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domingo 3 de marzo del 2013 → Nº N: 000 072

cartóNPiedra Un espacio suscitador para pensar en voz alta

El aparataje visual de

Hollywood →El

paisaje urbano y sus personajes en la obra de César Dávila Andrade. Visita a la tumba de Vicente Huidobro. Perfil de la vida y obra de Eduardo Kingman



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ínDIce

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La cuentística en la obra de César Dávila Andrade El escritor guayaquileño Luis Carlos Mussó nos presenta un artículo que indaga sobre la modernidad en Latinoamérica, la ciudad y sus personajes en la cuentística de César Dávila Andrade, considerado como el mayor representante del relato breve ecuatoriano.

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Eduardo Kingman En febrero se conmemoró el centenario del nacimiento del artista lojano Eduardo Kingman, uno de los grandes exponentes de la pintura expresionista ecuatoriana. Andrea Moreno Aguilar, coordinadora del Museo de la Ciudad, reflexiona sobre la vida y obra del pintor.

La industria cinematográfica de Holywood ¿Qué contenidos audiovisuales y políticos produce la industria cinematográfica de Estados Unidos? ¿Qué películas y bajo qué criterios se premia en los “aclamados” Oscar? ¿Existe una geopolítica de la mirada, en tanto el cine de Hollywood construye imaginarios sobre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo? Estas son varias de las preguntas que se generan en el debate central con dos textos que nos proponen los cineastas Alex Schlenker y Pablo Fiallos.

10 El alero de las palomas sucias “Cómo inaugurar un bosque con una flor; así, con la tumba de una niña de cinco años se inauguró el cementerio del Pére-Lachaise”, apunta Huilo Ruales, quien en esta ocasión recorre los cementerios de París.

Ventana Cincuenta poemas inéditos de Rudyard Kipling verán la luz en marzo. Muere Stéphane Hessel, autor del famoso texto “¡Indignaos!”. Perfil del reciente artista fallecido Van Cliburn, el pianista de música clásica. Reflexión sobre la película “Silver Linings Playbook”.

“El mundo-imagen es la superficie de la globalización. Es nuestro mundo compartido. Empobrecida, oscura, superficial, esta imagen-superficie es toda nuestra experiencia compartida. No compartimos el mundo del otro modo. El objetivo no es alcanzar lo que está bajo la superficie de imagen: sino ampliarla, enriquecerla, darle definición, tiempo. En este punto emerge una nueva cultura” Susan Buck-Morss

Crónica “Viaje al santuario de Huidobro” es la crónica que nuestro colaborador Paul Hermann realiza sobre su visita a uno de los lugares simbólicos más concurridos por escritores, estudiosos literarios y seguidores de la obra del reconocido poeta chileno Vicente Huidobro, quien murió el 2 de enero de 1948.

28 Agenda ¿Qué hacer durante esta semana? ¿Cómo aprovechar nuestro tiempo de ocio para disfrutar de las mejores actividades culturales que se desarrollan en el país? Aquí una guía que te ayudará a decidir qué muestras de arte visitar, a qué concierto acudir, qué proyección de cine ver.


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ediTOrial El desencuentro entre la realidad y el futuro del cine ecuatoriano

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ueron dos días de intenso debate sobre el estado del cine nacional producido días atrás en un encuentro convocado por el Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador (CNCine). Las cifras que se expusieron desde diferentes voces del medio audiovisual, más allá de posicionar el número de películas ecuatorianas estrenadas en los últimos años, revelaron un escenario al que hay que poner especial atención: según Jorge Luis Serrano, director ejecutivo del CNCine, en Ecuador existen 230 pantallas de cine, de las cuales, el 40% están adaptadas a la proyección digitalizada y el 60% restante sigue trabajando con el celuloide, un material que no en mucho tiempo dejará de ser fabricado. En el campo del cine independiente, Mariana Andrade, directora general de Ochoymedio, expresó que las salas de cine comercial vendieron 14 millones de dólares en entradas en 2010, versus los 75,000 dólares que generó Ochoymedio en el mismo año, cuya taquilla corresponde a más del 40% de los ingresos que produce el cine ecuatoriano y, a pesar de esa diferencia, aún se “Es urgente establecer un acuerdo entre todos mantiene el mismo trato quienes componen, producen política fiscal y tributario que los pública, reflexionan, disfrutan y hacen cine cines comerciales. Aunque desde diferenecuatoriano, que permita plantear la tes posiciones se planteareformulación de determinados artículos que ron los problemas del cine nacional, es necesario reaparecen en los proyectos de Ley de Cultura, conocer las limitaciones Ley de Propiedad Intelectual y Ley de jurídicas existentes en este Comunicación, acorde a la realidad del campo, que imposibilitan un desarrollo adecuado del sector. sector. Es urgente establecer un acuerdo entre todos quienes componen, producen política pública, reflexionan, disfrutan y hacen cine ecuatoriano, que plantee la reformulación de determinados artículos que aparecen en los proyectos de Ley de Cultura, Ley de Propiedad Intelectual y Ley de Comunicación, acorde a la realidad del sector. Además, se debe explorar con mayor atención, sin que esto implique una prolongación de tiempo para tomar medidas concretas, sobre la generación de nuevas salas de exhibición de cine independiente, la formación y generación de nuevos públicos, las cuotas de pantalla de producciones audiovisuales nacionales en los cines comerciales y en la televisión local, la participación en el campo de la cultura de otras instituciones (diferentes al Ministerio de Cultura) que hacen política pública y planificación, los derechos laborales de los artistas y gestores del campo cinematográficos. Es una tarea compleja, pero mientras exista claridad de lo que sucede, no es imposible.

El suplemento cartóNPiedra es una producción editorial de El Telégrafo y del Ministerio de Cultura del Ecuador.

cartóNPiedra lo hacen: Director: Orlando Pérez Coordinador: Fausto Rivera Yánez Diseño e ilustraciones: Patricio Mosquera C, Carlos Almeida, Diego Ortiz y Pedro Dalgo Fotografía: Francisco Ipanaqué Arte: Carlos Proaño Colaboran en este número: Luis Carlos Mussó Andrea Moreno Aguilar Pablo Fiallos Alex Schlenker Huilo Ruales Paul Hermann María del Pilar Cobo Walter Franco

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Correo electrónico: carton.piedra@telegrafo.com.ec


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EL PAISAJE URBANO Y SUS HABITANTES EN LA NARRATIVA

CÉSAR DÁVILA ANDRADE DE

LUIS CARLOS MUSSÓ


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a de César Dávila Andrade es una obra narrativa sólida y que se sumerge en las crisis del ser humano moderno del Ecuador, que son las de Latinoamérica. Al abordarla, deseamos atenazar con nuestras pinzas los elementos que contribuyen a evidenciar su espacio dentro de la modernidad en nuestras letras (para efectos prácticos, tomamos en cuenta la edición de Obras completas, editada por la PUCE y el Banco Central en 1984). La crisis de la que hablamos es aquella que soporta el ser urbano latinoamericano ante la urbanización de estos países, impulsada con fuerza en los años cincuenta. Hay una suerte de anonadamiento como respuesta ante el arribo de una serie de problemas que acompañan a la modernidad. Y también procesos degenerativos como la tugurización, donde el deterioro del espacio corre paralelo al deterioro de la ética. Julio Ortega ve en esta “topología de la miseria” una pérdida de lo antiguo, con su envés, que es la superioridad de lo cosmopolita. Así: La calle asume las oposiciones y desde ella se impone un espacio de socialización basado en el trabajo artesanal, el comercio, la comida, la fiesta. La calle no es un espacio vacío ni uno pasivo, es un nuevo agente social que reproduce una forma cultural en proceso(1). Profundiza Ortega con la idea de que una ciudad está constituida por el lenguaje y se coloca frente a su referente concreto: “son los modelos de percepción los que se transforman, cediendo uno su lugar a otro”. Si bien es cierto que Dávila afinca cuentos también en el área rural, para este trabajo tomaremos en cuenta dos que muestren al habitante de la urbe, a saber, “Persona, animal o cosa” y “Vinatería del Pacífico”. En sus cuentos, César Dávila Andrade se permite despegar del realismo que sustentaba la narrativa en la hornada anterior de escritores, y ver esa nueva conformación de la existencia de la que hemos hablado con una mirada también nueva, también diferente. VINATERÍA DEL PACÍFICO César Dávila Andrade confiere a algunos de sus relatos una ambientación sórdida, como la que se perfila para llevarnos de lo

concreto hacia lo simbólico: A mí se me hacía extraño y desusado la existencia de un jardín como aquel en un barrio en que las viviendas eran escasas y asfixiantes y en el que solamente a grandes trechos se encontraba un solar árido, que ardía en miasmas y vaharadas tenebrosa. (Pág. 23). El calor que hiere la ciudad está lleno de “vaharadas tenebrosas”. Por lo demás, obviamente se trata de Guayaquil (a más de esto, está la presencia de la ría, que confirma la ubicación de los hechos). Pero sucede algo de notar en cuanto a la conformación poblacional de la ciudad. Don Lauro, el dueño del negocio de vinatería, es “un serrano aindiado” que envasa y pone a la venta vino que ha sido utilizado antes en baños para gente incauta que llegaba al lugar buscando alivio de sus enfermedades. Esta manera de describirlo demuestra una peyorativa distancia; diríase que, para la voz narrativa, su procedencia tiene algo que ver con su condición de estafador. No se veía a sí mismo tal: “soy una especie de médico” le dice a Rodrigo, narrador y protagonista del cuento. Se puede sentir un ambiente propenso a la oscuridad, como si una presencia perniciosa inundara el espacio donde trabaja Rodrigo como ayudante de don Lauro. La enfermedad ronda de igual manera: todos quienes acuden a la vinatería pasadas las doce de la noche sufren de alguna enfermedad; Lolita cuando joven y el mismo don Lauro estuvieron enfermos. Una inclinación negativa de los ánimos parece ir de la mano con esta condición. El lenguaje en “Vinatería del Pacífico” no excluye lo lírico. Al contrario, saca provecho de su lenguaje poético pues tenemos imágenes muy logradas; “Don Lauro sacó un reloj y proyectó sobre él el chorro dorado de la linterna: las doce y diez”, dice Rodrigo cuando su patrón lo guía hasta el banco de la bodega donde ambos esperarán a que los pacientes lleguen. La luz de la bombilla eléctrica puede ser, en este cuento, “iracunda y blanca”. Más adelante desean quedar a oscuras para no ser descubiertos con una paciente que hallaron muerta en el tonel de vino, y al ver la linterna en manos de Rodrigo, “...el viejo me la arrebató y desesperado como si se tratara de una bujía, la hundió en el tonel. Una gran gema rosácea, y

luego la oscuridad”. Laurel, el perro de don Lauro y su esposa Lolita, que aparece al principio como una amenaza de peligro para los desconocidos, es víctima también de su dueño, advertido por Rodrigo de que puede delatar el lugar del jardín donde enterraron a la muchacha: -Hay que matar al perro-¿Por qué, hijo? -En cuanto se vea libre, escarbará en ese lugar. Así, la desvergüenza anega el espíritu de los personajes casi por contagio, y esto abona en favor de la creación de una atmósfera rancia. El estilo de la narración es fluido y el efecto, casi como el generado por la novela negra. En el sentido de la construcción de la atmósfera, aciertan quienes creen ver ele-

sigo la modernidad se proyecta en nuestras ciudades hacia nuevas estructuras y jerarquías sociales: ahí está, por ejemplo, una cada vez mayor especialización del trabajo con una gama variopinta. Es obvio que en “Persona, animal o cosa” nos encontramos transitando una ciudad de grandes dimensiones. Tenemos la descripción de la traza de las calles, sabemos que hay servicio de recolección de basura instaurado con un horario preciso. Y la de recolección de basura debe tratarse de una compañía que alberga una buena cantidad de empleados, porque se produce una huelga de los servidores del aseo público. Además, la rutina del trabajo es una de las realidades que se han desarrollado en la urbe, pues uno de los problemas del personaje

mentos surrealistas en la cuentística de César Dávila Andrade (2). Otro punto a destacar es el del mundo interior de Rodrigo. Fue rescatado de dormir en la calle por una pareja que le daba empleo, pero que no lo consideraban su igual; la mayoría de las cosas que sentía se quedaban con él y se no las participaba a nadie. Al final, huye con el dinero de la pareja porque no soportaba más; pero en el diario descubre el nombre de la chica –desaparecida según sus seres queridos- y fue hasta la dirección que señalaba el parte. De lejos, conoció al padre de la chica, a quien jamás le dijo una sola palabra, aunque lo dudó un instante. De esa forma, dejaría al hombre con su esperanza.

narrador es ocultar el hecho de que no trabaja: Quería darme a entender a mí mismo y a los demás que venía cansado de trabajar; pero no había hecho nada que no fuera engañarme todo el día con el espejismo de una faena inexistente. (Pág. 341) Por tanto, es alguien que considera tal estado (encontrarse fuera del engranaje de la máquina productiva) digno de reprobación; y alguien que, como se verá, camina con paso seguro hacia la demencia, desquiciado por su condición. Es como si en “Persona, animal o cosa” el mundo y el narrador se dieran mutuamente la espalda en un desplazamiento de intereses. Los niveles de complejidad a que llega la ciudad moderna pueden llegar a propiciar una serie de conflictos entre los componentes de la población y también son responsables de las exclusiones

PERSONA ANIMAL O COSA El crecimiento y esa soñada vía hacia el progreso que trae con-


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(al)TErna de cierta clase de individuos en esta inmensa colmena urbana que es su nueva –y vieja al mismo tiempo- residencia. La mirada posee una importancia vital en este cuento. El oficio que el narrador protagonista mantenía era el de fotógrafo callejero. Compara la casa donde vive con su aparato: “me cubro a veces la cabeza con un paño negro y me aproximo al ojo de la cerradura para contemplar las escenas que los vecinos arman y desarman en el patio”. Abundan las escenas en que se nota la mirada del tras el obturador: en aquel instante, en el rectángulo claroscuro, se dibujó la silueta del basurero”, o también más adelante; cuando su ojo registra “el hombre del pipote de la basura erguido en el recuadro de la tardecita al fondo del zaguán”. No es la única comparación; todo es, entonces, una cámara: su herramienta de trabajo, su casa, y hasta su cabeza: “Si continúan persiguiéndome, no tendré otro recurso que el de hacer añicos esta cámara oscura repleta de misteriosas pesadumbres que llevo sobre los hombros”. La invasión de imágenes es un espectáculo terrible. La penuria y la desesperanza llevaron a este personaje narrador “arriado por la miseria” a bordear los límites entre insania y razón: arroja un balde con los líquidos de revelado a la estatua del parque y destruye su cámara, pues no toleró más la invasión de miles de rostros en su aparato. Y aun así, los rostros lo seguían donde quiera que fuese. Luego, para él, las cosas se animan y toman conciencia de sí mismas. Es como si repentinamente algo que yacía en estado latente adquiere fuerza. Puede ser una forma de acercarse al mundo, un denodado intento de entenderlo; dependiendo de si se posee este reconocerse en el mundo, el tiempo puede dividirse en dos estadios. La subversión y la crítica social se hacen ver en una suerte de solidaridad nada menos que con un animal; este fogonazo de simpatía por una rata se produce en el instante en que el narrador cree escuchar al roedor que se esfuerza por salir de un pipote de basura: También las ratas tienen un corazón que como una brasa mortal se enciende hacia el infinito. Pero los dioses parpadean irónicamente sobre los roedores encerrados y sobre los hombres que gritan por su libertad. (Pág.

323) Puede equipararse ese enloquecido y desgraciado esfuerzo de la rata, aruñando las paredes internas y dando vueltas dentro del tacho de basura, con las locuras que se ve obligado a hacer un individuo encerrado en una realidad que le resulta, a todas vistas, inhóspita. Pero la rata está solamente en su mente, alimentada por un viejo gramófono que ha tocado un disco con la canción “La rata”. Los espacios son tristes y lúgubres; son los “senderos enarenados del parque”, la habitación del narrador que da al patio, la esquina que hiede a “agria basura”, lo que da cuenta de la situación marginal a la que se relega a nuestro narrador personaje. Hay un momento en que todo el peso de ese mundo cae sobre él y se deja sentir como una agresión que ya no es solamente simbólica, sino física: “Sentí un mordisco en la base del cerebro; mi cuerpo se crispó en una fulgurante contracción; salté y caí sobre el lecho”. Un poco después, casi al final de la narración, nuevamente tenemos que el narrador siente extrañamente un daño físico al percatarse de que no es una rata real, sino que había sido blanco de una ilusión: “Sentí un pinchazo de estilete en la coronilla, y estuve a punto de caer. Pero me incorporé y miré en torno”. Está, además, una cuasi identificación especular con el animal: “Las ratas son duras. La muerte reluce en sus punzantes ojos durante más tiempo que la vida”. Lo decimos porque no hay acción alguna, sino una contemplación que llega a duplicar al narrador. Hay un instante en que las cosas se mezclan con lo animado, tanto en la cabeza del narrador protagonista como en el cuento. Todas las superficies brillan al sol de igual forma: Los atributos y las formas de los objetos se mezclaban entre sí, en una suerte de frenética prostitución”. Las palabras no son gratuitas, y la consabida yunta de cosas refleja una indecorosa y ofensiva visión. No solo eso, los animales se transforman en cosas y estas en sombras, aunque haya “una tempestad de luz”. Se comprende el título de “Persona, animal o cosa”: se van trenzando estos hilos en la percepción de nuestro narrador en un mundo donde una de las pocas cosas seguras es el recorrido de los recolectores de basura. La cercanía de los

desechos nos habla de lo residual y desechable. La mirada atenta del fotógrafo callejero capta una realidad que se altera. ¿Dónde reside la alteración? ¿En el sujeto o el objeto de la mirada? PALABRAS FINALES Beatriz Sarlo ve en Argentina un fenómeno que sumerge a toda Latinoamérica; percibe una cultura de mezcla, donde: el nuevo paisaje urbano, la modernización de los medios de comunicación, el impacto de estos procesos sobre las costumbres, son el marco y el punto de resistencia respecto del cual se articulan las respuestas producidas por los intelectuales. (3) Concordando, en los cuentos propuestos hay una evidente crítica al mundo tal y como es mostrado el texto: la sociedad no se mantiene ordenada como lo quisiera una mentalidad habituada a los pueblos pequeños. No está exento de dolor “el abandono, típico de la modernidad, del pequeño mundo”, como lo llama Susana Zanetti.(4) Ni todos los individuos encajan en el relato de la modernidad, y la pobreza se propaga, inclemente. Volviendo a Sarlo, para ella la modernidad “es un escenario de pérdida, pero también de fantasías reparadoras”. Se puede adivinar el proceso de la modernidad urbana alrededor de los personajes de “Vinatería del Pacífico” y “Persona, animal o cosa”: la construcción acelerada de edificios, los movimientos migratorios internos en el país, con la consiguiente escalada de dificultades como una creciente pauperización de grandes sectores. Tenemos una condición, para los protagonistas de ambos cuentos, de vulnerabilidad e indefensión ante una agresiva actitud de un cambiante universo. Hay, asimismo y debido a ello, una coalición entre el ciudadano y la distinta realidad, que pro-

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voca también un movimiento evolutivo hacia el relajamiento de las costumbres. Los ritmos se alteran también con esta nueva concepción de la existencia. De todo esto hace acopio la narración de César Dávila Andrade, con una inapelable calidad, poblada de elementos importados de su lenguaje lírico. Esto, unido a que fácilmente el lector puede identificarse con esta mirada que, como una lente, refleja lo que sucede allá fuera en el mundo que se maneja con valores que no son los suyos. La modernidad implica una nueva manera de relatar; los modelos de percepción se modifican, y nos enfrentamos, como lectores, a esos nuevos espacios simbólicos que representan a nuevos espacios de la realidad. “Vinatería del Pacífico” y “Persona, animal o cosa” nos permiten ver por encima del hombro de un autor clave en nuestras letras para comprender los procesos de modernización en el Ecuador; para entender el puente entre dos momentos de nuestra historia como individuos y colectividad.

BIBLIOGRAFÍA Dávila Andrade, César, Obras completas (relato), Quito, PUCE-Banco Central del Ecuador, 1984. Ortega, Julio, Cultura y modernización en la Lima del 900, Lima, Centro de estudios para el desarrollo y la participación, 1986. Rodríguez Albán, Martha, Narradores ecuatorianos en la década de 1950: poéticas para la lectura de modernidades periféricas, Quito, UASB, 2007. Sarlo, Beatriz. Una ciudad periférica, Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva visión, 1988. Zanetti, Susana, “América Latina: Palabra, Literatura y Cultura” en Ana Pizarro, comp., Emancipaçao do Discurso, São Paulo, Unicamp, 1994.

NOTAS AL PIE 1. Cultura y modernización en la Lima del 900, Lima, Centro de estudios para el desarrollo y la participación, 1986, p. 101. 2. Por ejemplo, Martha Rodríguez ve en Narradores ecuatorianos en la década de 1950: poéticas para la lectura de modernidades periféricas, como elementos surrealistas –que halla también en Buñuel- los ambientes de tonalidades oscuras como presagio del horror, imágenes impactantes, las relaciones entre géneros mezcladas con violencia y culpa, una atmósfera onírica y la presencia de animales con efecto estético. 3. Una ciudad periférica, Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva visión, 1988, p. 29. 4. Susana Zanetti, “América Latina: Palabra, Literatura e Cultura” en Ana Pizarro, comp., Emancipaçao do Discurso, São Paulo, Unicamp, 1994.


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la mEMoria

Eduardo Kingman Riofrío ANDREA MORENO AGUILAR

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n Eduardo Kingman merece especial atención su franqueza, generosidad y bondad para con los demás. Fue un hombre cordial y su alma no albergó detalles maliciosos de sentimientos pequeños. Sincero y callado, a veces con explosiones de alegría que determinaban en su espíritu sencillez y espontaneidad. En varias maneras y desde varios encuentros hizo posible la entrega de su bondad, de su enseñanza y de sus mensajes a otros jóvenes pintores; ayuda que muchas veces fue de carácter material -pinceles, tubos de óleo, papel- y hasta trabajos suyos que fueron obsequiados a noveles artistas. Gustaba mucho tallar la madera desde lo artesanal. Fue su afición trabajar sillas y mesas, como también mobiliario decorativo para distintos ambientes, sin llegar a ser su trabajo de gran detalle; inclusive elaboró sus propios bastidores. Eduardo Kingman Riofrío, a lo largo de toda su vida, se autodefinió como lojano, sin embargo, nació en Zaruma en febrero de 1913. En Loja vivió con su madre y sus hermanos hasta 1918, cuando partieron para Quito. En esta ciudad estudió pintura y dibujo en la Escuela de Bellas Artes desde 1928 hasta 1930. Para 1931, Eduardo, su madre y hermanos se trasladaron a Guayaquil, donde se inició como dibujante en diario El Universo con la publicación de una tira cómica titulada “Don Pío”. Durante esos años mantuvo cierto contacto con el Grupo de Guayaquil, si bien el más asiduo fue su hermano Nicolás. En aquel ambiente bullían ideas revolucionarias, fuertes y pujantes, que fueron ganando espacio entre los jóvenes artistas y literatos. Entre los pintores de esos años se recuerda la amistad con Antonio Bellolio, Eduardo Solá Franco y Mario Kirby, y con el escultor Alfredo Palacio Moreno. De la comunión entre las ideas revolucionarias de denuncia de una realidad opresora a las clases proletarias y su sim-

Eduardo Kingman Riofrío, Nueva York, 1939. Colección Particular.

patía fraterna por el ser humano -factor firme en su vida y determinante en su personalidad-, el estar cerca de cargadores y balseros del puerto, ver su realidad diaria de trabajos intensos y bajo condiciones de explotación, como su realidad física, rasgos faciales que expresaban el descontento y la desesperanza, brazos y manos fuertes y endurecidos por las labores extremas, se constituyó en factor que definió su creencia en la representación del ser humano y la denuncia de una realidad que oprimía y destruía. Es así que en 1934 Eduardo sacó a luz cinco obras clave para el arte ecuatoriano del realismo social: “Los trabajadores de la White”, “Cacaoteros”, “El obrero muerto”, “Los balseros” y “El carbonero”. Tres de las cinco obras: “El obrero muerto”, “La balsa” y “El

carbonero” fueron presentadas en la Exposición Nacional de Bellas Artes Mariano Aguilera de 1935. Curiosamente fue su hermano Nicolás quien emprendió el largo viaje hasta la capital para presentar los óleos. “El carbonero” es hito en la plástica ecuatoriana por su tema y tratamiento plástico, por representar lo que expuso la generación de artistas y literatos de la década del 30, y porque, a pesar del primer rechazo, el artista persistió al año siguiente con su obra, logrando la aceptación y oficialización de un arte de denuncia por parte del certamen oficial como “Mariano Aguilera”, al obtener el primer lugar en pintura. Con el retorno a Quito en la década del 30 se plasmaron dos importantes obras como parte de su maduración artística: los murales de La Granja en la quin-

ta de Benjamín Carrión, y la serie de grabados en madera “Hombres del Ecuador”. Trabajos que marcaron la adopción del tema indígena en la pintura de Kingman y que tendrá lugar primordial durante los siguientes años. Para 1936, el Sindicato de Escritores y Artistas del Ecuador (SEA) realizó la primera exposición del poema mural ilustrado. Kingman participó ilustrando la mayor parte de las creaciones líricas, cuyos contenidos se inscribieron en pensamientos revolucionarios, antifascistas y socialistas. José Alfredo Llerena, en la crónica del evento, precisó sobre Kingman como creyente de “que la literatura y la pintura deben marchar del brazo, ambas al servicio de una filosofía social”. Dentro de este marco ideológico el Sindicato creó en 1938 la Revista del Sindicato de Escritores y Artistas, como órgano de comunicación, y en 1939 las exposiciones de artes plásticas a través de los Salones de Mayo. El Salón de Mayo fue un evento que convocó a todos los artistas para su participación libre de barreras de admisión, en clara oposición al tradicional “Mariano Aguilera”. Eduardo Kingman junto a Diógenes Paredes y Leonardo Tejada fueron los impulsadores de estos salones. En 1937, el Sindicato de Escritores y Artistas promocionó la publicación de veinte grabados en xilografía de Kingman, que bajo el título: “Hombres del Ecuador” imprimió la Editorial Atahualpa de Quito. La publicación estuvo acompañada por textos en verso de Alejandro Carrión, Augusto Sacotto Arias y Pedro Jorge Vera, bajo los títulos respectivos de: “Claro pintor de mediodías”, “Pintor de la angustia” y “Levantamiento del paisaje y del hombre”. Ya no solo fueron las imágenes de obreros y trabajadores en el puerto de Guayaquil, sino las de indígenas y campesinos de la Sierra que completaron el universo de representaciones de Kingman. En “Hombres del Ecuador” el tratamiento de rostros y manos es lo que permitió a Kingman acercarse a la expresión dramática que, sin llegar a expresionismos deformantes, marca una inten-


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la mEMoria cionalidad en la transmisión de los estados anímicos y emotivos de los seres humanos representados. Si bien fueron temas con referencia social por la labor en el campo o en la ciudad, Kingman también realizó una incursión en temas universales: la angustia, la soledad, la tristeza, el amor maternal, la desesperanza, la resignación. Su afianzamiento llegó en 1938 con la exposición de óleos, acuarelas y grabados, en Bogotá, la primera de numerosas exposiciones internacionales. Obra cumbre de este camino es “Los Guandos”, resaltada por la prensa y la crítica del período, y que se muestra poderosa por su composición circular, contraposición de colores ocres y tierras, grises y sombríos del cielo con los fuertes azules y rojos de los ponchos de los indígenas, y del caballo blanco que surca el lienzo. Realizó un aporte cultural con la apertura y presencia temporal -algo corta- de la Galería Caspicara (1941), situada en el Centro Histórico de Quito, y que le permitió mantener su espíritu inquieto por las artes de su tiempo sin dar mayor importancia al mercado del arte. En versión de su hermano Nicolás, la galería fue el sitio de reunión de artistas del momento que llegaban para intercambiar opiniones, concebir y generar nuevas ideas culturales y artísticas. En este espacio cultural realizó algunas exposiciones individuales y colectivas. Su preocupación artística reflejó constantemente un criterio maduro sobre su profesión. Para 1943 Kingman manifestó la necesidad de abandonar la temática indigenista, convencido de que los valores plásticos de una

obra son de extrema importancia, y fue su preocupación experimentar con colores, formas, composiciones, de la mano de temáticas de la vida cotidiana. Propuesta que se puede evidenciar en obra de la década del 50 y con la realización de dos importantes exposiciones en Guayaquil. Como miembro titular por las artes plásticas en la creación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, colaboró desde el grupo de redacción de la publicación periódica Letras del Ecuador, con imágenes de algunas de sus obras, desde óleos hasta pequeñas ilustraciones en tinta que acompañaban a los artículos de los otros colaboradores. Letras del Ecuador apoyó en la difusión de las actividades de Eduardo durante su segunda estancia en los Estados Unidos. Fue consciente de que el traer fórmulas foráneas que refrescasen los momentos aletargados del arte ecuatoriano no era más importante que la búsqueda en las propias artes ecuatorianas para encontrar una definición plástica con identidad nacional. En su artículo “Las artes plásticas en 1950”, publicado en Letras del Ecuador, Kingman reflexionó sobre la realidad del arte ecuatoriano una vez transcurridos varios años desde la fructífera década de los treinta que vio el surgimiento del Realismo Social y el Indigenismo: “Porque desde hace algunos años la plástica nacional se encuentra en el cruce de dos caminos a cual más difícil de elegir sin titubeos: mantener una modalidad absolutamente enraizada en la naturaleza y sentimiento de lo nuestro, alejada de los dogmas y escuelas que saturan

“La visita”, 1943. Óleo. 80 x 75 cm. Colección Museo de la CCE-Quito.

el arte moderno en general, y extraer del suelo nativo las enseñanzas y consecuencias para construir un arte decididamente ecuatoriano, o por el otro lado, desvincularse de cualquier localismo aprisionador, y asociarse a las corrientes universales de la plástica”. El universo de creación de Kingman abarca un cuantioso número de obras, y que inclusive hablan de la incursión en la ilustración de un proyecto educativo, como lo fue la obra “Historia del Ecuador”, editada por el Ministerio de Educación en 1962. El período de gran producción se dio en su “Posada de la Soledad”, en San Rafael, en el Valle de los Chillos. Un hogar entrañablemente querido por el artista, donde sintió verdadero esparcimiento físico y espiritual. La “Posada de la Soledad” representó el recuerdo de su tierra lojana, por la sencillez de su arquitectura, la particular colección de objetos y piezas de arte colonial, sus libros y un viejo aparato musical para escuchar su música preferida. La obra de Kingman fue valorada comercialmente y los nuevos compradores de arte -nacionales y extranjeros- se vieron motivados para adquirirla durante la bonanza económica de los años 70 y 80. Este fenómeno representó la característica de una sociedad comercial en cuanto se refiere a coleccionar obras del maestro. Fue notorio el coleccionismo de parte de instituciones de gobierno, banca, y de particulares nacionales e internacionales. Eduardo produjo mayor cantidad de cuadros frente a un mercado demandante, sin dejar de ser consciente de su rol como artista en la sociedad y de su ideología sobre el arte y el ser humano. El escritor y pintor cuencano Patricio Cueva, amigo íntimo de Eduardo, manifestó: “Eduardo Kingman siempre fue el mismo artista del primero al último cuadro”. Kingman se mantuvo en su manera de ser sin sucumbir ni claudicar ante otros estilos que le resultaban postizos y ajenos. Recibió a lo largo de su vida el reconocimiento de su práctica y el desarrollo de su creación artística, a través de homenajes y condecoraciones por parte de instituciones culturales nacionales e internacionales. 1986 fue un año muy im-

“El carbonero”, 1934. Óleo. 120 x 100 cm. Colección particular. Foto de Christoph Hirtz.

portante para el maestro Kingman, cuando recibió una de las mayores condecoraciones a nivel nacional, el Premio Eugenio Espejo a las Artes Plásticas. Con unas palabras cortas, pero a la vez sinceras, expresó: “Nada me ayuda a explicar mi labor, a no ser el hecho de haber vivido mucho. O, acaso, el que esa larga vida se haya visto impulsada por una intensa pasión por encontrar un lenguaje adecuado para expresar el sentir de un pueblo, el pueblo de mi patria, al que amo y el que me ha mostrado el camino para que una obra de arte pueda ser digna de representarlo sin mentiras ni disfraces. Con esa noble materia he moldeado mi obra cuyas cualidades -si las tiene- no soy el indicado a juzgarlas, pero quedará como un honesto testimonio de una manera de sentir a través del arte…”. Gustaba mucho del café y del cigarrillo, y al compás de un tango de la “vieja guardia” compartió la creación de sus obras. Una enfermedad degenerativa le condujo al deceso por leucemia. En noviembre de 1997 se apagó su vida totalmente dedicada con entrega y pasión al arte. La referencia bibliográfica de este texto corresponde al libro “Eduardo Kingman Riofrío”, de Andrea Moreno Aguilar, publicado por el Ministerio de Cultura.


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espECial

El alero de las palomas sucias

Vida y muerte en los cementerios de París HUILO RUALES

I Los cementerios de París están colmados de muertos antiguos, cada vez más antiguos. Desde luego, esto no significa que en el reino de la pasarela la muerte haya pasado de moda, pero es admirable cómo se las arreglan los cementerios para que su viejísima paz no sea violada por las estruendosas marcas de los frescos sepelios. Son tan antiguos sus difuntos que nadie los llora puesto que también los deudos han perecido, de tal manera que además de muertos han terminado huérfanos. El pretérito es tan consistente que el tiempo se ha convertido en piedra y la memoria en olvido. Por eso, en estos grandiosos cementerios se respira a eternidad y la desolación de sus tumbas está menos cerca del dolor, que del recogimiento, la soledad y la poesía. Cientos de hectáreas de callejuelas pobladas de panteones, mausoleos, tumbas y árboles pródigos en sombra. Y cuervos descendientes de los cuervos de Egar Allan Poe picoteando el musgo de las cruces oxidadas. Y gatos vagabundos que viven a sus anchas sus siete vidas, como en el mundo de H. P. Lovecraff. Y pensar que, como en todas partes, los cementerios de París también fueron inaugurados con una sola tumba. Y pensar que, al instante, como cuando el viento esparce la semilla en tierra pródiga, creció el camposanto y se multiplicó

en varios cementerios por las orillas de la ciudad luz. Muy pronto se destacó el cementerio de los Santos Inocentes, que creció como un incendio hasta convertirse más bien en Moridero. Hace unos dos siglos se lo borró del mapa parisino, por falta de higiene y exceso de vergüenza ante su patetismo incluso macabro. De ese cementerio han quedado las legendarias Catacumbas, un tejido de túneles y socavones donde reciben la visita torrencial de turistas los cientos de miles de osamentas y calaveras del tiempo de las guerras y las pestes. Con los siglos de los siglos, los grandes cementerios parisinos ya no están fuera de la ciudad, donde se guardaba la muerte para que no se confundiera con la vida. Hoy, forman parte de ella hasta tal punto que en tres pasos, se puede emerger del marasmo del metro y extraviarse voluntariamente entre las tumbas milenarias. Nada mejor para la salud del espíritu, se dicen los parisinos, y allí se los ve, besuqueándose, caminando entre susurros o, solitarios, llenando sus pulmones de aire antiguo y leyendo epitafios borrosos, palabras de piedra enmudecidas, como pronunciadas en el fondo de las aguas. II Cómo inaugurar un bosque con una flor, así, con la tumba de una niña de cinco años se

inauguró el cementerio del Pére-Lachaise. Los parisinos protestaron, pero no por ello que más bien era simbólico, sino porque el nuevo cementerio resultaba tan distante como si sus difuntos, además de convertirse en polvo, fueran condenados al destierro. Como si la muerte no formara parte medular de la vida. Como si morirse fuera una enfermedad contagiosa. En esos tiempos las revueltas daban sentido a la existencia, así es que los parisinos por poco se levantan en unánime huelga, no de hambre sino de muerte: si no acercan a la ciudad el cementerio, no moriremos aunque nos lleven a la mazmorra/ no moriremos aunque nos maten. Ante ello, los napoleónicos creadores del camposanto tuvieron una idea genial: trasladar de otros cementerios un buen número de muertos célebres, por ejemplo, Molière, La Fontaine, los despojos míticos de la trágica pareja, Héloïse y Abélard. De tal manera que en un abrir y cerrar de ojos se legitimó de manera contundente al distante cementerio y, de paso, la niña-flor se sintió rodeada de abuelas y abuelos insignes. Con ese atractivo, la gente se sintió satisfecha e incluso se dedicó a morir tranquila, a sabiendas de que al menos en la tumba gozaría de un privilegiado vecindario. Dos siglos después, el tiempo y las aguas, no siempre cristalinas, permitieron que la ciudad se desplazara como si se

atrasara a alguna cita, hasta abrazar el cementerio. Actualmente, basta con cruzar la calle para mudarse del furor del metro a su paz absoluta. Más de cuarenta hectáreas de callejuelas y árboles habitados de panteones, mausoleos y tumbas, que parecen los resquicios yertos de una ciudad sumergida. El atractivo que lo ha convertido en uno de los cementerios más prestigiosos del mundo es albergar todo un firmamento de estrellas apagadas, de las cuales hay una constelación que aún destellan y titilan. La tumba de Jim Morrison, por ejemplo, en la que han debido cambiar de lápida cinco veces porque sus devotos dejan una flor o un verso o un bareto, a cambio de un trozo de lápida. La de Oscar Wilde, cubierta de besos de sus fans, aunque la efigie egipcia cuyas espaldas simulan sostener la tumba ha sido emasculada con homofóbica saña. La de Marcel Proust, una plancha de mármol negro y un jarrón de flores frescas, que es un ejemplo de sobriedad, desolación y paz. La de Molière, que tiene una lápida de piedra que las zarpas del tiempo la han vuelto piedra cósmica, eterna, más que la misma muerte. En ella, sin embargo, destella un epitafio fresco, igual que sus morisquetas tragicómicas: «Aquí yace Moliére, el rey de los actores. En este momento hace de muerto, y de verdad que lo hace muy bien».


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De c贸mo bailar en

y no morir en el intento ALEX SCHLENKER


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temACentral Si conocen historia, no es por haber leído, sino de haberla visto en el cine americano, con grandes escenarios y música grandiosa, en el sutil estilo de los americanos… Piero, Los americanos

distancia el uno del otro, en el centro de la polvorienta calle de Phoenix, Santa Fe o Laredo. Ambos en actitud de duelo armado llevan los brazos ligeramente arcados insinuando la inminente acción de desenfundar.

Hace algunos años inicié desde plataforma SUR -un espacio de experimentación visual y de lo literario que actualmente coordino- una serie de ejercicios visuales y teóricos en torno a la noción de lo masculino. En el marco de este proyecto ha habido alrededor de una docena de encuentros en los que un grupo de hombres –usualmente entre 5 y 10, y siempre distintos-, empuñando aguja e hilo, cosemos mientras nos preguntamos sobre ese escurridizo tropo de las masculinidades. Así, el acto de coser (literalmente) es al mismo tiempo metáfora de una acción más profunda en la que los diálogos que surgen permiten “descoser” las costuras que unen el andamio de esa acción denominada ser hombre. En una de las reuniones más recientes, y en la antesala de la entrega de los premios oscar surgió rápidamente el tema del cine de Hollywood como estrategia para moldear las subjetividades [masculinas]. En un instante volví a mi infancia en Vienna, Austria y a mis incontables duelos de revolver que, siguiendo las enseñanzas del maestro John Wayne, mantuve durante horas con mi propia imagen enmarcada por un espejo de cuerpo entero que mi madre exhibía en la puerta de su armario; de algún modo me “hice hombre” disparándole a mi propia imagen. Mientras me pinchaba con la aguja para recordar que en algún rincón de este caos tengo un cuerpo, recordé la estampa masculina de John Wayne, el más famosos actor en personificar docenas de films como cowboy y otras tantas docenas como patriótico soldado norteamericano, modelo occidental de lo masculino por excelencia. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, recordé cientos, miles, de escenas con John que moldearon esa compleja y problemática “masculinidad de película” que tanto mal le ha hecho al mundo. Terminado aquel encuentro me senté a sistematizar los recuerdos y las reflexiones de esa jornada. Incluyo aquí algunos de esos

Una noche soñé que le apuntaba a John Wayne con un 38 “Smith & Wesson del especial”. En el sueño el desgraciado no tenía miedo. Al contrario, se reía dejándome en claro los principios de la verdad instrumental repitiendo la frase de uno de sus primeros western: “un hombre debe hacer lo que cree que es correcto" [“A man ought to do what he thinks is right”]; esa noche desperté sin atreverme a dispararle. Me sentía culpable por haber pensado en “matar al padre”. Dos décadas más tarde un ex presidente norteamericano parecía haber soñado por igual con Wayne; en un extraño momento de la historia mundial trazó una línea divisoria entre “ladrones y policías” con una frase que parecía extraída de un western: “los que no están con nosotros, están contra nosotros”; el resto ya es historia [conocida]. Una vez que la línea hubiera sido rasgada sobre el suelo con la punta de un fusil (presumiblemente con la bayoneta ajustada) los bandos quedarían definidos de manera [casi] irreversible. No hay peligro de perderse: los buenos siempre son buenos y los malos siempre son malos. A esta dicotomía maniqueista se añade sutilmente una suerte de destino que obligaría a los primeros a seguir el llamado para eliminar a los segundos. Así, las verdades blancas, destinadas a ser las que sobrevivan la limpieza de lo maligno, preexisten como universal abstracto. En este ejercicio la caligrafía de Hollywood es implacable; en todas sus películas los bandos son clara y estéticamente diferenciados. Para muestra un botón: Argo, la ganadora del último oscar enfrenta a un apuesto y varonil Ben Affleck con dictadores y soldados iraníes poco agraciados, yo diría que la puesta en escena apunta a sujetos feos que no se han bañado en días. La identificación visual es apenas la puerta de entrada para la identificación emotiva; Affleck personifica desde su belleza los valores patrióticos de una na-

apuntes… Desde que en la década de 1990 Francia usara varios de los premios del festival de Cine de Cannes para apaciguar la ira China, desatada por las pruebas nucleares que las Fuerzas Armadas francesas realizaban en el atolón del Mururoa, me he vuelto asiduo espectador de las entregas de premios. Me apasiona unirme a todos esos críticos, teóricos y comunicadores que intuyen que detrás de cada estatuilla hay algo más: un mensaje, una advertencia, una proclama. La forma en que la academia de cinematografía de los eeuu reparte anualmente los premios se articula en torno a un modelo que jerarquiza las emociones humanas, complejos entramados de respuestas químicas y neurológicas frente a un estímulo externo, como estrategia inconciente para moldear las subjetividades de su población y del mundo entero. Así, la triada emotiva instala a la épica [nacional] como la madre de todas las emociones, la soledad del guerrero inconforme como la hija

emotiva y la comedia romántica [melodramática] como la santa espiritualidad de la emotividad. Uno de los aspectos centrales para tales estrategias emotivas es la relación realidad-representación que desde Hollywood se sugiere al ámbito global. La milenaria discusión sobre la dialéctica objetiva-subjetiva de la realidad que habitamos es zanjada de manera eficaz por las retóricas del cine industrial(izado): la realidad no preexiste a la conciencia humana, sino que puede y debe ser construida a través de relatos elaborados con fines geopolíticos para establecer una clara e inapelable cartografía global de buenos y malos, muy malos [y por ende feos!]. El primer recurso para asegurar tal delimitación axiológica pasa por la economía política de las emociones. Apuntes para un western incorrecto (nota personal # 31) ESC. 67 CALLE, EXT. DÍA John y Jim parados frente a frente, a unos veinte metros de


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temACentral ción que, por antonomasia, está poblada por la belleza: sus héroes son bellos, sus valores son bellos, su historia es –finalmente- bella. El otro –en este caso Irán- no tuvo los favores divinos. Su fealdad se agrava con la ira que lo inunda tras la adjudicación de un premio que legitima una sola versión de aquel episodio de la historia. Apuntes para un western incorrecto (nota personal # 32) ESC. 67 CALLE, EXT. DÍA (cont.) El rostro tenso de John. El rostro tenso de Jim. John mueve los dedos de ambas manos y da un paso hacia delante.

“... la caligrafía de Hollywood es implacable; en todas sus películas los bandos son clara y estéticamente diferenciados” Jim ajusta su sombrero y da un paso adelante. En el cine épico –aquel relato apologético de la gesta de humildes héroes que sacrificaron su vida por defender los valores de la civilización occidental: progreso, razón, democracia, libertad de empresa, etc.- tal emoción se materializa en lo que Piero cantaba como “los grandes escenarios y la música grandiosa”. Es en la grandilocuencia del efecto visual en donde la pregunta por el sentido se disuelve con el estruendo y el humo de las bombas. Si Spielberg recreó el Día D, no fue para salvar a ningún soldado, ni mucho menos para preguntarse por el sentido de la guerra como catalizadora de la modificación del mapa de la geopolítica mundial (si bien los eeuu entraban a la IIa Guerra Mundial en condición de “colados”, saldrían de la misma como la nueva potencia mundial), sino para reafirmar en el espectador un condicionamiento operante que deja en claro el innombrable sacrificio humano

necesario para defender “el bien”. La aceptación colectiva es ya un mero trámite. El cine de Hollywood no es bobo, sino perverso. Cada fotograma obedece a intereses específicos de una ideología en la que no hay puntada sin dedal. Los modos en los que determinadas narrativas bélicas se reciclan hablan de un fin último que apunta a posicionar una nación por encima de todas las demás. Uno de los recursos para tal propósito es juntar a todos los países del margen, aquellos que en la vida real habitan en el borde del mapa, y reinventarlos como países aparentemente ficticios, bautizados con graciosos nombres como Tecala, Azmenistan, Bandar, Birani, Banania, San Carlos, San Martin o San Marino (la lista de países ficticios disponible en la web asciende a varios cientos de nombres). Tales denominaciones intentan sugerir que, en el plano de la representación, toda intervención a un lugar imaginario es apenas un supuesto no consentido. En el plano real parece replicarse tal ficción en la que el cine se vuelve el mensajero de una severa advertencia a ese otro, país no-civilizado que corre el riesgo de ser invadido. Es como si asistiéramos a una película de ficción en la que el ganador del más importante de todos los oscar fuera anunciado no desde el Teatro Chino de Los Ángeles, sino desde uno de los salones de alguna casa blanca y por alguna primera dama. ¡Dios nos libre de tanta ficción hiperrealista! En las semanas posteriores al 11 de septiembre, la gran mayoría de canales de tv en los eeuu reprogramaban películas de guerra. El viaje a Afganistán era acompañado del ánimo propicio, como cuando pude ver Speed (Keanu Reeves maneja a toda velocidad un bus que lleva una bomba) en un bus que viajaba a cien por hora por las curvas de la vía a Santo Domingo. Todo es cuestión de actitud. Para todo lo demás hay una copia pirata por un dólar, seis por cinco dólares. Central para el relato épico es el creciente hiperrealismo capaz de graficar de manera precisa las crueldades de la guerra, dejando intactas las perversas estrategias retóricas del poder. Así se vuelve importante lo que sucede (cómo se ve y se escucha) y no porqué sucede. Y es que para Hollywood (patriarca de la industria cultural) es fundamen-

tal que la frontera entre realidad y ficción se disuelva; esto no con el fin de permitir una relación poética con el mundo, sino para controlar de manera intencionada la percepción de una audiencia que ya se ha vuelto global. Si la “realidad” se construye/inventa, entonces aquello que los demás llamamos realidad ya no es importante para la producción; mientras importantes movimientos no-hollywoodianos como el Neorrealismo italiano, el cinema verité o el Nuevo cine latinoamericano, entre muchos otros, le apostaban a una puesta en escena en medio de la misma realidad (entornos no intervenidos! solía ser la consigna más general), la máquina-hollywood le apostaba a las realidades “inexistentes” de sus estudios. Y es que algo que parece una mera estrategia de producción remite a la comprensión que del mundo hace la primera potencia. A lo largo de casi 120 años de cinematografía mundial la brecha entre realidad y representación se ha ido cerrando de manera asintótica. Así, los cuadros “saltados” de películas como El viaje a la luna de Georges Melies o Frankenstein de Thomas Alva Edison, rodadas con cámara de manivela (el extraño caminado de los actores de esta época inicial desafiaba el código realista que se le imputaba a la imagen), daban paso a secuencias filmadas en cámaras con precisos motores aportados por la industria relojera. La sensación realista, aunque aún silente, se había intensificado a través de la fluidez cinética. El deseo de “representar” la realidad de la manera más fiel se apuntaló en avances tecnológicos como el sonido (mono primero, estéreo y Dolby surround después), el color y la dimensión de las salas y respectivamente de sus pantallas. Las películas romperían en su momento la bi-dimensionalidad exigiendo al espectador el uso de lentes 3D. La desgastada delgada línea insuflada por Hollywood se rompería finalmente con la acción de James E. Holmes quien, con el cabello teñido de rojo y vestido como el Guasón, disolvería a balazo limpio ficción y realidad durante del estreno de The Dark Knight Rises (el último episodio de la saga de Batman) sobre la audiencia en la sala de un cine de la ciudad de Aurora, Colorado. Y es que, tal como lo dijo John Wayne en Stagecoach, un western diri-

gido por John Ford en 1939,: “un hombre debe hacer lo que un hombre debe hacer” (“A man's got to do what a man's got to do” ). En el cine prefabricado (parto de las ideas de D. Hubermann y J. L. Brea según las cuales el sentido de lo visto se desprende de la recepción subjetiva de cada espectador), en donde el mensaje habita en el texto y no en el subtexto; el espectador no necesita hacer esfuerzo alguno para ordenar lo que siente y, por ende, lo que piensa. Al más clásico estilo pavloviano, la máquina-hollywood advierte qué es lo que se debe sentir. Apuntes para un western incorrecto (nota personal # 33) ESC. 67 CALLE, EXT. DÍA (cont.) El rostro tenso de John. John escupe una mezcla de saliva y tabaco de mascar. En la cintura de John un porta-revólver. El arma ha sido reemplazada por una zapatilla celeste de taco alto. El rostro tenso de Jim. Jim juega con un palillo entre sus dientes. En la cintura de Jim un porta-revólver. El arma ha sido reemplazada por una zapatilla rosada de taco alto. La otra punta de lanza para administrar las emociones de la audiencia es la llamada soledad del guerrero inconforme desde la que operan un montón de argumentos de la dramaturgia más predecible y repetitiva. Se trata de un sujeto que, a diferencia del espectador común, desafía al sistema pues no tiene nada que perder. En muchos casos se trata de policías, detectives, agentes o comandos especiales retirados de la acción y que tuvieron su momento de gloria en el pasado, pero ahora habitan de manera discreta el tedioso olvido, interrumpido tan solo por una visita inesperada en la que alguien del gobierno les pide “un último trabajo” [“one last job”] porque el país “te necesita”. La receta, repetida por Hollywood hasta la enésima potencia, es muy simple - a los dos minutos de iniciada la película ya sabemos el final. Así el enviado del gobierno pide el favor al héroe de la soledad del guerrero inconforme quien dice que “no, mis días como agente/polícia/soldado/domador de narcos han terminado”. El héroe simula entonces que sigue con su nueva ocupación: armar avio-


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temACentral nes, podar plantas, pegar fotos en el álbum o beber whiskey. En ese momento el agente hace una pausa y pide a los demás hombres de terno negro y gafas oscuras que salgan. Surge así un momento de intimidad masculina en el que dos hombres duros negocian el futuro del mundo. Una vez que el discurso de la causa nacional ha fracasado, el enviado del gobierno se juega entonces su última carta la cual consiste en detonar en el héroe una motivación personal. De esta forma el héroe se entera que el malo de la película ha secuestrado a la bella rubia que solía ser su amante, pero a la cual no ha visto en años. En otra variante el malo ha secuestrado al hijo del héroe o el malo es incluso un enemigo personal del héroe y hay una cuestión de honor que los dos machos –el bueno y el malo- deben zanjar de una vez por todas. Cualquiera sea la constelación de los hechos, el héroe termina aceptando y cumpliendo la misión. Las razones personales incluyen finalmente, aunque no siempre de manera deseada, aquello que el Estado-nación quiere. Todos hemos vista este plot y sabemos que el héroe, al final de la película, aunque esté a punto de morir a manos de su enemigo, le gana al malo en el último instante en una contienda apretada (el equivalente de un marcador de 15 a 14). La triada emotiva finalmente se cierra con la comedia romántica de tono melodramático en la que dos dulces y encantadores –aunque bastante torpes- sujetos americanos de raza blanca (ellos la llaman caucásica) son, sin darse cuenta, “el uno para el otro”. Me permito precisar que se tratará en el 99% de los casos de parejas de distinto sexo, lo otro no le gusta demasiado a la máquina-hollywood, encargada de fabricar binarismos: bueno-malo; bello-feo; hombre-mujer; etc. El argumento suele ser bastante lineal: los torpes tortolitos se conocen pero no son conscientes de ser almas gemelas; así, triangularán su urbana soledad de clase media con su mejores amigos –ella con su mejor amiga; él con su mejor amigo- buscando en los actos del habla un consejo que solo el corazón puede darles. Estas escenas de consultaría para dummies suele aparecer en montaje alterno; ellas dicen algo que ellos, en otro plano, responden y viceversa. Este recurso se pro-

“Las razones personales incluyen f inalmente, aunque no siempre de manera deseada, aquello que el Estado-nación quiere” longa a lo largo de los tres actos. Al final de la película, cuando el guionista ha hecho lo humanamente imposible (conscientes de las babosadas que, a pedido del productor, escribe, esta clase de guionistas lo hace para

sobrevivir en la difícil industria del cine) por “estirar la cuerda” (un recurso dramatúrgico que, similar a las angustias del ámbito sexual, busca aplazar y extender el clímax más allá de lo posible y tolerable), uno de los personajes está a punto de cometer un terrible error; por lo general es ella quien está a punto de casarse con un imbécil whatever. Entonces aparece una secuencia que, como pócima mágica, le ha funcionado a Hollywood para generar empáticas emociones en el espectador: el tortolito macho, a una distancia física considerable -cuadras, manzanas, kilómetros o millas lo separan de la capilla en la que ella, vestida de hermosa novia blanca, empieza lentamente su marcha nupcial al altar de los sacrificios en donde el ya mencionado baboso de Bob o John o Mark la espera con cara triunfal- descubre que es ella la elegida! En ese momento el pobre mamón del editor debe hacer coincidir en tiempo real la secuencia en la que él supera la distancia física (casi siempre es con un recurso de transporte que apela a un híbrido melodramático de épica kitsch y comedia Light en el que lo llevan los bomberos, una moto robada, el caballo de un policía despistado o incluso un planeador) con el tiempo en el que ella recorre la alfombra del corredor central de la iglesia. Así, como si las teorías de la expansión y contracción del universo lo inspiraran, el editor -verdadero mago de la máquina-hollywood- logra alternar un montaje ajustado entre una carrera masculina que, en la vida real, toma entre veinte minutos y seis horas, con una virginal caminata de un escaso minuto y medio. El resto es pan comido: el cura le pregunta al baboso de Bob o John o Mark si acepta como legítima esposa a la mensa alma gemela de un otro que corre despavorido, pero motivado por el amor, a lo largo de avenidas congestionadas. El baboso siempre la mira antes de responder (un gesto que, al otorgarle al editor unos instantes de gracia, este agradece infinitamente) con un SI rotundo y categórico. Afortunadamente, antes de que ella responda lo que en realidad no quiere decir, el director de fotografía ha in-

sertado un plano de alguna abuela emocionada que solloza entre los espectadores; si alguien en ese mismo plano le da un pañuelo y ella lo acepta, el editor gritará agradecido; ahora la novia puede decir lo que quiere porque el verdadero amor ha llegado. Unas veces ingresa por el corredor e interrumpe, otras, el guionista lo hace entrar por el techo o por una ventana. Entonces el más sorprendido es Bob o John o Mark quien no atina a decir nada mientras los bobos amantes corren al encuentro. En el cine romántico de Hollywood, como siguiendo la tradición iniciada con el hombre prehistórico y perfeccionada en el viejo oeste, suele ser el hombre el que debe luchar por su mujer, la cual es convertida así en presa y botín. Ya lo había dicho John Wayne en el momento más alto de su fama: “la mujer tiene derecho a hacer lo que quiere, siempre y cuando la cena esté lista para cuando los hombres lleguemos a casa”. En muchas de las versiones de este género romanticón la boda en curso no se cancela, se transfiere. Ya sea que lo insinúe el cura o el nuevo novio, la ceremonia continúa tras la sustitución de Bob o John o Mark por el héroe de la historia. Los novios se casan, tienen hijos y forman así una familia. El ideal social norteamericano se ha cumplido. Elemento central de la narrativa emocional hollywoodense es, sin duda alguna, el final feliz o happy end. Cuando en el mundo real una victoria, una misión cumplida o una boda serían los momentos iniciales de nuevas y complejas etapas de vida con conflictos nuevos, el happy end hollywoodensis sugiere con su cierre narrativo en el momento de mayor felicidad una irreal suspensión de la vida misma. Como si los tortolitos se quedaran inmóviles para la eternidad la película corta a los créditos. El espectador abandona la sala ansioso por hallar su propio happy end, por escurridizo que este pudiera ser. Apuntes para un western incorrecto (nota personal # 34) ESC. 67 CALLE, EXT. DÍA (cont.) JOHN (en voz alta) …ya lo sabes! …el que primero la atrape y se la ponga… JIM (desafiante) …se queda en el pueblo… Corte. Se imprime.


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Últimas imágenes del Oscar PABLO FIALLOS

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efinitivamente Michael Haneke es todo lo contrario a Steven Spielberg. Con “Amour”, una historia sencilla contada a partir de elementos y recursos mínimos, el austriaco logra plantear temas universales que muestran, con profundidad, la naturaleza de los afectos hasta sus extremos primarios. Mientras que en “Lincoln”, el estadounidense no consigue dejar en claro el discurso que persigue, más allá de la rimbombancia y la grandilocuencia. Spielberg no logra disipar el encanto visual de la adaptación del espíritu de la época para que finalmente el envoltorio descubra una serie de ideas confusas y apagadas. Haneke renuncia a todo tipo de efectismo narrativo. Hay escasez de movimientos de cámaras. No existe música incidental, ni siquiera en los créditos finales (lo que aumenta la posibilidad de reflexión del espectador), hay contadas locaciones y pocos actores, pero el resultado es devastador, total. El tema y la forma en la que el director cuenta este relato –llevado más por preocupaciones artísticas y filosóficas- permite que la película se vuelva infinitamente conmovedora y trascendental. Haneke rehúsa mostrar el espectáculo y prefiere quedarse en la reacción del público, lo hace literalmente en una de las primeras escenas del filme, cuando evita girar la cámara hacia el escenario y permanece en el plano general del público que asiste a la función. Incluso el factor sorpresa no es necesario. Desde el inicio de la película el realizador austriaco muestra a la protagonista muerta. En la historia no hace falta ese giro brutal que conduce al desenlace, el público lo intuye de antemano y, más bien, es la forma en que se

desarrollan las relaciones de estos dos amables personajes que se encuentran en el ocaso de sus vidas lo que interesa. Sin embargo, Spielberg tiene la necesidad de transformarlo todo en espectáculo, incluso si su película pretenda ser hiperrealista, está filmada casi exclusivamente en interiores y haya una apuesta más por los diálogos que por la acción. El director no abandona nunca la propuesta de hacer del cine un espectáculo, algo que se evidencia en la escena crucial de la votación final sobre la ley de la abolición de la esclavitud, tema

principal de la película, está armada de tal manera para que el espectador siempre tenga la oportunidad de ser quien profiera el último voto. Los acercamientos a los primeros planos, la música del inefable John Williams dispuesta siempre para sacar una sonrisa o un suspiro entre los espectadores más cándidos. Pues para el cine de Spielberg el efectismo es fundamental. Para construir un relato de un proceso democrático –más que de un personaje- Spielberg apuesta por la recreación precisa fundiendo el drama personal con

una puesta en escena soberbia, donde todo cabe perfectamente: su reparto, su banda sonora, el vestuario, el maquillaje y, por supuesto, las fórmulas dramáticas. Lastimosamente, el resultado es un alejamiento casi por completo del discurso personal para entregarse, sin restricciones, a las lógicas de la industria. Más allá de la reconocida capacidad cinematográfica de Spielberg, el realizador termina por hacer en “Lincoln” un trabajo similar al del maestro erudito que conoce al derecho y al revés la materia, pero le resulta


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temACentral imposible que deje de ser aburrida su clase de Historia. Por ello, quizá el gran perdedor en la pasada entrega de los premios Oscar es precisamente el director judío americano. Pues en una ceremonia que no representa más que un acto de autocomplacencia de una poderosísima y multimillonaria industria resulta poco menos que llamativo que una película y un director que se adhieren convenientemente a las políticas de la Academia no hayan sido favorecidos más que en un par de categorías de las 12 nominaciones por las que participaba. Algo bastante similar a lo que sucedió en 1985, cuando su filme “El color púrpura” participó en 11 categorías y se quedó con las manos totalmente vacías. Algo similar a lo que sucedió el año pasado cuando aspiraba a seis estatuillas con su drama bélico “Caballo de guerra”, pero no ganó ninguna... La última cinta de Spielberg tuvo que conformarse con un premio técnico (diseño de producción) y otro para su protagonista, Daniel Day Lewis, quien ya había recogido el galardón en dos ocasiones anteriores (“Mi pie izquierdo” y “Petróleo sangriento”). Incluso la excesiva lectura sobre aquel período de esclavitud en clave de spaguetti western dirigida por Quentin Tarantino convenció más a la otrora “completamente conservadora” Academia. Tarantino repitió como mejor guionista, algo que había conseguido –seguramente con mucho más méritos- con su película “Pulp fiction”. El guión ganador de esta convocatoria no es el mejor. Y su principal falencia es precisamente la manía de Tarantino por no dejar ningún cabo suelto y buscar la conexión o el desenlace para cada una de las subtramas que aparecen en la película lo que incluso influye en el exagerado metraje de la cinta (165 minutos). Aunque el filme, y como acostumbra el cineasta, presente momentos gloriosos como la contrarreferencia que hace de “El nacimiento de una nación”, de Griffith al momento de presentar la llegada del Ku Klux Klan. Otra de las virtudes de Tarantino es la de regalar estupendos papeles cosidos a la medida de sus actores con entretenidísimas acciones y diálogos. En esta ocasión significó un segundo Oscar para Christoph

“Haneke renuncia a todo tipo de efectismo narrativo. Hay escasez de movimientos de cámaras. No existe música incidental...” Waltz, quien ya había alcanzado este galardón por otra cinta del mismo director: “Inglorious basterds”. Pero si en 1994 el Oscar a Mejor Guión fue una especie de compensación a Tarantino por no haber conseguido

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el de Mejor Director o de Mejor Película –pues el bueno de Forrest Gump se los había quitado todos-, este año, quizá, era una compensación a su carrera o una pista más sobre la diversidad que tuvo la repartición de galardones. En la pasada entrega de los Oscar no hubo un claro ganador. Y los premios se repartieron entre varios filmes. La ausente más notable fue sin duda la película “The Master”, un relato ambientado en los años 50, que muestra la relación de un líder religioso (Phillip Seymour Hoffman) con su joven discípulo (Joaquin Phoenix) utilizando el nacimiento de la Iglesia de la Cienciología como excusa. La cinta de Paul Thomas Anderson debía haber, no solo competido, sino triunfado en varias de las categorías; la mirada política fue, más bien, la que imperó

sobre la ceremonia. Además de “Lincoln”, la historia de “Argo”, de Ben Affleck, también tenía fuertes conexiones con la Casa Blanca, razón por la cual se consiguió vincular el interés de la primera dama, que fue, precisamente, quien anunció a la ganadora en la categoría de Mejor Película, cinta a la que incluso, el ex presidente Jimmy Carter había mostrado su aprobación. Más que políticamente correcto, Affleck agradeció y glorificó las cualidades de Spielberg como director. “Argo” triunfó como Mejor Película, pero Affleck todavía no goza de la credibilidad suficiente como para que la Academia lo nomine como Mejor Director. “Zero Dark Thirty” también fue otra de las cintas nominadas que tocaba un tema político como fue la caza de Osama Bin

Laden por parte de la CIA. Su directora Kathryn Bigelow ya había ganado el máximo galardón por su filme “The hurt locker”, sobre los adrenalíticos desactivadores de bombas en la guerra de Afganistán. Pero en esta ocasión la primera mujer directora en recibir un Oscar en esa categoría no lograba repetir, en una película que volvía sobre el género bélico con una mirada audaz que lamentablemente al final no podía dejar de desnudar cierto sesgo democrático-propagandístico al servicio de la maquinaria bélica estadounidense. Pero más allá del ajuste político en las cintas nominadas, la pieza indie mostrada con “El lado bueno de las cosas”, la trascendencia espiritual “light” de “la vida de Pi” y una ceremonia plagada de bailes y musicales, los Oscar de este año

“Pero más allá de intenciones y tendencias lo que aún es evidente es que el marketing impera en la industria y en la Academia” mostraron que en la poderosa industria de Hollywood continúan dominando las lógicas de mercado y las tendencias. Ya a estas alturas podría resultar inútil la reflexión sobre la verdadera validez que tienen los Oscar en cuanto a si las películas premiadas responden

más a su calidad artística que a las intensas campañas mediáticas que emprenden las poderosas empresas productoras, pues es obvio que aunque por momentos sus decisiones puedan coincidir con la crítica más que con la taquilla, siempre terminan por mirarse el ombligo. Aunque quizá ya no resulta evidente aquella debilidad que mostraba Hollywood hacia ciertos temas morales o relatos de personajes con deficiencias físicas o mentales; parapléjicos, autistas o simplemente tarados. Precisamente en este año, revalidando esa diversidad que caracterizó a la gala Jennifer Lawrence (“El lado bueno de las cosas”) haya vencido a una estupenda Emmanuel Riva. Así quedaba saldada la cuota de cine semiindependiente emulando a otras entregas en donde se hizo lo mismo con películas como “Juno”, “Sideways” o “Little Miss Sunshine”. En ceremonias anteriores ha sido común que la Academia premie a las cintas donde las idealizadas, pero evidentes, acciones humanitarias relatan modernos cuentos de hadas con personajes blancos que exudan bondad desinteresada hacia los afroamericanos. Así triunfó Sandra Bullock en 2010 con “The blind side”. Y así compitió el año anterior “The help”, un relato sobre la toma de conciencia de una joven blanca, ante el violentísimo trato sobre el servicio doméstico afroestadounidense. Y de esta manera arrebató, tras su sobrecogedora interpretación en “Precious”, su segundo Oscar a Penélope Cruz. En contraste con estas notables tendencias, la Academia ha sabido complacer a un mercado de minorías que ha coincidido con momentos de evidente ascenso económico. En los premios de 2001, además del Oscar honorario a Sidney Poitier, Denzel Washington y Halle Berry ganaban como mejores actores. En 2005 sucedió algo similar con otra minoría. En las pantallas se presentaba amenazante un fenómeno gay con títulos que prometían tomarse los Oscar. “El secreto de la montaña”, “Capote” y “Transamerica”, mostraban entre sus personajes principales a vaqueros enamorados, escritores homosexuales y transexuales. Ang Lee, triunfador como Mejor Director de la gala de este

año se alzaba como Mejor Director por primera vez en aquella ocasión. El año siguiente, el mercado latino logró hacerse presente en los premios de la Academia. “Babel”, de Alejandro González Iñárritu o “El laberinto del fauno”, de Guillermo del Toro, guiaban la nominación de Adriana Barraza como Mejor Actriz de Reparto. El año pasado hubo un fenómeno interesante. El propio cine y su historia fueron motivo de homenaje. Que “El artista”, un largometraje silente, filmado en blanco y negro y de un director francés como Hazanavicius haya sido el gran triunfador de aquella noche podría hacernos pensar en que una osada apuesta de la Academia por una propuesta artística era posible. Sobre todo cuando el gran rival a vencer era la primera incursión de Martin Scorsese en el cine familiar: “Hugo”. Mas, sin que ese año haya llegado a ser una verdadera reivindicación de la Academia a las propuestas artísticas, la coincidencia mostró que las dos películas más ganadoras de la noche podían ser dos emotivas declaraciones de amor al cine. Pero más allá de intenciones y tendencias lo que aún es evidente es que el marketing impera en la industria y en la Academia. La presencia misma de la primera dama de EE.UU. responde al tenaz cabildeo que propuso el poderoso productor Harvey Weinstein, quien es conocido por gastar en millonarias campañas de sus películas que se traducen en nominaciones y premios y que a la vez le devuelven la fuerza de mercadeo a esas cintas para que tengan retribución en la taquilla. A veces parece que los tiempos han cambiado. Ya el teatro donde se celebra la entrega no se llama Kodak, sino Dolby, como símbolo del indetenible avance de la tecnología y la era digital. Y mientras tanto, los Oscar no dejan de generar más dudas sobre su calidad como reconocimiento. Ahora, aparentemente, ganó la diversidad. Sin embargo lo único que queda claro es que continúa primando esa autocomplacencia infinita.


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Stéphane Hessel, la voz de los “Indignados” l destino de Stéphane Hessel, diplomático retirado que había nacido en Berlín y se había criado en Francia, cambió cuando en 2010 aterrizó en las librerías un manifiesto de 32 páginas que llamaba a la rebeldía de la juventud, a quien gritaba “¡Indignaos!”. Aquella obra, vendida por millones en el mundo, sacó del anonimato a un hombre que ya por entonces contaba con 93 primaveras, que pasaba por ser el último redactor vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y que había esquivado la muerte en varias ocasiones. En la resistencia francesa contra los nazis y en los campos de concentración de Buchenwald y Dora-Mittelbau, una experiencia vital que marcó su vida y forjó su carácter, comprometido con las causas que consideraba justas. Una muerte que a Hessel le llegó el pasado miércoles a los 95 años en París y que en 2011, cuando viajó a España para promocionar su biografía, aseguraba aguardar con serenidad y “con un cierto apetito”. En los últimos años de su vida, Hessel se convirtió en la voz de la conciencia de una sociedad que escuchaba con esperanza su llamamiento al com-

E

¡Indignaos!, de Hessel.

promiso, su grito de “¡Indignaos!” que fue tomado por bandera por movimientos del mundo desesperados con la injusticia. Fue la guinda a una existencia apasionante, iniciada en Berlín el 20 de octubre de 1917, en el seno de una familia formada por un escritor judío y una berlinesa apasionada por el arte, que le inculcaron el gusto por las letras que el joven Stéphane desgranaba con pasión. A los 8 años se instaló en Francia con su madre y entró en contacto con Apollinaire, Baudelaire, Goethe o Rimbaud, con los que se infectó del virus de la poesía que lo acompañó el resto de sus días. En sus años de escuela en el colegio alsaciano de París co-

noció a Marcel Duchamp, André Breton o Pablo Picasso y posteriormente ingresó en la Escuela Normal Superior que le auguraba una carrera en la administración pública. En 1937 obtuvo la nacionalidad francesa y dos años más tarde fue llamado a las armas ante el ataque alemán. Tras combatir en varios frentes durante dos años, se unió a la resistencia francesa de Londres, pero en 1944 regresó a Francia, donde fue detenido por la Gestapo y deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí dio esquinazo a la muerte al cambiar su identidad con la de otro deportado fallecido de tifus, lo que lo hizo salvarse de la horca. Varias tentativas de fuga y el paso por diversos campos de concentración se saldaron con una evasión del tren que lo trasladaba a Bergen-Belsen. Al final de la Segunda Guerra Mundial ingresó en la diplomacia gala y fue nombrado para la secretaría general de las recién nacidas Naciones Unidas, donde participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un combate que, desde puestos diplomáticos, llevó por África y Asia, hasta que François Mitterrand lo nombró embajador de Francia en ese organismo. Comprometido con la izquierda, Hessel ocupó puestos ministeriales en los gabinetes socialistas hasta que se jubiló. Pero su compromiso continuó con causas como el conflicto israelo-palestino o la acogida de los inmigrantes. Hasta que su grito alcanzó una fuerza enorme con la publicación de “Indignaos” en el otoño de 2010, en una pequeña editorial del sur de Francia, sin ruido ni promoción mediática, pero que encontró un eco enorme en una sociedad necesitada de referentes. Un millón de ejemplares en diez meses, traducción a 32 lenguas, publicación en un centenar de países y cuatro millones de libros vendidos en el mundo cambiaron para siempre la vida del diplomático retirado comprometido con las causas justas. EFE

De las palabras a los hechos ENTRE LA VISA Y LA NACIONALIZACIÓN MARÍA DEL PILAR COBO Del mismo modo como las personas necesitan una visa o algún tipo de permiso para vivir o trabajar en un país que no es el suyo, las palabras que no pertenecen al ‘territorio’ del español también precisan de reglas especiales para habitar y transitar dentro de nuestro idioma. Así, la principal de estas reglas nos indica que si queremos incluir en un escrito una palabra de otro idioma debemos resaltarla de alguna manera. La Real Academia Española recomienda que se las resalte con cursivas o, en su defecto, las escribamos entre comillas. Estas reglas se aplican si las palabras no han sido adaptadas a la grafía española o si su pronunciación no representa un problema. Por ejemplo, ‘Se puso un jean par a salir’ o ‘¿Cuál es el leitmotiv de la obra?’. Esto sucede también con latinismos puros, por ejemplo: ‘El profesor dixit’. Esta regla también se emplea en locuciones de otros idiomas, incluidos los latinismos. De este modo, es necesario resaltar con cursivas o comillas expresiones como femme fatale, ipso facto, top model o dolce vita. Sin embargo, cuando las palabras ya han sido adaptadas al español, es decir, cumplen con las normas gráficas y fonológicas del idioma (tal como las personas cuando obtienen la nacionalización), no es necesario resaltarlas, sino escribirlas con todas las de ley. Eso sucede, por ejemplo, con varias palabras de la tecnología que han sido adaptadas al español, como escáner, tóner, blog o chat. O con otras palabras, como estándar, espagueti, pedigrí, eslogan, champú. También ocurre con palabras latinas como cuórum o hábitat, que se han adaptado sin problemas al español. Como vemos, muchas palabras de otros idiomas han entrado a formar parte del español, obviamente siempre teniendo en cuenta que no exista una palabra en nuestro idioma que pueda reemplazarla, porque, si existe, es mejor utilizar lo que nos pertenece.

María del Pilar Cobo (Quito) Profesora de Redacción, lexicógrafa y correctora de textos. Máster en Edición de la U. de Salamanca, Magíster en Lexicografía Hispánica de la Escuela de Lexicografía Hispánica de la RAE, ex becaria de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y ha colaborado en varios proyectos lexicográficos. Miembro fundadora de la Asociación de Correctores de Textos de Ecuador (Acorte). Preguntas y sugerencias: pilicobo@gmail.com


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venTAna RECOMENDADOS

Bariloche, Andrés Neuman Parábola de la memoria y del deterioro, el libro plantea la confusión entre los recuerdos asombrados de la adolescencia y una conciencia escéptica, entre la idealización imposible de la naturaleza o del primer amor y la asfixia moral y física de las grandes ciudades.

El Condotiero, George Perec Perec declaró que este libro fue la primera novela que consiguió escribir. Medio siglo después de su redacción –entre 1957 y 1960– y treinta años después de la muerte del escritor se descubre una obra de juventud de la que se había perdido el rastro y que ha sido recuperada. El libro se lo puede adquirir en Tolstói Librería.

Bajo la lluvia ajena, Juan Gelman Los textos que integran el libro componen un mosaico de agudas reflexiones sobre el destierro, la ausencia y el dolor. Elaboradas con igual sentimiento y hondura las aguafuertes de Carlos Alonso confluyen en la obra de Gelman, forjando en su encuentro un testimonio de gran lucidez.

Novelas y novelistas: el cánon de la novela, Harold Bloom Este volumen está dedicado a la novela, así como a sus creadores y, a lo largo de sus páginas, el autor recorre las cumbres y las obras capitales de su historia. Desde el inevitable Cervantes hasta autores contemporáneos, como Roth, DeLillo o Pynchon, pasando por Defoe.

Cincuenta poemas inéditos de Kipling verán la luz en marzo incuenta poemas inéditos del escritor y poeta Rudyard Kipling (1865-1936), elegido en numerosas ocasiones como el favorito de los británicos, se publicarán en una edición recopilatoria en marzo. Los textos fueron encontrados por el académico estadounidense Thomas Pinney repartidos entre archivos familiares, documentos de un responsable de la compañía naviera Cunard Line y durante obras en una casa en Manhattan (Nueva York), publicó el diario “The Guardian”. La colección aborda temas como la Primera Guerra Mundial (1914-18), que el escritor británico inicialmente apoyó hasta la muerte de su hijo John en la batalla de Loos en 1915, que motivó sus “Epitaphs of the War# (Epitafios de la Guerra). “Si hay alguna cuestión que justifique por qué morimos, cuéntasela, porque nuestros padres mintieron”, escribe con amargura el poeta. Otros versos descubiertos

C

por Pinney abordan temas candentes de la época como los límites de la prensa y la invasión de la privacidad, que el ganador del Premio Nobel de Literatura de 1907 critica en su poema “The Press” (La prensa). “¿Tenéis moral? ¿Arde vuestro ingenio? ¿Cómo se llama vuestra mujer? ¿Cuánto gana?”, se pregunta cargado de enfado imitando el tipo de preguntas

que le hacían los periodistas. Nacido en la India colonial, Kipling ha sido una figura literaria muy popular pero a menudo se lo ha considerado “políticamente incorrecto” por su encendida defensa del imperialismo británico. Kipling fue criticado por este motivo por algunos reconocidos autores contemporáneos como el también británico George Or-

Rudyard Kipling es uno de los más grandes cuentistas de la lengua inglesa.

well (1903-1950), que llegó a llamarlo “el profeta del imperialismo”. Los cincuenta poemas inéditos se publicarán el próximo mes en una nueva edición recopilatoria de sus obras completas por la editorial Cambridge, que incluyen obras como “El libro de la selva”, “El hombre que pudo ser rey o “Kim de la India”. EFE


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La nueva generación de la salsa mantiene el legado de

Héctor Lavoe JORGE J. MUÑIZ ORTIZ

grupaciones puertorriqueñas de la nueva generación de la salsa mantienen vigente el legado de la estrella de este género musical Héctor Lavoe, dos décadas después de la muerte de “El cantante de cantantes”. NG2, San Juan Habana y N’Klabe son algunas de las orquestas que han mantenido vigente la salsa en la última década gracias al legado de las canciones que hace más de veinte años Lavoe plasmó a través de mensajes coloquiales y boleros. Gerardo Rivas, miembro de NG2, señaló que la mayor admiración por Lavoe, a quien describió como “el jíbaro en el género de la salsa”, es por tratarse de alguien único como persona y por su jocosidad. “Le enseñó al mundo de la salsa que si la gente iba para la derecha, él iba a la izquierda, y por eso yo lo admiro mucho porque le gustaba ser diferente a los demás”, dijo. Rivas contó que fue su padre, Jerry Rivas, integrante de la legendaria orquesta El Gran Combo de Puerto Rico, quien le introdujo a la música de Lavoe. El intérprete de “Ella menea”, “De carne y hueso”, “Voy a pintarte” y “Mi salsa se respeta” dijo que su canción favorita de Lavoe es “El cantante”, escrita por el panameño Rubén Blades, debido a que es un tema autobiográfico que explicaba cómo era la dura vida que llevaba el salsero boricua a pesar de ser una estrella. “La gente se cree que por ser artista la vida es color de rosa. Él transmitió lo que a todos nos pasa al ser seres humanos. Tenemos familia, problemas, preocupaciones, pero cuando nos trepamos a la tarima somos

A

otro tipo de persona”, contó. Por su parte, Juan José Hernández, director musical de San Juan Habana, afirmó que, de una u otra forma, todos los músicos y cantantes del ritmo caribeño fueron influenciados con la música de Lavoe, considerado como uno de los máximos exponentes de la salsa. El músico cubano recordó que la primera vez que supo de Héctor Lavoe fue en La Habana a sus 18 años, cuando era miembro de la orquesta de Adalberto Álvarez y su Son, en el momento que tuvo en sus manos el disco “De ti depende” (1976). “Escuchaba ese disco además de otros de salsa de Puerto Rico y siempre me llamó la atención el bolero “De ti de-

Un disco de Lavoe.

pende’ y la forma en que él (Lavoe) lo interpretaba”, abundó Hernández. Añadió que el legado de Lavoe ha sido tan grande que hasta cantantes como Van Lester y Rafi Santana lo imitan en sus respectivas orquestas “por ese timbre nasal, pero natural” que tuvo el fenecido salsero. Hernández lamentó la triste vida que tuvo Lavoe, que comenzó con el fallecimiento de su madre a sus 3 años, el ase-

sinato de su hermano, la muerte de su hijo mayor, Héctor Luis, por un disparo accidental, un intento de suicidio y la caída en las drogas hasta morir de sida. Aún así, Hernández destacó el profesionalismo de Lavoe, que a pesar de tantos problemas sacaba las energías para cantar a su mejor nivel. “La vida de Héctor fue bien abrupta. Es una pena porque se pierde el ser humano y el artista. A pesar de esas vivencias, mantenía esas ganas para cantar”, enfatizó. Felo Torres, líder de N’Klabe, dijo que la “peculiaridad de

Héctor Lavoe no solo fue por su forma de cantar, sino de ser”. Recordó que tuvo la oportunidad de verlo en vivo y que su personalidad trascendió tras su muerte, el 29 de junio de 1993 en un hospital de Nueva York. “Algunas de sus influencias van hasta en su forma de vestir por su “tumbao” (fluidez corporal) las gafas y la chaqueta”, dijo Torres del intérprete de éxitos como “El Todopoderoso”, “Mi gente”, “Rompe saragüey”, “Periódico de ayer” y “Aguanile”. Torres y N’Klabe lanzaron en 2011 el disco “Aires de Navidad”, que incluye éxitos de Willie Colón y Lavoe de las producciones “Asalto navideño” (1971) y “Feliz Navidad” (1979). Torres relató que la relación que tiene N’Klabe con Lavoe es tan genuina que su manejador, José Díaz, fue miembro del equipo de trabajo del fenecido salsero, de quien en 2006 se lanzó la película sobre su vida, “El cantante”, que protagonizó Marc Anthony.


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venTAna RECOMENDADOS “SOLO MUERDO POR TI” Nena Daconte Grabado en los estudios Sonobox (Madrid) bajo la producción de Manuel Colmenero y Javibu Carretero, “Solo muerdo por ti” es el cuarto disco de Nena Daconte, el segundo con Mai Meneses en solitario, que se encarga de la composición de la letra y música. “JOHN WESLEY HARDING” Bob Dylan “John Wesley Harding” es un disco conceptual que con una simple instrumentación de guitarra acústica, armónica, bajo y batería (en ocasiones aparece un piano y una steel guitar), homenajea a inmigrantes, perdedores, bandidos y ladrones. TODO SKA-P Ska-P Cuando Ska-P está a punto de cumplir 20 años de carrera se publica esta gran antología de su obra en ediciones diferentes, que abarcan desde una caja integral con material inédito a una edición digital con sus 19 grandes éxitos musicales. MAMA SAID Lenny Kravitz El disco tiene claras influencias de los más grandes músicos de la historia: la fantástica guitarra a lo Jimi Hendrix que deja patente ya en el primer tema “Fields of Joy” el talento compositivo de John Lennon, y la puesta en escena y talento musical de Prince. “PUSH THE SKY AWAY” Nick Cave & The Bad Seeds “Push the sky away” es un álbum de Nick Cave & The Bad Seeds. Producido por Nick Launay se grabó en La Fabrique, un estudio situado en una mansión del siglo XIX, en el sur de Francia. El primer single del disco es “We No Who U R”.

Muere Van Cliburn, el pianista de música clásica l aclamado pianista de música clásica Van Cliburn, conocido por su triunfo en una competición celebrada en Moscú en 1958 que ayudó a calmar la Guerra Fría y propulsar su carrera artística, falleció el pasado miércoles víctima de un cáncer de huesos a los 78 años. Informó su publicista y amiga íntima, Mary Lou Falcone, que Cliburn murió en su residencia de Fort Worth (Texas) acompañado por sus seres queridos. “Van Cliburn fue una leyenda internacional durante más de cinco décadas, un gran humanitario y un músico brillante cuya luz continuará brillando a través de su extraordinario legado”, dijo Falcone en un comunicado.

E

Cliburn alcanzó la fama al ganar con 23 años la primera edición del Certamen Internacional Tchaikovsky, organizado en Moscú en 1958, seis meses después del lanzamiento del Sputnik -el primer satélite artificial- que puso en evidencia a Estados Unidos y prendió la mecha de la batalla por el espacio. Aquel éxito lo llevó a protagonizar numerosos conciertos por el país, incluso ser portada de la revista Time, que lo proclamó “el tejano que conquistó Rusia”. Hasta la ciudad de Nueva York dedicó un desfile en su honor que reunió a unas 100.000 personas en las calles del bajo Manhattan. Su victoria en aquella competición también demostró la influencia de las

artes al conseguir cierta unidad en medio de una fuerte rivalidad. A pesar de la tensión entre Rusia y Estados Unidos, Cliburn se convirtió en una figura para los rusos hasta el punto de que el entonces líder soviético Nikita Khrushchev dio su visto bueno para entregarle el galardón. “Tchaikovsky Piano Concerto N° 1”, grabado junto con el director de orquesta ruso Kirill Kondrashin, se convirtió en el primer álbum de música clásica en ser disco de platino en Estados Unidos. Cliburn actuó para cada presidente estadounidense desde Harry Truman y, junto a la ayuda de varios ciudadanos de Fort Worth, creó la competición de música internacional que lleva su nombre, destinada a ayudar a jóvenes artistas y cuya edición número 14 se celebrará entre los meses de mayo y junio. En 2003 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, el máximo honor del país para un civil, y un año después obtuvo la Orden de la Amistad de la Federación Rusa, otorgada por Vladimir Putin.


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Excelsior es una palabra realmente relevante En “Silver Linings Playbook” todas las actuaciones son esenciales a la historia narrada, especialmente a la comicidad que podría generar una amistad-enamoramiento entre sicóticos. Sin embargo, son la presencia y la frescura de Jennifer Lawrence las que agigantan al pequeño filme

En “Silver Linings Playbook” la insanidad es un requisito para ponerse frente a la pantalla. GDFGDF

atrick acaba de dejar el hospital psiquiátrico de Baltimore en donde estaba recluido por órdenes de la corte, regresa a vivir con sus padres, a pesar de que los doctores no están de acuerdo con darle de alta, y debe mantener cierto número de horas de terapia, tomar sus medicamentos y respetar a su oficial de libertad condicional, quien verificará que no tenga nuevos incidentes y que respete la orden de restricción que le impide acercarse a su aún esposa Nikki. Esa es la simple y llana historia de la película “Silver Linings Playbook”, de David O. Russell, que viene con una condición, Pat, como lo llaman sus amigos y familiares e interpretado por Bradley Cooper, mantiene un estricto régimen de ejercicio, controla su bipolarismo evitando en lo posible las medicinas que lo hacen sentir ido y lee todos los libros del currículo de su esposa profesora de literatura para en algún momento regresar a su matrimonio como si nada hubiera pasado y demostrando que él está bien. A la

P

par son sus amigos y familiares los que están mal, su padre Pat Sr. (Robert De Niro) es obsesivo, compulsivo y supersticioso, además de estar vetado de entrar al estadio del equipo de fútbol americano local por haber tenido varios incidentes violentos en el sitio; su amigo Ronnie (John Ortiz) está asfixiado en su propio matrimonio con Verónica (Julia Stiles) satisfaciendo cada uno de sus caprichos y preocupándose por el bienestar de su recién nacida hija sin compartir el estrés que le genera ser el proveedor de toda esa buena vida moderna que llevan, Verónica controla a su antojo a Ronnie y obtiene siempre lo que quiere, además de poner a prueba las funcionalidades sociales de Pat y la hermana de ella, Tiffany; y Dolores (Jacki Weaver) es la madre de Pat que espera que esté bien, arregla sus encuentros casuales con Tiffany cuando ambos sa-

len a correr, pero teme las reacciones violentas de Pat. Nada sería de “Silver Linings Playbook” sin su peculiar colección de personajes secundarios, a tono con un subyacente estilo cómico que O. Russell siempre deja en sus películas, aunque sean de un género cinematográfico enteramente opuesto a la comedia: Danny (Chris Tucker), el amigo incondicional de Pat y el único con el que tiene conexión tanto dentro del hospital psiquiátrico como en el mundo exterior; su psiquiatra, el Dr. Cliff Patel (Anupam Kher), quien busca que la canción que desató el incidente que llevó a Pat al psiquiátrico ya no tenga efecto en él; Jake (Shea Whigham), el hermano de Pat que piensa que su hermano resiente su éxito y racha ganadora; el oficial Keogh (Dash Mihok), quien supervigila y reporta cualquier incidente que Pat pudiera tener y

“No hay nada mejor que un actor que está realmente hambriento por mostrar todo lo que tiene”

que lo llevaría de vuelta al psiquiátrico de Baltimore; y Randy (Paul Herman), compañero de Pat Sr. Para ver los juegos de los Eagles de Philadelphia aunque él es aficionado de los Dallas Cowboys y quien motiva el clímax de “Silver Linings Playbook” con una “amistosa” doble apuesta con Pat Sr. Cada uno es una locura aparte y dota al filme de O. Russell de una textura muy agradable al espectador, a pesar de ser una historia de locos. Sin embargo, a todos, incluido Pat, los opaca la presencia de Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica misteriosa con problemas propios. Ella desborda en la pantalla no solo por la juventud y belleza de la actriz que la interpreta, sino por la naturaleza de su personalidad autodestructiva, disfuncional y omnisciente de lo que pasa a su alrededor y cómo darle solución a pequeños problemas como los de Pat. Jennifer Lawrence es el condimento perfecto para un pequeño filme que podía ser no solo el gran ganador de los premios Independent Spirit 2013, sino uno de los relevantes nominados a los Oscar 2013. En los últimos años han sido varios los esfuerzos audiovisuales que han logrado una calidad interesante en lo artístico, lo que los ha hecho favoritos de las audiencias cinéfilas del mundo, pero no del gran público de las multisalas ni de las academias cinematográficas del planeta, entre ellos “Flirting with Disaster” (1996) y “I Heart Huckabees” (2004) también dirigidos por O. Russell, “Barney’s Version” (2010), protagonizada por el reconocido actor de carácter Paul Giamatti y “We Need to Talk About Kevin”(2011) con el versátil John C. Reilly en su reparto principal. Algunos críticos dirán que ya es tradición del Oscar acoger entre sus principales nominados a estos desconocidos, bien realizados y peculiares filmes como fue el caso con “Winter’s Bone”, “The Hurt Locker”, “The Artist”, “No Country for Old Men”, “There Will be Blood”, “The Wrestler”, en un largo etcétera sin considerar que esa tendencia “benévola” del Oscar empezó con el de 1995 celebrado en 1996 cuando entre los principales contendores estuvo “Babe” y el gran triunfador fue “Brave Heart”, lo


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venTAna RECOMENDADAS

Cloud Atlas: la red invisible, Tom Tykwer, Andy y Lana Wachowski La película aborda, en seis géneros diferentes, seis historias ambientadas en lugares y épocas distantes entre ellas: del siglo XIX, el filme da un salto a un futuro posapocalíptico. Una exploración acerca de cómo las acciones de una vida individual pueden impactar en el pasado, el presente y el futuro de otra persona.

que abrió las puertas para que en 1997 barriera “The English Patient”. “Silver Linings Playbook”, basado en una novela de Matthew Quick, ha tenido las mismas oportunidades que cualquiera de las películas aquí mencionadas. ¿Será que su calidad viene de las 25 reescrituras de su guión o de haber sido un proyecto que originalmente dirigiría Sidney Pollack con Anthony Minghella como productor que tuvo que archivarse ya en preproducción ante la muerte de esos dos grandes cineastas? O. Russell no se amilanó por las palabras de Pollack, quien le dijo que era engañoso tener mezclados contenidos emocionales, problemáticos, graciosos y románticos, y dirigió la película, saliendo airoso de este conflicto. Al igual que Pat Jr., O. Russell encontró los llamados “silver linings” (entiéndase como mejores momentos y de mayor autorrealización y felicidad personal) para sacar adelante el filme. Su roca, que ya ha aceptado protagonizar al menos dos de las próximas películas que dirija, es Jennifer Lawrence, la protagonista femenina de “Silver Linings Playbook”, que con solo sonreír cambia todo el panorama de lo que sucede en pantalla. “Excelsior” es la palabra a la

Los momentos eternos de María Larssons (Everlasting Moments), Jan Troell Suecia, 1900. En una época de cambios sociales y pobreza, la joven trabajadora María gana una cámara fotográfica en un concurso. Comenzará entonces una doble vida para la chica, en la que conocerá a un fotógrafo que le enseñará a ver la vida a través de la lente de la cámara.

que Pat recurre para recogerse en su lugar feliz al enfrentar las tribulaciones de la vida cotidiana y bipolarismo, pero como también lo descubre Tiffany es la palabra principal en el escudo del Estado de Nueva York. Esto es negativo, ya que Pat Sr. cree que los Eagles de Philadelphia ganarían el gran partido contra los Jets de Nueva York, en el que había apostado fuertemente contra Randy, si sus dos hijos estaban en el estadio mientras él sostenía su pañuelo con el logo del equipo y veía el partido en casa, además de que creía que el que Pat pasara poco tiempo con él y demasiado con Tiffany estaba afectando la suerte de los Eagles. Por supuesto, Tiffany hizo notar que cada vez que Pat estaba con ella los Eagles ha-

The Master, Paul Thomas Anderson Drama sobre la Iglesia de la Cienciología. Lancaster Dodd (Seymour Hoffman), un intelectual brillante y de fuertes convicciones, crea una organización religiosa que empieza a hacerse popular en Estados Unidos hacia 1952. Freddie Quell (Joaquín Phoenix), un joven vagabundo, se convertirá en la mano derecha de este líder religioso.

bían ganado sus juegos. Allí la inspiración para que Pat Sr. haga la última apuesta con Randy, los Eagles debían derrotar a los Cowboys y Tiffany y Pat debían promediar al menos 5 puntos en su participación en un concurso de baile en el que ella participaría como parte de su propia terapia. Tiffany solo viste de negro y es la joven viuda del policía Tommy con quien estuvo casada tres años, pero al morir su esposo desató su lado salvaje y empezó a tener relaciones sexuales con todos los de su oficina y prácticamente con cualquiera que se lo pidiese. Por ello vive en un anexo en la parte posterior de la casa de sus padres donde tiene acondicionado un pequeño estudio de baile, ya que practicar ese arte es su

Testigo de cargo, Billy Wilder Leonard Vole, un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relación de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts se hace cargo de su defensa.

terapia. Es, además, capaz de resumir acertadamente la trama de “El señor de las moscas”, uno de los libros del syllabus de Nikki, para Pat y de ofrecerse a ayudarlo a hacerle llegar una carta a Nikki en la que revela que ya está normal y está atacando dos de los puntos que ella siempre quiso cambiar de él, su peso y los cambios de humor causados por su bipolarismo. A cambio de esa importante ayuda con la reconstrucción de su matrimonio, Pat debe ayudarla a ella a participar en el concurso de baile y ensayar con ella para dicho evento. A Pat Sr. No le agrada la relación con Tiffany, pero tácitamente, a diferencia de Pat que lo hace verbalmente, reconoce que el proyecto con Tiffany está dándole disciplina y un centro a su hijo. La vida de todos los personajes se revuelve cuando Tiffany aparece en escena para agitarlo todo, sea para bien o para mal. Los cambios de vida son un tema recurrente en el cine mundial. Aunque en el caso de “Silver Linings Playbook”, sin que uno sea o viva o esté de visita en Nueva York, al terminar de verla da ganas de exclamar a viva voz “excelsior”. La comicidad solapada es la que le da al filme su mejor cara, además de la edición de Jay Cassidy y Crispin Struthers.


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crÓNica PAUL HERMANN

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Viaje al santuario de Huidobro

n Chile hay poetas como uvas en racimos, hay poetas como vinos; poetas blancos, poetas tintos, poetas rosas, poetas cavernet sauvignon, poetas merlot, hasta los poetas de mesa son buenos poetas en Chile, y acaso esto se deba -como dice Roberto Bolaño, otro poeta chileno- a que el país es una isla que limita al norte con el desierto de Atacama, el más inclemente del mundo; al este con la cordillera de los Andes, la más alta e infranqueable de la Tierra; al oeste con el océano Pacífico y al sur con las tierras blancas y mortales de Arturo Gordon Pym. En Chile los poetas vivos conviven con los muertos casi sin pelearse, y corren con distintas suertes; pueden recibir un diploma de manos del rey de Suecia o morir alcoholizados en barrios miserables. En Chile los poetas tienen una bahía propia, museos, casas, carpas, monumentos de metal o de granito en muchas plazas. Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Pablo de Rocka, Violeta Parra, Nicanor Parra, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Gonzalo Rojas, Floridor Pérez, Oscar Hahn, Jorge Montealegre, Raúl Zurita, y también, desde luego, Vicente Huidobro, el rey de los poetas, como lo llamó a mediados de la década de los noventa Antonio Skármeta, en su programa de televisión “El show de los libros”. A más de talento, Huidobro (Santiago, 1893), lo tuvo todo para ser poeta; de su padre, marqués de Casa Real, heredó dinero, y de su madre, anfitriona de las veladas literarias de su ciudad, el camino hacia las letras. De ahí que publicó su poemario de tendencia modernista, Ecos del alma de Santiago, a los 18 años, apenas ingresó a la Universidad de Chile a estudiar literatura. Amigo de Erik Satie, Pablo Picasso, Tristán Tzara, Miguel de Unamuno, Charles Chaplin. Enemigo de Guillermo de la Torre, Luis Buñuel y Pablo Neruda. Crítico del imperio británico. Masón. Surrealista. Antisurrealista. Vanguardista. Astrólogo. Alquimista. Cabalista. Ocultista. Candidato simbólico a la presidencia de la República. Mahometano bautizado. Comunista y neocubista. Performer. Miliciano que peleó contra Franco. Corresponsal de guerra. Funda-


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crÓNica dor de los diarios La Reforma y Acción de Purificación Nacional y víctima de los impuros violentos que no solo lo golpearon sino que hicieron estallar bombas frente a su residencia. Viajero. Dandi de sociedad… Pero sobre todo, escritor; Vicente Huidobro fundó y dirigió las revistas Musa joven, Azul (junto con Pablo de Rocka) y Creación. Colaboró en Nord Sud, Dada, L’Espirit Nóuveau, La Bataille Littéraire, La Vie des Lettres, Le Coeur á Barbe, Actino, Grecia, Cervantes, Tableros, Ultra, y publicó, entre poemarios, novelas, ensayos, artículos, manifiestos y guiones cinematográficos, la sorprendente cantidad de 34 libros. Mencionemos unos cuantos: “Poemas árticos”, “El espejo de agua”, “Mío Cid Campeador”, “Cagliostro”, “En la luna”, “El ciudadano del olvido”, “Sátiro o el poder de las palabras”, “Temblor del cielo”, “Altazor o el viaje en paracaídas”… Huidobro es, aunque Pierre Reverdy y Guillermo de la Torre hayan querido negarlo, el padre del creacionismo, movimiento poético centrado más en el propio poema que en su sentido, álgebra del lenguaje en el que los signos lingüísticos tienen valor por su capacidad de reflejar belleza y no por su significado sustancial. Huidobro influye en escritores de la generación del 27, como Juan Larrea, Gerardo Diego y el mismo Federico García Lorca. Murió en Cartagena de Chile en 1948, a causa de un derrame cerebral desencadenado, probablemente, por sus heridas de guerra, y fue enterrado, según su voluntad, en una colina frente al mar. Ante Vicente Huidobro, señores, hay que sacarse el sombrero, o al menos, estando en Chile, ir a dejar un heliotropo (su flor poética), en su tumba, pues a él, como a las lenguas muertas en manos del vecino trágico, hay que resucitarlo, como dice en “Altazor o el viaje en paracaídas”, “con sonoras risas / con vagones de carcajadas / con cortocircuitos en las frases / y cataclismo en la gramática / Levántate y anda / estira las piernas anquilosis salta / fuegos de risa para el lenguaje tiritando de frío / gimnasia astral para las lenguas entumecidas / levántate y anda / vive como un balón de fútbol / estalla en la boca de diamantes motocicleta”… A la tumba del poeta No bien mi esposa y yo des-

cendimos del autobús en el parque de Cartagena, un hombre como de cuarenta años, con apariencia de haberse comido todas las empanadas de pino de la ciudad, nos abordó con acento de chileno rural, rápido y atormentado: —¿Están buscando hospedaje?

—Bastó con que María Augusta y yo nos miráramos con ojos de puntos suspensivos para que continuara con su oferta: —Tengo cabañas. 40 dólares la noche por los dos. —¿Dónde son? —Acá a la vuelta nomá pu… Caminamos hasta la esquina

de la plaza, giramos a la izquierda, pasamos frente a la iglesia, giramos a la derecha y empezamos a bajar una pendiente, con el mar platinado a nuestra diestra, entre casas de mediados del siglo pasado, casi todas de concreto, muy pocas de madera de colores, con contraventanas y visillos y cúpulas republicanas. —Por aquí —abrió el hombre una puerta pequeña, de metal, y nos invitó a pasar. Quizás por el silencio, acaso por la soledad, por el abandono de la ciudad aquel martes por la mañana, en cuanto entramos y la puerta se cerró a nuestras espaldas con crujido de bisagras corroídas por el salitre, y vimos una habitación más parecida a la celda de un monje franciscano que a la habitación de un hotel, pensé, con deformación de narrador, en las películas de Quentin Tarantino, aquellas en la que siempre hay alguien encerrado en cajas o colgado cabeza abajo. Decidí que seguiríamos caminando con las mochilas a los hombros. —¿Dónde está la tumba de Huidobro? —le pregunté al hombre antes de salir. —Allá —nos mostró una arboleda a la que, deduje, llegaríamos concluyendo la calle que declinaba a nuestros pies y subiendo una pendiente. Puesto que el día anterior habíamos estado en la casa museo de Neruda en el cerro Bellavista de Santiago, imaginaba


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crÓNica que al final del camino nos encontraríamos con una casa convertida en mausoleo, por eso cuando llegamos hacia el sitio indicado y nos topamos contra el muro amarillo, con una calle en declive que conducía al mar a la derecha y con un camino de tierra que conducía a un tugurio a la izquierda, pensamos que nos habíamos perdido. Un par de semanas después, en Puerto Montt, un nativo de San Antonio, puerto ubicado a diez minutos de Cartagena, se admiró de que alguien llegara a saludar a un poeta cuya casa está en ruinas y que debido a su insoportable vanidad y a la disputa que tuvo con Neruda, orgullo chileno y marca registrada, ha sido olvidado, o por lo menos, descuidado. De hecho, Volodia Teitelboim lo recordaba en los siguientes términos: “Su vida fue un gran sueño, la cacería del unicornio, lo del pájaro rey. Aun más, quiso hacer la poesía de nuevo. Abrir, romper la jaula del diccionario. Tenía ínfulas de fundador. Ansiaba mostrarla en el escenario como un producto fresco, como un milagro recién hecho. La verdad es que el ego y la imaginación en él eran más fuertes que la razón, y el proyecto mayor que el alcance simplemente. ¿Síndrome de Ícaro, el piloto que vuela hacia el Sol? ¿O el poseído que intenta robar el fuego de los dioses? Prometeo encadenado, liberado, vuelto a encadenarse. ¿Y a liberarse?”. Pero de momento ahí estábamos, a causa de la experiencia del hotel, acobardados y vulnerables, sin atrevernos a entrar, con todo el dinero de nuestro viaje en los bolsillos, al sendero solitario, alejado, y probablemente peligroso, que en opinión de un oportuno y solitario transeúnte, conducía a la tumba del poeta. Empezamos a subir y a alejarnos de la ciudad y vimos que a los árboles les habían salido, como frutas, unos letreros metálicos, azules con blanco, como de 30 x 10 centímetros, con el rostro de un joven Huidobro y joviales letras que decían: “A la tumba del poeta” y “Ruta patrimonial”. Caminamos, como dicen en Chile, caleta, es decir, largo, pasamos con los dedos cruzados frente a las casuchas atiborradas de planchas de zinc, neumáticos usados, fierros oxi-

dados, maceteros rotos y otras basuras propias de botadero, giramos a la izquierda, después a la derecha y subimos y subimos por un camino empedrado, disfrutando de la brisa del mar y del aire oloroso a eucalipto, volviendo a ver, de vez en cuando, hacia el mar y el poblado. Entonces escuchamos ladridos. Una ráfaga de ladridos agudos, sostenidos, con más timbre de ataque que de advertencia, y vimos aparecer, por detrás de unos arbustos, un mastín blanco con negro. Potter, Coolidge, Rubens, pintores de perros, habrían vivido cómodos en Chile entre quiltros grandes y amarillos, entre perros traposos vestidos con pañuelos y chalecos que se tienden en los portales a soñar con la buena suerte de perro que tienen. En el periódico santiaguino The Clinic de aquellos días, en la edición del jueves 7 de junio de 2012, para ser más preciso, Rafael Gumucio habla de esto en un texto llamado “El perro de Hitler”. “Chile está llena de

perros vagos. Es lo primero que impresiona a los viajeros: a cualquier hora, en cualquier lugar hay perros solos o en grupo recorriendo las ciudades. Los llamamos los quiltros, mezcla un poco de todas las razas, famosos por interrumpir desfiles militares, por cruzarse en procesiones religiosas (vi uno tratando de violarse a un actor que hacía de Jesucristo un viernes santo). “Generalmente inofensivos, de vez en cuando devoran a algún niño o terminan con la vida de algún anciano. Sin embargo, cualquier intento de esterilizarlos o exterminarlos ha chocado siempre con lágrimas furiosas del comité de defensa de los animales. Desfilan así indignadas actrices desempleadas, cantantes sensibles, ecologistas de todas layas y defensores de la tradición y el folclore que nos recuerdan que exterminar y esterilizar es lo que solía hacer Adolf Hitler en su tiempo”. Lo que no he dicho hasta el momento es que tengo pánico de

Un nativo se admiró de que alguien llegara a saludar al poeta que, por su insoportable vanidad y a su disputa con Neruda, ha sido olvidado...

los perros desde la tarde de verano en que un pastor alemán sacó la cabeza por entre las rejas de su casa y me clavó, profunda y dolorosamente, los colmillos en el brazo, así que cuando este salió de su covacha y se acercó hacia nosotros a toda velocidad, ladrando enloquecido, como si hubiese sido pastor y nosotros ovejas, rogué que lo sostuviera una alambrada, que su amo lo mantuviera a raya con un grito, pero en lugar de eso el perro se plantó ante nosotros, gruñendo, mostrándonos los colmillos, los brillantes ojillos negros, la espesa baba que se le escurría por las comisuras del hocico. ¡Fuera! ¡Fuera!, le grité aterrorizado, me agaché, tomé una piedra y se la arrojé con fuerza, deseando golpearle sonora y dolorosamente las costillas, cosa de que regresara, llorando, sobre sus huellas de cinco dedos y espolón, pero el mastín esquivó la piedra de un salto y empezó a acercárseme por un costado. Puesto que era mucho más rápido y más grande que otros perros que me había encontrado en los caminos, sabía que no podría patearle el hocico cuando intentara morderme y asumí lo inevitable; casi podía sentir su salvaje dentellada en mi pantorrilla, cuando una sombra apareció en la puerta de la covacha y lo llamó. El mastín obedeció inmediatamente, como un perro electrónico ante la señal de un control remoto.


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crÓNica La Augusta estaba blanca, como si hubiese visto un fantasma y no un mastín, o mejor aún, como si hubiese visto el fantasma de un mastín, así que tomó la primera rama que encontró en el camino y siguió subiendo, no porque quisiera llegar a la tumba de Huidobro, sino únicamente porque quería alejarse de la covacha. Atrás de la tumba, a la derecha, un muro con un libro abierto, de piedra. En la página izquierda se lee: “Guiado por mi estrella / con el pecho vacío, / y los ojos clavados / en la altura / salí hacia mi destino”. La página derecha dice: “Oh mis amigos / aquí estoy / vosotros sabéis acaso, / lo que yo era, / pero nadie sabe / lo que soy”. La lápida dice: “Aquí yace el poeta Vicente Huidobro 1893 – 1948” Detrás de la tumba, una lámina mineral en la que su hija mayor, Manuela, y el poeta Eduardo Anguita, mandaron marcar el siguiente epitafio: “Aquí yace el poeta Vicente Huidobro / abrid la tumba / al fondo de esta tumba se ve el mar”. El viajero de San Antonio que semanas después encontré en Puerto Montt nos dijo que no faltan quienes creen —considerando el poder económico y coqueteos con el ocultismo que tenía Huidobro— que realmente se mandó construir en la colina una tumba con vista al mar e intentan levantar la fosa para disfrutar sus visiones. Dejamos el heliotropo sobre el mármol, nos tomamos fotos sin sacarnos los guantes ni los gorros y le rezamos sus versos: “Basta señora arpa de las bellas imágenes / de los furtivos como iluminados / otra cosa otra cosa buscamos / sabemos posar un beso como una mirada / plantar miradas como árboles / enjaular árboles como pájaros / regar pájaros como heliotropos / tocar un heliotropo como una música / vaciar una música como un saco / degollar un saco como un pingüino / cultivar pingüinos como viñedos / ordeñar un viñedo como una vaca / desarbolar vacas como veleros / peinar un velero como una cometa / desembarcar cometas

como turistas / embrujar turistas como serpientes”… A todas estas, ambos teníamos una pregunta en la cabeza: ¿Qué iba a pasar cuando volviéramos? Temíamos volver a enfrentarnos al perro y, sobre todo, que esta vez no tuviéramos suerte y nos despedazara el rostro o la garganta o, en el mejor de los casos, nos mordiera y, consecuentemente, nos dejara agujeros llenos de dolor en los brazos o en las piernas, nos desgarrara los músculos, nos astillara los huesos, nos obligara a caminar despacito a un centro médico; nos ensangrentara el viaje. Empezamos a bajar con ramas en las manos, con piedras en los bolsillos, con saliva espesa en la garganta. Casi volvíamos a entrar en el demarcado territorio del mastín cuando una camioneta Isuzu roja, doble cabina, pasó junto a nosotros. La vimos llegar cerca de la tumba del poeta, dar la vuelta y regresar. Crucé al otro lado del camino y le pedí al tipo blanco, de cabello rizado y camisa manga corta que la conducía, que por favor nos llevara de regreso al centro. Me dijo que trabajaba en una empresa del puerto y que había subido a conocer el lugar a fin de saber si valía o no la pena visitarlo con sus clientes ex-

tranjeros. Consideró que no, que Huidobro debía serles desconocido y que el camino estaba en muy mal estado. Sí, la alcaldía de Cartagena debería mejorar la ruta –le dije, pero ahora que lo pienso bien, creo que todo aquello que ayude a mantener la paz en la tumba de Huidobro tiene razón de ser, y que hasta es posible que los perros estén puestos en el camino por el mismo poeta, que no desea que los profanos alteremos con nuestras tardías admiraciones su cósmica inspiración, al menos si no llegamos, como a él le gustaría, en paracaídas. El verdadero epitafio Dos o tres días volví a encontrarme con Huidobro en Valparaíso. Junto a Mistral y, por supuesto, Neruda, y comprendí que su histórica pelea aún no termina. La disputa entre los poetas empezó debido a que en la “Antología de Poesía Chilena Nueva”, publicada por Eduardo Anguita y Volodia Teitelboim en 1935, Huidobro tiene un papel más relevante, y aunque los dos apoyaron la causa republicana española, al encontrarse en España en 1937, sus diferencias se acentuaron, tanto que la Asociación Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura les pidió deponer su actitud en documento firmado por Tristán Tza-

ra, Alejo Carpentier, César Vallejo y Juan Larrea. Cuando un periodista de diario La Nación le preguntó en mayo de 1939 qué pensaba de Pablo Neruda, Huidobro le contestó: “¿Con qué intención me hace esa pregunta? ¿Es forzoso bajar de plano y hablar de cosas mediocres? Usted sabe bien que no me agrada lo calugoso, lo gelatinoso. Yo no tengo alma de sobrina de jefe de estación. Estoy a tantas leguas de todo eso”… Diez años después de la muerte de Huidobro, Neruda lo recordó como a un poeta “que se propuso desoír la solemnidad de la naturaleza”. Sin embargo, en lo alto del cerro Florida de Valparaíso, a pocos metros de la casa en la cual Neruda iba cada septiembre a celebrar su poesía y la independencia de su patria, la alcaldía de la ciudad construyó una plaza en la cual Mistral ha sido eternizada solitaria y silente; Neruda surcando la arena en busca de caracolas, y Huidobro sentado con su sombrero en las rodillas y el brazo izquierdo levantado y extendido hacia su enemigo. Al verlo así, los turistas se sientan a su lado, se dejan abrazar, no saben, hasta que un amigable vendedor de barcos embotellados les dice que, en realidad, Huidobro rechaza, desprecia a Neruda por siempre.


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agENda

Semana del 4 al 10 de marzo de 2012

LUNES

Exhiben adaptación de novela bicentenaria Versión cinematográfica de “Orgullo y prejuicio” con Keira Knightley se proyecta en la CCENG

Guayaquil “Orgullo y prejuicio” Cine

Con Keira Knightley, la película, de 2005, se basa en la novela de Jane Austen, y narra la historia de Lizzie Bennet (Knightley), que evidencia su fuerte temperamento cuando un soltero rico y sus amigos se mudan a una casa vecina. Lizzie conoce al apuesto y elegante señor Darcy (MacFadyen) y se entabla entonces una verdadera batalla de los sexos. Donde: Casa de la Cultura (piso 5) Hora: 18:30 Costo: $ 1

MARTES Quito

Quito

Guayaquil

Guayaquil

Biblioteca Benjamín Carrión

Los hijos de la calle

Novela de Henry Holguín

Cine

Lanzamiento

Libros

Cinemateca y su Consulta Pública Cine

El fondo bibliográfico está conformado principalmente de literatura ecuatoriana, latinoamericana y europea. También se puede acceder al archivo Benjamín Carrión. Ahí constan cerca de 4.000 documentos, clasificados en 4 grupos: correspondencia (1916-1979), mecanografiados, manuscritos y recortes de prensa.

En la Cinemateca nacional de la Casa de la Cultura tiene un espacio adecuado para la consulta pública fílmica, a fin de que investigadores y público en general accedan a la base de datos, imágenes y documentos que custodia el lugar. Un porcentaje del material fílmico ya ha sido digitalizado y permanece en la bodega aclimatizada.

Con Kevin Bacon, Robert de Niro, Dustin Hoffman y Brad Pitt. En los 60, la iglesia de los Santos Ángeles y su escuela son refugios en barrios marginales de Nueva York. Allí viven muchachos con problemas, que intentan sobrevivir en sectores habitados por inmigrantes y cuyo guía moral es el padre Robert Carillo, tipo criado en las calles que intenta que ellos no tuerzan su camino. Sin embargo, tras una fechoría colectiva en la que casi muere un individuo, cuatro chicos son enviados al Hogar Wilkinson, escuela para muchachos causantes de problemas sociales.

“Diario de un reportero condenado a muerte” es el nombre de la novela póstuma de Henry Holguín Cubillos, conocido periodista colombiano que dirigía el diario Extra de Guayaquil. Fallecido en 2012, Holguín no alcanzó a publicar en vida esta novela, que se presentará en el Centro Cultural Libertador Simón Bolívar. Durante la realización del evento se proyectará, por primera vez en Ecuador, el documental “Por la calle vienen mis demonios” (2003), dirigido por el cineasta colombiano Óscar Campo Hurtado. El documental está inspirado en la vida de Holguín.

Donde: Jorge Washington E2-42 y Ulpiano Páez Hora: 08:00 a 16:30 Costo: Gratuito

Donde: 6 de Diciembre y Patria Hora: 08:00 a 16:30 Costo: Entrada gratuita

Donde: Sala de Cine, Casa de la Cultura del Guayas Hora: 18:30 Costo: $ 1

Guayaquil “50/50” Cine

La película trata sobre Adam Lerner, quien tiene 27 años y descubre que sus recientes dolores son a causa de una fatal formación cancerígena. Su vida cambia por completo, asiste ahora a quimioteprapias y sus planes del futuro se reducen a sobrevivir. Adam cuenta con el apoyo de su mejor amigo, Kyle, pero su ocupada novia, Rachael, se aleja poco a poco.

Donde: Supercines Hora: Varía de acuerdo a la función Costo: $ 4 y $ 6

Guayaquil El jazz de Cristina Morrison Concierto

Actriz y cantante, lo suyo es la fusión del jazz con ritmos latinos, como bossa nova, samba, bolero y funk. Morrison inició Jazz Festival 2013 su “Primer Love Tour” en Ecuador. Donde: Teatro Sánchez Aguilar Hora 20:00 Costo: $ 15

Donde: Centro Cultural Simón Bolívar (Malecón y Loja) Hora: 19:30 Costo: Entrada libre


Quito

Quito

Museos

Diseño gráfico

La muestra está conformada por oratorios e imágenes de arte sacro de los siglos XVII al XX, clasificados según los diferentes estilos y usos de las piezas. Los objetos cuentan la historia de Brasil.

El taller consistirá en una introducción al diseño de tipografía ilustrada. Cada participante desarrollará un proyecto individualmente basado en un brief creado de forma aleatoria.

Oratorios Brasileños: Objetos de Arte y de Fe

Donde: Centro Cultural Metropolitano Hora: 09:00 a 17:00 Costo: Entrada libre

Diseñador español Alex Trochut dicta taller

JUEVES

MIÉRCOLES

agENda

Donde: Centro de Arte Contemporáneo Hora: 09:00 a 17:00 Costo: $ 250

Guayaquil

“Opening Night” en el MAAC

Quito

Retrospectiva del cineasta Fatih Akin Cine

Seis películas del director alemán-turco Fatih Akin se proyectarán desde hoy hasta el 10 de marzo. La muestra iniciará con el filme “Solino”, que trata de la primera ola migratoria a la República Federal Alemana (RFA).

Exposición artística de estudiantes del ITAE

Pablo Andino, Diana García, Orlando Granja, Jorge Morocho, Andrea Ramírez y Juan José Veloz forman parte de “Opening Night”, exposición que alude a la película de John Cassavettes (1977). La exposición, con el filme, está llena de exploraciones, en una puesta en escena que apela a los sentidos que ofrece la visibilidad o la falta de ella. Estará abierta hasta el 29 de marzo.

Donde: Cinemateca Hora: 17:15 Costo: Gratuito

Donde: Centro Cultural Simón Bolívar Hora: 19:30 Costo: Entrada libre

Guayaquil

Cuenca

Concierto

Concierto

Grupo quiteño con repertorio irlandés, galiciano, asturiano y bretón. Interpreta géneros “folk celtas”. Es talvez la única banda del país dedicada a este género que une música tradicional de regiones celtas, y música contemporánea de raíz folclórica (o new age).

Olga Khudoblyak, violinista y Octavio Hidalgo, violonchelista, se presentarán como solistas y tocarán la melodía de Camille Saint-Saens. Lo harán junto con el proyecto sinfónico juvenil Cuenca ensamble, que dirige William Vergara.

Druida Ensamble Celta

Donde: Teatro Sánchez Aguilar Hora: 20:00 Costo: $ 15

“La musa y el poeta”

Donde: Museo Catedral Vieja Hora: 20:00

Guayaquil

“The Wall” de Floyd Cine

Filme con Shirley Temple, un mito del cine

La cinta “Estrellita del faro”, de 1936, se exhibe en la sala de cine de la Casa de la Cultura del Guayas Dirigido por David Butler, este filme de la década del 30 narra la historia de Star (Shirley Temple), una niña de 4 años que vive con el guardián de un faro, el capitán Enero (Guy Kibbee) desde que la rescató de un naufragio en Cabo Tempestad, cuando ella era bebé. Ahora su feliz convivencia se ve amenazada, inesperadamente, cuando el nuevo encargado de la escuela del pueblo trata de alejarla del capitán e internarla en un orfanato. “Estrellita del faro” es una película que, según la crítica de la época, mostró a una Shirley Temple que llegaba a una madurez fílmica por su actuación, cantos y bailes de intenso vigor y aplomo.

Donde: Sala de Cine, de la Casa de la Cultura, núcleo del Guayas (Av. 9 de Octubre y Pedro Moncayo) Hora: 18:30 Costo: $ 1

El largometraje dirigido por Alan Parker, basado en la música del álbum “The Wall” de Pink Floyd, que contiene canciones como “Another brick in the wall”, habla sobre la sociedad de control y alienación. Donde: Bar White Rabbit Hora: 22:00 Costo: $ 3

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Semana del 4 al 10 de marzo de 2012

VIERNES Cuenca

Quito

Concierto

Teatro

Un repertorio lleno de electrónica, dance y house. Tocarán Burnski (Reino Unido), George Levi, Geovany Figueroa, Erick Rojas, Lou&Tom. Estará en el “visual talent” Jaime Ulloa.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, el 90% de las ecuatorianas casadas o en unión libre ha sido víctima de violencia de género. Esta cifra se mantiene tanto en las zonas rurales como en las urbanas. Con el contexto que da esta cifra, Clara ha comenzado un viaje sin retorno, descalza transita por la travesía que viven muchas mujeres: la violencia.

“All the toys”

Clara y el teatro de los sueños

Donde: Teatro Variedades Hora: 19:30 Costo: $ 10

Donde: Zoe Bar Hora: 20:O0 Costo: $ 10

Bicicletas en tacones

Ciclistas urbanos de 7 países pedalean para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, un acto que busca explorar nuevas masculinidades y subjetitividades.

Guayaquil

"Tacones, el motor de mi bici" Rodada de altura: Paseo en bicicleta

Ecuador se suma a un evento internacional en bicicleta que se celebra en más de 30 ciudades de 7 países: México, El Salvador, Colombia, Chile, Argentina y Estados Unidos, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Los hombres también son bienvenidos al evento realizado por primera vez en 2012, cuando las ciclistas pedalearon con tacones, para “BICIvilizarse” en las calles. Donde: Inicia en la Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno, 9 de Octubre, Malecón, Loja, Junín, Boyacá y Av. Quito, y concluye en el punto de partida Hora: 18:00 Costo: Libre

SÁBADO Guayaquil

Quito

Exposición

Sociedad

Después de un largo proceso de investigación científica, realizada por el Dr. Lunniss en varios sitios del sur de Manabí, y un estudio enfocado en el desarrollo del fondo arqueológico del MAAC, se propone la puesta en valor de importantes vasijas precolombinas. La exposición está compuesta por 33 piezas arqueológicas de cerámica, como cuencos, platos, botellas, compoteras, etc., que corresponden a las culturas Chorrera, Bahía, Guangala y Manteño.

Los latinoamericanos son renombrados por su sentido de la diversión y porque quieren prolongar los festejos hasta que la luz de un nuevo día los encuentre aún con ánimo. Si bien las noches en Quito conllevan la temperatura un poco más baja que en la mayoría de ciudades latinoamericanas, eso significa que sus habitantes y visitantes solamente tienen que abrigarse para recorrer los cafés, bares y discotecas que hay en la Plaza Foch, donde se concentra la diversión.

“Luz, color y diseño”

Donde: Sala Permanente del MAAC Hora: 09:00 a 17:00 Costo: Gratis

Vida Nocturna

Donde: Plaza Foch Horario: Diversos Costo: Varios

Quito

La Danza Butoh de los Andes Danza

A partir de los ritos femeninos sostenidos en la cultura andina y desde una poética de símbolos, esta obra de danza plasma el devenir de la mujer que va desde su atávica historia de imposiciones hasta su libertad. Organiza la Casa de la Danza.

Donde: Teatro Nacional Casa de la Cultura Hora: 19:30 Costo: Entrada libre


DOMINGO

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Guayaquil

Quito

Exposición

Museos

De Quito a Ecuador 1700-1835 Museos

La obra más completa de Leonardo da Vinci se exhibe en Quito. Más de 60 prototipos de inventos y obras de arte se exponen. Las piezas están distribuidas para comprender las áreas en las que trabajó.

En la exposición se presenta el proceso histórico que convirtió al territorio colonial de la Real Audiencia de Quito en una república autónoma e independiente, a través de una serie de transformaciones políticas.

10 mil años del antiguo Ecuador Muestra que propone un recorrido por la historia del hombre en América y Ecuador, su impacto en el ambiente, la organización social, medios de producción y el desarrollo de la tecnología. Donde: Sala Permanente del MAAC Hora: 10:00 a 17:00 Costo: Gratuito

La Era Da Vinci está en Quito

Donde: Museo Interactivo de Ciencias Hora: 09:00 a 17:00 Costo: $ 5,50 y $ 8

Quito

Donde: Centro Cultural Metropolitano Hora: 09:00-17:30 Costo: $ 1,75, $ 0,75 y $

Guayaquil

Keith Jarret, The art of improvisation Documental

El largometraje, realizado por el director Mike Dibb, retrata la vida de uno de los iconos y estrellas más representativas del jazz, el pianista Keith Jarret. El filme es una semblanza sobre su trabajo y su inmersión en el mundo de la música. Donde: MAAC Cine Hora: 16:00 Costo: Gratis

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