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EL SINDICALISMO ES UN DERECHO DEL OBRERO Y

Del Empleado

laborales, el 35% de los trabajadores norteamericanos estaban sindicalizados. Hoy se estima que solo un 6% de esos trabajadores forman parte de un sindicato.

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La crisis del sindicalismo también obedece a la falta de conciencia en muchos trabajadores de los beneficios que les ofrecen la presencia de un sindicato en sus centros de trabajos. Está demostrado que no es lo mismo para un trabajador negociar su salario con un patrón que cuando esa operación es llevada a cabo por las normas ya establecidas por un sindicato, que sirven como marco en la negociación entre el patrón y el obrero. La presencia del sindicato establece contratos colectivos que contribuyen a que el obrero obtenga mejores salarios y toda una serie de beneficios adicionales como son: beneficios de salud, obtención de pensiones, protección en caso de cancelación injusta, derecho a la huelga, mejores condiciones ambientales de trabajo, horario de 8 horas de trabajo, pago adicional por horas extras de trabajo, vacaciones, etc.

No hay lugar a dudas, que un obrero afiliado a un sindicato obtiene numerosos beneficios que de lo contrario no lo lograría. En cuanto al salario, está demostrado que un obrero sindicalizado hace más de un 30% que un no afiliado. Además, cerca del 92% de los obreros que pertenecen a un sindicato tienen cobertura de salud mientras que solo un 62% de los no afiliados la poseen.

Es evidente que un patrón de empresa prefiera mantener sus trabajadores fuera de los linderos de un sindicato, ya que, eso le pro- porciona beneficios económicos adicionales que de lo contrario no los lograría.

En esta realidad se centra el hecho de que para que el sindicalismo lograra establecerse en la nación fuese necesario una larga lucha, que se inició en 1866 y que tuvo que esperar más de 50 años, 1916, para se estableciera una ley de protección a la creación de un sindicato.

Aun cuando en América existe el derecho del obrero a sindicalizarse, hoy día se hace cuesta arriba establecer un sindicato en cualquier empresa. En ese sentido, se han establecido en muchos estados legislaciones como la llamada “Righ to Work”, que consiste en quitar el poder a los sindicatos de descontar directamente del sueldo de los trabajadores las cuotas que estos deben pagar al sindicato y que sirven para el pago de sus operaciones.

Por otro lado, las grandes corporaciones usan sus poderes para evadir las débiles leyes que protegen los obreros cuando quieren fundar un sindicato. Hay compañías que espían a sus trabajadores cuando se dan cuenta que tratan de formar sindicatos y proceden a cancelarlos sin ninguna justificación como el ejemplo que pusimos al inicio de este artículo. Eso explica el bajo porcentaje de trabajadores que pueden iniciar un sindicato. En el 2021 solo 46,880 trabajadores de 103 millones que emplea el sector privado pudieron sindicalizarse, eso a pesar del aumento que se ha producido en los últimos tres años. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que el gran capital usa a los políticos para que estos últimos propaguen la idea que el sindicalismo contribuye a propiciar el desempleo y por tanto, la baja de la economía. Mientras tanto, las grandes corporaciones aumentan cada vez más los dividendos a sus accionistas y los millonarios salarios a sus CEO a costa de la explotación de sus trabajadores. Todo esto gracias a la democracia en que vivimos, que protege al gran capital en perjuicio de su masa obrera.

Alos que nunca aprendieron a patinar en hielo, esta es su oportunidad. Las calles están para que cualquiera caiga como un mango maduro. Las temperaturas heladas, (nada nuevo en el mes de febrero), están provocando graves accidentes. Así es que, si no tiene que salir a la calle quédese en su casa para que no le den “ride” al hospital.

Según el Departamento de Labores de Estados Unidos, el número de solicitudes de desempleo bajó drásticamente esta semana, colocándose en su nivel más bajo desde 1969. Según los analistas financieros, esto es un indicio de que se están creando nuevos puestos de trabajo, lo cual es cierto, pero también es indicio de otra cosa. ¿Cuál? Que los subsidios de desempleo no alcanzan a la gente para cubrir sus necesidades y se están viendo obligados a buscar trabajo.

A eso en buen lenguaje se le llama, inflación.

No hay que ser economista para darse cuenta de que hay una inflación galopante. Eso no lo saben ni Joe Biden ni el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, porque ninguno de los dos va al supermercado a comprar huevos.

Nadie en su sano juicio puede negar que las administraciones demócratas han manejado siempre la economía mejor que las republicanas. Pero esta vez, la cosa va por camino diferente. Tal parece que a Joe Biden le preocupan más los ucranianos que los americanos y que a él lo eligieron para hacer papel Atila y no el de presidente.

¡Que el Señor nos encuentre confesados!

Y hablando de Atila, a nadie le cabe la menor duda de que vamos por el camino directo a una Tercera Guerra Mundial, la cual será el comienzo del fin de la humanidad. La administración de Joe Biden, en vez de buscar la paz en Ucrania, le está echando leña al fuego y los gobiernos alcahuetes de Europa le están siguiendo el juego. Está muy claro que se está buscando problemas con China. El mundo se está alineando en dos bandos: Por un lado están China, Rusia y sus aliados, y por el otro Estados Unidos y Europa. Son cuatro potencias nucleares. Biden está empujando la guerra de Ucrania hacia un enfrentamiento nuclear, y si Rusia se ve acorralada va a atacar con armas nucleares, y si la OTAN responde del mismo, China va a meter en el conflicto. Nada de eso es necesario, simplemente hay que negociar la paz.

Bueno, como pasa siempre en este país y en todo el mundo, los trapos sucios de las administraciones públicas no salen al aire hasta que ocurre un desastre. El accidente de un en Ohio sacó en claro la falta de cuidado con la población de la administración de Donald Trump. ¿Por qué? Desde hace tiempo sectores ambientalistas está reclamando que el transporte de químicos tóxicos en los trenes pone en peligro a la población. La administración creó una regulación para los trenes usaran frenos eléctricos modernos y nos los de aire que se vienen usando desde la época del viejo oeste. Pero Trump, para favorecer a los propietarios de los trenes quienes se quejaban de que la regulación de Obama les costaría mucho dinero, eliminó la regla. Ahora, como ocurre siempre buscarán un culpable para salvarle el pellejo a las empresas. No duden que dentro poco acusen a los maquinistas, a alguna empresa pequeña de mantenimiento, o a los trabajadores de las centrales controladoras. Y si no, le echaran la culpa a un venado o a un oso, porque no hablan ni buscan abogados.

Nos vemos en los próximos Jalapos, para que no nos culpen a nosotros.

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