PEDRO SALABERRI
PEDRO SALABERRI
Cizur 81x116 cm 贸leo lienzo 2013
PEDRO SALABERRI Ciudadela. Pabell贸n de Mixtos. Planta Baja. / Ziudadela. Mistoen eraikina. Beheko solairua Ayuntamiento de Pamplona. Iru帽eko Udala
Exposición / Erakusketa
Catálogo / Katalogoa
Pedro Salaberri
Edita / Argitaratzailea: Ayuntamiento de Pamplona / Iruñeko Udala Área de Educación y Cultura / Hezkuntza eta Kultura Alorra
Del 25 de abril al 29 de junio Apirilak 25 - Ekainak 29 Organiza / Antolatzailea: Ayuntamiento de Pamplona / Iruñeko Udala Área de Educación y Cultura / Hezkuntza eta Kultura Alorra Coordinador/ Koordinatzailea Pedro Luis Lozano Uriz Montaje y vigilancia / Muntatze- eta zaintza-lanak El Cubo Blanco Sala/ Aretoa Pabellón de Mixtos. Ciudadela. Mistoen eraikina. Ziudadela. Horarios/ Ordutegia Hasta el 30 de abril / Apirilaren 30era arte Martes a viernes / Asteartetik ostiralera: 18:00-20:30 Sábados: / Larunbatetan: 12:00-14:00, 18:00-20:30 Domingos y festivos: / Igande eta jaiegunetan: 12:00-14:00 Desde el 1 de mayo / Maiatzaren 1etik aitzina Martes a viernes / Asteartetik ostiralera: 18:30-21:00 Sábados: / Larunbatetan: 12:00-14:00, 18:30-21:00 Domingos y festivos: / Igande eta jaiegunetan: 12:00-14:00
Texto / Testua: José María Romera Fotografía / Argazkiak: Blanco y negro: Miguel Leache Color: Larrión y Pimoulier Traducción / Itzulpena: Servicio de Traducción del Ayuntamiento de Pamplona / Iruñeko Udaleko Itzulpen Zerbitzua Diseño / Diseinua: Pedro Salaberri - Jokin Manzanos. Impresión / Inprimaketa. Gráficas Castuera. © De los textos y fotografías / Testu eta argazkiena: Los autores © De la edición / Argitalpenarena: Ayuntamiento de Pamplona / Iruñeko Udala DL / LG NA 299-2014
EL ARTISTA CIUDADANO El optimismo es un deber moral, advertía Popper. En la pintura de Pedro Salaberri se adivina al instante que el pintor ha escogido el rumbo de la felicidad y, decidido a mantenerse fiel a él, no se preocupa si sus paisajes obtienen mejor nota que la realidad que representan. Salaberri no es de los que sucumben fácilmente a la tentación de afligirse viendo el mundo como un valle de lágrimas y apelando a la rabieta como estilo de expresión. Frente a la prestigiada idea del artista mortificado que aparenta cargar con todos los males del universo y luego hace de la obra una crónica negra y quejumbrosa de tanta dolencia, él adopta ante las cosas una postura serena que le permite dar con su lado armónico y favorable. También es combativo el arte inclinado a explorar la belleza y a poner los medios para que esta resplandezca, como recordaba Jules Renard: «Todo es bello. Hay que hablar de un cerdo como de una flor». Para la mirada dispuesta siempre hay en todos los objetos un momento de esplendor que los redime de la fealdad y la ruina, siempre es posible presenciar un destello de transfiguración en virtud del cual adquieren una inusitada grandeza. Yo diría que Pedro Salaberri posee la doble facultad de ver las señales de hermosura en las cosas y de comprometerse a mejorar aquello que le rodea mediante el registro y la multiplicación de esos indicios bellos. Aunque algo haya en eso de talento innato, creo que es más un efecto del método. Lo convincente de
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su pintura no es solo que nos reconcilie con la realidad, sino que revele un carácter sosegado, apacible, poco dado al conflicto, forjado en una disciplina de vida que apuesta decididamente por el placer de lo bueno. En los cuadros de Salaberri reside una suerte de claridad obtenida a fuerza de sutileza, sin estridencias, sin pretensiones retóricas, que hace pensar en un trabajo continuo de despojamiento ascético encaminado a dar con la esencia del objeto y, una vez llegados a este punto, dotarlo de un sentido poético. Eso hace que los cuadros se conviertan en un lugar habitable, dicho en el sentido menos metafórico del término porque la mirada se siente convocada a quedarse a vivir en ese lugar. Ocurre por igual en los paisajes naturales y en los urbanos, entre los que el espectador percibe una rara dialéctica que aporta a la ciudad un carácter natural y al campo un carácter civilizado. Pero el motivo principal por el que uno acaba queriendo residir en esos cuadros es que Salaberri ha procedido en ellos a una labor de puesta a punto hasta dejarlos preparados para el diálogo con el espectador, especialmente con aquel que reconoce en sus siluetas los lugares familiares. Estamos ante un pintor que, leal a su propia pintura y a sí mismo, sigue una línea constante aunque para él todos los cuadros sigan siendo aventuras diferentes. Pero no es que el sello de autor se haya quedado estancado en la costumbre o en las fórmulas invariables de un estilo rígido. Antes al contrario, lo reconocible de Salaberri es la honestidad de un esfuerzo en el que cada cuadro es un camino transitado atenta y parsimoniosamente, paso a paso en busca de la sencillez. Ni que
decir tiene que no de la simplicidad; ante sus cuadros tenemos la impresión de que, una vez reducidos el monte o la torre a la delgadez de una idea, despojados de aristas, ornamentos y signos que desvíen nuestra atención, esos elementos empiezan a tener vida propia y, sin dejar de ser figuras, adquieren la condición de entidades irreales en el límite del abstracto. En la pintura de Salaberri hay secretos, pero no trampas; misterios, pero no embustes; quietud, pero no apatía ni mucho menos frialdad. La pintura no sería una experiencia tan dichosa si no aspirase a la comunicación. Nos acercamos a los cuadros de Salaberri con la garantía de que no nos van a perturbar. A estas alturas tenemos la certeza de que el encuentro será apacible, risueño incluso, como el saludo de un anfitrión franco y sin dobleces que nos propone entrar en su casa y que solo luego, avanzada la conversación, irá descubriéndonos sus matices. El solo hecho de invitarnos a participar de lo pintado ya es un indicio de hospitalidad. Luego la invitación cobra más fuerza al convertirse en obsequio, pues Salaberri no concibe la pintura sin el objetivo de ser revelada a los demás para que la compartan y la disfruten. Salaberri no se recata en declarar que busca el asentimiento del receptor, y más aún: su aprecio. «Escribo para que me quieran», confesaba García Lorca. De igual modo, en Salaberri hay una especie de moral comunicativa que aspira a la respuesta favorable, al vínculo afectivo con los destinatarios del cuadro. Una vez cumplidas todas las exigencias del proceso artístico, a menudo rigurosas, hay que procurar que en el lienzo no haya nada
doloroso, ni siquiera desagradable, nada que pueda provocar rechazo o disgusto. Hay que dar alguna clase de felicidad a los otros con la esperanza de que ellos la devuelvan en forma de aprobación. La pintura es un ejercicio de entendimiento. Contra el cinismo ambiental de la época, es preciso mostrar los bienes que hacen esta vida digna de ser vivida. Tanto dentro de la pintura como fuera de ella, Salaberri ha practicado siempre una declarada militancia por la convivencia, y eso se percibe en la pulcritud de unos cuadros imperturbables donde no hay ruidos, ni asperezas, ni efectos violentos, ni siquiera rastros de pinceladas que manchen la superficie del lienzo. El paisaje debe quedar limpio como un «locus amoenus» que invite al reposo, tal vez como una escapatoria de la realidad pero no del todo ajeno a ella. Los cuadros urbanos de Salaberri ejemplifican a la perfección su empeño de crear espacios de paz a partir de las formas conocidas, revisitadas una y otra vez y renovadas en cada cuadro. A Salaberri le atraen las crestas, los tejados, las torres, los aleros, esos trazos fronterizos entre suelo y cielo donde reconocemos el sello característico del lugar y donde nos reconocemos asimismo los que lo habitamos. Y a partir de esas siluetas va tejiendo la crónica de una ciudad donde no solo acontecen más cosas de las que creemos, sino que se insinúan descubrimientos no revelados. Como en los versos de Gil de Biedma («Mas, cada vez más honda / conmigo vas, ciudad, / como un amor hundido, / irreparable»), la ciudad ¬—Pamplona— se convierte en objeto artístico porque forma parte inseparable del artista. Salaberri se declara incondicional-
mente urbano, atado a la ciudad que no le defrauda. La ciudad de la propia biografía es también la ciudad que crece y se reinventa, y sobre todo un espacio de encuentro —más «civitas» que «urbs»— que es preciso conservar y cultivar con sumo cuidado. Pintar constituye un ejercicio de ciudadanía, una manera más de contribuir a la creación del hábitat común. Quizá tuviera razón Thomas Mann cuando decía que la única diferencia entre un optimista y un pesimista es que el primero es un imbécil feliz y el segundo un imbécil triste. Así que mejor no empeorar las cosas. No amargarse ni amargar a los demás impostando una pose de artista atormentado que encuentra en la queja el modo más cómodo de expresión. En la obra de Salaberri el cuadro es un ejercicio responsable porque exige disciplina, trabajo, técnica, esfuerzo, pero también porque, en última instancia, va destinado a mejorarnos la vida. O al menos a intentarlo. José María Romera Febrero 2014
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ARTISTA HIRITARRA Baikortasuna eginbehar morala da, Popperrek ohartarazi zuenez. Pedro Salaberriren pinturan berehalakoan nabaritzen da margolariak zoriontasunaren bidea hautatu duela, eta horri leial izatea erabaki duela. Ez da kezkatzen bere paisaiek nota hobea lortzen badute irudikatzen duten errealitateak baino. Salaberri ez da erraz erortzen mundua malko-haran gisa ikusi eta erabat etsitzeko tentazioan, ez du kasketa erabiltzen adierazpen-estilo moduan. Badago artisten artean itzala ematen duen ideia bat, artista mortifikatuarena, unibertsoko gaitz oro gainean daramalako planta egin eta bere obra minez beteriko kronika beltz kexati bihurtzen duena. Salaberrik, aitzitik, jarrera bare batekin egiten die aurre gauzei, eta horrek modua ematen dio bere alde harmoniko eta onuragarria aurkitzeko. Edertasuna arakatu eta hari distirarazteko baliabideak jartzera lerratutako artea ere bada borrokalaria, Jules Renardek zioen bezala: ÂŤDena da ederra. Lore batez bezala hitz egin behar da zerri bati buruzÂť. Erne dagoen begiradarentzat, beti dago objektu orotan une goren bikain bat, itsustasunetik eta hondamenditik libratzen dituena; beti dago modua antzaldatze-bristada bat antzemateko, eta horren bidez lortzen dute ezohiko handitasun bat. Esango nuke Pedro Salaberrik gaitasun bikoitza duela: gauzen edertasun-seinaleak ikusten ditu, eta, era berean, inguruan duen hori hobetzeko engaiatzen da, edertasun-zantzu horiek erregistratuz eta ugarituz. Berezko talentu bat dago hor, baina, nire ustez, gehiago da metodoaren eragin bat. Haren pintura si-
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nesgarria da, baina ez soilik errealitatearekin adiskidetzen gaituelako, baizik eta aiurri sosegatu, baketsu bat erakusten duelako, batere gatazkazalea ez, on denaren plazeraren alde irmoki egiten duen bizi‑diziplina batekin landua. Salaberriren koadroetan nolabaiteko argitasun bat ageri da, sotiltasunaren poderioz lortua, harrabotsik gabe, asmo erretorikorik gabe; horrek burura ekartzen digu aszetismoaz gabetzeko lan etengabe bat, objektu baten esentzia aurkitze aldera eta, behin horraino iritsita, objektu horri zentzu poetiko bat emateko. Horren ondorioz, koadroak esparru egoki bihurtzen dira bertan bizitzeko, eta ez zentzu metaforikoan, begirada gonbidatua sentitzen baita leku horretan bizitzen gelditzeko. Bertan gertatzen da paisaia naturaletan eta hirikoetan; horietan, ikusleak dialektika bitxi bat antzematen du, hiriari kutsu natural bat ematen diona eta landari, berriz, kutsu zibilizatu bat. Baina koadro horietan bizitzeko gogoa pizten duen arrazoi nagusia da Salaberrik doitze‑lan bat hasi duela horietan, ikuslearekin elkarrizketa bat izateko moduan utzi arte, bereziki haren siluetetan leku ezagunak antzematen dituen horrekin. Margolari honek, bere pinturari eta buruari leial, bide konstante bati segitzen dio, nahiz eta, harentzat, koadro guztiak beti diren bestelako abentura batzuk. Baina kontua ez da egilearen ezaugarri bereizgarria ez atzera ez aurrera gelditu denik ohituran edo estilo zurrun bateko formula aldagaitzetan. Aitzitik, Salaberriren obretan ezagutzen dena ahalegin baten zintzotasuna da, non koadro bakoitza adi eta lasai ibilitako bide bat baita, pausoz pauso soiltasunaren bila eginiko bide bat. Inondik inora ez sinpletasunaren bila. Haren margola-
nen aurrean, irudipena pizten zaigu ezen, behin mendia edo dorrea lerro baten fintasunera murriztuta, gure arreta desbideratuko duten ertz, apaingarri eta zeinu oroz gabetuta, elementu horiek bizi propioa izaten hasten direla, eta, figura izateari utzi gabe, entitate irreal bihurtzen dira, abstraktuaren mugan. Salaberriren pinturan sekretuak daude, baina ez tranparik; misterioak bai, baina ez iruzurrik; gelditasuna bai, baina ez apatia, eta are gutxiago hoztasuna. Pintura, komunikatzeko asmorik ez balu, ez litzateke hain esperientzia dontsua. Salaberriren koadroetara hurbiltzen garenean, bermea dugu ez gaituztela asaldatuko. Dagoeneko, badakigu topaketa lasaia izango dela, arraia ere bai; irudi du anfitrioi egiati eta tolesgabe batek agurtu eta etxera sartzera gonbidatuko gaituela, eta soilik gerora, elkarrizketa aurreratua dagoenean agertuko dizkigula bere ñabardurak. Pintatutako horretan parte hartzera gonbidatze hutsa bada abegi-zantzu bat. Gero, gonbidapenak indar handiagoa hartzen du, opari bilakatzen baita; izan ere, Salaberrik ez du pintura ulertzen besteei ezagutarazi gabe, parteka eta goza dezaten. Salaberri ez da lotsatzen esatean hartzailearen onespena nahi duela, eta, areago, haren estimua. «Maite nazaten idazten dut», aitortu zuen García Lorcak. Era berean, Salaberrik moral komunikatibo moduko bat du barnean, aldeko erantzun bat jaso nahi duena, lotura afektibo bat koadroaren hartzaileekin. Prozesu artistikoaren eskakizun guztiak beteta –zeinak zorrotzak izaten baitira maiz–,saiatu behar da mihisean ez dadin ageri ezer mingarririk eta desatseginik, ez eta arbuioa edo na-
higabea eragin dezakeen ezer ere. Nolabaiteko zoriontasuna eman behar zaie besteei, haiek onespen gisa itzuliko duten itxaropenez. Pintura ulermen-ariketa bat da. Garai honetan nagusi den zinismoaren kontra, nahitaezkoa da erakustea bizitza hau bizigarri bihurtzen duten ondasunak. Bai pinturaren barruan eta bai kanpoan, Salaberri beti aritu izan da -eta hala aitortuta– bizikidetzaren aldeko militantzian; hori nabaria da haren koadro aldagaitzen araztasunean, bertan ez baitago zaratarik, ez laztasunik, ez indarkeriazko eraginik, ez eta oihalaren azala zikintzen duen pintzelkadarik ere. Paisaiak garbi behar du, atseden hartzera gonbidatzen duen locus amoenus bat bezala, errealitateari itzurtzeko modu gisa, baina ez hartatik erabat bereizirik. Salaberrik gogo bizia du eremu baketsuak sortzeko, forma ezagunetatik abiatuta, zeinak behin eta berriz bisitatu eta berritzen baitira koadro bakoitzean, eta pintorearen hiri-giroko koadroak horren erakusgarri ezin hobeak dira. Gailurrek, teilatuek, dorreek, hegalek erakartzen dute Salaberri, lurraren eta zeruaren arteko muga-trazu horiek, non ezagunak baitzaizkigu lekuaren ezaugarri bereizgarriak, non geure burua ere aurkitzen baitugu bertan bizi garenok. Eta silueta horietatik abiatuta, josiz joaten da bat hiri baten kronika, non, guk uste baino gauza gehiago gertatu ez ezik, ezkutuan gordetako horiek azaldu eta iradokitzen baitira. Gil de Biedmaren bertsoek dioten bezala («Mas, cada vez más honda / conmigo vas, ciudad, / como un amor hundido, / irreparable»), hiria ¬–Iruña– objektu artistiko bihurtzen da, artistaren parte bereizezin delako. Salaberrik hirikotzat du bere burua, baldintzarik gabe, eta huts egiten ez dion hiriari lotu-
ta dago. Norberaren biografiako hiria, orobat, hazten den eta bere burua berrasmatzen duen hiri bat da, eta, bereziki, topaleku bat –civitasagoa, urbs baino–, kontu handiz kontserbatu eta jorratu beharrekoa. Margotzea hiritartasun-ariketa bat da, denon habitat hori sortzen laguntzeko beste modu bat. Baliteke Thomas Mannek arrazoi izatea eta, hark zioen bezala, baikor baten eta ezkor baten arteko alde bakarra izatea lehenbizikoa ergel zoriontsu bat dela eta bigarrena, berriz, ergel triste bat. Hortaz, hobe gauzak ez okertzea. Hobe ez ozpintzea, ez norberaren burua eta ez besteak; hobe artista oinazetu baten posea ez hartzea eta kexa ez jotzea adierazmolderik erosoentzat. Salaberriren obran, koadroa erantzukizunezko ariketa bat da, diziplina, lana, teknika eta ahalegina eskatzen dituelako ez ezik gure bizitza hobetzeko sortua delako ere, azken batean. Edo saiatzeko, behintzat. José María Romera 2014ko otsaila
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Calle Olite 73x116 cm 贸leo lienzo 2012
Calle Aralar 81x116 cm 贸leo lienzo 2012
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Civican 65x92 cm 贸leo lienzo 2012
Mercado 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
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Gasolinera 38x46 cm 贸leo lienzo 2013
Calle Monjard铆n 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
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Archivo y Educaci贸n 81x116 cm 贸leo lienzo 2012
Desde mi estudio VIII 81x116 cm 贸leo lienzo 2013
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Burlada 50x73 cm 贸leo lienzo 2012
Berl铆n 54x73 cm 贸leo lienzo 2012
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Praga
65x92 cm 贸leo lienzo 2013
Roma 73x116 cm 贸leo lienzo 2013
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Colza en Echauri 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
Baztan 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
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Valdizarbe 54x73 cm 贸leo lienzo 2013
Traibuenas 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
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Ar铆nzano 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
Remelluri 73x116 cm 贸leo lienzo 2013
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Desde Irulegui (pirineo navarro) 73x116 cm 贸leo lienzo 2013
Desde Irulegui (pirineo aragon茅s) 73x116 cm 贸leo lienzo 2013
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Ibon de Anayet 54x73 cm 贸leo lienzo 2013
Pirineo 81x130 cm 贸leo lienzo 2013
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Ibon en el pirineo 81x116 cm 贸leo lienzo 2013
Ordesa 81x116 cm 贸leo lienzo 2013
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M陋 Carmen 92x65 cm 贸leo lienzo 2013
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Elena 38x46 cm 贸leo lienzo 2013
Pina 60x73 cm 贸leo lienzo 2013
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Carlos 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
Juana 65x92 cm 贸leo lienzo 2013
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Teresa 73x60 cm 贸leo lienzo 2013
Carmen 54x73 cm 贸leo lienzo 2013
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Exposiciones individuales / Bakarkako Erakusketak 2014 Pabellón de Mixtos. Ciudadela, Pamplona. 2012 Palacio Vallesantoro. Sanguesa. 2011 Museo Gustavo de Maeztu. Estella. Espacio Marzana. Bilbao. 2010 Pabellón de Mixtos. Ciudadela, Pamplona. Galería Kalon. Tudela. 2009 Museo Gustavo de Maeztu. Estella. 2006 Pabellón de Mixtos, Ciudadela, Ayuntamiento de Pamplona. Espacio Marzana, Bilbao. Gentes del Teatro, Teatro Gayarre. Pamplona 2004 Planetario de Pamplona. 2003 Galería Muelle 27, Madrid. Espacio Marzana, Bilbao. 2002 Casa de Cultura, Cizur Mayor. 2001 Galería Moisés Pérez de Albéniz, Pamplona 2000 Pabellón de Mixtos, Ciudadela, Pamplona. Museo Gustavo de Maeztu, Estella. Sala Le Carré, Museo Bonnat, Bayona, Francia. 1999 Casa de Cultura del Valle de Aranguren, Navarra. 1997 Sala de Cultura Juan Bravo, CAN, Madrid. 1996 Pabellón de Mixtos, Ciudadela, Pamplona. Lourdes Ugarabe, Arte Galería, Vitoria. 1995 Galería Seiquer, Madrid. Museo Gustavo de Maeztu, Estella. 1994 Galería Ederti, Bilbao. 1993 Sala Castel Ruiz, Tudela Casa de Cultura, Tafalla. Sala García Castañón, CAM, Pamplona. Galería Seiquer, Madrid. 1992 Sala Independencia, Vitoria. Galería Ederti, Bilbao. 1990 Galería Seiquer, Madrid. 1989 Sala García Castañón, CAM, Pamplona. 1988 Galería María Forcada, Tudela. 1987 Galería Altxerri, San Sebastián. 1986 Sala García Castañón, CAM, Pamplona. Sala San Prudencia, Vitoria. 1985 Sala CAP de Guipúzcoa, San Sebastián. 1984 Pabellones de Arte, Ciudadela, CAM, Pamplona. 1983 Galería Seiquer, Madrid. ARTEDER, Bilbao. 1982 Sala de Cultura Caja Laboral, Alsasua, Navarra. Dibujos, Sala Conde de Rodezno, CAM, Pamplona. Galería Windsor, Bilbao. 1980 Sala García Castañón, CAM, Pamplona. 1979 Sala de Arte Caja de Ahorros Vizcaína, Bilbao. Pabellones de Arte, Ciudadela, CAM, Pamplona. 1978 Galería Gaztelu, Zarauz. 1977 Galería Aritza, Bilbao. Galería Seiquer, Madrid.
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Galería Eder Arte, Vitoria. Sala Castel Ruiz, Tudela. Galería Seiquer, Madrid. Sala de Cultura CAN, Pamplona. Galería Atenas, Zaragoza Galería Arte5´, Pamplona. Galería Amadís, Madrid. Sala Besaya, Santander. Casa de Cultura Fray Diego, Estella. Sala de Cultura CAN, Pamplona.
Exposiciones colectivas (selección) / Erakusketa Kolektiboak (hautaketa) 2007 Silencios. 22 pintores navarros. Baluarte. Pamplona. 2006 Atrio. Parlamento de Navarra. Pamplona. 2004 Desde un lugar. Galería Moisés Pérez de Albéniz. Pamplona. 2003 Bosteko. Amorebieta, Munguia, Getxo, Basauri, Arrigorriaga. 2003 La ciudad recreada. Pamplona. 2000 ARCO. Madrid. 1997 Paisajes de un siglo. Pamplona, Burgos, Murcia y Vitoria. 1996 Colección Juan Antonio Aguirre. IVAM. Valencia. 1996 Aquellos 80. Ciudadela. Pamplona. 1995 ARCO. Madrid. 1996 Escuela de Pamplona. Museo Gustavo de Maeztu. Estella. 1995 Escuela de Pamplona. Planetario. Pamplona. 1980 La trama del arte vasco. Museo de Bellas Artes. Bilbao. 1980 7 Pintores españoles. B. Walter Gallery Inc. Nueva York. 1978 Panorama. Museo de Arte Moderno. Madrid. 1976 Artexpo. Barcelona. 1972 Encuentros. Pamplona. Museos y colecciones / Museoak eta Bildumak Ayuntamiento de Pamplona. Ayuntamiento de Vitoria. Caja de Ahorros de Navarra. Caja Vital Kutxa. Museo de Navarra. Gobierno de Navarra. Gobierno Vasco. IVAM. Artium. Vitoria. Parlamento de Navarra. Universidad Pública de Navarra. Fundación Coca-Cola. Premios / Sariak Primer Premio Ciudad de Pamplona. 1973 Tercer Premio Gure Artea. Gobierno Vasco. 1984 Primer Premio Bienal de Vitoria. 1984 Premio 4D. Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, para reconocer la labor de personas e instituciones en pro de una arquitectura de calidad. 2006 “Gallico de Oro” de la sociedad Napardi. 2008