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Rincones del Museo FIN DE CURSO

Jesús Romero

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Termina el curso. Me remonto a al tiempo lento de mi infancia. Aquellas mañanas interminables de calor donde daban sus últimos coletazos las asignaturas, cuando los fuegos artificiales les ponía prácticamente colofón. Aquellas mañanas que se alargaban un par de horas por la tarde igual que, muy poco antes, se habían prolongado en las mañanas del sábado -cuando “hoy también es fiesta, para mí, para ti, para todos” era deseo y rumor. Lo bueno de este tiempo lento de la infan- cia -el relativismo del tictactictac fuera del cronómetro es cosa que hasta Iglesias a estas alturas sabe- es que igual que eternizaba las horas más o menos lectivas, prolongaba ad infinitum también el tiempo libre.

A veces, he pesando que también a ellos -a los maestros (¡y eran otros tiempos!)- se les hacían igualmente interminables.

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