elcuaderno 41 Quincenal de cultura. Segunda ĂŠpoca Enero del 2013: primera quincena elcuadernoculturaldelavoz.blogspot.com
CHARRIS
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elcuaderno
FOUJITA, SOUTINE, KIKÍ
Otra clase de pintores Carlos Ardohain Hubo una época en que el arte bullía en los corazones de los hombres con más intensidad que nunca, cada artista sentía dentro de sí la imperiosa necesidad de cambiar el mundo, de hacer de él un lugar en el que la belleza fuera cosa habitual. En esa época una ciudad se había erigido como faro y en ella pululaban los artistas de todas partes del mundo. Algunos de ellos se hicieron famosísimos con los años y otros quedaron al costado de la celebridad cayendo en un olvido, en la mayoría de los casos, injusto. Pero todos enriquecieron la historia de la cultura con su vida y su obra. Aquí un par de anécdotas que recuerdan a dos de aquellos pintores.
Foujita
Kikí de Montparnasse estaba molesta, y no era por el frío que hacía en el estudio, a eso estaba acostumbrada. El japonés no le hablaba, si bien era cierto que su francés era muy rudimentario y su carácter extremadamente reservado, estaba muy inquieto. Era su primera sesión. Por recomendación de Man Ray vino a dar al atelier de Foujita, y éste la recibió con mucha cordialidad, a su gusto un poco excesiva. Le indicó un diván en el rincón, le pidió que se quitara la ropa y le sugirió una pose, y ahora no dejaba de dar vueltas, la miraba y miraba el papel, miraba a su gato y la volvía a mirar a ella. Algo parecía no funcionar. Algo estaba fuera de lugar. Trazó un par de líneas con lápiz y detuvo el trabajo. La miraba a través de sus gafas redondas y su pequeño bigotito parecía vibrar, pero no hablaba.
Gine-Louise Delaunay, Foujita Croque Kikí, 1922, óleo sobre lienzo, 65 µ 54 cm
De pronto pareció tomar una decisión y se acercó a ella caminando lentamente con algo en la mano. Kikí sintió miedo, pero no dijo nada, observó la figura menuda acercándose y cuando estuvo a un metro vio que Foujita tenía en la mano un pincel de punta finísima embebido en tinta china, una sonrisa le iluminaba el rostro, se acercó más, se agachó y comenzó a trazar con el pincel, uno a uno, los cabellos de su inexistente vello púbico. De modo que era eso, la ausencia de la sombra triangular en su sexo ponía nervioso al pintor, que con paciencia le dibujó una hermosa motita de exquisitos cabellos.
Luego se paró, volvió a su tablero y comenzó a trabajar con decisión y alegría. El gato se arrellanó en su silla. Kikí se acomodó en su diván con la certeza de que esa noche ella poseía el monte de Venus más bello de París.
Soutine
La noche estaba helada, por las calles de ese barrio alejado no había nadie, pero dos sombras avanzaban riéndose y cantando, dos mujeres abrigadas con una botella de ajenjo en la mano, rescatada del último bar en el que habían estado. Parecían saber adónde iban, o tal vez era solamente la impre-
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sión que daban al caminar rápido, escapando del frío y afirmando la alegría de estar vivas, de ser jóvenes y hermosas, de estar en París. Kikí y su amiga apuran el paso, les falta poco para llegar a La Ruche, el edificio donde viven sus amigos pintores. Tocan a la puerta de Soutine, que es la única debajo de la cual se ve luz, y el ruso les abre con un cuchillo en la mano, les sonríe y las invita a pasar. El estudio es un desorden y tirados en el piso hay varios de sus últimos cuadros. Ellas se quedan paradas entre los cuadros y la puerta. Entonces Soutine les explica que estaba mirando sus últimas pinturas para ver cuáles le parecían buenas: a las que no aprobaran el examen les esperaba el cuchillo. Las mujeres ríen a carcajadas y mientras él recoge las telas y deja el cuchillo, apoyan la botella en la mesa atestada de papeles. En el estudio hace frío, mucho más frío que fuera. El pintor tiene puesto un abrigo y ellas no se sacan los suyos, pero no pueden dejar de temblar, y entre la risa que traen de la calle y el frío que tienen parecen estar bailando. Entonces Soutine les dice que esperen, que las va a caldear, así dice, caldear, dicho lo cual agarra una de las dos únicas sillas que hay en el estudio, la rompe y haciendo un montículo en la vieja chimenea prende unos papeles debajo de ella para encender un fuego improvisado. Después toma la otra silla y, rompiéndola también, la ubica encima de la otra y el fuego toma fuerza, presencia, se hace amo del espacio. Las llamas ondulantes se parecen a las pinceladas nerviosas de sus cuadros Entonces le dice a Kikí: Bueno…, ¡ahora, a brindar! Y los tres se quitan los abrigos, se sientan en el suelo cerca del fuego, se sirven ajenjo y brindan durante el resto de la noche por el fuego creador, la pintura y las mujeres, por Rusia y por París. ¢
Portada: Charris, El cuervo, 2011. Óleo sobre lienzo. 200 µ 150 cm
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UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO
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Lo que queda del 12 Cambio de año, tiempo de listas y balances. El Cuaderno ha pedido a algunos de sus colaboradores que rescaten lo que merece la pena ser recordado de entre lo que ha traído 2012 en distintos apartados: libro de poesía en el ámbito internacional (PI); libro de poesía en el ámbito nacional (PN); libro de narrativa en el ámbito internacional (NI); libro de narrativa en el ámbito nacional (NN); ensayo internacional y/o nacional (E); música (M) y cine (C).
VISIONES DE DAMASCO (Una parábola)
• Damascus, 2012, óleo sobre papel, 30,8 µ 40,8 cm • Dark City, 2012, óleo sobre papel, 40,8 µ 30,8 cm
Charris On the road to Damascus Galería Gema Llamazares Instituto, 23. Gijón Hasta el 27 de enero
i.
Juan Carlos Gea
Uno nunca puede estar seguro de nada. Pero me jugaría mi colección completa de ejemplares de El Cairo a que Moustapha, el dueño del Damascus Bakery en Atlantic Avenue, vende el mejor falafel y los pastelitos de laham ajeen más inolvidables de todo Brooklyn, de toda la ciudad y estoy por decir que de toda la Costa Este. Eso basta, sin duda, para justificar los siete kilómetros y pico de caminata urbana que me obligo a dar de vez en cuando desde mi estudio hasta Brooklyn Heights, cruzando a pie el puente. Es poco más de una hora a buen paso que me sirve para desentumecer los músculos y, sobre todo, la cabeza y los ojos después de horas, quizá días de pintura. Un peatón neoyorquino encuentra inconcebibles esas distancias, pero para un europeo de a pie no son más que un paseo quizá un poco extravagante. Claro que es más discutible que las delikatessen sirias de Moustapha justifiquen una excursión a Atlantic Avenue cruzando el East River cuando toda la
Costa Este se encuentra en estado de pánico preventivo ante la llegada de un superhuracán. Los satélites dicen que aún quedan un par de días antes de que Sandy entre en los Estados Unidos, más o menos veinte millas al sur de mi barrio, pero llueve ya casi todo el tiempo una lluvia fría y racheada, y el vendaval agita con violencia los árboles desde hace horas. Antes de salir he revisado
en el portátil las fotografías termográficas en tiempo real del satélite NOAA: una sobrecogedora imagen que reproduce cada quince segundos las evoluciones de una masa rojoanaranjada con bordes verdosos que por el momento aún avanza en paralelo a la costa y que parece salida de un cuento de Lovecraft. Pero se me ha incrustado en la cabeza otra imagen: la de una docena de suculentos laham ajeen recalentándose en mi horno mientras espero que pase el huracán con mi sobado ejemplar de Gates of fire en las manos y buena música. Y los que me conocen ya saben hasta qué punto soy vulnerable a las imágenes que ensambla mi mente. Además, acaban de avisar de que los puentes quedarán cerrados en unas horas. Así que me abrigo bien, cojo mi paraguas, salgo del estudio... y antes de haber recorrido cien metros de mi camino al Damascus, el pavimento mojado me juega una mala pasada. Resbalo junto a un plátano, me golpeo en la cabeza con su tronco, caigo al suelo y todo se apaga al instante. [•]
Amelia Gamoneda
pi: Zurita, Raúl Zurita, Delirio. pn: La bicicleta del panadero, Juan Carlos Mestre, Calambur. ni: El origen del mundo, Pierre Michon, traducción de María Teresa Gallego Urrutia, Anagrama. nn: Todos los cuentos, Antonio Pereira, Siruela. e: Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas, Francisco González Fernández, Nivola. m: A modo, Abe Rábade, Nuba + Karonte Records.
Tess Gallagher
pi: Tremolo, Alice Derry, Red Hen Press. Half Finished Heaven, Tomas Tranströmer, Graywolf Press. ni: Happiness is a chemical in the brain, Lucia Perillo, W. W. Norton & Company. m: Original Album Classics, Dave Brubeck, Sony Music Masterworks. c: The Best Exotic Marigold Hotel, John Madden, 20th Century Fox.
Gabriel García-Noblejas
pi: El lenguaje del deseo, Hadewijch de Amberes, traducción de J. M. Ibeas, Trotta. pn: El espejo de tinta, Andrés Sánchez Robayna, Cátedra. ni: Las aventuras de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, traducción de J. M. Ibeas, Alianza. e: La sociedad del cansancio, Byung-Chul Han, traducción de A. Sarataxaga, Herder.
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UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO
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II.
No por mucho tiempo. La negrura se ilumina de golpe como si alguien hubiese encendido un proyector. Aunque no son diapositivas, ni retroproyecciones, ni nada que se parezca. Son imágenes que contienen y emiten, de alguna manera, su propia luz mate. Se mantienen unos segundos y pasan, con ese chasquido tan confortante y rítmico del carrusel de diapositivas que el profesor hace girar a tus espaldas, en la oscuridad del fondo de la clase. Lo que veo me recuerda bastante mis propios cuadros, pero estos no los he pintado jamás. Quiero decir que sé que lo que veo no es pintura, pero está hecho con pintura. Y con algo más que eso. A veces, escucho algún sonido. Voces o música que provienen de las figuras aunque todo sigue estático en ellas. Otras veces percibo con claridad lo que piensan, o adivino con nitidez cosas que en realidad serían completamente invisibles, de estar en un cuadro. Unas cuantas pasan y siguen de largo en la confusión del momento antes de que pueda siquiera verlas. Pero me sereno, las dejo ir pasando con la cadencia que ellas eligen y de algún modo me acomodo mentalmente en la oscuridad de la inconsciencia para observarlas mejor. Clic. De nuevo la termografía del Sandy, pero ahora enfocado casi a ras de suelo, en fuerte contrapicado, con el desnudo bloque de la Gagosian Gallery de Chelsea en primer plano. La borrasca se extiende por el cielo y se cierne sobre Manhattan como una crema que palpita con los rojos, los amarillos y los verdes enfermizos de Gerhard Richter. Un sujeto exquisitamente trajeado dirige hacia ella un extraño instrumental de precisión. Una mujer con aspecto de ejecutiva apunta cifras a su lado. Un tercero, en pie tras un atril que se parece a los de las casas de subastas, las transmite fuera del campo de la imagen con ayuda de un viejo megáfono.
• Stop, 2012, óleo sobre papel, 65 µ 50 cm • Departures, 2011, óleo sobre lienzo, 75 µ 225 cm
Clic. Un delirante paisaje de los que dibujaba George Herriman, pero pintado a la manera de Patinir. Una enorme cabeza de Krazy Kat recamada con diamantes se alza como un ídolo en mitad de los baobabs gordos, los edificios alargados sin puertas ni ventanas, las palmeras plantadas en macetas, la extensa llanura curvada. El oficial Pupp, a la derecha de la imagen, se lleva detenidos a Damien Hirst y al ratón Ignatz. Todos ellos parecen pequeños muñecos de plástico tienda de baratijas. Clic. Bianca Castafiore, con tocado frutal tipo Carmen Miranda, y Beni Moré cantan a dúo Dolor carabalí con la orquesta de Pérez Prado sobre la
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UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO
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m: Out of the Reeds, Pharaoh’s Daughter, Tzadik Records. c: Luna de papel, Peter Bogdanovich, Paramount Pictures.
José María Pérez Álvarez
pi: En la cuerda de tender, Dinu Flamand, traducción de Catalina Iliescu, Linteo. pn: La bicicleta del panadero, Juan Carlos Mestre, Calambur. ni: El ángel esmeralda, Don DeLillo, traducción de Ramón Buenaventura, Seix Barral. nn: La hija del este, Clara Usón, Seix Barral.
Jesús Martínez
ni: El crack-up, Francis Scott Fitzgerald, traducción de Mariano Antolín Rato, Capitán Swing Libros. nn: Donde anidan los sueños, Blas Gallego, Ediciones Carena.
Enrique Vila-Matas
• Desierto, 2012, óleo sobre papel, 65 x 50 cm • Hasten, 2012, óleo sobre papel, 50 x 65 cm
Clic. Otra estampa marinera, pero esta profundamente serena. Sentados en cómodas butacas de mimbre, el coronel Kurtz (bajo la apariencia del gordo Sydney Greenstreet vestido como El Holandés en Malaca), un Joseph Conrad anciano, Morcillón y Babalú comparten unos vasos de ron jamaicano en la cubierta del vapor Nellie. Al fondo, el Támesis fluye hacia el humo de las chimeneas y el atardecer londinense. En el lugar del sol pende un cartel amarillo que advierte: DEAD END STREET.
cubierta inclinada en 45 grados del Sirius mientras el transatlántico se hunde frente al faro de Cabo de Palos: Mi Dió yo no quiero morí Mi cuepo no acuanta el doló Mi negra me niega su amó... Clic. En apariencia, es el mismo atardecer en Cape Cod. Solo que en este veo lo que está pensando la mujer en pie junto a la puerta. Piensa (no: sabe, acaba de saberlo) que nunca podrá cruzarla de vuelta al interior. Que, vistas desde fuera, todas las casas de este mundo son volúmenes macizos,
inhabitables; y que, si las viese desde dentro, la luz que entraría por sus ventanas y todo lo que alcanzase a contemplar a través de ellas sería también una sustancia compacta y tan densa como el óleo. De igual manera, sabe que el bosque del fondo es solo una cierta cantidad de pintura violácea y negra. Que todos, su marido, ella misma, son figurantes a sueldo. Que el collie es un muñeco suspendido sobre la hierba espesa, inmóvil como un caballito de carrusel en su eje. Esta segura de que nadie, ni siquiera su marido, va a creerla y por eso guarda silencio. El tema del cuadro es su resignación. Eso sí es igual en el original.
Clic. Dos patinadores descienden por la rampa central del museo Guggenheim. Todas las obras expuestas —cientos, cubriendo toda la pared—, son cromos de viejos álbumes de la editorial Maga. Destaca una de Zoología y botánica (1962), reproducida a gran formato: la imagen (cromo nº 65, fragmento) de un nativo africano junto a un termitero que quintuplica su estatura. La pequeña cartela junto a él reza: Humildad, o La condición humana. Clic. El laboratorio de Nicola Tesla en Colorado Springs. Bajo los extraños aparatos y los haces de rayos, [•]
ni: Estoy leyendo con entusiasmo creciente Moo pak, una novela del apátrida Gabriel Josipovici, un escritor formidable. En esta novela, la primera que de él se publica en España, nos cuenta la historia de unos largos paseos por los parques londinenses, donde dos amigos conversan acerca del mundo y nos envuelven en su conversación sin barreras. Una oda a los viajes andados, al arte de caminar y conversar, al arte de desplazarse, cuando esta actividad se convierte en la más luminosa; tal vez sea esta actividad tan creativa porque tiene la velocidad humana. Hay caminatas que parecen producir una sintaxis mental y narrativa propias. nn: Estoy leyendo con muy notable interés El pulso del azar (Alfabia), de la asturiana Ana Rodríguez Fischer. Rabia, estupor, consternación, fracaso doloroso. Ofrece un punto de vista muy singular sobre nuestra ya vieja guerra civil; lo centra en la cárcel de mujeres de Wad-Ras, en Barcelona, donde una joven recibe un voluminoso paquete con cartas que le van a contar una dura historia. Muy bien escrita, estilo potente, sin duda el mejor trabajo narrativo hasta la fecha de Rodríguez Fischer: «Y por favor, Elisa, a la estampa que compongas, sea cual sea, añádele el asco y la rabia, más la consternación».
Andrés Catalán
pi: Collected Poems, Edward Dorn, Carcanet Press. pn: Zurita, Raúl Zurita, Delirio. Poesía completa, Zbigniew [página 7 •]
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UN PINTOR EN SU CAMINO DE DAMASCO
ran con gesto preocupado. En primer plano, una camarera cuyo rostro me resulta familiar, mantiene cerca de mi cara un paño húmedo y me pregunta si me encuentro bien. Reconozco el toldo de la pizzería de la esquina con la Segunda Avenida. Siento un suave dolor de cabeza, cierta desorientación que no es exactamente física y un raro bienestar, a pesar de todo. O es más bien euforia. El apremio de volver corriendo al estudio y empezar a pintar como un loco. El deseo de pintar.
Tesla en persona, ataviado con una gran bata, un mandil de cuero y unos guantes de goma, vigila con los brazos en jarras y gesto preocupado una mesa de operaciones. Sobre ella, el urinario de Duchamp, impecablemente ejecutado en origami, recibe varios rayos emitidos por un aparato invisible desde el techo. No lo pone en parte alguna, pero sé que el título del cuadro es Deus ex-machina. Clic. Una falla en la que los ninots están dispuestos exactamente igual que en la portada del Sgt. Pepper’s (pero ninguna de cuyas efigies coincide en realidad con las del original), a medio arder en la plaza de la iglesia del barrio valenciano de Benimaclet mientras la contempla por un solitario hombre de espaldas, ataviado con traje y sombrero. Me cuesta identificar los rostros de los ninots, pero sé que ninguno es el mío. Y no sé si eso me alivia o me entristece.
III.
Clic. Un lanzador de cuchillos que se parece una barbaridad a un famoso crítico de arte que se ha ocupado a menudo de mi pintura lanza sus dagas contra la figura de un hombre maniatado en una rueda que gira (este sí se parece a mí). Cada cuchillo lleva grabado el nombre de cada uno de los artistas a los que ha escrito que le recuerdo; con ellos (son decenas) me ha ido silueteando hasta casi llenar la superficie de la rueda. En los damascos del fondo de escenario, bordado en letras púrpuras: La Fama. Clic. La torre roja, de Giorgio de Chirico. A la la izquierda de la torre, una nave espacial humeante y medio destrozada, como si hubiese sufrido un aterrizaje violento. Reconozco en ella la Estrella Lejana, de Roco Vargas, dibujada por Daniel Torres. Junto a ella, dos figuras observan el entorno: una de ellas, es el propio Roco Vargas, vestido de astronauta y alzando la visera de su escafandra. La otra, que mira en dirección opuesta, es el escritor Roberto Bolaño, que sostiene con gesto escéptico un cigarrillo en la mano derecha y guarda la izquierda en el bolsillo de una arrugada americana. Clic. El Stuka del piloto de caza Beuys alcanzado por el fuego de las lejanas baterías rusas, justo cuando termina de escribir con el humo de sus llamas en el cielo de Crimea una quintilla del trovero Ángel Roca: El trovero ha de volar por cielos inexplorados, ingenio en repentizar y sutileza en crear han de ser siempre aliados.
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•• Euronómadas, 2011, óleo sobre lienzo, 200 µ 200 cm • Smart, 2012, tinta sumi y gesso sobre papel de periódico, 56 µ 60 cm
Clic. La célebre fotografía del astronauta americano Edward H. White tomada desde el Gemini IV durante su paseo espacial del 3 de junio de 1965. Lo que se ve tras él, flotando en el espacio, no es un fragmento de la Tierra, sino la esquina de una caja de Joseph Cornell del tamaño del planeta. Clic. El horizonte del mar Menor visto, más o menos, desde un embarcadero de Los Urrutias. El Barón y la Perdiguera no son islotes sino pequeños volcanes que emiten una fina humareda, como anticipando una erupción.
En primer plano, zarpa hacia ellas el Submarino Peral. La ceniza de los volcanes dibuja tenuemente en el cielo la frase: ¿Por qué me persigues? Clic. La fotografía de Yves Klein Salto al vacío. Sobre el asfalto, tirado justo en el lugar donde va a caer su cuerpo, el Cuadrado negro de Malevich. Clic. El Cuadrado negro de Malevich. Clic. Una luz distinta. Viento y lluvia. Caras de desconocidos que me mi-
Sin embargo, no consigo pintar nada ni ese día ni a lo largo de todo el día siguiente. Las visiones del minuto escaso en el que, según me contaron, permanecí fuera de juego siguen girando en el interior de mi cabeza con la misma violencia que el huracán ahí afuera; se confunden y recombinan entre ellas, se entrometen con las de los cuadros que ya tenía empezados para la exposición que me espera de vuelta a España, me lo desordenan todo como si hubiese abierto de par en par las ventanas del estudio para que entrase la tempestad. Me pongo en camino ante cada lienzo, tropiezo y vuelvo a levantarme una y otra vez. Y el final siempre es el mismo: la frase en ceniza “¿Por qué me persigues?”. El Cuadrado negro como una especie de ventana abierta a la ceguera. El tiempo ha empeorado mucho. Los informativos dicen que Sandy ha tocado tierra al sur de Atlantic City hace una hora y que permanezcamos en casa, pero no puedo quedarme encerrado con todos estos fantasmas que me importunan. Mejor salir que salir loco. Ya en las calles, me sorprende la cantidad de nativos y turistas que han decidido desafiar a Sandy y a las autoridades para ser testigos de lo que quizá nunca más vaya a tener ante sus ojos. No puedo reprochárselo. Es un espectáculo sobrecogedor, irrepetible. Los edificios parecen trepidar bajo la tempestad y el avance se hace fatigoso. Cuando salgo a Union Square, todas las luces de Manhattan sur se apagan de golpe. La ciudad se transforma en un instante en un desfiladero de paredes oscuras. Huyo del negro malevich y me encuentro con la negrura también aquí fuera. Hacia el norte, el Empire State permanece iluminado como un gigantesco faro. Su resplandor y el de las luces que permanecen encendidas más al norte iluminan las nubes bajas, desflecándose en lluvia. La oscuridad está solo aquí abajo, en los edificios. Arriba, el cielo resplandece como un televisor estacionado en un canal sin emisión, esperando que lo sintonicen. Se despliega tras las moles negras como un inmenso y disponible lienzo en blanco. Vuelvo corriendo al estudio. Ahora lo veo claro. ¢
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Existe una selecta familia de libros que vuelan fuera del espacio y del tiempo; que ignoran toda supuesta convención de género. Estas obras no dudan en sacrificar la coherencia interna, porque en su caso equivaldría a dejar de respirar, para regalarnos un viaje tan libre como placentero. Carlos Vara Sánchez Ilustraciones: Alfonso Fernández Fisiología del gusto, de Jean-Anthelme Brillat-Savarin (editado originalmente en París en 1826 y ahora recuperado por Ediciones Trea en colaboración con la Fundación Alimerka), pertenece sin ninguna duda a este caprichoso y esquivo grupo de artefactos literarios. No ha de engañar el ilustrado título Fisiología del gusto, pues nada más alejado de un arduo tratado sobre la materia es lo que se recoge en sus páginas. Si bien hay disquisiciones sobre el proceso digestivo, sobre los gustos y el olfato, son mucho más abundantes las anécdotas, los fragmentos sobre el buen comer, unas pocas recetas e incluso algún poema. Todos ello gobernado por la inequívoca pasión de un francés de épocas convulsas por la buena mesa. El valor de este libro no sólo reside en su innegable influencia en la gastronomía desde su ya lejana fecha de publicación, sino en su carácter radicalmente pionero e influyente sobre un gran número de obras y escritores posteriores. Así pues, sin forzar mucho la vista, se atisban elementos de lo que habría de ser el característico modo de ver el mundo de Walter Benjamin: el esfuerzo del filósofo alemán por captar la modernidad a través de los pasajes parisinos aquí es una sociedad cambiante escrutada desde la mesa y la alimentación. También se intuye un innegable anticipo de lo que se ha dado en llamar estudios culturales; esas investigaciones —tan de moda en ciertos ámbitos universitarios— presas de una voluntad totalitaria que buscan conectar el mundo entero a través de una causa y sus innumerables efectos. Pero sobre todo, si casi doscientos años después de su escritura sigue siendo un libro que provoca una lectura tan placentera como estimulante, se debe a que, como el propio Brillat-Savarin recoge en uno de sus introductorios aforismos, «el placer del buen comer incumbe a todas las edades, condiciones, naciones y épocas». Si la gastronomía moderna —de la que habrían de venir Bullis y demás templos— nació en la Francia [•]
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EL SABOR DE UN CLÁSICO
DE LA
BUENA MESA BUEN COMER AL
Una obra universal sobre las relaciones entre alimento, apetito y placer
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Herbert, traducción de Xaverio Ballester, Lumen. nn: Hablar solos, Andrés Neuman, Alfaguara. e: What light can do: essays on art, imagination, and the natural world, Robert Hass, Ecco. m: Old ideas, Leonard Cohen, Sony Music Entertaiment. c: Luces rojas, Rodrigo Cortés, Nostromo Pictures.
Clara Janés
pn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets. m: Tatiana Smelova-Starry Sky Cicle, Urmas Sisask, Pianobox.
Antonio Méndez Rubio
pi: Sombra para el deseo del sol, Adonis, Vaso Roto. pn: Onda expansiva, Pedro Provencio, Amargord. e: La moral del testigo, Carlos Piera, Balsa de la Medusa. m: Cut the World, Antony and the Johnsons, Rough Trade. c: Amor bajo el espino blanco, Zhang Yimou, Beijing New Film Pictures Co.
Pablo Batalla Cueto
e: La masonería femenina en España. Dos siglos de historia por la igualdad, Rosa Elvira Presmanes García, Libros de la Catarata. nn: La existencia de Dios, Miguel Barrero, Ediciones Trea. El tango de la guardia vieja, Arturo Pérez Reverte, Alfaguara.
Fernando Menéndez
pi: Casi invisible, Mark Strand, traducción de Julio Trujillo, Visor. pn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets. ni: Cartas de verano de 1926, Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak, Rainer Maria Rilke, traducción de Selma Ancira, Adam Kovacsics y Francisco Segovia, Ediciones Minúscula. nn: La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja, Manuel Chaves Nogales, Libros del Asteroide. e: Las cataratas, Eliot Weinberger, selección y traducción de Aurelio Major, Domo Ediciones. m: 11 de noviembre, Silvia Pérez Cruz, Universal. c-tv: Homeland, primera temporada, AMC.
Enrique Bueres
Brillat-Savarin según grabado de Bertall para la edición de 1848
pi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores. pn: Segunda oscuridad, Andrés Trapiello, Pre-Textos.
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elcuaderno
Aforismos del profesor para servir de prolegómenos a su obra y de fundamento eterno a la ciencia i. El Universo es vida, y todo lo que vive se alimenta. ii. Los animales pacen; el hombre come, pero sólo el hombre inteligente sabe comer bien. iii. El destino de toda nación depende de su forma de comer.
[•] napoleónica, este libro es el perfecto testimonio de aquella época. Desde la categoría casi estética de la gourmandise se va desplegando, en sucesivas constelaciones, todo aquello que tiene algo que ver con esa placentera actividad que es la buena mesa. No resulta casual que dicha gourmandise sea situada por el autor a medio camino entre «la elegancia ateniense, el lujo romano y la delicadeza francesa». Envueltas en una capa de delicado hedonismo no dejan de aparecer justas recomendaciones que aún hoy en día siguen en plena vigencia, como son la llamada a la mesura en la alimentación, los peligros de la grasa y las pesadillas que ésta engendra, así como la necesidad de mante-
EL SABOR DE UN CLÁSICO iv. Dime lo que comes y te diré quién eres. v. El Creador, al condenar al hombre al deber de alimentarse para poder vivir, lo atrae a través del apetito, y lo recompensa mediante el placer. vi. La gourmandise1 es un acto juicioso, mediante el cual concedemos nuestra preferencia a los alimentos agradables al gusto, por encima de aquellos que carecen de tal cualidad.
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vii. El placer del buen comer incumbe a todas las edades, condiciones, naciones y épocas. Puede asociarse a todos los otros placeres y es el último en desaparecer, para consolarnos de la pérdida de aquéllos. viii. La mesa es el único lugar donde uno jamás se aburre durante la primera hora. ix. El hallazgo de un nuevo manjar hace más en favor del bienestar del género humano que el
descubrimiento de un nuevo astro. x. Quienes se indigestan y quienes se emborrachan ni saben comer ni saben beber. xi. El orden adecuado de la ingesta de comestibles comienza con los más sustanciosos y concluye con los más ligeros. xii. El orden adecuado de la consumición de bebidas empieza con las más ligeras y termina con las más fuertes y aromáticas.
Jean-Anthelme Brillat-Savarin Fisiología del gusto Introducción: Eduardo Méndez Riestra Traducción: Pablo Batalla Cueto, Ilustraciones: Alfonso Fernández Ediciones Trea/Fundación Alimerka, 2012, 331 pp., 30 ¤
científica a todo el proceso, buscar las causas y las consecuencias y, desde métodos empíricos, dar consejos para provocar o evitar ciertos efectos. Así es presentada, de un modo tan divertido como curioso, la disquisición sobre el hipotético carácter afrodisiaco de las trufas, donde se enarbola como prueba de ello la experiencia de una buena señora parisina que compartió dichos preciados alimentos durante una velada con un tranquilo amigo de su esposo. En aquella ocasión la señora afirma que el caballero perdió la compostura animado por el suculento manjar. Pero el libro no deja de ser la obra de un individuo, con sus intereses, sus filias y sus miedos y —precisamente por
nerse mediante una dieta equilibrada tan alejados de la obesidad como de la delgadez extrema. Resulta destacable la necesidad que impulsa a Brillat-Savarin a lo largo de varios capítulos —o «meditaciones», como él denomina— a otorgar la importancia debida a la alimentación. El camino emprendido es el propio de la Francia de comienzos del siglo xix: dar una cualidad
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xiii. Es herejía sostener que no debe cambiarse de vinos; la lengua se satura y, tras la tercera copa, incluso el mejor de los caldos no produce más que una sensación obtusa. xiv. Un postre sin queso es comparable a una beldad tuerta. xv. El cocinero se hace, pero el buen cocinero nace. xvi. La cualidad más indispensable de cualquier cocinero es la puntualidad; también debe serlo del invitado.
EL SABOR DE UN CLÁSICO xvii. Alargar la espera al convidado que tarda es una falta de consideración hacia todos aquellos que han sido puntuales. xviii. Quien recibe a sus amigos y no pone un cuidado minucioso en los alimentos que ha de ofrecerles no es digno de tener amigos. xix. Es deber de la dueña de la casa procurar que el café sea exquisito; del dueño, que lo sean los licores. xx. Convidar a alguien significa
ocuparse de su bienestar durante todo el tiempo que permanece bajo nuestro techo. Los diccionarios traducen el término gourmand como goloso y gourmandise como gula o glotonería, pero se trata de aproximaciones no completamente fieles a la idea francesa. Por otro lado, el propio Brillat- Savarin ruega a sus posibles traductores al final de la meditación undécima que no traten de traducir este término. [N. del T.]
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ni: Tú y yo, Niccolò Ammaniti, traducción de Juan Manuel Salmerón, Anagrama. nn: Aire de Dylan, Enrique VilaMatas, Seix Barral. e: El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española, Santiago Auserón, Ediciones Península. m: Gold Dust, Jonathan Jeremiah, Universal Music. c: En la casa, François Ozon, Mandarin Cinéma.
Agustín Fernández Mallo
pn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets. ni: Hormigón/Extinción, Thomas Bernhard, traducción de Miguel Sáenz, Alfaguara. nn: Karnaval, Juan Francisco Ferré, Anagrama. e: Emociónese así , Eloy Fernández Porta, Anagrama. m: Bloom, Beach House, Sub-Pop. c: Level Five, Chris Marker, Intermedio.
Chus Fernández
ni: Los peces no cierran los ojos, Erri de Luca, traducción de Carlos Gumpert Melgosa, Seix Barral. nn: Medusa, Ricardo Menéndez Salmón, Seix Barral. e: No leer, Alejandro Zambra, Alpha Decay. m: Fantasmage, Fantasmage, Discos Humeantes. c: Moonrise Kingdoom, Wes Anderson, American Empirical Pictures.
Jorge Ordaz
Hoy en día, cuando tantas cosas amenazan con derrumbarse, en el testimonio de un solterón francés de hace doscientos años se reconocen ciertas verdades que algunos parecen haber olvidado ello— tiene tan gran interés. No duda en romper el discurso para introducir una reflexión sobre el modo en que podría advenir el fin del mundo. No vacila en introducir una décima musa —Gasterea—, encargada de «presidir los goces del gusto». Y sí, hablamos de un individuo, pero poseedor de una erudición que se transforma en sagacidad y en sensibilidad al tratar cualquier tema. De este modo es capaz de llevar a cabo un resumen de treinta páginas titulado «Historia filosófica de la cocina», donde se alternan los modos de los
banquetes romanos con citas de fragmentos de Horacio o Catulo. Los dos objetivos que en las últimas páginas reconoce el autor para su obra («establecer las bases teóricas de la gastronomía» y «definir con precisión lo que debemos entender por gourmandise») no sólo son saciados sino ampliamente superados. Como ya hemos dicho, esta obra constituye una lectura absolutamente recomendable. No sólo para aquellos interesados en el noble placer de la buena mesa, sino en la Cultura. Cultura con mayúsculas,
porque en una época tan importante como es la Francia posrevolucionaria surgió esta obra que, aunando salud y placer, busca estudiar los cambios y las constantes de la buena alimentación. Es una obra global en el mejor sentido de la palabra. Hoy en día, cuando tantas cosas amenazan con derrumbarse, en el testimonio de un solterón francés de hace doscientos años se reconocen ciertas verdades que algunos parecen haber olvidado: como la de que lo más importante es poner al alcance de los más lo mejor. No guardar los tesoros, en este caso alimenticios, en los gastados palacios donde sólo la riqueza alumbra. Este ilustrado y tantas veces traicionado ideal brilla en todas y cada una de las páginas escritas por Brillat-Savarin. ¢
pi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores. pn: Poesía completa, Víctor Botas, edición de José Luis García Martín, Isla de Siltolá. ni: Pasando el rato en un país cálido, Jose Dalisay, traducción de Marta Alcaraz, Libros del Asteroide. nn: Incierta gloria, Joan Sales, traducción de Carlos Pujol, Destino. e: Las cararatas, Eliot Weinberger, traducción de Aurelio Major, Duomo.
Juan Carlos Suñén
pi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores. pn: Canción errónea, Antonio Gamoneda, Tusquets. ni: Locus Solus, Raymond Russel, traducción de Marcelo Cohen, Capitán Swing Librso. nn: El enredo de la bolsa y la vida, Eduardo Mendoza, Seix Barral. e: Contra toda esperanza, Nadiezhda Mandelstam,
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elcuaderno
EL PIONERO URUGUAYO
Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincena
Felisberto y el ataúd volador
El ataúd no cabía por la escalera, así que lo cerraron, lo montaron en una polea y abrieron la ventana. En el imaginario de la literatura hispanoamericana el féretro volador colgando en el aire, suspendido sobre la ciudad, es en realidad dos: uno custodiaba el largo cuerpo de Roberto Arlt, que se cernía sobre Buenos Aires; el otro albergaba el hinchado cadáver de Felisberto Hernández, rumbo al cementerio de Montevideo. Elena de Lorenzo Álvarez Como ambas imágenes son verídicas pero dignas de mundos de ficción, han sido utilizadas con eficacia para explicar la obra de los dos escritores. Para Ricardo Piglia, Arlt flotando sobre Buenos Aires era metáfora de su desplazamiento frente a la tradición literaria argentina: «Arlt siempre será joven y siempre estaremos sacando su cadáver por la ventana» (Un cadáver sobre la ciudad, 1991). Para Ángel Rama, aquel último gesto involuntario de Hernández era símbolo de su excéntrica actitud vital: «Salió en su ley, haciendo trizas la solemnidad y el recogimiento del acto funeral, con un repentino desvío de humor». Y el capítulo del funeral, «la descripción del centenar de personas que bajo el sol de las tres de la tarde contemplaba los denodados esfuerzos del sepulturero por ampliar la zanja, echando la única agua bendita que él hubiera aceptado, la de su sudor, sobre la madera pulida del cajón», era página digna de un relato del uruguayo (Sobre Felisberto Hernández: burlón poeta de la materia, 1964). Abundando en la idea, de algún modo los relatos de Felisberto (Montevideo, 1902-1964) se ciñen a las características de la potente historia del ataúd volador. Sin recurrir a lo fantástico, hechos posibles y cotidianos toman un sesgo insospechado e insólito, como el extraño velorio de Felisberto; los objetos, o el propio cuerpo, revelan ocultas voluntades, como ese ataúd
Felisberto Hernández La casa inundada Prólogo de Eloy Tizón Atalanta, 2012, 350 pp., 23 ¤
Felisberto al piano, hacia 1927
www.trea.es Historia. Narrativa. Poesía. Arte. Gastronomía y alimentación Biblioteconomía. Archivística Museología. Patrimonio cultural. Gestión de la información y el conocimiento. Gestión cultural. Estudios árabes e islámicos. Cultura escrita y bibliología. Documentación. Bibliofilia y obra gráfica
que decide llevarse a Felisberto volando; y el narrador, perplejo, queda a merced de ellos y sólo puede observar y describir, como su propio cuerpo encerrado en el ataúd. En estas historias los balcones se enamoran y se suicidan, las ventanas hostiles deciden ocultar y no mostrar, las perturbadoras muñecas enajenan, las manos revolotean a su voluntad, las caras lloran y las bocas sonríen sin
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• COORDINADOR: Juan Carlos Gea
• CONSEJO EDITORIAL: Juan Cueto, Álvaro
Díaz Huici, Jordi Doce, Elena de Lorenzo Álvarez, Helios Pandiella, Jaime Priede • DISEÑO GRÁFICO: Pandiella y Ocio • IMPRIME: Gráficas Apel Ediciones Trea, S. L. Polígono Industrial de Somonte, c/ María González la Pondala, 98, nave D, 33393 Gijón • Tel.: 985 303 801 www.trea.es • elcuaderno@trea.es trea@trea.es D. L. : As. 02972-2012
EL PIONERO URUGUAYO
Número 41 / Enero del 2013 /1ª quincena
poder evitarlo su dueño… Y el narrador, sorprendido, narra; y lo hace un poco a la manera del protagonista de El acomodador, que un día descubre sobrecogido que en la oscuridad sus ojos emiten una luz que le permite percibir otra realidad; o como el de Menos Julia, que se sumerge en un túnel, una realidad paralela en que es posible otro modo de acercamiento: allí disfruta palpando a oscuras objetos y mujeres que le resultan irreconocibles aunque pertenecen a su vida cotidiana. Y siempre en una vaga atmósfera de pasado imperfecto, porque, aunque cada historia tiene vida propia, comparten las más la insistente presencia de un yo narrador que recuerda y reflexiona sobre el recuerdo. En la serie más —llamémosla, para entendernos— autobiográfica,
Rara, excéntrica, marginal, vanguardista, surrealista han sido calificaciones frecuentes de la obra de Felisberto, que había obtenido escaso reconocimiento como escritor en vida y cuya reivindicación no arrancó con decisión hasta después de su muerte, en los años setenta Por los tiempos de Clemente Colling (1942), El caballo perdido (1943) y Tierras de la memoria (1960), una voz narrativa común recrea su infancia y adolescencia en un ejercicio que igualmente puede leerse en clave de estilo proustiano o de contenido autoficcional. Pero no es eso lo fundamental: el recuerdo de sus profesores de piano de las dos primeras narraciones da pie a demoradas reflexiones ensayísticas sobre la identidad, el tiempo y el recuerdo, que persistirán en su obra. «Mientras yo no había dejado de ser del todo quien era y mientras no era quien estaba llamado a ser, tuve tiempo de sufrir angustias muy particulares. Entre la persona que yo fui y el tipo que yo iba a ser, quedaría una cosa común: los recuerdos. Pero los recuerdos, a medida que iban siendo del tipo que yo sería, a pesar de conservar los mismos límites visuales y parecida organización de los datos, iban teniendo un alma distinta» (El caballo perdido). Rara, excéntrica, marginal, vanguardista, surrealista han sido calificaciones frecuentes de la obra de Felisberto, que había obtenido escaso reconocimiento como escritor en vida y cuya reivindicación no arrancó con decisión hasta después de su muerte, en los años setenta. Carlos Fuentes llega a sostener que «se podría decir que la ficción moderna de
El narrador uruguayo hacia 1923, en 1935 y autografiando la edición artística de El cocodrilo (1961)
América latina tiene sus comienzos con dos más bien oscuros escritores uruguayos, Horacio Quiroga y Felisberto Hernández» (Casa con dos puertas, 1970); y Onetti afirma que su paisano «nunca fue ni será un escritor de mayorías. Desgraciadamente, murió demasiado temprano para integrar ese fenómeno llamado boom, que todavía no logro explicarme de manera convincente» (Felisberto, el naïf, 1975). Esto, pese a que en el Buenos Aires de los años cuarenta había visto publicados varios relatos suyos con apoyo de Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges en Sur y en Los Anales de Buenos Aires y Sudamericana había editado Nadie encendía las lámparas (1947). Y pese a que su obra había venido siendo desde entonces piedra de toque de una sonada polémica entre
Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama, quien más claramente apostó por él, editándolo en Arca (1967), defendiendo una literatura auténtica, profunda y al margen de las modas, que, construida con materiales deleznables y formas paupérrimas, incomodaba al público burgués, y denunciando «la inercia del país para percibir el arte cuando no nace en el mundillo agitado y frívolo de los que se creen dueños de la cultura». Pero es en aquellos setenta cuando Felisberto Hernández va dejando de ser un escritor secreto, con las ediciones de Italo Calvino (Einaudi, 1974) y la antología de Cristina Peri Rossi prologada por Julio Cortázar (Lumen, 1975). De la mano de Siruela llegarían las Narraciones incompletas (1990), luego la edición de Cátedra a cargo de Enriqueta Morillas (1993) y ahora con Atalanta esta Casa inundada (2012). Aunque la secuencia cronológica y la adscripción de los textos no quedan reflejadas con claridad, se renuncia aquí a textos tempranos —con acierto, pues a algo se ha de renunciar, y esta antología alcanza las 350 páginas—, como los de Libro sin tapas (1929), pero también a algunos emblemáticos, como Por los tiempos de Clemente Colling (1942), el preferido de Onetti, o Las hortensias (1949); y se antologan El caballo perdido (1943), los relatos de Nadie encendía las lámparas (1947), una Explicación falsa de mis cuentos (1955), que una evocadora errata ha convertido en Explicación falsa de mis «sueños», la Casa inundada que motiva el título (1960), El cocodrilo (1949), Lucrecia (1953) y La casa nueva (1959) —relatos recopilados en Tierras de la memoria (1965)—, y Manos equivocadas (1946) y Mur (1948) —en Diario del sinvergüenza y últimas invenciones (1974). No es cuestión menor ésta de la cronología para valorar en su medida el carácter innovador de la narrativa del uruguayo, porque, como señala con acierto y precisión Eloy Tizón en la sugerente introducción, «Felisberto estuvo allí y estuvo antes», «un minuto antes de que la tribu de Melquíades hiciese su estruendosa aparición, antes de las autopistas del sur y las regiones más transparentes, antes de los tres tristes tigres, antes de que los jardines se bifurcaran en múltiples senderos, antes de todo eso, allí estaba Felisberto Hernández». Seguramente, como decía Onetti, Felisberto nunca será un escritor de mayorías, pero va dejando ya de ser un autor secreto y raro; al menos, gracias a esta edición de Atalanta, llegará a más y lo será menos. Sirve, pues, como decía Tomás Eloy Martínez, Para que nadie olvide a Felisberto Hernández (1974). ¢
elcuaderno 11 [• página 9] Lo que queda del 12
traducción de Lydia Kúper, Acantilado. m: Quinteto para cuerdas en do mayor (op. 163 D. 956), Franz Schubert, Cuarteto Arcanto. Olivier Marron, violonchelo. Harmonia Mundi HMC 902106. c: Amour (Love), Michael Haneke, Sony Pictures Classics
Sergio Gaspar
pi: Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters, traducción de Jaime Priede, Bartleby Editores. pn: Espacio y tiempo, Juan Ramón Jiménez, edición de Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez, Linteo. E: Pío Baroja, José-Carlos Mainer, Taurus.
Moisés Mori
pn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets. nn: Medusa, Ricardo Menéndez Salmón, Seix Barral. e: Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas, Francisco González Fernández, Nivola.
Pedro Provencio
pn: Lo solo del animal, Olvido García Valdés, Tusquets. e: La moral del testigo, Carlos Piera, Antonio Machado Libros.
Javier García Rodríguez
pi: Perdurable compañía, W. S. Merwin, Vaso Roto. pn: El sueño de Visnu, David Meza, El Gaviero. ni: Diario de invierno, Paul Auster, Anagrama. nn: El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix, Juan Bonilla, RBA. e: La desaparición del exterior: cultura, crisis y fascismo de baja intensidad, Antonio Méndez Rubio, Eclipsados. m: La menor explicación, Toni Zenet, El Volcán Música. c: En la casa, François Ozon, Mandarin Cinéma.
Javier Roma
ni: una novela de 1923, que aquí se publicó por vez pimera en los 80 y que ha vuelto a editar Siruela. Verdaderamente estremecedora e irrepetible: Los mutilados de Hermann Ungar, traducido por Ana María de la Fuente. nn: una novela que me sorprendió fue Un buen detective no se casa jamás de Marta Sanz (Anagrama), una mezcla muy atractiva de Chandler y Nabokov. c: una alemana, Bárbara de Christian Petzold, ambientada en la extinta República Democrática Alemana, un drama sutil construido sobre miradas y detalles. ¢
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T. S. NORIO
Dejar decirse a la poesía
Un mosaico de textos que exhibe el misterio de lo poético sin pretender nombrarlo
un delicioso puñado de páginas en las que T. S. Norio se hace las preguntas que le llevaron a emprender esta tarea y cuenta también cómo las aguas del misterio le fueron empapando para dejarle claro que su labor no iba a ser encajonar los textos, sino, por el contrario, darles vuelo. El trabajo de maquetación y diseño de Amelia Celaya refuerza un aire de enciclopedia, de viejo tratado, pero no hallaremos aquí orden alfabético ni volúmenes temáticos. El empeño es mostrar —rodeando y sin nombre— «lo que tiene de asombro y de entra-
Laura Casielles Las autoras místicas que, en pleno Medievo europeo, cometieron la osadía de interpretar a Dios como lo hacían los teólogos varones, en su escribir no nombran lo divino: lo rodean. Así lo cuenta, siglos más tarde, la filósofa italiana Luisa Muraro cuando celebra que, en los textos de estas arriesgadas religiosas, esa astucia destinada a burlar a los censores lograra convertirse en el delicado desarrollo de la que pudiera ser quizá la única forma de rozar lo divino: no nombrarlo. Si nada se puede definir o categorizar sin robarle un poco el alma, menos aún la poesía: territorio, como los dioses, del misterio; palabra que siempre apunta a otro lugar. De la poesía es un libro cuyo título nos pone a jugar con la expectativa. Si buscábamos respuestas, habrá que repensar la pregunta. Este extraño tratado tiene por centro un vacío al que no le cabe el nombre. También dice la filósofa que lo que llevaba a las místicas a escribir era el amor. Y que desde el amor, libre de nombres, lo amado se dejaba decir. De la poesía es, de igual manera, un dejar que la poesía se diga sola. Y si la poesía se deja decir por lo que, sin cercarla, la rodea, ocurre que en este libro se ponen a hablar realidades como la oración y la terapia, como el amor y la guerra, como los tributos que se pagan a los muertos. Como el dinero, el poder y el ponerle o no ponerle dueño a las palabras. Goliardos y otros monjes, juglares y otros oficios; manuales de estética y costumbres agrícolas; regueros de vino; célebres tatuajes. Diccionarios semánticos y listas de éxitos del pop; anécdotas inciertas de autores que conocemos y pormenorizadas biografías de poetas que, sin haber existido, fueron eternos. Censores y mecenas, miedo y risa. Epitafios, efemérides, estrategias diversas para contar las sílabas: de todo ello hay, en este libro. Se aúnan en él textos antropológicos y de crítica académica, relatos védicos y médicos, noticias, inscripciones, anécdotas, refranes… Y por supuesto poemas: decenas de poemas
la reflexión sobre temas como migraciones, feminismo o ecología. En este libro, ambos proyectos se dan la mano para indagar en uno de los puntos que pueden tener en común sus propuestas: el empeño de albergar palabras que cuenten lo que de verdad pasa en nuestro mundo fuera de los discursos oficiales, lo que nos acerca en tanto que personas, la escritura que es hermana de la vida. En una reciente entrevista, T. S. Norio explicaba que uno de los estímulos que le llevó a trabajar en De la poesía fue darse cuenta de que ésta se ha convertido en un género literario minoritario y exquisito. Si —como este libro nos recuerda que decía Bataille— «la ausencia
Este autor que no quiere serlo se presenta como un compilador casual, como un afortunado recolector de gemas que se limitara a ir colocándolas en el lugar que, mágicamente, les tiene previsto el cuadro
que —sin casillas de lugar, tiempo o estilo— se imantan de cuantas maneras quiera el azar que se vayan abriendo las páginas. Cada uno de los fragmentos — cuidadosamente referenciados para que el lector pueda tirar del hilo que más le tiente— es una ventana ante la que se abre una mirada posible sobre lo poético y sus lenguajes. Más caleidoscopio que catálogo, más rastro que mapa. El artesano que cuidadosamente encaja las piezas de este mosaico es T. S. Norio (Oviedo, 1959), esquivo nombre de pluma de quien es también autor de las colecciones de poemas Un mensaje a García, Academia Rilke y Tres poemas, de las novelas Vida del Gates y Variaciones Nuria, del libro de relatos El tesoro de los cuentos y de otros artefactos del decir como el libro-baraja 10.000.000.000 performances. Pero en De la poesía el polígrafo se borra. Este autor que no quiere serlo se presenta como un compilador casual, como un afortunado recolector de gemas que se limitara a ir colocándolas en el lugar que, mágicamente, les tiene previsto el cuadro. Así lo explica en el prólogo,
T. S. Norio De la poesía Libros de la Herida/ Cambalache Libros, 2012, 496 pp., 22 ¤ ña sagrada la palabra poética. Su invencible variedad, su desconcertante persistencia para brotarse y fructificar a lo largo de la vida y la muerte humanas de todas las épocas y todas las geografías». Así, lo único que queda de cartográfico en la obra es un cuidado índice en el que se listan los principales temas, personajes e inquietudes que recorren sus páginas, poniendo en juego conexiones y acercamientos como quien deja señales en un camino de montaña. Los artífices materiales de este libro son dos editoriales de distinto rostro. Libros de la Herida, afincada en Sevilla, ha ido desgranando en los últimos años un personalísimo y cuidado catálogo de libros de poemas. Cambalache es la rama editorial del colectivo de igual nombre, que lleva una década realizando en Oviedo un importante trabajo social a pie de calle desde un espacio autogestionado que se ha convertido además en uno de los corazones de la ciudad en lo tocante a
de la poesía es el eclipse de la suerte», Norio no se ha resignado a dejar sin fortuna a este tiempo en que la poesía ronda por pocas manos. Desde la idea de que, por el contrario, a lo largo del tiempo y el espacio la palabra poética ha sido más bien tierra entre los dedos de todos, su libro la devuelve, como quien da un regalo, a sus usos de juego y de oráculo, de grito y de gente: a sus múltiples posibilidades. De la poesía: la inspiración que fulmina a un alemán sentado en un parque, el rabino de Montevideo calibrando razones para decidir si una canción es o no es kosher, los cantos siberianos cuando se mata a un oso, las exigentes ceremonias de los brahmanes, el catastro de cantos de los pieles rojas, los modos en que Ezra Pound salvaba a sus contemporáneos, las horas que llevaría leer de viva voz la Ilíada. La mariposa que se posó en la cabeza del contable. El concurso de versos de la emperatriz de Japón. Los poemas que se pegan en las cárceles, los que se escriben en los muros de la ciudad. Los veteranos de guerra que aprenden disciplina a través de la belleza de los campos. Leemos en De la poesía que Rainer María Rilke escribió: «Transmitir el misterio sin conocerlo, como una carta sellada». Así este libro. Lo que ronda a la poesía se posa por un segundo sobre la hoja. Atravesado de amor, lo entrevisto renuncia al nombre, abre las ventanas del misterio. Y pasa la voz. ¢
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Con estos narradores nunca se sabe Rafael Suárez Plácido Con Antonio Pereira nunca se sabe. Uno va leyendo la narración que nos propone, recorriendo cada contorno de cada sílaba, como si fuera un poema, pensando que le están contando una historia que más o menos le suena, y en el último momento, en el último párrafo o en la última frase, aparece la frase —a veces la palabra— que lo cambia todo y que hace que la historia suene como nueva. Con Antonio Pereira nunca se sabe. No lo digo yo, lo dice él mismo en su «Cuento de los dos narradores»: «… que con estos cuentistas nunca se sabe». Y tanto que no se sabe, porque este cuento, por ejemplo, de los dos narradores, no es siquiera un cuento al uso, sino que fue el prólogo de la antología Cuentos del medio siglo. Eso es lo primero, esta narrativa breve completa incluye toda su obra narrativa, excepto sus tres novelas: más de doscientos textos agrupados en doce libros. Se trata de un acontecimiento editorial, por supuesto. Antonio Pereira falleció en el 2009 y, aunque ya había publicado alguna antología de cuentos, nada ha sido comparable al esfuerzo editorial que le ha dedicado la editorial Siruela, con esta edición
ANTONIO PEREIRA
cuidadísima, marca de la casa, que, además, lleva un texto prólogo, o a modo de prólogo, del poeta Antonio Gamoneda. ¿Un poeta prologando los cuentos de Pereira? Claro, el descubrimiento —para quien aún no lo haya realizado— del Pereira narrador no puede hacer olvidar que ahí hay también un Pereira poeta. No sólo cuando escribía versos, también en su narrativa. De hecho, él siempre se consideró más poeta que otra cosa. Su primer libro de poemas, El regreso (1964), aparece en la entonces más que prestigiosa colección Adonais, y está adscrito a la estética del círculo castellano-leonés formado en torno a la revista Espadaña. Quizá hubiera sido un buen comienzo para hablar de un buen poeta, pero sólo dos años después apareció su primer libro de cuentos: Una ventana a la carretera. Ya desde estos inicios nos encontramos a un autor maduro. Realmente lo era, pues nació en 1923: hablamos de primeros libros publicados con más de cuarenta años y el jovencito que iba publicando sus artículos y poemas, desde muy joven, en algunos periódicos de la zona, ya no era un principiante y tenía cierto nombre entre sus paisanos, y algunos de los
más entendidos ya lo reconocían como un nombre muy a tener en cuenta. En el citado «Cuento de los dos narradores» hace una brevísima semblanza de su biografía literaria. Esos «dos narradores» son él mismo y se refieren a los dos estilos, o dos estéticas que marcaron su obra. El primero, un narrador inocente, al que podían tachar «de localista y de costumbrista y provinciano» con cierta razón, porque sus historias se referían a «lo que él veía o imaginaba en sus comarcas del interior». Pero «fue perdiendo la inocencia con los libros de teoría literaria y otras malas compañías […] y prosperó en el oficio de contar y se convirtió en el narrador resabiado». El cuento concluye diciendo que, pese a esa evolución en lo estético, «no se arrepiente de sus cuentos de aquel tiempo, ni a sus personajes los niega». Es un tema sobre el que se puede escribir mucho y, sin duda, se ha escrito. El primer Antonio Pereira escribía cuentos provincianos y costumbristas, pero era plenamente consciente de que lo eran y buscaba con ellos una intención crítica. En estos cuentos aparece reflejada la vida cotidiana durante la dictadura. Y, aunque es cierto que se publicaron ya en los segundos años sesenta, se mostraban maneras de vivir que no eran las habituales ni las consentidas por el sistema. En este sentido, ya en su segundo libro, El ingeniero Balboa y otras historias civiles, publicado en 1976, ese escritor resabiado aparece plenamente y esa intención crítica con la dictadura y sus costumbres es ya más que evidente. Hay un tópico cuando se escribe sobre un autor de cuentos, y es decir que tal cuento o tal otro es digno de aparecer en una antología de relatos
del siglo. «El ingeniero Balboa» es digno de ser uno de los grandes relatos escritos en nuestra lengua. Ahí es donde se ve a ese Antonio Pereira que ha leído y asimilado teoría de la literatura y, sobre todo, que se ha juntado con malas compañías, y comienza a aparecer él mismo en sus relatos, con datos autobiográficos evidentes, mezclando realidad y ficción: ahí empieza a no saberse dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción. El personaje de Elena Balboa, Lena, es uno de esos personajes que siempre buscamos en nuestras lecturas y al que ponemos una u otra Antonio Pereira Todos los cuentos Prólogo de Antonio Gamoneda Siruela, 2012, 892 pp., 29,95 ¤
Cada cuento que leemos, cada uno de los casi doscientos cuentos que le siguen, es una aventura por vivir, de la que sabemos un título, un nombre propio evocador, pero no mucho más. Lo único que vamos previendo es que hasta que no lleguemos a la última línea del cuento, no sabremos realmente qué estamos leyendo cara, según sea nuestro estado de ánimo, que sólo ha llegado a nosotros por unas cuantas frases y escenas intuidas más que leídas: uno de los grandes personajes de nuestra literatura esbozado en unas pocas páginas. A partir de ahí, cada cuento que leemos, cada uno de los casi doscientos cuentos que le siguen, es una aventura por vivir, de la que sabemos un título, un nombre propio evocador, pero no mucho más. Lo único que vamos previendo es que hasta que no lleguemos a la última línea del cuento, no sabremos realmente qué estamos leyendo. Sus pasiones, sus amigos (Antonio Gamoneda, que le escribe un maravilloso y emocionado prólogo, el jovencísimo Juan Carlos Mestre o Juan Eduardo Zúñiga), sus autores favoritos (los ilustrados franceses, los simbolistas —Rimbaud— y un listado de contemporáneos que sorprende por su heterogeneidad desacostumbrada en aquellos tiempos que le tocó vivir), el amor, el sexo, la amistad, el gusto por lo bueno y, muy especialmente, por la literatura, nos van acompañando en esta singladura que sorprenderá a los lectores que aún no lo conozcan. Una vez que lo empiecen a leer, ya no podrán soltarlo. ¢
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POEMAS INÉDITOS
Del día y la nada Xavier Palau A lo largo de los cinco libros publicados entre los años 1978 y 2005 (Atardecer en la fábrica, El señor gastado, Recuerdo del bañista, 1950, Paradís y El eclipse) y el aún inédito El día y la nada, del que adelantamos a nuestros lectores estos poemas, la poesía de Xavier Palau (Barcelona, 1950) ha sido el constante relato de las sucesivas pérdidas que jalonan la existencia de un hombre y de la inútil nostalgia por lo irremplazable.
Infinitud
Mitos
Seres en el descenso admiran la belleza del invierno final y sus cuerpos esperan la piedad del pasado.
Me acerco en tu búsqueda a la estrecha carretera donde fuimos a besarnos, sabedores de que la luz de la noche quedaría sobre nuestras bocas húmedas y en la tierra ya crecía el fin suave de la luna.
Aunque ese viaje es para ti bellísima nada, para tu boca fingida y tu fría calma, para tu pútrida ebriedad infinita.
Mes de abril Lavaron tu cuerpo con esponjas, tarde y con suavidad, dos mujeres lentas te dejaron bella para la mirada de otros, para mí y tu hija; pero no miramos tus formas, no supimos verte y la última tarde terminó de pronto sin luz ese día.
Circularidad
Los muertos
Vivirás un día tan sólo para saber que la herida de la sangre y de su rosa son vanos elogios antiguos y que es la repetición el inevitable declive de los seres, que la corona gloriosa será consumida por completo cada mañana.
Os siento dentro del aire pretérito, sumergidos en graves mares que sólo son profundidad, errantes animales que sin luz os precipitáis allí donde intactos se guardan los jardines del pasado.
Temblor
Lecciones de la repetición eterna
Miraste al espejo un instante y quedó el temblor de tu rostro, de tu ser en descenso; tu navegación es ese día eterno que observan sin dolor los animales viejos.
Tú, mañana que apareces desafiante y nueva, que sobrevives y eres la perpetua cazadora. Te entrego estos deseos porque serás la aurora fecunda, luz que jamás la poesía soñó.
Posibilidad
Pavesiana
Lentamente he contado todos los sueños que quedan, los escasos seres vivos que podrían envolverme con su cuerpo, la mujer que acercaría su rostro para mostrar el temblor de una resurrección.
Serás tú, que permaneces en este atardecer que no quiere postergar la mañana, y tus gestos tendrán un deseo nulo, la belleza de otro mundo, el de las mujeres que miran con desdén el fin del día.
México Mueve sus caderas a los lados, abre los labios ya ebrios de un deseo alto y entra el aire cálido en su ser indemne y respira, alta como una cierva, la felicidad.
Comienzo y fin Viven errantes muchachas en la breve duración de los días concedidos, su mirada siempre es gozo y feroces beben del placer como los desesperados y callados cuerpos pálidos de niños abandonados sobre estanques de lluvia.
Placer Degusta este placer con extrema lentitud y serenidad, abraza su tan sagrado refugio, debes educar tu cuerpo en su simple laberinto, infinito y tan breve.
Realidad Hay edificios orientados hacia el olvido, en el frío de seres desaparecidos, en parcelas muy apartadas, bajo la neblina de antiguas rutas que el viento desdibuja. Si entras en las habitaciones, advertirás que allí también hubo vida y previsiones, errores y sueños quiméricos, la caída hacia el abismo de días siempre parecidos.
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«ANIMAL SIN PARACHOQUES»
PSICODELIA, POST-PUNK, ELECTRO-FOLK & CARBÓN ASTURIANO Pablo Und Destruktion construye un país musical propio desde un hórreo de Morvís
Javier F. Granda Pablo Und Destruktion se muestra al mundo con ese individualismo característico de la modernidad líquida, con un ojo puesto en la cultura popular y en la sociedad posindustrial, con el cuerpo maltrecho y recompuesto con prótesis de titanio celebrando con ironía The End of Europe desde un hórreo de Morvís, y con la influencia cosmopolita de un Berlín que proyecta las inquietudes del talento más contemporáneo. Intuyo que quieren al destructor por su palabra y su voz, enormes como pocas de las que se elevan en el panorama musical actual, pero sobre todo por el magnetismo de un trasfondo auténtico. De su prolija actividad musical se han vertido múltiples y variadas opiniones. Lleva varios años trabajando en la música, buscando y moldeando ese sello personal que hoy le identifica. Los que han llegado a tiempo le han conocido en Arroz y en Silencio Oso; a los que se incorporan ahora les toca probar el perfil del solitario, pero también descubrir su huella en los controles de Pauken Grabaciones y Conspiraciones, a los mandos de Estudios Güelita, o en el relanzamiento de Gandaya, vida alegre y vagabunda. Una de las prolongaciones creativas que podemos observar en éste factótum es la escritura, tan sonora como su música a juzgar por la potencia que alcanzan sus Crónicas Asturpsicodélicas en MondoSonoro, o las píldoras de consumo más informal que nos ofrece en webs y redes sociales, donde sus palabras se acomodan y se dispersan entre los impulsos de la electricidad, haciendo valer independencia, creatividad y autenticidad de un solo golpe y sin despeinarse. La asturpsicodelia vive un momento álgido en manos del destructor. La grabación de su último disco, Animal con parachoques, en los Estudios Güelita, de Morvís (Villaviciosa), finalizó en abril del 2012 y desde entonces no ha dejado de girar por media Europa, desde Brighton a Braganza, pasando por Hamburgo o Viena. Once temas en
Carátula de Animal con parachoques, por Fee Reega
los que el destructor se las arregla con la guitarra, sintes, voces, bajo y percusiones y del cual comenta en vice. com que todo ello «nace del barbecho de Silencio Oso», ya que «necesitaba eliminar cualquier rastro de buenas intenciones y suavidad» para hacer «una mezcla de danzas indias con epilepsia» envueltas en «pinturas a base de carbón asturiano de primera calidad, mucho mejor que el de la competencia polaca». Temas como Extranjera, Du Bist El Sol, Me quieres como a un perrín, Gloria o Barro, Pequeña Retorcida, Pupilas Dilatadas De Ira o Golpead a Pablo Und Destruktion, entre otros, se construyen sobre bases electrónicas obsesivas en las que se insertan sonidos procedentes de un instrumental diverso y customizado a la medida del artista. Todo ello conforma una psicodelia post-punk envuelta en tonalidades folk y con un arsenal de loops y delays que se cuelgan de unas letras ágiles y desgarradoras, no ajenas a cierta atmósfera velvetiana en ocasiones. La imagen no es un recurso secundario en la puesta en escena de Pablo Und Destruktion. Su música se proyecta con éxito en la videocreación experimental, donde encontramos calidad narrativa y destellos de un universo chamánico con rituales que conexionan con la naturaleza para emprender un camino alternativo hacia la búsqueda de identidades. En clips como Extranjera (2011, Berlín-Gijón), Du Bist El Sol (2011, Cantabria), Amigos (2012, La Coruña) o Agujero (2012, Morvís) asistimos a una experimentación deliberada de los códigos con los que el artista construye un orden simbólico más allá de lo musical. Un breve pero lúcido comentario a las canciones de Animal con parachoques ha sido volcado por Víctor R. Villar en hipersonica.com. Quien no haya tenido la oportunidad de conseguir aún ese lujo de cd en edición limitada a 130 ejemplares puede darse prisa, porque los 275 ejemplares del vinilo desaparecen a velocidad del rayo, y esto no ha hecho más que empezar… ¢
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elcuaderno
Número 41 / Enero del 2013 / 1ª quincena
AGENDA CULTURAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS Vídeo Selecta. 11 obras de videoarte de colección Hasta el 6 de enero del 2013 Sala de exposiciones Banco Herrero. Oviedo
La imagen en movimiento como posibilidad artística. Desde el video arte hasta el cinema expandido, pasando por la video-instalación, el video-objeto, la reconstrucción, el video ensayo y la video documentación.
40 años en el corazón del mundo celta Exposición aniversario del Festival Intercéltico de Lorient Hasta el 6 de enero del 2013 Hall del auditorio del Centro Niemeyer
La historia del Festival Intercéltico de Lorient, desde la llegada a la ciudad del campeonato de bagadou (bandas de gaitas bretonas) en 1971 al gran acontecimiento cosmopolita de hoy.
Feather Tales II Hasta el 4 de febrero del 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Robotix, taller de iniciación a la robótica
Ciclo Rock&Roll: The Fleshtones
Del 2 al 4 de enero LABoral, Centro de Arte y Creación Industrial
18 de enero. 22.00 h Centro Niemeyer
Taller de iniciación a la robótica dirigido a niños de entre 10 y 14 años. Sus participantes aprenderán a diseñar, construir, programar y poner en marcha robots Lego Mindstorms NXT Education.
El show de David Guapo 12 de enero, 21.00 h Teatro de Laboral, Ciudad de la Cultura
David Guapo presenta su nuevo monólogo, Quenonosfrunjanlafiesta, una apuesta segura donde el humor, la música y la improvisación se mezclan en un espectáculo único para todos los públicos, divertido y sorprendente, en el que combina la música y el diálogo con los espectadores.
15 de enero, 20.30 h Teatro de la Laboral
Farruquito presenta Abolengo
Presencia activa
Bob Geldof en concierto 19 de enero, 20.30 h Auditorio del Centro Niemeyer
Gran concierto de Año Nuevo de Johann Strauss Inspirado en la tradicional cita musical que cada año se celebra en Viena y de la mano de La Strauss Festival Orchestr vuelve a España, tras el éxito de ediciones anteriores, el Gran Concierto de Año Nuevo con una atractiva selección de los mejores valses, polcas y marchas de Johann Strauss.
Un work in progress del artista brasileño Ricardo O’Nascimento y de la artista turca Ebru Kurbak en el que utilizan las prendas de vestir como una forma de comunicación y de protección, situándolas en el núcleo de unas investigaciones que vinculan el diseño y la moda.
The Fleshtones es una de las mejores bandas de garage revivalista de todos los tiempos, liderada por el carismático Peter Zaremba, en activo desde hace más de 30 años y en plena forma, que asegura diversión y rock&roll en sus frenéticos conciertos.
18 de enero, 20.30 h Teatro de la Laboral, en Gijón
Con coreografía de Antonio Canales, en Abolengo se produce el encuentro entre dos de las más grandes familias del baile flamenco, los Farruco y los Amaya. Farruquito cuenta como invitada especial con la bailaora mexicana Karime Amaya, sobrina nieta de Carmen Amaya e hija de Mercedes Amaya.
Hasta el 25 de febrero del 2013 LABoral Centro de Arte y Creación Industrial
Cantante, compositor, actor y activista político, el prestigioso músico irlandés vendrá al Niemeyer acompañado de una gran banda de hasta catorce músicos en escena y con una completa composición de instrumentos. Timbales, bongos, ukeleles y acordeones, entre otros, le acompañarán en un concierto que combinará las raíces británicas con el pop y el rock más comprometido.
Ciclo de Palabra: Sami Naïr y Elena de Lorenzo Álvarez 24 de enero En la Cúpula del Centro Niemeyer
Coordinado por el escritor Jordi Doce, el Ciclo de Palabra es un espacio de diálogo y debate donde destacados creadores y pensadores, tanto nacionales como internacionales, comparten sus ideas, pensamientos y su interpretación de la realidad y del mundo.
Presencia activa muestra, a través de las obras de doce artistas internacionales la evolución de la performance en sus cincuenta años de existencia y su vigencia en el arte actual.
Ciclo Esencias Celtas: Fraser Fifield
Miraes 2012 - Itinerancia
Entre la tradición escocesa-europea y la improvisación, Fraser Fifield, gaitero y flautista impregnado del espíritu improvisador proveniente del jazz, es un saxofonista y multiinstrumentista que interpreta la música tradicional de Escocia y todo su caudal compositivo como si esta hubiese usado siempre el saxo soprano en vez del violín o la gaita.
25 de enero, 20.30 h Centro Niemeyer
Hasta el 17 de noviembre del 2013 Varios emplazamientos
Esta exposición constituye el resumen del año en imágenes realizadas por los fotoperodistas asturianos.
www.clubculturaasturias.com/14/agenda.html Visitas guiadas
Laboral Ciudad de la Cultura
Además de conocer la arquitectura, la historia y los usos actuales, se visita algunos de los lugares que componen este espectacular conjunto como el teatro, la torre o el patio corintio.
Centro Niemeyer
Además de sus actividades culturales, el Centro Niemeyer constituye por sí mismo un interesante y espectacular espacio arquitectónico moderno de referencia internacional que merece ser conocido y disfrutado.
Museo del Jurásico de Asturias En un lugar privilegiado a 155 metros sobre el nivel del mar, se alza un museo singular que, bajo la forma de una gran huella tridáctila de dinosaurio, acoge una de las muestras más completas y didácticas del mundo sobre estos fascinantes reptiles.
Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo
Su moderna concepción, basada en las técnicas más novedosas y atractivas para todos los públicos, permite ofrecer al visitante un equipamiento cultural que aspira a convertirse en un referente en el ámbito nacional sobre el arte paleolítico, especialmente el albergado en la cueva de Tito Bustillo.
Parque de la Prehistoria de Teverga
Su objetivo es dar a conocer el arte del Paleolítico Superior en Europa mediante una importante muestra de sus manifestaciones artísticas por medio de reproducciones facsimilares de significativos conjuntos parietales y objetos de arte mobiliar.
Centro de Recepción e Interpretación del Prerrománico
Un espacio dedicado a explicar de forma científica y rigurosa los monumentos que integran el prerrománico asturiano, en las inmediaciones de Santa María de Naranco y San Miguel de Liño.