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Marilyn Monroe JAVIER ABULLARADE
Sí, yo creo he tenido éxito en mi vida. Pero no es lo cómo piensa la mayoría. Desde niña supe que quería escapar del mundo en el que vivía. Me negué a creer que mi destino era ser una niña abandonada. Algunos días eran más difíciles que otros, sin duda, pero siempre me acompañaron mis fantasías y mis anhelos. Recuerdo un día que llamé mamá a una de las mujeres que me cuidaron cuando era niña y ella me respondió: ¡No me llames mamá! ¡Ya eres suficientemente grande para saber esto! Y tenía razón, ¡yo tenía una mamá! Pero, ella estaba en el hospital y no podía cuidarme. Otro día que tuve la oportunidad de visitarla en el hospital mental y vi, sobre su cama, la foto de un hombre bien vestido, con bigote negro y un sombrero muy elegante. Mamá me dijo que era papá, pero que él había muerto. Nunca quise creerle. Todo el tiempo soñaba que él me encontraba regresando de la escuela, bajo la lluvia, y que me abrazaba y me decía que todo iba a estar bien. Ese sueño, de ver a mi papá y salir de ese mundo en el que me trataban como a un objeto, como a un animal, me dieron la fuerza para crear mi propio camino.
Nunca acepté que los hombres me usaran. ¡Menos si eran hombres que querían comprarme con dinero! En la casa de tía Ida, cuando tenía casi 9 años, el señor Kimmel me llamó una vez a su cuarto. Yo no sabía que quería, hasta que cerró la puerta de su cuarto con llave y me sentó sobre sus rodillas. Cuando terminó, salí de la habitación llorando y fui a contarle a mi tía. Ella me interrumpió y me cayó y me dijo que no iba a permitir que hablara mal de tan buen señor. En ese momento el señor Kimmel salió de su cuarto y me tiró una moneda en la cara, para que me comprara un helado; se la tiré de regreso en su cara y salí corriendo de allí. Muchos hombres quisieron aprovecharse de mí, por eso prefería a quienes me decían las cosas de frente. Al menos ellos eran honestos y yo sabía a qué atenerme.
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Pero, también sabía que, si quería salir de ese mundo, tenía que convertirme en alguien importante. Mi primer esposo me salvó de los hogares postizos y de los orfanatos. Sin embargo, yo quería algo más. Quería ser una actriz como las que veía en las películas cuando iba al cine cada semana -Greta Garbo o Mae West-. Soñaba con cambiar las ropas gastadas, celestes y aburridas que me daban en el orfanato, por vestidos que brillaran con lentejuelas verdes, rojas y doradas. No eran los vestidos lo que me movía, sino el brillo de los colores. Cuando decidí divorciarme de James, mi primer esposo, en 1946, me mudé a un cuarto pequeño en Hollywood. Trabajé de modelo para muchas revistas de hombres y para fotógrafos, pero mi oportunidad nunca llegaba. A veces pasaba días sin comer y tenía que esconder mis medias rasgadas cuando iba a entrevistas. Pero, yo pensaba que lo que ganaba como modelo, prefería gastarlo en clases de actuación, de canto y de baile porque, cuando llegara mi oportunidad, no importaba que tuviera hambre, sino que pudiera actuar bien.
Mi oportunidad de ser una actriz profesional por fin apareció en 1948. Los estudios 20th Century Fox me contrataron por 6 meses. Pensé que, finalmente, iba a dejar de ser Miss Don Nadie, de ser la niña sola y olvidada en la esquina del salón de clases. Ya no iba a ser la chica abandonada, que no pertenecía a nadie y que todos usaban… Dejé de ser Norma Jeane Mortenson y me convertí en Marilyn Monroe, la mujer que era del mundo, que era de todos. Durante mi paso por 20th Century Fox aprendí como promocionarme, siempre buscaba salir en las columnas de los diarios y estar presente en las fiestas importantes. No dejaba que los hombres se aprovecharan de mí y creo que eso aumentó mi valor en Hollywood. Al principio los papeles que me daban eran pequeños, pero no me importaba. Yo sabía que si seguía preparándome y haciendo bien las cosas algún día iba a ser la actriz dramática que soñaba.
Sin embargo, los buenos papeles nunca llegaron. Alguien entre los jefes de la compañía no creía que yo podría ser una buena actriz. Así que decidí abrir mi propia empresa de producción. Pero, para ese momento muchas personas me amaban, me enviaban más cartas que a cualquier da las actrices promovidas por 20th Century Fox y, cuando los productores se dieron cuenta de que me perderían, mejoraron mis condiciones contractuales y me convirtieron en una de las estrellas mejor pagadas de Hollywood. Además, tuve el poder para escoger las películas en las que quería salir y a los directores. No dejé que la vida me pasara encima. Aproveché cada oportunidad que tuve, pero, me equivoqué en una cosa: Norma Jeane nunca dejó de existir y ella sigue viendo desde atrás de mis ojos. A Marilyn la aman millones, sí, pero Norma Jeane sigue estando sola. Quisiera encontrar a alguien que me amara por siempre, tener una familia y ser la actriz que siempre soñé. Pero ahora dudo si seguí el camino correcto, pero fue el único que se podía soñar y que pude construir en el mundo en el que vivía. Febrero, Jueves 29, 1962
ÉDGAR GUTIÉRREZ