15 minute read
Sumario
César Milstein
Advertisement
por Federico Pérgola Una avanzada en la inmunología 9
Mientras que un médico, Leloir, recibió el Premio Nobel de Química; un químico, César Milstein, logró la distinción en 1984 en Fisiología y Medicina. El primero había nacido en París y desarrolló toda su labor en la Argentina, el segundo nació en Bahía Blanca, y casi el grueso de sus investigaciones las realizó en Inglaterra. Destinos cruzados que, no obstante, engrandecieron a la ciencia de nuestro país. Ese es el motivo de su mención. Milstein, de padres judíos que emigraron de Ucrania, nació el 8 de octubre de 1927. Los argentinos descienden de los barcos, había dicho el escritor mexicano Carlos Fuentes, aunque en las últimas décadas la inmigración de los países limítrofes le otorgó a la Argentina un mestizaje hasta ahora desconocido. Su infancia y su permanente deseo de aventuras está muy bien recordada por Sinay 1 : “César no era un chico al que el estudio lo desvelara: su padre lo recordaba como ‘un chico travieso, un poquito rebelde y muy inteligente, aunque no demasiado estudioso’. Le gustaban los deportes y la vida al aire libre. Pero para Mashe y Lázaro (sus padres) ningún esfuerzo era demasiado grande si se trataba de que sus hijos fueran a la universidad y, particularmente con César, estaban bastante preocupados porque era muy inquieto y difícil de manejar […] Sin embargo, apenas comenzada la adolescencia, su vocación ‘apareció de una manera muy extraña’.” Una de sus primas, había estudiado bioquímica y trabajaba en el Instituto Malbrán. Esa disciplina y tal vez su afán de aventuras –viajar a Buenos Aires– despertaron su interés. Sigue la autora citada anteriormente: “En 1944, César Milstein llegaba a la ciudad que había servido de puerta de entrada para su padre casi 30 años antes. La Buenos Aires de mediados de los 40. Tenía que finalizar el secundario y, al mismo tiempo, realizar el curso de ingreso para la Facultad de Química en la Universidad de Buenos Aires. Así explica el mismo César –en un entrevista que le hizo Eliseo Álvarez muchos años después para la emisión de biografías Perfiles– como fue su último año del colegio secundario: ‘Debido a que entré muy tarde, no tenía lugar en las escuelas del Estado y tuve que ira a una muy mala, donde la gente solo iba para recibir el título y pagaban para que los profesores les pusieran buenas notas. Pero a mi me permitió hacer el curso de ingreso y no perder un año’.” Expresa Stoppani 2 : “[...] cursó la escuela primaria y el Colegio Nacional en Bahía Blanca y en 1945 se trasladó a Buenos Aires para seguir el Doctorado en Química en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Fue un alumno regular, actuó en el Centro de Estudiantes, del cual fue Presidente, y terminó el pre-grado en 1952. Su interés por la bioquímica lo llevó en el mismo año a la Cátedra de Química Biológica de la Facultad de Medicina, entonces a mi cargo. Esa experiencia fue facilitada por mi buena opinión sobre la preparación de los alumnos del Doctorado en Química y también por la recomendación del Dr. Federico Leloir (sic). “Milstein realizó su tesis sobre el centro activo de aldehido deshidrogenasas, investigación que completó exitosamente en 1957. Durante esos años las becas para tesistas eran escasas y difíciles de obtener y, por ello, Milstein debió dedicar parte de su tiempo a trabajar en un laboratorio de análisis clínicos (1950-1956). Pese a esa limitación, su tesis mereció la calificación más alta y un premio de la Asociación Química Argentina. Como padrino de tesis pude apreciar su sagacidad como investigador, su disposición para expresar sus observaciones en términos matemáticos, una excelente habilidad manual, su laboriosidad y la firmeza de sus propósitos”. En 1957, dos acontecimientos marcaron la vida de Milstein: ganó por concurso la incorporación al Instituto Malbrán, allí donde había trabajado su prima, y una beca para trabajar en Cambridge (Gran Bretaña). Postergó la primera y permaneció cuatro años en el exterior para luego comenzar en “el Malbrán” que estaba a cargo, como director, de Ignacio Pirosky. Allí fue Jefe del Departamento de Biología Molecular. “Perdería su puesto en el país cuando el ministro Padilla, durante el interinato presidencial del doctor José María Guido, intervino el Instituto Malbrán y Milstein renunció en solidaridad con colaboradores cesanteados 3 . “Padilla pretendió exonerar a Pirosky; este acudió a la Justicia y la Justicia, en todas las instancias, incluida la Corte Suprema, declaró la ilegitimidad de la medida, ordenando su reincorporación. Pero las decisiones judiciales tenían consecuencias meramente declarativas frente al estado de subversión institucional que sucedió a la caída de Frondizi. A Pirosky le sucedieron otros diez científicos, y a estos, otros trece colegas, en un gesto de solidaridad. Entre estos últimos, se encontraba el hoy Premio Nobel de Medicina. En 1963, Milstein, se aleja del país, ahora, en forma definitiva. La vieja política agroexportadora exportaba también cerebros, materia prima científica e intelectual. Réditos para los países centrales” 4 . “La emigración argentina altamente calificada –dice Calvelo 5 – ha estado ligada desde siempre a la figura de la migración altamente calificada. Durante los años sesenta en un contexto interno de gran convulsión política y social, la emigración de científicos de científicos e ingenieros inició el largo ciclo de la emigración extrarregional argentina, un fenómeno que desde entonces ha registrado importantes cambios y que se extiende hasta nuestros días. La emigración internacional de población nacida en la Argentina ha tenido continuidad, y su evolución ha seguido dos rasgos principales: identificación cuantitativa y diversificación cualitativa. “La emigración argentina altamente calificada ha seguido su curso y constituye uno de los núcleos de interés y análisis en la comprensión de la emigración en el país. Además, se trata de un pasaje central de la historia de la emigración internacional. Ha sido sintomática de los grandes cambios que desde los años sesenta tuvieron lugar en la sociedad argentina, y su concurrencia tiene significativas implicancias, en particular para la política científica nacional. Su correcta evaluación debe tomar en cuenta el diagnóstico del universo mayor del que ella ha formado y forma parte: la magnitud y características del conjunto de los emigrantes
internacionales nacidos en la Argentina”. Milstein emigró hacia un lugar no frecuente de los argentinos: Gran Bretaña. Era muy claro cuando –en el mismo año de la obtención del Premio Nobel– decía porque no había regresado: “Por supuesto que me apasiona la idea de poder viajar con cierta frecuencia (a la Argentina), pero más en calidad de turista que otra cosa. Aquí (Inglaterra) yo he armado mi vida, tengo mis amigos y colaboradores, mi casa. Yo no hubiera querido irme. Yo me formé en la Argentina y sé que si me merezco este premio es también por el esfuerzo que mi país hizo por mí”. Ese “no hubiera querido irme” nos suena doloroso para todos los argentinos, porque nos recrimina cómo botamos nosotros nuestra sustancia gris. Con tal panorama, retornó adonde había sido acogido con interés y beneplácito: el Medical Research Council de Cambridge. Sus estudios en este lugar fueron creciendo en importancia: comenzó con la estructura de las inmunoglobulinas, luego con el mecanismo por el cual los genes de cada individuo ordenan la producción de gran número de ellas y, finalmente, con la fusión de estas células lograron –porque fue un trabajo en equipo– los hibridomas, células que producen los anticuerpos monoclonales. Se repetía entonces una situación casi habitual en nuestro país. Dicen Kohn Loncarica y Sánchez 6 : “El exilio de intelectuales registra como antecedente lo acontecido en la primera mitad del siglo XIX, cuando por razones estrictamente políticas, en los años de Juan Manuel de Rosas muchos debieron migrar al exterior, en particular a los países
limítrofes y algunos de ellos inclusive a Europa y los Estados Unidos. Sarmiento, Alberdi y Echeverría, son algunos ejemplos”. El 15 de octubre de 1984 –pocos días después de su cumpleaños–, el Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia, dio a conocer a los científicos distinguidos con el premio Nobel de Fisiología y Medicina: Niels Jerne, César Milstein y Georges Koehler 7 . Un inglés, un argentino nacionalizado británico y un alemán. “Los descubrimientos de Milstein merecen comentario especial, –dice Stoppani 8 –. En primer lugar, el análisis estructural de las inmunoglobulinas, tema de gran dificultad; demostró que sus cadenas peptídicas resultan de la trascripción de información genética dependiente de genes específicos que ocupan posiciones particulares en distintos fragmentos del ADN, según la hipótesis denominada ‘dos genes-un péptido’. Los fragmentos de ADN que ordenan la estructura de las cadenas peptídicas sufren modificación como consecuencia de procesos de expansión-contracción de los genes. Según ese mecanismo, la trascripción y la traducción de la información genética (DNA RNA proteína) depende de la forma en que se integran los fragmentos de ADN denominados V y J para las cadenas livianas y V, D y J para las cadenas pesadas. La distribución de los genes en los fragmentos correspondientes de ADN se ajusta a diferentes modelos lo que explica la variedad estructural de la inmunoglobulina. Las células productoras de anticuerpos expresan primero la cadena pesada y luego la cadena liviana
de la inmunoglobulina. La primera molécula de anticuerpo formada queda ligada a la membrana celular y se comporta como un receptor del antígeno, que promueve en esa forma la división celular. De esa manera, las células productoras de anticuerpos específicos se multiplican y diversifican. “Un descubrimiento de fundamental importancia, fue la fusión de células y la formación de los hibridomas. Köhler y Milstein fusionaron células productoras de anticuerpos, los esplenocitos (del bazo) con células de mieloma, un tumor de la médula ósea. Los híbridos resultantes, conservaron las propiedades de las células progenitoras a saber, la capacidad de formar anticuerpos (herencia del esplenocito) y la capacidad de reproducción indefinida (herencia del mieloma). En esa forma, eligiendo células progenitoras adecuadas, pudieron obtener hibridomas capaces de producir inmunoglobulinas específicas, que denominaron anticuerpos monoclonales. Ese descubrimiento fue en cierta manera casual y Milstein remarcaba con su habitual modestia que la simple curiosidad por tratar de comprender cómo funciona un tipo de células del sistema inmunitario les hizo descubrir la forma de producir los anticuerpos monoclonales”. El futuro, costoso y no fácil, sería hallarles la utilidad práctica. En este sentido nos cuenta Dosne Pasqualini 9 lo siguiente: “[…] a César Milstein lo recuerdo en una de sus visitas al país en 1994 cuando ambos participábamos en un Comité Asesor Científico del Instituto Malbrán que dirigía Moisés Spitz, un investigador que había trabajado con él en Cambridge. Durante el almuerzo, Milstein nos contaba que ni él ni el Medical Research Council habían patentado el descubrimiento ni habían cobrado un centavo –y hacía un cero entre pulgar e índice– de su método de producción de anticuerpos monoclonales, mientras que las casas farmacéuticas estaban ganando miles de millones de dólares”. En el fondo era parte de su convicción: la investigación era propiedad intelectual de la humanidad y era su legado. Su interés era puramente científico. Algranatti 10 , que fuera su becario, nos dice así de su personalidad: “Era un hombre que no perdía el tiempo. De hecho, hace casi veinticinco años que, por razones de salud, debía caminar todos los días, y se llevaba un grabador para adelantar comentarios a sus ayudantes o su secretaria. “Pero esas caminatas prescriptas por el médico no eran ajenas a la personalidad de Milstein, que siempre fue muy deportista. En sus repetidas visitas a la Argentina para ver a su familia, que aún reside en el país, nunca dejaba de ir de excursión a la Patagonia, donde le encantaba acampar, sortear rápidos, escalar”. Fue allí, si no nos equivocamos, donde tuvo su primer contratiempo serio de salud, y tuvo que lidiar con problemas circulatorios durante sus últimos veinte años de vida. En la madrugada del 24 de marzo de 2002, en la ciudad de Cambridge, que lo había acogido como hijo propio, César Milstein dejó de existir. Su problema cardiovascular, finalmente, había hecho crisis. Las palabras que en algún momento había proferido resultaron proféticas: “Yo digo que somos campeones mundiales en fuga de cerebros. Y el motivo no es estrictamente científico. Lo central es el grado de inestabilidad, de autoritarismo, de irracionalidad en el que ha vivido la Argentina durante tantos años”. En un tono ciertamente admonitorio Stoppani 11 expresará: “La vida de Milstein nos deja importantes enseñanzas que, cabe esperar, sean debidamente aprovechadas. Milstein fue el tercer premio Nobel argentino en Ciencias (otros dos Premios Nobel se otorgaron por la Paz y por la defensa de los Derechos Humanos) pero a diferencia de sus antecesores, Houssay y Leloir, Milstein debió realizar su principal obra científica en Inglaterra. Por ello, la calificación de Milstein como ‘Nobel Argentino’ parece infundada. Se debe entonces procurar que nuestros gobernantes aseguren las condiciones necesarias para que en nuestro país, los científicos tengan las condiciones de vida y los medios necesarios para realizar su obra y no deban emigrar, como lo hizo Milstein, a pesar de su intención original de trabajar en la Argentina”. En ocasión de su fallecimiento, Algranatti 12 , como hemos dicho uno de sus discípulos, dijo palabras llenas de sensatez: “A nadie le quedan dudas de que será recordado indeleblemente en la historia de la ciencia. Su desarrollo de los anticuerpos monoclonales en 1976, que nueve años después le valió el premio Nobel, fue un hito que torció el rumbo de la investigación en el campo de los anticuerpos y que en la actualidad es aprovechado por muchas disciplinas relacionadas con la biología. “Pero a mi me gustaría arriesgarme y afirmar que es una de las personalidades científicas más importantes del siglo XX. Sus investigaciones y descubrimientos son tan trascendentes que estoy seguro de que no me equivoco al incluirlo entre el selectísimo grupo de los diez investigadores más importantes e influyentes del siglo”.
¿Quién y cómo era César Milstein? Personalmente lo recuerdo, ya personalidad científica laureada con la máxima distinción, cuando nos ilustró sobre genética humana en el Hospital de Clínicas “José de San Martín”, vestido con una camisa tipo guayabera y sandalias, donde con la mayor humildad nos demostró lo grande que era. Coincidía con aquello que me había relatado Stoppani que, cuando preparaba su tesis, el personal lo había confundido con un empleado de la facultad en virtud de su sencilla apariencia. En Cambridge “disponía de dos laboratorios donde colaboraban un inglés, un italiano, un israelí y un argentino. En su laboratorio tomaba mate amargo. Cuando ganó el premio y apareció en un publicación donde se observaba en la foto un paquete de yerba Nobleza Gaucha arriba del escritorio, le llegó un cargamento de regalo […] Era divertido y tenía excelente relación con sus discípulos. Le gustaba el deporte pero nada de fútbol. Hacía treking en la montaña y pedaleaba mucho en bicicleta. El dinero del premio lo aprovechó para encargar una de las dobles, en tándem, especial: él, como su esposa, eran de baja estatura. Nunca habían podido disponer de una bicicleta cómoda, a la medida de ellos. Viajó mucho por Europa, aunque en hoteles comunes y lugares simples. Le gustaban las novelas –había leído y le entusiasmaba la literatura contemporánea
latinoamericana– e iba mucho al teatro, al cine y a los conciertos […] Murió del corazón y tuvo una ceremonia laica, con música clásica 13 ”. “Sería injusto cerrar este comentario sin recordar que los talentos argentinos perdidos para el país no son solamente los que han emigrado. Estos, de todos modos, han logrado en muchos casos encauzar satisfactoriamente sus vocaciones y sus afanes y en muchas oportunidades han podido honrar igualmente a su tierra de origen y a los maestros y a las instituciones que los formaron. Por otra parte, un sentimiento sano lleva a preferir que un investigador o un creador puedan brindar su obra a la humanidad antes que esterilizarse entre las fronteras natales. “He ahí, entonces, lo que debe señalarse: hay muchos, muchísimos talentos que pueden considerarse exiliados dentro mismo de la Argentina […] Ellos también han sido víctimas de la inestabilidad y de la inseguridad de la vida universitaria y de las instituciones científicas” 14 . De todo lo dicho se descuenta que la investigación científica debe ser prioritaria en nuestro país. No existe progreso posible sin la creatividad de sus ciudadanos y sin el apoyo estatal y privado.
9
Bibliografía
1. Sinay X, César Milstein, la química de la pasión, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010.
2. Stoppani AOM, “Recordatorios. César Milstein (1927-2002)”, Saber y Tiempo, Buenos Aires, 13: 113-119, enero-junio 2002.
3. Pérgola F, “In Memorian. Nos dejó César Milstein”, Médicos y Medicinas en la historia, Buenos Aires, 1 (Nº 2): 9, otoño 2002.
4. “César Milstein y la destrucción del Instituto Malbrán”, Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 211, pp. 77, noviembre de 1984.
5. Calvelo L, “Tendencias y patrones de la emigración argentina entre 1960 y 2010”, en Luchilo L, Más allá de la fuga de cerebros, Buenos Aires, Eudeba, 2011.
6. Kohn Loncarica AG y Sánchez NI, “César Milstein: paradigma de la diáspora científica argentina”, Todo es Historia, Buenos Aires, Nº 425, pp. 6-18, diciembre 2002.
7. “Un argentino ganó el Nobel de Medicina”, La Nación, Buenos Aires, 16 de octubre 1984.
8. Stoppani AOM, “Académico Honorario Dr. César Milstein: su fallecimiento”, Editorial, Revista Fundación Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, 12 (Nº 44): 4-6, junio 2002.
9. Dosne Pasqualini C, “La gran tradición. Houssay, Braun Menéndez, Leloir, de Robertis, Milstein”, Editorial, Medicina, 71 (Nº 1): 94-98, 2011.
10. Algranatti I, “Fue una personalidad del siglo XX”, La Nación, Buenos Aires, 25 de marzo de 2002.
11. Stoppani AOM, “Académico Honorario Dr. César Milstein: su fallecimiento”, Revista de la Asociación Médica Argentina, 115 (Nº 2): 40-43, 2002.
12. Algranatti I, “Fue una personalidad del siglo XX”, La Nación, Buenos Aires, 25 de marzo de 2002.
13. Houssay, Leloir, Milstein. Premios Nobel de la ciencia, Buenos Aires, Aguilar/La Nación, 2006.