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TUBER CULOSIS. MEDICINA, ARTE Y QUIMER AS
TUBERCULOSIS MEDICINA, ARTE
Y QUIMERAS
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Norma Isabel Sánchez *
Las enfermedades son fuente de análisis y preocupación de los médicos y/o investigadores científicos; pero no de manera excluyente, pues en múltiples oportunidades resultan inspiradoras de obras de destacados artistas, si bien algunas con mayor intensidad que otras. La tuberculosis fue (como hoy el sida) una de las más trabajadas. Múltiples ejemplos sirven para avalar lo dicho. Acá, sintetizamos algunos. A la vez, predisponen a imaginarios investigadores, auto-enamorados de sus supuestos magníficos “aportes”, a lanzar mensajes entusiastas, sin fundamento verdadero, que obliga a los entendidos a poner empeño para desvirtuar las falsas expectativas, con enojo de unos cuantos que desean “creer” en aquellos.
Palabras claves: tuberculosis, Koch, tesis doctorales Calmette-Guérin, Munch, Artl
TUBERCULOSIS. MEDICINE, ARTS AND CHIMERAS
Diseases are a source of analysis and concern of doctors and/or scientific researchers; but not so exclusive, as multiple opportunities are inspiring works of prominent artists, although some more strongly than others. Tuberculosis was (like AIDS today) one of the more elaborate. Multiple examples serve to endorse what is said. Here, we summarize some. In turn, predispose researchers imaginary, self-love of his supposed great “contributions”, to launch enthusiastic messages, without requiring, true foundation connoisseurs to put effort to disprove the false expectations, with anger of a few who want to “believe” in those.
Keywords: tuberculosis, Koch, dissertations Calmette-Guérin, Munch, Artl
Introducci ón Hay ciertas enfermedades que, con su sola mención, sacuden o contorsionan; una es la tuberculosis y, en parte, se debe a que en el imaginario colectivo aflora, con prontitud, la estampa de pacientes sufridos, lánguidos, abatidos, resignados, melancólicos. A ello que se agregan las representaciones sonoras (toses, aspiración del aire, ruidos sibilantes), las táctiles (febrícula prolongada, sudoración, hábito asténico), etc. De ahí que su referencia esté muy presente en la literatura, el teatro, la ópera, la pintura, los guiones de radioteatros y teleteatros. Tal vez, en los tiempos presente lo más próximo por su impacto sea el sida, pero aquélla sigue siendo “más romántica” (y, sólo para sustentar esta afirmación remitimos, a modo comparativo, a dos famosos filmes: La dama de las camelias, de 1936 y Philadelphia, 1993) 1 . La palabra, a la vez, es el eje de la vida de relación y ésta puede ser exterior o interior y en cada una hay compromisos culturales, ideológicos, afectivos, vitales. El doliente, justamente, dialoga -si puede- hacia afuera (por lo menos con su terapeuta, los asistentes, etc.) mostrando en ocasiones una “erudición enfermiza” y hacia dentro (hacia el yo-interior) y, en oportunidades, lo hace con crueldad, buscando la “razón” de tal padecimiento. Toda esta particular situación podría llevarnos a largas horas de reflexión. El arte ha sido en múltiples coyunturas capaz de hacer síntesis maravillosas en este sentido, acompañando toda una labor médica.
1º parte Muy lejos está de nuestro propósito aludir a la tuberculosis como enfermedad o hacer su historia 2 . Sólo recordaremos, brevemente, a uno de sus máximos investigadores: Robert Koch (1843-1910). Posiblemente la etapa más fecunda de sus aportes al conocimiento de tan temible afección y, como consecuencia, la posibilidad de buscar una cura, corresponda el lapso que media entre 1881 y 1892. Intentaremos fundamentarlo: después de su encuentro con Louis Pasteur, en agosto de 1881, en el Congreso Internacional de Medicina de Londres, cuando el sabio francés le reconoce que el procedimiento para el cultivo y aislamiento de los microorganismos en medio sólido constituye un importante progreso bacteriológico, se consagra a su estudio y en seis meses desarrolla y da término a un trabajo fundamental: Sobre tuberculosis,
2 Existe muy buena bibliografía para estudiar la historia de la enfermedad. Recomendamos la Introducción escrita por Vaccarezza, Raúl F., en: Koch, Robert. La etiología de la tuberculosis. Bs As, Eudeba, 1965, p. 5-45.
que presenta a la Sociedad de Fisiología de Berlín (marzo de 1882), empeñado en esclarecer el problema etiológico de la enfermedad, tiempo en el que ha procurado y conseguido el aislamiento del germen al estado de pureza y la demostración experimental de la acción patógena del bacilo analizado. Definida la transmisión por contagio se establecieron acciones profilácticas, tales como la separación de los enfermos y, algo después, a comienzos del XX, se instauró el examen mediante la radiología. ¿Cuánto demoraron en llegar a nuestro país tales notables novedades? Estimamos que muy poco, ya que tanto profesores de la Facultad de Medicina como los mismos profesionales de la salud tenían un fluido puente de contacto con Europa. Y así, viejas tesis doctorales y trabajos presentados en este medio quedaron obsoletos; pero no todos.
Tesis doctorales presentadas en Buenos Aires Existen pocas referencias que nos permitan conocer, con rigor, cuánta habrá sido la incidencia de este mal en el Río de la Plata colonial; algo semejante acontece para los primeros años de la vida independiente del futuro (nuevo) Estado y, tal vez, las más claras noticias emerjan de la tesis de Manuel A. Montes de Oca, Ensayo sobre las enfermedades de Buenos Aires (de 1854) y de la obra de Guillermo C. Rawson, Estadística vital de Buenos Aires (1876). Para suplir esta carencia, sí podemos mencionar algunas de las primeras tesis doctorales médicas que se aproximan a la temática y que, de alguna manera, indican que se trataba de una dolencia que preocupaba a los médicos locales. Es el caso de la que escribió: Saturnino Pineda, Disertación sobre las escrófulas (manuscrito de 1831), las de Ramón Ellauri, Pleuresía aguda y Juan F. García, Pulmonía aguda (1832). Llegamos a la de Eugenio Pérez, ¡Viva la Confederación Argentina. Mueran los salvajes unitarios!, Opúsculo sobre la tisis pulmonar (1843), título que no debe sorprender al lector ya que era de práctica en esos años del rosismo “duro”. En 1851, José María de Uriarte, da a conocer: ¡Viva la Confederación Argentina … Muera el loco traidor salvaje unitario Urquiza!, Disertación sobre la tisis pulmonar 3 . En 1854, otro aporte a rescatar es el de José Piñeiro, Tisis tuberculosa. Cuatro años después, Importancia del aceite de hígado de bacalao especialmente en la tisis pulmonar, de José A. Wilde. En 1866 Domingo Salvarezza presenta Tisis pulmonar y, en 1875, Alejandro Albarracín, Consideraciones sobre la tisis pulmonar. En 1878, se defiende otra, de largo título, Tesis tuberculosa y neumónica. Oposición a las teorías del doctor Jaccoud, doctor Chavez y de la predisposición, oposición a los tratamientos curativos y profilácticos usuales, apreciaciones propias del autor sobre la etiología, génesis, pronóstico y
3 Véase la diferencia con otra, de 1852, redactada por Antero del Rivero, de título: Filosofía de la medicina, dedicada al Exmo señor gobernador y capitán general de la provincia de Entre Ríos don Justo José de Urquiza. tratamiento en la República Argentina, de Fenelón Matorras. De inmediato la de Pedro Frías, Estudio de algunas cuestiones sobre la herencia de la tisis (1879). En 1880 aparecen tres: la de José Díaz Menéndez, Tratamiento de la tisis pulmonar por los cambios de clima; de J. M. Espeche, Temperaturas mórbidas locales en la tuberculosis pulmonar y la de Eugenio Ramírez, ¿La tuberculosis debe ser un impedimento para la celebración del matrimonio? Por esos años, comenzaba el ingreso numéricamente significativo de inmigrantes y a las autoridades locales, que clamaban por su incorporación, no dejaba de preocuparles su posible arribo con múltiples achaques que, de manera directa o indirecta, perjudicasen a la población local. Son las décadas de actuación de los médicos-higienistas, que están interesados en un número de patologías -como el cólera, las venéreas, las parasitosis, el alcoholismo y tabaquismo, la locura, etc.- donde ocupa un lugar destacado la tuberculosis, pues tenían presente que muchos de los recién llegados comenzaban a poblar/compartir los conventillos y casas de inquilinatos, en un verdadero hacinamiento habitacional, con todos los perjuicios que, posiblemente, se originarían. Volvamos a las tesis doctorales y encontramos títulos íntimamente vinculados a las novedades médicas de Europa: sobre el método antiséptico de Lister 4 ; el tratamiento antiséptico en la fiebre puerperal 5 ; la teoría de los gérmenes 6 ; la medicación antiséptica 7 ; la septicemia 8 . En 1882, hallamos. Tratamiento higiénico de la tuberculosis, de Carlos Galíndez y Consideraciones sobre la tuberculosis y su tratamiento, de Antonio C. Gandolfo. Hasta que llegamos a 1885, con la de Víctor E. Míguez, Contribución al estudio del bacilo de la tuberculosis y las de 1889, Tratamiento acéptico (sic) de la tuberculosis pulmonar, de Ramón Giménez, Tratamiento de la tisis pulmonar por el de sus complicaciones, de Antonio Suárez Aguirre. Luego, la de Diógenes Decoud, El método de Koch en las tuberculosis locales (1891). Por su parte, José M. Cullen redacta: Tuberculosis quirúrgicas en los niños, formas clínicas y tratamiento (1894). En 1895, otras cuatro 9 . Acomete el siglo XX y recalan, en el ambiente médico local, las novedades biomédicas que se originan en los principales
4 De Luis de la Cárcova (1881)
5 De Juan R. Fernández (1882).
6 De Eduardo F. Fierro (1882).
7 De Alberto Vivot (1883).
8 De Carlos Alagon (1885). También la de Fermín V. Salaberry, sobre lo antiséptico en la ovariotomía (1885). O la de Luis M. Allende, sobre el método antiséptico en las heridas (1888).
9 De Zenón Aguilar, Marcos Ávila Méndez, Manuel Beatti y Abel J. Domínguez. En 1896, de Marcelo Viñas, que relaciona tuberculosis y herencia. Al siguiente, de Emilio Loudet, sobre tuberculino-diagnosis. Después, La tuberculina residual en el tratamiento de la tuberculosis, de Antonio R. Chiocconi. En 1898, de Manuel A. Santas, Tratamiento racional de la tuberculosis en la República Argentina.
centros franceses, alemanes, ingleses y de otros orígenes. Una mínima selección de nuevos escritos doctorales nos remonta a los de Mariano R. Castex, Oftalmoreacción a la tuberculina (procedimiento de Calmette) y Julio Iribarne, Tuberculina (su aplicación diagnóstica), de 1908; al de Federico C. Isla, Herencia patológica (heredo-sífilis y heredo-tuberculosis, de 1910. Corre 1918, cuando Ricardo Hansen pone en consideración: Profilaxis de la tuberculosis, plan de campaña; Esteban Lucotti, Alcoholismo y tuberculosis, Juan Massa, El neomotorax artificial en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar. En 1919, aparece: La tuberculosis en el escolar, de José Borkowski. En 1920, Lorenzo Arman defiende: Tratamiento de la tuberculosis por la tuberculina y Walter A. Muniagurria, Tuberculosis del lactante. La neumonía caseosa. Por su parte las médicas, que ya han comenzado a tener presencia en el ámbito de la facultad, también le darán espacio en sus trabajos de doctorado: Leticia Acosta, en 1918, presenta: La defensa de la infancia contra la tuberculosis y Carmen Sagasta, al año siguiente, Comentarios de profilaxis de la tuberculosis. Una mirada rápida sobre el total de tesis, por entonces defendidas, nos muestra que la tuberculosis era una dolencia que acaparaba la atención, junto al cólera, difteria, venéreas, afecciones femeninas, enfermedades infantiles, abortos, alienación mental, paludismo, para mencionar sólo las más representativas.
2ª parte Para los primeros años del siglo XX emergía en Francia el prestigio del bacteriólogo Albert L. Calmette 10 quien preparó la reacción (que lleva su nombre), que sirve como prueba diagnóstica de la tuberculosis y décadas después avanzó al descubrimiento principal, la vacuna BCG, realizada en colaboración con Camille Guérin, presentada en 1924. Casi de inmediato, tal primicia se expandió por variadas geografías. El gobierno de la provincia de Bs As envió a Francia al veterinario y bacteriólogo Andrés Arena (colaborador de la cátedra de Raúl F. Vaccarezza 11 ), quien, tras su especializa
10 Fundador/organizador de las sedes del Instituto en Saigón y Lille. En éste se habilitó en 1901 un dispensario antituberculoso. Verdadero centro de “investigación, enseñanza, organización de servicios prácticos de ayuda a los enfermos, trabajo de equipo en colaboración con los médicos, los industriales, los agricultores. Sin saberlo, hacía ya educación sanitaria”. Cfr.: Revista Argentina de Tuberculosis, Enfermedades Pulmonares y Salud Pública. Bs As, 1983, nº XLIV, nº 4, p. 71 (Discurso de Fillastres, en Simposio sobre las vacunas BCG y las tuberculinas, realizado en BudapestHungría, 6 al 9-09-1983, p. 69-72). Los trabajos preparatorios de la futura vacuna se remontan a principios de 1900, cuando comienzan con el cultivo de bacilos atenuados de la tuberculosis; luego hacen experimentos en animales y la primera aplicación en el hombre es de 1921. Unos años después inician su distribución gratuita. ción y regreso, inició los cultivos a partir de la cepa recibida. Alguna bibliografía, que respetamos, reconoce que, por esos años, la fuerza de una higiene mejorada e “impuesta” había bajado la frecuencia de tal morbilidad y caído notablemente la mortandad, si bien el “poder del mito sólo se disipó cuando se halló el tratamiento adecuado, con la estreptomicina en 1944 y la isoniacida en 1952” 12 .
Algunas entidades que se han ocupado de la enfermedad Vamos a referirnos a cuatro: la primera responde a una iniciativa internacional; la segunda es una privada de bien público y estatales las otras dos.
a) La Comisión Internacional Permanente para la Profilaxis de la Tuberculosis en América Latina (ligas antituberculosas) Todas las novedades, que en materia de investigación científico/médica asomaban en Europa, obviamente, se trataban en los encuentros de los profesionales y así, realizado el Congreso Médico Latinoamericano de Chile, se puso en marcha la Comisión Internacional Permanente para la Profilaxis de la Tuberculosis en América Latina, que presidirá Emilio R. Coni (1901-13). Por su influencia se crearon ligas antituberculosas en siete países de América. En el nuestro, la instalación, en respuesta a esa iniciativa, se hizo en 1901, sin olvidar que ya se habían dado pasos iniciales e incluso publicado suficientemente sobre los estragos de la enfermedad. En 1903, al realizarse en Madrid el XIV Congreso Internacional de Medicina, Coni presentó la memoria: Lutte antituberculeuse en Amérique Latine y dio a conocer la labor desplegada contra el flagelo; la completó con otras presentadas en sucesivos congresos médicos, hasta que su quebrantada salud lo obligó a renunciar al cargo. Poco después se hará en París el Congreso Internacional de la Tuberculosis y la Argentina estuvo presente. Cada uno de estos encuentros confirmaba la presunción de la importancia de los avances científicos, en especial los que se realizaban en la lucha contra la temida dolencia, mientras se afianzaba la convicción del valor de concurrir a tales reuniones. Los asistentes traerán las novedades y defenderán una política clara de prevención y no olvidaron señalar cuánto se propicia por las carencias nutricionales y las malas condiciones higiénicas y cuánto se combate mediante la buena información y profilaxis.
b) Liga Argentina contra la Tuberculosis
En 1901, a raíz de una reunión de médicos, en el local del Círculo de la Prensa, convocada por Coni, presidente de la Comisión arriba mencionada, se pone en marcha la interesante iniciativa para cubrir la situación nacional. Perfiló, en la oportunidad, los tres caminos principales para
derrotarla: educar a través de las conferencias populares, levantar sanatorios para pobres y edificar casas baratas, sanas y con rigores higiénicos, para hacerlas accesibles a los necesitados. Allí tomó carta de nacimiento la LACT, réplica de la norteamericana: institución privada de bien público, sin fines de lucro, con apoyo estatal. Comenzó su campaña de pedagogía social, mientras reunía y comprometía a profesionales de prestigio, que paralelamente actuaban en cargos de responsabilidad variada dentro de la burocracia estatal y le conseguían ayuda financiera. Se instaló, por breve tiempo, en dependencias del Departamento Nacional de Higiene (DNH), que dirigía Carlos Malbrán.
La primera comisión directiva -de la LACT- estuvo integrada por: Samuel Gache (presidente), Enrique del Arca (vicepresidente), Francisco de Veyga (secretario), Emilio R. Coni, Enrique Tornú, Eufemio Uballes, Juan B. Señorans, Nicolás Repetto, Alberto Costa, Jacinto Álvarez y Eliseo Cantón (vocales). Con el paso del tiempo, se agregaron otros colaboradores de prestigio: Gregorio Aráoz Alfaro, Diógenes Decoud, Raúl Vaccarezza, Alberto Zwanck, Juan F. Cafferata, Benjamín Martínez 13 . En algún momento, tuvo dependencia del Ministerio del Interior y dirigió varios dispensarios, como el: Dr. G. Rawson 14 ; Eduardo Wilde, Belgrano, Nueva Pompeya y el Preventorio para Niños Débiles Hogar José Elordy. Además, guardaba la esperanza de poder construir un centro para cuidado de mujeres y niños tuberculosos que, parcialmente, se efectivizó al entrar en contacto con la Sociedad de Beneficencia y organizarse el Sanatorio de Llanura (de Vicente López y Planes). En la Capital fue fundamental la labor del hospital Tornú. Apoyó, sugirió y defendió las colonias de vacaciones al aire libre, la “gota de leche”, los controles en los lugares de trabajo. Publicó, desde 1901, Lucha antituberculosa, dirigida por Coni (1901-10), que servía paralelamente como órgano de la Liga Latinoamericana. El asunto era materia de consideración en los congresos nacionales e internacionales y, sólo a modo de ejemplo, recordamos que nuestro país participó del Congreso Internacional de la Tuberculosis (París, 1905). Hizo una labor eficaz, de búsqueda de posibles enfermos entre los niños y de prevención 15 .
13 Sus otros presidentes han sido: Coni (1901-2), Carlos Guerreo (1912-4); Aráoz Alfaro (1914-39), Raúl Vaccarezza (int.) (1939), I. Imaz (1939), R. Vaccarezza (1939-42); Alberto Zwanck (1942- 7).
14 Instalado en 1903 en la avenida Santa Fe nº 4292: primera sede de la Liga.
15 El Congreso Nacional acompañó con la aprobación de varias leyes como la: nº 7.517, que propiciaba la instalación del Sanatorio Santa María en Córdoba; nº 10.505, sobre trabajos domiciliarios; nº 12.317, que declara obligatoria la denuncia de las enfermedades contagiosas o transmisibles; nº 12.397 que crea la Comisión Nacional contra la Tuberculosis; nº 12.809, sobre la construcción de hospitales-sanatorios en Córdoba; nº 13.039, que En el año 1935, hubo dos iniciativas de importancia: se hizo la primera gran Campaña Argentina de Lucha Antituberculosa, comprometiendo a médicos, técnicos diversos, maestros, empleados públicos, etc. Fue una verdadera cruzada nacional, con una comisión honoraria de personalidades, aunque dispares ideológicamente. Y se ideó un Instituto de la Tuberculosis 16 . Aún más, en 1937 la Liga ofertó hacer gratuitamente el catastro radiográfico de los niños de la Capital (emulando, en parte, el realizado en 1932, para los incorporados a las fuerzas armadas). El Congreso Nacional decidió proyectar 18 hospitales suburbanos y 12 sanatorios de llanura, montaña y mar 17 . Esto nos brinda una medida de la importancia que la dolencia tenía en el país. Se dio un paso más con la ley nº 12.397 que creaba la Comisión Nacional de la Tuberculosis y el empeño por levantar subsedes en las provincias. Al comenzar la cuarta década del siglo XX se habilitó el Hospital Nacional Central, especializado en enfermos con esta dolencia.
c) La Dirección de Lucha Antituberculosa Municipal Era una dependencia de la Asistencia Pública, con foco atención en la Capital Federal.
“En la década del veinte -leemos-, la Asistencia Pública Municipal ya contaba con una repartición específica, la Dirección de la Lucha Antituberculosa Municipal, que desde esos años y hasta la década del cuarenta ampliaría la red asistencial antituberculosa con dispensarios barriales, un servicio de maternidad para tuberculosas ... colonias marítimas y preventorios urbanos ..., un servicio de vacunación de la BCG y los consultorios externos en el hospital Tornú ... (y algo parecido hizo el DNH). Todas estas iniciativas eran parte del reformismo higienista ....” 18 .
disponía la obligatoriedad de la enseñanza y difusión de la higiene.
16 Por la ley nº 12.233 (conocida como Ley Palacios). Por su parte, la Municipalidad le donó un amplio terreno en la zona de Mataderos, sin embargo nunca se construyó el edificio. En la actualidad la LACT funciona en la calle Uriarte nº 2477.
17 Como lo determina la ley nº 12.294 (completada con la nº 12.560).
18 Armus, Diego, “Consenso, conflicto y liderazgo en la lucha contra la tuberculosis. Bs As, 1870-1950”, p. 202, en: Suriano, Juan (compilador). La cuestión social en la Argentina 1870-1943. Bs As, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, 2000. En la Memoria del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1936. Bs As, s/e, 1937, 2 tº, se detallan los principales centros: el citado hospital Tornú, los dispensarios de vías respiratorias, la Colocación Familiar del Recién Nacido, el Preventorio Rocca, la Colonia Marítima de Necochea, el Instituto Municipal de Tuberculosis, el Hogar Riglos, el Dispensario de Lactantes, la Escuela de Enfermeros y otros más.
La dirección contó con el profesionalismo de unos cuantos; entre ellos se destaca Alejandro A. Raimondi quien, en algún momento, tuvo bajo su control el hospital-sanatorio Tornú y ocho dispensarios de vías respiratorias. Apeló a los procedimientos de la comunicación de bien público, utilizando todo tipo de gráficas y la difusión oral, con un abordaje simple de algo complejo: por un lado, interpretando al sujeto que padece la situación; por otro, interesando a todos en la problemática social. Fueron disparadores para que la gente investigara, se animara, saliera a hacer consultas, reflexionara sobre el dilema real o latente. Recibió el apoyo y beneplácito de cada funcionario municipal o director de la entidad madre. La lucha antituberculosa, junto a la antialcohólica, resultó una de las más insistente, reiterada, pertinaz. d) La Comisión Nacional de Tuberculosis
Su instalación, que es de 1941 19 , como dependencia del DNH, está emparentada con la, antes citada, ley nº 12.397 (de 1938). Creó subcomisiones en las provincias y organizó el Dispensario de Higiene Social. Todo sin olvidar las múltiples labores que llevaban adelante diversos centros de atención y destacados especialistas, más la difusión de un número importante de trabajos concentrados en tal padecimiento. Así, era tanto el dolor humano que suele darse la aparición de quienes estiman, con amplio convencimiento, que han encontrado la cura posible o algo equivalente. Veamos un ejemplo.
El caso de la “vacuna Pueyo” La primera pregunta ¿quién era Jesús Pueyo? La respuesta: un interesado por la dolencia de nuestro análisis, temática que acapara su atención por lo menos durante dos décadas, pues comenzó con trabajos fuera del ámbito de la Facultad de Medicina, por allá en los años de fines de la década de 1920 y, en la siguiente, fue admitido en la cátedra de Bacteriología de Alois Bachmann. Escribió, cuando dejaron de prestarle atención a la propuesta de su autoría, un libro que tituló: Yo acuso. La burocracia de la medicina contra los tuberculosos. Allí leemos:
“La circunstancia especialísima en que me encontraba, de poseer una vacuna antituberculosa, de tan alto valor experimental …; me hizo creer que mis maestros, y demás investigadores de la Facultad, se abocarían de lleno a darle un corte definitivo …, y llevarían la vacuna al terreno humano. Pero, desgraciadamente, no contaba con el desinterés de estos hombres de ciencia… Este cúmulo de consecuencias, me dio una nueva fuerza para emprender la jornada solo …” 20 .
Quien hace el relato no puede aceptar que el notable “aporte” sea minimizado por sus superiores; si bien, el paso del tiempo le ha dado la razón a aquellos. El libro permite hacer algunas inferencias. a.- Del lado del (autodenominado) incomprendido se da el deseo, muy recurrente entre algunos “supuestos investigadores”, de contribuir a la cura que “calme el dolor de los congéneres”. En este caso, Pueyo llegó a afirmar: “no estaba(n) contra la vacuna sino contra mi persona, alegando que mis procedimientos no eran los más indicados. Pero no se me combatió solamente; quisieron que mi descubrimiento no saliera a la luz…” 21 . b.- Refresca los nombres de autoridades o profesionales ya de la Facultad ya del DNH, de aquel entonces, el decano y el presidente de una y otro, Nicanor Palacios Costa y Juan J. Spangemberg, de quienes no recibió al apoyo que esperaba. Y los de unos cuantos más, que -siempre en su decir- tuvieron momentos de ambivalencia respecto de la efectividad de la vacuna: Raúl Vacarezza, Francisco Romera, Carlos Fonso Gandolfo, Roque A. Izzo, Alfredo Sordelli, Pedro Escudero, Arturo Favaloro, Leonardo C. Perrusi, Eduardo F. Craieg, W. Reilly, Gamundi Silva, Natalio González Bienes, Juan Carlos Jacuzzi, Agustín C. Minotti, Ramón Argañaraz, Leopoldo Reinecke, Santiago
20 Con el subtítulo: Síntesis documentada y antecedentes reales de mi vacuna antituberculosa. Bs As, Talleres Gráficos Abaco, de la Editorial Científica, 1942, p. 9 y 10. Hemos consultado la tercera edición (según dice de 10.000 ejemplares), que expresa en el prólogo (a cargo de La Editorial): “los detractores … la han presentado como una PANACEA …”.
Goldstein, Juan Santich, Catarineu, Edelmiro Serra, Antonio Peluffo, Nicanor Carranza Lucero, Samuel Pribluda. Advierte, en unos cuantos, una suerte de complot maléfico. No olvida detallar a profesionales extranjeros que, a la inversa, sí lo valoran: el español Novoa Santos, el chileno Hugo Vaccaro, el brasileño Fontes, el uruguayo Silvestre A. Cardoso. c.- La misma indiferencia encuentra en el Instituto de Investigaciones Tisiológicas. En tanto los responsables de algunos hospitales lo comprenden. d.- Se ofusca contra los poderes públicos, dado que no recibió ni del presidente de la Nación, Ramón S. Castillo, ni del ministro del Interior, Miguel J. Culaciati, respuestas satisfactorias. Lo mismo acontece con el Congreso: hay desinterés en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, donde ni Alfredo Palacios se sensibilizó por la tragedia de los otros. e.- En el libro incorpora el texto de su “comunicación científica” (de octubre de 1940). Que completa con “algunos casos significativos del éxito de la vacuna, en el terreno humano…”. f.- Exhibe los reclamos (clamorosos) y manifestaciones de los dolientes, “no ya de nuestro país sólo, sino de los más apartados rincones del mundo … cuyo hondo drama puede desaparecer con la aplicación a tiempo de mi vacuna”. Esto no nos sorprende: es comprensible que muchos hayan deseado recibir una dosis, razonando ¿cuánto peor puede acontecer? Siempre, por el contario, está la esperanza de la “cura milagrosa”. g.- Apela a los medios de comunicación: afirma que Crítica, el diario de la Capital Federal (de abril y mayo de 1941), le publicó unas notas (de su redacción), ante el silencio de la “Secta Burocrática de la Medicina Argentina”. Destacó otro comentario, del diario La Nación, e hizo imprimir millares de volantes, cuyos textos fueron transcriptos por diarios y revistas (siempre según su decir). h.- Denostó la inconveniencia de la vacuna de F. F. Friedman y a su interpretación debía descartarse la “falsa vacuna antituberculosa BCG”:
“Grave amenaza contra la Salud Pública. Sin experimentación previa no se debe ir a la vacunación en masa de los niños. Padres: No debéis vacunar vuestros hijos contra la tuberculosis” 22 .
i.- Efectúa una pormenorizada crónica de sus vicisitudes, propias de un hombre incomprendido por los prominentes de la ciencia. Leemos de su autoría:
“largo proceso de mi lucha por el reconocimiento de una verdad científica … y (por) aclarar equívocos surgidos por el desconocimiento exacto (de) mis trabajos y sus resultados … (Aún
Primavera. Munch (óleo de 169X263 cm). Exhibido en la Nasjonalgalleriet, de Oslo
más: ponen en duda mi ética) a mí que tuve que recurrir en 1938 a la Revista de la Sociedad Rural de Rosario para publicar la controlada experimentación de vacuna preventiva de la tuberculosis bovina, porque las revistas médicas me cerraron categóricamente sus puertas por no aceptar padrinazgos científicos para mi descubrimiento … (y pensaron que) como mi ética es discutible, mi vacuna no sirve” 23 .
No se hizo esperar la respuesta:
“El señor Pueyo, acostumbrado tal vez a que las páginas de los diarios, que no tienen obligación alguna de saber medicina, hablaron de su vacuna y de sus beneficios en forma altamente ditirámbica (debe aprender a escuchar) … En la ciencia existen normas éticas que no pueden dejarse de lado, que no deben despreciarse con indiferencia … Aceptamos que … puede haber hecho un descubrimiento, pero falta demostrarlo en términos de la severa comprobación científica … (esperamos) con toda franqueza … que se decida a adoptar la postura científica que corresponde” 24 .
En resumen: no nos sorprende en demasía. Hay cientos de casos, anteriores, simultáneos, posteriores, de tenor equivalente. El tiempo decanta lo innecesario. En pleno siglo XXI, en ocasiones, los medios le dan espacio a “supuestas” revelaciones científicas, creando falsas expectativas.
3º parte . La tuberculosis en el arte Desde los más lejanos tiempos, el “creativo” la encontrado fuente de inspiración en la enfermedad. Cientos de páginas se han escrito sobre la relación arte/medicina y, en este sentido, no pretendemos ser originales sino sólo mencionar, a modo de ejemplo, cómo la tuberculosis también lo fue. Por eso vamos a aludir, brevísimamente, a dos obras: una le pertenece a un artista noruego; la otra, a un argentino.
24 “Punto final al asunto Pueyo por el Dr. Alberto Arias. Conclusiones de nuevos colaboradores acerca del debatido problema”; nota aparecida en: (revista) Viva cien años. Bs As, 1941, nº XI, p. 365, 367 y 393.
Eduard Munch (1863-1944) Que sabía mucho de la afección -la padeció al igual de una parte importante de su familia- pintó, en 1889, el lienzo Primavera. Se trata de un retrato que nos trasmite todo el sufrimiento de la enferma y su propia melancolía, y, en tanto observadores, nos aqueja corrosivamente. Buen representante del expresionismo, empleó colores vivos y chirriantes, líneas curvas y helicoidales, en una escena de gran contenido emocional, pesimista, con “hedor” preocupante y temeroso. La alegoría del aire fresco que ingresa por la ventana, en un día primaveral, representa el combate, la medición de fuerzas, entre enfermedad y salud.
Roberto Artl (1900- 1942) En 1928, el diario La Nación, le publica el cuento Esther Primavera, dato no menor ya que se trataba de uno de los diarios capitalinos que más demandaba la clase media y media-alta de la sociedad argentina. ¿Por qué se vio impulsado a realizar esta obra?, ¿qué lo inspira? 25 . La escena se desarrolla en un ambiente agobiador, de misterio, donde el protagonista tiene sentencia de muerte, como sus compañeros de “encierro” o “exilio” (el sanatorio); a todos, unos antes otros después, se les consume el cuerpo por la consunción y cada uno comienza a vivir un segundo mundo, con reglas especiales. El curso espasmódico, se refleja en algo altamente significativo: la tos y el organismo se transparenta y las radiografías, cuando se usen como instrumentos de diagnóstico, permiten ver “por adentro”. También el rojo sangre, visible en un pañuelo blanco que acá usan los tísicos es una dramatización visual dolorosa. A veces se asocia a tal proceso morboso con la pobreza y las privaciones. Pero, Artl no acepta este estereotipo tan lineal sino que tiene otro mensaje y ubica al personaje central (y sus camaradas) en un sitio montañoso, alto y seco, alejado de los centros urbanos, mientras se marchita, cual enfermedad del alma, humillado cuando recuerda su vida pasada, con rasgos de crueldad para la mujer que lo amó. Ahora es un personaje triste, casi refinado, sin poder, quebrado, tumbado, destruido. También hay algo de concepción punitiva del mal. El texto presenta un espacio físico perfectamente identificado (“buhardilla … en el tercer piso del pabellón Pasteur en el Sanatorio de Tuberculosos de Santa Mónica”) y el “protagonista” tiene un monólogo teñido por el sufrimiento y desolación ante la proximidad de la muerte, pues la dolencia lo lleva a meditar sobre el ayer, altanero, despreciativo, justo ahora en la que él se siente desalentado, degradado, impotente. Más aún, busca, tal vez de manera inconsciente, acelerar la llegada del fin: (“tomamos mate de la misma bombilla, porque ya no tememos al contagio y bacilo más o menos por ´campo´ importa poco”; consumimos paquetes de cigarrillos; descansamos en el frío de la noche), al punto de meditar “nunca creí … que un pecado se convirtiera en una almohada espantosamente muelle, donde para siempre reposaremos con la angustia que fermentamos”.
Palabras finales Así como cada paciente, sufre o soporta la enfermedad a su “manera”, al médico, terapeuta, investigador, lo guía el empeño por dar una solución, una respuesta, que alivie el dolor corporal y permita restituir la salud y alejar la muerte. Algunos de estos, lo hacen con más rigor que otros. No faltan los artistas, quienes brindan sus interpretaciones, mientras pesquisan en diferentes significados. La imagen de la primavera -ha servido en este breve escrito- a dos artistas contemporáneos, distantes espacialmente pero no en la recreación de una “espacio morboso”, para explayarse sobre un posible análisis, exterior e interior, de los alcances de una determinada enfermedad.
25 Invitamos a hacer la lectura del relato y cada uno hallará diferentes aspectos sobresalientes (no queremos direccionar la interpretación, ni en el análisis del cuento ni de la pintura). Muchos otros textos pueden ser ejemplificadotes, como el de Thomas Mann, de 1924, La montaña mágica, que se ubica en el escenario de la clínica Berghof. Sin olvidar la muy conocida pieza de Manuel Puig, Boquitas pintada (1969).