elcuaderno 40
Quincenal de cultura segunda época diciembre del 2012 segunda quincena elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com
Víctor Botas
Una revisión plural y actualizada de su trayectoria literaria
Cinco bolas de Navidad Hipólito G. Navarro Xabiero Cayarga José María Pérez Álvarez Javier García Rodríguez Xandru Fernández
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elcuaderno
VÍCTOR BOTAS: UN CUARTO DE SIGLO DE HISTORIA ANTIGUA
Víctor Botas Pertinencia de una voz • RAFAEL SUÁREZ PLÁCIDO
No lo conocí personalmente. Me lo imagino grandote, sonriendo, no sé si abiertamente a la cámara, como en la película Víctor Botas: con el lenguaje de la melancolía, de José Havel, o si incluso burlándose de nosotros, como el Abelardín de su relato «Harina de otro costal». Escribía en cierta ocaA veces, en cambio, me sión José Luis Piquero imagino a un señor nerque su poema favorito era vioso, tímido y algo pesa«Poema en línea recta», de do, fumando puros Romeo Álvaro de Campos, y especuando no directamente cificaba «en la versión de en pipa, preguntándose y Víctor Botas». En ese poepreguntándonos por qué ma el yo poético se aleja sus libros, especialmente de la imagen más convensus poemarios, no tienen cional suya y se presenta más éxito. ¿Cómo es posicomo un ser ridículo (orble que alguien se le resisdinario, inmundo, vil, pata? Quizá porque nunca rásito, marranísimo, pereestuvimos con él en Roma. zoso, grotesco, mezquino, Es fácil encontrar las sumiso y arrogante). Bofuentes de las que bebe tas llega en su versión más Víctor Botas. Él mismo allá que en cualquier otra las ha señalado en alguversión de este poema en nas ocasiones, desde muy nuestra lengua, pero ditemprano, incluso antes ría, incluso, que llega más de admitir haber enconallá que el propio Pessoa. trado su voz más persoNo sé si Piquero pretennal. Ésta es la condición dió sólo señalar su entonfundamental para entrar ces poema favorito o si a formar parte de la histotambién quiso señalar al ria de la poesía: tener una autor. Pienso que, hasta voz propia y personal. Un Historia antigua (Pamiepoeta que repite lo que la, 1987), Botas es más él lee con más o menos cacuando versiona poemas pacidad mimética nunca de otros que cuando escrillegará a formar parte de Víctor Botas en Salinas be los suyos. ella. ¿Cómo es la voz poéCuando leo su primera novela, Mis turbatica de Víctor Botas? Desde casi su principio tenemos una suerte de poética, que cambia ciones (1983, Laertes), reconozco a ese perpoco en los libros posteriores. En Las voces sonaje pessoano, especialmente en los lances y los ecos (Júcar, 1980), la antología que pu- amorosos. Cuenta cuatro momentos de su viblica García Martín, escribe: «trato los temas da, que podrían ser cuatro relatos diferentes eternos (amor, muerte, paso del tiempo), uti- y se corresponden con otros tantos episodios lizando metros y composiciones ya clásicos amorosos francamente ridículos, zafios y con en nuestra lengua, pero despojados —me- «algo de viles». El personaje es una especie de diante pequeñas alteraciones del tradicio- Arturo Fernández resabiado y pagado de sí nal acento del endecasílabo, la utilización mismo que cuenta sus memorias y cuando no del lenguaje coloquial y otros trucos— de ese está alardeando de su erudición, francamente sonsonete garcilasiano, de esa sensación de fuera de lugar, nos presenta a unas mujeres a haberlos leído antes». Entonces sólo había cuál más triste, que lo que tendrían que hacer publicado un libro, Las cosas que me ace- es salir corriendo de allí. Sin embargo, en uno de sus mejores poemas, «Roma», del libro Rechan (1979, Jugar con Fuego). Y sí, logra apartarse de ese sonsonete garci- tórica, utiliza la anécdota del tercero de los lasiano, pero no de su gran influencia recono- episodios y lo hace de manera brillante. ¿Por cida, Borges. En su segundo libro, Prosopon, sí qué esa dicotomía en Víctor Botas? Su título más celebrado, Historia antigua, lo consigue por medio de ese aún no demasiado común lenguaje coloquial, pensemos que son hace referencia al periodo histórico, a que es los años de los novísimos. Para llegar a su voz una historia que se repite, a que es lo mismo más reconocible tienen que pasar dos cosas: la de siempre, a la mitología, a la tradición, a las traducción o, mejor, «versión» de poemas de influencias, en definitiva, de la «nueva voz» del otras lenguas, y el sentido de la literatura como autor. ¿Qué ingredientes la forman? Los temas y los metros son los mismos que ya [•] juego, que se da en los Cuadernos Oliver.
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Conatos de felicidad Las páginas de un libro de Baroja a la sombra de un árbol, en verano. Un poema de Octavio Paz, de Larkin, de Pessoa, o de mi amigo D’Ors, en la cama de un tren Madrid-París. La joven que recorre la mañana y las calles, con las olas bramándole en los ojos. Mis hijos en la playa de Salinas, tan contentos, jugando con la arena. La solitaria rosa que se enciende, húmeda y temeraria, en un jardín cualquiera de la tarde. La curiosa mirada de los viejos. El brillo de la luna. Todas estas cosas pueden ser motivo de rara felicidad. Todas estas cosas pueden ser tu cruz y tu calvario. Todas estas cosas pueden ser la trampa en la que caes de bruces. Todas estas cosas pueden incluso no ser nada. Nada de nada, hermano. (Las rosas de Babilonia, 1994)
Verano El instante es azul
El mar, aquella quieta piedra verde que ocupa la mañana Palpitante abierta como un párpado la tentación me asalta —Venus emergente en la espuma— muy joven delgadita y con bañador rojo. (Las rosas de Babilonia,1994)
Ahora Una mujer de ojos verdes irá en estos momentos por Tottenham Court, hacia Oxford Street. Otra, de negra cabellera, estará ahora mismo cruzando la Vía dei Fori Imperiali, el Coliseo al fondo. Una tercera, sale seguidamente de la boca del metro de París, justo frente a l’Étoile. En Madrid, habrá una jovencita que ligue emocionada mientras toma una caña en algún bar de Rosales, cerca del templo egipcio: ¿Y tú, my rose, my rose?: a lo mejor miras en este instante el mar y no comprendes que te lo llevas todo en las pupilas. Mientras, yo mato el tiempo tercamente en este cuarto gris y ante esta hoja. (Las rosas de Babilonia, 1994)
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Para perdurar veinticinco [•] citó en 1980. Pero desde Su título más celebrado, años, y más, después de haber las versiones de Segunda mano, Historia antigua, hace fallecido el autor, además de la sátira toma más y más fuerza referencia al periodo una voz poética personal que en su obra. Un ejemplo podría ser «Asturcón», el último poehistórico, a que es una añada algo a la historia de la es necesario tener ma del libro, que el poeta consihistoria que se repite, literatura, algo de suerte en el mundo dera el motivo por el que no se a que es lo mismo de editorial. Víctor Botas fue un le concedió el Premio Nacional de la Crítica. El poeta ya no tiene siempre, a la mitología, ejemplo en vida de todo lo contrario. Aún no he podido leer miedo de decir lo que desea: es a la tradición, a las Rosa, rosae, su novela más vil cuando desea serlo y ridículo cuando lo siente sin temor a ex- influencias, en definitiva, valorada. Se editó en su momento, pero la editorial quepresarlo. Usará el registro más de la «nueva voz» bró inmediatamente y es una coloquial, aquí sí, siempre dendel autor quimera encontrar un ejemtro de los límites de lo poético. Y plar. No ha vuelto a editarse. siempre estará el último ingreSe habla de un diario personal. Su poesía ha diente de esta nueva voz: la ironía. No es cierto sido bien editada, pero casi toda ella en sellos que sea absolutamente nuevo: nada lo es. Pero de poca distribución. Y una buena noticia: la ahora hemos llegado a un punto en que ni los Poesía completa, editada por José Luis García que más lo conocieron en vida sabrían decir qué Martín en La Isla de Siltolá. Sin duda, será la hay de cierto en su obra y qué no. Estos poemas edición definitiva. ¢ no dan la sensación de haber sido leídos antes.
Con el lenguaje de
la eternidad • JOSÉ HAVEL
El pretexto para realizar el mediometraje documental Víctor Botas: con el lenguaje de la melancolía, luego convertido en película-libro con material adicional que enriquecía el aportado por el propio filme (su edición en dvd se produjo dentro de un volumen rico en textos y fotografías inéditos), fue dotar de una clausura cinematográfica al congreso internacional que, organizado por la Universidad de Oviedo, se celebró entre los días 10 y 12 de noviembre del 2004 en torno a la figura del escritor asturiano con motivo del décimo aniversario de su muerte. Obviamente, un autor literario era el protagonista y tema central. Pese a tan concretos asunto y objeto, quise huir en todo momento de los documentales al uso (de filiación televisiva, por lo general aburridos, asépticos, impersonales) con la idea de hacer uno lo más entretenido y atractivo posible, tanto a través del contenido como de la forma. Deseaba yo que esa forma no se redujese a una mera ilustración, que no fuera un simple contrapunto gregario, sino que generase un sentido expresando y comunicando cosas, transmitiendo sensaciones: la melancolía mencionada en el título; la impotencia de al-
guien que se sabe mortal, pero a quien le aterra la sola idea de morir y dejar irremisiblemente atrás todo aquello que amó; el sabor elegiaco de esa pérdida (la película la narra un muerto, al modo de El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, o The Million Dollar Hotel, de Wim Wenders); la pasión sentida hacia algunos lugares… Quiero pensar que Víctor Botas: con el lenguaje de la melancolía es algo más que una obra acerca de un escritor y que, por tanto, trasciende el ámbito literario para procurar despertar el interés de cualquier potencial espectador, no sólo el de los específicamente interesados en [•]
Lluvia En tus ojos de lluvia crecen pálidos árboles de hielo Entre sus ramas tiembla labrada en roca viva la imagen de un ansioso dios que sonríe y mata. (Las rosas de Babilonia, 1994)
Collige, virgo, rosas No falta quien supone que en sesenta mil millones de años, volveremos a estar, igual que ahora (al parecer el Espacio se estira para luego, elástico, encogerse y nuevamente otra vez dilatarse), repitiendo tú, las profundidades de esos ojos, yo, este esperar la muerte de tu mano agónica en las mías, aquí mismo, justo en este lugar. Pero, por si es todo una patraña y nunca más se repite la historia y, como yo sospecho, el tiempo vuela —Eheu fugaces— hacia una noche eterna, me parece que lo mejor que haríamos sería (hoy enseño el Horacio cosa mala) agarrar este instante que se va con uñas y dientes (haces bien, haces bien en reírte: esto es muy serio), sin meta —ni astro— físicas que valgan. (Historia antigua, 1987)
Noche
(Variación sobre un tema de Wallace Stevens) Igual que un brazalete agitado en la danza brilla un charco. (Historia antigua, 1987)
La poesía, que es inmortal y pobre, es además asunto de neuróticos, escuela de parásitos, nido de pedigüeños y fácil coartada para lucimiento (siempre queda bien poner un poeta en cualquier acto oficial) de políticos abecedetos. En lo que a mí atañe, sospecho que me alteró el espíritu y poco a poco me fue llevando a una casi perfecta inutilidad, con el consiguiente coste económico que semejante situación conlleva»
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M. S. Lourenço
(1936) (Ovidio: Amores, 1-5)
José Havel en el rodaje del documental Víctor Botas: con el lenguaje de la melancolía
el lenguaje de la melancolía, que [•] la literatura. Junto con la dan título a la película, y de las factura y la consecución de los que ésta ofrece distintos paritmos adecuados, lo que sajes. A partir de esos mamás me preocupaba era teriales secuenciamos no aburrir y que el filme el guión en una serie de transpirase autentiunidades de sentido cidad, verdad humasujetas a un principio na. Entonces acordé de alternancia entre el con José Luis García pasado y el presente. Martín, guionista y Esa especie de pentaproductor, encarar el grama o de esquema documental como una de versificación visual serie de apuntes para viene determinado por un retrato sentimental, las imágenes de una sesión emocional, de Víctor Bode la tertulia Oliver en la tartas. Así, nuestra película tamde del 14 de octubre de 1994, la bién aspira a ser una obra en última a la que asistió Víctor torno a la infancia, la memoria, la amistad, el amor, la pasión Como todos y cada uno Botas (ésas son las últimas inshacia la cultura, la muerte… de nosotros, Víctor Botas tantáneas de él con vida que se conservan, pues ese mismo día Asimismo, un viaje por determinados lugares históricos de era persona y personaje, sufrió el infarto que lo puso en la vieja Europa: París, Roma, un enigma en sí mismo jaque mate) y la filmación de esa misma tertulia Oliver a fecha Pompeya, Oviedo, Avilés… Esdel 17 de septiembre del 2004. Entre esas dos tas dos ciudades asturianas que tanto amo tertulias de 1994 y el 2004 se deslizan el resto (vivo en la primera, nací en la segunda) quise de las distintas secuencias que integran el memostrarlas mediante imágenes ajenas a los traje. Unas alternancias espaciotemporales lugares comunes. Como avilesino que soy, que en cierta manera propician un relato de a Avilés, especie de mágica segunda patria fantasmas. cargada de recuerdos para el ovetense Botas, Como todos y cada uno de nosotros, Víctor pretendí expresarla en toda su milenaria beBotas era persona y personaje, un enigma en lleza, por encima del prejuicio industrial que sí mismo. Las personas nos protegemos basobre ella pende desde mediados del siglo xx. jo las máscaras del personaje, disimulando De ahí que me satisficieran especialmente nuestros miedos e inseguridades, escudando las críticas que aludían a lo hermosa que luce nuestros puntos más vulnerables y sensibles. la Villa del Adelantado. Por ejemplo, las humoradas irreverentes y Aliciente añadido se me antoja que la maprocaces de Botas poco tenían que ver con el teria prima del documental responda a elemisterio, ternura y sensibilidad extrema que mentos bastante heterogéneos: fotografías, irradian muchos de sus poemas. Siempre me recortes de prensa, libros, manuscritos, imáimpacta comprobar cómo la muerte parece genes en vhs y grabaciones en súper 8 y otros proyectar luz sobre las zonas ocultas de quieformatos de cine doméstico que van del año nes se nos fueron, cómo la muerte otorga cier1952 a 1986; estando diseñado el filme alreto grado de transparencia radiográfica y hace dedor de una serie de textos del propio Víctor aflorar cosas no percibidas en ellos antes: emBotas, extraídos de entrevistas, diarios, própezamos a conocer poliédricamente a las perlogos, ficciones más o menos autobiográficas sonas cuando ya no están entre nosotros. ¢ y, sobre todo, de sus memorias, tituladas Con
Tu lengua tiene la consistencia de las rosas y el sabor de la madrugada. La levanto con mi lengua hacia el cielo y entonces vuelas dentro de mi boca. Muerdes mis labios, y tu boca se queda entumecida y plena. Si la abres, mi lengua se te mete en la garganta y soy la loba blanca que agoniza en la playa. Igual que el mar explora sus mil grutas, yo recorro tu olvido; allí busco las piedras, los corales, las algas de tu historia. Se deslizan tus manos por mi pecho y solo encuentran la oscura superficie de un viejo espejo chino; sin embargo mis manos sí descubren en tus pechos la escultura y la música: hacen nacer formas de la tierra, los primeros ensueños de la tarde. Qué mansos son tus pechos en mi boca: oigo en ellos el agua, los colores del oro, los silencios. Tu piel roza mi cara y me dicta un mensaje.
Cuando siento tus inquietas caderas en mis manos, la gran bahía azul de tu vientre descansa; si te echo en la almohada, se te doblan las piernas en un ángulo recto.
Suben mis manos lentas hasta tus rodillas para luego bajar y quedarse muy quietas en la gran rosa abierta de tu ser. Ahora mi mano tiene la forma de una ojiva:
va leyendo en tus estalactitas aromáticas inscripciones y símbolos. Reposo con la cabeza puesta entre tus pies y aprieto bien los míos en tus sienes. En tus manos yo soy un unicornio libre: me cuentan muchas cosas sobre el amor del mundo con esos cinco signos habilísimos. Y, cuando, tus manos guíen el gran cuerno por los vastos paisajes de tu ser, se espantarán los cisnes por el lago golpeando las aguas con la cola. (Segunda mano, 1982)
La fidelidad, en ocasiones, lejos de ser una virtud, no es más que una impotencia»
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Víctor Botas, traducción y
poesía pisada Segunda mano • JORGE SÁENZ HERRERO
Segunda mano (1982) justifica un mundo y una manera personal de proceder ante una tarea tan delicada como la traducción, entendida como la transformación (no el robo) de un texto ajeno en otro propio para conseguir que resulte diferente siendo el mismo. mentos que forman ese texto En esta obra, Víctor Botas vierpara poner de nuevo en circulate al español lo que considera ción las palabras y devolverlas robos en el tiempo y en el espaal lenguaje. cio realizados por sus verdadeEn realidad, el método de ros autores: quiere hacer suyos traducción de Botas no es más ciertos poemas que, por las raque una excusa para reescrizones más diversas, considera bir los textos que tendrían que que realmente lo son. haber sido suyos, y aunque sus Uno de los motivos que traducciones poseen un alto conducen a Botas a traducir es grado de fidelidad al texto orila necesidad de difusión de los ginal (y, por lo tanto, consiguen autores o la afinidad estética obtener un poema análogo que le une a ellos. Sin embargo, a éste), sus versiones no son con Segunda mano no quiecopias sino transmutaciones. re ofrecer una compilación Evidentemente, esta labor se de poemas «venerables», complica si el traductor no aunque sus traducciones entiende correctamente bien pueden concebirse la lengua en la que están como una antología escritos los poemas de autores y textos que traduce («porclásicos, leídos por que yo —que me perel autor con «predonen los muchos vio fervor y lealtad» sabios de mi gene—como diría Borración— no consigo ges en su ensayo entender nada de titulado Sobre los chino, descifro el grieclásicos—. Extraño go peor que malamencírculo vicioso acabate y en el latín me muevo mos de trazar al hacerse con torpeza de pato entre precisamente lo que no se amapolas»). Lo único que quiere hacer. A pesar de ello, Botas hace en este libro es dar el autor se justifica señalando una «segunda mano» a poemas que es un libro «vengativo» y («pisados») leídos en antoloque con él sólo pretende recuBorges y Safo gías o traducidos previamente perar ciertos poemas que, «por Para escribir su poesía por algún otro autor. De esta razones bastante misteriosas, «pisada», Botas forma, su actividad traductora siempre me produjeron la sendebe entenderse en el sentido sación de haberme sido “pisano duda en utilizar creativo de imitación y emulados” por sus autores». En cualquier caso, el siste- recursos variados y poco ción de los modelos clásicos. Para escribir su poesía «picorrientes que otorgan ma de traducción que aplica Víctor Botas a sus textos se el peculiar estilo al libro sada», Botas no duda en utilizar recursos variados y poco cofundamenta en la reinterpretación y no en la simple tras- —cualquier traductor se rrientes que otorgan el peculación de una lengua a otra lo pensaría mucho antes liar estilo al libro —cualquier traductor se lo pensaría mucho diferente sin modificar en aben emplearlos— antes en emplearlos—. Así, por soluto la esencia del original. ejemplo, puesto que para el Para ello, el asturiano toma los asturiano son textos propios, no tiene ningún modelos y, al traducirlos, los interpreta de tal remordimiento en suplantar las lagunas que modo que incluye en ellos algo de su esencia, puedan existir en los originales para alcanzar de su propio espíritu. Así, como traductor, no el sentido deseado («Lo que quiero es morir», trata de construir con palabras móviles un de Safo); ofrece «terceras manos» de [•] texto inamovible, sino de desmontar los ele-
Tiberio Me aburren los jardines y las noches del golfo; las danzas (tan ardientes) de la Bética; la música engolada y servil de los rapsodas, esos jóvenes cuerpos que se me ofrecen (qué curioso es el amor inútil de los viejos, y qué triste también) con sus caritas asustadas o cínicas que tratan de entretener mi ocio atormentado por la traición, el miedo y la manida soledad de los césares. Qué cosa tan difícil vivir, quieta Vispania, sin contemplar tus ojos como piedras verdes, cada mañana. Roma lo sabe todo; al fin y al cabo no es más que mi reflejo, la ancha sombra que va dejando el César. Y se ríe, y comenta con boca innumerable lo que acaso no sé. Mi pobre Roma; ya haré que tanta risa se convierta en llanto y temor. (Como su dueño). (Historia antigua, 1987)
Moneda La cabeza de Honorio emerge entre mis manos desde el secreto fondo de los siglos. No sabe que yo le estoy mirando.
¿Quién le iba a decir al lejano Augusto de Occidente que esta tarde por la que tú paseas distraída, llegaría a tener algo en común contigo? (Historia antigua, 1987)
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[•] poemas escritos en lenguas desconocidas («La mujer fiel», de Chang-Tsi); se inventa textos y autores («Erótica», de Umberto Spadolini); o realiza traducciones al pie de la letra que no forman parte de sus «recreaciones» literarias («Two English Poems», de J. L. Borges —no resulta extraño que el único autor que traduce literalmente sea Borges, poeta que fue la puntilla para que abrazara la poesía, pues, como el mismo Botas afirma, «la fidelidad, en ocasiones, lejos de ser una virtud, no es más que una impotencia»—). A estos recursos debemos añadir la ironía, el encabalgamiento, las digresiones, los paréntesis y los guiones, los finales anticlimáticos, el léxico cotidiano o callejero, etcétera, rasgos característicos tanto de Segunda mano como del resto de su obra.
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Segunda mano pretendía ser, en palabras de su autor, «un libro vivo y, sobre todo, un libro mío: sólo habla de mí». Resulta sorprendente que un libro de traducciones aspire a esas metas y nos hable más de la persona que hace la «segunda mano» que de los autores originales. Sin embargo, el poeta asturiano logra presentarnos esta obra como «propia» gracias a su peculiar «poética» para asumir y dar forma a la tradición, prestando su voz a autores del pasado para que estos acaben siendo Víctor Botas. Y por este don creo que debemos dar gracias al «divino laberinto de los efectos y de las causas»: «Por el hecho de que el poema es inagotable / y se confunde con la suma de las criaturas / y no llegará jamás al último verso / y varía según los hombres. / Por Víctor Botas y por los íntimos dones que no enumero». ¢
La barrera del sonido Una intuición en torno al poeta V. B. • JUAN CARLOS SUÑÉN
Transcurridas casi dos décadas desde la muerte de Víctor Botas, la lectura de su poesía completa (por más que se trate de una relectura) deja un regusto dramático, una sensación de mensaje que este crítico no pudo, o no supo, percibir en su día y que hoy, lejos de su contexto, se fija en una intuición que se le ha ido imponiendo hasta obligarlo a recomenzar su revisión desde ella. Este artículo va a ser, por tanto, eso: la narración de un camino cuya claridad ensombrece, si no imposibilita, su propia meta. Meta que aparece desnuda en el poema titulado «Yo», de Las cosas que me acechan (1979), donde se define la sima y la cima de una escritura sin cifra: «Esta insensata / costumbre de mirarte en la secreta / certeza de saber que no hay respuesta». ¿Mirar a quién? A la poesía que, muy suavemente aquí, tan pronto como en el cuarto poema de su primer libro, es señalada por Botas tras ese «tú» elusivo, tras esa nostalgia recurrente que marcará toda su obra. No, no se dirige esa mirada a una segunda persona de carne y hueso, a una amada ideal o carnal (aunque sí, aunque claro), sino a la poesía misma, de cuya ausencia de respuesta sólo la forma (ya que no la perífrasis, siempre desatendida) puede dejar constancia. Porque, en efecto, Botas es sumamente hábil manejando un látigo cuyo azote no doma o seduce, no procura la obediencia de alguna fiera a la que hacer confesar la pro-
fundidad del mundo o de las cosas, del sentimiento o del pensamiento, sino que restalla nota a nota para atraer, para desesperadamente convocar una ruptura que lo contradiga, que encuentre más allá de la barrera del sonido una iluminación capaz de mostrarle la cara oculta de esas «cosas / que, misteriosamente, son hermosas» Hay algo en esta escritura (digna, suficiente) que, cuidoso, reclama eso y lo impide, quiérelo y no lo toma (¿pues «sólo quien no busca permanece»?). El poeta da pronto el siguiente paso y hace acto de presencia en su época (entre voces ya un tanto venecianas) con la publicación de Prosopon (1980), un poemario muy à la page, pero al que se le adivina de nuevo ese trasfondo incómodo en un discurso que impone su herencia clásica hasta disolver el mensaje. Un discurso cuyas referencias llegan a chirriar ante sus afirmaciones; como en el poema titulado «Fin de año», donde la mención del temerario Atila cruzando los Alpes sólo puede [•]
Fernando Pessoa (1888-1935) Epitafio
Pasamos y soñamos. La tierra sonríe. La virtud es rara. Edad, dioses, deber, deciden nuestra suerte. Espera lo mejor, pero estate preparado para lo peor. Esta es la única sabiduría que nos cabe. (Segunda mano, 1981)
Eugénio de Andrade (1923) Roma
Era verano y al caer la tarde como Adriano o Virgilio o Marco Aurelio entraba en Roma por la Vía Apia y por Dafne y por todo el amor de la tierra juro que vi la luz hacerse piedra. (Segunda mano, 1981)
Nieve Fue una mágica hazaña en los perdidos campos de la niñez. Y una batalla blanca en la adolescencia. Hoy es un poco de frío en los zapatos y un engorro y una ilusión en manos de mis hijas y un ansia de calor. Mañana, nada más que un peligro azul a cada paso o el momentáneo adorno de mi tumba. También es la sorpresa que me impone pensar en estas cosas. Y en el tiempo, que me tuerce y me gasta. (Como a ti). (Las cosas que me acechan, 1979)
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[•] leerse como impostura humorística, como guiño o guirnalda que viene a desdecir toda la pretendida «sinceridad» que lo precede. Ése fue el texto que hizo a este crítico volver atrás y empezar de nuevo su lectura buscando al dionisiaco que quedó asfixiado por el apolíneo. Porque es difícil creer que a Botas, dotado para otras músicas, no se le quedase pequeña una empresa cuya gracia (muy posmoderna) no pasaba de tratar con cierto alejamiento, con desdén erudito la realidad de su trascendencia. Segunda mano (1982), una antología subjetiva de textos mayoritariamente clásicos tan liberalmente traducidos como cuidadosamente rescritos, de apariencia obediente y contenido osado, sabida en lo consultado pero valiente y novedosa en lo tejido, sería el aldabonazo con que Botas (en un esfuerzo seguramente ímprobo y sin discusión loable) se enfrentaría abiertamente a su ansiedad creativa declarándose siervo, que no pupilo, de unos maestros cuya influencia conseguirá finalmente conjurar en su siguiente libro, Aguas mayores y menores (1985); aunque a un alto precio: el del pastiche como mero residuo entreguista. No se le escapa a un servidor que afirmar que Víctor Botas sabía que más allá de la barrera del sonido había una música que se le negaba es, cuando menos, aventurarse en el criptoanálisis; pero este diagnóstico colectivo propuesto por El Cuaderno cuenta con meVíctor Botas, de niño, disfrazado jores doctores y así, por una vez, ha querido, de soldado romano aprovechándose de ello, leer desde la intuiesa capitulación (por cierto tampoco exenta ción de ese drama de quien persigue a la insdel obligado tributo: «Ponerte un nombre: piración entre la forma como el cazador a la Dafne, Isis, Diosa»); lo cual le dota, paradócorza que, tras una última mirada a su persejicamente, de una frescura mejor digerida: guidor, se pierde para siempre (para no ser ya es el que es, decepcionado y desilusionado, más que niebla, malestar añadido) en la espepero considerar casi pura pasura del bosque. No es extraño que Las labrería toda escritura poética No es baladí esta mención le permite abrirse a otras fora la corza, a la diosa cuya prerosas de Babilonia mulaciones, picotear extrasencia es clara en Historia an(1994) nos muestre, muros, sin comprometer su tigua (1987) y a la que se saluda tras su apariencia de círculo defensivo. Si Segunda («Nadie sabe de ti /sino que mano es el cuarto secreto, Reeres un símbolo») y despide autoflagelación y de tórica es, a pesar de lo público («mira tú que tratar / de cazarte, gacela») en el primero de los rechazo (que lo es ante la de su universo, la bisagra que poemas, «De los nombres de falsificación de quienes va a hacer que, suerte echada, Eurídice». Tras la exaltación simplemente fingieron su puerta cierre ya siempre en una sola dirección. No es extray el escarnio de sus maestros haber encontrado ño que Las rosas de Babilonia grecolatinos (finalmente ven(1994) nos muestre, tras su aquello que él buscó cedores), este libro declara la adscripción oficial de Botas a toda la vida) o lamento apariencia de autoflagelación y de rechazo (que lo es ante la la poesía de la experiencia, o (mejor) al revés. Ha crecido y (por no poder ofrecer a falsificación de quienes simsu escritura roza la impecabili- esa búsqueda otro papel plemente fingieron haber encontrado aquello que él buscó dad; aunque mantiene esa desque el de tema para toda la vida) o lamento (por no confianza hacia sí misma (que, una batalla rehusada), poder ofrecer a esa búsqueda disfrazada de extrañamiento, otro papel que el de tema para de humor, es en el fondo consu personalidad más una batalla rehusada), su perdescendencia: «siempre la luverdadera sonalidad más verdadera. na fue un poquito mágica») y, Es mucho arriesgar decirlo, pero, una vez nuevamente, pasa como sobre ascuas a través acabada la lectura del que fuera el último libro de una presencia cuya necesidad conoce perde Víctor Botas, a uno le complacería que los fectamente, pero que se limita a vigilar desde siguientes versos del poema titulado «El salejos. Botas (clásico, descreído, posmoderno, crilegio» contuvieran un merecido reproche estudioso y sensible) manejó seguramente a esos moldes que, quizá más ambientales que los ingredientes correctos, y lo hizo desde de época, se impusieron a un vuelo que bien una calidad de escritura poco común con la pudo (que al menos deseó sin duda alguna) suque, ¿por qué no decirlo?, es fácil comulgar, e perar la barrera del sonido: «¿Quién podría ni incluso disfrutar en ocasiones, pero (nos gusimaginar siquiera / que a ti. La Poesía / eterna te o no) de cada uno de ellos tomó sólo lo más y viva y pura y coleando, / te suspendieran en ligero. Retórica (1992), su penúltimo libro, es literatura?». ¢ la expresión, respetuosa hasta la ternura, de
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Siempre quise ser un romano en la época de Tiberio» Gato Pavorosa inocencia la de este que junto a mí dormita. Nada sabe de su breve pasado y su futuro incierto en todo, salvo en una cosa: también él morirá. Saca las uñas, se pasea por casa, sigue atento a cuanto pueda moverse; y ahí termina su actividad de augur. (Tiene la panza repleta y no le pide correr riesgos para poder vivir). De tarde en tarde, cuando se pone algo melancólico, traza curiosos signos que no siempre consigue descifrar. Entonces, pobre, para animarle un poco, ronroneo. (Historia antigua, 1987)
Con indecisa pluma voy poniendo indecisas palabras. (Quiero darte un poco de mi espíritu). Es difícil llenar tanto papel con unas líneas capaces de emoción. A cada paso se bifurca el camino y aparecen otros nunca pensados; solo uno, que no sabré encontrar, es el preciso. Escribo, pues, errando las ideas y sus vanas palabras. (Se parece bastante este oficio a esa otra busca más rica, que es la vida. La ventaja de la ficción consiste en que, si quiero, rompo la hoja. Puedo repetirme). (Las cosas que me acechan, 1979)
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VÍCTOR BOTAS: UN CUARTO DE SIGLO DE HISTORIA ANTIGUA
«Era un
hombre de su tiempo pero su poesía es de cualquier tiempo»
Asuntos bizantinos Que ellos sigan hablando y discutiendo asuntos bizantinos. Yo no puedo hacer más que mirarte. Ahora mismo acaban de ocurrírseme unas líneas que te irían a ti igual que anillo al dedo, si no fuera que Safo (es una pena), hace algún tiempo ya, se me adelantó: Sobre unos ojos negros tarda en caer la noche. (Ésta sería la versión, más o menos). No importa: cometo un plagio más, y tan a gusto.
• JAIME PRIEDE / JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN Celaya. Pero en Andalucía contó siempre con buenos lectores y admiradores. A uno de ellos, el poeta y editor Javier Sánchez Menéndez, se debe esta hermosa edición, rara en los tiemJOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. pos que corren. No hay muchos cambios respecto a la edición de J. P. En su opinión, ¿qué 1999. La antología Histolugar pueden ocupar los rias con Historia, preparatemas recurrentes de la da por Luis Bagué Quílez, poesía de Víctor Botas en incluye algunos poemas el contexto de la poesía póstumos que yo no me española actual? ¿Qué he decidido a incluir. El aspectos pueden resultar término poesía completa, desfasados y cuáles vigencomo el de obra completa, tes, tanto desde un punto resulta ambiguo. Para unos de vista temático como de se refiere a «todo» lo que estilo? un autor escribió, borraJ. L. G. M. Yo creo que dores y textos desechados la ironía de la poesía de incluidos; para mí, sólo a Víctor Botas sigue plenalo que su autor dio por vámente vigente, también lido. Víctor Botas, además su recreación de los midel libro Las rosas de Batos clásicos. Víctor Botas bilonia, dejó numerosos era un hombre muy de su poemas anteriores a su tiempo, pero su poesía es primer libro, y otros que de cualquier tiempo. no se decidió a incluir en J. P. ¿De qué se ha alininguno de sus libros. Yo mentado su propia lectucreo que su lugar no está en ra de Historia antigua en la «poesía completa», sino estos veinticinco años? en otro volumen comple¿Cómo se enfrenta ahora José Luis García Martín mentario. Aquí están sólo a ese libro? Me gustaría sasus poemas canónicos. ber cómo se ha mantenido «La poesía de Víctor Botas Incluso desaparecen tres su relación con los libros sigue siendo más joven poemas de Segunda mano, de Víctor Botas sin la ceratribuidos a Bernardo Del- que la mayor parte de la llamada canía de su presencia, sin gado, que él deseaba dejar poesía joven. Estéticamente los la cotidianeidad del persofuera. Aquí está la poesía naje, del amigo… jóvenes suelen ser muy poco canónica de Víctor Botas. J. L. G. M. La relación con En cuestiones de edición jóvenes. En poesía se nace viejo el autor no siempre favoliteraria, como en tantas rece la lectura de su obra, y se va uno haciendo joven otras, menos es más. y eso es especialmente con los años. En los mejores cierto en el caso de Víctor J. P. Con matrícula de casos, claro» Botas. No iba de poeta por Sevilla. Viene de lejos esa la vida, todo lo contrario, y relación de su poesía con muchos de sus familiares y amigos se sorprenAndalucía… dieron cuando publicó su primer libro: ni siJ. L. G. M. El poema «Asturcón», con el que se quiera sabían que escribía versos. Los poemas cierra Historia antigua, contiene una irónica de Historia antigua yo los fui viendo nacer casi alusión a la poesía andaluza, o a cierta tópiuno a uno. Siempre me parecieron un milagro ca poesía andaluza, de la que siempre Víctor cuando me los enseñaba por la tarde en la mesa Botas se mostró muy distanciado, aunque sin de la cafetería. Discutía yo por entonces [•] llegar a los extremos sarcásticos de un Gabriel
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(Historia antigua, 1987)
JAIME PRIEDE. ¿Qué planteamiento distingue a esta nueva edición de la poesía completa de Víctor Botas de las que se realizaron con anterioridad?
Li-Po
(701-762) Solo bajo la luna Una jarra de vino entra las flores. Bebo solo, sin nadie. Pero invito, levantando la copa, a la alta luna que se enciende en la noche y, si contamos mi sombra, somos tres. Apenas puede la luna echar un trago, y a mi sombra le basta con seguirme a todas partes. A esa luna debo yo mi sombra. Nuestra alegría es breve: se parece mucho a la primavera. Si yo canto, tiembla el astro allá arriba. Si yo bailo, mi sombra gesticula. Hace bueno el buen entendimiento al invitado; si te vuelven la espalda, es que ya es hora de marcharse: reunión que mucho dura pierde todo atractivo; y empalaga. (Segunda mano, 1981)
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ción de su poesía? Un lector [•] mucho con él de políresidente, a pesar del poco tica y otras cosas (yo siempre tiempo cronológico transcuhe discutido mucho de todo), rrido desde su muerte, en un y los poemas me parecían mundo más acelerado y potener una sutileza distinta. siblemente menos ingenuo El poeta siempre es otro. Eso que el de entonces… resulta sobre todo cierto en el caso de Víctor Botas. Pero J. L. G. M. No veo yo tanta según pasa el tiempo cada diferencia entre el mundo vez se le parecen más. de entonces y el de ahora; los cambios históricos y de J. P. Usted ha sido un gran mentalidad siguen un ritmo amigo de Víctor Botas y, coque no es el de la actualidad mo nos comentaba, ha seguiperiodística. Lo mismo pasa do muy de cerca el desarrollo con los cambios literarios. de su poética. ¿Se atreve a La poesía de Víctor Botas aventurar una posible evolusigue siendo más joven que ción de ésta si estuviera vivo la mayor parte de la llamada y se mantuviera en activo poesía joven. Estéticamente como poeta? ¿Qué aspectos los jóvenes suelen ser muy de nuestra situación actual poco jóvenes. En poesía cree que de un modo u otro Poesía completa. Víctor Botas se nace viejo y se va uno impactarían en el universo Edición y prólogo de José Luis haciendo joven con los años. de Víctor Botas? Me pregunGarcía Martín. La Isla de Siltolá, En los mejores casos, claro. to si se acentuaría el sesgo 2012, 444 pp., 30 ¤ sarcástico y burlón ante la J. P. Mi libro preferido de crítica situación que vivimos a nivel político y Víctor Botas es Segunda mano. Me acompañó financiero, equiparando la decadencia europea durante todo un verano. ¿Cuál es el suyo y de a la del viejo imperio de Roma, o tirarían más qué forma le sigue acompañando? fuerte de su imaginario las jovencitas… J. L. G. M. A mí también me gusta mucho Segunda mano, un libro escrito en colaboración J. L. G. M. No sé por dónde seguiría la poesía de con los muchos de los mejores poetas de toVíctor Botas, pero sí su obra literaria. Creo que dos los tiempos, y que sin embargo es una de se habría dedicado más a la prosa, y que esa obra sus obras más personales. Pero si tuviera que maestra desconocida que es Rosa rosae habría quedarme con sólo un libro de Víctor Botas, tenido continuación. La temprana muerte, a me quedaría con Historia antigua. Claro que los cuarenta y nueve años (a esa edad murieron entonces dejaría fuera a algunos de mis poesan Juan de la Cruz, Clarín, Rubén Darío), me mas preferidos. Mejor entonces quedarme parece que afectó menos al poeta que al prosiscon esta Poesía completa, cuya edición ha ta. Como poeta, creo que dijo lo que tenia que cuidado tan admirablemente Abel Feu para decir; como prosista se quedó a medias. las ediciones de La Isla de Siltolá. Un pequeJ. P. ¿Qué puede encontrar sorprendente el ño volumen que no se agota nunca y que nos joven lector de poesía que descubra por primeacompaña para siempre. ¢ ra vez a Víctor Botas de mano de esta nueva edi-
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Víctor Botas junto a su esposa, Paulina Cervero
[...] —Hombre, estás aquí. Estoy jugando a las mamás; si quieres, puedes ser el padre. Yo contestaba que bueno, procurando ocultar, con una mueca despectiva y un ptss que me salía bordado, la ilusión que me hacía eso de que ella fuese la mamá y yo el papá, y que, cuando volvía del trabajo, cansadísimo, ella me pusiera la cena en unos cacharros diminutos, antes de irnos a la cama —que eran los almohadones del tresillo colocados en el suelo de terrazo— muy juntitos. Tapados por la toalla, húmeda todavía del baño reciente y llena de arena, nos apretábamos; nos hacíamos caricias en la cara, en los brazos, en la espalda desnuda; sentía yo su pecho contra el mío, su aliento en mi garganta, sus manitas cogidas de las mías, sus pies descalzos en mis piernas. (Mis turbaciones, 1983)
Víctor Botas: poemas,
máquinas de eternidad • MARTÍN LÓPEZ-VEGA
En «Asturcón», el poema que cierra Historia antigua, su libro de 1987, encontramos al menos un par de las claves esenciales de la poesía de Víctor Botas. El gusto por la ambientación «romana», como punto de partida; una ambientación que sin duda delata la pasión de Botas por un momento histórico y una literatura, pero que, sobre todo, le permite, mediante el truco de situar acciones hodiernas narradas con lenguaje contemporáneo en aquella época, subrayar la ironía y el absurdo de ciertas situaciones sin
necesidad de más gesto que subrayar lo fugaz de su importancia. Es la «sonriente coña beatífica» a la que se refiere en el último verso de ese poema, que es marca de la casa y uno de los dos ejes de su poesía. Porque Víctor Botas, que en efecto tenía mucho de la ironía de Marcial y la misma facilidad para hacer poesía con palabras [•]
Solo, aislado como estaba, sin demasiada idea de quiénes eran los nuevos autores que merecían la pena ni de cómo o dónde publicar, sufrí un largo purgatorio de despistes y meteduras de pata, producto de la empanada que arrastraba, hasta que una mañana de Semana Santa de 1979 —y gracias a mi mujer— conocí a José Luis García Martín, que por entonces editaba su revista Jugar con Fuego. Durante diez años, pero sobre todo hasta el 86 o así, me fui enterrando más y más en esto de la literatura de la mano de tan sinuoso personaje que en adelante sería un poco mi asesor, mi agente literario, mi amigo de tantas tardes en las cafeterías de Avilés, mi conciencia literaria y mi enemigo político»
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Víctor Botas delante del café donde tenía lugar la tertulia Oliver, en Oviedo
sello de la casa pero dejando claro que esos poemas van a otro lugar, buscan algo (mucho) más que un anticlímax retórico. Para mí, ésta es la gran lección de la poesía de Víctor Botas. Los tiempos han vuelto ridícula la solemnidad, sí. No aceptamos ninguna verdad si quien la enuncia no ha sido antes de capaz de ponerse a prueba a sí mismo, y tal parece que la única manera de demostrar haber dado ese paso sea ser capaz de reírse de uno mismo. Pero esa risa no es más que un síntoma. La poesía de Botas nos dice: lo que importa, siempre, es esa verdad que el poema comunica. Que la fórmula debe incluir esas gotas de sonriente coña beatífica, de acuerdo. Pero es sólo eso: un ingrediente. Botas sabía muy bien que la única forma de ser moderno es entender uno las novedades verdaderas de [•] procaces que demostrara Botas sabía muy bien su propio tiempo no para entrea ellas sin crítica, sino para Catulo, era, sobre todo (incluso que la única forma garse incorporarlas al acervo. en los momentos de más «coña de ser moderno es Fue en 1994 cuando empebeatífica»), un elegiaco hondo cé a pasar por la tertulia Oliver, y solemne. En sus libros, a meentender uno las donde se hablaba de todo menudo los poemas coñones sirven de contrapunto a sus poemas novedades verdaderas nos de poesía. La poesía la pode su propio tiempo nía la pila de libros que llevaba más elegiacos, como si su autor se diera cuenta de que se está no para entregarse a para repartir José Luis García Martín, rector magnífico del ceponiendo demasiado solemne y ellas sin crítica, sino náculo. Allí estaban Xuan Bello, por modestia o vergüenza decipara incorporarlas Pelayo Fueyo, Marcos Tramón, diera rebajar un poco el tono de José Luis Piquero, Silvia Ugidos, su elegía. En Retórica (2002), al acervo Javier Almuzara, Vicente Garel último libro que el autor vería cía… Uno de los fijos era Botas, publicado (Las rosas de Babisiempre con algún comentario lonia se editó de forma póstusocarrón en la punta de la pipa. La ma) los grandes poemas son última vez que lo vi fue a la puerta elegías: así, «Roma», a un amor de una cafetería de la calle Uría: no vivido; «Variación sobre un se había enamorisqueado, como tema de Tu Fu», que tiene algo al parecer hacía frecuente e inode instrucciones para construir centemente, de una muchacha, y una elegía; o «Palabras para una allí estaba a la espera de hacerse despedida». Son los tres granel encontradizo (no entraba en la des poemas del libro. Hay otras cafetería para no gastar en balde elegías menores, haikus, poeel dinero de una consumición)… A las musas, mas más o menos paisajísticos, humorísticos lo justo; encuentros casuales que llevar a los poemas en los que llama Cástor y Pólux a sus poemas como símbolo de la fugacidad de todo. hijos. A menudo, Botas usa palabras o expreCuando me acuerdo de él, lo imagino aún a la siones coloquiales («qué demonios», «hacer puerta de aquella cafetería: esperando el fugaz gárgaras») cuando nota que el poema se eleva encuentro con la musa de turno para robarle demasiado, cuando siente que bordea la curapenas una sonrisa y dejarla con ella en la boca si. El recurso, probado ahí, funciona también mientras él se va corriendo a dejarla en un poeen los poemas mayores, pero en ésos ya no se ma, la forma de eternidad más perfecta (pocos recurre a él en los finales de los poemas, sino lo tuvieron tan claro como él) que existe. Otra que Roma parece salida de un ataque epilépcosa será lo que la eternidad importe. A Botas tico o hay que echarle el guante antes que na(a quien sin duda le importaba) un buen puñadie al jefe (parafraseo las escasas concesiones do de poemas memorables se la garantizan. No coloquiales de esos poemas), pero siempre en creo que hubiera pedido más. ¢ lugares más escondidos del poema, dejando el
Solapa de Mis turbaciones, 1983
Víctor Botas —seudónimo de María Pía de la Roza— nació en Oviedo el 24 de agosto de 1959. Licenciada en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, prepara en estos momentos la tesis doctoral Influencia de san Isidoro de Sevilla y otros santos varones de la transición al Medioevo en el actual pensamiento del socialismo español. Líder activa de diversas organizaciones feministas, ha publicado los libros de poesía Las cosas que me acechan (1979), Homenaje (1980), Prosopon (1980) y Segunda mano (1982) y varios poemas y relatos dispersos en revistas literarias, siendo ésta su primera incursión en el campo de la novela. Traducida al italiano y al bable, su obra poética fue antologada por José Luis García Martín en Las voces y los ecos (Júcar, 1980). (Solapa de Mis turbaciones, Laertes, 1983)
•••
[...] Surgió del mar, cual Venus naciente de las aguas, el negrísimo pelo chorreando, los párpados apenas entreabiertos bajo el sol cegador de la mañana, con un arpón de bronce en el que un pez como de oro agoniza entre centelleantes coletazos. A sus espaldas, Capri flotaba en la bruma, un par de barquichuelos entregaban sus velas a los vientos y, más allá, camino de Miseno, sobre la línea de espuma, brillaban las corazas de una nave de guerra de puntiaguda proa y triple fila de remos. Sexto interrumpió al instante su paseo y se queda con los brazos en jarras y las mínimas olas muriéndose a sus pies, petrificado, quieto, salvo los ojos ávidos de contemplar el singular regalo que el mar les ofrecía. (El humo del Vesubio, 1996)
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CINCO BOLAS DE NAVIDAD
Gruyères nevados • HIPÓLITO G. NAVARRO • Alfonsina los vio venir desde más lejos, pero no me dijo nada, y es que a ella le gusta verme con ella entre las manos, eso tan caliente entre tanto frío como traía la tarde, asomando entre los botones de la bragueta como un animalillo, mirando a la nieve blanquísima y tentadora más abajo, echándole una ojeada a las formas de Alfonsina más adelante, casi oculta entre
los pinos nevados. ¡Qué delicia mear en la nieve! El chorro amarillo intenso y humeante fue a estrellarse en la mismísima barriga de Pepote, desde donde fue construyendo un camino dorado hasta el suelo, socavando las formas del muñeco con una violencia derretidora impresionante; cuando la envergadura del chorro fue mayor orienté la manguera más arriba, empinando divertidos surtidores amarillos que pusieron perdido a Pepote hasta cerca de la cabeza, desde donde me miraba con sus ojos de palo incrustados en lo blanco con una sorpresa fría y silenciosa. Así, cuando estaba yo más entusiasmado en el proceso de evacuación, suavizando con la lima del chorro las caderas llenas de bultos de Pepote, los sentí venir por detrás, a la vez que una sonrisa maliciosa de Alfonsina, que no había dejado de contemplar ni un momento el pitorro de la fuente, me convenció de que no había ya tiempo material para agotar las reservas de la urea y mucho menos para esconder el pájaro, así que ya me dio igual que me la vieran asomada a la temperatura criminal de la alta montaña enredado su principio en la bufanda abrigadita y con botones que para el asunto supone la bragueta. Justo cuando los guardias empaquetados en sus verdes uniformes se me plantaron delante con una agresividad que iba a ser absolutamente innecesaria, el hilo amarillo último consumió su definición de hilo para transformarse en una sencilla cadena de gotas que rápidamente dejó de ser cadena y que al final fue gota y gota y ya; una sacudida simpática a la postre (que yo sé que a Alfonsina le fascina) y el tiritón acostumbrado dieron paso a ese sabio ejercicio de sacar el trasero lo justo y suficiente como para guardar sin más preámbulos la cosa hasta más ver. —Buenas tardes —dijeron los guardias, una vez que hube terminado la parafernalia de la orina. —Buenas y frescas —les dije yo. Alfonsina disparó entonces una foto, cuyo clac detrás de la pareja puso en guardia a los guardias, que se giraron bruscamente llevando sus manos enguantadas de cuero a los fusiles creo que ametralladores, de esos con cañones agujereados como un queso. Alfonsina terminó de salir de entre los pinos, y guiñándoles el ojo que dejaban ver sus rizos morenos y revueltos les dijo también, divertida, «buenas y muy frescas». —Buenas —dijeron los guardias, saludando con la mano que antes llevaron a las armas ahora en una posición característica que apoya las yemas de los dedos de los guantes sobre las sienes derechas de ambos a dos y que inclina los dedos continuación de las yemas cuarenta y cinco grados más o menos con respecto a la horizontal del tramo de brazo comprendido entre los codos y los hombros de cada uno de los guardias. —¿Un cigarrillo? —les ofrecí yo, esperando la acostumbrada negativa de estando de servicio ni caramelos.
—No, muchas gracias —replicaron, como es de suponer, al unísono. Enseguida comenzaron a exponer el motivo oficial de la visita —Alfonsina y yo nos mirábamos y pensábamos en el cargamento clandestino que habíamos dejado más arriba—, si bien antes estuvieron peripleando (el verbo se presta a una ocasión así) acerca de respetar la naturaleza, máxime siendo el lugar parque natural mismamente, y no hacer guarradas con la nieve, que ella no le hace daño a nadie (el argumento es muy bonito, más que cualquier otra cosa el argumento es bonito, muy bonito), y dejarse de pamplinas de fotografiar a la autoridad cuando cumple con sus obligaciones de supervisión y vigilancia, máxime (lo de máxime lo trabajan mucho, eso sí) cuando esa fotografía es colofón de una serie suponemos cuasi porno, que eso de mear a un muñeco de nieve habría que estudiarlo en profundidad, máxime cuando la escena ha sido contemplada por una ¿señora o señorita?, preguntan ambos; Alfonsina les comunica que ella es toda una señora señorita, y que la edad es coto pri-
Hipólito G. Navarro
(Huelva, 1961) es autor de una novela, Las medusas de Niza (Premios Ciudad de Valladolid 2000 y Andalucía de la Crítica 2001), y de los libros de relatos El cielo está López (1990), Manías y melomanías mismamente (1992), El aburrimiento, Lester (1996), Los tigres albinos (2000) y Los últimos percances (Seix Barral, Premio Mario Vargas
Llosa NH al mejor libro de cuentos publicado en el 2005). Sus relatos, traducidos a ocho idiomas, están recogidos en numerosas antologías del género en España y Latinoamérica. La antología El pez volador (Páginas de Espuma, 2008, Premio El Público de Narrativa), preparada por el escritor Javier Sáez de Ibarra, ofrece una cuidada selección de sus cuentos.
vado y el estado civil inverosímil, o sea indiferente; no empiecen ustedes con palabras sinagogas, y a lo que veníamos, dicen los guardias, que los sinónimos les importan un comino al unísono; al grano: —Pertenece a ustedes un Simca 1200 color supuestamente blanco parado a un lado de la carretera en un tramo no muy recto precisamente entre dos curvas que ofrecen poca visibilidad un par de kilómetros más arriba? —Sí —respondemos Alfonsina y yo, pensando en el cargamento escondido en el maletero. Resumiendo: que tenemos que quitar el coche de ahí porque es muy peligroso para otro vehículo que pase (a estas horas a estas temperaturas a estas montañas a estas pocas luces de atardecida a veinticinco de diciembre en plena Navidad) y que lo hagamos ahora mismo y ya porque si no nos veremos en la obligación (las obligaciones de ellos) de ponerles una multa, y bien gorda. Ya nos vamos a ir cuando ellos ambos a dos nos miran como a gente sucia (entre la nieve tan limpia ya se sabe) y moderna (esto es muy importante). Entonces yo, separándome de Alfonsina, me acerco a ellos guiñándoles y les explico en voz muy baja, respetando la naturaleza del parque natural en el aspecto contaminación por ruidos, que lo de mear en la nieve no es ninguna aberración, es más, que lo de mear en la nieve tiene mucho de positivo para la calidad y la textura de la piel peneana (el adjetivo también se presta), para analizar el contraste de temperaturas —como si de un termómetro se tratara— entre el aire helado de estas montañas y el aroma cálido de otras, no voy a explicarles cuáles, a buen entendedor, y que bueno, es tontería que yo les comente, pero a ver dónde meará aquel conejo que va por allí huyendo de sus fusiles ametralladores, y aquí tenemos entendido que hay hasta zorros y liebres y qué sé yo qué otros bichos, que más arriba nos cruzamos con doscientas ovejas que a ver: ¿mean o no mean? Después veníamos Alfonsina y yo bajando en el coche con el cargamento de leña que cogimos en la finca aquélla y tuvimos la suerte de contemplar la estampa —qué humanidad más humana— de los dos guardias con sus manos enguantadas formando otros ángulos y sosteniendo no ya sus fusiles ametralladores de cañones agujereados como algunos tipos de queso, como queda dicho, sino más bien con los termómetros que yo les explicara, cambiándoles el agua a los canarios, terminando de regar y derretir lo que había quedado de Pepote, aquel muñeco de nieve que Alfonsina y yo habíamos hecho después de hacerlo entre los pinos, y que como inicio de estatua nevada y soporte de simpatía y naturaleza congelada incluía, para mayor sorpresa y deleite de los guardias, el preservativo usado e inflado posteriormente entre risas buenas y frescas, sobre todo buenas, pero más que nada frescas. ¢
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Nadal • XABIERO CAYARGA • Solía dir a pescar tolos díes. Nun abondaben los pexes grandes pero prestaba
pola vida nos díes de veranu somorguiar la cabeza y ver el tamañu escomanáu de los pexes a traviés del cristal d’aumentu de les gafes de buzu. Tenía una pistola con arpón que malapenes usaba. Aprendiera a esperar l’aletéu cuasi cuasi estáticu de les truches coles manes inmóviles baxo l’agua —Entiendo: daqué lúdico. —Lúdico? Nun sé, yá ti dixi que’l mio inglés nun yera mui bonu. Esbozó una sonrisa que terminaba engurriando los llabios, como cuando se preba daqué agrio. Asina qu’enfilemos pente les sebes. Equí y acullá, sobre fríos mástiles, esventolaben banderes tricolores. —Hai cientos de güertos con una caseta metanes onde la xente s’axunta los fines de selmana de primavera y veranu pa facer una parrillada y beber cerveza. —Ye un poco triste —dixo ella. —¿Por qué? —Ye como si cambiaren el salón de casa por un cuartu al aire llibre pero d’igual tamañu. —Visto asina… —dixi yo. —¿Vamos per bon camín? Tarrezo que me pregunten delles coses: y esa ye una d’elles. Asina que paré ensembre, miré alredor y decatéme de que non. De que díbemos dando tumbos. —Tengo la sensación de que damos siempre vueltes en tornu al mesmu sitiu. —Ye la fueya —díxi-y—. La fueya que toma los caminos— y yera cierto. Unu triaba sobre la fueya como sobre un colchón de llana estripáu. Detrás d’unos matos columbré un banzáu. —Nun ye un banzáu —dixo ella—, ye una piscina pequeña. Pero’l cementu de les parees garrara un color escuru y resquebrara como un panteón a puntu d’esmoroñar. Pensé nos mios pexes y na hestoria de la ballena de Xonás, de la que tanto falaba mio padre, y que tamién nos llevaba dientro. Aende dos homes apradiaben fueya. —¿Vamos bien pa la pista d’esquí? —pregunté apuntando pa la nave que reptaba sobre la llomba. —Enagora vos falta. Esto ye un camín priváu. Tenéis que salír del recintu. Dobláis per detrás d’aquel viescu y seguís siempre nesa dirección pela carretera. Diéranos indicaciones precises, pero’l tonu de la voz resultaba fadiosu y hostil enforma. [•]
calistrando’l temblor de la piel corrediza del llagu. Aprendiera la técnica del mio hermanu Hugo. A elli nun-y interesaba la pesca, interesába-y solo’l fechu de demostrase que podía pescar coles manes y que la so técnica se diba depurando col pasu del tiempu. Buscaba la perfección, la maestría; y cuando escondía les manes nel agua, concentráu, inmóvil, calteniendo la respiración, unu podía imaxinase que, en vez de pexes, buscaba oru peñerando quixarros nun ríu de Montana. Yo, al contrario, yera la oveya negra de la familia. Pero nun importaba: mio padre yera pastor protestante y amaba’l so rebañu. —Alice vien a pasar les fiestes con nós — anunció’l mio hermanu. Yo, acobardáu, nun fuere a dicir palabra. —Ye inglesa —dixo. Amás, yera pequeña y d’un roxu cobrizu natural que tendía al caoba y que de ser teñío disgustárame. —Quier esquiar —amestó deseándonos suerte. Sentí que la rapaza me garraba pela mano. Asoré nun sabiendo si yera un meru saludu o un tic infantil, de manera qu’entainé arrastrándola conmigo. —¿Cómo te llames? —preguntó. Miré pa ella: tenía peques na ñariz respingona, nos sos güeyos facía bóveda l’azul de los díes d’avientu. Llevaba una chaqueta d’entetiempu. Va xelase, pensé, pero nun dixi nada pa non la ofender y sonrí. Púnxose en guardia, ensin soltami la mano, y dixo: —Tengo un neñu de seis años. —Faen muncha compañía —retruqué—. La mio moza tien un gángster. —¿El qué tien la to moza? —Un ratón —espliqué-y—. Blancu. Miróme con cara estrañada: —Un hámster, querrás dicir. —Eso dixi. El mio inglés nun ye mui bonu —y odio que me corrixan, pensé ensin dicilo, pues la tresparencia fría de la so mirada mancaba. Conque cruzamos la carretera y anduvimos calle abaxo. —¿Sabes esquiar? —¿Tu qué crees? —retrucó. Nun gorgutí. Yo nun sabía esquiar. Pa min la ñeve yera daqué estúpido que nun tenía fondu nin movimientu nin vida, como la cal y el yelsu. La ñeve yera l’antítesis del agua, l’anversu del cielu y otres coses que se m’ocurríen y darréu olvidaba. —Ye ellí, pámique —dixi señalando pal hangar. —Ye horrible —esclamó. —Llámase Bottrop —dixi riendo, pues sabía por esperiencia que lo qu’agora contemplaba yera una especie d’isla paradisiaca en comparanza col paisaxe qu’ofrecía’l fueu de los altos fornos iluminando l’aire trupo y puerco de la nueche, y la cadarma metálica de grúes, vagones y chimenees. —Si vas a pie, tienes que cruzar los xardinos. Ye como un llaberintu vexetal, un Irrgarten, ye dicir, un xardín pa perdese.
Xabiero Cayarga (Cangues d’Onís, 1967). Llicenciáu en filoloxía inglesa, vive dende hai años en Dortmund, onde se dedica a la docencia del español. Publicó una docena d’obres de creación: los poemarios El deliriu d’esclavu (2000), Pequeña Europa (2000) y Les llingües de la Hidra (2005), toles trés en Trabe; les noveles El boleru de Xabel (A.Ll.A, 1994) y Trastes de bufarda (Trabe, 2005), y los volúmenes de cuentos Les gatileres del
cielu (1994), Güelgues sobre’l llagu (1997) y A flor de piel (2000), estos trés últimos con Ediciones del Norte. Arriendes d’ello, recibió’l I Premiu de Textos Dramáticos en Asturiano Teatro Jovellanos pola pieza Favila, el príncipe reina (Teatro Jovellanos, 2004). Hai qu’añadir el volume miscelaneu Obra en ruina (Atenéu Obreru de Xixón, 2008), que recueye una selección de la obra publicada anteriormente, asina como material inédito hasta la
fecha. Publicó en 2011, otra vuelta con Trabe, la novela El Sol Negru de Wewelsburg y el poemariu La ñeve del cuquiellu, obra galardonada col Premiu Teodoro Cuesta na convocatoria de 2010. Entrambes les dos obres recibíen los Premios Críticos de les Lletres Asturianes anguañu. Vien publicando tamién traducciones del inglés y del alemán. Ente otres, selecciones de los poetes austriacos Georg Trakl y Hugo von Hofmannsthal.
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[•] —Equivocámonos de camín —díxi-y a la rapaza. —L’home ye repunate por demás —respondió con voz neutra. Encoyí los costinos y seguí’l camín de vuelta. Yá nun la llevaba de la mano. Había un coche coloráu aparcáu na cuneta, sería de los paisanos. Yera de techu baxu, tenía una capota de lona negra. Alice ficiera pantalla coles manes y observaba l’interior. Les moces güei, albidré, son igual que los mozos: fútbol, coches y cerveza. Nesto, sentí que’l cristal frañía. Alice arrefundiera con inusitada fuerza un morrillu contra la ventana. Diomi la risa. Igual non, peor que los rapazos. Entós metió la mano y pañó daqué. —Bona idea —dixi, pensando que seríen les llaves —, asina podemos dir en coche a la pista d’esquí. Pero Alice voltiara y empobinaba contra los homes, qu’oyeran daqué, pues pararan d’atropar fueya y permanecíen a la chisba. Duldé si marchar: nun quería problemes, pero la moza yera guapa, asina que salí detrás d’ella. Los paisanos siguíen estáticos sofitaos como grulles con zamarres d’iviernu. Miraben clisaos pa la cara pecosa como pa un chimpancé de seis pates. —¡Alice…! —comenzaba a apellidar de la que sonaron dos españíos y los dos cayeron como frutos
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CINCO BOLAS DE NAVIDAD maduros. Entós baxó adulces’l brazu. Acasu-y pesaba na mano’l revólver. —¿Ú lu podemos esconder? —preguntó ensin mirar l’arma. Yo conocía un llugar onde a veces apaecíen pequeños tesoros, y onde se podíen esconder otros. Un sitiu onde naide miraba. Los únicos güeyos que pasaben callaben. —¿Qué güeyos? —esberrelló engrifada como si tratare con un llocu. —Los de los pexes — dixi. Pero ella nun soltaba la pistola y pensé qu’una moza que ye como un mozu y que dispara tan certeramente nun pagaba la pena. Eso fue yá va cosa d’unos díes. El barriu tovía taba tranquilu, non como agora que ta ñeváu y atacáu de policíes y periodistes. Pregúnto-y al mio hermanu por Alice. —Nun sé. Creí que tu la vieras. —Non, con tou esti baturizu nun sé ónde se metería —dígo-y. —Pues marcharía. —¿A pasar la Navidá a Inglaterra? El mio hermanu tasca los costinos y nun contesta. Pero yo sé que nun coló. Vuelvo al llagu. Agora por encargu de la policía federal. Tien fama de ser la más incompetente del mundu xunto cola belga, pero paga bien y gústami
lo que faigo. Güei, día de Nadal, estreno un traxe nuevu de neoprenu. Ye prietu y puedo estremar la mio silueta negra cuando m’abango sobre’l llombu divisible del agua. Pongo la escafandra, flundo’l focicu nel agua, reconozo les piedres y los güecos escuros na roca de la oriella onde se guarden les truches. De tresparente, l’agua frío parez azul. Les últimes lluvies llimpiaren los regodones del fondu. Too ye más nítido y puro, como nun anunciu de deterxente con un escenariu marín de coral bermeyu y pexes multicolores. Namás la mio sombra, que me persigue, escurez les coses. Contemplo cada piedra, cada planta, los cangrexos, los báramos de pexes que se mueven al unísono. A veces tópense coses imprevistes que trexo d’un día a otru la corriente. Cristales que rellucen ente les piedres, monedes resplandientes como estrelles. Güei debaxo de les piedres, como un alga, asomaba la so mano blanquísima. Movíase indolente como quien se despide. Los deos azules semeyaben anzuelos blandos, los pescardos mordigañáben-y les uñes, talmente tentaren de tirar y sacala d’aquel nichu subacuáticu. Tamién descubrí’l brillu mate del revólver y púnxe-y enriba delles piedres. Cuando asomé’l focicu del agua, el funcionariu qu’acompaña les mios inmersiones dende la oriella interrogóme cola mirada. Respondí-y colo de siempre: —Nada. ¢
Ratatatata (acción) • JOSÉ MARÍA PÉREZ ÁLVAREZ • Por eso él algunas noches fantaseaba, jugaba a destruir el belén, aquel
universo infantil. Cogía el avión de hojalata y sobrevolaba el nacimiento. Recuerda el avión de la Luftwaffe: verde, ligero, con una esvástica en el ala y una cruz griega de color negro con los brazos abiertos y bordes blancos en un lateral. Un modelo Arado AR 234 Blitz. El aparato atravesaba el
cielo de Belén y disparaba sus ametralladoras. Ratatatata. Hacía un tirabuzón y soltaba el lastre mortal de las bombas humeantes. Bum, bum, bum. Nadie sobrevivía a aquella catástrofe. Con la mano libre abatía a los personajes de la función. Protagonistas —María, Jesús, José— y secundarios —Herodes, soldados, ángeles, pescadores, lavanderas, pastores, ganado—. Tenía la muerte en su mano derecha. Ratata. Bum. Después el avión desplegaba un vuelo rasante para exterminar a los supervivientes y a los heridos. Ratatata. El niño variaba el curso de la humanidad. ¿Qué hubiera sido del mundo si Jesús hubiese muerto en la cuna? Bum. (¡Cortamos!) Pero aquel pasaje ya estaba escrito. Irrectificable. A la mañana siguiente, la mano milagrosa de su hermana restablecía la normalidad. Colocaba de nuevo las figuras abatidas. La historia empezaba otra vez. Lo de siempre. El pueblo judío y todo eso. Ratatata. Bum. No hay lugar para la sorpresa. Quizá no fuese tan fácil crear el mundo como destruirlo. Es difícil matar a Dios. Acaso imposible. Aunque lo bombardees desde un avión de la Luftwaffe. Los humanos somos más frágiles. Nuestro barro original se deteriora al menor contratiempo. Sudán. Japón. Rusia. Uganda.
Azerbaiyán. Irak. Chad. Argentina. Kirguistán. Sri Lanka. Vietnam. Chile. Pakistán. Haití. Camboya. Corea. Albania. México. Irán. Colombia. España. China. Etiopía. Cuba. Argelia. Congo. Afganistán. Nigeria. Estados Unidos. Brasil. Angola. Yemen. Una perra geografía maltratada. Sin sociedad protectora. (De animales, por supuesto.) Después, ese Dios inmortal, recoge nuestros restos desperdigados, los encaja artesanalmente y nos juzga. Cosas de la teología. Credo. Ratatatata. Bum. (¡Cortamos, coño! ¡Mierda de actores!) Peor es el guión, cretino. Y de tu dirección, mejor ni hablar. Clic. ¢ (Novela inédita: Proceso de demolición)
José María Pérez Álvarez (O Barco de
Valdeorras [Orense], 1952) ha recibido los premios Hucha de Plata, Mor de Fuentes, Gabriel Miró (cuentos), Felipe Trigo y Ramón Sijé (novela
corta), Constitución y Bruguera (novela). Ha publicado las novelas Las estaciones de la muerte (1988), Nembrot (2002), Cabo de Hornos (2005), La soledad de las vocales (2008) y Tela de araña (2012).
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CINCO BOLAS DE NAVIDAD
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Verlaine, campanas de Ver • JAVIER GARCÍA RODRÍGUEZ • El jaleo que viene de la planta superior se cuela por el hueco de la
escalera convirtiendo nuestra celebración navideña, comparada con la suya, en una misa de difuntos. Delante de nosotros, las improvisadas mesas redondas que antes sostenían bandejas con embutidos y fiambres de saldo (cosas que se llaman chóped, mortadela, pechuga de pavo o cabeza de jabalí, y que contienen fécula, alginato, musgo irlandés, goma arábiga y goma de tragacanto: delicatesen de la chacina local), que antes acogían grandes platos rectangulares con emparedados grasientos, canapés pretenciosos, atigrados langostinos baratos y vino de la tierra, aparecen ahora vacías y llenas de sobras, con sus palillos usados, sus huesos sin aceituna, sus manchas de colores variados y sus papirofléxicas servilletas arrugadas en forma de rosa marchita. Llega entonces el momento fatídico (lo supo Edipo, lo supo Macbeth, lo supo John Wayne en La diligencia: «Hay cosas de las que un hombre no puede huir») en el que las bedelas ponen firme a un tímido becario o a una inexperta profesora ayudante, y, a voces, los obligan a buscar un radiocasete para comenzar a bailar pasodobles, cumbias, guarachas, chachachás y otros bailes de salón que traen grabados en cintas vetustas con las que recuerdan las fiestas de su pueblo o que han comprado en un bar de carretera para amenizar los viajes de sus familias camino de sucios campings con baños comunales y olor a fritanga y barbacoa («La barbacoa, la barbacoa, cómo me gusta la barbiquiú»), esos campings donde lo primero que ves cuando amanece, que no es poco, es al vecino de la tienda de campaña de enfrente recién levantado rascarse los cojones por encima de su chándal Niki delante de su falsa puerta de cremallera. Mientras, en la planta superior los estudiantes de Clásicas, un grupito poco y mal nutrido pero muy bullicioso que se hace llamar Latin Kings, le pasan una botella de cava barato a una profesora con moño rottennmeier, que la agarra por el cuello y, gritona y envalentonada, se la lleva a la boca. Las risas y las burbujas juegan una mala pasada a la especialista en palatalización consonántica, que termina por expeler el trago y por rociar la pared del departamento y la nuca de un colega de Cultura Bizantina. Lo tuitea con parsimonia un estudiante de melena lacia mientras sus compañeros se desgañitan cantando canciones de Nino Bravo, de Astrud, del Sr. Chinarro y de La Quinta Estación. Los alumnos de la especialidad han aprendido con los años a formar una piña en el fondo del proceloso mar de la Academia, a sentirse parte de una estirpe de marginados plenamente conscientes de su superioridad, a integrarse en un espacio seguro y protector donde nadie se sorprenda de sus capacidades, donde nadie se burle de sus intereses intelectuales y donde nadie pregunte constantemente aquello de estoque-estudias-para-qué-sirve. Sus maestros son, claro, gentes de orden. Ellos, tristísimos, malencarados y aburridos profesores con previsible pinta de profesor, con sus anticuados pantalones de tergal y sus camisas rayadas que les han comprado sus mujeres, con sus chalecos de punto y sus americanas pobres, con sus gafas de montura metálica y sus ojillos diminutos, con sus inevitables estudios en el seminario, con sus declinaciones a cuestas y
sus aoristos. O por el contrario, tipos modernos con coleta y pendiente, transgresores empollones que abandonaron el Derecho y la Economía, y se pasaron al lado oscuro de la fuerza, dejando a sus padres compuestos y sin más solución que decir: «pero al menos, hijo, a ver si llegas a catedrático». Ellas, con sus trajes de chaqueta de corte clásico, con sus rímeles excesivos bajo sus gafas de diseño, con sus divorcios o sus solterías, con sus bolsas de la compra
JGR (1965) es autor de
los libros de poemas Los mapas falsos, Estaciones y Qué ves en la noche. En prosa de ficción ha publicado los libros Mutatis mutandis y Barra americana. Con el título de Líneas de alta tensión:
literatura crónica que viene a cuento se recogió una selección de sus colaboraciones en prensa. Colabora en revistas y suplementos de cultura con artículos, reseñas y traducciones. Es profesor universitario desde 1989.
colmadas de verduras, de carpacho de ternera y de queso en lonchas, con sus proyectos de investigación sobre poetisas arcaicas poco feministas o sobre variaciones textuales en códices ilegibles. O hippies coloristas con largas faldas étnicas de volantes, con sandalias de cuero y colgantes exagerados, con el pelo recogido en coletas casual o suelto y rizado como quien no quiere la cosa; niñas listas con altísimas notas en la prueba de selectividad que tienen vocación de maestras y ganas de cambiar el mundo. Los miembros del Departamento de Español pegan el culo a la pared más cercana tratando de evitar a la camarera camarera eres la camarera de mi amor, al gato montés, a la cántara que está en el suelo y que mamá no puedo con ella, al marinero de luces y a Paquito el chocolatero, pero las indomables vigilantes de la garita, las insobornables guardianas del laberinto, las tercas dominatrices de la caseta, las atentas pretorianas de la cabina y el decanato, están ya desbocadas y han dejado a la puerta toda prudencia, y ellos, presos de patas en el pegajoso suelo del pasillo departamental y con las defensas bajas por el vino, en un barco de nombre extranjero han abandonado toda esperanza de escapar indemnes de aquella emboscada. Plantean algunos, los más osados, para huir del asedio y del acoso, recuperar el espíritu del mítico Kale Barroco, la lucha callejera inventada por el viejo catedrático de Literaturas Románicas en aquella época en que los interminables Consejos de Departamento eran campo de batalla (campo de Bataille, decían los más teóricos; campo de Bataillon, decían los más erasmistas), con sus dagas florentinas, sus imprecaciones en emiliano-romañol, sus insultos en occitano o lengua de oc, sus odiosas comparaciones en catalán, ese tipo de ultrajes tan barriobajeros nada sangrientos que sustituían, con más pena que gloria, con más logos que pathos, a nunchakus de Okinawa, puños americanos y cheiras de Albacete, aunque siguieran siendo lances muy patéticos. La huida de los miembros del claustro tiene algo de desbandada general al paso de las bailarinas y sus melodías encadenadas. Alguno hay que requiebra a las bacantes y a las ménades con piropos subidos de tono puestos en boca del sátiro danzante de Mazara del Vallo, con versos alusivos tomados de poetas ignotos que ellas escuchan y desechan entre carcajadas tintas, con diálogos de las comedias de Felipe Godínez o de otras glorias menores sacadas del temario de tercero de Hispánicas. Mientras, por competir con su cabello, el barbilampiño catedrático recién llegado de la Penibética, con su boca de guante, sale al corro dionisíaco y, en pleno desboco, arremete contra el camarero que sirve el simposio apretando cebolleta al desbocado grito de «bebe vino, bebe vino, que cuando bebes se te arrebolan las mejillas». Se sonríen, envidiosos y por orden de jerarquía y antigüedad, dos de sus colegas del gremio de la Lengua, a los que los alumnos, siempre tan precisos en los motes, denominan cariñosamente el insignificante y el insignificado. [•]
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erlaine (Christmas campus tale) [•] La sección de Literatura Comparada y Estudios Culturales, tan raquítica con sus cuatro elementos, pertenece hace años a ARGÉ, Asociación Restrictiva de Géneros Elusivos, y hace peña colada en un rincón de la sala con pose de grupo punk: Kafka de luxe, parecen decir. Aquí estamos. El último proyecto de investigación en el que se embarcaron cual Ulises, cual Ahab, y que tiene una copiosa subvención del Ministerio, lleva por título Naranjas de la Chinana Chinana, mutágenos comerciales y poesías mutantes: genes, genios, genus y gónadas, y pretende analizar, desde una perspectiva comparatista y multidisciplinar (además de ellos, forman parte del equipo un nutricionista estadounidense, un genetista alemán, un sinólogo taiwanés, un publicista argentino y un agricultor valenciano), las posibles relaciones entre la Di-
nastía Tang, que sucedió a la dinastía Sui y precedió al periodo de las Cinco Dinastías y los Diez Reinos entre los siglo siete y nueve, con las constatables taras físicas, psicológicas y sociales de la Generación Tang, aquella que, en los años setenta, comenzó a aficionarse a los refrescos familiares fabricados con polvos de sabores —21 sabores actualmente—, así como el papel desarrollado por el ciclamato de sodio en estas mutaciones. El proyecto se completa con el análisis de la poesía de Li Po yTu Fu, figuras señeras, a partir de un experimento consistente en hacer la lectura de sus poemas alimentándose solo de soja. Hacen, mientras tanto, bromas que creen muy agudas con las músicas que suenan en el cascado casete, mientras cantan «Mi Carroll me lo robaron… Dónde estará mi Carroll, dónde estará mi Carroll».
La tarde se va aturullando entre las lenguas que pronuncian atropelladamente y el tráfico atascado de tragos que tratan de terminar a tiempo su turno en el trasiego. Pero eso ya solo es literatura aliterada y ficción vana. Después del último villancico, entonado con la tristeza de la infancia perdida y que suena más marcial que el Tú nos dijiste que la muerte, cada cual vuelve a sus turrones por colocar, a su champán de supermercado, a sus décimos de lotería no premiados, a sus cuñados insoportables, a sus nieblas espesas. Cada cual vuelve a su Chencho, hijo mío, dónde estás, a la voz lastimosa de Pepe Isbert, a su padrino búfalo con los bigotes de José Luis López Vázquez, a su qué bello es vivir, a su James Stewart en las nieves de Bedford Falls, a sus ángeles custodios, a sus campanillas que conceden alas, a sus princesas prometidas, a sus antiguos héroes enmascarados. ¢
Antes del cuento • XANDRU FERNÁNDEZ • Así, muy bien. Apretaos bien unos contra otros. Mireya, tú también. Ahora
las mantas. Que no se vaya el calor. ¿Veis qué bien? Así se reunían para cenar los hombres de las cavernas. De las cavernas, Nazario, no de las tabernas. También encendían un fuego, pero nosotros no vamos a hacer fuego. Porque no, Mireya. Porque se llenaría todo de humo. Ya calienta el camping-gas, ¿no? Acercaos más. No tanto, Ezequiel, que vas a quemar la manta. No, no esperamos a mamá. Mamá vendrá más tarde. Acercaos más. ¿Qué cuento queréis que os cuente? ¿El de los tres fantasmas? ¿Todas las navidades el mismo? No, Ezequiel, no podemos poner la tele, ya lo sabes. Si estuvierais en casa de los abuelos, sí, veríais la tele, pero aquella no es vuestra casa, ¿verdad? Aquella es la casa de los abuelos. Esta es nuestra casa. Todavía es nuestra, ¿no? No, Mireya, no me enfado. No con vosotros. Acercaos bien. Es un cuento de terror. De terror del bueno. La caída de la casa Usher. ¿Os lo leo? ¿Sí? De acuerdo, ahora os lo leo. Pero primero, el jarabe. Me da igual que protestéis. Vuestra madre y yo creemos que es lo mejor y punto. Venga, Mireya, la mayor dando ejemplo. ¿Ves? Si no sabe tan mal. Ahora tú, Nazario. Sin llorar. Tómatelo todo. Y esta para ti, Ezequiel. ¿Lo veis? Ezequiel no dice ni pío. Muy bien. No, yo no lo tomo aún. Yo voy a leeros el cuento. Aquí lo tengo. La caída de la casa Usher. ¿Por qué no os tumbáis, mejor? Estaréis más cómodos. Venga, ya os tapo yo. Así, bien juntitos, ahora las mantas. ¿A que parece que estamos de acampada? Pues ya veréis qué cena de Nochebuena. Una cena de acampada para chuparse los dedos. No, Mireya, no he oído ningún ruido. Serán los vecinos. Ya sabes que se juntan todos, son quinientos y pico. Luego empezarán a cantar, como en todas las nochebuenas. Nosotros también, claro, pero aquí, en nuestra casa, no en casa de los abuelos. Mamá llegará en seguida y entonces cenaremos. Unos recados, sí. Al banco, sí. No, Mireya, ya te lo he dicho, no era mamá la que iba en la ambulancia. Os dejé con los abuelos porque tenía cosas que hacer, y mamá también, aunque sea Nochebuena la vida si-
Xandru Fernández
(Turón, 1970), profesor de filosofía y traductor, es autor de más de una docena de títulos publicados en lengua asturiana a lo largo de veinte años, entre ellos las novelas Los homes de
bronce (2001), Les ruines (Premio de la Crítica de Asturias, 2004), La banda sonora del paraísu (Premio Trabe, 2006) y, la más reciente, El príncipe derviche (Premio Xosefa Xovellanos, 2012).
gue, ¿verdad? ¿Tú crees que si mamá estuviese en el hospital habría ido yo a buscaros tan pronto? Os habría dejado con los abuelos hasta que se pusiese bien, ¿no te parece? Pues eso. Y no levantes tanto la voz, que te oigo perfectamente. ¿Será posible? No nos va a dar tiempo a leer el cuento completo, ya lo veréis. Después, os quejaréis. Pues no sé, Mireya, no sé por qué le cogí la escopeta al abuelo. Se me ocurrió, así, sin más. Hacía tiempo que tenía ganas de tener esa escopeta. Vuestro abuelo ya no la usa. Antes sí, antes salía de caza de vez en cuando. Pero eran otros tiempos. Se pasaba hambre, por eso cazaban. Como los hombres de las cavernas, sí. Pero ahora es diferente. Y no, no voy a salir de caza. No, hija mía, claro que no, si cargué la escopeta fue para ver si funcionaba bien. Ahora en seguida la descargo. Antes de que llegue vuestra madre. No quiero ni pensar en cómo se pondría si entra en casa y ve esa escopeta ahí apoyada en la pared, junto a la puerta. Luego la descargo. Vosotros ahora prestad atención. No, Ezequiel, no oigo esos golpes. No oigo nada. Solo os oigo a vosotros, que no os calláis, así no habrá manera de que os lea el cuento. Pues estarán arreglando la calefacción, que ya son muchas semanas sin funcionar. A lo mejor nos arreglan también la luz. Pero mirad, Nazario ya se ha dormido. Voy a empezar a leer. No hagáis caso, que llamen. Es una puerta blindada. No hay peligro, Mireya. Mira, también Ezequiel se ha dormido. ¿No tienes sueño? No, no te vayas a la cama. Si aún no he empezado el cuento. Mira, ya viene mamá. Sí, será mamá la que golpea la puerta. No, Mireya, no he oído nada. ¿Orden judicial? No me parece. Es mamá, estoy seguro. Ahora voy a abrir. Duerme, tesoro. Así, muy bien. No tengas miedo. ¢
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UN TERRITORIO POÉTICO
La aleación del silencio
En torno a Un rumor bajo la rama de Oswaldo Guerra Sánchez FRANCISCO J. QUEVEDO Una suave aliteración, con la levedad que impregna todo el poemario, y un mínimo juego de paronomasia, dan título a la nueva obra poética de Oswaldo Guerra Sánchez (Islas Canarias, 1966): Un rumor bajo la rama. Caminando entre las sombras, sin estridencias, este autor lleva tras de sí un importantísimo aval en diferentes terrenos de la literatura: como profesor universitario; como ensayista —Un modo de pertenecer al mundo (2002), Senderos de lectura (2002), La expresión canaria de Cairasco (2007) o Bartolomé Cairasco de Figueroa; contexto y sentido (2007)—; como editor —por ejemplo, de las magnificas ediciones de Las Rosas de Hércules, de Tomás Morales, publicadas por el Cabildo de Gran Canaria (2006) y Cátedra (2011); y sobre/ bajo/ante todo como poeta— Teoría del paisaje (1991), De una tierra extraña (1993), De camino a la casa (2000) y Montaña de Tauro (2004). Además, esta labor poética se ha extendido a diversas y relevantes antologías, revistas y catálogos. Si leemos con atención los rótulos de sus textos poéticos, más aún si nos adentramos con delectación en sus páginas, observamos que Oswaldo Guerra Sánchez es un autor que pivota sobre el eje de lo telúrico. La presencia de la tierra como un ser vital que da la certeza de ser pertenecido por alguien y de que una porción, aunque sea escasa, de un territorio forme parte de tus pertenencias. Deben salir aquí a la luz los versos de Walt Whitman: «Ocioso me tiendo a observar un tallo de hierba de verano,/ mi lengua, cada átomo de mi sangre, formado de esta tierra, de este aire». Es la tierra donde se hunde la raíz de la poesía de Oswaldo Guerra; así, su escritura forma ya un trazo bastante
Un rumor bajo la rama Oswaldo Guerra Sánchez Ediciones Trea, 2012 , 96 pp., 12 ¤ visible sobre el lienzo de la geografía insular canaria, africana, que nos circunda. En este sentido, quizás fuera mejor hablar, en vez de un trazo lineal, de una espiral que vuelve a enrollarse sobre sí misma; o del ouroboros, círculo que deviene una y otra vez hacia idénticas constantes, hacia idénticos lugares. Entremos ya en Un rumor bajo la rama y veamos los siguientes versos de «Aparente cubo de silencio, pirámide esta ciudad»: «Veo subirme niño por Naciente, /serme poquito a poco, y acallado/ por el rumor de las olas de mi África,/ como si madurara para el don/ en un lugar fallido. Entonces supe/ algo, tal vez lo soñé: el raro edifica/ silencio desde la primera casa,/ y la última ha de ser la primera,/ la siempre bella, la nunca olvidada» (p. 38). La dinámica de volver a empezar, de recrearse de nuevo; de que lo último no es más que el regreso a lo iniciático, se perfila con claridad en estos versos,
www.trea.es Historia. Narrativa. Poesía. Arte. Gastronomía y alimentación Biblioteconomía. Archivística Museología. Patrimonio cultural. Gestión de la información y el conocimiento. Gestión cultural. Estudios árabes e islámicos. Cultura escrita y bibliología. Documentación. Bibliofilia y obra gráfica
como lo hace en todo el libro. También se plasma la aleación que se produce en torno al silencio, el ruido, el mar, la tierra —«mi África»— y la ciudad. A partir de aquí se construye el ramaje que sustenta el entramado que busca presentar el poeta, entremezclándose todos estos fundamentos como una unidad indisoluble y bajo el prisma de la centralidad, del núcleo. En el centro anida el equilibrio de lo que nos rodea, y en ese equilibrio puede florecer la calma, el sosiego, cesar la incertidumbre. Este libro refuerza ese estandarte del equilibrio que es caracterizador en la obra de su autor, haciendo suyos aquellos versos de Jorge Guillén: «Hasta el silencio impone su limpidez concreta. / Todo me obliga a ser centro del equilibrio». No obstante, para Oswaldo Guerra el centro es más que un punto de referencia, es sinónimo de identidad manifiesta, de reivindicación de que es un ente abstracto que se hace concreto en cada ser y en cada lugar. El centro de cada uno es singular, y el de los pueblos que conformamos también; el de este poeta reside en un archipiélago próximo al continente africano, tanto que se alía en conjunción. Remitámonos al poema «Lo que veo al oeste, desde este centro, sobre el mar»: «Aún estoy en el Centro. Si miro/ hacia el oeste, a ras de aquellos tules/ de lino luz, allí (¿los ves?) se elevan/ impasibles los picos suspendidos/ del horizonte, y me aguardan alzados/ volcanes, pirámides en el mar/ en medio, como si al fin me llamaran…» (p. 65). En relación al mar, que envuelve el espacio de la isla, la ciudad, «escorada a ese mar,/ sumergida (o eso parece)
en mar» (p. 34), no podemos evitar encontrarnos con efluvios de uno de los mejores cantores del mar que ha dado la poesía española: Tomás Morales, al que Oswaldo Guerra conoce de primerísima mano. No son casuales las reminiscencias que hallamos del gran poeta del Modernismo en Un rumor bajo la rama. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no brotan del inconsciente sino de la admiración y de un sutil homenaje al maestro: «[…] y al otro lado buques de bandera/ peli-
gran junto a los árboles, plumas/ que traen y llevan su fruto de día»; «El sabor graso del agua resulta/ familiar. Respiré su olor de niño/ y hoy embadurna mi piel todavía» (p. 81). Y, sobre todo, el silencio que planea como un ave sobre la realidad o las realidades del poeta. La búsqueda del silencio se entiende como una epopeya urbana, actual, terriblemente difícil ante el incesante y ensordecedor ruido que nos taladra los oídos y, a través de ellos, la mente, el pensamiento. La alegoría del beatus ille impera como un desiderátum. El armonioso poema que cierra el libro, «Recuerdo del islote de Lobos», da cuenta de ese evidente
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• COORDINADOR: Juan Carlos Gea
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Díaz Huici, Jordi Doce, Elena de Lorenzo Álvarez, Helios Pandiella, Jaime Priede • DISEÑO GRÁFICO: Pandiella y Ocio • IMPRIME: Gráficas Apel Ediciones Trea, S. L. Polígono Industrial de Somonte, c/ María González la Pondala, 98, nave D, 33393 Gijón • Tel.: 985 303 801 www.trea.es • elcuaderno@trea.es trea@trea.es D. L. : As. 02972-2012
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UN TERRITORIO POÉTICO deseo: «[…] Y discerní, separé/ la hebra de cada son, una ola, un soplo/ de aire sobre la arena, la protesta/ pequeñísima de las garzas, voces/ de un único, irrepetible silencio…» (p. 89). El silencio es lo absoluto, como lo es la amada cuando se ama de forma absoluta, calibrando en su amplia medida, extensa, sus complicidades. El poeta es consciente de que esa batalla por alcanzar el goce infinito del silencio está perdida de antemano; pero, en cambio, sabe que tenemos la posibilidad de aproximarnos mucho, casi rozarlo; y ese roce se percibe en situaciones delicadas, tiernas, remansos pacíficos que alteran ligerísimamente el silencio: apenas un rumor bajo la rama; la música, los sones que se escuchan por doquier; el ruido del mar, que es otro tipo de música; o el cuerpo del
En relación al mar, que envuelve el espacio de la isla, la ciudad, «escorada a ese mar,/ sumergida (o eso parece) en mar» (p. 34), no podemos evitar encontrarnos con efluvios de uno de los mejores cantores del mar que ha dado la poesía española: Tomás Morales, al que Oswaldo Guerra conoce de primerísima mano amor, al que el poeta le concede el don de ser una sinfonía: «Ya la música es alto son de carne,/ cálida carne amorosa que sube/ por el aire, que se figura cuerpo/ grácil, movido en armonía altiva/ sobre sí […]» (p. 49). Oswaldo Guerra ha levantado en este nuevo poemario otra planta más del edificio que desde hace años, de manera casi silenciosa, sin hacer ruido, sin alharacas ni alborotos, está construyendo. Esta estructura está cimentada firmemente, el autor goza de un rico caudal estilístico, en el que abundan las imágenes descriptivas, y los recursos sintácticos, como los significativos encabalgamientos que lleva a cabo. Todo ello está encajado en una gran pieza volumétrica cuyos soportales son irrompibles: el tiempo y el silencio. Este poeta ha sabido combinarlos hasta el punto de compartir la misma masa. Decía el admirado Emilio Lledó: «Recordar y pensar requiere tiempo y silencio». Se nos hace muy presente ahora esta cita, porque Un rumor bajo la rama, precisamente, se ha hecho de tiempo y de silencio —la música sabe muy bien de la relevancia de estos elementos—, para rebuscar —o sea, recordar y pensar— en los intersticios del yo del poeta, que podrían ser los de cada uno de sus lectores, pues todos estos, aun sin saberlo, alientan el propósito de conocerse en las espirales que dibujan sus vidas. ¢
Azotea, anfiteatro
Buscador, a ver qué
Me salgo a la azotea por la puerta de hierro, donde vive acorralada la luz, donde se desparrama la voz de las gentes que habitan más abajo, amasijo de voces y de luces. Las ropas muestran tendidas color bravío, decorados que se suben y bajan a merced de la ventisca, y cómo se hablan, desde la distancia, con aquéllas de vecino, ondeantes. Esos tiestos decoran las esquinas, plantíos de verdor, tomate, aloe: bosque tras la celosía adiestrado, aire puro desde el plomizo éter. Bajo el ínfimo toldo, dormitado sobre el terso terrazo caluroso, observo al público de enfrente, aquellos que nada saben (supieron) de mí.
Busco signos ocultos burdamente tras casas y edificios, en los bordes de las calles, detrás de cada árbol de jardín. Emboscados sin remedio en guaridas de mudos, solapones dispuestos a lo largo de la urbe. No son olor. Ni tan siquiera luz agarrada a los muros, ni su sombra. Quizás son voz, entre tanto murmullo, voz atrapada en voluptuosa curva, entrada en hendiduras de los bloques, puesta en el canto a la espera de amor, entre dos bocacalles. O el aliento. Sí, son voz, lo vislumbro ahora claro: rostro dulce suspendido en el aire. Llamo a su timbre. Nada se oye. Insisto. Si allí hubo voz, habrá también escucha. Llamo para componer los sonidos que dan forma a su nombre silencioso. Por fin llamo, por fin, a ver qué escucho.
Cabras por la acera y la calzada Me topé con animales enfrente, cabras al gris en ínfimo rebaño por la vereda callejera, esquivas, al son de quien les habla, su cabrero. Son hoy cabras de luz, líquido blanco en cuencos derramados, abundancia en la pobreza de mis arrabales. Balan, balan en mi silencio paso por la barriada estéril, cerca el cielo, última especie de oro para el arca.
El otro lado Es otro día. Salí de mi casa con las manos vacías, al bolsillo, sin nada que regalar a mis otros, a los de cada mañana. Viré en esa vuelta, aceleré mi paso tras un olor, intenté buscar luz en la avenida: tamaña intentona me costaría cara. El inviernillo se empeña en darme gotas, en mover viento encima de mí, detras de mí, y empujarme a un desconocido barrio, aquel que bordeé por tantas veces años atrás. Entre sus puertas vi lo de los otros, los otros de ellos, sí, agarrados a su labor diaria, mirando por el rabillo del ojo como si yo no existiera existiendo. Pagaron diezmo, cumplieron por fin su pena atroz, y ahora se revelan entre los setos para recordarme mi final de trayecto.
Nombre: inspiración Quiero escribir su nombre en el papel, pero una infame ventisca en la noche robaría los dones de su son.
Imi n’tanut En la Boca del Pozo derramé un puñado de semillas antiguas a ver qué árbol nacía. Pasado el tiempo, reventó un argán con fauces de dragón: sus ramajes se hincaron en el Cielo, sostuvieron la cúpula, fecundaron el puñado de estrellas frente al mar.
Palimpsesto No queda ya ninguna huella mía en estas calles, ni miga que marque mis pasos de antes. Levanté mi casa, tracé mi ruta, imaginé a mis seres queridos. Pero ya nada me dice que fui de aquí, que desgasté al pasar los adoquines, que aquellas figuras poblaron mi camino. Todo ahora vive oculto tras muros desconchados, amasijo de brillo, alta belleza en bruto que se va desdibujando a medida que anoto mi presente.
Última consulta al oráculo Los espejos de noche restregaron con insolencia mi rostro en mi ser, me obligaron a mirarme, a rastrear cada zanja, cada mojón no advertido ayer. Y se rompió el hechizo todo, toda mi palabrería: la charla amena, la sonrisa luminosa eran del Otro, de aquel (pese a todo) hacedor inocente de silencio en la ciudad juvenil que le grita. Lo bello ahora haría más dolor.
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RUSHDIE BIOGRAFÍA A ANTON
Yo es otro
Las memorias de Salman Rushdie Salman Rushdie Joseph Anton Traducción de Carlos Milla Soler Mondadori, 2012, 688 pp., 24,90 ¤ JOSÉ ÁNGEL BARRUECO Cuando adoptamos otro nombre, ¿nos convertimos en otra persona? ¿Ese nuevo nombre y ese nuevo apellido definen nuestra identidad? Probablemente sí. Ésta es una de las cuestiones que plantea el escritor Salman Rushdie en su nuevo libro, las memorias tituladas Joseph Anton. Y, sin duda, resulta ser lo más interesante de esta obra. El germen de la historia es de sobra conocido por todos: tras la publicación de su novela más popular, el ayatolá Ruhollah Jomeini condenó a muerte al autor en la célebre fetua o fatwa: «Comunico al orgulloso pueblo musulmán del mundo que el autor del libro Los versos satánicos —libro contra el islam, el profeta y el Corán— y todos los que hayan participado en su publicación conociendo su contenido están condenados a muerte. Pido a todos los musulmanes que los ejecuten allí donde los encuentren» (recogido por Rushdie en la página 15 de la edición de Mondadori). Tras esa amenaza de caza y captura y asesinato, Rushdie adoptó una nueva identidad y se puso en manos del cuerpo de protección policial. En el camino murieron o fueron atacados traductores, editores y otros miembros rela-
cionados con el autor y su libro. Joseph Anton, que parece un nombre vulgar, común, proviene de dos de los autores predilectos de Salman Rushdie: Joseph Conrad y Anton Chéjov. Rushdie, al adjudicarse otro nombre a la fuerza, al cambiar de identidad y convertirse en un nómada, alguien que hoy vive aquí y mañana allá, siempre de incógnito y casi siempre de prestado, se transforma en una persona diferente. Ese otro yo, que nos recuerda a Arthur Rimbaud («Yo es otro»), planea de continuo entre las páginas de estas memorias: «Alguien le entregó una copia del texto mientras lo acom-
Rushdie se desnuda sin pudor y no duda en confesar sus amores y sus odios, sus infidelidades y sus caprichos, sus aciertos y sus errores… pañaban al estudio para la entrevista. Una vez más su antiguo yo deseó plantear un reparo, ahora con relación a la palabra condenados». Ahí está: «su antiguo yo». O en este otro extracto: «Ahora tenía un nuevo yo. Era la persona en el ojo del huracán: no el Salman que sus amigos conocían, sino el Rushdie autor de Los versos satánicos, el título sutilmente distorsionado mediante la omisión del artículo Los inicial». Pero su insistencia en esa otra identidad va más allá: todo el libro
(salvo en dos o tres ocasiones en las que Rushdie desliza la primera persona) está narrado en tercera persona del singular («Él siempre había escrito partiendo del supuesto de que tenía derecho a escribir como quisiera», p. 135), pirueta arriesgada pero eficaz con la que logra verse desde fuera y también consigue que los lectores lo veamos desde otra perspectiva: él no es ése, parece decirnos, ese hombre que huye de un lado a otro y que suele tener a la policía pegada a los talones, porque ese hombre no es libre y Salman, la persona y no el autor, sí lo es. A partir de esa escisión, el escritor nos narra todo aquello por lo que atraviesa, lo que vive y siente y padece, lo que piensa y lo que detesta, lo que ama y lo que odia, desde esa fetua dictada el día de San Valentín de 1989 hasta unos meses después de la fecha en la que el mundo cambió: el 11 de septiembre del 2011. Transcurridos unos meses, el hombre ya vuelve a ser libre, y ahí concluyen las memorias. Otro de los aspectos más interesantes lo constituye el núcleo de las relaciones de este Joseph Anton con el mundo literario. Rushdie, salvo al-
gunas polémicas y antagonismos que no duda en mencionar y contarnos con pelos y señales, es buen amigo de muchos escritores, y por tanto no faltan anécdotas relacionadas con los escritores Ian McEwan, Martin Amis, Christopher Hitchens, Don DeLillo, Paul Auster, J. M. Coetzee, Günter Grass, Mario Vargas Llosa, David Rieff, Susan Sontag, Michael Herr e incluso el mismísimo Thomas Pynchon, y con otras celebridades como Bono, el temido agente Andrew Wylie, Michael Mann o Warren Beatty. En este sentido, el libro se convierte en una mina de historias literarias para el mitómano y para el lector de raza. Rushdie se desnuda sin pudor y no duda en confesar sus amores y sus odios, sus infidelidades y sus caprichos, sus aciertos y sus errores… De tal modo que, durante la lectura de este libro, uno sabe que sólo ha podido desvelar tanto porque, tras ser amenazado de muerte y ver su imagen transformada en un monigote que queman los musulmanes ante las cámaras, ¿qué más puede ocurrir? Resulta muy atractiva, también, la sensación de incertidumbre que destilan sus páginas. Aunque los lectores conocemos la historia y nos sabemos el desenlace y además el autor no puede morir porque ya nos está narrando su historia, no falta cierta sensación de desamparo, de miedo, de duda por no saber si, a la mañana siguiente, tras tomar un café y leer el periódico, una bomba podrá reventarle las ruedas del coche. Rushdie consigue que sintamos ese temor, el de quienes conviven a diario con el ultimátum terrorista, el de los amenazados por el terrorismo. Para redondear el retrato de ese otro yo, visto desde fuera, en el primer capítulo, «Un contrato fáustico a la inversa», Rushdie hace un recorrido por algunos aspectos de su infancia y de su juventud, de cómo empezó a escribir, de cómo fue gestándose la novela Los versos satánicos, de cómo Hijos de la medianoche lo catapultó al éxito. De cómo el hombre Salman pasó a ser el escritor Rushdie. ¢
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LA IZQUIERDA EN TIEMPOS DE CRISIS
El círculo vicioso y el círculo virtuoso
Cartografía de la Rive Gauche Varios autores Pensar desde la izquierda. Mapa del pensamiento crítico para un tiempo de crisis Errata Naturae, 2012, 400 pp., 22,90 ¤ PABLO BATALLA En la Rive Gauche ya no juega el viento de abril, gracioso y leve. El río sufrió una dramática crecida en algún momento entre 1968 y 1989, y los muros dispuestos para contener eventuales riadas demostraron ser insuficientemente altos, e insuficientemente sólidos, para cumplir su función de manera satisfactoria. El agua —turbia, sucia, fétida— anegó las calles. Las alcantarillas eran pequeñas e insuficientes, testimoniales y decorativas como los botes del Titanic. Una pequeña revuelta provocó la destitución fulminante del alcalde, acusado de falta de planificación y de dejadez, pero la turbamulta no ha acabado de ponerse de acuerdo al respecto de a quién sentar en la poltrona vacía. Mientras tanto, la inundación y sus consecuencias persisten. Huérfanos de un líder que disponga una coordinación centralizada y eficaz de las labores de achique, los habitantes del barrio han ido llevando a cabo éstas de forma deslavazada, en una bulliciosa espontaneidad de calderos y barreños. Algunos de ellos, hartos, han hecho las maletas y se han mudado a la Rive Droite, que, después de años de un cierto abandono polvoriento, parece florecer: ha empedrado las aceras, embellecido las calles, restaurado las fachadas y renovado el mobiliario, en parte gracias a arquitectos y albañiles oriundos del otro lado. En la Rive Gauche también hay vecinos que piensan a veces que quisieran emigrar, pero que, pardiez, le tienen cariño a su vieja casa. Por doquier han brotado improvisados púlpitos. El barrio entero se ha transformado en un gigantesco speakers corner. Centenares de oradores se encaraman a los bancos, a los pedestales de las estatuas, a sillas, a mesas e incluso a cajas de cartón, y pregonan a audiencias desiguales manifiestos
cho a matar se mezcla con el derecho a vivir, y la policía actúa como el ejército mientras los ejércitos operan como la policía», se escucha en otra parte. «Del mismo modo que el liberalismo, el socialismo conocerá una redención después de haber estado eclipsado durante un tiempo», prometen por ahí. «El liberalismo vencedor no es en absoluto sinónimo de desarrollo democrático», pontifican en otro lugar. «¿No se ha convertido la democracia, o al menos en parte, en una parodia intermitente de la libertad humana, representada cada cierto tiempo de manera ritual, en función de lo previsto en las leyes y los calendarios electorales?», se pregunta un tal Rockhill. Otros disertadores prefieren, empero, despreocuparse de la margen rival y de sus admiradores —ya volverán, opinan con indiferencia— y centrar sus alocuciones en el sector propio, en ofrecer propuestas destinadas a que, cuando la Rive Droite sufra su propia riada —todo se andará, ya se está andando en realidad— y el regreso de los hijos pródigos comience a ser posible, la Rive Gauche se les muestre limpia y reluciente, seductora, moderna. «Estamos
círculo virtuoso», clama un predicador. «Es correcto sublevarse. Poner en cuestión las formas de dominación, incluidos aquellos casos en los que se recurra a la violencia, es algo que contiene en sí mismo una legitimidad de hecho», le responde alguien entre el público; «El cambio revolucionario es más urgente que nunca», apoya un segundo al anterior. «¡No! En el marco de una democracia pluripartidista moderna, podrían llevarse a cabo avances democráticos profundos a partir de una crítica inmanente a las instituciones establecidas», le replica un tercero, que agarra una bandera con la cara de Salvador Allende. La saturación de sermoneadores comienza a ser excesiva. Más de un vecino, cuentan, hastiado de la cotidiana hiperinflación de decibelios, ha enfilado el puente de Suresnes camino de la Rive Droite. Otros se estresan tratando en vano de abarcar todo el anárquico ciclo de conferencias, sin faltar a ninguna. Con el fin de poner orden, algunos particulares de buena fe publican programas de discursos y detallados mapas del barrio con los púlpitos marcados mediante puntitos rojos. Pensar desde la izquierda es uno de estos proyectos; uno bastante bueno y recomendable. Negri, Zizek, Badiou, Neyrat, Saint-Upéry y Nancy Fraser son algunos de los ilustres speakers a los que geolocaliza.
La saturación de sermoneadores comienza a ser excesiva. Más de un vecino, cuentan, hastiado de la cotidiana hiperinflación de decibelios, ha enfilado el puente de Suresnes camino de la Rive Droite
y decálogos. Unos emplean sus cuerdas vocales en convencer a sus vecinos de que no es oro todo lo que reluce al otro lado del río, digan lo que digan los enormes cartelones aprestados allí a todo lo largo del paseo fluvial, con sus eslóganes mirando hacia la Rive Gauche. «¡La moralidad política, tanto en la esfera profesional como en la cotidiana, se desvanece ante el reinado del cinismo generalizado, de la más perversa manipulación, del oportunismo y del narcisismo!», grita un orador. «¿Qué sucederá el día en que un dictador disponga de un fichero biométrico y de una base de datos con el adn de todos los ciudadanos?», amenaza otro, no lejos del primero. «Nos enfrentamos a algo que supone un engaño terminológico y lingüístico del tipo profetizado por George Orwell en 1984. La guerra es la paz, la esclavitud la libertad», añade otro. «El dere-
atravesando una fase del ciclo de la lucha obrera que ha hecho evidente el agotamiento de las viejas formas y que reclama una inteligencia estratégica diferente: la inteligencia de crear lazos entre las luchas que vienen de distintos frentes», propone alguien. «Hace falta que cuando las feministas definan sus reivindicaciones, no lo hagan tan sólo en términos de género, y que ellas también asuman las de los otros grupos, con el fin de crear una larga cadena de equivalencias entre todas estas luchas democráticas», añade otro secundando al primero. «Hay que intentar establecer un frente común de todas las fuerzas progresistas», abundan. «¡No se debería aceptar nunca la idea de que las cosas no pueden cambiarse!», exclama alguien. «Debemos imaginar modos de transformar un círculo vicioso en un
Tiene, sin embargo, un problema. Alguno de los usuarios de la guía se ha quejado de que la información sobre las conferencias no incluye, y debería hacerlo, una pequeña indicación del nivel intelectual que cada alocución requiere para seguirla satisfactoriamente, al modo de las puntuaciones de dificultad de las guías de rutas de montaña. Algunos de los speakers, dicen, utilizan un lenguaje críptico, abstrusamente académico, que los hace ininteligibles. No son estos chinoparlantes la mayoría, es cierto, pero a más de un asistente a más de un discurso le ha sucedido lo que a aquel campesino que le pedía a un ingeniero que le explicase el funcionamiento de una máquina de vapor: el ingeniero le dibujaba esquemas y le mostraba dónde había que poner el combustible, por dónde salía el vapor y cómo el calor se transformaba en movimiento. El campesino lo escuchaba pacientemente, pero al final decía: «Lo he entendido todo. Pero, ¿dónde está el caballo?». También hay quien empieza a echar mucho de menos al viejo alcalde. Se llamaba Karl. ¢
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DE LA HISTORIETA A LA HISTORIA
Vigilados
En el marco del XXV Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez, sus promotores impulsaron la firma del Manifiesto de Segovia. «El periodismo es un servicio público además de un negocio», se lee en el encabezamiento. Joe Sacco Reportajes Traducción de Marc Viaplana Canudas Mondadori, 2012, 136 pp., 20,90 ¤ JESÚS MARTÍNEZ
Es exactamente la función que ejerce el periodista Joe Sacco (Malta, 1960), que acaba de publicar un recopilatorio de sus artículos en formato cómic en el libro titulado Reportajes (Mondadori, 2012). Palestina, Irak, Bosnia, Chechenia, India y Malta. A estos países viaja Joe Sacco para dar cuenta de lo que le ocurre a los indeseables, a los más débiles, a aquellos que no tienen voz porque han empeñado sus cuerdas vocales. «Nuestro trabajo no es ajustar balances, sino contar historias, y esto no está en crisis. Todos seguimos teniendo la necesidad de escucharlas sin importar el formato y la herramienta de transmisión», se escribe en el segundo párrafo del manifiesto, al hilo de una definición ofrecida en su momento por el director del New York Times, Bill Keller. Recito como una epifanía este manifiesto porque Joe Sacco respeta escrupulosamente el código ético de la profesión. Y es el prólogo de Reportajes, firmado por él mismo, una clase del oficio. En el exordio recuerda lo que repite el obsequiado Robert Fisk: «Siempre digo que los periodistas deberían ser neutrales y objetivos a favor de los que sufren». Sacco se desnuda en las cuatro primeras páginas como una forma de expiación. Se justifica por no ser objetivo, pero, lejos de desafiar a sus colegas, acalla las protestas con un gesto de humildad: «Francamente, no tengo ningún problema con la palabra en sí [objetividad], si sólo significa abordar una historia sin ninguna idea preconcebida. El problema está en que no creo que haya muchos periodistas que se planteen así cualquier historia relevante».
sobre todo, en los talleres de las redacciones. Una vez licenciado el joven Sacco por la Universidad de Oregón, tarda una década en desandar el camino que las enseñanzas de la facultad le habían trazado. Cada vez más, en esta sociedad global y compleja, en la que las distancias se acortan (mi madre aún grita por teléfono cuando se comunica con sus hermanas en Asturias, porque Asturias, hasta hace dos décadas, estaba lejísimos), se respeta más la voz propia, eminentemente subjetiva. No es lo mismo contar una historia empotrado en una columna de marines que se adentra en los arrabales de Faluya, en Irak, que contarla desde el punto de vista de los insurgentes (incluso de las palabras justas que utilicemos se desprenderá el sentido de nuestra intención: antes de ser insurgentes, en los primeros días de la «liberación» del Irak de Saddam Hussein, los resistentes eran llamados terroristas). Joe Sacco, que ha hecho trizas la estructura pirami-
Así, en las notas sobre los crímenes de guerra (extracto de Los procesos por crímenes de guerra, de 1998, sobre el conflicto en la antigua Yugoslavia), dice, referente a los preparativos del viaje y de las fuentes de las que se nutre: «Cuarenta y cinco minutos más tarde, después de haber utilizado todos los argumentos posibles e imaginables para que cambiaran de opinión, accedieron a responder a mis preguntas a condición de que no las citara ni les atribuyera declaración alguna». En su tesis La fama, la escritora Margarita Rivière pide sinceridad en la búsqueda de datos: «Al ocultar las circunstancias en las que se elaboran determinadas informaciones se está negando al público su derecho a conocer qué interés existe detrás de algunos trabajos informativos». Dejando clara su postura, Joe Sacco puede ganarse la confianza del lector (atrapado en las redes sociales), confianza que han dejado escapar los políticos por creer que esta cualidad se puede
Dejando clara su postura, Joe Sacco puede ganarse la confianza del lector (atrapado en las redes sociales), confianza que han dejado escapar los políticos por creer que esta cualidad se puede comprar y vender como un smartphone
Busco en el archivo de recortes de diarios un artículo de un congreso de editores en el que se prefiere desterrar el término objetividad por este concepto más acorde: «acercarse a la verdad», a sabiendas de que la verdad es un prisma de muchas caras. Y da en el clavo, con lo que reabre el debate sobre la utilidad de las escuelas de periodismo, porque los entresijos de este servicio público se aprenden,
dal de los partes de agencia y el sanctasanctórum del lead, se implica tanto en sus viñetas que, conscientemente, se dibuja en ellas. Y no sólo se dibuja en ellas, sino que hace partícipe al lector de los pormenores de la visita, de cómo y por qué se encuentra en la situación en la que se encuentra, en cada uno de los lugares infernales en los que aterriza como un fugaz enviado especial.
comprar y vender como un smartphone. Entonces nos creemos lo que Sacco ve y oye en el campamento de refugiados palestinos en Rafah, en Egipto («Ya nadie tiene en cuenta a las víctimas del pasado», se lamenta el palestino Mohamed Abu Ilhalaweh); nos creemos lo que ve y oye en el campamento de refugiados chechenos de Sputnik, en Ingusetia («No acumuléis muchas cosas», le aconseja a sus hijos la refugiada chechena Asset); nos creemos lo que ve y oye en el centro de detención de Safi, en Malta («Los echaremos a patadas [a los inmigrantes africanos]», replica el extremista nazi Norman Lowell); y nos creemos lo que ve y oye en la India, rodeado de castas y subcastas de intocables, como los musahar, que requisan los granos de arroz de las madrigueras de las ratas. Los intocables tienen más hambre que las ratas. El Manifiesto de Segovia termina con un canto a la honestidad, requisito del oficio: «En nuestra mano está mimar ese periodismo, para que los ciudadanos sigan siendo ciudadanos, y no meros consumidores, y para que los poderes, sea cual sea su naturaleza, se sientan vigilados». ¢
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DE LA HISTORIETA A LA HISTORIA
JORGE CARRIÓN Ilustración MARGARET HAGAN Esa pregunta retórica encontrábamos hace un par de años en el editorial de Le Monde Diplomatique en bande dessinée, formulada por el profesor de semiótica Léopold Ferdinand-David Vandermeulen, nacido en 1925 y pionero en el uso de la historieta como método pedagógico. La iniciativa ha creado escuela: el número de octubre de la revista peruana Cometa, dirigida por Marco Avilés y especializada en crónica, ha sido confeccionado exclusivamente en viñetas. Y derivados: la exploración texto-visual de la realidad incluye todo tipo de formatos, desde la fotonarración hasta la infografía, pasando por la ilustración, el cuaderno de viaje, el relato gráfico y todo aquello que los autores puedan imaginar. Porque como reza el subtítulo de Contar la realidad. El drama como eje del periodismo literario, que Jorge Miguel Rodríguez ha recopilado para la editorial 451, se trata de desarrollar nuevos dispositivos dramáticos, conflictivos, móviles, que den cuenta de una realidad que solamente de ese modo sabemos leer. En su aportación al volumen Domenico Chiappe crea una fértil serie para pensar el periodismo bélico, la que conformarían John Hersey (Hiroshima), Michael Herr (Despachos de guerra) y Joe Sacco (Notas al pie de Gaza). En esos nombres propios yo vería tres fases de la historia contemporánea de la crónica: el periodismo clásico, el new journalism y el nuevo nuevo periodismo. No hay duda de que Sacco es el más importante de los actuales periodistas en formato cómic. Y el único que se mantiene fiel a una poética de la investigación sobre el terreno. Porque sus obras maestras sobre los Balcanes y sobre Palestina, novelas gráficas de no ficción que se han visto recientemente completadas con la publicación de sus Reportajes (Mondadori, 2012) —seis piezas breves que aparecieron originariamente en medios como Virginia Quartely Review, The Guardian o Times Magazine—, constituyen todavía fragmentos de un proyecto singular pese a su cuarto de siglo de existencia. Quiero decir que, aunque encontremos autores de la relevancia de Igort (sus dibujos de Cuadernos ucranianos, que aquí ha editado Sins Entido, han sido exhibidos en el Museo de Arte Contemporáneo de Milán) o de Sarah Glidden (que trabaja en esa zona de nadie que hay entre la ilustración, el ensayo y la investigación periodística), lo cierto es que Sacco continúa siendo el único periodista gráfico en el sentido estricto del término, pues no ha incursionado en los otros grandes ámbitos de la no ficción en viñetas. Su condición de pionero, pues, sigue estando acompañada por su naturaleza de rara avis.
El nuevo nuevo periodismo «¿Qué otro medio de comunicación que no fuera el cómic podría dar una mejor respuesta a la crisis de la prensa escrita?»
En el epílogo de Ciudad de payasos (Alfaguara, 2012), ilustrado por Sheila Alvarado y escrito por Daniel Alarcón, el novelista y cronista dice que fue en el 2003 cuando leyó Gorazde: zona protegida: «Nunca había visto nada igual». Es, por tanto, en el contexto histórico actual, mucho más favorable para el cómic de ambición artística, que finalmente se ha encontrado con el gran público, cuando la maestría de Sacco está encontrando discípulos. Su singularidad se acentúa si tenemos en cuenta que Art Spiegelman, Craig Thompson, Marco Corona, Alison Bechdel, Marjane Satrapi, Davide Toffolo, Miguel Gallardo, Aleksandar Zegraf, Peter Kuper, Lamie Ziadé, Josh Neufeld o Guy DeLisle trabajan sobre todo en la autobiografía (sentimental o viajera) o en la divulgación (biografía y ensayo histórico, científico o cultural). Es decir: en la crónica no necesariamente periodística. El caso de Neufeld es paradigmático a este respecto: es autor tanto de A. D.: New Orleans After the Deluge, una obra de referencia sobre el huracán Katrina, que cuenta las historias reales de cinco de sus protagonistas, como de los dibujos de The Influencing Machine, un ensayo de Brooke Gladstone sobre el laberinto mediático de nuestra época. Ese tipo de colaboraciones entre escritores y dibujantes son habituales en el mundo del cómic, pero se han vuelto más complejas en los últimos años. Ejemplo de ello sería Edible Secrets: A Food Tour of Classified U. S., donde han trabajado juntos la investigadora Mia Partlow, el diseñador gráfico Michael Hoerger y el ilustrador Nate Powell: un proyecto en que son tan importantes el hilo narrativo (espionaje y comida) y los dibujos como los mapas, los gráficos o las fotografías intervenidas para relatar la historia contemporánea a través de documentos desclasificados. Tanto en Bye Bye Babilonia. Beirut 1975-1979, de Ziadé, como en Diario de Oaxaca, de Peter Kuper (ambos en Sexto Piso), constatamos una vez más que se trata de un «género» polimorfo, con una altísima capacidad de sintonía con nuestra multiforme realidad. Ziadé imagina su texto mediante el retrato, la instantánea bélica, la reproducción de objetos cotidianos y pop, el dibujo naïf o el catálogo armamentístico. Kuper combina el relato secuencial con el collage o los artistas invitados, completando su rol de artista con el de curator. Mientras que el periodismo narrativo exclusivamente textual se ha ido codificando en extremo (su defunción ha sido declarada por Nicolás Mavrakis en #findelperiodismo), el nuevo nuevo periodismo, o si se quiere la nueva nueva no ficción, es en estos momentos una forma abierta y con un enorme potencial. ¢
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ALICIA GONZÁLEZ-LAFITA EN BORRÓN
La casa traspasada
Una sutil reflexión sobre las ambivalencias de la arquitectura Alicia González-Lafita Pérez Forados de doble trayectoria Sala Borrón. General Yagüe, 3, Oviedo Hasta el 31 de enero JUAN CARLOS GEA «El vidrio está destinado a jugar un gran papel en la arquitectura de metal. En lugar de gruesos muros, cuya solidez y seguridad se ve reducida si hay gran número de vanos, nuestras casas estarán atravesadas por tantas aberturas que parecerán diáfanas. Estas amplias aberturas de vidrio grueso, simple o doble, mate o transparente, irradiarán de día un resplandor mágico hacia el interior y, de noche, hacia el exterior.» Walter Benjamin rescató para sus Pasajes (T1a, 4) esta entusiasta prospectiva arquitectónica, en la que un tal Gobard imaginaba la arquitectura de un futuro muy cercano como parte de un artículo con ese mismo título (L’architecture de l’avenir), publicado en 1849 en la Revue Générale d’Architecture francesa. Como siempre, Benjamin rescata este pecio para activar toda su carga fantas-
La pregunta que la propia autora se hace en su cuaderno de apuntes preparatorios: «Where does the house finish? Where does the street begins?»: dónde termina la casa, dónde empieza la calle (y todo lo que la casa y la calle simbolizan)
magórica: un síntoma del momento, en pleno apogeo del capitalismo y el positivismo decimonónicos, en el que los grandes cambios tecnológicos (en este caso, constructivos, en particular los derivados de la arquitectura del hierro y el vidrio) anticipaban el desdibujamiento de los límites entre el interior y el exterior, lo privado y lo público, la propiedad y lo colectivo, lo subjetivo y lo objetivo, el individuo singular y las multitudes urbanas. Ese mismo territorio de ambivalencias, intercambios bidireccionales y ambigüedades sirve, no obstante, como el suelo firme sobre el que Alicia González-Lafita Pérez (Gijón, 1989) ha edificado Forados de doble trayectoria, un fascinante proyecto que es a la vez arquitectura, instalación interactiva, intervención, escultura y escenografía y que formula con una suerte de monumental delicadeza la pregunta que la propia autora se hace en su cuaderno de apuntes preparatorios: «Where does the house finish? Where does the street begins?»: dónde termina la casa, dónde empieza
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«FORADOS DE DOBLE TRAYECTORIA» la calle (y todo lo que la casa y la calle simbolizan). La cuestión posee raíces culturales muy profundas, como lo revela la cita escogida por la artista a modo de frontón: un párrafo de Formas de la exterioridad de José Luis Pardo, en el que se nos recuerda que nuestra tradición platónico-cristiana sustenta una vieja analogía entre el cuerpo como fachada que envuelve el alma y los sentidos como sus puertas y ventanas: «“forados” de doble trayectoria», oquedades que a la vez alimentan la interioridad y la amenazan con su trasiego incontrolable de datos y hechos. Luz, sonido, objetos y acontecimientos pequeños y grandes que franquean la invasión de lo exterior, el allanamiento, la profanación de la intimidad, pero que también expelen a la vía pública de modo deliberado o por descuido imágenes, palabras y ruidos escapados de nuestra privacidad como en aquellos extáticos versos de Claudio Rodríguez:
Forados de doble trayectoria amplifica y simplifica el lenguaje y los intereses respecto a la obra anterior de la autora: la arquitectura, desde luego, como idioma matriz, pero también el recurso a lo textil y, sobre todo, a la luz «como elementos constructivos» «¡Ved mi ropa, / mi aposento de par en par! ¡Adentro / con todo el aire y todo el cielo encima!». González-Lafita aprovecha a fondo esa analogía orgánica cuerpo-edificio y el paisaje concreto del barrio madrileño de Vallecas para convertir el interior de la sala en un exterior, algo así como una especie de «urbanización de cámara», y establecer un diálogo en movimiento entre el edificio de nuestro cuerpo y el cuerpo de la pieza con sus propios comportamientos casi orgánicos: una gran construcción traslúcida que envuelve el paño central de la sala y la transforma no sólo en una vivienda, sino en toda una calle a escala, un fragmento de barrio con sus chaflanes y fachadas, sus ventanas que abren y cierran los postigos al paso de viandante, sus entrevisiones de una intimidad ajena y fragmentada, el ondear de sus visillos y de su ropa tendida de fachada a fachada, el reclamo de sus luces encendidas… En esa operación, consiguientemente, el espectador se transforma también en paseante, flâneur que recibe azarosamente todos estímulos del paisaje urbano y que curiosea en sus accidentes, sus transparencias y opacidades, sus resquicios e incitaciones. Forados de doble trayectoria amplifica y simplifica el lenguaje y los inte-
reses respecto a la obra anterior de la autora: la arquitectura, desde luego, como idioma matriz, pero también el recurso a lo textil y, sobre todo, a la luz como elementos constructivos. En esa aparente imposibilidad (construir con algo tan frágil como el tejido, con algo tan intangible como la luz) reside toda la densidad conceptual y poética del proyecto. Alicia no construye espacios que se puedan habitar o en los que quepa preservarse, como uno espera de cualquier producto de la arquitectura; se trata, por el contrario, de una paradójica construcción porosa a los sentidos, en la que las ventanas contienen más ventanas (pero las imposibles ventanas de la realidad representada, filmada en este caso, que se muestra a través de ellas) y en la que son realmente las fachadas las que
dejan pasar la mirada hacia al verdadero y entrevisto interior de la pieza: visillos que son muros y en los que se borra la oposición entre las dos acepciones de lienzo, como tejido y como fachada o pared. Pero, al margen de ese poético recordatorio de una provisionalidad que suele asociarse al cuerpo del ser humano pero que por razones obvias preferiríamos no vincular a los lugares en los que vivimos, la doble trayectoria de estas oquedades invita a recordar algo más: que, junto al «resplandor mágico» de la luz que tanto entusiasmaba a nuestros antecesores del siglo xix, entra algo más desde fuera, sale algo más los edificios. Ya lo advirtió el propio Walter Benjamin, que veía en la transparencia del cristal «el enemigo del misterio», de
toda aura artística…, pero «también de la propiedad». La porosidad de este precario límite entre el interior y el exterior pone a su vez límites a la posibilidad de ausentarse por completo de lo público, de encapsularse en el interior burgués, y plantea una forzosa homeostasis entre lo público y lo privado. Mucho más ahora, en un tiempo en que la calle vuelve a levantarse un ruido que no es sólo el del tráfico rodado y en que las grandes plazas y las calles más transitadas ya no son sólo narcóticos pasajes del escaparatismo, sino que intentan despertarse para volver la mirada hacia los viejos modelos del ágora, el foro. Y quién sabe si el campo de batalla urbano, como el París previo a los bulevares de Huysmans y a los tiempos del hierro y la falsa transparencia. ¢
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elcuaderno
Número 40 / Diciembre del 2012 / 2ª quincena
AGENDA CULTURAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS Códigos abiertos
Feather Tales II
Hasta el 21 de diciembre LABoral Centro de Arte y Creación Industria
Hasta el 4 de febrero del 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Códigos abiertos muestra el proceso de un grupo de trabajo que investiga sobre nuevas formas de producir, compartir y difundir cultura en un momento en el que se cuestiona su valor. Así ha surgido la propuesta colectiva de una serie de jornadas, talleres y presentaciones sobre cinco bloques temáticos: arte y espacio público; la comunidad aleatoria; resistencia frente a la vigilancia tecnológica; nuevas formas institucionales, y música y autogestión.
Los Playmobil prehistóricos
Un work in progress del artista brasileño Ricardo O’Nascimento y de la artista turca Ebru Kurbak en el que utilizan las prendas de vestir como una forma de comunicación y de protección, situándolas en el núcleo de unas investigaciones que vinculan el diseño y la moda.
Presencia activa Hasta el 25 de febrero del 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Presencia activa muestra, a través de las obras de doce artistas internacionales la evolución de la performance en sus cincuenta años de existencia y su vigencia en el arte actual.
Hasta el 31 de diciembre Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo
Miraes 2012-Itinerancia Hasta el 17 de noviembre del 2013 Varios emplazamientos (consultar <www. clubculturaasturias.com/14/agenda.html>)
Organizada y producida por la Asociación de Fotoperiodistas Asturianos y el Gobierno del Principado de Asturias, esta exposición constituye el resumen del año en imágenes realizadas por estos profesionales asturianos. A través de esta pequeña muestra, que se instalará en la Sala de Consulta, el público podrá visitar una representación de la vida de nuestros antepasados, sus estilos de vida o sus actividades cotidianas.
El Cascanueces 19 de diciembre, 20.30 h. Auditorio del Centro Niemeyer
Hasta el 31 de diciembre Centro de Recepción e Interpretación del Prerrománico Asturiano
El Centro de Recepción e Interpretación del Prerrománico Asturiano acoge una exposición fotográfica con motivo del 70º aniversario de la reconstrucción de la Cámara Santa de Oviedo, uno de los monumentos más relevantes del prerrománico asturiano, incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1998.
Vídeo Selecta. 11 obras de videoarte de colección
Por séptimo año, la escuela de Danza y Artes Escénicas Mares Danza organiza su Festival de Navidad celebrando una gala benéfica a favor de UNICEF, cuya recaudación se destinará a programas de lucha contra la desnutrición infantil que lleva a cabo UNICEF.
Taller de Artista con Mabel Álvarez Lavandera 27 de diciembre, 11.00 h Fundación Museo Evaristo Valle
El Museo Evaristo Valle en Gijón ofrece un taller didáctico para niños que correrá a cargo de la pintora e ilustradora gijonesa Mabel Álvarez Lavandera.
Grease, el musical Del 27 al 30 de diciembre Teatro Campoamor
Ciclo Rock & Soul Alto Volto El Russian State Ballet «Pushkin» tiene su sede en el Teatro Estatal de la Ópera y Ballet de Nishny Novgorod. La compañía se caracteriza por su juventud y belleza, formada a partir de artistas formados en las escuelas coreográficas de Perm, Moscú, Nizhny Novgorod, Minsk, Kazan y Ufa.
Ciclo de Cine Niemeyer
Hasta el 6 de enero del 2013 Sala de exposiciones Banco Herrero. Oviedo
Muestra algunos de los caminos presentes en el uso de la imagen en movimiento como posibilidad artística. Desde el vídeoarte hasta el cinema expandido, pasando por la vídeoinstalación, el vídeoobjeto, la reconstrucción, el vídeoensayo y la vídeodocumentación. Un conjunto diverso de piezas audiovisuales se dan la mano en esta muestra de amplio espectro.
40 años en el corazón del mundo celta Exposición aniversario del Festival Intercéltico de Lorient La historia del Festival Intercéltico de Lorient, desde la llegada a la ciudad del campeonato de bagadou (bandas de gaitas bretonas) en 1971 al gran acontecimiento cosmopolita de hoy. Un homenaje a quienes desde hace cuarenta años construyen esta aventura humana en un espíritu de fiesta y apertura.
23 de diciembre, 19.00 h Teatro de Laboral, Ciudad de la Cultura
Una nueva y espectacular producción, con una ambiciosa y actual puesta en escena, realizada con motivo del 40 aniversario del estreno del musical en Broadway, convertido en un éxito sin precedentes a lo largo de generaciones de espectadores.
70º aniversario de la reconstrucción de la Cámara Santa de Oviedo
Hasta el 6 de enero del 2013 Hall del auditorio del Centro Niemeyer
Gala de Navidad Mares Danza-UNICEF
Cine del Centro Niemeyer • 20 de diciembre: Americans masters: Woody Allen, A Documentary, 20.00 h • 23 de diciembre: El aprendiz de Santa Claus, 18.00 h
28 de diciembre, 22.00 h Sala Club del Centro Niemeyer
Ganadores de varios concursos y curtidos a base de numerosos directos por todo el país, no dejarán indiferente a nadie con sus temas, actitud y trabajo en directo.
Jornada Medieval en el prerrománico del Naranco 29 de diciembre a las 10.30 h. Monumentos prerrománicos en Oviedo
The Gift
Una jornada especial asociada a los monumentos prerrománicos Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo con un programa cargado de cultura e historia, pero también de diversión.
21 de diciembre, 20.30 h Auditorio del Centro Niemeyer
Piccolo Camerino
The Gift lanzaron sus primeros álbumes Vinyl (1998), Film (2001) y AM-FM (2004) con su propia editora, La Folie-Gift. Tras un gran éxito en Portugal y sus giras por EE. UU. y Europa, su actual gira, «Primavera/Explode – Mil colores posibles» lleva a The Gift por las principales salas de España y Portugal.
M-Clan 22 de diciembre, 21.30 h Teatro de la Laboral
29 de diciembre, 20.30 h Teatro de la Laboral
Tras obtener el premio como mejor espectáculo en el Festival Internacional de Clown de Balsequillo, en Gran Canarias, y quedar como subcampeón del mundo de magia de calle en Sankt Wendel, Alemania, Adrián Conde llega a la Laboral con Piccolo Camerino, un espectáculo de magia visto a través de la mirada de un clown.
El grupo presentará su nuevo trabajo, Arenas Movedizas, álbum que cuenta con uno de los mayores repertorios de canciones de toda su discografía, con tintes de rock sureño, hard rock de los 70’ y del rythm & blues más clásico. En esta concierto, MClan irá acompañado de la banda de rock argentina Guasones.
www.clubculturaasturias.com/14/agenda.html