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MARÍA quiere quedarse ENTRE NOSOTROS

Darle a María un lugar de honor en nuestra casa nos dispone a orar, agradecer y consagrarnos mientras Ella nos acoge.

él, decidió consagrar nuestro matrimonio. Así ha pasado el tiempo y la Mater nos ha acogido y se ha hecho presente en nuestra familia.

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El cuadro sigue teniendo un lugar de honor. Alrededor de él hay toda una vida de conquista espiritual para invitarla a establecerse en nuestra casa y que pudiéramos conquistar lo que en Schoenstatt se llama un santuario hogar.

Tuvimos la gracia de que justo el día de la Candelaria (por cierto día del cumpleaños de mi mamá), pudiéramos entronizarla y ofrecernos a ella. Descubrimos en el proceso de preparación, que eso que mi mamá había hecho, había sido también un intento de ella por conquistar ese santuario hogar y que eran más de 19 años de conquista (juntando los de las 2 familias).

Nos dimos cuenta de tantas formas en las que nos ha cuidado, guiado, de que a pesar de pensar que nunca estaremos listos para recibirla dignamente en nuestra casa (física y figurativamente) ella como Buena Madre, nos busca, y espera nuestro corazón dispuesto.

Ella quiere establecerse para educarnos, guiarnos y llevarnos hacia su hijo. Si aún no tienes un lugar de honor para ella, ¿qué esperas? ¡Invítala a tu casa!

¡Un santuario más para la gloria de Dios! ¡Decimos sí Mater!

¡Nada sin ti, nada sin nosotros!

“Ella que transforma una cueva de animales en un hogar para Jesús, con un par de pañales y un puñado de ternura” quiere quedarse entre nosotros.

“Tomen el cuadro de la Madre de Dios y denle un lugar de honor en su casa. Entonces sus hogares se convertirán en pequeños santuarios donde el cuadro de gracia probara ser una fuente de gracias, creará una atmosfera familiar santa.”

No son jóvenes de un país lejano; no, son tus hijos, son nuestros hijos. Lo ocurrido esta semana en Teotihuacán, Estado de México, donde una jovencita de 14 años murió muy probablemente a causa de los golpes en la cabeza propinados durante una pelea con una compañera de clase, nos interpela a todos.

Una vez más, hemos contemplado, con impotencia, rabia, tristeza y desesperanza, cómo se trunca la vida de una pequeña, ante la indiferencia de sus compañeros de escuela que, lejos de detener la pelea -que a todas luces ocurría en condiciones desiguales- se burlan de la víctima e incitan a la agresora a golpearla con más saña, mientras graban con sus celulares lo que para ellos es sólo un espectáculo.

De acuerdo con el testimonio de la familia de la víctima, la jovencita habría acudido al lugar de la pelea para ver si lograba detener el bullying, que desde tiempo atrás venía sufriendo por parte de la agresora, debido al color de su piel. Pero el resultado fue muy diferente al esperado: murió por un traumatismo craneoencefálico, y su cuerpo ya descansa en el panteón local, junto con su sueño de ser enfermera.

En los últimos años, hemos sido testigos de campañas que buscan tejer acciones y evitar la discriminación, acoso, intolerancia, indiferencia, desigualdad, violencia física, psicológica o verbal en las escuelas, incluso, iniciativas de ley que han sido presentadas en su momento como modelo para otros países; sin embargo, la violencia entre niños y jóvenes sigue escalando exponencialmente.

De acuerdo con datos del Consejo Ciudadano para la Seguridad y

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