EDICIÓN 19
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MAYO 2017
/ ISSN 2027 - 3096
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Próximos a cumplir nueve años de circulación la Revista El Rollo presenta su edición número 19 con la temática “perfiles”. Hemos recorrido un largo camino en el cual hemos intentado acercarnos a las bases del Nuevo Humanismo, la relación del ser humano con su entorno, sus problemáticas y anhelos más profundos.
LA ARMENIA DE PAPÁ Luis Restrepo
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LA SATISFACCIÓN DEL DEBER CUMPLIDO Manuela Navarrete Solórzano
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Con esta edición resaltamos algunos personajes que seguramente no hacen ni harán parte de la agenda noticiosa de los medios de comunicación, gente que posee vidas llenas de color, con matices diferentes, personas del común que han logrado quitarse la etiqueta de “normales” para llenar el mundo de colorido y vida, lejos de tanta banalidad y soberbia que se nos muestra a diario.
VILLANUEVA, EL ARTISTA QUE PINTA SU VIDA DE COLORES Christian David Acuña
El ser humano no está en la tierra para vegetar, debe trascender, ubicarse en el hoy y en el ahora para encontrar la manera de aportar a la construcción de una civilización más creativa y menos mecanizada, dejar a un lado la búsqueda de trivialidades para encontrar aquello que lo hace único, diferente al otro. En ese orden de ideas, para un medio como El Rollo, su tarea primordial es encontrar a aquellos que lo han logrado y hacerlos visibles, sacarlos de la maraña informativa, a menudo falsa y llena de intereses particulares para mostrarlos a la sociedad, indicarle a todos y en especial a las nuevas generaciones que si es posible y totalmente necesario ser diferente. Hablando de nuevas generaciones, damos la bienvenida al grupo de jóvenes que llega hacer parte de este proyecto. El Rollo los acoge y agradece la fuerza y el ímpetu con el que han tomado este reto de continuar trabajando en la construcción de un medio que durante sus casi nueve años se ha logrado mantener en la escena local y regional. Con este nuevo empuje los invitamos a conocer nuestro portal www.revistaelrollo.com, para que cada vez más personas se animen a plasmar su modo diferente de ver la realidad.
MÁS ALLÁ DEL AMBIENTE Johan Andrés Rodríguez
CONOCÍ A UN ÁNGEL Yveen Morales
LA ALDEA, LOS VIÑEDOS Y YO Agostino Abate Pbro
METÁFORA Manuela Navarrete Zolórzano
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ED19 Director Pedro Zuloaga Edición Jorge Mendoza
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Diagramación y diseño Jose Rodríguez Torres Community Manager Alejandra Cardona Moreno Fotogra�a Chris�an David Acuña
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Portada Obra: Alejandro Villanueva Fotogra�a: Chris�an Acuña Agos�no Abate Director Ejecu�vo Fundación Providencia 2000 Edición número 19 Mayo 2017 ISSN 2027 - 3096 Para más información, colaboraciones y comentarios www.revistaelrollo.com revistaelrollo@gmail.com
expresión cultural de la
Impreso en Litogra�a Luz Armenia, Colombia
@RevistaElRollo Revista El Rollo
FUNDACIÓN
PROVIDENCIA 2000
*Las opiniones emitidas en los textos aquí publicados son responsabilidad única y exclusiva de los autores.
www.revistaelrollo.com
LA A RMEN I A D E PA PÁ En 1951, el mundo vivía el inicio de una histórica época. Una terrible batalla se disparaba entre las dos Coreas que, absurdamente, se acomodaría durante casi 40 años en los sistemas del mundo. La Guerra Fría nacía y con ella, mi padre. El viejo Parque Uribe en Armenia era el mejor hogar que se pudiera
imaginar en aquel entonces. Sobre la carrera 14, en una vieja casona, de esas que tristemente ya no quedan ni en la memoria, vivían don Luis María Restrepo y doña Ana María Palacio; abuelos que recuerdo sólo en las historias contadas, pero, aun así, los mejores padres de papá. A Hernando Restrepo Palacio,
sus 65 agostos lo han llenado una vida de historias que quedan relatadas en su memoria, y en sus álbumes, que tan fielmente, ha coleccionado con recortes de recuerdos históricos desde su juventud. Los conflictos siempre dan para recordar algo. La Armenia de los años 50 solía ser tranquila, pero
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el espanto de los pájaros y de la chusma de aquel entonces, merodeaba sus alrededores. Ni hablar de la crisis de los misiles en Cuba que, años después, atemorizaría a todo el mundo, incluyendo a Hernando, que siendo educado durante su infancia en la Rafael Uribe, aún recuerda las palabras del director de la escuela, don Jesús Arango López: “prepárense todos para una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos”, todo un espanto aquella época.
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Papá aún no nacía y el país ya vivía su propio conflicto. Al abuelo, Luis María Restrepo, mi padre siempre lo recuerda como un hombre estricto pero bueno. Para el 9 de abril de 1948, con la noticia de la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, la chusma liberal en Armenia avanzaba acabando con lo que se les atravesara. Sobre la carrera 18, entre calles 22 y 23, mi abuelo, que era conservador, tenía su cacharrería y la única alternativa era estar armado para defender lo propio. Lo acompañaba mi tío Hugo, un joven loco que estuvo en el ejército durante el mandato de Rojas Pinilla y que desafortunadamente supo perseguir e intimidar liberales. Era inminente la llegada de una turba enceguecida por el caos, las radios liberales aumentaban la efervescencia y con revolver en mano, mi abuelo y tío esperaron. “A don Luis Restrepo no lo tocamos, él es un hombre conservador, pero es una
persona honorable” dijo el alcalde de la época. Era liberal y venía liderando a los gaitanistas de Armenia. La turba siguió su recorrido. El abuelo Luis estuvo a punto de quedar en la historia como uno de tantos caídos por el Bogotazo. No murió pero sí hizo historia; en un par de ocasiones pudo codearse con Jorge Eliecer Gaitán en diversas partidas de ajedrez en el antiguo Café Club Colombia, que se ubicaba en la actual Asamblea
del Quindío. De peones a reina, Luis María también supo debatirse con el maestro de los cuadros negros y blancos, Boris de Greiff. Que a una persona lo coja un elefante del moco y lo tire al suelo, o que le caiga encima un novillo, luego de colgarse de él, pareciera ser una escena salida de una absurda película de Los Tres Chiflados. Pero no, mi padre, era un tremendo culicagao que no desaprovechaba oportunidad para molestar a los animales
que llegaban en circo al barrio Uribe, y al ganado, que en aquel entonces, tenía su parada en un terraplén que hoy es el Parque y Polideportivo Cafetero. Desde su adolescencia y hasta el día de hoy, a papá se le conoce como Naza; ya se podría imaginar uno su cuerpo como el del Nazareno bíblico. Los años 60 y 70 fueron una época muy sana en Armenia. En el Parque Uribe, los ‘cocacolos’ que hacían gala de sus atuendos de fiebre de sábado por la noche, eran la vida del barrio. Y como eran la vida, también eran la broma. Nazareno y sus amigos eran malosos; pobres don Rafaelito, que era sastre y don Carlos Botero Herrera, compositor quindiano, víctimas del nailon, persiguiendo billetes y lapiceros, y evitando que les halaran el aldaba de sus portones de león. Papá y sus amigos solían ir al río Quindío, cuando este era caudaloso en su paso por La María, y las idas a acampar, con las carpas que prestaban los bomberos de El Bosque, al Valle de Maravélez para compartir unas cervezas y un partido de fútbol. Y es que el balón siempre fue una pasión para mi padre. Los domingos madrugaba a coger guayabas del palo de la casa de la 14. Se iba para el estadio San José, cuando el Deportes Quindío lucia con orgullo una V en su
camiseta. De la venta, sacaba para la entrada. Le gustaba como jugaba el barranquillero Antonio Rada en la delantera y la forma cómo atajaba el argentino Alejandro Tissera en el arco. A papá le tocó la inauguración de la iluminación del San José en un partido Quindío frente a Tolima. Admiraba al brasilero del Junior Victor Ephanor y al tumaqueño Willington Ortiz, “el más grande jugador de Colombia que vi en el fútbol”. Nunca jugó en el Deportes Quindío, pero según dicen sus allegados y según confía mi corazón, papá era de los mejores del fútbol amateur de Armenia. Jugó para los equipos de El Tiempo, El Espectador, San Lorenzo, Quindío Deportivo,
Javidar, Electro Quindío, entre otros, como defensor, pero cuando se metía al área de gol marcaba anotaciones de chilena y de rabona. Jugar en la cancha de Los Hermanos era especial para el fútbol en Armenia. Yo recuerdo de niño disfrutar del cine en el Teatro Bolívar, un gusto a corto plazo que heredé de mi padre. En su época, existía el matiné y el social doble de las tardes en el Bolívar y en el Teatro Colombia de la 18. Las idas y venidas en el antiguo tren hasta Cali, eran el paseo perfecto que de a centavo y de a peso eran un transporte confiable. Esperar la Vuelta a Colombia en la antigua Galería, era estar pendiente de la llegada de Cochise Rodríguez. Ir al Circoteatro El Bosque nunca
será olvido: Antonio Aguilar, Leo Dan, Leonardo Fabio, Nelson Ned, Raphael; cantantes que papá tuvo el privilegio de ver sobre la arena. De sus preciados álbumes, de hechos históricos del mundo y del fútbol clásico, las imágenes que mi padre más recuerda, son la impactante explosión del Challenger en 1986 y la chilena del argentino Perfumo, sacando un balón contra Alemania en el mundial del 66. De su viejo Parque Uribe, aún recuerda un sitio mágico, La Fontana; 'Se Acabó’ de Rodolfo Aicardi en la rockola cerraba para siempre cada madrugada. Luis Restrepo Aristizabal Comunicador Social Periodista
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Gerrit Dou - De Hollandse huisvrouw 1650*
La satisfacción del deber cumplido
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Un trabajo habitual implica entre siete a ocho horas laborales y dos de almuerzo, para este negocio la dedicación es incontable, pasar hasta 17 horas trabajando con el fin de que las cifras de venta aumenten y cada producto no llegue al tope de vencimiento son, entre muchos otros motivos, las razones por los cuales ser tendero lo convierte en “esclavo” de un reducido espacio, que lo rodea todos los días de su vida desde hace una década.
regadera es cuando se da cuenta que nuevamente llega un largo día laboral. Al terminar su baño despliega su toalla alrededor de su cuerpo y rápidamente corre al armario para sacar sus prendas preferidas, una camisa gastada y descolorida, su jean roto y sus sandalias de hace 10 años. Baja las escaleras, se dirige a coger las llaves de su moto e inmediatamente saca del garaje su medio de transporte indispensable para que el negocio produzca.
A las 7 de la mañana suena el despertador marcando la hora de dejar la comodidad de la cama, y de sus pocas horas de sueño, para continuar supliendo las necesidades de su familia. Ese corto recorrido entre la habitación y la ducha lo camina con los ojos entre abiertos y la respiración pausada, al girar la manija para abrir la
Por cada paso que da el sol hace que el calor aumente más y más, sale con su moto Suzuki, recorre los 20 minutos de trayecto que separan la alta temperatura del municipio de Gualanday del clima templado de Ibagué. Al llegar a su punto habitual de compra, en el centro de la ciudad, se detiene en todo tipo de negocios y compra
lácteos, aguas y uno que otro implemento de aseo. Siempre termina su recorrido con una visita a la plaza de mercado, donde los gritos desaforados de vendedores de frutas y verduras, los parlantes gigantes de cada uno de los supermercados del sector con el reguetón a todo volumen, las busetas y motos pasando, y en el fondo el cálido y suave “coro” de los pájaros que a las ocho y media de la mañana se sienten cantando, es lo que acompaña el recorrido de este tendero incansable que una vez más se dirige a su local para abrir las puertas y ofrecer su servicio al público. Después de bajar la montaña que conecta la ciudad con el municipio y llegar a su local, parquea la moto debajo de un árbol, abre las dos grandes puertas de su negocio, ordena sillas y mesas y es ahí
cuando entra el primer cliente, “buenos días, vecino, me vende por favor, cinco huevos, una bolsa de leche y tres bolsitas de pan”. Entre las nueve y once de la mañana estas palabras retumban en los oídos del tendero apasionado mientras que con una escoba y un recogedor se encarga de limpiar las hojas que caen de los dos árboles de mango que rodean el local de dos pisos y la basura que los clientes de la noche anterior dejaron en el suelo y sobre las mesas. A partir de las 11 de la mañana se vuelve sonoro el “vecino me regala una libra de carne, dos plátanos, una libra de arroz y una cabeza de ajo, por favor”, llega la hora del almuerzo y las amas de casa se disponen a prepararle el alimento a sus hijos. Al mismo tiempo, después de finalizado el aseo diario para que su local permanezca limpio, inicia con el proceso de preparación del gran bufete que disfrutarán su esposa y su hijo. Todos los días se inspira en su pasado, cuando sus manos preparaban exquisitos platos para millones de bocas en un restaurante de la ciudad de Bogotá. Allí aprendió los mejores trucos para que hoy en día sus ingredientes tengan el toque secreto. Muy cuidadosamente en cada una de las recetas agrega una pisca de amor para que sus platos queden deliciosos y alimenten a su familia. Es complicada la preparación de su almuerzo, pues mientras atiende a sus clientes cada 8 o 10 minutos también tiene que estar pendiente que no se le queme el arroz, ni los patacones. Es ésta la razón por la que dura alrededor de entre dos a tres horas cocinando. Algunas veces los proveedores llegan e interrumpen su proceso, debido a que son más de 30 minutos acordando los pedidos,
eso sin contar la presencia de los surtidores de Bavaria, quienes por sus extensos pedidos duran entre 50 y 60 minutos organizando las botellas de gaseosas y de cerveza. De todos modos, su bufete sigue en marcha, su hijo llega a las dos de la tarde del colegio, lo recibe con una botella de agua helada para los intensos calores que hacen en su región, mientras se dispone a servir el almuerzo, sigue siendo constante la visita de los clientes para solicitar minutos a celular o los niños que llegan por sus dulces para después del almuerzo. Hacia las tres de la tarde se despliega una mesa que se ubica al lado de la cocina dentro del local, tres sillas a su alrededor, cuchillos y tenedores sobre la mesa, llegó la hora de sentarse a compartir el almuerzo. Una vez servido, inicia un tiempo agradable en familia donde hablan sobre las obligaciones diarias, uno que otro problema por solucionar y del magnífico sabor del almuerzo que están consumiendo. Cuando da por terminado el encuentro, recoge los platos sucios y se dispone a lavar y a ordenar la loza, al mismo tiempo atiende constantemente a sus clientes. Gracias a su pasado como músico, en los buenos tiempos cuando tocaba la marimba y cantaba en su orquesta, a partir de las 5 de la tarde le dedica dos horas para revivir parte de su pasado, cuando la única prioridad era afinar las cuerdas vocales y masajear sus manos para la coordinación con la caja y sus tambores. Se sienta frente al computador, se coloca los audífonos y empieza la magia que atraviesa sus oídos y llega a su corazón, su amada música empieza a reproducirse y cuando empieza a olvidarse un tanto del mundo, escucha en el fondo “buenas tardes vecino, me
vende…”, se ve obligado a detener su música y ponerse de pie para seguir trabajando por el pan de cada día, por el futuro de su hijo y el buen vivir de su familia. En este punto del día sus ojos empiezan a pesar más de lo usual, sus piernas se tambalean por el cansancio y su mente empieza a cerrarse para las cuentas y tiene que recurrir a la calculadora. A las nueve y media de la noche, saca de la nevera su chocorramo y su pony malta diarios para las últimas energías del día, lava la loza que esté pendiente, revisa las tareas del colegio del niño de sus ojos y decide terminar su jornada laboral con los audífonos en sus oídos, escapándose del cansancio a través de las notas musicales que atraviesan su corazón. A las diez y media de la noche empieza a cerrar caja, hace cuentas de las ganancias y de los gastos del día, establece presupuestos, cuenta el dinero y así cierra su jornada laboral. A las once de la noche cierra las puertas de su local, entra su moto al garaje y organiza mesas y sillas, apaga luces y sube al segundo piso, su hogar y nido familiar; toma una ducha, limpia las asperezas, el cansancio y descansa su gastado rostro. De inmediato se dirige a su cama y se acuesta a las 12 de la noche, con la satisfacción del deber cumplido, con un peso menos en sus hombros y con la tranquilidad de poder tener a su familia junto a él y una vida sana y bendecida.
*Gerrit Dou pintor y grabador holandés barroco. Nació el 7 de abril de 1613 en Leiden, murió en la misma ciudad el 9 de febrero de 1675. Se especializó en escenas de género con fuerte claroscuro.
Manuela Navarrete Solórzano Estudiante de Comunicación Social Periodismo Universidad de Ibagué
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Villanueva, el artista que pinta su vida de colores
Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple.
Charles Bukowski. 8
Son las cuatro de la tarde y vamos pa’ La Quinta, allí donde se cruza con la catorce formando cuatro esquinas, en una de ellas, luce sobria y silenciosa la iglesia de San Francisco. Al cruzar la calle hay una casona antigua pero bien conservada, lugar donde funciona un hostal. Antes de entrar hagamos claridad, no estamos en La Quinta a la que le canta Niche en Cali Ají, estamos en La Quinta de Guadalajara de Buga, calle que por su perfecta alineación deja ver desde oriente a occidente todo su recorrido desde donde te parés.
Durante sus viajes por los territorios nacionales ha contactado a más de 60 artistas de todo el país para hacer presencia en este evento que año tras año, más que un punto de encuentro para apreciar obras, es una reunión de grandes amigos que deja el arte. Asimismo, la esperanza en la conservación de este oficio es una de sus principales ilusiones. A temprana edad engendró a su hijo Alejandro, a pesar de los temores
que ello implicaba no dejó a un lado su vocación, por el contrario, transmitió este sentir a su descendiente que hoy en día organiza uno de los festivales de tatuaje más importantes de Colombia. Por lo tanto, mantenerse aterrizado, en todos los aspectos de la vida, es una de las cosas que tiene en cuenta para alcanzar las metas. Villanueva no deja nada en el aire: “… Puede que de aquí a mañana te levantés y hagás una
Ahora sí, sigamos. Dos pisos tiene esta construcción, pasillos adornados por imágenes, al girar a la derecha, en una puerta decorada con un Chaplin dice: Luis Villanueva. Tel: 314 866 XXXX. Tal vez este nombre no sea familiar, pero si mencionamos a Alejandro Villanueva, organizador del Buga Tattoo, ya mentalmente se dibuja una imagen, pues este legado artístico va de generación en generación. Villanueva padre, ecléctico, como él se define. Villanueva hijo, tatuador. Entramos y de una manera amable nos recibe este artista bugueño; una ronda de obras hace su puesta a nuestro alrededor, el filarmónico de Kraken¹ suena a un volumen moderado. Tres cuartas partes de su vida entregadas al arte han hecho de Luis Hernán Villanueva Domínguez un referente artístico de la ciudad señora de Colombia, Expo-colectiva es muestra de ello. Kraken Filarmónico - Kraken. Año de lanzamiento: 2006.
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obra que te traspase al otro mundo, te llene de dinero… O puede que te demorés toda la vida en hacer una y nunca la hagás y nunca la conozcás”. Pintar a corto tiempo es típico en él, se cansa cuando una obra le toma más de una semana, piensa que dejarse transportar por los sentimientos y temperamentos del momento es su secreto. En el interior de este recinto saca sus pinturas y sus pinceles, toma su lienzo, pone música y simplemente se deja llevar. Días después encuentra la similitud o la incoherencia de su creación con el sentir del instante en el que la hizo, igual, es una obra digna de exponer y de vender.
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Al indagar sobre sus trabajos importantes recuerda con gran aprecio dos de ellos. El primero, un cuadro que hizo para la basílica en el cumpleaños de los padres redentoristas. Este, particularmente, fue hecho de la nada, recibió unas pocas ideas vagas y abstractas y comenzó. Después de
muchos intentos y cambios en algunos bocetos tardó 15 días en pintarlo. Este trabajo reposa en la iglesia San Alfonso de Bogotá. El segundo fue fruto de la visita casual de un arquitecto, quiso comprarle dos cuadros y preguntó que si era capaz de recrear una pintura para un edificio que estaba construyendo en Bogotá. Se trataba de “El descubrimiento de América” de Salvador Dalí. Después de mucho pensarlo Villanueva aceptó. Tardó igualmente quince días en acabar. Hoy, dice él, se puede apreciar la obra en el hall del centro médico Dalí, norte de la capital colombiana. Seguir viajando, conocer lugares, explorar nuevos horizontes y sumar amigos a la causa del arte son los próximos objetivos del maestro Villanueva. Expo-colectiva es y será la vitrina para que sus ideas y las de otros creadores del arte pernocten en el mismo espacio. De ahí en adelante, la proyección de Luis está limitada por lo que la vida le permita hacer. Cae la noche y nos despedimos del maestro, salimos a La Quinta nuevamente, ahora cobijada bajo las tonalidades del atardecer. Antes de partir Villanueva nos recuerda: “…Disfrutá primero, si lo que vas a hacer o emprender en tu vida te cuesta tu tranquilidad, no sirve”. Agradecimiento a Juan Camilo Lenis Mosquera por gestionar el contacto con el maestro.
Christian David Acuña Hincapié Comunicador Social Periodista
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Más allá del ambiente Desde las montañas por donde el agua cae y recorre páramos y ríos, pasando por las huellas en el camino que dejaron los colonizadores y amigos de la patria, el viento sopla implacable en lo alto de la cordillera mientras entre sus caminos Néstor expectante relata y enseña a sus acompañantes los recuerdos que el paisaje posee, las historias que se han creado y los cambios que ha tenido durante los años; este territorio, este ambiente y todo lo que habitamos transformado a pasos agigantados a causa del hombre y sus ideas.
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Néstor Jaime Ocampo es ambientalista, ecologista, ciclista, conferencista, montañista y muchos otros apelativos que se asemejan a su labor diaria, su vida entera, su trabajo, su pasión: la defensa del territorio. Armado siempre
con su maletín gris, que más se parece a una oficina andante, carga sin descanso su computadora, libreta de apuntes, papeles, textos y folletos relacionados a los temas en que está trabajando, un radio para escuchar las noticias, un paraguas, cables y cinco USB con la información lista para dictar sus conferencias, todos los días le resulta algo que hacer, algo que aprender y mucho por enseñar sobre esta lucha que aún no tiene fin. Como muchas de las historias del siglo XX en Colombia, la de Nestor inicia marcada con la violencia, sus primeros años en la finca “La Tribuna”, vereda El Túnel de Calarcá, sirvieron para que conociera uno de los problemas que más tarde serían la razón de su labor. – Mi familia fue
desplazada en esa época, yo tenía más o menos cinco años y ya había visto dos cadáveres, aún tengo en mi cabeza la imagen de ese hombre que llevaron a la finca, un día me encontraba jugando entre cultivos cuando llegaron con él, estaba muerto y envuelto en unas lonas atravesado en una mula, yo estaba aterrado, días después el segundo muerto sería mi abuelo y al parecer iban a seguir con mi familia – sus padres preocupados por la situación decidieron que lo mejor era irse de la finca, empezaron por Líbano en el Tolima, posteriormente Montenegro, luego Trujillo y finalmente fue en Tuluá donde Néstor inició la escuela. Fue educado por franciscanos, adquirió una gran admiración por San Francisco de Asís, sus votos de pobreza, su solidaridad, su amor a los animales y toda su obra que luego serían las bases de lo que hoy es Nestor. Era 1965 cuando una grata noticia invade a la familia de Néstor, su padre había decidido trasladarse de nuevo pero esta vez a Calarcá y él termina su bachillerato en el Colegio Robledo, durante los días siguientes lo invaden muchas preguntas, muchos pensamientos y laberintos que crean en él una crisis existencial llevándolo a reflexionar sobre lo que estaba aprendiendo y lo que quería hacer – por esa época yo era el primer mechudo del pueblo y además hippie y ya se imaginará los problemas que esto traía, la gente me veía pasar y murmuraban sobre mi perdición, mis compañeros todos iguales y yo así peludo y con gustos musicales diferentes, pues bien, de un momento a otro empecé a ver que todo lo que me enseñaban era mentira, eso de que todos somos iguales ante los ojos de Dios me parecía extraño, no entendía porque si esto era
cierto las personas en las calles sufrían, quizás él no nos cuidaba a todos por igual, por lo mismo entré en conflicto con varias ideas y todo lo que de esto se desprendía como la religión. – Durante diez meses Néstor no hablaba con nadie, los fines de semana acampaba en el Alto del Castillo, su padre preocupado de verlo tan callado, ensimismado, con dudas e inquietudes que no le quería compartir, simplemente lo trataba de manera comprensiva y dejó que por sus propios medios entendiera por qué habían hombres que eran dueños de la tierra, por qué se le podía negar a alguien su derecho de transitar libremente sobre este mundo que es de todos, por qué alguien debía cargarle el canasto a otra persona solo por tener menos dinero. La crisis pasó y con el objetivo de ayudar a los demás trabajó en la Cruz Roja Colombiana. En 1970 entra a la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá – desde pequeño quería atrapar la energía del sol para usarla, por esto tenía claro que debía estudiar ingeniería química para lograrlo, como las plantas, y luego estudiar ingeniería mecánica para utilizarla – los semestres empezaron a pasar, las enseñanzas de sus profesores fueron formando un ciudadano consciente de lo que estaba sucediendo en el país y entre conferencias y trabajos, el montañero como se autodenomina, entendió su razón de ser – mientras estudiaba ingeniería química,
que me encanta, conocí que había un país, que había una cosa que se llama sociedad y que era algo muy complejo, que había gente que vivía en otras partes, que comía de otra manera, que escuchaba otra música y bueno, también descubrí algo que se llamaba la política y era el espacio propicio para la participación ciudadana y fue allí donde entendí que habían cosas más impor-
tantes que resolver un problema técnico científico y que realmente los problemas estaban era en la sociedad – por esto, estando en noveno semestre decide interrumpir su carrera para volver a Calarcá e impactar realmente a la sociedad, hasta ahora el trabajo ha sido arduo. Su padre queda gris con la noticia del abandono académico, aunque de una manera comprensiva
decide apoyarlo no sin antes hablar con el sobre esta decisión – mi padre era así, comprensivo, inteligente y siempre me educó con el ejemplo – pero claro, salirse de estudiar no era lo mejor pues a Néstor la parte académica le gusta mucho casi tanto como escuchar música del norte de África, por ello con el dolor en el alma y el objetivo en su mirada, se dedicó en un principio a ayudarle a su padre con el trabajo en la tapicería. Luego de trabajar un tiempo y ver diferentes opciones decide que es momento de trabajar por los demás, fue asesor de usuarios campesinos, trabajó con mujeres y niños, fue promotor del Sindicato de Trabajadores Agrícolas Andariegos, lo que le trajo algunos problemas – hermano yo siempre he dicho que una de las cosas más importantes es hacer lo que a uno le dé la gana y cuando ayudé en el creación del sindicato logramos, entre muchas cosas, que el pago por la lata se subiera de 50 a 300 pesos en plena bonanza cafetera, tuvimos que luchar mucho y además hacer un paro desde Sevilla hasta Manizales, esta historia casi no se cuenta pero en esos años era interesante ver a los trabajadores recoger café aquí, luego caña en el Valle, algodón en la costa, en fin, se movían por todas partes, eran unas personas fantásticas por la visión del mundo que tenían, su experiencia y todo lo que conocían – entre los enemigos que se ganó hubo uno perteneciente al Comité de Cafeteros que lo amenazó de muerte,
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luego empezaron a pasar cosas graves, más amenazas, más persecución, más descontento ante su labor; lo normal en este país para alguien que decide ayudar sin esperar nada a cambio. Antes de que pasara a mayores decide irse, dejar Calarcá por un tiempo, esto permitió que conociera a los indígenas Páez.
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-Estuve con ellos durante dos años, fue una de las mejores experiencias de mi vida porque siempre he pensado que no hay algo tan interesante como conocer otra gente, conocer su cultura, su arte, su gastronomía. Todo esto relativiza mucho lo que uno cree, además descubres que lo que pensabas de algo era sólo una de las múltiples formas que existen de hacerlo – cuando regresa, y luego de apoyar actividades en el Jardín Infantil las Amapolas, cuyo principio fue una guardería para gente de escasos recursos, comprueba que ya con treinta años de edad lo que seguía en su lista era tener hijos. Los niños siempre le agradaron, a pesar de que era un hombre serio y con mucha barba, Néstor enseñó a las profesoras a hacer juguetes con retales de madera, siempre fue un amigo muy especial de este jardín en el cuál descubrió que tenía talento incluso para ser payaso – hermano a mí los niños me parecen fantásticos y tengo eso que las señoras llaman “ser dulce para los niños” , fue para un abril, un día del niño, que necesitábamos hacer un evento y recordé que en la Alcaldía de Amparo Arbeláez había un conductor que en su juventud había sido payaso, don Francisco, entonces le pedí permiso a Amparo y le propuse a don Cisco, como le decíamos de cariño, que por favor hiciera un acto y claro, ya no le daba la edad entonces me invitó a ser su
acompañante, accedí, me enseñó, entrenamos mucho y luego, con unos tres roncitos, nos presentamos y el acto fue un éxito – más tarde pudo tachar “hijos” de su lista, tuvo tres, todos por supuesto, dueños de sus vidas, y cuando fue hora de responder por sus retoños creó una empresa que se llamó MONTANA, en ella y gracias al aprendizaje que le trajo el trabajo con su padre, Néstor fabricaba sacos de dormir, carpas de campaña, morrales y chaquetas, todos implementos de calidad para el campismo pues le parecía absurdo que la gente tuviera que gastar plata con cosas traídas de Estados Unidos y además de mala calidad. Hoy treinta años después, sus amigos le piden que vuelva a producirlos pues muchos se conservan en excelente estado. Para Diana Isabel Ocampo, hija de Néstor, tener un papá que le dedique la vida entera a cumplir sus ideales es de gran orgullo –
Mi papá siempre va en el mismo sentido, es una persona consecuente y de esas quedan muy pocas, nuestra relación ha sido de mucha amistad y me siento muy orgullosa de todo lo que hace, además que lo hace muy bien, y claro siempre está la preocupación por lo que pueda pasar ya que uno conoce el país en el que vivimos y muchas personas no se sienten bien con lo que él dice y hace y aunque por ahora no ha pasado nada es algo con lo que se debe convivir. –
Un día trabajando en sus productos, Néstor lee algo que le llamó la atención, se trataba de “la ecología”, un concepto nuevo, poco tratado en ese tiempo, 1980, y con el gusto que siempre le caracterizó por la naturaleza y lo preocupado que estaba por crear en las personas el cuidado del ambiente y el campismo responsable, encontró pertinente esa explicación racional y científica sobre el funcionamiento de la naturaleza; les propone a sus amigos conformar el Grupo Ecológico de Calarcá. El trabajo apenas empieza y, con la colaboración de personas en Pereira y en la Universidad del Quindío, con inquietudes y objetivos similares, sobre la ecología y el ecologismo, se crea un camino que lo llevaría hasta Europa y por Suramérica para luchar contra la mega minería. -Luego de empezar a trabajar con la ecología me encontré con el concepto de ambiente que es en gran medida diferente al ambientalismo pues se trata de una visión más compleja, política, social y cultural, no simplemente la defensa de los ecosistemas, especies y el hábitat, caracterizado por tener expresiones contestatarias y de desarrollar objetivos específicos; el ambientalismo trata de transformar la cultura y la sociedad para que las simples acciones como echar desechos en una quebrada no sucedan – dedicado a esto los fines de semana, comprende la pasión que siente por el tema y que no era posible que durante la semana se dedicara a conseguir plata y los fines de semana a defender el territorio, recordó los conceptos franciscanos y decidió que desde ese día, el primero de noviembre de 1987, su vida estaría encaminada a la defensa del ambiente, el
territorio y la vida. Hasta ahora ha cumplido. -Les comenté a los tres amigos con los que venía trabajando sábados y domingos que conformáramos una fundación y que yo daba lo único que tenía que era mi vida y que ellos me apoyaran en los inconvenientes que este proyecto traería, porque claro yo ya tenía hijos y todo eso y ellos pues no iban a dejar sus trabajos, pero yo sí y más por algo que me estaba quemando la cabeza, es así que nace LA FUNDACIÓN ECOLÓGICA COSMOS y me encuentro sentado en un escritorio vacío, sin papel, en una casa sola del barrio Chambranas con la decisión de dedicar el resto de mi vida a esto que me encanta – El enfoque sobre todo lo que nos rodea, la forma en que impactamos la sociedad y todo el tema sobre el desarrollo, es un concepto que Sebastián Ramos, director nacional de jóvenes en el Partido Alianza Verde, resalta del trabajo de Néstor – Cuando él nos habla de replantear la sociedad, se refiere a la protección del ambiente y las situaciones que pasan en la vida diaria de la sociedad, su
labor siempre ha sido muy pedagógica, yo pienso que lo que ocurre actualmente en el municipio es preocupante, todo el tema de la corrupción y de la defensa de lo público es algo que la sociedad debe enfrentar y gracias a Néstor se han desarrollado muchas actividades como por ejemplo la situación en Villa Karina. El conocimiento que lleva siempre es una muestra que de que su vida la usa es para nosotros, para inculcar, proteger y manifestarnos ante lo que suceda. – -Hermano, el mundo nos quedó mal hecho, debemos repensar todo lo que está sucediendo, durante todo este tiempo de trabajo con la sociedad me he dado cuenta de cosas absurdas que suceden, por ejemplo destruir la vida para sacar oro del subsuelo y adornarnos con eso; destruimos culturas, ecosistemas, el agua, el suelo, eso no tiene sentido, la destrucción de millones de años de evolución de la materia sobre el planeta que se manifiesta en esta cantidad de formas de vida, miles de años de nosotros humanizándonos en idiomas y culturas, creando obras humanas.
Debemos tener una sociedad organizada, no podemos seguir suicidándonos como especie, es más, pienso que debería haber una moratoria mundial de las ciencias duras y dedicarnos a la antropología, la sociología, el arte, la psicología, la filosofía y demás para entender por qué estamos haciendo este tipo de cosas y si es posible cambiar nuestro rumbo – Su trabajo se ha mencionado a lo largo del mundo y esto le ha traído amistades y enemigos, además de los estatales y empresariales, en este momento hace parte del comité directivo del Festival Internacional de Caricatura Contra la Mega Minería, un proyecto que nace una noche de amigos con José Yesid Sabogal, el Maestro Calarcá y otros caricaturistas; que tiene como objetivo alzar la voz de manera pacífica en contra de los títulos mineros que poseen algunas multinacionales en diferentes municipios de la cordillera y demás problemáticas ambientales e invita a todos los artistas gráficos de Colombia y el mundo a participar de esto. Sus pisadas han sido fuertes, no solo en su trabajo ambiental sino en las caminatas que cada mes realiza donde se apropia del territorio y puede denunciar cualquier irregularidad que se encuentre en el camino, siempre habrán historias sobre lo que ha ocurrido a causa de esta especie invasora e inconsciente en la que se ha convertido el ser humano, y que como él dice, a la naturaleza no le importaría acabarla totalmente.
Johan Andrés Rodríguez Lugo Estudiante de Comunicación Social Universidad del Quindío
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conoCI a un ANgel En un metro cincuenta de estatura se condensa toda la nobleza permitida. En su boca se guarda el secreto de un diente ausente que no impide una sonrisa permanente. Sus ojos llevan el secreto de la vida aunque con el paso de los años, los pliegues los hacen cada día más pequeños. Delgado, corto y negro cabello, anhelando las canas que no le quitan a la vida la magia. Piel suave y delicada. La dulzura de su voz y carcajadas son la banda sonora de la película de mi vida. Espalda ancha, caderas pronunciadas, piernas torneadas y muy cortas pero capaces de cruzar el mar por los que ama. Sus manos firmes pero siempre bellas, con uñas perfectas y dedos largos, esos que cuando te toman de la mano te sientes protegido. No necesito una fotografía para describirla, porque para hablar de mi abuela basta cerrar los ojos.
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Ana Rubiela Bermúdez Guarín, un ser maravilloso al que tuve que despedir el 7 de marzo del 2015,
me quedó debiendo muchas travesuras y consejos. Mi abuela era la mujer a la que más he admirado en la vida. Un infarto sorpresivo y fulminante la arrebato de mi camino sin pedir permiso. Pasan los meses, los días y a cada instante su recuerdo sigue presente. Ella era la única que podía combinar a la perfección todos los opuestos en 69 kilogramos. Madre de cuatro hijos, uno de los cuales perdió hace muchos años por causas del destino y un sistema de salud negligente. Recobró el brillo en la mirada en cada parto que le daba un nieto a quien consentir, fueron seis en total, tres parejas que disfrutar. Nacida en 1950, en el seno de una familia humilde, obtuvo su nombre del recuerdo. Una de sus hermanas mayores murió, y aunque su madre nunca le habló mucho al respecto ella era feliz al honrar su memoria. Creció entre campos y frutas. Aguerrida desde
pequeña y consagrada al servicio. Aunque no era la mayor, siempre fue la más amada por sus cinco hermanos, quienes aún la recuerdan con lágrimas en los ojos al sentir su ausencia. Ella, fue siempre decidida pero abnegada. Se enamoró profundamente, se casó y formó el hogar de sus sueños, pero en el camino, los juegos de azar, el licor y la desventura le fueron arrebatando la inocencia propia de una adolescente en los años 70. Una sumatoria de disgustos, peleas y años grises dieron por resultado su viudez con tan solo 31 años. Madre soltera, en una época tradicionalista, con tres hijos pequeños, una enorme obligación y cero educación. La vida daba golpe, tras golpe y ella solo sabía sonreír. Trabajó en casas de familia y su carisma la llevó a ganarse un lugar privilegiado en el corazón de todos aquellos a quienes sirvió. Era fuerte como
un roble, no solo para soportar las largas jornadas de trabajo sino para enfrentar la realidad: una pieza pequeña, una cama para cuatro y cuatro cajas como armario, sin lujos, sin más soporte que el de su sonrisa y el rosario que la acompañó toda la vida. Nunca se dejó vencer por los obstáculos, le dio educación a sus hijos y jamás faltó la comida en la mesa, les enseñó a orar para estar siempre limpios de corazón y aseados en su presentación. Soñó muchas veces con ser enfermera, y aunque tenía la fiel vocación, el recurso y el tiempo nunca alcanzó. Sin embargo eso no le importó, entregaba su vida a sus amigos, a su familia, practicaba fielmente las obras de misericordia. Los aplausos y las condecoraciones se quedarían cortas para su misión de servicio y misericordia, pero ella jamás exigió nada. Era feliz al ver a alguien con zapatos “nuevos”, al escuchar el saboreo de la gente que probaba su exquisita sazón. Se enamoraba con detalles aparentemente mínimos, pero reales, un abrazo, un beso sincero, un gracias, un te amo, un nunca me faltes. La conozco tan bien porque tuve el placer de disfrutar su vida durante 22 años de la mía. No habían monstruos suficientes en
el mundo para arrebatar la paz y tranquilidad que se sentía al dormir en su rincón. Soy la nieta mayor, el ensayo y error. Conmigo aprendió que luego de amar a tres se puede amar como la primera vez y aunque jamás tuvo “favoritos” nuestro vínculo es innegable. A pesar de su muerte ella sigue vigente en cada paso que doy, en cada gesto o cada plato de comida, porque dicen los que la conocieron que heredé su misma sazón. Mi abuela fue, es y será eternamente mi soporte y la mujer a la que más admiro. Tenía la habilidad de cuidar de seis niños pequeños, una anciana y tres hijos cargados de dramas, sin chistar. Nunca supo negarse a un favor, ella siempre podía, sin importar que significara caminar en tacones hasta la luna, no era inocencia o ingenuidad, era fe. Mi abuela podía ver el alma de las personas y meterse allí para aliviarla y calmarla mientras la llenaba de fe y esperanza. Cantaba a cada instante, a sus nietos, a sus flores, a su Dios; bailaba al compás de un son cada día mientras hacía la comida, arreglaba una porcelana, tejía una carpeta o ayudaba a la vecina. Ella podía regañar a un coronel, aconsejar a un sacerdote y terminar el día jugando con un bebé. Conocía los mil usos posibles de la sábila y el poder sanatorio de las plantas, se encomendaba cada noche a la virgencita y le pedía por todos sin importar cuánto daño le pudieran haber hecho. Recuerdo que se enfermaba muy poco, creo que la alegría era su mejor antibiótico. Pocas veces cayó en cama, en esos instantes, solo allí, descubría que era vulnerable. Se quedaba en cama, bajo las cobijas y justo ahí renegaba,
porque odiaba la quietud, ella nació para correr, para ir y venir de aquí para allá cada día, luego se arrepentía y entre padrenuestros suplicaba al Dios del cielo que nunca la dejará reducida a una cama, que el día que la necesitara se la llevara sin previo aviso y sin mucho sufrimiento. Ahora entiendo que mi abuela tenía mucho de ángel, era tan buena con todo el mundo que hasta el mismo Dios obedeció a sus palabras, porque ese 7 de marzo de 2015 solo cuatro horas después de regañarme por teléfono porque no había llegado a tiempo a la hora del almuerzo y de repetirme que me amaba, un infarto le arrebataba la vida. Pasaron cuatro horas entre el último TE AMO y su último suspiro. No hubo largos periodos en la cama, ni noches en vela anhelando partir. El único dolor fue el de los procedimientos médicos de reanimación y el de nuestro corazones que se iban desmoronando con cada sonido tétrico del monitor del ritmo cardiaco. Mi abuela fue un ángel en vida y ahora, después de su partida, estoy convencida que sigue siendo nuestro ángel de la guarda. Su eterna sonrisa, sus sabios consejos, la pureza de su alma y corazón, sus locuras y amor por la vida son el motor para creer que vale la pena vivir aunque sus abrazos sean solo un recuerdo. Ella medía 1.50, pesaba 69 kilogramos y en tan solo 64 años iluminó la vida de muchas personas que no la olvidan. Con todo mi amor, para el ser que más he amado en la vida, la que adoraba oírme leer y quién creyó siempre en el poder sanador de mis letras. TE AMO ABUELA.
Yveen Morales Comunicadora Social Periodista
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La aldea, los viñedos & yo
Tenía dos años, era otoño, el mosto todavía dulce, hervía en los toneles de madera de roble de Sajonia y estaba pronto a transformarse en vino. Eludí el cuidado de mis padres, me adentré en la cava, subí una escalera de ocho peldaños hasta encontrarme a la altura de la embocadura de un tonel y, con un improvisado pitillo de caña, tomé el producto dulce de la vid hasta el punto de caerme ebrio. Toda mi infancia la viví entre viñedos y más viñedos en un espectáculo colorido entrelazado por frutales, trigales, pastales y maizales con sus gamas indescriptibles de tonalidades tan cambiantes como cada tres meses rotan las estaciones. 18
Por la noche, después de una jornada pesada dedicada a la cosecha de las uvas que ocupaba a todos los adultos, los niños nos divertíamos pisándola con nuestros pies descalzos, por cierto, no siempre limpios. Los adultos la pisaban como un trabajo más, después de un día de faena extenuante. Cuando los trabajadores eran contratados, algunos de ellos mostraban con orgullo el tamaño grande de sus pies, pues por eso recibirían un pago más alto por su mayor eficiencia en el pisar. Todo era muy familiar, todo era tan extraordinariamente vivido que, aunque esa secular tradición de pisar la uva con los pies ya no se da por el avance de la técnica, siempre la tengo en mis recuerdos de la infancia.
Frente a ese mar espectacular de viñedos que la vista no logra alcanzar con una sola mirada me pareció tan normal que la UNESCO declarara en 2014 esa región como Patrimonio Paisajístico y Cultural de la Humanidad, primer reconocimiento de ese género a una zona tradicionalmente vino-vitícola, así como se le había atribuido el mismo reconocimiento, algunos años antes, a la región cafetera quindiana. La maestra que tuve en primero de primaria y que me acompañaría hasta quinto era una figura muy seria, amada, aceptada, respetada y estimada en el pueblito. Habiendo educado múltiples generaciones de alumnos, a su muerte, el pueblito le puso su nombre a una de sus calles.
La población del pueblo era al ciento por ciento católica. El cura, un señor de sotana negra que, en una pequeña motocicleta con pedales, que al usarlos aumentaban la potencia de la moto en las subidas, recorría totas las fincas que se encontraban en el territorio que le correspondía a su jurisdicción. Lo era todo en el pueblo. Líder indiscutido. Un día llamó a 15 agricultores entre los cuales se encontraba mi padre y les hizo el siguiente discurso: “Ustedes trabajan de sol a sol, todo el año. En otoño tienen la cosecha de la uva, la venden y el precio lo dictan los intermediarios. Si elaboran el vino deben venderlo y el precio lo imponen los intermediarios. Ustedes trabajan por los intermediarios y si no venden la uva al precio que ellos imponen, se quedan con su producto y esto se daña. Si producen vino y no lo venden al precio que ellos imponen, luego no tienen dónde almacenar el vino el año siguiente. Siempre tendrán la de perder y nunca saldrán de la pobreza. Les voy hacer una propuesta. Negociamos, entre todos, un gran préstamo con un banco. Hipotecamos para eso nuestras fincas y luego organicémonos en cooperativa vinícola y así seremos nosotros los que pongan los precios a los productos”. Dicho y hecho, confiando en aquel cura, todos firmaron la hipoteca. Llega mi padre a la casa, reúne a todos, y exclama como para quitarse el peso que tenía encima: “He firmado”. “¿Qué?” Pregunta mi madre. “La hipoteca a nuestra finca para crear una cooperativa”. Mi madre, una persona muy enérgica, no supo contenerse. “¡Es una locura! ¡Ya me veo en la
calle con mis hijos pidiendo trabajo o tal vez limosna!”. Al que mi padre intervino: “Perdóname. No fui capaz de decirle no al cura, así como todos los otros que había convocado conmigo”. Con un cura como asesor, con un enólogo recién graduado y un presidente ad honorem que había cursado únicamente quinto de primaria como alumno de aquella maestra que fue también la mía, comenzó la aventura más grande que se pueda contar acerca de una cooperativa. Un presidente sin estudios viajando al exterior, primero en Europa, luego a Estados Unidos, luego a Japón, un enólogo recién salido de una universidad y un cura experto en filosofía y teología más no en negocios, pero rico en humanidad, lograron crear la mejor empresa productora de vinos para la exportación de la región. Cuando visito esa empresa donde está la foto de mi padre, orgulloso fundador, y miro alrededor la planta totalmente robotizada, no puedo borrar de mi memoria la historia, que ahora se cuenta a los niños de primaria de mi misma escuela, de aquel cura visionario que se atrevió a pedir a quince campesinos que hipotecaran sus fincas y que ellos aceptaran el reto con la fe del carbonero. A menudo en clase la maestra preguntaba a cada uno que quisiera hacer en la vida cuando adulto. Yo que vivía sentado todo el día en una bicicleta tenía siempre la misma respuesta: “Un ciclista” y luego pensando en ese cura que era el alma social del pueblito añadía: “O tal vez un cura”. Y sucedió que el mundo del
ciclismo perdió a un campeón y la Iglesia adquirió un cura. Y llegaron mis viejos a hacerse más viejos y decidieron hacer testamento para que los hijos, como a menudo sucede, no pelearan para repartir la herencia. Y llegó el día en que frente al notario pude decir: “Yo soy cura, vivo de Dios, no necesito herencia, dejo todo lo mío a mis hermanos, bórreme como heredero” y me sentí libre de no poseer ni siquiera una cepa de aquellos ubérrimos viñedos ahora patrimonio de la humanidad. El estudio de la filosofía, de la teología y de otras ías creó en mí el espíritu de hombre-mundo, libre, libre también de rechazar carreras lucrativas o de alto reconocimiento humano o eclesiástico. Sin embargo, un día, no pude decir no a quien formalmente me invitaba a cruzar el océano para desembarcar en Colombia absolutamente inconsciente de que me recibirían, en una fría mañana capitalina, en el barrio Chapinero, con un desayuno de changua salpicada con abundante cilantro cuyo olor todavía no he aprendido a soportar. Pasó una cantidad de años y sigo siendo un soñador aterrizado como aquel cura del pueblito que encontré en mi infancia entre los viñedos de la aldea.
Agostino Abate Pbro Párroco y docente de la Universidad del Quindío
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METÁFORAS LIBERTAD VICIO
Bajo la penumbra de tus velas me refugie, Mientras la brisa contoneaba tu baile Navegue por las ramas del velero. Me impulsas, Eres agua que recorro y me recorre, Anclado al fondo estoy, Lleno de ti, de tu jazmín Embarca en mí, Libérame.
Tu ronroneo me calma, me agiliza tu roce. Un juego de dos. Envíciame, caza mis ansias de ti.
CONVICCIÓN Amor, Tan sutil y ligero como la planta del pie en recién nacido. Cruel como el silencio que agobia la soledad, Tan grande como el bolsillo roto del pantalón. Invencible, Como sentir decaer sin poder tocar los pies, Casi irreconocible, por el audaz poder dominante. No siempre bueno, no siempre malo, Sencillo, como un aplauso bajo el agua. Sembrar latidos, en la tierra del deseo, Ahogar llantos en el susurro de un abrazo, No es ser incapaz, Es el amor el que se apodera del ser.
Por: Manuela Navarrete Solórzano // Fotografía: Valeria Urán Estudiante de Comunicación Social Universidad de Ibagué
Estudiante de Comunicación Social Periodismo Universidad del Quindío