz a Rhodes a cambio de catorce años para mí. Se hizo el trato. Cumplí mi condena, aprendí a leer y a escribir.
A. D. Blood Si pensáis en el pueblo que mi labor fue buena, cerrar los salones de juego, acabar con los juegos [de cartas y arrastrar a la vieja Daisy Fraser ante el juez [Arnett en tantas y tantas cruzadas para purgaros de [pecado, ¿por qué dejáis a Dora, la hija de la sombrerera, y al despreciable hijo de Benjamin Pantier convertir cada noche mi tumba en su lecho [impío?
Robert Davidson Crecí espiritualmente cebándome con las almas de los hombres. Si veía un alma fuerte, hería su orgullo y devoraba su fuerza. El amparo de la amistad sabía también de mi [maña, pues cuando podía robar un amigo, lo hacía. Siempre que podía aumentar mi fuerza socavando la ambición ajena, lo hacía para allanarle el camino a la mía. Triunfar sobre otras almas, simplemente para probar y confirmar mi fuerza [superior, era una delicia, el intenso placer de la gimnasia del alma. Devorando almas, debería haber vivido para [siempre, pero sus indigestos residuos me produjeron una [nefritis mortal, con ansiedad, insomnio, ánimo deprimido, odio, recelo y problemas en la vista. Al final, tras un grito de espanto, tuve un [espasmo. Recordad que los gusanos no se alimentan de otros gusanos.
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John Hancock Otis En cuanto a principios democráticos, queridos [conciudadanos, ¿no estáis dispuestos a admitir que a mí, heredero de riquezas ya desde la cuna, nadie se me puso por delante en Spoon River como devoto de la causa de la libertad? En cambio, mi coetáneo Anthony Findlay, que nació en una chabola y empezó como aguador de los obreros ferroviarios para llegar a ser él mismo un obrero y más tarde capataz hasta llegar a superintendente del ferrocarril y vivir en Chicago, era un auténtico negrero que trataba muy mal a los trabajadores y un encarnizado enemigo de la democracia. Por eso te digo, Spoon River, y a ti, amada República, que tengáis cuidado con el hombre que sube [al poder tras llevar un solo tirante.
Whedon, el director del periódico Ser capaz de ver todos los aspectos de cada [asunto; estar en todos los sitios, serlo todo, no ser nada [durante un tiempo; falsear la verdad, subirte a su grupa cuando [te conviene; manipular los grandes sentimientos y pasiones [de la especie humana con segundas intenciones, con fines astutos; llevar, como los actores griegos, una máscara —tu periódico de ocho páginas—, tras la que [te acurrucas para declamar por el altavoz de los grandes [titulares: «¡Éste soy yo, un gigante!». Vivir así la vida de un ladrón furtivo, envenenado con las palabras anónimas de tu alma escondida. Echar tierra, si te lo pagan, a los escándalos, desenterrarlos a los cuatro vientos por venganza o para vender más periódicos, aplastando vidas y reputaciones, si hace falta; ganar a cualquier precio, salvo el de tu propia vida; ostentar un poder diabólico que socava todo [civismo, como un muchacho paranoico que pone un [tronco en la vía y hace descarrilar al expreso. Ser director de un periódico, como yo lo fui. Y luego yacer aquí, junto al río, justo en el lugar
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donde desaguan las alcantarillas del pueblo y se arroja la basura, las latas vacías y se esconden los fetos.
Ida Frickey Nada en la vida te es ajeno. Yo era una piba de Sumum sin pelas que una mañana se bajó del tren en Spoon River. Las casas junto a las que pasaba tenían la puerta [cerrada y las cortinas echadas. Pasaban de mí, no tenía nada que ver con ellas. Pasé ante la vieja mansión de McNeely, un castillo de piedra entre senderos y jardines, unos cuantos curritos cuidándolos, así que era el condado y el Estado los que se lo [mantenían al mandamás señorial, siempre tan orgulloso. Tenía tanta hambre que tuve visiones: vi unas tijeras gigantescas bajar del cielo, como el brazo de una draga, y cortar la casa en dos como si fuera una cortina. Luego en el Comercial vi a un tío que me guiñaba el ojo cuando yo estaba [pidiendo curro. Era el hijo de Wash McNeely. Nada menos que el eslabón de la cadena que me [hizo dueña de la mitad de la propiedad de aquella mansión gracias a un pleito que le puse por no cumplir [palabra. Ahí están las tijeras. Así que ya ves, la casa, desde el día en que nací, me estaba esperando.
Edith Conant Por aquí andamos. Nosotros, los recuerdos. Apartamos los ojos porque nos da miedo leer: «17 de junio de 1884. 21 años y 3 días». Todo ha cambiado. Nosotros, los recuerdos, seguimos aquí, solos, pues no hay ojo que pueda vernos ni saber por qué estamos aquí. Tu marido ha muerto. Tu hermana vive lejos. A tu padre ya le dobla la edad. Te ha olvidado, apenas si sale de casa. Nadie que recuerde tu rostro delicado, tu voz aflautada, ni cómo cantabas, incluso la mañana en que [te hirió el intenso dulzor de un dolor palpitante hasta la llegada del hijo que murió contigo.
Todo está olvidado, salvo por nosotros, los [recuerdos, que hemos sido olvidados por el mundo. Todo ha cambiado, salvo el río y la colina… Pero también ellos han cambiado. Solo el sol ardiente y las plácidas estrellas son [iguales. Y nosotros, nosotros, los recuerdos, seguimos [aquí, aterrados, los ojos anegados por el cansancio de las [lágrimas, con un inmenso cansancio.
Henry Phipps Fui inspector de la Escuela Dominical, presidente testaferro de la compañía de vagones y de la fábrica de conservas, gracias a Thomas Rhodes y a su camarilla del [banco. Mi hijo, cajero en el banco, se casó con la hija de Rhodes, y yo me pasaba los días laborales ganando dinero y los domingos rezando en la iglesia. Era una pieza en el perfecto engranaje del lascosas-como-son. Amo y señor del dinero blanqueado con la pintura del credo cristiano. De pronto el banco se hundió. Me quedé mirando la [máquina destruida: las rajas de las ruedas tapadas con masilla [y pintadas; los pernos oxidados, los vástagos rotos y solo la tolva para almas dispuesta para usarse [otra vez en un nuevo devorador de vidas, cuando los [periódicos, jueces y magos del dinero construyeran de nuevo. Me quedé sin un céntimo, pero me apoyaba en [la Piedra Secular, entendiendo ya de qué iba el juego, sin dejarme [engañar más, sabiendo que «los justos vivirán en la tierra, pero los años de los malvados están contados». Y entonces el doctor Meyers me descubrió un cáncer de hígado. ¡Dios no se ocupaba mucho de mí, al parecer! Así, cuando estaba en la cumbre, por encima de las nieblas entre las que había [subido y dispuesto a alcanzar una vida más amplia en [el mundo, las fuerzas eternas me pusieron en marcha de un empujón.
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ILUSTRADOS Y RADICALES
Las malas compañías: la Philipp Blom Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea Anagrama, 2012, 472 pp., 24,90 ¤ ELENA DE LORENZO ÁLVAREZ
Las reliquias de Voltaire y Rousseau son veneradas en ese olimpo laico que es el «Panteón de los hombres ilustres» de París, pero desconocemos dónde están los restos de Diderot y de Holbach; de igual modo sucede con su obra. Con este atinado paralelismo cuerpo/obra, conservación/conocimiento arranca Philipp Blom Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea, que recupera el pensamiento de los ilustrados que perdieron la batalla de la posteridad. El argumento es palmario: decimos Ilustración francesa y se nos vienen a la cabeza las leyes de Montesquieu, el buen salvaje de Rousseau, el écrasez l'infâme de Voltaire, algún grabado de la Enciclopedia y un contrapicado de la guillotina —y no necesariamente en este orden—. Luego, más revueltos que juntos, van apareciendo Holbach, Helvecio, Condillac, Condorcet, Raynal, Jaucourt, Saint-Lambert, Quesnay, Turgot, La Mettrie y alguna madame cuyo nombre ya no siempre conseguimos recordar. Así que una reivindicación de aquellos otros protagonistas de la Ilustración, la «gente peligrosa» que se reunía en la tertulia del barón Holbach, no nos viene nada mal.
Con el bagaje demostrado en Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales (Anagrama, 2007), cruza ahora Blom con acierto dos líneas de trabajo bastante actuales. Por un lado, la de las redes de sociabilidad, verdaderos polos de la historia política, económica y cultural del siglo xviii, hilvanadas en tertulias que fueron señeros hervideros intelectuales, como serían en el siglo xix el casino o el café: si en salones cortesanos, academias y cofradías sólo se encontraban los iguales en clase, formación, religión o trabajo, por estas tertulias desfila una meritocracia cuyos lazos son voluntariamente establecidos en función de intereses intelectuales y con frecuencia fructifican en notables empresas culturales y científicas, perdurables lealtades y algún sonado desencuentro. Por otro lado, la de la Ilustración radical, línea insuficientemente divulgada a cuyo cabal conocimiento han contribuido en las últimas décadas M. P. Cushing (Baron d’Holbach: a Study of Eighteenth Century Radicalism in France, B. Franklin, 1971), M. Jacob (Radical Enlightenment, Allen & Unwin, 1981) o J. Israel (Radical Enlightenment. Philosophy and the Making of Modernity, Oxford University Press, 2002). El eje del relato de Blom es aquella «camarilla de Holbach», como la llamaba quien quedó desplazado de ella
— Rousseau—, que durante dos décadas (1750-1770) comió, bebió, leyó y debatió en casa del barón un par de veces por semana. Llegó allí cada cual con bagaje y aspiraciones desiguales: Holbach, con una situación económica desahogada y una sólida formación científica que se traducía en abierto escepticismo; Diderot ya había tenido que firmar un documento para salir de prisión comprometiéndose a no volver a escribir obras blasfemas y se ganaba la vida como editor de una incipiente Enciclopedia; D’Alembert aporta al proyecto, más que trabajo, la firma de prestigio científico que necesitan para despegar; Raynal se incorpora a la tertulia y el proyecto como eficaz y discreto colaborador; al poco, Diderot lleva a la tertulia a un amigo suyo apenas conocido cuyos textos está revisando: Rousseau. Mientras tanto, Voltaire observa atento desde el exilio. Que el líder indiscutible de la tertulia era Diderot lo dice a las claras el frustrado abad Morellet (alias mords-les, ‘muérdelos’), que afirmaba que cuando Diderot disertaba era «imposible meter cuchara». La actividad intelectual del grupo va proyectándose tanto en trabajos individuales como en la Enciclopedia —Holbach llegó a escribir tres mil artículos—, va difundiéndose a través de la Correspondance Littéraire de Grimm, la más prestigiosa fuente de noticias culturales de
El impío en España No hace Blom referencias a la recepción de Holbach en España —ni tiene por qué hacerlas—; pero de su ausencia no debe inferirse que estas propuestas fueran desconocidas o rechazadas por nuestros ilustrados, aunque la censura civil dieciochesca y el Index librorum prohibitorum en que, por supuesto, están todos los aquí mencionados hicieron lo que pudieron. Queda claro en esta delación, firmada por un religioso en 1796: «Se sabe que manejan y leen libros y papeles impíos, sediciosos, obscenos y de difícil adquisición. Como que se asegura que hay en Salamanca más de cien ejemplares del libro execrable del Sistema de la naturaleza». Del aprecio que la obra de Holbach mereció dan testimonio, entre otros, Blanco White o Jovellanos. El primero cuenta en su Autobiografía que, temiendo un registro del Santo Oficio, se pasó el día entero con un amigo acarreando libros de una casa a otra y que el Sistema estaba entre ellas: «Men-
ciono este tratado en particular porque mi amigo, aunque muy temeroso de ser descubierto en su posesión, lo tenía en tal aprecio que, al mudar de residencia, conservó constantemente sus dos volúmenes bajo la sotana, con la cual viajó por amor a su tesoro filosófico, aunque era prácticamente abandonada por todos, excepto por los sacerdotes más fanáticos». Jovellanos, recién cesado en el Ministerio, es de los pocos que se explaya sobre su lectura: «Sistema social, formado sobre los principios de la moral natural que tiene muy buenas cosas en un diluvio de repeticiones, exclamaciones y proposiciones vagas, y a veces oscuras» (Diario, 22 de agosto de 1798). Buena síntesis ésta del gijonés, que valora la propuesta aunque censura su retórica. Así que leer se leía a Holbach y su pensamiento se apreciaba y se debatía, pero en voz baja; pocos testimonios escritos y públicos encontraremos alabando la biblia del materialismo cuan-
Barón d’Holbach
Leer se leía a Holbach y su pensamiento se apreciaba y se debatía, pero en voz baja do la defensa del Sistema y la lectura de otros autores «anticristianos» había sido el cargo principal en la causa inquisitorial seguida contra el marqués de Narros esa misma década. Las primeras traducciones de Holbach no se producirían hasta el Trienio Liberal y del hecho de que entonces se imprimieran diversas tiradas piratas no puede deducirse sino un éxito editorial que era síntoma y fruto de un nuevo caldo de cultivo que, desgraciadamente, duró lo que duró. En la colección Los Ilustrados la editorial Laetoli viene recuperando bajo la dirección de José Manuel Bermudo (Universidad de Barcelona) obras fundamentales de la Ilustración
radical, inéditas o agotadas en castellano. Figuran entre ellas tres obras de referencia de Holbach. Publicadas en su momento anónimamente o con seudónimo, condenadas por la Iglesia y prohibidas por el Parlamento de París, los lectores y libreros en cuyo poder se hallaban eran condenados duramente; pero azotes, galeras y prisión no los convencían de desembarazarse de ellas. He aquí algunos de los libros más buscados del siglo xviii. El Sistema de la naturaleza (1769), de cuya traducción española y epílogo en esta edición es autor J. M. Bermudo, es el anónimo «tesoro filosófico» de que hablaba Blanco White, que fue quemado públicamente a falta de autor al que castigar. Materialismo y determinismo aliados para combatir el hecho religioso y la superstición, y para acercar al hombre a la felicidad a través del ejercicio de la razón y la responsabilidad moral. Del subversivo carácter de esta literatura clandestina da buena cuenta el Discurso preliminar del propio Holbach:
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ILUSTRADOS Y RADICALES
camarilla de HOLBACH Francia en Europa, y va retroalimentándose gracias al contacto con sus pares extranjeros —Hume, le bon David, Smith, Beccaria, Sterne, Gibbon, Garrick—. Así, en apenas un lustro, la tertulia se consolida como promotora de la Ilustración más radical: escepticismo, materialismo, determinismo, protoevolucionismo, agnosticismo y ateísmo son notas comunes del núcleo duro de los contertulios. Cuando Hume manifestó sus dudas sobre la existencia de verdaderos ateos, el barón lo invitó a contar el número de tertulianos: dieciocho; y afirmó: «Es un buen comienzo poder mostrarle ya mismo a quince ateos. Los otros tres todavía no se han decidido». Sin dios ya no había pecado ni culpa, recompensa ni castigo, y bien y mal habían de ser repensados desde una nueva moral. Aceptaron que instintivamente el hombre busca el placer y rehúye el dolor y sostuvieron que obviar este principio implicaba negarle la felicidad; sin certezas ya, pero queriendo alejarse del nihilismo de La Mettrie, su verdadera pesadilla, buscaron nuevos parámetros de conducta y hallaron dos criterios universales de moral: para ser feliz como individuo y como ciudadano sin negar sus pasiones, el hombre requeriría de dos virtudes, razón para conducirlas y compasión para contrarrestarlas. Blom subraya las implicaciones subversivas de la propuesta, de mucho más alcance que el anticlericalismo, el regalismo,
«Aparta, pues, ser inteligente, la venda que cubre tus párpados. Abre los ojos a la luz. Utiliza la antorcha que la naturaleza te ofrece para contemplar los vanos objetos que turban tu espíritu. Pide ayuda a la experiencia, consulta a tu razón, despierta de los extravíos de tu imaginación sorprendida y verás pronto que sólo el delirio ha creado los fantasmas que te inquietan. […] Desengáñate, pues, hijo de la naturaleza, acerca de esas relaciones ficticias supuestamente existentes entre ti y el poder desconocido que ha creado la ignorancia y que el fervor ha revestido de mil cualidades incompatibles. Sé razonable: esta es tu religión. Sé virtuoso: este es el sendero de la felicidad. Hazte útil a los demás: este es el medio de complacerlos y animarlos a secundar tus proyectos. No te dañes a ti mismo: esto es lo que se debe a sí mismo un ser razonable. […] ¡Hombre!, regresa a la naturaleza que has ignorado durante tanto tiempo para unirte a los fantasmas, recupera por fin el valor. Deja de temer a la verdad, no permitas que se continúe calumniando a tu razón, la única que puede enseñarte a distin-
D’Alembert, Diderot, Rousseau y Voltaire
el jansenismo o el deísmo y cómo, a medida que el grupo toma protagonismo, se despiertan discrepancias filosóficas que acierta a aderezar con una buena dosis de recelos, complejos y paranoias. Voltaire, anticlerical pero deísta a fin de cuentas, siente que ya no es la única voz de la Ilustración en Europa y que estos jóvenes están adelantándolo por la izquierda. D’Alembert, que nunca aceptó que se alterara el orden alfabético (D’Alembert y Diderot), se aparta del proyecto de la Enciclopedia con motivo de su prohibición en 1757. Rousseau se siente desplazado por cuestiones personales, y reaccionará con agresividad al interpretar como un ataque directo la afirmación de Diderot «un hombre bueno es sociable, sólo el hombre malo vive solo»; esta diatriba será sólo la primera de una cascada de críticas, públicas y privadas, contra quienes fueron sus amigos, de quienes lo separa, además, su creencia en la inmortalidad del alma. La medida
El Sistema de la naturaleza (1769), de cuya traducción española y epílogo en esta edición es autor J. M. Bermudo, es el anónimo «tesoro filosófico» de que hablaba Blanco White, que fue quemado públicamente a falta de autor al que castigar guir lo verdadero de lo falso, lo útil de lo nocivo, la ilusión de la libertad. Convencido por sus lecciones, desterrados los terrores poco fundados sobre el futuro, piensa en tu felicidad presente, sométete dócilmente a los decretos del destino. Disfruta con moderación de los más legítimos placeres y trabaja para tu propia felicidad trabajando para la de tus semejantes. Goza: esto es lo que la naturaleza te ordena. Consiente en que los demás gocen: esto es lo que prescribe la justicia. Acércalos al goce:
combinación de polémicas intelectuales y tensiones personales, recuperadas a través de la autobiografía de Rousseau y de la correspondencia de Diderot y Grimm con Sophie Volland y Louise d’Épinay, aporta en Gente peligrosa una refrescante imagen de la vida intelectual de la Ilustración. Pero entonces, ¿por qué no fueron reconocidos o fueron olvidados, por qué no reposan en el Panteón? A estas alturas del libro, más de un lector pensará que los culpables fueron Voltaire y Rousseau, porque la reivindicación de los radicales se ha construido en ocasiones sobre el cuestionamiento de estos filósofos, que parecen a veces moderados casi perfectamente integrados en el Antiguo Régimen, portadores de un pensamiento débil cristalizado en disertaciones biempensantes, cuando el verdadero oponente ideológico acechaba fuera y censuraba las obras de todos ellos. Pero no, no fueron ellos los culpables. Blom razona que la posteridad les fue esquiva en parte porque trabajaban para una empresa común, la Enciclopedia, y a ésta quedaba asociado el prestigio; en parte, porque Diderot no podía firmar los textos que habría querido —con tal condición había salido de la cárcel—; en parte, porque los libros de Holbach circularon siempre anónimamente o con seudónimo; y, en buena parte, porque la radicalidad de una vida sin dios, relojero ni hacedor era inasumible incluso para la Revolución que estaba por llegar, que prefirió sustituir el culto cristiano por el del Ser Supremo. ¢
este es el consejo que te da la sagrada humanidad, la cual, mucho mejor que todas las religiones de la Tierra, te hará vivir en paz y morir sin angustias». El cristianismo al descubierto (1761), traducida por J. Fortanet y R. Martínez, y con epílogo de J. L Teodoro, es primera publicación de Holbach, que Blom define como «un manifiesto ateo, el primero de esta extensión publicado desde la Antigüedad». Más allá de lo que significó en su momento, como análisis de la alianza entre catolicismo y despotismo, es nuclear para la reflexión sobre las relaciones entre Estado e Iglesia. El eco de Holbach resonará con fuerza en Marx. Dice el barón: «La religión es el arte de embriagar a los hombres con el entusiasmo, para que se distraigan de los males con que les abruman sus gobernantes. Con el auxilio de un poder invisible con que a cada paso se les amenaza, por necesidad tienen que sufrir las miserias con que los afligen las autoridades visibles; se les dice que deben esperar que, consintiendo en ser desgraciados en este mundo, serán bienaventurados
en el otro. Así es como la religión ha llegado a ser el resorte más poderoso de una política injusta, que se ha fundado en engañar a los hombres para esclavizarlos mejor». Era frecuente que las mujeres de clase alta, convenientemente asesoradas por algún director espiritual, decidieran retirarse del mundanal ruido en sus últimos años recluyéndose en un convento. En Cartas a Eugenia. Preservativo contra los prejuicios (1768), traducida por J. L Teodoro, Holbach se erige en tutor de Eugenia, que ha tomado tal decisión; pero sus doce cartas no la guían hacia la sumisión y la fe, sino a la liberación de sus escrúpulos religiosos mediante el ejercicio de la razón: «Los sacerdotes son hombres muy peligrosos. […] Vemos por doquier a estos enemigos de la especie humana declarar la guerra abierta a la ciencia y a la razón». Bajo la guía de Lucrecio —«Me dispongo a liberar los espíritus de los estrechos lazos de la religión»—, en esta ocasión los principios son aplicados a la moral privada de las mujeres, cuya autonomía intelectual sería caballo de batalla de la Ilustración. ¢
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XANDRU FERNÁNDEZ
En la confusión del derviche
Eficaz mezcla narrativa que lleva el tiempo de la historia al de la leyenda Xandru Fernández El príncipe derviche Suburbia, 2012, 108 pp., 12 ¤ El título de la novela de Xandru Fernández nos deja ya una imagen sugerente. Los derviches, una forma de culto musulmana, son conocidos entre nosotros por la danza giratoria y colorista que se puede ver en los locales turísticos de Estambul. En la danza religiosa el giro del derviche puede durar horas y con un movimiento tan ensimismado y aturdidor el creyente busca desconectarse progresivamente de todo lo que pudiera estar percibiendo o viviendo, enajenarse hasta desaparecer y alcanzar un estado de singular comunión con la trascendencia y la divinidad. En la contraportada se nos anticipa que en la novela aparecerá Antonio Udina Burbur, el último hablante del dálmata. Así, se suma a las resonancias del derviche en trance el episodio notable de una persona que lleva consigo los últimos acentos de una lengua que dejará de sonar cuando él deje de respirar. Y se nos dice que la novela es la historia que Xandru imaginó de la bomba que mató a Burbur. Son ecos incitativos para iniciar la lectura de El príncipe derviche.
El tiempo no es lineal en esta novela. Continuamente vamos hacia atrás y hacia delante como si las historias fueran una hoja de papel cayendo en zigzag. Recorrer los hechos culebreando en el tiempo es un recurso narrativo que, en manos diestras, da muchas satisfacciones al lector. Ésta es una manera de narrar que recupera muy bien los planos temporales en que unas personas aparecen en la vida de otras y es la manera que seguramente expresa mejor la textura de las conductas y relaciones de los personajes, sus historias y sus conflictos: como cuando cardamos la arena buscando algo, a veces hay que peinar las historias en varias direcciones para que los sucesos y las gentes muestren su fibra íntima. Esta técnica exige interrumpir escenas para iniciar otras en otro momento distinto, pero en esta novela no se utiliza el recurso para crear el suspense de una situación inacabada. Cuando se interrumpe una escena, rara vez volveremos a ella. La narración se mueve de un espacio a otro y de un
tiempo a otro como si la llevara la brisa y hasta las últimas veinte páginas ni siquiera hay exactamente un cuerpo central de acontecimientos. Al final sí hay un curso de acontecimientos y sí se cortan con suspense algunas situaciones, que se resuelven con tres elegantes elipsis. Esta manera de tratar la temporalidad acompaña muy bien el desarrollo de la historia. Hay tres narradores. El moribundo Mauro es quien cuenta sus vivencias. El médico que lo atiende toma notas y las pondrá en orden para ser quien escribe el libro que leemos. Sus dos voces van alternando hasta cerca del final, donde toma voz,
Por sus descripciones notamos el calor y el frío, sabemos el tacto fino o áspero de las cosas, cómo suenan los sonidos y las voces, la humedad, el peso del aire, la densidad de los olores. La novela rebosa sensualidad por breve espacio pero con importancia estructural, Diana. Mauro es un personaje reflexivo, pero confuso y ajeno a todo. No tiene recuerdos previos a la isla. No sabe cómo llegó, por qué lo acusan y lo castigan a servir a la vieja Hermione ni qué obligación tiene ella de tenerlo a su servicio. No conoce al forastero que llega un día, ni mata a nadie y tiene que ver con la desaparición de ningún cadáver. Pero tiene que marchar a escondidas de la isla con Diana a una ciudad desconocida, donde no sabrá por qué permanece oculto, ni por qué Diana lo lleva cada día en sombras a un lugar oscuro donde se oyen conspiraciones anarquistas
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que él no entiende. Es un personaje mecido por las circunstancias como si flotase en la marea, ajeno y extraño a todo. Hasta que toma voz narrativa Diana. Esta nueva voz no nos contará la historia. El vapor de la historia estaba en lo que ya lo habíamos leído. Las palabras de Diana sólo lo condensan. Diana espesa los detalles y la historia emerge. En esta novela están muy presentes muchas formas de dolor, físico y moral. Mauro tenía biografía antes de la isla y el mundo de su alrededor tenía sentido. En parte voluntariamente, se había enajenado de su memoria y se había desprendido de su vida, como un derviche que llevara horas girando. Con la voz de Diana, el lector comprende que estuvo danzando con Mauro y participando de su confusión. La atmósfera de la novela tiene mucho de leyenda, mundo reciente e inocencia primitiva. Hay dolor, orfandad, sufrimiento. Pero no hay inmersión emocional en los padecimientos. Lo peor parece referido al pasado y los personajes se muestran más doloridos que dolientes. Aunque la mezcla es compleja, dominan más los aires del mito y la utopía del mundo recién hecho que el tacto de la tragedia: una isla desconocida; un tiempo inconcreto que Mauro cuenta en edades (piedra, arena, agua, nieve); las palabras de fantasía de Mauro a los niños; la mirada infantil; la repetida mezcla de lenguas, las conversaciones en muchas lenguas y ninguna. Xandru siempre apela a nuestros sentidos. Por sus descripciones notamos el calor y el frío, sabemos el tacto fino o áspero de las cosas, cómo suenan los sonidos y las voces, la humedad, el peso del aire, la densidad de los olores. La novela rebosa sensualidad. La infancia cruza de lado a lado la obra. La ternura de Mauro y sus reflexiones sobre las reacciones inocentes de aquellos niños aparecidos están siempre en su aliento. Él nos acerca al tiempo instantáneo que viven los pequeños y a su emotividad sin mezclas. Y no sólo aparece el tono reflexivo cuando se menciona a los niños. Esta novela es siempre narrativa, sin momentos de mezcla con el ensayo. Pero la personalidad reflexiva de Xandru asoma para hablarnos del tiempo y su medida, el lenguaje y la realidad que induce en las cosas por nombrarlas, el papel del dolor en la felicidad. Y, para no pecar de circunspecto, tampoco faltan el humor suave y la retranca del norte. Xandru Fernández mezcla en El príncipe derviche elementos diversos y de difícil vecindad. Con muy diestras artes narrativas, consigue un sabor noble y especiado. Y llegarnos con pulcritud a la sensibilidad y el entendimiento. Un bocado de buen gusto. ¢ ENRIQUE DEL TESO
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EL HORROR, EL TESTIGO, EL ARTE
Un artista plástico en el infierno
Relato y reflexión se alían para hablar del ojo que mira hacia el mal Ricardo Menéndez Salmón Medusa Seix Barral, 2012, 160 pp., 17,50 ¤ El mal y la belleza. ¿Existe algún otro tema más perturbador que la naturaleza del mal, más impenetrable? El mal y por supuesto la belleza, su única redención posible según el célebre aserto de Dostoievski. Éstos son los dos asuntos sobre los que ha pivotado la obra reciente de Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971). Tal vez no haya abismos mayores y todo lo demás sean habladurías, en el sentido que le concedía Heidegger a esta fórmula: un habla que no revela nada, que incluso demora la aparición de las auténticas preguntas. La feliz confluencia de ambos motivos en Medusa discurre por el cauce de un poderoso híbrido de narración y ensayo que parece anhelar para el pensamiento discursivo la vivacidad de la ficción y, para la ficción, la elocuencia del discurso ensayístico, voluntad que se anuncia desde el propio arranque, cuando se nos presentan los arcanos de la Historia y el Mito: la Historia, que querría la donación de sentido que provee el Mito; y el Mito, que querría a su vez la inteligibilidad de la Historia. Safranski ha declarado que «la literatura es una manera de pensar menos reglamentada que las demás disciplinas, por eso tiene una relación muy estrecha con los abismos del ser humano». No creo que ningún coetáneo de Menéndez Salmón haya fondeado con tanto rigor y hondura en tales abismos, dispensando a cada línea, además, el mimo de aquel Baruch Spinoza, tallador de lentes —Baruch, no en vano, es el nombre de pila de uno de los personajes de Medusa—, que investigó la simetría entre el orden de las ideas y de las cosas. Al aproximarse al mal como laboratorio de la condición humana, Medusa corona la trilogía del autor gijonés (La ofensa, Derrumbe, El corrector) y la completa en tetralogía, forzado a regresar a una de sus obsesiones quizá
por su naturaleza escurridiza y su carácter inagotable. Justamente porque el horror es inagotable, y porque, acudiendo a la parodia que Schopenhauer pergeñó del célebre arranque del Discurso del método, «El sufrimiento es la cosa mejor repartida del mundo», la última novela del gijonés no pretende sentar tesis ni cae en la tentación de un
arrancando del Berlín que asiste al ascenso de Hitler y pasando por la Blitzkrieg, la Operación Barbarroja, los campos de concentración, la España de la posguerra —desoladora radiografía la de estas páginas—, las dictaduras de América latina de los sesenta y los espantos de la radiación de Hiroshima sobre la carne, en un travelling que nos arrastra de Europa a América y de América a Asia, siempre persiguiendo la puesta de sol, y que recuerda al periplo de aquel Hans Reiter ideado por Bolaño para su monumental 2666. El vehículo es la biografía de un documentalista de la Wehrmacht, pintor, fotógrafo y cineasta, de apellido Prohaska, un representante del arte como notario, testigo e incluso forense de un siglo que, como reza la cita inicial de Benjamin, acompañó cada paso civilizatorio adelantando otro pie en la barbarie, y al que Menéndez Salmón describe como «uno de los grandes terroristas de la última frontera»
La última novela del gijonés no pretende sentar tesis ni cae en la tentación de un discurso sentencioso, sino que prefiere salpicarnos con las mismas preguntas que el horror suscita discurso sentencioso, sino que prefiere salpicarnos con las mismas preguntas que el horror suscita y regalarnos una memorable ilustración de los excesos de la razón instrumental y de la dialéctica del iluminismo diagnosticada por Adorno y Horkheimer. La historia de la infamia. Del mismo modo en que Magris seguía el caudal del Danubio a través de Europa, Medusa persigue el río del horror vigesimosecular —invento el adjetivo—,
(p. 101), uno de los últimos ejecutores de la desmagización o desencanto del mundo que diagnosticara Weber en lo albores de ese mismo siglo del que el esquivo Prohaska, un ojo que quiere desaparecer en lo representado, levanta acta notarial. La particular catábasis de Prohaska nos coloca ante la pregunta de en qué nos convierte nuestra condición de espectadores del horror, si es posible vivir sin rostro y sin ideología (p. 21), reducidos a pura mirada, testimonio
o documento aséptico. La elección de las tres disciplinas icónicas a las que consagrará su vida Prohaska, la pintura, la fotografía y el cine, no sólo obedece a la centralidad de las mismas en la experiencia estética del siglo xx, sino también a la hegemonía del sentido de la vista en una civilización que ha olvidado, como denunció Heidegger, que lo real es más amplio que lo patente. En este sentido, Medusa funciona también como una genealogía, bien que intuitiva y fragmentaria, de la banalidad de la imagen en nuestro tiempo, como si rastreara en el siglo xx las raíces de su actual estatuto para una humanidad que, a fuerza de sobreponer al mundo una capa de representaciones cada vez más densa y tramada, terminará por enterrar toda posibilidad de sentido. Voluntad fenomenológica. El siglo xx ha sepultado el mal bajo varios estratos de asfixiantes representaciones que nos salpican una serie de interrogantes, como la responsabilidad del testigo Ante el dolor de los demás —título del clásico de Susan Sontag—. El trabajo de Prohaska «¿Es arte o la reprobable actividad de un voyeur?» (p. 66). En su presunta neutralidad axiológica, ¿no replica a su vez la eficacia descarnada de los funcionarios del Reich que afirmaban cumplir sus obligaciones sin valorar las consignas recibidas, la banalidad de su mal? Y, por otra parte, ¿es posible que una subjetividad se cancele a sí misma? ¿Es posible la mostración sin filtros? El testigo, «presente donde el acontecimiento se hace signo, síntoma, metodología del desastre» (p. 67), ¿puede a su vez inhibirse como sujeto y replicar la realidad sin deformarla con sus apreciaciones? Quizá lo más interesante del proyecto estético de Prohaska resida en que no elude la naturaleza vicaria de la representación; por el contrario, intenta «mostrar el mundo tal y como sucede pero introduciendo un levísimo desajuste en él […] que dinamita desde dentro lo que la imagen sugiere y por el contrario ayuda a revelar, con una rara intensidad, lo que la imagen esconde. Ensuciar el velo levemente para transparentar lo que el velo oculta» (p. 35). Existe al menos un grado de separación entre el horror y el testigo, otro más entre el testigo y el artista que ensucia el velo para manifestar que estuvo allí, y otro más que separa al artista del espectador al que la obra interpela, de modo que el espectador queda a dos escalones ontológicos de distancia, y por eso puede —podemos— asomarnos al abismo desde el interior del abismo y arrojarle su reflejo. ¢ MARIO CUENCA SANDOVAL
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endeudado por la potente industria de lo «auto». Automatícese, autonomícese, autogestiónese, autocontrólese, autoprográmese, autoconciénciese, autoerotícese, autoproduzca, autoconsuma, autoedite, autolibérese de lo colectivo, masturbe su yo en cómodos plazos gracias a nuestra infinita gama de consoladores de la marca Gutenberg & Marconi, S. A. »La lógica del posindustrialismo hace creer a cada ciudadano que él mismo es un mass media con licencia para emitir toda clase de signos. El gran negocio ya no está en ofertar aparatos reproductores de mensajes ajenos, sino aparatos productores de mensajes personales. No en tratar al ciudadano como consumidor social: halagarlo como creador individual. Nada de hablarle como audiencia: simularlo como competencia. Vídeos en lugar de televisores, cámaras cinematográficas en lugar de proyectores, emisores en lugar de receptores de radio, registradoras musicales en lugar de reproductoras, miniordenadores personales en lugar de macroordenadores laborales, impresoras en lugar de fotocopiadoras, máquinas de exhibir el yo en lugar de máquinas para admirar al otro.»
La Santa Iglesia catódica La infamia según Juan Cueto Juan Cueto Yo nací con la infamia Anagrama, 2012, 302 pp., 19,90 ¤ En 1982, en la revista Triunfo, Juan Cueto hizo una profecía. Hela aquí: «Las ofertas de comunicación audiovisual se han pluralizado y diversificado, pero todavía se atomizarán más. Se está tendiendo hacia algo que no hace mucho tiempo hubiera parecido una utopía: que cada ciudadano pueda permitirse en estos momentos el lujo de tener una audiencia, sea por medio de las imágenes, los sonidos, la palabra o la escritura. El modelo mitológico que vende el nuevo capitalismo ha dejado de ser el de aquel hombre-consumidor, pasivo, felizmente instalado en la masa, que hacía masa social. Ahora se trata del mito del hombre-creador, artificialmente individualizado a través de las aceleradas tecnologías que vomita la sociedad mercantil, productor de su propia imaginería narcisa,
Juan Cueto estaba profetizando lo que en Futurama, en el año 3000, llamaban la Edad Estúpida. Nos estaba profetizando a nosotros. O no. Al fin y al cabo, qué sabe uno qué viento levantaba en 1982 qué polvos tecnológicos, que pudieran bastarle a un observador perspicaz del momento para deducir qué lodos cibernéticos presentes. Lo que sí está claro es que el zapping de artículos breves en prensa escritos por Juan Cueto que propone y prologa Juan Cruz en Yo nací con la infamia no es, en modo alguno, una colección de ininteligibles antiguallas. Hay rabiosa perdurabilidad en ellos. Juan Cueto nació con la infamia. Rafael Alberti creía haber nacido con la infamia, porque había nacido con el cine, pero Juan Cueto asegura que él sí que nació con la infamia, porque nació con la tele. Rafael Alberti hubo de lidiar con «contumaces cinematófobos» (feliz etiqueta otorgada a los
inquisitorial, cierto escritor judaizante por parte de unos vecinos cristianos de la ciudad. Se empeñaba, referían los denunciantes, en ubicar orondas mayúsculas al inicio de ciertos palabros que tenían «el sabor de la herejía, como sábado, luna, siete y esfera», mientras que escribía «en letra pequeña cerdo, vino y jabalí y no cabra, lecha, antílope y trigo». Las cosas importantes siempre llevan mayúscula; cuando dejan de serlo, pierden tal distinción honorífica. Juan Cueto vivió, y lo cuenta con cierta amargura socarrona, el tiempo en el que el Partido dejó de ser el Partido, la Revolución dejó de ser la Revolución, la Vanguardia dejó de ser la Vanguardia; estuvo presente en el doloroso alumbramiento de la posmodernidad. De todo lo que es Yo nací con la infamia, lo que más es, es eso: teoría, circunstancialmente encerrada entre las cuatro paredes del infame invento de marras, y compendio, de esta escurridiza y pluriforme mojiganga que llamamos lo posmoderno. Lo dice mejor Juan Cruz, en el prólogo. Yo nací con la infamia es «una fabada, un concierto de rock, un ejercicio espiritual de Miguel de Molinos, un disco de vinilo, una paloma volando, un transatlántico, un avión de propulsión a chorro, un millón de entradas en Google, un atentado contra la Wikipedia, un partido de fútbol y la mirada distraída de un niño». Pues sí.
odiadores del asunto por Pío Baroja); Juan Cueto, contra cinéfilos contumaces que eran al mismo tiempo pertinaces teléfobos; ambos, contra las «monsergas luditas» del tiempo de cada cual. Juan Cueto no suscribiría aquello que Salvador Dalí le espetaba a un reportero de Televisión Española, en 1970, con esa manera característica suya de amasar cada sílaba, de fricativizar hasta el delirio cada uve, de zambullirse catalanamente en cada ele:
Juan Cueto nació con la infamia. Rafael Alberti creía haber nacido con la infamia, porque había nacido con el cine, pero Juan Cueto asegura que él sí que nació con la infamia, porque nació con la tele «Considero la te-le-vi-sión uno de los procedimientos mas ¡¡vvvviles!! de la cre-ti-ni-za-ción humana». Juan Cueto se siente muchedumbre, y tampoco suscribe la «continua sospecha de que las muchedumbres están completamente equivocadas en sus gustos». Hoza en el telefilme y en el concurso, en la entrevista y en el reality, con auténtica pasión catódica, y, como todo auténtico amante de cualquier cosa, no se limita a amarla, sino que siente la irresistible necesidad de comprenderla, de diseccionarla, de reflexionarla, de especularla, de teorizar el asunto. No son los cincuenta y tres artículos que componen el libro, publicado por Anagrama, meros chismorreos catódicos, sino edictos de catedrático de lo televisual aptos para todas las dioptrías. Teoría de la antena parabólica, teoría de la sobremesa, teoría de la soledad del telespectador, teoría de la omnipresencia televisiva de Hitler («Los aliados eliminaron a Hitler de la faz de la tierra, pero ahora el tipo ocupa militarmente la faz del Trinitron»), teoría de las «noticias adversas, infaustas y calamitosas que siempre están a punto de dar al traste con todo y luego se diluyen vertiginosamente en la nada», teorías, en fin, regadas por una singular filosofía politeísta en la que caben, como en un inverosímil contubernio judeomasónico, Jesús Puente y Martin Heidegger; María Escario y Michel Serres; el teniente Colombo y Michel Foucault; el mito de la caverna y Chicho Ibáñez Serrador. En la cabeza de Juan Cueto hay «un formidable incesto lesbiano entre la mass-cult y la high-cult». No en vano fue profesor de filosofía antes que fundador de Canal Plus y crítico de televisión en El País. En uno de los artículos, Cueto relata la delación que sufrió, en el Toledo
¢ PABLO BATALLA CUETO
© PABLO LORENZANA
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UN HETERODOXO DE LO TELEVISUAL
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UN ARQUITECTO Y SU TIEMPO
EL RACIONALISTA DISCRETO Un exhaustivo trabajo de Higinio del Río Pérez restaña el olvido del excepcional arquitecto Joaquín Ortiz, modernizador de la arquitectura asturiana, activista de izquierdas y exiliado El arquitecto Joaquín Ortiz García (Valladolid, 1899; Ribadesella, 1983) fue uno de los introductores del racionalismo en Asturias. Decidido renovador del lenguaje arquitectónico, fue arquitecto municipal de Llanes desde 1929 hasta 1937. Socialista y masón, cofundador de la Agrupación Socialista Llanisca, presidió en la villa el Círculo Republicano, jugó un activo papel en la Revolución de 1934 y, ya durante la guerra civil, fue el único arquitecto integrado en la Comisión Técnica de Fortificaciones Militares en Asturias, a las órdenes del Gobierno de Belarmino Tomás. Ello le forzó a exiliarse, primero en la República Dominicana y posteriormente en Venezuela, países en los que desarrollaría notables proyectos arquitectónicos. A él se deben numerosos proyectos de viviendas unifamiliares en Llanes (muchas de ellas encargadas por indianos); edificios de viviendas como el Borinquen o la casa de Contró; obra pública, como la antigua lonja del pescado; fábricas y almacenes, consultorios médicos y sanatorios; puentes, calles, plazas y obras de alcantarillado y abastecimiento de agua. También proyectó en 1936, conjuntamente con su colega Manuel García Rodríguez, el primer «rascacielos» de Asturias en la gijonesa plaza de San Miguel, 1, aunque el edificio no se construiría hasta la posguerra. Sin embargo, pese a la calidad de su obra, la singular personalidad de Ortiz y su trayectoria vital habían permanecido en el olvido más riguroso, circunstancia acaso sólo explicable por la vocación de anonimato de que dio muestras a lo largo de toda su vida. Era un espíritu genial y sin embargo de una extrema humildad, que quiso pasar por el mundo sin hacer ruido. Esa injusta postergación ha sido restañada por el periodista y actual
Fotografía de Joaquín Ortiz para la ficha de la Asociación Socialista Asturiana fundada en 1937, en Barcelona
director de la Casa Municipal de Cultura de Llanes Higinio del Río Pérez en el libro Joaquín Ortiz, un arquitecto racionalista, una cuidada publicación de Hércules Astur de Ediciones. Su concienzudo trabajo, que se ha desarrollado a lo largo de dos décadas, viene a rescatar la figura de uno de los arquitectos más interesantes de la Asturias del siglo xx, protagonista y testigo de las dolorosas convulsiones de la Segunda República. Pero también, más allá de la biografía y el repaso a la obra de Ortiz, traza un minucioso recorrido por la década crucial de los años treinta, reconstruyendo la historia de un lugar concreto durante la Segunda República, su vida cotidiana y el drama de la guerra civil. El Cuaderno se suma a la recuperación de la figura de Ortiz a través de una selección de pasajes e imágenes del libro.
• Higinio del Río Pérez
P
ersonaje intuido entre las luces y las sombras del tiempo que le tocó vivir, Joaquín Ortiz nos parece una personalidad un tanto impenetrable, un ser de sólida formación técnica —en Madrid había estudiado dos carreras universitarias: ciencias exactas y arquitectura—, autor de excelentes proyectos llevados a término —o frustrados por la guerra civil— y ciudadano de intachable catadura moral. Activista político de izquierdas (cofundador de la Agrupación Socialista de Llanes en 1932) e impulsor de nuevos lenguajes formales en el mapa urbanístico, fue solidario [•]
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[•] desde el compromiso más valiente, amigo de las gentes sencillas, y él mismo sencillo, discreto, tímido y alérgico a los oropeles y frivolidades de este pícaro mundo, humanista en su agnosticismo y hombre de acción y de reflexión, con una carga utópica a la que nunca renunció. Estrechamente relacionado con altos dirigentes socialistas en momentos decisivos de la historia de Asturias, asumió en la sombra responsabilidades políticas que acaso nunca se conocerán en su verdadera dimensión. A lo largo del tiempo que permanece en Llanes, Joaquín Ortiz proyectará numerosos edificios, todos los cuales participan, en mayor o menor grado, del lenguaje de renovación formal propuesto por el Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea. A finales de octubre de 1930, trece jóvenes arquitectos, entre los que se encontraban Josep Lluís Sert, J. Torres Clavé y Sixto Illescas en Barcelona, Fernando García Mercadal y Eduardo Torroja en Madrid y José Manuel Aizpurúa en San Sebastián, habían fundado en el Gran Hotel de Zaragoza el gatepac. Ese grupo, tan importante para la arquitectura de vanguardia en España, conectaría plenamente con las políticas reformadoras de la Segunda República. Sus preocupaciones principales se centraban en el urbanismo, la vivienda social, el higienismo y las nuevas tipologías de escuelas y hospitales, lo cual contribuyó a subrayar desde entonces una estrecha relación entre la izquierda y la arquitectura moderna de vanguardia. […] Joaquín Ortiz pertenece al grupo de arquitectos que alentaron la llama de la racionalización en una región como Asturias, donde «el peso de los estilos locales y del historicismo había monopolizado por completo la década anterior», según subraya María Cruz Morales.
El activista político
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esde el acto de proclamación de la Segunda República, el trabajo como arquitecto y la inquietud política y sindical se entrecruzan en la andadura del funcionario municipal. […] Por aquellos días, se había afiliado al sindicato de la Unión General de Trabajadores (ugt) y, once meses después —el 27 de marzo de 1932—, cofundaría la Agrupación Socialista de Llanes, en la que también militarán el doctor José de la Vega Thaliny, el chófer y empresario del transporte Laureano Morán Villanueva y el practicante José Moure Sotura. El arquitecto, que tenía el carné número 2, sería vocal de la primera ejecutiva del psoe llanisco y luego ocuparía el cargo de tesorero desde 1933 hasta 1935. El arquitecto municipal de Llanes era una persona pacífica y tranquila, y, sin embargo, paradójicamente, toda su vida discurrió en medio de una intensidad y de un compromiso sin tregua, aunque lo disimulara. Antes de que empezara la contienda civil, Joaquín Ortiz asumió cargos que hablan claramente de su altruismo político y social. En junio de 1933 se constituye en Llanes una delegación de la sociedad Amigos de la Unión Soviética, y en el comité provisional él será el responsable de organización, mientras que su amigo José María García Gavito, médico, llevará los asuntos de prensa; el periodista Francisco Gómez del Castillo (psoe) será
JOAQUÍN ORTIZ
Joaquín Ortiz pertenece al grupo de arquitectos que alentaron la llama de la racionalización en una región como Asturias, donde «el peso de los estilos locales y del historicismo había monopolizado por completo la década anterior», según subraya María Cruz Morales
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Joaquín Ortiz acudía a aquella casa diariamente al atardecer, atravesando toda la calle Mayor. A esas horas, un par de veces a la semana, se oían en la plaza de Santa Ana las voces del Coro Cultural Llanisco y los sones de la Rondalla Llanisca, que alternaban sus ensayos en el vecino local de la Sociedad Obrera El Porvenir, donde habitualmente se organizaban también reuniones, charlas y otras actividades culturales y sociales. El Círculo estaba situado en pleno casco histórico del Llanes medieval, una zona que atraía la atención del joven arquitecto desde el punto de vista personal y también desde el profesional.
Visiones de un urbanista
U Chalé de Francisco Sordo en la avenida de la Paz, Llanes
el secretario general; Pedro G. Bustillo (psoe) se ocupará de los asuntos de educación y propaganda, y José Sáiz Muñiz (psoe) atenderá las cuestiones administrativas. Los objetivos de la asociación eran «exponer, estudiar y difundir» en Llanes la realidad de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, para ello, se proponía patrocinar «el envío de delegados obreros, que en asambleas magnas señalaran los centros sindicales. Rusia hoy es la incógnita del mundo entero y la prensa diaria despista con informaciones caprichosas lo que haya de bueno o de malo en la más grande revolución que registra la Historia», según señalaba el manifiesto que lanzaron a la calle los amigos de la urss. […] Nada estaba más lejos de su ánimo que el deseo de figurar. Se mantuvo siempre en un segundo plano, pero contribuyó al reforzamiento de la ugt en Llanes a partir de la incorporación al sindicato socialista de la rama local de la Federación de Dependientes y Obreros Municipales de España.
En el Círculo Republicano
C
on Ortiz en la dirección, el Círculo Republicano cumpliría una función algo parecida a la que desarrollan hoy las casas de cultura. En su salón de actos se programaban ciclos de charlas sobre feminismo […] o sobre urbanismo, como la que pronunció Ángel Sebastián, miembro del comité nacional de la Cooperativa de Vivienda Pablo Iglesias, titulada «El problema de la vivienda: casas baratas para los trabajadores». La asamblea general de la Agrupación Republicana acordó reorganizar los fondos bibliográficos con numerosos libros donados y poner en marcha una biblioteca circulante y un cuadro artísticocultural, como base de un ateneo popular. En la casa de Babilonia […] se montaban exposiciones de artes plásticas, como la del joven veraneante Alberto Hernández, presentada por el poeta y también pintor Pío Muriedas y calificada de «pintura revolucionaria»; se promovería una rondalla y se impartiría enseñanza de distintas materias. […]
nos meses después, el mismo periódico publicará en portada —sin firmar y sin preguntas expresas— una entrevista a Ortiz, con el título «La urbanización, necesidad social. Lo que Llanes pudiera llegar a ser si a este problema se le prestara atención». Esto marca un hito, pues se trata de la primera entrevista sobre arquitectura (o sobre urbanismo, más bien) que aparece en la prensa llanisca. […] «El urbanismo es algo independiente de la forma política de gobierno; tiene como objetivo la racionalización de la vivienda y de la vida de la ciudad o núcleo poblado, como perentoria necesidad del hombre.» […] «Creo que Llanes debe estar dividido en zona industrial próxima al puerto, determinada su extensión con el asesoramiento de organismos de patronos y obreros (empresas de fábricas de salazón y asociaciones de pescadores y obreros de estas fábricas), demarcando la zona para el desenvolvimiento racional de esta industria en su máximo aprovechamiento, incluso en los residuos de ella. Zona de viviendas de pescadores y obreros de estas fábricas. Zona industrial de productos derivados de la leche, próxima a la estación y en contacto con la zona agrícola, y viviendas próximas con carácter rural, bajo el asesoramiento de la Asociación de Labradores. Otra zona de viviendas de obreros en general, que sirva de enlace a las dos zonas de viviendas citadas y que permita la vida en familia de obreros de distintos oficios. En las afueras, una zona con destino a la industria del ladrillo. Zona del comercio, en el centro, que puede ser el núcleo actual con pequeñas modificaciones por ahora. Zona de viviendas de veraneantes, recreo, balneario, deportes, etc.» […] «El tipo de edificación debe ser el bloque de construcción moderna, adaptado a la importancia de Llanes: bloques rectangulares distribuidos según la orientación conveniente y de poca altura. Las zonas de vivienda unifamiliar deben ser pequeñas […].» «En Llanes, el tipo de ciudad jardín no tiene explicación. El actual inquilino de una ciudad española que vive en una casa insalubre y soporta, además de las molestias de su familia numerosa, las análogas de sus vecinos piensa en la vivienda individual con su pequeño jardín, subyugado por una infantil ilusión del campo, sin darse cuenta de que es víctima del espejismo de su liberación. La ciudad jardín en las grandes ciudades es la caridad sabiamente administrada con fines bastardos. Es irrealizable económicamente en su totalidad. En las pequeñas ciudades como Llanes, donde la realidad del campo y del mar está tan próxima y se puede llevar hasta los bloques de edificación con parques unidos al campo y con vistas directas, el pretender poner en parangón la realidad con una artificiosa ilusión encerrada por una pared es una idea peregrina.» […] «El ensanche de Llanes, como estas fantasías que hemos hecho, precisa de una base legislativa
que está en embrión; pero que tendrá que trocarse en realidad. La vida humana está íntimamente ligada a estas cuestiones y ha de superar rancias ideas de intangibilidades […].»
Revolución y exilio
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elcuaderno 13
UN ARQUITECTO Y SU TIEMPO
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oaquín Ortiz, como dirigente del psoe, se sumó a la revolución con toda decisión y permanecería en Llanes la mayor parte del tiempo. Hipotéticamente, durante toda una noche acompañó a un representante de Indalecio Prieto, que —hipotéticamente, insisto— había llegado de incógnito a la villa, días antes de la insurrección, a la expectativa de un posible desembarco del Turquesa, y recorrió con él distintos puntos de la costa junto a tres serenos municipales. (Ortiz conocía personalmente a Manuel Atejada. Lo pudieron comprobar su esposa y su cuñada Ernestina una tarde que, iniciada la guerra, caminaban los tres por el paseo de Begoña; en un momento dado, el arquitecto se detuvo a hablar con un hombre durante unos minutos, y cuando se despidió de él, comentó a las mujeres que se trataba del capitán del Turquesa.) […] Joaquín Ortiz, que unos días antes del inicio de la revuelta había recibido en Llanes la visita de sus padres, José Ramón y Dolores, puso tierra de por medio, para evitar las represalias, y marchó a París (una capital en la que, al menos en dos ocasiones, pasará momentos cruciales de su vida por razones de su compromiso político de hombre de izquierdas: en 1934 y en 1939). El nombre de Ortiz saldrá a colación con motivo de la causa abierta contra varias personas de Llanes acusadas de haber tomado parte activa en los desórdenes de octubre. Un informe del capitán de la Guardia Civil Nilo Tella Cantos, fechado en Oviedo el 11 de noviembre de 1934, indicaba que el comité revolucionario de Llanes estaba formado por los factores de la estación del ferrocarril Pedro García Bustillo y José Sáiz, los médicos José de la Vega Thaliny (quien acababa de trasladar su domicilio a la vivienda y consultorio que le había diseñado Ortiz en la avenida de la Paz) y José María García Gavito, el comerciante Juan Antonio Pesquera Menéndez y el tratante de ganado Manuel Sánchez
Noriega, el Coritu, entre otros. Con ellos se relacionaba a Joaquín Ortiz, según otro informe de la Guardia Civil enviado al juez de instrucción del partido judicial de Llanes, de 28 de diciembre, que calificaba al arquitecto de extremista y señalaba que en ese momento el técnico municipal se hallaba ausente de España, al igual que José Sáiz, por ser ambos «los dirigentes en esta villa del Partido Socialista» y haber tomado parte activa en los sucesos de la revolución. […] Ortiz fue encausado por un Juzgado Militar de Oviedo y represaliado en el cargo de arquitecto del Catastro, aunque su causa sería luego sobreseída.
El primer rascacielos de Asturias
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oaquín Aranda considera a Ortiz como uno de los arquitectos sin los cuales en las calles de Gijón habrían faltado obras insustituibles. Una de las huellas de Ortiz en la villa de Jovellanos pudo haber sido la iglesia de los Capuchinos: al estallar la guerra, el Comité quiso derribarla, cuando aún estaba en fase de construcción, pero el arquitecto municipal de Llanes consiguió evitarlo […]. Aunque sus rumbos luego fueron opuestos, había excelente sintonía personal y profesional entre Joaquín Ortiz y Manuel García Rodríguez […]. La
conjunción de las dos personalidades se plasmará a finales de 1935 en el proyecto de un original edificio con planta en forma de V, en la gijonesa plaza de Evaristo San Miguel, número 1, en la confluencia con las calles Menéndez Valdés y Capua, realizado por encargo de Gonzalo del Campo y del Castillo. Era, en ese momento, el edificio de viviendas más alto proyectado en Asturias y tendrá en su composición exterior un cierto parecido con el edificio Capitol de la Gran Vía madrileña. Cada piso contaba con las instalaciones más avanzadas, con calefacción individual y tomas para teléfono y antena de radio en todas las habitaciones. Hace notar Joaquín Aranda que aunque el proyecto definitivo es de 1942, cuando ya el estilo racionalista deja de ser aceptado como lenguaje válido y Joaquín Ortiz había tenido que exiliarse, «en él se sigue manteniendo la idea fundamental de la solución inicial de 1935». El edificio diseñado conjuntamente por Ortiz y García Rodríguez acabará de construirse en 1946, tras una serie de modificaciones y ampliaciones, pero manteniendo la estructura general del primer tanteo. […] Joaquín Aranda sugiere también que para entender el edificio de la plaza de San Miguel es conveniente estudiar primero las obras que había realizado Ortiz en Llanes. «La vinculación con el racionalismo madrileño de la generación del 25 es evidente, tanto en el concepto del edificio como en el propio sistema de representación de
A juicio de Álvarez Quintana, el proyecto racionalista más destacable en Asturias debido a la iniciativa indiana es el Borinquen (1932), edificio de Joaquín Ortiz que resume la esencia del discurso funcionalista los documentos del proyecto. La aparición de elementos de la arquitectura moderna en el diseño de los planos (cubiertas de terrazas accesibles, empleo de la curva e interrelación de espacios) y en las memorias, donde habla de la horizontalidad y de la necesidad de la integración de la vegetación como elemento auxiliar de conexión
El Borinquen Ortiz proyectó interesantes casas para los indianos, y en este sentido nos resulta esclarecedora la reflexión que hace la historiadora del arte Covadonga Álvarez Quintana. Esta autora reconoce que es muy pequeña la representación de la vanguardia racionalista «dentro del conjunto construido a expensas de los emigrantes». Los indianos no veían en la arquitectura funcional, austera y desornamentada, «el instrumento de expresión de su nuevo estatus social, más cuando sobre ellos pesa la imagen de las construcciones erigidas por sus predecesores». Al construir sus casas, aquellos hombres «de escasos recursos culturales y
Edificio y plano de la fachada del edificio Borinquen en Llanes
estéticos» no renunciaban, por regla general, a una arquitectura orientada a «la apariencia, la monumentalidad y la expresión del poder económico». Por eso hemos de ver como un mérito para la arquitectura denominada indiana la adaptabilidad a un modelo
arquitectónico funcionalista, tan ajeno a la arquitectura promovida hasta entonces por los que habían hecho fortuna en las Américas, cuyas preferencias se decantan comúnmente por las características formales llamativas, la ornamentación acentuada y
los diseños autóctonos o eclecticistas, nacionalistas, regionalistas e incluso déco. A juicio de Álvarez Quintana, el proyecto racionalista más destacable en Asturias debido a la iniciativa indiana es el Borinquen (1932), edificio de Joaquín Ortiz que resume la esencia del discurso funcionalista […]. Este inmueble, bautizado con el nombre indígena de Puerto Rico y que fue encargado por Francisco Marcos Purón —un indiano de San Roque del Acebal que había hecho fortuna en la isla puertorriqueña—, es para los dos colaboradores de Cota Cero uno de los mejores ejemplos del racionalismo asturiano dentro del movimiento moderno, intersección del lenguaje internacional y la tradición popular.
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elcuaderno
JOAQUÍN ORTIZ
rios colegas suyos (y que había sido acondicionado por el arquitecto Eduardo Robles Piquer, internado allí). «Hacinados en la playa y vigilados por las tropas francesas, en condiciones infrahumanas, los exiliados soportaron a muy duras penas el tiempo de espera para emprender viajes más largos hacia lugares de acogida, para muchos definitivos y sin retorno», nos dice Miguel Ángel Baldellou en la revista Arquitectura. […] Joaquín Ortiz pudo dejar Saint-Cyprien gracias a la intercesión de la masonería francesa. Él y otros dos arquitectos españoles (probablemente adscritos a alguna logia) fueron acogidos en París, y un tiempo después marcharon a Burdeos, desde donde él escribirá una carta a su familia, en el verano de 1939. Luego se le proporcionó un pasaje en barco a América. El primer país en el que recala es la República Dominicana, desde donde embarcará unos años después con rumbo a Venezuela. Con el exilio del técnico del Ayuntamiento perdía la región asturiana a «un profesional que ya había dejado muestras de su calidad, sobre todo en la villa de Llanes», según apuntan Joaquín Aranda y otros autores. En España todo se había acabado profesionalmente para él.
del edificio con el entorno, los hacen sumamente interesantes; con la utilización, incluso, de secciones constructivas y axonométricas en la definición del funcionamiento de la vivienda unifamiliar, que es el tema básico de aquéllos.» Entre las referencias formales que encuentra en Llanes, Aranda destaca «la casa en la avenida de la Paz para don Lisardo Díaz (1932), la casa unifamiliar, en la misma calle, para don José de la Vega Thaliny (1934), el chalet para la Asociación de Comerciantes e Industriales (1934), el chalet para don Manuel Gómez en San Roque (1935) y el proyecto de reforma y aumento de dos pisos al edificio de planta baja para la viuda de Contró (1936)».
Huida y exilio
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n el verano de 1937 Gijón empezó a sufrir intensos bombardeos aéreos y también desde el mar, cañoneada esporádicamente por el crucero Cervera. El arquitecto municipal de Llanes permanecía en la villa de Jovellanos la mayor parte del tiempo por cuestiones de trabajo. […] Al anochecer del miércoles 20 de octubre, Ortiz llegaba ligero de equipaje al puerto de El Musel, donde se hacinaba una muchedumbre derrotada y en desbandada hacia un futuro incierto. En su piso de la calle Ménen Pérez quedaron las huellas de una salida apresurada: la taza del último café, planos y memorias, que han desaparecido para siempre, y algunos ejemplares de las revistas de arquitectura de la Alemania de Weimar a las que había estado suscrito. Logró partir a Francia a bordo de un barco pesquero, del que nunca supo su nombre. La mar estaba paradójicamente en calma, y la noche muy clara. Tras arribar a la costa francesa pasó, a través de los Pirineos, a Barcelona, donde permanecerá algo más de un año, hasta la caída de Cataluña, y formará parte de la Agrupación de Socialistas Asturianos, nacida a finales de 1937 al calor de la casa regional de Asturias en la Ciudad Condal. En el Archivo de la Guerra Civil Española, en Salamanca, se conserva la ficha de militancia de Ortiz en la asa. Lleva el número 76 y en ella consta el aval de Manuel González Peña, líder sindical minero, y de José Sáiz Muñiz. Durante ese periodo, el arquitecto solicitará el ingreso en el Sindicat d’Arquitectes de Catalunya. […]
Arquitecto de guerra Dentro del programa de defensa impulsado por el Comité Republicano, se ordenó construir el hangar del aeródromo y abrir para ello la caja correspondiente, cavar trincheras en la cuesta de Cue y allanar y limpiar la superficie de la pista de aterrizaje. Los que estaban detenidos por razones políticas fueron conducidos a la fuerza a realizar aquellos trabajos —entre ellos, el cura párroco, Marino Soria González—. Sabino Alonso Fueyo explicaría en un artículo publicado en el diario ovetense Región que, «desde agosto de 1936, comenzaron las personas de dere-
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América y el declive
J Edificio en la plaza de Evaristo San Miguel, en Gijón
Con el exilio del técnico del Ayuntamiento perdía la región asturiana a «un profesional que ya había dejado muestras de su calidad, sobre todo en la villa de Llanes», según apuntan Joaquín Aranda y otros autores Todo se derrumbaba. En enero de 1939, tras la toma de Barcelona el día 26, Joaquín Ortiz cruzó otra vez la frontera, esta vez en sentido contrario, huyendo desde las tierras catalanas. La marcha al exilio a través de la cordillera pirenaica revistió los tintes épicos y dramáticos de una foto de Robert Capa. […] Al llegar el grupo a tierra francesa, los gendarmes internaron a los hombres en campos de refugiados. A Ortiz le tocó ir al de Saint-Cyprien, próximo a Perpiñán, en el que serían recluidos va-
chas a trabajar sin cesar, bajo el látigo soviético, en una extensión grande de terreno. Para octubre vendrán a Llanes 300 aviones. Es, pues, necesario que se dé un impulso a las obras, y se daba un impulso, y otro, y otro, siempre a costa de los facciosos, que quedaban extenuados de tanto trabajar. Vino octubre del 36, y diciembre, y junio del 37…, y los 300 aviones no acababan de llegar. Llegaron, sí, unos diez aeroplanos, que se dedicaban a evolucionar por la costa, sin que se aproximasen nunca a los frentes. Eran los famosos chatos». Un maquinista del tren, llamado Miguel Moreno, que se resistió, fue atado de manos a la parte trasera de una ca-
oaquín Ortiz vivió con su mujer y su hija en varios domicilios. Uno de ellos estaba a las afueras de la capital, en la zona de Las Acacias, en una quinta (un chalé) rodeada de un pequeño terreno al extremo de Sabana Grande. En La Carlota, camino del aeropuerto caraqueño, la familia poseía otra parcela, y posteriormente residiría en un chalé ubicado en la avenida Orinoco. […] Fue socio fundador del Centro Asturiano de Caracas (en el libro de registro de socios de la casa regional correspondiente a los años 1954-1968 Joaquín Ortiz figura con el número 54, con domicilio en la avenida Gamboa, edificio Gamboa, apartamento 10, en San Bernardino) y era asiduo de la Casa de España, situada en una bocacalle de la avenida Urdaneta, frecuentada por los exiliados políticos, cuyo vestíbulo estaba presidido por una gran bandera tricolor de la República española. Practicaba la natación en playas y piscinas, cocinaba paellas en El Junquito (a las afueras de Caracas) y, durante un año —en 1955 o 1956— perteneció a un circunstancial orfeón formado en la Casa de España e integrado por seis voces graves que entonaban nostálgicamente canciones populares asturianas y cántabras. […] Su larga etapa americana fue, por momentos, muy brillante, sobre todo cuando Caracas vivió en los años cincuenta un desarrollo urbanístico sin precedentes. Pero aunque disfrutó de épocas en las que
mioneta, probablemente requisada al contratista Celedonio Torre; de este modo fue llevado por la calle principal de la villa, obligado así a correr un buen trecho desde la estación del ferrocarril; acabó desplomándose y fue arrastrado hasta el puente, donde finalmente lo subieron al camión. En episodios de esta naturaleza, en los que Ortiz no tuvo una participación directa, radica la persecución que sufriría el arquitecto municipal tras la victoria de los nacionales, dada la responsabilidad que éstos le atribuyeron en las obras del aeródromo y en el plan de trabajos forzados. […] El hangar constituía la obra más notable de Ortiz allí. Levantada con
el apresuramiento de la guerra (concluyose en septiembre de 1936), era una instalación rectangular de unos cuarenta metros de ancho por unos veinte de fondo, aproximadamente. Excavada su caja en la ladera sur de la cuesta (más o menos en el primer tercio del campo), de cara al pueblo de Andrín y a la sierra de Cuera, el arquitecto la había ubicado precisamente en aquel punto para que no se pudiera divisar desde la costa, desde donde solía efectuar disparos el crucero Almirante Cervera. Estaba hecha a base de piezas ensambladas de madera, y en los lados largos de su planta se levantaban sendas paredes de piedra,
ganó mucho dinero en su profesión, con la vejez irían cercándole los nubarrones de la penuria. Con la vuelta a España de su mujer y, sobre todo, de su hija —la persona que más quería en este mundo— se iniciará la decadencia de Ortiz, que seguía esperando en cada amanecer la caída del régimen de Franco. Empezaba a ser un náufrago y se mostraba paulatinamente derrotado, con escasa atención a sí mismo. El consuelo en las jarras de cerveza y en los vasos de güisqui se fue convirtiendo en un recurso cotidiano. No se cuidaba y apenas se alimentaba. Cada vez pasaba más horas en los bares. Sin embargo, nunca perdió la dignidad ni el respeto de las gentes. Para todos seguía siendo «don Joaquín», el «doctor», el buen arquitecto, el vecino dispuesto en todo momento a ayudar al prójimo. Se mudó a una fonda en la avenida Libertadores, regentada por un asturiano del concejo de Onís, pero al cabo de un tiempo se vio obligado a abandonarla por impago de varios meses de hospedaje. Le sobrevino una trombosis, y fue entonces cuando el propietario del bar El Polesu —Manuel Amieva Inés, Catire— le tendió la mano y le acogió durante diez años en su casa de la urbanización de la Florida. Catire no podía olvidar que Ortiz le había ayudado, recién llegado él a Venezuela, cuando perdió un ojo como consecuencia de un accidente laboral. […] Pasó varios meses impedido (primero en la cama y luego en silla de ruedas), y Charo Meré le aseaba, le afeitaba, le daba la comida y le llevaba al baño, hasta que él fue mejorando y volvió a aprender a andar. Las dos hijas del matrimonio, María Elena y Ana María Amieva Meré, siempre le llamaron «el abuelo Joaquín». Tuvo que dejar de fumar y de beber, y, en todo ese tiempo, Ortiz jamás habló de su familia. Sólo algunas veces se le escapaban comentarios sueltos acerca de su añorada hija Vicentina. En el piso disponía de un estudio, donde trabajaba en la confección de los planos de las obras que se le encargaban esporádicamente.
Regreso y final
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rtiz no retornaría a España hasta noviembre de 1977, cuando estaba próximo a cumplir los ochenta años. Emprendió el viaje, en cierto modo, medio engañado (Alfonso Martín le había insistido en que era sólo para firmar los papeles para cobrar la pensión, y que luego volvería a Caracas). «Me voy a España, pero sólo por una temporada. No pienso quedarme allá. Por eso, si le parece, llevaré conmigo las llaves
de dos metros de altura, de las que arrancaban, apoyados en seis contrafuertes laterales, los arcos que formaban la bóveda. En su centro, los arcos alcanzaban los 16 metros de altura. El hangar carecía de puerta y su suelo era de tierra, pero, en conjunto, resultaba un prodigio de funcionalidad, de estética y de desafío de las leyes de gravedad. No había en él ni una sola columna. Las manos ejecutoras que habían sabido interpretar fielmente aquel proyecto fueron las del destacado ebanista Simón Valderrábano Escandón, asistido en un taller de la calle Nueva por un equipo de jóvenes carpinteros. […]
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UN ARQUITECTO Y SU TIEMPO
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Edificio Peque en Caracas, 1946. Proyecto conjunto de José Lino Vaamonde y Joaquín Ortiz
Su larga etapa americana fue, por momentos, muy brillante, sobre todo cuando Caracas vivió en los años cincuenta un desarrollo urbanístico sin precedentes de la vivienda por si ustedes no se encuentran en casa cuando yo regrese», le dijo a Charo. Cuando llegó el momento de partir, la mujer de Catire le cortó el pelo, le preparó la maleta y le ayudó a ponerse su mejor traje. El arquitecto regresó a España en un avión de Iberia y en compañía de Alfonso Martín. No pegó ojo en todo el vuelo. Nada más desembarcar en Barajas, su acompañante haría una llamada telefónica: «Ya estamos aquí. Joaquín está delicado. No es ya el mismo hombre que dejasteis en Caracas. Ya está arreglado lo de la pensión que va a cobrar», comunica Martín a Regina, que al día siguiente irá con Vicentina a recibirles al aeropuerto asturiano de Ranón. […] Pocos sabían que aquel hombre reservado y algo desmemoriado, que paseaba lentamente en solitario junto al muelle riosellano y que iba todos los domingos a comer a Celorio con la familia de su esposa, era un testigo excepcional y un prota-
gonista esencial del Llanes de los años treinta. Sin embargo, reconcentrado en sí mismo, nunca quiso hablar del pasado, y si alguna vez se le planteaban cuestiones de la época de la República o de la tragedia de la guerra, salía por peteneras: «Hoy parece que va a lucir el sol… En fin, ya veremos si no le da por llover, porque nunca se sabe, verdad usted», comentaba. Ramón Sobrino de la Vega, alcalde de Llanes de 1976 a 1979, era su médico de cabecera. Iba a verle a casa con cierta frecuencia, y ya en una de sus primeras visitas le agradeció a Ortiz, en nombre de todos los llaniscos, la decisiva intervención que había tenido en 1936 para evitar la destrucción del retablo mayor de la iglesia parroquial, y le participó que el Ayuntamiento le estaba preparando un homenaje. El arquitecto rechazó de plano cualquier reconocimiento a su persona: «Se lo agradezco mucho, pero no puedo aceptarlo. Sepa usted que no hice nada que merezca un homenaje. Sólo hice lo que tenía que hacer», respondió. Unos años después, la Corporación siguiente, presidida por José Enrique Rozas Guijarro (que había llegado a la alcaldía como independiente, en la candidatura de Alianza Popular), homenajearía finalmente a Rafael Álvarez Borbolla, el profesor de dibujo que tan importante papel había jugado junto a Ortiz, cuarenta y ocho años atrás, para impedir que unos milicianos provocasen en el templo daños irreparables. […] Tres días antes, había aparecido en la prensa local una nota necrológica que recordaba el primer aniversario del fallecimiento del arquitecto […]. El hombre que imprimió al urbanismo una nota de sentido común, que compuso un catálogo de modernidad, de racionalidad y funcionalidad, que buscó siempre la simplificación del lenguaje arquitectónico, en contraste con las numerosas vulgaridades anteriores y posteriores a su época, y que acarició sus mejores proyectos desde la cúpula de la casa de doña Flora Dosal, había muerto en Ribadesella el 11 de agosto de 1983, a los 84 años de edad. La única información del óbito que apareció en la prensa fue una esquela de un tercio de página en el semanario El Oriente de Asturias. Demasiada tipografía, tal vez, para su modestia de espíritu y su vocación de anonimato. Joaquín Ortiz está enterrado en el cementerio de Celorio, al igual que su esposa y su hija. ¢
Hangar de la Cuesta de Cue, hecho en plena guerra civil
Los alemanes de la Legión Cóndor destacados en Llanes, entre ellos Adolf Galland (1912-1988), que sería un héroe de la Luftwaffe en la segunda guerra mundial, también quedaron fascinados, al igual que los soviéticos, ante aquella soberbia instalación Unos meses después, en septiembre de 1937, los alemanes de la Legión Cóndor destacados en Llanes, entre ellos Adolf Galland (1912-1988), que sería un héroe de la Luftwaffe en la segunda guerra mundial, también
quedaron fascinados, al igual que los soviéticos, ante aquella soberbia instalación. Hicieron cientos de pequeñas fotos en papel Agfa, desde todos los ángulos posibles, desde dentro y desde fuera, y las enviaron al Ministerio del
Aire, que gobernaba el mariscal Hermann Goering, en la Friedrichstrasse de Berlín. Acompañados de algunos falangistas, unos oficiales de la Cóndor irrumpieron en el ayuntamiento, en los domicilios respectivos de Ortiz y de Simón Valderrábano y en la cúpula de la casa de Victorero, donde había tenido su principal estudio el arquitecto, ansiosos por conocer hasta el más mínimo detalle de la construcción del hangar. Reclamaron planos y registraron estancias y armarios, pero no consiguieron encontrar nada. Ortiz y el carpintero iban ya, en ese momento, camino de Gijón, en pleno repliegue republicano. ¢
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CINEASTAS ANTE EL PRESENTE
Europa en la encrucijada
el festival de cine europeo de sevilla ha mirado de frente hacia un continente en crisis La crisis en la que se encuentra Europa precede a la que pronto, ya a partir del año próximo, va a sufrir también el cine europeo. Tras unos años brillantes, se ha hablado incluso de un «fundido en negro» para el próximo 2013. La industria andaluza, por ejemplo, no tiene previsto ningún rodaje este año. O el país invitado en esta edición, Grecia, bajará sus producciones de manera drástica y alarmante. Ésas son algunas de las más oscuras predicciones que se han destapado en la que ha sido la más completa de las ediciones del Festival de Cine Europeo de Sevilla. • César debe morir • Holy motors • The hunt • Museum hours
RAFAEL SUÁREZ PLÁCIDO
Pero el presente es fascinante: algunas de las obras que se han exhibido retratan el momento que vivimos con una brillantez que, hoy en día, sólo se puede encontrar en algunos directores asiáticos. Escribe Carlos Losilla, en La invención de la modernidad (Cátedra, 2012), que lo que marca el paso del cine clásico al moderno es el predominio del relato —lo subjetivo, la verdadera aportación del autor— sobre la historia, que es lo objetivo. No cuestiono a Losilla, pero pienso que para encontrar una película objetiva, donde la historia tenga algo de verdad y no una manipulación infame de ésta, hay que encontrar autores muy valientes. Y son pocos. Estos días se han programado en Sevilla las más recientes obras de algunos de ellos. Para empezar, la que para muchos es la gran película del año, Amour, de Michael Haneke. Un Haneke más comedido de lo habitual, quizá por el pulso interpretativo que llevan a cabo Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant; quizá porque la historia es un mazazo íntimo para el espectador, que ya la ha vivido en su entorno. Uno de los problemas que se le achaca a Europa es que su sociedad envejece sin aparente solución. ¿Alguien cree que está a salvo? ¿Es realmente un problema? Para ese terrible ente abstracto que es la «economía capitalista» parece serlo. No siempre fue así. En Portugal tenemos un caso que, pese a su excepcionalidad, podría servir de ejemplo: Manoel de Oliveira. A sus 102 años presenta Gebo et l’ombre, una apuesta personalísima por un cine de planos largos —algunos de casi treinta minutos— y una iluminación
Las dos grandes películas del Festival han sido la austriaca Museum hours, de Jem Cohen, y la italiana César debe morir, de los hermanos Taviani oscura, que podría entenderse como su visión de Europa, con un padre que ocultará los delitos de su hijo, incluso sabiendo que pagará por ello, para no causar daño a su esposa (otra versión de la historia de Amour). El elenco es pura historia de Europa: Michael Lonsdale, Claudia Cardinale y Jeanne Moreau, junto a la musa del director, Leonor Silveira. La dicotomía historia/relato está muy presente en otras dos de las grandes películas que programó el festival: el francés Leos Carax ofrece su visión del presente en Holy motors. Tras una fascinante puesta en escena y de la mano del semidesconocido Denis Lavant, que con este papel se convertirá en otro de los grandes actores europeos, asistimos a la peculiar jornada laboral de un personaje que vive su trabajo o trabaja su vida. Los paisajes
de París y las peripecias de los personajes nos muestran la Europa desquiciada y paranoica que habitamos. Algo así ocurre en la sueca The hunt, dirigida por Thomas Vinterberg, en la que la vida apacible de un monitor de guardería se convierte de pronto en una pesadilla. La proverbial cortesía y amabilidad nórdica se transforma en una máquina irracional que amenaza con destruir la vida del personaje que interpreta un colosal Mads Mikelsen. Pero las dos grandes películas del Festival han sido la austriaca Museum hours, de Jem Cohen, y la italiana César debe morir, de los hermanos Taviani. En la génesis de Museum hours están las conversaciones entre Patti Smith y el propio Cohen, productores del filme, sobre Walter Benjamin, el arte y el tiempo. El protagonista es
un maduro vigilante del Kunsthistorisches Museum de Viena, que en su juventud fue músico punk («Antes elegía los sitios ruidosos. Ahora prefiero el silencio»), que va elaborando su particular ensayo de ética y estética en los tiempos de la posmodernidad, o lo que sea que ahora vivimos. El museo simboliza el pasado de Europa que va desgranando el protagonista en un monólogo que se ve interrumpido por la presencia de una visitante canadiense que pasa unos días en la ciudad para cuidar a una pariente enferma. La mirada de Jem Cohen sobre el arte y el mundo impregna la historia con su particular relato y toma partido por el arte como redención. En los títulos finales de César debe morir leemos que es una versión libre de Julio César de Shakespeare. Sí, es eso y algo más que eso. Los hermanos Taviani, en otra de sus ya numerosas obras maestras, nos ofrecen otra historia de redención por la cultura. Los presos de una cárcel de alta seguridad preparan la obra de Shakespeare. Y lo que en principio es un mero pasatiempo se convierte en el modo de salvarse, por medio de uno de los más altos valores culturales que ha dado Europa. Sin concesiones: «Se ve que Shakespeare conocía muy bien Nápoles», dice uno de los reclusos. La implicación de todos los reclusos en el montaje de la obra es absoluta y ellos mismos son los actores de la película. Al finalizar la representación regresan a sus celdas, y el que hace de Casio (el amigo y cómplice de Bruto en el magnicidio) dice: «Desde que conocí el arte, esta celda se ha convertido en una prisión». ¢
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AUTOBIÓGRAFA DEL SUBCONSCIENTE
En la entraña de Bourgeois
una selección de obras de los diez últimos años de la artista para celebrar la primera década de la casa encendida Hasta el próximo 13 de enero La Casa Encendida nos propone una de las más jugosas exposiciones del otoño. Coincidiendo con la celebración de su décimo aniversario, el 3 de diciembre, y olvidándose de la palabra crisis, con la disposición de afrontar un futuro cargado de ideas tan fecundas como esta década, presenta una impactante selección de los últimos diez años de trabajo de Louise Bourgeois (París, 1910; Nueva York, 2010), muchos de ellos nunca antes expuestos. SEMÍRAMIS GONZÁLEZ
Honni soit qui mal y pense, título de uno de los dibujos de la muestra, da nombre a esta meditada exposición comisariada por Danielle Tilkin y compuesta de esculturas, ensamblajes, grabados y recitados poéticomusicales capaces de reflejar toda una vida creativa en los diez años de producción que abarcan. A lo largo de las distintas salas se tiene la sensación de moverse en el interior de una autobiografía, quizá por el hecho de que la obra de Bourgeois posee esa impronta de lo vivido y la capacidad para convertir pulsiones dramáticas en piezas de gran poder emocional. La artista parisina siempre trabajó sobre una temática profundamente personal, olvidándose de las modas, y puede que éste sea uno de los motivos por los cuales no fue reconocida como artista hasta ya haber cumplido los setenta años. Su enigmática producción, cuyo simbolismo oculto perpetuó hasta sus últimas obras, revela esa obsesión por el subconsciente no de una manera generalista y científica, sino con la atención puesta en su experiencia propia, su pasado y la influencia de éste en el presente. Bourgeois mostró siempre una admirable capacidad para trabajar con distintos medios técnicos y reproducir en todos unas mismas obsesiones temáticas a través de múltiples narraciones. Todas ellas están presentes en esta exposición. En las pequeñas piezas destaca el uso de la tela, un material cálido que contrasta con lo que se representa. Por ejemplo, una figura femenina dando a luz un niño que se suspende en el aire, ligado a la madre a través del cordón umbilical. Una escena de dolor revelada a través del color rosa del tejido. No me abandones, un título evocador, remite a su propia madre y a los traumas familiares de su niñez, una presencia
devorarla. Como la misma Bourgeois sugería en otras obras anteriores, el dolor se convierte en algo físico y psíquico: dolor y placer en un mismo acto, alimentar y ser alimento a la par. No en vano, se trata de una de las creadoras que mejor ha sabido usar el medio artístico como instrumento para exorcizar sus miedos y sublimar pulsiones. De su propia condición decía que el artista es de los pocos que tiene el privilegio de estar en contacto con su inconsciente, y que ese mismo inconsciente le llevaba a crear obras cargadas de significado; piezas ante las que el espectador de forma íntima debía tener una respuesta, más allá de cualquier explicación, ya
• Lady in Waiting, 2003. • I see you!, 2007, gouache y grafito sobre papel. • Femme couteau, 1969-1970
Bourgeois representa un caso excepcional de artista mujer que se desliga de etiquetas como expresionismo, surrealismo o feminismo, aunque lo cierto es que fue capaz de tocar ésas y otras posiciones muy distintas sin haber sido intención suya constante en la muestra, como las de lo doméstico, el hogar o la maternidad. La insistencia en este último tema, la maternidad, se muestra de un modo frío e incluso lacerante, como en la serie de dibujos que repite una y otra vez la imagen de un lactante, apenas esbozado en pocos trazos, acercándose al pecho de la madre con gesto monstruoso; la boca se deforma de modo grotesco y parece amenazar con
que en caso contrario habría fracasado en su propósito. Así funciona esta exposición, cargada de sensaciones que se viven a cada paso, en cada obra, en cada sala que descubre nuevas formas, nuevas sintaxis plásticas. Sus clásicas celdas también están aquí. Cell (Black days) (2006) ocupa un gran espacio y muestra una puerta entreabierta pero sin permitir el paso a su interior: una estructura de
acero como prisión a la que no podemos acceder. Dentro, un suelo de madera con dos grandes esferas brillantes juntas, vestidos de mujer colgados y en medio, una escultura sin forma definida, realizada con bobinas de hilo enlazadas. Bourgeois nos traslada al hogar infeliz de su infancia, al espacio de enfrentamiento con su padre; una celda que retiene el pasado y los sentimientos asociados a él y que únicamente podemos observar desde fuera a modo de voyeurs de una vida ajena. En otra de las instalaciones grandes paredes de madera generan un espacio interior central en el que se ubican una silla y dos espejos redondos; si uno se sienta, ambos le devuelven su propia mirada, en un acto de introspección y obligado examen a uno mismo. Este efecto es quizá lo que más destaca en la exposición: recorrerla activa a la par un ejercicio insconsciente que nos invita a repensar nuestro pasado propio y las emociones asociadas a él. En esa serie de ideas que sobrevuelan toda su producción —familia, dolor, infancia, hogar, erotismo—, este último tema no puede pasar desapercibido. Bourgeois concibe el placer sexual del mismo modo que plantea la maternidad, como un momento de placer y dolor extremos. Así, en una de las piezas una pareja se abraza, enlaza y confunde en una suerte de objetos sexuados que no parecen tener fin. Y la artista se vale de nuevo de la calidez del tejido para esculpir una serie de cuerpos que, a modo de banquete carnal, parecen aglutinarse en uno solo. Bourgeois representa un caso excepcional de artista mujer que se desliga de etiquetas como expresionismo, surrealismo o feminismo, aunque lo cierto es que fue capaz de tocar ésas y otras posiciones muy distintas sin haber sido intención suya. Su capacidad para comprender el subconsciente y la figura del padre convierten su obra en una misteriosa autobiografía Hasta enero podemos pasear a través de esta vida, una experiencia de dolor y placer, como ella misma lo sentía. La mirada irónica y cómplice de Louise Bourgeois y su enigmática sonrisa en el retrato de Mapplethorpe junto a Fillette, su escultura de un gran falo de látex, parecen decirlo todo en cuanto al significado de toda esta obra. ¢
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RAMÓN ISIDORO EN ALFARA
Portadas para una biblioteca imaginaria Juan Carlos Gea • Un libro despojado de sus letras, una pintura sin figuras, ¿qué nos dejan? En una primera ojeada, materia silenciosa; más al fondo, el puro deseo de la lectura, el apetito del sentido, el desnudo menester de interpretar. • No es concebible el libro totalmente vacío como no lo es el papel totalmente en blanco. Ni la pintura completamente muda. Ni la perfecta inocencia del ojo. • No es que veamos trazos y signos donde nadie los puso. Es que los escribimos, los pintamos. • Las guardas. Ese par de hojas —bendita sinonimia— que, a un lado y otro del pórtico, custodian el tránsito entre el mundo exterior y el interior. Pero, ¿a cuál guardan de cuál? • «Guarda»: del germánico warda, acto de buscar con la vista, y este de wardôn, atender, prestar atención. Exacto: en el quicio de la lectura, discreto ángel de las guardas reclama y orienta nuestra atención, señala en silencio la dirección de la búsqueda. Y al final cierra la puerta, igual de silenciosamente, a nuestras espaldas. • No es fetichismo del libro: es presencia del libro. El pleno ser cuerpo del libro. Lo sabe quien durmió con uno al lado y, en el duermevela, alargó la mano y lo tocó. • Como toda ventana, la portada de un libro encierra una expectativa y la seria posibilidad del desencanto. Por eso una portada sin letras eleva al infinito la promesa y reduce al mínimo la decepción. • Faja, forro, guarda, cubierta... Ropajes, prendas, capas, embozos. Y al cabo de unas páginas, juzgar si los vestidos no eran más hermosos que el cuerpo; si lo que realmente valió la pena no fue el tacto de las ropas, la excitación del ir desvistiendo el flaco esqueleto de la frustración. • Erotismo de las buenas portadas: el principio de la transparencia mediante la ocultación, y viceversa. • Libros abiertos y clavados en un muro. La intemperie ha ido devorando las partes blandas; queda solo piel curtida, el cuero del sentido. • Libros crucificados, libros en el paredón, libros castigados -por gárrulos o necios o dañinos- de cara a la pared. Libros pudorosos que buscan sustraerse a la mirada, que se han borrado a sí mismos frotándose fieramente contra el muro. Libros disecados como trofeos de caza. • El viejo manuscrito o incunable en su vitrina. Aplicad el oído: el murmullo que oís es el monólogo de un enterrado vivo • Portadas reales para una enciclopedia de lo posible. Textos para el tríptico de la exposición de: Ramón Isidoro Portadas de libros para una biblioteca imaginaria Galería Alfara, Rafael Gallego, 16. Oviedo Hasta el 20 de noviembre
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ENTRE VERSOS Y ACORDES
THREE BIRDS
Las palabras serán las de Leonard Cohen, pero esta la voz que las transmita al público no será la del cantautor, poeta y escritor canadiense. O mejor dicho: las voces. Los poetas Niall Binns y Fernando Beltrán pondrán las suyas en el original inglés y en su traducción al castellano, respectivamente, para traer al Centro Niemeyer una de las más felices fusiones Entre Versos y Acordes de la historia de la lírica contemporánea. La tercera cita del ciclo incluirá textos de algunos de los poemarios señeros de Cohen (Flowers for Hitler, The Energy of Slaves, Death of a Ladies Man, Book of Mercy), fragmentos de su novela Beautiful losers y textos de canciones célebres legendarias: Suzanne, Bird on the Wire, Chelsea Hotel o Take this Waltz. El Cuaderno invoca las tres voces que resonarán en el Niemeyer a través de algunos poemas de Beltrán y Binns, y algunas de las canciones de Cohen, en traducción inédita de Jaime Priede.
ON A WIRE
•
• Leonard Cohen Chelsea Hotel
Suzanne
Te recuerdo muy bien en el Hotel Chelsea hablabas con tanto valor y dulzura; haciéndome una mamada en la cama desecha, mientras las limusinas esperaban en la calle. Éstas eran las razones, y aquello era Nueva York, íbamos tras el dinero y la carne; y eso era el amor para los obreros de la canción, quizás aún lo sea para los que quedan. Pero te fuiste, ¿no, nena? le diste la espalda a la gente. Te fuiste, y ni una sola vez te oí decir: «Te necesito, no te necesito, Te necesito, no te necesito» y todas aquellas chorradas. Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel, eras famosa, tu corazón una leyenda. Volviste a decirme que preferías a los hombres guapos, pero que conmigo harías una excepción. Y apretando el puño por los que como nosotros están oprimidos por las formas de la belleza, te arreglaste un poco y dijiste: «Bueno, ¿qué más da? somos feos, pero tenemos la música». Pero te fuiste, ¿no, nena? lo tiraste todo por tierra. Te fuiste, y ni una sola vez te oí decir: «Te necesito, no te necesito, Te necesito, no te necesito» y todas aquellas chorradas. No quiero decir que te amara mejor que nadie, no estoy al tanto de cada petirrojo caído. Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel, eso es todo, ni siquiera pienso demasiado en ti.
Suzanne te lleva a su casa junto al río puedes oír el paso de los barcos puedes pasar la noche con ella y sabes que está medio loca pero por eso quieres estar ahí y te sirve té y naranjas que vienen de China Y justo cuando vas a decirle que no tienes amor que darle ella te pone en su onda y deja que el río te responda que tú siempre has sido su amante Y tú quieres viajar con ella quieres viajar a ciegas y sabes que confiará en ti porque has tocado su cuerpo perfecto con el pensamiento Y Jesús fue un marinero cuando anduvo sobre las aguas pasó mucho tiempo observando desde su solitaria torre de madera y cuando estuvo seguro de que sólo los hombres que se ahogaban [podían verle dijo, Todos los hombres serán marineros hasta que el mar los libere pero él mismo estaba destrozado
mucho antes de que se abrieran los cielos abandonado, casi humano se hundió bajo tu sabiduría como una piedra Y tú quieres viajar con él quieres viajar a ciegas y crees que quizá puedas confiar en él porque ha tocado tu cuerpo perfecto con el pensamiento Ahora Suzanne coge tu mano y te lleva hasta el río viste plumas y harapos de los mostradores del Ejército [de Salvación El sol se derrama como miel sobre Nuestra Señora del Puerto Y ella te dice dónde mirar entre la basura y las flores Hay héroes en las algas hay niños en la mañana que se asoman buscando amor que se asomarán así siempre mientras Suzanne sostenga el espejo Y tú quieres viajar con ella quieres viajar a ciegas y sabes que puedes confiar en ella porque ha tocado tu cuerpo perfecto con el pensamiento
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ENTRE VERSOS Y ACORDES • Fernado Beltrán
• Niall Binns
La Semana Fantástica
Premio Nobel
Mark Twain en el Cerro Malabar, 1896
Viajo de Cibeles a Sol, camino a cualquier sitio, como siempre, y en mitad de Ruanda, rodeado por cebras y jirafas que se estiran aún más en sus carteles cuando me ven mirar. El Corte Inglés anuncia con bellezas letales sus rebajas de infarto. Regreso a mis rodillas. El periódico abierto todavía por la hueca mirada de esa foto que me hiela la sangre. Una madre muriéndose en Ruanda y junto a ella una niña sin semblante, sin lágrimas mientras el autobús avanza camino a cualquier sitio, como siempre, atrapado en la jungla del horario. Y es curioso de pronto comenzar a pensar y a preguntarse de qué tribu serán las personas de al lado. Hay una rubia tutsi al fondo del pasillo y una anciana muy hutu sentada junto a mí, molestándome a veces con la torpe incursión de sus brazos. También hay entre todas las personas seis o siete sencillas de fichar. Encorbatados tutsis con el gesto grapado a sus disfraces y a su lado la trama milenaria de los sufridos hutus de la calle. Pero me dan más miedo el resto de los [rostros. Los ojos sin indicios. Las frentes sin señales. ¿Serán hutus o tutsis? ¿Serán serbios o croatas? ¿Serán rojos o azules? ¿Serán pan o bocados? ¿Serán el blanco y negro de esta foto o el festivo color de aquella valla publicitaria? Regreso a sus rodillas. Tienen razón las chicas del anuncio. Mejor cambiar de bando, tenderme fijamente en el cuidado césped de sus faldas, acribillar mis sueños con los suaves obuses de sus piernas disparándose al aire, alzar el velo oscuro que a veces me persigue camino a cualquier parte. Cerrar al fin el diario. Apoyar mis dos manos —la hutu con que grito, la tutsi con que amo— en el tenue respaldo de los días que pasan y dejarme llevar por la alegría de saber que ahora mismo se celebra en Madrid La Semana Fantástica
En un bar de Madrid la prostituta polaca se dispone a enseñarnos el lugar donde nació Szymborska. Abre el cajón que está bajo la barra, desdobla poco a poco un mapa. lo extiende ante nosotros con memoria infinita y señala de pronto un punto negro que nos hace temblar. Suspira luego muy hondo desde el filo de sus uñas metálicas y comienza a doblarlo nuevamente sin conseguirlo nunca. Se le ha caído un río sobre la falda, se le alza en los pliegues de la blusa la montaña del hambre, y le cruza de ciudad a ciudad, de pecho [a espalda, la oscura carretera de una noche que no viene en los mapas. Dice después que somos los primeros en hablarle ese día de algo amable y nos quedamos mudos y extraviados sin saber qué decir mientras doblamos poco a poco el deseo que nos llevó hasta ella y regresamos luego al frío de la calle con nuestro amor de siempre, el cuerpo de la nada donde los poetas emergen desvalidos e inmensos como bloques de viviendas pobres cada vez que alguien nombra el esqueleto de su ropa tendida. Esta barriada al sur que no es hermosa, pero es quizá el lugar donde esta noche también nació Szymborska, donde anónima y muda la poesía que no viene en los libros aparece de pronto tras la barra de una historia cualquiera, en cualquier parte
Tumba decimos, sepultura decimos Cementerio, camposanto, necrópolis decimos Nada tan majestuoso como torre del silencio Cómo turba y perturba y reverbera en la mente
Amar es este error imprescindible para poder vivir, esta forma distinta de sentir la lluvia cuando llega el otoño y la saliva de los parques más tristes habla sólo al oído de los locos, de los cuerdos de atar, de este poema empapado de sed, muerto de amor y frío, acantilado al borde un abismo que antes nunca escribí
Se diría un paraíso de árboles y flores A nuestros pies la llanura Bosques de cocoteros, más allá Bombay y a lo lejos el océano con sus barcos estatuarios Todo envuelto en el grave silencio de estas torres Las torres del silencio velan por los vivos Todo rastro de enfermedad, todo riesgo de infección viaja hacia el cielo en el cuerpo de los buitres •
Funeral parsi Inmóviles en su espera, como esculpidos sobre el muro Rodean las torres. Conocen el ritual El cortejo se acerca. Ya les toca •
Mumbai se moderniza Otras torres asedian el perímetro del bosque pero el bosque es sagrado En el corazón del bosque las torres del silencio son sagradas •
2004 Gyps bengalensis, buitre de Bengala, descansa en paz Gyps indicus, buitre de la India, descansa en paz Gyps tenuirostris, buitre de pico corto, descansa en paz •
Los cuerpos se amontonan en las torres del silencio •
Los últimos buitres languidecen en las ramas de los banianos y los gulmohares El diclofenaco fulmina con colapso renal, gota en las vísceras Los últimos buitres agonizan en sus nidos Se desploman al suelo como sacos de patatas •
La tierra es sagrada: no se entierra al muerto El fuego es sagrado: no se quema al muerto El agua es sagrada: no se arroja el cuerpo al mar de Mumbai Así habló el Zaratustra de verdad •
Desde los rascacielos se contempla la lenta putrefacción de los cadáveres En el Cerro Malabar la pestilencia abruma Los sacerdotes instalan en las torres del silencio reflectores que concentran el sol, que aceleran la descomposición de la carne humana Cada día trae sus muertos Los buitres ya no están El ciclo se ha roto •
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En torno a las torres del silencio el silencio se diría que es sepulcral
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SEMILLAS NEGRAS
Auserón, en pos del son
el ritmo perdido rastrea con audacia, rigor y brillantez literaria «el sonido de la negritud que canta en castellano» Ciclo de Palabra Santiago Auserón con Enrique Bueres Cúpula del Centro Niemeyer 30 de noviembre, 20 h Entrada gratuita El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española Santiago Auserón Península, 2012, 446 pp., 22,50 ¤ MARTÍN MERCADER
Nada en él debería causar sorpresa a estas alturas, pero Santiago Auserón sigue sorprendiendo. Es una paradoja que adivinamos confusamente al filo de los ochenta mientras recorríamos a velocidad hipersónica el trayecto que unía el maniquí de aquella estridente portada amarilla (que le valió a más de un amigo la acusación de he-
rejía nuevaolera y horterismo de converso) con el cautivador pico-de-oro que apenas tres años después invocaba a Deleuze y a Guattari ante Paloma Chamorro o en La Luna de Madrid; de fondo, las calles ardían bajo el sol de un poniente que era ya el poniente de la Nueva Ola. En esa ruta insólita, cuyo punto de inflexión pasaba por un botánico que marcó una divisoria en la música popular española (cosa que también adivinamos al instante), y sobre todo en lo que vino después, confirmamos el vislumbre: Santiago Auserón era un asombroso ejemplar único, capaz de moverse a velocidad de correcaminos y de excavar con tenacidad de topo en un cambiante paisaje de frontera entre el canto y la palabra, la reflexión y el rocanrol, Europa y el Caribe (y
África), el pasado y el presente (y puede que el futuro): el medio natural para quien se autodefine como un «cabeza de veleta» que «se va con tanta facilidad tras el autocar de los músicos como tras lo que rasparon a la luz escasa de unas velas o un quinqué los hombres y mujeres del pasado», y que debe al «oficio de hacer canciones» el suministro de «material de primera mano para reflexionar». Esto es lo que hace Auserón en El ritmo perdido. Reflexionar sobre (y a menudo a partir de) la música. Y lo hace a conciencia, a fondo. Nadie se engañe: a pesar de que arrancan como autobiografía, y que el impulso de la reflexión proviene directamente de genuinas urgencias personales, sus casi 450 páginas están muy lejos
de cualquier distracción circunstancial de músico ilustrado. Si él mismo se asume como diletante es sólo en el sentido literal y obvio de su dilettare, del deleitarse en aquello que hace. Pero nada hay aquí de navegaciones de superficie. El ritmo perdido es una obra concienzudamente documentada, argumentada y escrita (y en algún momento cortésmente exigente) que pone un puntal teórico de primera en el proyecto que Auserón ha desarrollado basculando las caderas entre el ritmo de la música y a la armonía del logos: «Rescatar una parte de la tradición lírica olvidada […] en paralelo con el aprendizaje de los cantos de otro mundo». Se dice de muchas maneras a lo ancho del libro: restañar «el olvido casi completo de las tradiciones folclóricas locales» gracias «al poderoso influjo musical afroamericano»; indagar «qué elementos de mi lengua son compatibles con el ritmo aprendido de los negros»; «asistir» (no como
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testigo: como partero) «al nacimiento de una lírica española por primera vez del todo apátrida»; exhumar «el sonido de la negritud que canta en castellano». Aquello africano por (debajo de) la Gran Vía. Empezó siendo una comezón personal ante la perturbadora descarga de «sonoridad eléctrica» que conmocionó a la primera generación de los jóvenes españoles del desarrollismo; primero como receptor y consumidor, después como músico embarcado en «un proyecto afterpunk periférico, en lengua romance» (exactamente eso fue Radio Futura). Y esta última es la precisa posición de partida del ensayista: el yermo tras el punk, aquella «llamada de atención borderline con la que culmina la canción popular eléctrica». Desde ese paisaje poshistórico ya se puede «volver la vista atrás y comparar los restos de las tradiciones poéticas y musicales de nuestras lenguas con lo patrones de la negritud, que se han vuelto universales». Poshistórico, pero no posapocalíptico. Ni baldío. En el caso de Auserón, la sequedad terminal del punk y de la «canción popular eléctrica» recibió el inesperado regadío de de la música popular cubana y la siembra de sus semillas del son. Fue allí donde se le confirmó la anamnesis; algo que, muy platónicamente, sólo le hacía falta recordar: «En mi propia tribu estaban empezando a sonar tambores acallados desde hacía siglos». Tambores de muertos y olvidados haciéndose oír a través de la vieja métrica y del cuerpo. En ese suelo, en ese estado, con esa percusión de fondo, Auserón se encarama a una tesis realmente fuerte, con audacia de ensayista en las miras y cautela de investigador en la escalada: en España, el impacto físico y espiritual de la música afroamericana amplificada urbi et orbe por la electrónica y los media no fue colonización. Todo lo contrario: fue retorno del exilio, seña que conjura el olvido y moviliza un reconocimiento, grieta en la costra reseca del folclore oficial, que ocultaba un caudal subterráneo. Un río tan oculto como las tribus que, a su vez, se ocultaban en él ya a la altura de Escuela de calor; agua que afluye desde África y transporta una tradición preterida. Los «soníos negros» que el cantaor Manuel Torre escuchaba en toda música «con duende» y que Auserón identifica genéricamente como son, sustrato fluido del que brotan «efectos sonoros comparables a los de la electrónica sin necesidad de aparato ni enchufe». Directamente conectados a la electricidad neuronal, a las descargas del músculo y el hueso.
Radio Pasada
Perro inquieto, perro listo, Auserón excava aquí y allá con todas sus mañas en busca de esas aguas oscuras y del
Alabados sean los pies del viajero La huella sonora que persigo yo Que se aleja y vuelve en alas del viento Pájaro del ánima del pensador [Juan Perro, A la media luna] gato negro que todo perro hispano lleva muy dentro. Mañas de la filosofía, de la musicología, de la historiografía, de la etnografía y sobre todo mañas de oyente devoto y «juglar medio alienado». Olfatea el rastro de doctos perros viejos: Aristóteles, Spinoza, Deleuze (deliciosa evocación de sus legendarias clases en Vincennes); Canetti, claro, el gran mediador con los muertos, de quien toma en préstamo herramientas de su Masa y poder para desentrañar la esencia de la animalidad musical popular en el siglo xx… y también una sorprendente genealogía de la Movida. Aguza el oído en la oscuridad para ir sintonizando estaciones de Radio Pasada y atiende el maullido de viejos gatos sabios: esclavos, moriscos, cantaores; capta zambras y leilas, tangos africanos, cantos
de «morenos y pardos» que recalaron en España antes de saltar hacia América, danzas renacentistas y versos del Siglo de Oro que reverberan en soneros y rumberos, y desembocan en el Delta, en el jazz, el rocanrol y el colapso final del punk. También las mañas de la brillantez literaria, que no siempre asisten a los ensayistas. Están en el tono general del libro, restallan a veces en exquisitas divagaciones (las páginas en torno a la metáfora de una «celosía sonora») o en reflexiones de compacidad casi aforística («Resulta interesante el paralelismo entre la evolución de la riqueza a gran escala y el desarrollo de las artes musicales: ambos fenómenos están unidos por el lazo de la esclavitud»; «La seguridad del ritmo no se paga con nada»; «El alma es un fenómeno
eléctrico, la descarga que nos funde con las masas invisibles»; «Hay que tener cuidado con los conceptos que uno pone en juego: país, alma. Son cosas siempre en trance de perderse. Sería absurdo esperar alguna suerte de restitución en esos términos»…). La pesquisa lleva muy lejos y en muy distintas direcciones. El sabueso ventea implicaciones sociológicas, políticas, filosóficas, a veces realmente reveladoras: «Nos hallamos por tanto en una encrucijada entre dos sistemas de pensamiento […]. La inestabilidad de la sociedad española a lo largo de la historia no se reduce al enfrentamiento entre bandos, estamentos sociales, naciones y religiones. Nuestro desasosiego es también una vacilación en el umbral de las columnas de Hércules entre la cultura de la armonía y la cultura del ritmo». Pero no es un theoréin especulativo ni un ejercicio de «nostalgia del origen perdido» (entre otras cosas porque, dice bien Auserón, toda estructura musical o poética «es ajena al concepto de origen»). Ésta una indagación de orden bien práctico; para el propio investigador, que busca sus propias respuestas, pero también con vistas a abrir cauces, trazar surcos, poner las semillas de una continuidad. De nuevo hacia el futuro: «Si logramos que esa llama humilde no se apague por completo, todavía pueden pasar cosas interesantes en nuestra música popular», transmite el músico, que espera que, después de bañarse en «la fuente del lugar común donde se refrescan las sensaciones», sus colegas presentes y futuros escriban canciones capaces de «despertar las voces de los espíritus». Este chucho resabiado y prudente tiene claro que no es cosa de un día para otro: «Hará falta que se sumen ingenios, una generación capaz de devolver la valentía a las canciones y otra generación capaz de sostener el empeño». Pero también es capaz de aullar a sus congéneres con negro entusiasmo para lanzar el reto del son: «Que ningún roquero, jazzero o flamenco, cabal o mestizo, ningún adepto de danzas electrónicas, se prive de apuntarse a la rumba del porvenir». ¢ http://elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com.es • EDITA: Ediciones Trea
• COORDINADOR: Juan Carlos Gea
• CONSEJO EDITORIAL: Juan Cueto, Álvaro
Díaz Huici, Jordi Doce, Elena de Lorenzo Álvarez, Helios Pandiella, Jaime Priede • DISEÑO GRÁFICO: Pandiella y Ocio • IMPRIME: Gráficas Apel Ediciones Trea, S. L. Polígono Industrial de Somonte, c/ María González la Pondala, 98, nave D, 33393 Gijón • Tel.: 985 303 801 www.trea.es • elcuaderno@trea.es D. L. : As. 02972-2012
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AGENDA CULTURAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS Presencia activa
Códigos abiertos
Hasta el 25 de febrero de 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Del 9 de noviembre al 21 de diciembre LABoral Centro de Arte y Creación Industriala
Coproducida por LABoral y MARCO-Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, Presencia activa muestra, a través de las obras de doce artistas internacionales, entre los cuales se encuentran las asturianas Gema Ramos y Nerea Santisteban, la evolución de la performance en sus 50 años de existencia y su vigencia en el arte actual.
Video Selecta 11 obras de videoarte de colección
Códigos abiertos muestra el proceso de un grupo de trabajo que investiga sobre nuevas formas de producir, compartir y difundir cultura en un momento en el que se cuestiona su valor. Así ha surgido la propuesta colectiva de una serie de jornadas, talleres y presentaciones sobre cinco bloques temáticos: Arte y espacio público, La comunidad aleatoria, Resistencia frente a la vigilancia tecnológica, Nuevas formas institucionales y Música y autogestión.
Goyo Jiménez. Al fin solo
Hasta el 6 de enero de 2013 Sala de exposiciones Banco Herrero (Oviedo)
La exposición muestra algunos de los caminos presentes en el uso que se le da a la imagen en movimiento como posibilidad artística. En ella podemos ver trabajos que van desde el vídeo arte hasta el cinema expandido, pasando por la vídeo-instalación, el vídeo-objeto, la reconstrucción, el vídeo ensayo y la vídeo documentación. Un conjunto diverso de piezas audiovisuales se dan la mano en esta muestra de amplio espectro.
18 de noviembre a las 20.00 h Teatro de la Laboral
Uno de los mejores monologuistas cómicos del país nos deleitará con su mordaz y desternillante visión de las relaciones humanas. Con la excusa de una reciente separación sentimental, de haberse quedado en un estado de soledad absoluta, Goyo repasa los porqués del fracaso del individuo occidental heterosexual a la hora de relacionarse entre sí.
A través de esta pequeña muestra, que se instalará en la Sala de Consulta, el público podrá visitar una representación de la vida de nuestros antepasados, sus estilos de vida o sus actividades cotidianas.
Feather Tales II Hasta el 4 de febrero de 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Un work in progress del artista brasileño Ricardo O’Nascimento y de la artista turca Ebru Kurbak en el que utilizan las prendas de vestir como una forma de comunicación y de protección, situándolas en el núcleo de unas investigaciones que vinculan el diseño y la moda. Se compone de 200 unidades reactivas con 1.000 plumas blancas de avestruz distribuidas por la Sala Nueva de LABoral.
Vamos al Teatro en Familia Despierta costurerita y Tresteatrillos 25 de noviembre y 2 de diciembre Teatro y Paraninfo de la Laboral
Ciclo Rock & Soul 23 y 30 de noviembre Sala Club del Centro Niemeyer
The Zares: este grupo instrumental combina diferentes estilos relacionados con la electrónica, predominando el dubstep, electro y new disco sobre el resto. Cercanos a grupos como Zombie Zombie, LCD soundsystem o Joakim, toman la electrónica europea más vanguardista como referencia (24 de noviembre). Ernesto Paredano, pianista y compositor, estrena su nuevo proyecto EP1, un trabajo de electrónica minimal bailable. Balance es la pieza visual que acompaña a EP1, desarrollada también en directo por Marcos Palacio (Flowstudio), repitiendo colaboración tras el éxito con la gira de Ensel (1 de diciembre).
29 de noviembre a las 20.00 h En la Cúpula del Centro Niemeyer
Las nuevas tecnologías de la información y los actuales hábitos de consumo culturales son el marco para abordar la crisis (y las oportunidades) tanto para el sector editorial como para los medios de comunicación escritos.
Exposición Aniversario del Festival Intercéltico de Lorient Hasta el 6 de enero Hall del Auditorio del Centro Niemeyer
La historia del Festival Intercéltico de Lorient, desde la llegada a la ciudad del campeonato de bagadoù (bandas de gaitas bretonas) en 1971 al gran acontecimiento cosmopolita de hoy. Un homenaje a quienes desde hace 40 años construyen esta aventura humana en un espíritu de fiesta y apertura.
24 de noviembre y 1 de diciembre Sala Club del Centro Niemeyer
Ciclo Debate La palabra escrita & la nube
40 años en el corazón del mundo celta
Organizada y producida por la Asociación de Fotoperiodistas Asturianos (AFPA) y el Gobierno del Principado de Asturias, esta exposición constituye, en definitiva, el resumen del año en imágenes realizadas por los profesionales asturianos en el ejercicio de su trabajo periodístico.
Enfants Terribles es uno de los apartados más emblemáticos del FICXixón, resultado de la evolución de aquel primer Certamen Internacional de Cine-TV Infantil, aunque en su versión más comprometida. Esta sección competitiva reunirá el mes de noviembre cinematografías procedentes de nuestro continente, así como proyectos provenientes de Irán, Japón, Israel o Estados Unidos.
Ciclo Electrónica Experimental
Hasta el 31 de diciembre Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo
Hasta el 17 de noviembre de 2013 Varios emplazamientos (Consultar www. clubculturaasturias.com/14/agenda.html)
Del 19 al 23 de noviembre Teatro de la Laboral
Franklin: el repertorio de este cuarteto se compone de los grandes clásicos del Soul y el Rhythmn & Blues adaptados a esta pequeña formación (23 de noviembre, 22.00 h) Electric Buffalo: este trío se adentra en la profunda raíz rockera americana de tintes blueseros con su primer trabajo de estudio: Hidin’ fron the Butcher. 10 cortes directos y sin complejos que harán las delicias de los amantes del género (30 de noviembre, 22.00 h).
Los Playmobils prehistóricos llegan al Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo
Miraes 2012- Itinerancia
50 Festival Internacional de Cine de Gijón Sección Enfants Terribles
Una ocasión para introducir a los más pequeños en el mágico y particular mundo de las artes escénicas: Despierta costurerita, por la compañía La Tejedora de Sueños (domingo 25 de noviembre a las 13.00 h) y Tresteatrillos, por Tragaluz Títeres (domingo 2 de diciembre a las 13.00 h)
Ciclo de Palabra Santiago Auserón, con Enrique Bueres 30 de noviembre a las 20.00 h En la Cúpula del Centro Niemeyer
El Ciclo de Palabra, coordinado por el escritor Jordi Doce, se convierte en un espacio de diálogo y debate donde destacados creadores y pensadores, tanto nacionales como internacionales, compartirán sus ideas, pensamientos y su interpretación de la realidad y del mundo.
Ciclo de Cine Niemeyer Sólo es el principio (Ce n’est qu’un debut) Jean-Pierre Pozzi y Pierre Barougier
Festival Liet
27 de noviembre a las 20.00 h Cine del Centro Niemeyer
1 de diciembre a las 21.30 h Teatro de la Laboral
El Centro Niemeyer presenta un renovado panorama, con cine de género, diversión, las otras latitudes, la cuota autoral europea, la ocasional revisión de algunos clásicos incontestables, el descubrimiento de nuevos nombres y el necesario agregado de no ficción.
El Liet Internacional es un festival anual en el que se elige a la mejor canción interpretada en una lengua minoritaria europea. Con una trayectoria de diez años, en los que ya viajó por los Países Bajos, Suecia, Italia y Francia, este año va a tener lugar en Asturias y por primera vez en la Península Ibérica.
www.clubculturaasturias.com/14/agenda.html