carahori
o1o.
Carahori
1. M Hace un rato abrió los ojos en esta plaza y no recordó nada, nada de lo de antes. Tuvo la impresión de que no eran necesarias más palabras. Una supuesta pulsación de un “botón” decidiría el futuro próximo de Carahori. Ya desde el primer día su mundo estaba triste, el cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, las arenas de la playa se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan intensa y mansa al medio día, que cuando Carahori regresaba a su posición inicial le costaba trabajo ver que era lo que se movía y se quejaba en el fondo de la línea de su visión. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un botón, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y no osaba moverse. Asustado, inquieto, intimidado por la extrañeza de aquella pesadilla, Carahori lo cogió y se lo puso en la frente. A partir de ese preciso momento nunca más se separaría de él, solo pensaría en él, como única manera de sentirse a sí mismo, tomarlo como centro de sí mismo como un árbol, desprenderse poco a poco del tronco que le sostiene y le guía, flotar a su alrededor cautelosamente, tanteando el aire con cada hoja sin alejarse de él, sin dejar que lo externo penetre entre el botón y él, lo distraiga, le prive por un solo segundo de saber que la noche está girando hacia el amanecer. 2. R Su respiración pronunciada es provocada por su repentina vuelta de donde nunca estuvo. Su mirada era tan pesada y parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaba a desdoblarse, se repetía a sí mismo por todos los lugares donde fijaba sus ojos. El ojo izquierdo de Carahori se desdobla y divisa el horizonte, parecen desdibujarse sus ojos ante un trayecto de dimensiones inabarcables. 3. D Llevaba tantas horas de estar inmóvil que parecía muerto. A consecuencia de su actitud demostrada, como si su única virtud sobrenatural pareciera ser la paciencia, fue alterado como una oveja abrasada con un hierro de marcar novillos. Su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo. 4. L Apenas come, sus ojos de anticuario se le han vuelto tan turbios que parecía andar tropezando por todos los rincones, y ya no le
quedaban ilusiones ni objetivos que cumplir. El ojo derecho de Carahori lagrimea hasta hundirse en su propio llanto. Se deja extraviar en la soledad vendida a grito herido de su propio mundo interior, sin tratar de vender nada, sino preguntando quien dirige sus movimientos. En la oscuridad del negro bucanero aparece de nuevo el botón, al activarse vacía su espacio transfigurándolo en un campamento solar y solitario con calles de desiertos volcánicos. Eso le permite volver a respirar. Ahora una respiración envenenada, reflejando un rostro desbaratado como si no tuviera nada por dentro, pero con el mismo sufrimiento e incertidumbre. 5. F Sintió como su alrededor ubicuo se estremecía y a la vez cómo ese estremecimiento significaba el final del llanto. La sonrisa entre lágrimas, esa suerte de arcoiris facial, lo empalagó como nunca. Pese a todo el deseo empezaba a invadirlo, cuando la verdad era que él se imponía a sí mismo el deseo. De pronto pegó un grito ronco y no pudo evitar una nueva invasión a la que no podía definir. El dolor le ha quitado el aliento. Sus agresores subestiman la resistencia de su pasividad. De pronto su boca se abrió, independientemente de su voluntad, como si fuera la boca de otro. Sentía una presión repentina, pero esta vez el sufrimiento no venía de fuera. 6. S Una línea de horizonte se desliza con la ilusión de aparecer por entremedio un promontorio oscuro y sigiloso que se acerca. Desprende el olor del mar y sólo por su forma hemos de sospechar que responde al canon matemático de Euclides. Carahori toma una falsa actitud de bienestar que irradia un vago desencanto, una elegante y fina decepción de quien todo lo sabe y todo lo comprende. 7. R Un viento, que parecía venir de alta mar, marca una nueva situación de monotonía. Las líneas del horizonte lo anulan al vacío. Un horizonte liso y acentuado, con brisas frescas mezcladas con fragancias casi imperceptibles, le abduce al intentar contar sus infinitas líneas a causa de las luces del mar. 8. D El botón de la frente de Carahori se activa, ambos se desvanecen como un punto imaginario en el horizonte del mar. Sus ojos se cierran para encontrarse a sí mismo, su mirada permanece largamente presente para ser olvidada.
Carahori es el primer libro de la colección Alear v_shots y está formado por dos partes indisociables, por un lado aparece un texto fragmentado y por otro lado unas ilustraciones que interpretan este mismo texto. Cada texto coincide con una de las nueve partes que conforman el reactivo reactivo Alear v_cd y funciona como introducción a las 12 páginas ilustradas siguientes. En estas cortas introducciones textuales se podrán identificar pasajes, frases, expresiones o simplemente sensaciones de otros autores de nuestra cultura contemporánea. Utilizo y transformo fragmentos seleccionados de obras de autores como Italo Calvino, Julio Cortazar, G. García Marquez, John Cage, Joan Fontcuberta, Bioy Casares, Frank J. Tipler, Samuel Becket, Joan Perucho, Lou Reed y J. L. Borges. Quien busque una lógica entre los autores mencionados no la encontrará de una forma evidente. El impulso azaroso hacia los libros que disponía en mi biblioteca era el sistema que determinaba la construcción desordenada de todo el texto. Mi interés se centró en cómo utilizando fragmentos de otros y manipulándolos podía crear mi propia historia y dirigirla hacia mi propio interés, a modo de mashup.