1 minute read

EN EL DIGITAL EN FACEBOOK + COMENTADA + LEIDAS 5

• La Pirámide Ciclópea de Valle Nuevo

• Abogado de la familia Richiez dice solicitará una nueva necropsia al cadáver de Esmeralda

• Maite Perroni ofrece detalles sobre su embarazo

• Artistas llegan a Miami a celebrar premio Lo Nuestro

• Tortuga Bay Puntacana Resort y Club incluido en la lista de 4 estrellas para los premios Star Wards 2023 de Forbes Travel Guide

Siguenos: www.eltiempo.com.do

@eltiempord eltiempo.com.do

Más de 100 artistas cantarán a la Virgen de la Altagracia

Magalis Martínez

“La salvación es Jesús, es el camino, la verdad y la vida y nadie va al Padre sino es por Él. La idolatría es una obra de la carne”.

Nikanor Ramos

“Vivan su vida y dejen vivir a los otros como quieran. Recuerden que la salvación es individual y quieran ustedes o no, la Virgen es la madre de Jesús; ese Jesús que ustedes dizque predican”.

Fue un lunes 13 el día en que sus padres encontraron muerta a Esmeralda. Y el domingo antes, Santiago lloraba al niño Donelly Martínez, por culpa de una bala que el destino reservó para acabar con su vida incipiente, cargada de sueños y fantasías.

Ese mismo día, el 13, en San Pedro de Macorís un hijo apuñaló a la mujer que lo parió. El verdugo es Jonathan Gonet y la madre sacrificada por su propia cría es Dorca Acosta Mejía. La infeliz mujer murió el día siguiente, el 14, cuando debió celebrar el amor en todas sus manifestaciones.

Todo esto ocurrió quizás en unas 24 horas. Tres hechos violentos que mantienen boquiabierta a la sociedad dominicana. Es mucha conmoción y se requiere de tiempo para recobrar aliento y continuar la marcha. Las heridas emocionales duran mucho en cicatrizar.

Cada una de estas muertes tiene motivaciones y circunstancias distintas, pero la violencia desenfrenada es un punto coincidente. Esmeralda, víctima de su inocencia y la crueldad extrema, vivió poco. Merecía vivir mucho más, para cristalizar proyectos y aspiraciones; para ser y hacer cuanto quisiera. La levedad del tiempo también sorprendió a Donelly. Este pequeño de 12 años no estaba en el lugar equivocado. Quien se equivocó fue el policía imprudente que manipuló el arma con la que debió defenderlo de los malos humanos.

De doña Dorca y Donelly conocemos a sus matadores, aunque el conflicto entre juicio y razonamiento dificulte lograr conclusiones lógicas y convincentes sobre sus muertes abusivas e inmerecidas. No hay explicación.

El caso de Esmeralda desborda toda capacidad de análisis. Muchas preguntas exigiendo respuestas bailotean en nuestras cabezas: ¿qué pasó?, ¿por qué?, ¿cómo? ¿Se pudo evitar? ¿Quién o quiénes le fallaron?

Es imposible pensar estas muertes sin que la confusión se mezcle con el dolor que producen.

This article is from: