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Comentario de libros
¿Revolución en los claustros? La Reforma Universitaria de 1918
Pablo Buchbinder, Buenos Aires, Sudamericana, 2008.
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Haciendo honor a su apellido, Pablo Buchbinder produjo un nuevo libro, desgajado –es evidente– del que publicó en 1995 como Historia de las universidades argentinas y del que este título constituía un subcapítulo. Es indudable que la Reforma Universitaria de 1918, que se extendió por toda Sudamérica y se inició en la Universidad de Córdoba, fue un quiebre de la institución de tipo monacal. La influencia de la Iglesia Católica, a través de ese proceso de conversión religiosa de los habitantes autóctonos de los territorios americanos y aún de la misma ciencia, mantuvo su preeminencia en las actitudes de las clases altas que nos gobernaban. Bien los pinta el autor cuando describe a la sociedad secreta Corda Frates y la puja entre Enrique Martínez Paz y Antonio Nores. La ola expansiva de la Reforma llegó rápidamente a Buenos Aires, justamente, con buenos aires. El rector de su Universidad era Eufemio Uballes para quien aquella era bienvenida, como lo fue también para la mayor parte de los profesores. No obstante, procesos de agitación estudiantil de los años 1919 y 1920, que tuvieron su inicio en la Facultad de Agronomía, mostraron que los objetivos no habían sido plenamente logrados. Bien lo dice Buchbinder al final de la obra: “En definiti
Varios autores, Buenos Aires, Colección Histórica, 2008.
Como toda obra fruto de una compilación, las opiniones de los autores pueden no concordar pero en este caso, si ello ocurre, es imperceptible. Es unánime: esta reforma que se inició en Córdoba y se extendió por toda Sudamérica y el Caribe fue significativa. La Colección Histórica rinde, de este modo, su homenaje al 90º Aniversario de la Reforma Universitaria con el sustento inapreciable de personalidades de fuste, tales como José Luis Romero, Risieri Frondizi (excepcional conductor de la Universidad de Buenos Aires), Félix Luna, Guillermo Jaim Etcheverry, Horacio Sanguinetti, entre otras figuras de no menos valor que sería ocioso mencionar. El subtítulo Su legado indica claramente que la historia no se detiene en 1918 sino que sus implicancias se proyectan y no se omiten vicisitudes –algunas realmente de inusitada gravedad– por las cuales pasaron nuestras universidades y
La reforma universitaria, Su legado (1918-2008)
va, ni los principios ni las soluciones de 1918 son los que requieren hoy la universidad argentina, enfrentada a una encrucijada esencialmente disímil.” En definitiva, digo también, 198 páginas escritas por un historiador bien documentado, ameno y concreto.
Federico Pérgola
nuestros universitarios. No obstante, la obra nunca pierde su rigor histórico ni se vuelve panfletaria. El rigor crítico de los autores no epata pero advierte. Jaím Etcheverry, por ejemplo, dice: “En la nueva realidad creada por la constelación de altisonantes términos de moda, que adoptamos casi sin análisis, se destaca nítidamente la apelación a la ‘salida laboral’`. Si bien la inserción de los jóvenes en el mundo del trabajo constituye un objetivo importante de la educación, no debemos perder de vista que las grandes universidades del mundo pretenden formar ‘personas’ completas, integrantes de una dirigencia social que comparta una visión de la complejidad de este mundo.” De esta manera está señalando una pauta, un perfil del producto, que pocas veces nos detenemos a pensar. Mientras que Frondizi, casi medio siglo atrás, espeta, mientras se refiere a la universidad antes de la década del 60, que “la situación de la investigación científica era también lastimosa. Lo malo es que predominaba la simulación oficializada. Todos sabían que los llamados ‘institutos de investigación’ eran nexos burocráticos de las cátedras para justificar un aumento de sueldo del profesor, pero nadie ponía fin a ello. En 1957, en una sola facultad (Ciencias Económicas) había veintisiete ‘institutos de investigación’; una ligera exigencia permitió reducirlos a tres. En otras facultades sucedía algo similar, si bien había rarísimas excepciones de institutos que realmente investigaban”. Lo cual revela que exámenes retrospectivos y prospectivos constituyen la impronta del compilado. Los capítulos de Romero y Sanguinetti configuran una característica más descriptiva del curso de la universidad en estos noventa años. Quiero terminar este comentario con palabras de René Balestra, a las que adhiero con fervor. “Todo esto es el numen de cualquier universidad, pero mucho más aún de la reformista, con el agregado de oro macizo de la libertad. La libertad sin la cual la reforma no existe ni puede existir […] Sócrates, tal vez junto a Da Vinci los dos hermanos mayores de occidente, dijo: ‘la clave de la felicidad es la libertad y la clave de la libertad es el coraje’. Sin el coraje de exponer la verdad propia y la verdad ajena no hay libertad, no hay felicidad, no hay universidad, no hay reforma.”
La sífilis en la medicina
Antonio L. Turnes, Montevideo, Ediciones Granada, 2008.
La puntualidad, en el sentido de la certidumbre y definición de un solo tema, no es la característica de este libro. Pero ello no va en desmedro de los méritos de la obra que, por lo que comento, habla tanto de la etiología y tratamiento de la sífilis como de las teorías sobre su origen y de la historia del condón. Hace más de medio siglo que la sífilis perdió el protagonismo que la hacía única y preocupante, por lo menos desde los puntos de vista histórico y social, aunque costumbres promiscuas y el sida la han puesto nuevamente sobre el tapete. De ahí lo poco que se escriba sobre ella –por lo menos en español– en el último tiempo. El caso de Turnes es la excepción. Un volumen de 17 x 24 cm., de 240 páginas, muy documentado dan por tierra la aseveración anterior. Turnes tiene la oportunidad de alcanzar esa extensión porque, como he dicho, aborda temas disímiles y no deja resquicio sin indagar: homosexualidad masculina, servicio doméstico y sexualidad, alcoholismo, prostitución, sin dejar de hacerlo, sobre todo, en su Uruguay natal de donde proviene una buena parte de la bibliografía. La historia del condón, a la que he hecho referencia, casi un intertexto, va en el Anexo II. El autor nos ofrece testimonio de dos teorías, las conocidas, sobre el origen de la avariosis: la europea y la americana. Él se inclina por la primera. Como estoy trabajando sobre el tema, creo que los vientos han cambiado: existiría una tercera especulación o, más bien, una variante de la segunda: la enfermedad habría surgido como una mutación del
Federico Pérgola
treponema que causaba las bubas del carate o mal de Pinto en la zona del Caribe cuando arribó al Viejo Continente. Curioso, pero así lo atestiguan estudios genéticos y epidemiológicos. Lo festivo de esta obra es una apología –que cierra el libro– de Francisco Esteban Acuña de Figueroa –autor de los himnos de Uruguay y de Paraguay– dedicada al ¡miembro viril masculino! Omito mencionar las características de la tapa de la publicación.