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OPINIÓN
LA ESCUELA ECONÓMICA
Esteban Delgado edelgadoq@gmail.com
Lo aprendí de mi padre: “No soy cobarde, soy ‘evitador’ ”
Siempre que se acerca el 27 de febrero tengo motivos para hacer algunas refl exiones. Muchos adivinarán que es porque se trata de la fecha en que, en 1844, se produjo la Independencia Nacional y nacimiento de nuestra República Dominicana.
Pero en realidad tengo un motivo adicional, ya que, en esa misma fecha del año 1987 murió mi padre José Antonio. Siempre lo recuerdo con alguno de sus tantos consejos, debido a que, a pesar de no ser académico, tenía muchas vivencias y, parece que al saber que moriría joven, decidió llenarnos de consejos tanto a mí, como a mis hermanos y algunos amigos de infancia y adolescencia.
Esta vez, a sus 33 años de lamentable partida, de- seo compartir con ustedes una de aquellas enseñanzas que aprendí de mi padre y que han servido para bien en mi formación de adulto y la crianza que he dado a mis hijos. Es lo siguiente:
Eran los tiempos de mayor unidad familiar, pues nuestra familia la integraban mi madre, mi padre y cuatro hermanos que crecíamos con un elevado sentido de la unidad.
Un domingo nuestro padre invitó a la familia al Parque Zoológico Nacional para disfrutar del recorrido en tren y de la vista de una especie animal. Recuerdo que para esa época era famoso un mono algo maleducado y la muy querida elefanta que enfrentaba el peso de los años. Cuando íbamos en la fi la para subir al tren, un hombre se acercó con sus hijos y de forma prepotente y aprovechada se colocó delante de nosotros y presumió de su irrespeto como queriendo mostrarse superior a los demás. Mi padre le reclamó y el hombre respondió de forma grosera y en son de querer pelear.
Sabiéndose en desventaja por el hecho de estar acompañado de su esposa y de cuatro hijos pequeños, dos hembras y dos varones, mi padre respiró profundo, se le notó la ira y el deseo de poner a aquel impertinente hombre en su lugar, pero prefi rió ceder, motivado también por mi madre, quien le decía que no le diera importancia a lo sucedido.
Los cuatro hermanos, en especial mi
hermano mayor y yo, nos quedamos algo sorprendidos y hasta decepcionados de ver que nuestro papá cedió ante la injusticia de la impertinencia de este hombre que tomó nuestro puesto en el tren del zoológico. Para aliviar nuestra decepción y confusión por lo recién ocurrido, el viejo sólo atinó a decirnos: “mis hijos, yo no soy cobarde, sólo he sido ‘evitador’ ”.
Pasaron los años, crecí, me casé y recuerdo que un domingo, en la noche, saliendo en mi vehículo de la casa de mis suegros, donde había pasado todo el día junto a mi esposa de entonces, embarazada, además de dos niños pequeños, en la rotonda del Kilómetro 9 de la autopista Duarte, una camioneta estaba parada delante de nuestro pequeño carro Fiat 125, año 1972. Le toqué bocina al individuo para que avanzara, pues no había motivo para que estuviera detenido en el medio en su camioneta enorme. El hombre estaba acompañado d e una joven mujer. Recuerdo que cuando le toqué b o c i n a un par de v e c e s , el hom- bre adelantó un poquito la camioneta, luego le puso reversa y retrocedió intencionalmente para chocar la parte frontal de nuestro carrito. Así lo hizo, con la intención, no de provocar un gran daño, sino, más bien, de humillarnos y hacernos ver que no se movería hasta que le diera su gana.
En ese momento me rebosé de ira, rabia y deseos de bajar del carro para poner en su lugar a este prepotente, que se la quería lucir delante de su acompañante. Sin embargo, respiré profundo y pensé que estaba acompañado de mi esposa encinta, así como de mis dos niños pequeños. Me mordí los labios y contuve mi rabia.
Recuerdo que mi hijo Junior, con unos seis o siete años, ya tenía edad para razonar y presenció el hecho. Al ver que no reaccioné ante esa acción de prepotencia del individuo en la camioneta, sólo lo miré y le dije: “mi hijo, yo no soy cobarde, solo he sido ‘evitador’ ”.
Jaime M. Senior Fernández jsenior@headrick.com.do ECONOLEGALES
Distribución de riesgos en las APPs
Con la reciente promulgación de la Ley No. 47-20 sobre Alianzas Público Privadas, República Dominicana cuenta con una moderna legislación que aglutina y mejora diversas disposiciones en la materia, que eran dispersas e incompletas. Sin lugar a dudas, las APPs representan una importante herramienta para facilitar el desarrollo nacional, ya que permite al Estado colaborar con inversiones (nacionales e internacionales) en la realización de proyectos en el país.
No obstante, uno de los elementos más cuestionados sobre las APPs es la preocupación de ciertos sectores de que a través de las mismas, el Estado asuma una importante proporción de los riesgos asociados con un proyecto, a la vez que ceda los benefi cios económicos del mismo a favor de los inversionistas. Esta consideración es una de las nociones que maneja la Ley 47-20, ya que lo trata de manera expresa entre sus disposiciones.
La ley dispone que las APPs “implican una distribución de riesgos entre el sector público y privado, asignando los mismos a aquel con mayor capacidad para administrarlos al menor costo posible.” De esta defi nición se desprenden tres consideraciones: los riesgos no desaparecerán en los proyectos, sino que deben ser administrados; deben ser asignados claramente entre las partes; y el elemento fundamental es determinar cómo hacerlo al menor costo posible. Respecto a la necesidad de evaluar las APPs, se crea la Dirección General de Alianzas Público Privadas, que entre sus funciones técnicas tendrá la obligación de realizar una evaluación de todos los proyectos de APPs presentados, incluyendo el tema de la distribución de riesgos. De hecho, la ley dispone en su texto varios artículos en los cuales se defi ne el concepto de “riesgo”, la clasifi cación de riesgos a regularse y los mecanismos de valoración y transferencia de riesgos, todos elementos que deberán ser tomados en cuenta en los contratos de APPs.
En cuanto al elemento de costos, precisamente lo que se procura con las APPs es identifi car las formas más costo-efi ciente de realizar obras necesarias para el país. Por ende, en las mismas no se busca eliminar, sino mitigar, los riesgos, a la vez que los debe administrar con miras a que la parte –Estado o inversionista privado– que esté en mejores condiciones de asumir el riesgo así lo haga.
La nueva ley de APPs ofrece una importante herramienta de desarrollo para nuestro país, la cual debe ser aprovechada a su máximo. Pero es de primordial importancia que se administren los riesgos de manera adecuada para que permanezca y aumente la confi anza pública en el mecanismo de las APPs.
EL AUTOR ES ABOGADO.
OBSERVACIONES
Proteger y escuchar a los más jóvenes L a población de República Dominicana para este año es de 10,448,4999 personas, de las que 2,729,035, es decir el 26.1%, son jóvenes que tienen entre 15 y 29 años de edad, según las proyecciones de la Ofi cina Nacional de Estadística (ONE). El padrón que la Junta Central Electoral (JCE) utiliza para las votaciones congresuales y municipales de este año tiene a 7,487,040 inscritos, de los que 1,327,720 tienen entre 18 y 25 años y 889,516 entre 26 y 30.
Es decir, que un total de 2,217,236 sufragantes, equivalente al 29.6% de los inscritos en el padrón, tienen menos de 30 años. Son jóvenes. Muchos están en las universidades, en el mercado de trabajo, o buscan empleos, etc.
De modo que los jóvenes tienen la palabra por derecho propio y la sociedad no debe sentirse amenazada o alarmada porque decidan manifestarse frente a la Junta Central Electoral (JCE) para demandar comicios transparentes y una ejecución más justa de los aportes de los contribuyentes que se utilizan para elaborar el Presupuesto Nacional.
Que los jóvenes se interesen por el presente y el futuro del sistema democrático de República Dominicana trae esperanza y obliga a los mayores a actuar con mayor responsabilidad. Debemos cuidarlos y garantizarles seguridad para que se manifi esten en orden y sin ningún acto de violencia que los ponga en peligro. No pasa nada. Son jóvenes creativos y en muchos casos irreverentes, como su naturaleza. Solo debemos escucharlos y establecer canales de diálogos amigables que nos lleven a construir un futuro de mayor bienestar para todos.