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El gran descubrimiento

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Un grano de trigo

Un grano de trigo

Al entrar en el Carmelo, Teresita se da cuenta de que de nada vale la ilusión de santidad, que la santidad es otra cosa que deseo. Es darse cuenta de la miseria de su vida ofrendada a Dios para, así y solo así, poder entablar un diálogo entre El que es y el que no es. Lejos de sacrificar su deseo de ir al cielo a la tremenda realidad de lo que Teresa considera su “miseria”, encuentra el camino, el gran descubrimiento del ascensor. En el Manuscrito C, recordando el elevador que vio en un hotel de París a donde había acompañado a su padre, y viendo lo que el ascensor hacía, se abandona a la Gracia: Estamos en el siglo de los inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo de subir los peldaños de una escalera; en las casas de los ricos el ascensor lo suple ventajosamente. Pues bien, yo quisiera encontrar también un ascensor para elevarme hasta Jesús, ya que soy demasiado pequeña para subir la ruda escalera de la perfección más profundo de la tierra, le decía:

--Ten confianza, no temas.

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Tú mueres para renacer a una vida mejor.

--¿Quién eres? –preguntó.

--Soy Aquel que te creó y quiere volver a crearte.

Y el grano se abandonó a la voluntad de su Creador. Se convirtió en un tallo verde y vio otros tallos que eran sus hermanos. Y de nuevo sintió la alegría de vivir. “si el grano de trigo no muere…”.

Frente a “la ruda escalera de la perfección”, ¿cuántos de nosotros nos quedamos fuera del camino al cielo? “Es demasiado para mí”, solemos decir. Teresita deja atrás la soberbia. Recuerda las palabras de Jesús: “El que se ensalce será humillado”. ¿Y el que se humille? En efecto, será ensalzado; es decir: será elevado a la santidad. El ascensor de Teresita es lo que cada uno debe descubrir en su intimidad. En este siglo “de inventos”.

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