Vicente Miguel Carceller. El éxito trágico del editor de La Traca Antonio Laguna Platero 200 páginas Encuadernación: Rústica Medidas: 17x24 cm. PVP: 20 € ISBN: 978-84-92890-94-1
Carceller, el éxito trágico del editor de La Traca rescata la memoria del muy prolífico editor Vicent Miguel Carceller, uno de los personajes claves de la cultura popular de la España del primer tercio del siglo XX. Gran promotor de la literatura en valenciano, Carceller fue, sobre todo, director de la exitosísima revista satírica “La Traca”, máximo exponente del erotismo, republicanismo y anticlericalismo de su época. En junio de 1940, la justicia franquista lo fusiló –junto con el caricaturista “Bluff”– por insultar “a las más altas personalidades representativas de la España Nacional, de la dignidad de la Iglesia y (…) del Movimiento Salvador de Nuestra Patria...”. Tras injustificables décadas de olvido, hoy empezamos a recuperar el vasto legado de Vicent Miguel Carceller. Antonio Laguna es doctor en historia, profesor de historia de la comunicación en la Universidad Castilla La Mancha, y decano de la facultad de periodismo de dicha universidad. Antiguo profesor del CEU San Pablo, es autor de la primera Historia del periodismo valenciano, publicada en 1990, y dirigió el Congreso Internacional que se celebró en Valencia para celebrar el 200 aniversario de la aparición del primer diario.
Vicente Miguel Carceller. El ĂŠxito trĂĄgico del editor de La Traca
El Nadir dePaso, 10
1.2. Humor, fiesta y especialmente sexo
La Traca se hizo popular no solo por lo que publicaba entre sus habituales cuatro planas, sino por su protagonismo público. Fiel al principio de que un medio de comunicación es más que un reflejo –en este caso deforme– de la realidad, asumió desde temprano el papel de ser también sujeto de esa realidad. Lo fue, sobre todo, en la fiesta, consiguiendo que sus lectores identificaran la cabecera con la imagen positiva y placentera de la diversión y el ocio. La Traca estuvo presente en las Fallas, en la Feria de Julio, en los certámenes taurinos locales y provinciales, en la fiesta del sainete, en la festividad necrológica del 1 de noviembre –con su particular cementerio de personajes públicos–, en el teatro21, en los carnavales, en los juzgados (aquí, lógicamente sin pretenderlo), en los homenajes a Blasco, a Escalante, a Llombart, a Ferrer y Guardia, en las campañas aliadófilas, en la campaña de “Maura No”, en su particular campaña contra los especuladores de productos de subsistencia como el pan… y en la fiesta del 1º de mayo. De esta última, por ejemplo, destacamos el texto de 1914 con el que se adhería a la celebración: “LA TRACA EN LA FESTA DEL TREBALL Els pàries de la Humanitat, els escláus de la Riquea, els que produixen, els que noble y honradament treballen per a qu’ els parásits de la Sosietat menchen a dos queixos, selebren hui la festa del treball, festa de amor y fraternitat, festa de chermanor. La Traca se asosia fervorosament a eixa simbólica festa, antisipant el número de demá a fí de que sons operaris tipógrafos puguen selebrarla. ¡Obrers del mon sanser! uniuse, que la unió fa la fórsa y vostra unió té que ser
la palanca formidable que bolque y soterre per a sempre les inchustisies socials que hui mos aniquilen y deshonren”. La Traca no solo informa, a veces ni siquiera opina, sino que construye sus propios mundos en los que sumergir y envolver al lector. Lo hace cuando promueve sus propios juegos florales ridiculizando el modelo establecido por Lo Rat-Penat. Así, el primer premio al mejor poema, en vez de “Flor Natural” –como lo denominaba la citada sociedad– pasará a llamarse “Tomata natural”, y el segundo, en vez de “Flor de llorer daurada”, pasará a llamarse “Tranca de llorer daurada al foc” y a otorgarse a la décima que mejor cantase las glorias de la “Figa Napolitana”. Eso sí, también establecía sus particulares condiciones para poder participar, por ejemplo, ser suscriptor de Las Provincias, o “tindre tratje negre, faixa rotja, y poca vergonya”. Lo hace cuando organiza originales concursos que promueven la participación, como el del 29 de agosto de 1914, titulado “Quín es el seu defecte”, destinado a convertir La Traca en un confesionario que compitiese con “el otro”, prometiendo para el primer premio “un capó ben criat y dos botelles de sidra”. Después de dos meses, en los que recibieron más de 150 participaciones, decidieron finalmente otorgar tan “suculento premio”. Y lo hace cuando describe el mundo de juerga y desenfreno en que viven los redactores del periódico. Genios y figuras en su afán por vivir como escriben, La Traca convertirá las “joergas”, comilonas, excursiones, celebraciones y demás “saraos” en noticias constantes y de especial seguimiento. La Traca, por encima de todo, muestra. Es un semanario para ver, sentir e imaginar la vida a través de sus viñetas, dedicadas en su práctica totalidad a sugerir prácticas amorosas. Pero eso sí, nunca lo hará de forma explícita. Todo discurre en un juego de metáforas, de alusiones indirectas, de miradas sugerentes o de cuerpos a mitad vestir, en una palabra, de lo que se identificó como erotismo a medida que el cine lo fue descubriendo. Sin embargo, La Traca será condenada por los católicos a través de su “Buena Prensa” como una publicación pornográfica, lo que de nuevo provocará un doble efecto: el represivo, ya que Carceller será denunciado en reiteradas ocasiones; pero también el propagandístico, ya que el deseo de lo prohibido –investigado en esos momentos por Freud– provocaba un efecto multiplicador del interés público.
La Traca, 03/10/1915
2.3. El inicio de la era Carceller o el parto de “la Nasia”
Y llegó el bautismo periodístico. En medio de un valencianismo efervescente, en estrecha relación con un republicanismo nostálgico al tiempo que entregado en cuerpo y alma a la figura del líder, Vicente Blasco Ibáñez, y en pleno goce de una juventud que impelía a vivir por encima de todo, Carceller da comienzo a su carrera como promotor, editor y periodista reeditando La Traca a partir de septiembre de 1909. Para la nueva empresa, Carceller apenas cuenta con los recursos precisos. De hecho, al recordar unos años después los preliminares de la reedición, el propio Carceller consideraba un milagro que la revista hubiese conseguido salir y mantenerse, teniendo en cuenta que solo contaba con unas 100 pesetas en metálico. El hecho de que no hubiese ningún periódico en esos momentos de las características de La Traca y, sobre todo, escrito en valenciano, podía ser una de las claves que explicasen su buena acogida. De hecho, el éxito inicial de La Traca provocó un aluvión de cabeceras en valenciano con la pretensión de imitar el resultado. Nacieron así El Motiló, El Desfisiós, El Tallacaps, El Crit Valensià, Ninots, Pensat y Fet, El Agüelo Cuc... “y atres més, hasta ¡¡¡DOTSE!!! Tots ells fills de mala mare, fills de la envecha insana, de baixes y rastreres pasions, del odi contra La Traca (...). Tots contra nosatros y nosatros contra tots”. El crédito acumulado por La Traca en la memoria de los valencianos fue, sin duda, el salvoconducto que facilitó el éxito de la aventura empresarial de Carceller. Éxito, porque en ese balance del primer año informa de que tira semanalmente 12.000 ejemplares, al precio de 5 céntimos de peseta el ejemplar. Sin embargo, a pesar de estos indicadores, la revista no estuvo exenta de problemas administrativos en sus comienzos. En el Libro de Registro de Publicaciones Periódicas del Gobierno Civil de Valencia, en el nº 45, con fecha de 15 de diciembre de 1911, figura la inscripción del semanario La Traca Nova. El propietario y director es José Calpe, la redacción se ubica en la calle Gracia 76 y se imprime en el local de José Gallo. El 11 de octubre de 1912, en el mismo registro, se indica el cese de Calpe en la dirección, que pasa a manos de Carceller, y el traslado de la sede de la redacción a la calle Torno del Hospital y la imprenta a la de Vicente Gimeno.
Almanaque de La Traca para 1913. Dibujo de Galván.
Carceller no tiene recursos económicos pero sí amigos. En primer lugar, Pedro Briudes, al que considera su padre espiritual y uno de los redactores fundamentales… “tenemos en la ridacsión el mechor don Pedro que s’ha conosío, personal y floriculturamente rahonando”59. A continuación, el cuadro de hacedores del nuevo papel periódico se completa con Josep Moreno Gay, Joaquim Herrero, Eduardo Gisbert y, sobre todo, Josep Calpe de Sabino, que figurará como director oficial del semanario (con el nombre de José Calpe Calpe) dado que Carceller todavía no había cumplido los 25 años que exigía la ley de 1883. A diferencia de lo que era una práctica común en la época –nombrar un testaferro que evitase al verdadero director la persecución de los tribunales– Calpe quedaba eximido de toda responsabilidad al tener una declaración del propio Carceller certificando que era ajeno a las tareas periodísticas. De hecho, las duras experiencias por
Mapa en que figura la guerra entre Alemania y La Traca, 17/09/1914.
Caricatura anti alemana de Antoni Vercher. La Traca, 10/10/1914
las que atravesará la vida jurídica del semanario, con varias denuncias y procesos, provocarán un cambio en los registros oficiales donde figuraban el nombre del director y propietario de la publicación60. Con todo, esta relación de interés se mantendrá hasta 1916, año en que una sonora ruptura los enfrentará a ambos y hará peligrar el futuro de la publicación. Junto con la redacción real está la ficticia, aunque al final no se distinguirán una de la otra. En primer lugar está Kakau, probablemente uno de los seudónimos de Carceller, responsable del dinero y de artículos como el aparecido el 14 de agosto de 1915 bajo el título de “Kakau de quincena en la Modelo”. Encargado inicialmente de informar de las fiestas y juergas que, con la mínima excusa, se corren los traqueros cada dos por tres, acabará de corresponsal de La Traca en Madrid, remitiendo telegramas que él mismo reconocía se inventaba. Como buen traquero, es descrito como un tipo con todos los vicios, “joega, bebe, fuma, tenoriea...”. El corresponsal atrevido a la vez que ingenuo será Facundo Mineta Rascatripas, que cubrirá en exclusiva para el semanario la información internacional. Suyos serán los reportajes titulados, “Los esclafidos de la Guerra”, cuyo tono francófilo provocará que “El Empedraor d’Alemania rompa rilasiones con La Traca” y dé lugar a un crónica semanal acerca de la guerra entre “Alimania y La Traca”. Sin embargo, su afición al toreo le llevará a tener un grave percance el día de su debut, pues perderá “la coleta”. A partir de ese momento, cumpliendo su rol de eunuco, se convertirá en un “fiel servidor de La Nasia en el porche”. Caragoles será el cronista taurino, célebre por sus comentarios acerca de Faba II, Merengue Chico o Poreguita IV, “toreros” especialmente seguidos por el semanario, tanto dentro como fuera de la plaza. Será protagonista de los festivales taurinos organizados por el propio semanario y testigo de las ferias desarrolladas en los pueblos de la provincia. Otro personaje de referencia será Don Serafín Sebollino Chorrisples, “El poyeta de la casa”, autoridad académica local y maestro de conferencias, “un espíritu hecho carne” que se pasa todo el día invocando a las musas. Acabará siendo el marido oficial de La Nasia, aunque los hijos de esta no le dirán papá, “a lo sumo, primo”. Coyete, “un sinvergüensa de marca mayor”, amante de las “churras” a las que saca dinero, “un borracho (...) que ha dormido en l’Asilo més de sien veses”, es el encargado de los partes informativos con el demonio. Suya será una de las secciones más representativas del semanario, titulada “Conferensia en l’infern”, donde aparece dibujado con traje de labrador valenciano y en animada conversación con Lucifer.
5.1. La República y La Traca, una simbiosis perfecta
Suspendida con la Dictadura, reaparecida con la República, o lo que es lo mismo: negada por los de antes, estandarte de los de ahora. Se trata de un argumento muy simple que explica la enorme identificación popular que se produjo con esta antigua publicación valenciana. La República nacía con una retahíla de símbolos del pasado decimonónico que iban desde el gorro frigio a la bandera tricolor pasando por el himno de Riego. También lo hacía con algunos diarios como referente informativo y de opinión, tal sería el caso de Heraldo de Madrid. Pero el semanario que vino a asociarse de forma generalizada en todo el país con la nueva situación política será, sin duda, La Traca. El 14 de abril nació la II República española y siete días después lo hacía el semanario valenciano con una presentación republicana bien nítida: “Ya está así La Traca, el periódic republicá y festiu que durant un cuart de sigle ha vingut publicánse en Valensia. En Maig de 1924 fon arbitrariament suspés per un gobernador de la Dictadura. Habérem pogut fer reapareixer el periódic de nostres amors dos años después, en virtut de amnistía, y no vullguerem. Axína com el insigne Blasco Ibáñez digué abans de morir que no volía que el seu cadáver reposara en España hasta que ésta tinguera república, mosatros churárem no donarli vida a La Traca hasta que la gloriosa bandera tricolor ondeara en els balcons del palasio real. ¡Y lo ham conseguit!”.
En efecto, una semana después de proclamada la II República, La Traca ponía fin a sus casi siete años de silencio para volver a la vida pública repleta de atractivos, con portadas tan radicales como sugestivas y deseosa de venganza contra una corona y una Iglesia que pasan a simbolizar todo lo negativo del pasado, todos los males que afligen al país. La Traca irrumpe en abril de 1931 como justiciera del pueblo, como portavoz de los ciudadanos que exigen reparaciones por todo lo sufrido hasta el momento. Y lo hace, antes que nada, sometiendo a juicio y condena al propio Rey. De hecho, la portada del primer número es ya un certero resumen de lo vivido aquellos días: al fondo aparece despuntando el sol de la República y la pierna de un labrador, identificada como “pueblo español”, dándole una patada a Alfonso XIII. A sus pies montones de papeles, con títulos como “Monte Arruit, Annual, negocios sucios, monopolios, opresión”…, ratas que salen huyendo, coronas por el suelo... La composición se cerraba con una esquela central que advertía: “El muy funesto señor Don Alfonso de Borbón Llapisera y Guierrez, ex rey de Jauja. Emperador de Annual. Príncipe de Monte-Arruit, Gran Duque del Barranco del Lobo y Montjuich. Comendador del ‘Tenorio’. Chupóptero de los Monopolios. Caballero de la Orden del Desorden. Accionista liberado de todas las malas Compañías. Presidente honorario de las sociedades El Polo, El Tennis, la Regata, El Parchís; primer Agricultor del Reino, primer Cazador del Reino, primer Pescador del Reino, primer ciudadano de Cádiz, condecorado con la gran Cruz de Unamuno y Alcalá Zamora y varias placas rotuladoras, etc., etc.. LA HA DIÑAO...” Tras esta primera plana, viene una segunda que asocia la publicación a la nueva forma de gobierno: junto al título “Salud y República” se muestran fotografías de Fermín Galán, García Hernández y Blasco Ibáñez, enfrentadas a las de Alfonso XIII y Primo de Rivera. De este primer número de La Traca dos hechos resultan especialmente relevantes. En primer lugar, que el rey descrito tan negativamente en este semanario va a coincidir con el que han imaginado ya varios miles de lectores en plena euforia por la llegada de la República, cuando el sentimiento de exigir responsabilidades resulta mayoritario. Otra novedad es el enorme impacto que alcanza ante la opinión pública. Compuesto de 8 páginas más portada a color, en un tamaño de 40 por 29 centímetros y con un precio de 15 céntimos, La Traca provocó un auténtico delirio en media España. Hasta tal punto que su primera edición, realizada en valenciano, tuvo que ser traducida al castellano para satisfacer la gran cantidad de pedidos. Inicialmente se había previsto una tirada de 25.000 ejemplares. Desde la puesta en marcha de la máquina impresora, en la tarde del 20 de abril, tres turnos habían estado trabajando ininterrumpidamente las 24 horas, a razón de 1.000 ejemplares por hora para satisfacer la enorme demanda que se iba generando a medida que el impacto de La Traca se extendía. Cuando llegaron a los 235.000 tuvieron que hacer moldes de grabados nuevos porque los anteriores ya no imprimían de lo gastados que estaban. El 2 de mayo, fecha de salida del tercer número de la nueva época, los pedidos de ejemplares del primer número seguían creciendo y ya superaban el medio millón, aunque la capacidad productiva seguía siendo de 24.000 ejemplares por día105. Y para que no quedase sombra de duda, el propio semanario invitaba a los incrédulos a pasar por la imprenta de la calle Salvador Giner, “Vacha a l’hora que vacha, trovará una máquina tirant eixemplars”. En
el número de 2 de mayo describe con euforia el fenómeno como “el éxito más enorme que se registra en la historia del periodismo español”. A través de sus portadas, pero también de las viñetas de su interior, La Traca explicará con gran fuerza gráfica por qué es culpable Alfonso XIII y cuál debe ser el castigo que debe recibir. El personaje que nos describe es corrupto, cómplice de asesinato y defensor de la tiranía, acreedor del sobrenombre de “Rey Felón” con el que lo calificará de forma reiterada, título que incluso será recordado años después106 . Y, sobre todo, al igual que Blasco, nos presenta a un rey culpable de la matanza de Annual. Lo que el expediente Picasso no pudo hacer público debido al levantamiento militar, La Traca lo destaca en portadas tan provocativas como la de 13 de junio de 1931, en la que el rey, con cara de felicidad, cabalga sobre una calavera que ostenta la palabra “Marruecos”, al tiempo que pronuncia el siguiente brindis: “Levanto la copa ufano para brindar por España. ¿Quién soy? El rey africano que gobernó al pueblo hispano con su bélica guadaña”.
Contraportada en forma de historieta con Mussolini y Hitler en La Traca de 10/02/1937.
Denuncia de la política de no intervención de las “democracias europeas” (Francia y Gran Bretaña), por Carnicero (1938).