3 minute read

Quiénes eran las beguinas, las mujeres que se fueron a vivir en comunidades sin hombres en la Edad Media

Next Article
Notas Médicas

Notas Médicas

extractos de su obra.

En su juicio, se negó a prestar juramento de "verdad" ante la Inquisición, pues la consideraba una institución injusta, y a recibir la absolución sacramental por faltas que, según ella, no había cometido. La encontraron hereje reincidente, y Marguerite y su libro fueron sentenciados juntos.

Advertisement

El continuador del cronista Guillermo de Nangis, quien narró la ejecución, relató que mostró signos de penitencia "nobles y devotos" que retorcieron el corazón de los espectadores.

Su caso contribuyó a la redacción de un canon del Concilio de Vienne (1311-1312) que condenó al movimiento de las beguinas -del cual Marguerite Porete era una de sus más notables figuras- como hereje.

El movimiento

Las beguinas fueron parte de una era de vigoroso florecimiento espiritual durante la Edad Media. En esa época, las opciones de las cristianas no eran muchas: podían casarse con Dios, y volverse monjas confinadas al claustro bajo votos de obediencia, castidad y pobreza, o con un hombre, y vivir cuasiconfinadas en sus hogares bajo votos de obediencia y fidelidad.

Eso dejaba a las que se negaban a casarse o a las que no encontraban pareja, dada la alta mortalidad de los hombres en las Cruzadas, así como a las viudas y hasta a algunas mujeres casadas sin espacio claro en el cual vivir o lugar para gozar de algún asomo de independencia.

Fue así como surgió ese estilo de vida semirreligioso de las beguinas en Flandes en el siglo XII, que forjó una tercera vía para mujeres de todos los rangos y fortunas. No pertenecían a ninguna orden religiosa, así que hacían sus propias reglas, y, dependiendo de ellas, podían vivir desde como itinerantes solitarias hasta en comunidades de clausura, con mucha variedad entre esos dos extremos.

Tal diversidad y la ausencia de una administración centralizada dificultan cuantificar el número de beguinas.

Por una carta del papa Juan XXII al obispo de Estrasburgo, se sabe que en 1321 en Alemania Occidental vivían unas 200.000 beguinas. En Bruselas, cinco décadas después, se calcula que vivían unas 1.300 beguinas, más del 4% de sus 30.000 habitantes.

Se estima que en el momento de su mayor expansión el movimiento contaba con un millón de beguinas en toda Europa, pero no hay documentación para afirmarlo con certeza. Aunque tendían a ser muy piadosas y a llevar una vida de devoción religiosa, no estaban obligadas por votos permanentes.

La castidad, por ejemplo, se valoraba mientras permanecieran en la comunidad, pero eran libres de dejarla y casarse.

Vivían en beguinajes, grupos autosuficientes de casas individuales congregadas a menudo alrededor de una iglesia y cercadas, en entornos urbanos.

En hospitales y asilos para leprosos o en sus propias enfermerías atendían a los pobres y enfermos.

Se ganaban la vida gracias a la floreciente industria textil europea, lavando lana cruda o sábanas, confeccionando encajes y tejidos. O trabajaban en hogares, granjas y jardines.

Así, su cotidianidad era una mezcla inusual de elementos religiosos, como la oración y la búsqueda mística, y laicos: individualidad, independencia institucional, trabajo remune- rado.

Gracias a estos últimos, podían entrar en la ciudad a voluntad, con tal de que regresaran a sus beguinajes al anochecer, lo que les permitía un grado excepcional de independencia, desconocido por sus congéneres medievales.

Claroscuro

Nada de eso iba a pasar desapercibido. Las llamadas mulieres sanctae, o mulieres religiosae (en latín: mujeres santas o religiosas) y más tarde beguinas, un término de origen desconocido, contaban con el aprecio de los beneficiarios de sus obras de caridad y la admiración de personalidades poderosas.

Para el abad y escritor alemán Cesario de Heisterbach (1180-1240), por ejemplo, "aunque esas mujeres, que sabemos que son muy numerosas en la diócesis de Lieja, viven entre la gente, superan a muchos de clausura en el amor de Dios.

"Viven la vida eremítica entre las multitudes, espiritual entre lo mundano y virginal entre los que buscan placer. Cuanto mayor es su batalla, más grande es su gracia, y mayor corona les espera".

El predicador, historiador y líder de la Iglesia Jacques de Vitry trató de que las beguinas fueran reconocidas por la autoridad eclesiástica. De Vitry tuvo una profunda relación con Marie d'Oignies, quien renunció a la fortuna de su familia para llevar una vida apostólica y se convirtió en una "santa viviente".

Tras su muerte, De Vitry escribió Vita Marie de Oegnies (1216) en la que plasmó casi todo lo que se sabe sobre su vida, así como el primer relato de esa nueva forma de espiritualidad femenina.

Para él, mujeres como ella podían salvar al cristianismo de la herejía.

This article is from: