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El Grano y la Paja
Puesto que no recibo periódicos impresos, esta mañana miré el celular (“el móvil” lo llaman en España) para enterarme de las noticias de la prensa digital y me encontré con una lista de titulares que alternan anuncios con noticias, porque utilizan el mismo formato. He aquí algunos de ellos: “Ana Obregón (una actriz de 68 años) alquiló el vientre de otra mujer para tener un hijo, el marido de la exjefa de la policía española, acusado de enriquecimiento ilícito por desvío de fondos públicos, Letizia, la reina, se disputa a gritos con el rey Felipe VI, conozca el nuevo Jeep Avenger totalmente eléctrico, Javier Solana, exsecretario de la OTAN advierte sobre una posible nueva guerra fría, científicos podrían haber descubierto el secreto del Triángulo de las Bermudas, el marido de Mamen Mendizábal es uno de los hombres más guapos de España, El Dr. Eduardo Martínez ha descubierto un remedio milagroso contra la impotencia sexual, un chico asegura haber vivido en Marte en otra vida.” Etcétera, etcétera. Me quedo perplejo ante el amarillismo informativo que destaca los aspectos más llamativos de las noticias sin distinguir el grano de la paja, con el fin de provocar asombro o escándalo. Es lo que en Guatemala se denominaba antiguamente periodismo de placeras, que eran las vendedoras en las plazas del mercado, las cuales estaban enteradas de todo y de nada, y por consecuencia, narraban toda clase de chismes alzando la voz y armando líos. Pues este es el periodismo que hoy impera en el mundo occidental, un periodismo transformado en espectáculo y en mentirosa publicidad para distraer a la masa y, al mismo tiempo, en una muestra del totalitarismo de las sociedades de libre mercado que repiten un único y reverberante eslogan distribuido subliminalmente a través de los medios de comunicación: “¡No penséis y disfrutad la posibilidad que tenéis de consumir lo que queráis, que en eso consiste la libertad!”
Si deseo ampliar la información sobre alguna de las noticias antes enunciadas, debo tocar o pinchar la pantalla aquí y allá no sé cuántas veces antes de acceder a lo que me interesa, porque entretanto han aparecido confusos anuncios de otros productos o informaciones que se cruzan con lo que estoy buscando y ya no sé si forman parte de lo que quiero leer, pero me invitan a pinchar la pantalla de nuevo para que acepte en el futuro no sé qué otras informaciones superfluas, momento en el cual suspendo la búsqueda de golpe, pues me siento abrumado a causa de la proliferación de datos. Respiro hondo, miro el techo y siento el impulso de estrellar el celular contra la pared. Pero no lo haré, no me siento capaz, no sé qué haría sin él.
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