Para las comunidades y pueblos indígenas y campesinos, tener “recursos naturales” en su
territorio, más que una bendición se convierte muchas veces en una maldición, porque despierta
la ambición de las empresas que empiezan a buscar cómo adueñarse de ellos por todos
los medios. Además, los pueblos y comunidades se enfrentan con que el Estado en vez de
protegerlas se vuelve cómplice del despojo, y tienen que iniciar una larga lucha para defender
sus derechos y su territorio.