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Enrique Alberto Arce
NO SOY PERFECTO
IBSN 987-1094-14-0
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No censures antes de averiguar: reflexiona primero, y luego reprocha. No respondas antes de escuchar y no discutas sobre lo que no te corresponde ni te entrometas en las disputas de los pecadores. (Eclesiรกstico 11, 7-9)
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Indice UNO 1 - Felicidad ¿podré alcanzarte? 5 2 - Libertad, divino tesoro 6 3 - El efecto dominó y la imitación 8 4 - El hombre y la máquina 9 5 - Los 'anti' 11 6 - La génesis del miedo 12 7 - La ansiedad: incómoda compañía 14 8 - Entre el siglo XIX y el XXI 16 9 - ¿Qué pasa con la cultura? 20 10- ¿Crea confusión el erotismo? 23 11- Reconociendo la composición integral del hombre 24 12- ¿En qué lugar sitúo la responsabilidad en mi vida? 26 13- Qué factores modulan mi ser 27 14 - La ley como paradigma de una sociedad democrática 29 15- Los índices de visibilidad y de entumecimiento 30 DOS
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La hipocresía 32 La comprensión y el amor 33 La envidia 38 La mentira 40 La soberbia 42 La maledicencia 47 La ira 50 TRES
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Cómo optar 54 Mensaje de paz 55 Desprendernos de la conducta perversa 56 Heridas profundas 57 Ser normal 58
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Prólogo El hombre no es perfecto, sólo lo es Dios. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida terrenal, muchos de nosotros buscamos la perfectibilidad en nuestra conducta y modos de ser, con grandes sacrificios, porque creemos que es lo mejor. La cuestión es cómo nos dirigimos hacia el objetivo. Me explico. Si nuestra intención es dejarnos guiar por el incentivo programado por quiénes nos ayudaron a modelarnos desde pequeños, entramos, casi sin quererlo, en el ruedo de la competencia para distinguirnos entre los demás. Y en este caso podremos llegar a desgastarnos, a sufrir situaciones que nos lleven al desasosiego y más aún, en el afán por escalar posiciones de perfección, podemos herir la susceptibilidad de las demás personas. Aunque existe otra forma de enderezar nuestros anhelos, y ésta es la que se orienta hacia la perfección del espíritu. Ahora bien, quienes se sienten llamados a esa vocación, deben comprometer ciertamente su vida. Pero no estarán desamparados, porque una fuerza irresistible los guiará hacia el amor desinteresado por el prójimo, que no es poco. ***
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UNO 1. *Felicidad, ¿podré alcanzarte? Quién más, quién menos, desea ser feliz. Y ansía profundamente encontrar ese camino que lo conduzca a la felicidad. Pero son tantos los senderos que se presentan... que no es fácil encontrar el verdadero. Algunas personas hallan la senda sin mayores dificultades; otras, con mucho trabajo, la advierten, pero les cuesta ser consecuentes con el esfuerzo meritorio, y otras ni la advierten y viven amargadas, contagiando con su acidez, a los demás. Todos sabemos que, desde chiquitos, estábamos deseosos de apropiarnos de lo que encontrábamos a mano, y, una vez conseguido, era difícil que lo soltáramos porque sentíamos el deleite de la posesión. Entonces, en la medida en que crecimos, nuestra avidez se hizo más específica y marcada. Y dentro de las necesidades imperiosas, el bienestar ocupó un lugar preferente. Pero ¿cómo „sentimos‟ el deleite de la felicidad? Acerquémonos a los numerosos equivalentes propios de ese don: salud, bienestar, prosperidad, comodidad, tranquilidad, placidez, seguridad y despreocupación. De acuerdo, son variados los objetivos para alcanzar tan deseado tesoro. Y ocurre que una persona logra conseguir la prosperidad, pero su salud es incierta y le impide gozarla. Algunos pueden poseer la salud y la prosperidad, y se sienten mal e intranquilos, porque su seguridad está acechada por otros, que quieren apropiarse de lo suyo. Otros se sienten incómodos por la envidia de los demás. Y algunas personas no encuentran la meta porque caminan por tenebrosos senderos que los distraen.
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Convengamos en que, dada la diversidad de valores que están en juego, es muy difícil que todo se ajuste para llegar a ese fin ansiado por la casi generalidad de los mortales, aunque sí podríamos determinar cuál de ellos podría ser el predominante. Sabemos, porque la Historia nos lo está diciendo a cada momento, que muchos son los ambiciosos de poder y de dinero, y en ese empeño no vacilan en "hacer rodar cabezas" aunque se estresen, se enfermen y vivan temerosos por el probable ataque de tantos enemigos que se crean. Hasta se inventan una sentencia que se les acomoda: "el dinero no hace la felicidad pero contribuye a que sea posible".
No obstante, muchas otras personas atisban la felicidad de otra manera. Y lo hacen, sin menospreciar el patrimonio terrenal. Ellas dan cabida también a otros bienes, que son etéreos aunque no menos poderosos, y que anidan en el espíritu del hombre. Con su ayuda, que superan los límites humanos, pueden lograr la plenitud sin que, necesariamente, cuenten con dinero o propiedades, o poder. En esos seres escogidos, resplandece la sonrisa y la caridad, porque su alma está impregnada de amor hacia el necesitado y el sufriente y los ayudan con todo lo suyo sin pedir nada en cambio. ¡Han encontrado un 'sentido de vida' y han hallado el cauce que los llevará a la felicidad! * 2 . *Libertad: divino tesoro Los hombres tienen el privilegio de pensar y ordenar sus ideas; de sentir emociones de todo orden y de propagarlas o guardarlas para sí. En oportunidades se presentan como un ser repleto de objetivos que algunas veces coexisten en pro de un interés común, y otras veces son desperdigados en ambigüedades y desaciertos. Entonces, su mayor merecimiento es la „‟libertad de decidir‟‟ en su pensamiento y en su accionar. Pero aún así, muchos viven enmarañados dentro de su misma libertad, porque son numerosas las opciones y otras tantas las controversias que se suscitan en su libre ejercicio. Además, el ser humano no puede vivir solo. Necesita convivir con una persona o grupo, quienes le proveen el eco de su vivencia. Y en la interrelación humana se intercambian pensamientos, sentimientos y
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experiencias. Por otra parte, y en un plano primario, actúa según sean sus apetencias y dentro de controvertidos ámbitos, de las fuerzas de atracción y repulsa. Su más grande privilegio como persona humana, que se entiende con los demás seres vivos, es el de generar amor, conmiseración y relación cordial con los otros seres, porque son productos de su propia esencia, es decir, atributos emanados de su espíritu. Y sus despreciables lacras lo constituyen el odio, el resentimiento, la altivez, la mentira, la hipocresía y la apetencia desmedida por los frutos materiales. Así vemos cómo el hombre resulta ser una fuente hirviente de contradicciones, donde se mezclan las virtudes y los defectos, y a él le cabe el discernimiento de separar la paja del trigo, cosa que le resulta muchas veces, tarea muy difícil. Quiero decir, que aún siendo bien conocidas las bondades que lo enaltecen, como las escorias que denigran su dignidad como persona humana, muchos de nosotros no las distinguimos. Tenemos que tener mucho cuidado porque esa maravillosa condición propia del hombre, que solventa nuestra potestad de pensar, sentir, decidir y llevar a cabo el propósito elegido, así como nos orienta por caminos probos, ¡bienaventurado sea! puede conducirnos, para desgracia nuestra, a la deshonra, según sea la vía por la que se transite. Porque, si bien es cierto que generalmente se elige el sendero que nos dictan las virtudes morales, deberá prestarse mucha atención, porque la persona que no tiene afianzado los valores éticos que rigen la conducta humana, suele ser muy débil ante los embates de quienes, intencionadamente, le obstruyen la meta de la probidad y del bien, que le dicta su conciencia. De modo tal, que deben tomarse con sumo cuidado todos aquellos mensajes que nos llegan de afuera, porque, tanto el que obra deshonestamente como el que se hace eco de lo que oye sin tamizarlo por su conciencia, puede difundir toda clase de mentiras y toxinas que contaminará el corazón de los justos, si no están atentos y despiertos. *
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3. *El "efecto dominó" y la contaminación imitativa Muchos conocemos una secuencia mecánica que se traduce en actos sucesivos y enlazados, a partir de un hecho impropio o torpe de parte nuestra. Salta por el aire el objeto tocado, y antes de terminar en el suelo, choca contra otros y genera una dinámica en cadena, terminando todo, a veces, en un verdadero estropicio. A este encadenamiento de sucesos, se le ha dado el nombre de "efecto dominó". En la vida social se produce otro fenómeno, también singular, al que podría llamarse "contaminación imitativa". Ésta consiste en la continuidad de algo que se promueve a partir de la <iluminación> de algunas personas que conscientes o inconscientemente, en determinado momento, saltan al ruedo social con algunas novedades, ya sea en su vestimenta, léxico, adornos estrafalarios, tatuajes, modos delictivos, etc. e impregna, enseguida, a gran parte de la población que se hace eco sumiso de ellas sin siquiera pensar si estos actos imitativos que adopta, pueden serle de utilidad para su vida o incomodan y perjudican a otros. Desgraciadamente, la invasión se propaga como cuando el fuego arde en un bosque poblado de árboles y arbustos secos y es arrasado por el viento. Si incursionáramos en las esferas de la sicología y la sociología, embocaríamos en la personalidad, que es la forma en que el ser humano se presenta a otro ser humano. Y en esa 'armadura' cabe imaginarlo como alguien que 'quiere demostrar lo que cree que es', sea esto ficticio o real, aunque también, y en orden inverso, hacerse pasible de 'lo que los demás quieren que él sea'. En este segundo punto se acerca, peligrosamente, al movimiento inconsulto de la imitación, donde se pierde el atributo de lo distintivo, para ser uno más en la grey humana. Entonces, confundido el emblema moral que establece claros cánones de ética y de orden llevados a la vida, el individuo resulta ser un títere movido por los impulsos descontrolados, las pasiones y la insensatez, y se hace susceptible de perder la gracia de la idoneidad en la ejecución de sus acciones. Por suerte, en este fenómeno "de cascada", no todos son alcanzados por esa 'puesta en acción' de los promotores que se sitúan a la
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cabeza de lo novedoso. Muchas son las personas creativas que proponen otras formas de vinculación social que les son propicias a la buena relación humana, tales como la rectitud en el pensamiento y en la acción; el respeto por el otro aunque piense en forma distinta a la nuestra; la comprensión, la tolerancia y la compasión por los débiles y necesitados. Todas estas actitudes llevan el sello del amor hacia los demás y alcanzan el respeto y la adhesión de quienes "son contagiados" por estos verdaderos benefactores de la humanidad. Y, gracias a Dios, y a estas personas, podemos decir, ¡bienaventurada sea la imitación! "Hagan por los demás, lo que yo hago por vosotros", dijo el Señor. ** 4. * El hombre y la máquina Imaginémonos que estamos frente a un aparato que está diseñado y conformado para ejecutar ciertos movimientos que, coordenados, conducen a un fin previsto. Esta máquina cumple con las funciones en tanto actúe conforme con las necesidades para la cual fue construida. Posee una cantidad de piezas, que engranadas entre sí, facilitan una acción determinada. Pero siempre alguien o algo deberá poner en movimiento el aparato. Pasa el tiempo y la máquina seguirá el curso que se le asignó, sin apartarse ni un ápice del camino previsto. Ese 'alguien' cuidará de ella y estará atento a los cambios que puedan suceder en su estructura debido a las fricciones, desgastes y envejecimiento de sus piezas. Y así, todo marchará conforme a lo previsto. Ahora nos dirigimos al ser humano. No es mi intención hacer un símil entre máquina y organismo vivo, pero sí una aproximación, ya que el hombre se proyecta dentro de los límites que le ofrece el conocimiento de su propia estructura. Sabe, por experiencia, que todos los aparatos y sistemas que conforman su organización biológica, aunque sean distintos en calidad y ejercicio, están estrechamente combinados en función de la Vida. Entonces, en principio, la persona es quién pone en marcha el desarrollo de la estructura humana y quién debe cuidar de ella para que actúe adecuadamente. Y acá surge la primera disimilitud entre lo humano y lo material, porque el hombre puede confeccionar la máquina
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más sofisticada que se nos ocurra, pero no puede hacerlo con su propio organismo total, porque ya 'Alguien', superior a él, lo hizo. Volvamos a la máquina. Generalmente necesitamos de un prospecto que nos indique cómo debemos usarla. El catálogo nos dirá qué debemos hacer. Todo está muy bien mientras se trate de máquinas simples, pero cuando nos hacemos servidores de otras más complejas determinadas por la articulación de numerosas piezas que tienen que sincronizar entre sí, el asunto se pone más difícil. Esto último, sucede con el ser humano. Poseemos una estructura muy compleja, aunque tengamos noción de cada aparato y sistema que conforma nuestra entidad biológica. De modo tal que la atención y finura que pongamos para que todo marche bien, en muchas oportunidades “se nos escapa de nuestras manos". Tal vez nuestro mayor pecado sea la propensión, que muchas veces se hace hábito, de separarnos en secciones dando preferencia a uno u otro ámbito en menoscabo de los otros. Si en el automóvil, puesto como ejemplo de una máquina compleja, falla alguno de sus elementos, todos ellos coordenados para la función que se le tiene asignada, su andar será defectuoso o directamente no cumplirá su destino. Y, claro está, si como humanos le damos una importancia preferencial a lo mental, por ejemplo, desmereciendo el ámbito emocional, o nos guiamos directamente por los impulsos, disparados sin un equilibrado razonamiento, o no ofrecemos debida atención a un correcto metabolismo corporal, estamos malogrando la unidad, fundamento primordial del ser hombre. Sabemos -nadie lo duda- que somos entes que recibimos, continuamente, toda clase de mensajes que penetran a través de receptores específicos. Y que, luego de una impregnación de esos elementos a través del razonamiento, estamos en condiciones de emitir algunas respuestas, mientras otras se guardan dentro del reservorio de nuestra intimidad, o bien penetran entre los dobleces del inconsciente y se pierden o quedan adormecidas en el recuerdo. Generalmente todo ser humano siente, íntimamente, el impulso de gustar, de ser atractivo, porque en él están fuertemente arraigadas las ansias de ser amado y reconocido como persona. Pero pueden suceder algunas fallas que nublan o empobrecen las relaciones, que tanto mal ocasionan al emisor como al receptor. Yo creo que la culpa de este desquicio se debe a la calidad de los filtros. Si estos elementos no cubren su misión que es la de detener todas las impurezas que puedan dañar las
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partes nobles del organismo, en el orden de los pensamientos, las emociones o los sentimientos, los diálogos estarán plagados de toxinas, empobreciendo su calidad. Entonces, se hace necesario que purifiquemos los filtros, repensando cada pensamiento, porque una vez que sale al exterior, no podemos pararlo; y que evitemos saltar impulsivamente ante los estímulos en los que no está en peligro nuestra vida, porque esa reacción desatinada nos podría conducir a situaciones nada felices. ** 5. *Los "anti" Los argentinos nos sentimos impregnados de controversias en las se precipitan los "anti". Esto me recuerda un chiste gallego: "Un hombre se salva de un naufragio ocurrido en el mar, aferrado a una tabla. En su desesperación ve, por fin, un pequeño islote que se yergue, en medio del océano mostrando solamente una solitaria palmera. Llega por fin a su orilla, fatigado y con frío, y al alcanzarla, lo primero que dice, jadeando y en voz alta, es: "-haya en esta tierra gobierno republicano o monárquico, yo estoy en contra-".
Tal vez poseemos una idiosincrasia muy particular, impregnada de timidez y recelo. Ortega y Gasset al encontrarse con el prototipo intelectual del hombre argentino, lo definió en forma muy cruda, como un ser "que pone la mayor porción de sus energías hacia las fronteras de sí mismo", es decir que se presenta "como ocupado en defender su propia persona" como si su intimidad estuviera ausente y uno estuviera frente a él como hablando con una "máscara". Como que le faltara autenticidad. No obstante, Ortega acepta que puede haber una exageración en sus conceptos ya que "se trata precisamente de exagerar, puesto que se trata de comprender". Y en este sentido lo entiendo plenamente, porque vemos mejor la 'figura' cuando se representa con trazos gruesos y definidos. Aunque, de todas maneras, yo entiendo que sus impresiones no son tan erradas si aceptamos dos hipótesis con que sustenta sus descripciones: "1ª, que en la Argentina, el puesto o función social de un individuo se halla siempre en peligro por el apetito de otros hacia él y la audacia con que intentan arrebatarlo; 2ª, que el individuo mismo no siente su conciencia tranquila respecto a la plenitud de títulos con que ocupa aquel puesto o rango".
Atendiendo entonces al personaje representado por el náufrago del cuento, y el perfil sociológico que nos hiciera don Ortega y Gasset, nos encontramos ante algún individuo más bien falaz porque, atendiendo a un principio de preservación natural, comienza por escudarse ante posibles atentados a su persona física e intelectual, y en ese propósito es
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muy posible que no atienda ni respete el sentimiento y las razones de las otras personas. Y claro está, su mejor defensa es estar en contra de quien sea para escudar su posición ficticia. Por otra parte, el ansia de mantener erguida su imagen, si ésta fuera comprometida bajo la lupa de la justicia, lo lleva a afirmar enfáticamente: "soy inocente", creándose una aureola de santidad, aunque el mundo caiga encima de él. Además, algunos hombres públicos agregan: "existe un complot contra mi persona". Hay un juego de niños que nos muestra, gráficamente, una peculiaridad casi universal del ser social, y que, en este caso no se hace como una diversión, sino como una figura seria y lamentable. El juego al que me refiero es "la mancha" y consiste, ya lo sabemos, en que el que se hace pasible de ser "la mancha", corre a los demás para tocarlos y pasarles el atributo, de modo tal que "se libra de esa mácula". En este mismo sentido, se valen también de otro juego llamado "El gran bonete". (Ver “Diálogo y Convivencia: Soy inocente...)
Sería muy importante para la salud de la humanidad, que tratáramos de librarnos de esa "corteza material del ser humano que tiene oídos y no oye", para no entrar en ese maremágnum actual donde "hoy todo se justifica, todo se explica, todo se interpreta, pero nuestra alma se ahoga en un mar de palabras". Entonces, en aras de una concepción ajustada a nuestra medida "sólo cuando todo eso termina, cuando se llega al límite de la desesperación y al fondo de la humildad, es posible una apertura de conciencia", como agrega
Muñoz Soler. Sin embargo, fortalecería nuestro espíritu, aceptar que los seres humanos somos pasibles de incurrir en faltas, y está en nosotros y solamente en nosotros, subsanarlos para nuestro bien y el de la humanidad con la que convivimos. Y, por sobre todo, tratar de deshacernos de la soberbia, la vanidad y el egoísmo, que se nos pegan substrayendo nuestras más óptimas valencias. ** 6. *La génesis del miedo El miedo cava profundamente en el espíritu humano. A veces se percibe claramente; otras nos conmueve como una turbación a la que no hallamos causa. Pero, de una u otra forma, lo desechamos como compañero nuestro, porque nos molesta su existencia. Nos hace sentir desvalidos.
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Recorriendo un poco nuestras etapas de vida, vayamos a los primeros momentos luego del nacimiento. Nuestro desarrollo como persona, lo sabemos, se produjo dentro de un habitáculo oscuro y muelle, y al emerger de la matriz, la luz puede habernos enceguecido. Luego, el transporte de un lado a otro; las voces altisonantes no comprendidas... Muchos sufrimos esos primeros momentos, pero luego fueron compensados con el abrigo cálido de la madre, las sonrisas y mimos de los que, cariñosamente, se acercaban a nosotros... aunque no todo fue "un lecho de rosas", porque, a medida que crecíamos, nos encontrábamos, en repetidas oportunidades, con la incomprensión de los mayores. Quiero decir que no siempre encajaban nuestras apetencias de niño con las necesidades de quiénes fueron los protectores de la enseñanza. Y aquí surgían litigios: algunos de pequeña envergadura, otros muy desgraciados. Y en esa lucha, generalmente ganaba el poderoso, el fuerte. Y comenzamos a sentir otro tipo de miedo: miedo a la lucha y al castigo. Pero el miedo no viene solo. Encontró un acompañante muy solapado y peligroso que se hizo dueño de los sentimientos: la culpa. Desde entonces el miedo, aliado con la culpa, minaron nuestras defensas. Además, en ese crecimiento biológico pasamos de la niñez a la adolescencia y en todo ese tiempo debimos acomodarnos a las nuevas circunstancias que en cada instante aparecían, y emergieron nuevos miedos. Miedo a hablar, a expresarnos, a no congeniar con los demás seres, a lidiar buscando sitio en el mundo social. Llegamos a la edad adulta y surgieron otros miedos que fueron adueñándose de nuestro ser, porque las responsabilidades también crecían, y llegamos a encontrarnos con muchos dilemas éticos que se traducían en alternativas tales como: el sentido de honradez contra la deshonestidad; la complacencia de la comprensión contra la impiedad en el pensamiento y el acto; la verdad contra la mentira y la hipocresía. Y, en esas dualidades controvertidas, muchos optaron por el descrédito de su identidad avanzando por el camino falso, aún a costa de solidarizarse con el miedo. La ubicación en el mundo actual donde la gente vive acelerada, transponiendo a grandes trancos el „tiempo‟ del medio ambiente natural, que es lento, nos urgió a acorazarnos ante lo contingente, y muchos lo hicimos con miedo. A esto se le sumaron los miedos existenciales, que toman formas indefinidas y monstruosas y que deja al hombre vulnerable y cautivo en sus redes, sin poder atinar a desprenderse de ellos.
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Y en ese nuestro andar, nos encontramos con seres, algunos amorosos, que nos cobijaron dulcemente para afrontar lo inevitable. Otros fueron agresivos, perseguidores, buscando víctimas propiciatorias a quienes dañar, y usando como lanza y red, el miedo y la culpa. En presencia de estos últimos, que nos provocaban miedos reales, tratamos de alejarnos o desasirnos de ellos, porque perturbaban nuestro espíritu, y buscamos cobijo en aquellos otros que nos ofrecían amor y paz. También, en nuestro paso por la vida, algunos fuimos aprisionados en las redes de los 'miedos existenciales' que no se ven ni se entienden y por ello se apoderan de nuestro ser invadiendo los ámbitos orgánico, mental-emocional y espiritual, sin que podamos hacer nada. Como nos lo dijera Muñoz Soler, en el hombre actual se observa el "desequilibrio de su estructura interna", es decir, que se ha producido en él "una crisis de identidad".
Reconocemos que el hombre posee una sensibilidad especial para adherirse por afecto imitativo, a todo aquello que le viene del medio exterior. Algunas veces asimila los estímulos que le llegan, asumiendo aquellos que les resultan provechosos para su salud espiritual y otras tantas -que son muchas- los aceptan sin digerirlos. Y acá viene lo malo, porque son numerosos los agentes que propagan infundios con el objeto de producir caos en la sociedad y en el alma de aquellos que los reciben como verdades, con el agravante de que estos últimos se hacen portadores de esas patrañas y las difunden sin ningún recaudo. Se convierten en 'resonadores'. En consecuencia, todo esto puede provocar una transformación del miedo en pánico, y en este caso difundirse peligrosamente, desgajando el tejido social. Entonces, ya que toda decisión presenta aspectos de ambivalencia que se resuelven en un pro o en un contra, si el fantasma del miedo la acompaña, estemos alertas para que su acción no sobrepase nuestras defensas ni altere nuestro justo derecho a la paz en el espíritu. * 7. *La ansiedad: incómoda compañía Hay quienes van dando medidos pasos por la vida, y otros que avanzan a grandes zancadas. Todos buscan, conscientes o inconscientemente, un protagonismo: 'ser alguien'. Ahora me pregunto: para llegar a metas propuestas, ¿lo hará el que "se traga los tiempos", o aquel otro que reflexiona sobre el camino para dar un adecuado cupo a
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su andar? Debemos darnos cuenta de que nuestro tránsito en el mundo, no se resuelve en la velocidad, como cuando se corre una carrera pedestre. Que todo tiene, a nuestra semejanza y límites humanos, etapas que deben contenerse dentro de ciertos tiempos, y que transgredirlas nos pueden ocasionar serios trastornos. Por ejemplo, el niño necesita de 'su tiempo' para aprender a caminar o para entender formas abstractas en la ideación. El hombre busca al hombre para su compañía, porque le resulta casi imposible estar solo. Empero, ese hombre que se "pone las botas de las siete leguas" para transitar por el mundo, encuentra a su lado una acompañante insidiosa que corre a su zaga: la ansiedad. Ésta, se le pega y lo trastorna. Y ya, no divisa el camino: sólo una nebulosa que le aprisiona las entrañas. A veces consigue desasirse de ella y respira vientos de felicidad; pero otras, la ansiedad consigue adherirse de tal manera que se hace parte de él, de su personalidad, de su vida. Este hombre, cautivo en los lazos del desasosiego, se mueve dentro de su prisión, dando brazadas en el vacío, porque ya no es él mismo: todo lo ve a través de la potestad que ejerce sobre él la nociva ansiedad. Esto nos hace repensar en la necesidad de dar 'paso por paso' en nuestro trajinar cotidiano. Aprender a detenernos en el momento oportuno y acercarnos a la sabiduría que nos dice que expongamos una cosa por vez y que la gocemos en ese instante sin pensar en el que sigue. Sucede que cuando una persona nos resulta desagradable o tóxica, generalmente nos las arreglamos para desasirnos de ella, y todo queda en paz. Pero no es tan fácil desprendernos de la influencia de la ansiedad. Ésta se prende como garfio y nos muestra un panorama cargado de negras brumas. Muchas son las incitaciones externas que nos promueve a sentir, adherido a nuestro ser, la ansiedad; y con ella vemos al mundo distorsionado, sin alcanzar a divisar la luz. Entonces, motivado por el trajinar acelerado que nos ofrece la vida social actual, nos embarullarnos en esa nebulosa. Sin embargo, algunos son los que consiguen desprenderse del estado emocional transitorio que provoca la ansiedad, mientras que a otros, desgraciadamente, se les fija en la personalidad configurando 'el hombre ansioso'. De una u otra forma, la ansiedad, enclavada en el alma sofrenando la potencia vital, determina un comportamiento indeseable. Muchas son las corrientes psicológicas que tratan este problema, y generalmente concuerdan en que, ante el paciente ansioso, se debe
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comenzar con la proyección de un perfil en el que el mismo paciente suministre los elementos que hacen a su haber cognitivo, fisiológico y motor. De todas maneras el elemento ansioso impregna totalmente la mente del individuo ante cualquier situación en la que se ve comprometido, y sabiendo eso, lo importante es desalojar el engendro, que puede conseguirse, no con decir "no me gusta, fuera de mí", sino con ejercicios de concentración mental que no requieren un laborioso mecanismo. Se abordamos esta línea terapéutica, comenzaremos con entrar en relajación completa, con los ojos cerrados, y veremos desfilar sombras de seres, algunos de ellos fantasmagóricos, que pueblan nuestro recinto mental. Dejémoslos pasar, no le opongamos resistencia; se irán desdibujando y desapareciendo. Relajemos cada uno de nuestros grupos musculares y mantengámonos en una respiración suave y tranquila y llegaremos a un 'estado especial' en el que sentiremos el cerebro vacío. Detengámonos en ese momento donde se ha filtrado todo lo insustancial, donde hemos concertado la paz con el espíritu, y salgamos a la luz que inunda todo nuestro cuerpo. Haciendo estos ejercicios con perseverancia, si la ansiedad es transitoria, seguramente conseguiremos desalojarla de nuestro ser. * 8. *Entre el siglo XIX y el siglo XXI El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset decía que, "ya desde mediados del siglo XIX, se advierte una progresiva publicación de la vida. La existencia privada, oculta o solitaria, cerrada al público, al gentío, a los demás, va siendo cada vez más difícil. Este hecho toma, por lo pronto, caracteres corpóreos: el ruido de la calle. La calle se ha vuelto estentórea. Una de las franquías mínimas que antes gozaba el hombre era el silencio. El derecho a cierta dosis de silencio, anulado. La calle penetra en nuestro rincón privado, lo invade y anega de rumor público. El que quiera meditar, recogerse en sí, tiene que habituarse a hacerlo sumergido en el estruendo público, buzo en océano de ruidos colectivos. Materialmente no se deja al hombre estar solo, estar consigo. Quiera o no, tiene que estar con los demás" . Y censura esa invasión de la 'res pública' en la 'res privada'. "La Prensa se cree con derecho a publicar nuestra vida privada, a juzgarla, a sentenciarla. El Poder público nos fuerza a dar cada día mayor cantidad de nuestra existencia a la sociedad. Las masas protestan airadas contra cualquier reserva de nosotros que hagamos".
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Estamos en pleno siglo XXI, y este avance de la socialización, franqueada por la tecnología, ha provocado una metamorfosis en el hombre que, en general, se ha "sumergido en el estruendo público como buzo en océano de ruidos colectivos", como dice nuestro amigo. De esta manera, el ciudadano se aturde, se confunde, y va perdiendo el encanto de discernir adecuadamente y de sentir, sin ser asaltado por lo inmediato y sin tener que justificarse. Entonces, pierde la cualidad de su libertad. No estoy en desacuerdo con los beneficios que nos prodigan la técnica y la ciencia que son el sustento que alienta la cultura del hombre, pero percibo que se debe ser cuidadoso en cuanto a su uso. Además el hombre no nació para vivir solo, enclaustrado, y, desgraciadamente, la invasión de su persona, es el precio que debe pagarle a la sociedad. Por último, y siguiendo el pensamiento de Ortega, agrega: "Ahora, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño. Se entregan con pasión a lo que en ellos había aún de ovejas. Quieren marchar por la vida bien juntos, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída. Por eso, en muchos pueblos andan buscando un pastor y un mastín"...que los guíe. (Estos pensamientos fueron dichos en agosto de 1930 "Obras completas T.II Socialización del hombre").
Estamos, ya, con paso avanzado, en el año 2011 y no tenemos que situarnos en Europa para ver, con desolada pena, que la persona va perdiendo su individuación en seguimiento de alguien que los tutele, que le dé sustento de vida aún a costa de ser un mero instrumento de ese adalid, transfiriendo el don de su libertad por el apego -a veces incondicional- hacia el líder. Los cabecillas se multiplican y cada uno quiere su parte en el festín que les proporcionan las "masas". Y también estos dirigentes que se proclaman paladines de la justicia, tienen sus resonadores sociales que se hacen eco de sus proclamas, las interpretan a su modo y las difunden como noticias que fulguran frente a nuestros ojos y martillean incesantemente nuestros oídos, y que se difunden, profusamente, por las vías radiales, televisivas y en publicaciones escritas. De esta manera, recibimos toda clase de manifestaciones que se incrustan en nuestro ser, pero como las fuentes emisoras muchas veces carecen de verdad y nobleza, a la hora del discernimiento, nos cuesta mucho decidir nuestro enfoque particular. A veces cuando creemos que establecimos nuestra posición, nos sentimos desorientados, conturbados, porque son tantas las opiniones que se agolpan, que obstruyen los canales de la reflexión y nos impiden pensar sensatamente. He mencionado las "masas" y es oportuno hablar de ellas, aunque sea fugazmente. Para eso vuelvo a Ortega quién las describió muy
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claramente. Este autor afirmaba que el hombre vulgar, no solamente se jactaba de serlo sino que trataba de diseminar ese modo de ser, por todo su derredor. Este hombre vulgar o "masa" tuvo la oportunidad de recibir los instrumentos facilitados por los medios modernos, pero carece de la sensibilidad para respetar todo lo que el hombre ha construido, porque al hombre-masa le falta la espiritualidad para comprender. Es decir, como diría López Quintás, "las gentes, en virtud de sus derechos ciudadanos, se hacen civilizados, pero no necesariamente cultos. Este desajuste convierte a la multitud en masa".
Entonces, ante el imperativo que surge de las mentes masificadas, nace el demagogo "que les habla en su lenguaje, y las domina con un arma que ellas están ansiosas de conocer y de usar". Y la sociedad toda se malogra, porque, generalmente, los que se erigen en "salvadores de la humanidad", es decir, los pastores de Ortega, ponen especial interés en adiestrar a sus propios mastines para que les ayuden a mantener en orden al rebaño. Nos encontramos, entonces, con dirigentes que nos apabullan con apasionados y brillantes discursos y que poseen la habilidad tan especial que saben encontrar una razón valedera para cualquier acto que ejecuten, aunque éste sea impuro y sin la sensatez propia del hombre equilibrado. Y no solamente esto. Porque los 'intérpretes de noticias', escudados en la libertad de expresión, aprovechan la oportunidad que les presenta "una de las características de la vida moderna que es la insaciable sed de información que distingue cada vez más vastos sectores de la sociedad", como dijera un columnista de un diario, y en repetidas ocasiones ponen mucho de lo suyo, distorsionando, en ocasiones, el pensamiento y la intención de aquellos que están en la cúpula del poder político, conduciéndolos hacia el camino de un peligroso juego, donde se activan los rivales para que se peleen entre sí. Ahora me pregunto: en esta confluencia de situaciones desencontradas donde cada uno obra contra el otro, desquiciando la buena armonía que debería regir en un país para abrir los cauces de un mejor entendimiento, ¿qué los lleva a herirse entre sí? Esto me recuerda a una fábula: "Un escorpión quería cruzar la laguna hasta la otra orilla, y recurrió a la ayuda de una rana. La rana le dijo: no me parece razonable porque tú me matarás en el camino. El escorpión dijo: ¡Cómo se te ocurre! Si así lo hiciera, yo también me ahogaría. Entonces, ante semejante argumento, la rana accedió y dejó que el escorpión subiera a su espalda. Durante la travesía, y a mitad del camino,el escorpión clavó su dardo mortífero en la rana y ésta, a punto de morir dijo: ¿Por qué hiciste
19 esto? Ya vez, con mi muerte tú también morirás. Y el escorpión respondió: Perdona, es mi índole".
En el seno de la sociedad existen personas que, noblemente, ayudan en el trabajo de comunión para que ésta subsista, pero hay muchas otras que -por su índole- malversan la honesta labor de los demás perturbando el equilibrio de la humanidad, aún cuando esta situación los lleve también a la ruina. Pero no todo está perdido. En esta sociedad actual enmarañada, coexisten grupos de gente que se pone en la vereda de enfrente y sienten la necesidad de realizarse como hombres íntegros. Tienen buenos ideales y los cumplen sin entrar en litigios cautivantes que los saquen de las órbitas que se trazan. Las encontraremos entre la multitud, distinguiéndose por las cualidades de amor, comprensión y compasión, puestos en ejercicio de su prójimo. Pueden hallarse entre literatos, religiosos, gobernantes, comentaristas, críticos, artistas, músicos, filósofos, gente común. Ellos, diseminados por todo el mundo, ofrecen su labor generosa sin ninguna clase de ostentaciones y con total desprendimiento y honestidad, y su labor proficua nos alienta para encontrar un significado y una orientación en la vida, desdeñando la destemplanza, el pesimismo, el resentimiento, la hipocresía, en pro de un encuentro con la alegría y la felicidad. Estos seres privilegiados contribuyen en mucho a mantener el equilibrio universal, y no hacen distingos de raza, sexo, edad o condición social. Se asemejan a los "sabios" a que se refiere Muñoz Soler, cuando describe aquellas personas que obran en beneficio de la humanidad: "Ellos son los artistas del diseño del futuro, los visionarios que descubren relaciones insospechadas entre las cosas, los arquitectos de nuevas configuraciones, los dibujantes de nuevos paradigmas. Estos hombres que ven a lo lejos, estos sabios modernos, estos padres de la ciencia, suelen pasar inadvertidos por sus contemporáneos, quienes deslumbrados por las conquistas tecnológicas de aplicación inmediata y abrumados por la masa de datos que proporcionan las ciencias particulares, no llegan a reconocer la presencia de los profetas de su tiempo".
Sin embargo, seamos cautos aunque no suspicaces. No nos olvidemos del famoso cuento de Caperucita y el Lobo, quien, disfrazado de abuelita, escondía su malsana índole... *
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9 *¿Qué pasa con la cultura? Cuando mencionamos la palabra y el sentido de cultura incursionamos en un intrincado laberinto, porque la diversificación de sus conceptos, dificulta entrar en su problemática. El diccionario nos muestra un amplio panorama del significado de cultura. Dice en un primer concepto: "es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos, grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social".
Sabemos que los hombres tienden a congregarse en familias, y en el conjunto de esa unión que busca el equilibrio armónico, nace la sociedad. No bien se constituyen en un lugar definido y seguro, se proponen formas de convivencia, donde cada integrante otorga al núcleo humano sus propios ingredientes y recibe en cambio las proposiciones y experiencias de los demás, como complemento de su propia cultura. Y de ahí en más, se producen entreveros de modalidades donde algunos tratan de imponer las suyas, sin importarles los intereses de sus congéneres, y otros lo hacen respetando los fueros de sus conciudadanos. Y, en este momento es cuando surge a la luz la cultura individual, porque hasta ahora hemos hablado de cultura en un sentido global. Esa cultura que es impulsada por las organizaciones educativas, siempre y cuando exista una verdadera estructura donde se aúna, armoniosamente, el pedagogo bien remunerado, ambientes físicos agradables y, sobre todo, un programa que contemple la recta intención dirigida a la comprensión y tolerancia humana fundamentada en el amor. En este momento recuerdo aquello que Ramón Pascual Muñoz Soler describiera, con marcado pesimismo, acerca de las ciencias del hombre: "Las ciencias del pasado han dado magníficos frutos en el orden práctico, pero son incapaces, hoy en día, de dar una respuesta que sea satisfactoria para la vida del ser humano. Ésta es la crisis fundamental de las ciencias de nuestro tiempo, tanto de las ciencias de la naturaleza como de las ciencias del espíritu y, sobre todo, de las llamadas ciencias del hombre. Las ciencias que conocemos se han constituido en función de sus respectivos objetos particulares, pero se han vuelto extrañas al sujeto que las ha creado. ... Los jóvenes estudiantes de todo el mundo han sido los primeros en denunciar abiertamente este divorcio entre la ciencia y la vida. ... Detrás de la fachada con que se muestra la rebeldía de la juventud hay un trasfondo de visión de una realidad diferente, de una realidad individual y social diferente, de una vida diferente. Es la vida del joven la que se rebela, no contra la ciencia misma sino contra los sistemas que han institucionalizado una forma de ciencia que se ha vuelto contraria a la vida. La 'revolución cultural de la juventud' se instala en el recinto hasta ayer sagrado de los centros académicos y constituye, por sí misma, un desafío
21 radical que no se puede eludir. Más aún, forma parte del proceso de cambio instalado en las mentes jóvenes. En otras palabras, es una presencia desafiante e insolente que no se puede suprimir por la represión y que reclama una respuesta viva y creadora. Pero las ciencias que conocemos carecen de esta respuesta porque se han desarrollado al margen del ser y de la vida. No son ciencias de la vida, y lo que hoy se busca es una ciencia que dé respuesta a los interrogantes de la vida de los hombres que vienen". Y, más adelante, se pregunta: "Todas estas ciencias que se refieren al hombre y que tratan acerca del hombre, ¿tienen, realmente, una respuesta para la vida del ser humano? Yo creo que todas las ciencias del hombre juntas -por lo menos tal como existen hoy- son incapaces de señalar un camino para el porvenir del hombre. El hombre futuro no puede vestirse con el traje de Arlequín hecho con los retazos de las ciencias del pasado: necesita una túnica inconsútil (de una sola pieza), integrada y a su medida. Esto no quiere decir que las ciencias que tenemos no sirvan ni que se hayan agotado sus posibilidades. Sí, sirven, pero para fines secundarios, aplicativos y prácticos, pero no sirven para develar el ser del hombre y poner al descubierto el significado de su vida en el universo". Por último, señala: "Los países en vías de desarrollo, las corrientes sociales y políticas de avanzada, presionan a las élites del poder para que el conocimiento científico y tecnológico sea accesible para todos. Esta tendencia noblemente inspirada, que quiere poner los bienes de la cultura al servicio del pueblo, suele desvirtuarse en la práctica cuando se confunde servicio con servilismo y se pretende crear una política de la ciencia bajo la dirección de la burocracia sindical, de los partidos políticos o del estado".
Indudablemente, existe una estrecha vinculación entre los distintos aspectos que comprende lo cultural, aunque sus intereses se abran en un gran abanico de potencialidades. Por eso mismo, no se puede hablar de cultura en singular sino de culturas. En las grandes urbes, la convivencia se hace muy difícil, porque algunos eligen modos de vida y costumbres, que no condicen con los demás; o bien adquieren un grado de desarrollo en las esferas artística, científica, política, que sobredimensiona las aptitudes de sus otros congéneres, provocando en algunos, envidias, resentimientos y luchas competitivas desleales, lo que desemboca en una desvinculación que separa a los hombres entre sí. Cada nación posee una cultura propia y a la vez abierta a la de otros países, pero conservando un sello particular y único que la caracteriza. Así, conocemos los rasgos predominantes que distinguen entre sí a los ciudadanos del mundo según las regiones en que habiten. Agregaremos también que, en algunos países, dadas las características peculiares que identifican a sus habitantes, surgen caudillos que, ya sea por propia vocación o ejerciendo potencialidades obtenidas por medios no siempre honorables, poseen una sagacidad que
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les permite adueñarse de la masa popular, ofreciendo prebendas para afirmarse en sus estrados directivos. Y desde ahí, surge un fenómeno muy peculiar que puede llevar a la catástrofe de todos los ciudadanos. Un ejemplo podría aclarar los conceptos. Supongamos una familia donde el jefe como representante de la misma, actúa en forma totalmente disparatada. Todos los demás integrantes recibirán los efectos deletéreos y se sentirán emocionalmente desagradados y doloridos, y, a la vez, irradiarán mensajes tóxicos que alcanzarán a la gente de su derredor en mayor o menor grado. En esos casos, lamentablemente, la cultura pierde su majestuosidad para convertirse en un ropaje lleno de chillones retazos multicolores, y los distintos géneros que la configuran pasan a ser extraños entre sí, y sabemos que todo aquello que pierde su integridad, pierde también su razón de ser. La segunda acepción que sobre cultura nos da el diccionario dice que “es el cultivo en general; especialmente el de las facultades humanas física, moral estética e intelectual”. Ahora, claro está, los pueblos que se apartan de este claro significado, retroceden, en forma significativa, hacia el sometimiento y la esclavitud de sus habitantes, por parte de aquellos pocos que consiguen encaramarse en puestos de poder clave desde donde dirigirlos, aprovechando esta circunstancia. Y la gente que queda en el llano, se hace proclive a dejarse llevar, a hablar y discutir por boca de los demás, sin razonar si lo que asegura podría llevar el sello de la verdad. Si los dirigentes de las grandes potencias mundiales declinaran las mieles que les proporcionan sus jerarquías y se decidieran a actuar en apoyo de los menos favorecidos, la sociedad sufriría menos la injusticia del desamparo y la ingratitud. Una cultura integral llevada a su mayor imperio que provea el suficiente horizonte para que cada uno pueda verse a sí mismo reflejado en los demás, permitirá que los hombres puedan igualarse en el contexto espiritual, donde no cabe la deshonestidad en el pensamiento y en la acción. *
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10. *¿Crea confusión el erotismo? En algún momento dijimos que para hacer notable la figura que mostramos, en muchas ocasiones la destacamos con rasgos fuertes para que se comprenda mejor. Esa peculiaridad se observa, cada vez con mayor persistencia, en la gente ciudadana. Y, como en toda exageración, el monólogo o el diálogo, y aun las noticias, se transmiten "con trazos gruesos", como si no hubiera otra forma de coloquio para entenderse. Pero no es esto todo, porque la fuerza imitativa que atrae al hombre es tan poderosa, que lo subyuga y no le deja pensar si lo que remeda puede serle de utilidad, o bien, al hacerlo, lo degrada en su integridad. En el momento presente, siguiendo ese rumbo, algunos 'indicadores sociales' de turno imponen figuras representativas que señalan todo aquello que se refiere al sexo y sus atributos, menoscabando la idealización del amor puro, que contiene lo sexual -lo sabemos- pero como una parte integrante, y no el todo. Además se observa en los programas de series televisivas un porcentaje que peligrosamente se aproxima al cien por ciento, donde el plato principal es el besuqueo feroz cada vez que se encuentran dos personas de sexo opuesto, como palanquín para llegar al encuentro sexual. Entonces, esta propaganda que alienta la pornografía erótica, nos las ponen como elementos substanciales, y mucha gente se hace dócil a dejarse llevar por lo que ve y oye, aceptándolo como lo más natural. A propósito, recuerdo aquello que dijera Alfonso López Quintás: "Considerar como liberación sexual la práctica sin trabas del erotismo constituye un sarcasmo, un atentado nada leve contra las leyes de la creatividad".
Así es cómo, en la actualidad, lo más natural es dejarse guiar por los callejones de la lubricidad y desnudar, a los ojos de todos, aquello que pertenece a la intimidad de cada persona. Las miradas, los dichos, las bromas, tienen el sello de lo libidinoso. También se atenta contra la moderación en el lenguaje atrayendo formas del vocabulario excrementicio, desmereciendo el rico léxico que nos ofrece nuestra lengua. "Lo cortés no quita lo valiente". Este fenómeno se observa por doquier. En gran parte de los medios de difusión donde, además, se sobredimensionan los gestos y los movimientos con que se acompañan las palabras; las risas estereotipadas que se hacen estentóreas aunque no hayan motivos valederos y los coros
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de aplausos por cualquier cosa. Quiero decir que lo medido, lo continente, se encuentra desactualizado. Ante esta situación, uno se pregunta: ¿no habrán fuerzas dañinas escondidas, que se encuentran empeñadas en disociar y extinguir lo bueno y sano que unen a los hombres del universo? * 11. *Reconociendo la composición integral del hombre En mi continua búsqueda de la razón de ser de ese monumento colosal que es el hombre, fui indagando acerca de esos ámbitos en los que filósofos y antropólogos han coincidido, y que son el cuerpo, la mente y el espíritu. Estos tres elementos que representan la composición integral del ser humano, aún cuando están fuertemente ligados y articulados, son distintos entre sí. No obstante existe una fuerte atracción para que el hombre actúe, muchas veces, a través de sólo uno de ellos desestimando los otros dos, y en esa forma se produce la descompensación que puede derivarlo hacia la desventura. Sabemos que en la región del cuerpo, y generalmente a la sombra de lo consciente, son múltiples las funciones que se originan entre los distintos órganos, aparatos y sistemas del que está formado. Y todos ellos trabajan en un tácito acuerdo misterioso en pro de la continuidad de la vida. Y también nos percatamos de que la mente es patrimonio de los pensamientos y sentimientos, en ocasiones coherentes entre sí, aunque otras veces disparados en un ambiente de turbación. En tanto que el espíritu, es el centro esencial del hombre por el cual éste se siente verdadero protagonista de su vida, y del cual parten los actos íntimos de cada individuo. Ahora bien, parecería como que la mente fuera la regente de las actitudes que hacen a la dicha como a la desdicha en la vida de la persona. Todo lo dicho, considerado en forma individual, pero el hombre vive su vida en compañía de otros seres humanos, conformando las sociedades familiar y pública. Y en este punto los distintos enlaces producen relaciones más complejas. Entonces, si nos detenemos en los puntos de vinculación que existe entre hombre y sociedad, veremos que si el primero actúa desorganizadamente, alterando las reglas que hacen a la buena y sana
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relación humana, infiltra en sus congéneres irradiaciones tóxicas, provocando situaciones de riesgo. Y de esta forma, el núcleo social también se empobrece. Para no dejar dudas con referencia a este contagio, pongamos un ejemplo. La cúpula de un gobierno de cualquier país, podría representar el núcleo desde el cual emergen los pensamientos y sentimientos que se traducen en actos voluntarios en pro de sus gobernados; es decir, sería un facsímil figurado, de la mente y el espíritu. ¿Qué sucedería si en él, considerado globalmente, no existiera una verdadera coherencia entre estos ámbitos? Se produciría una descompensación tal, que alcanzaría a los distintos estratos sociales, porque sus hijos, el pueblo, se sentirían tocados. En principio se comenzaría por una descreencia de sus conciudadanos por la falta de habilidad y energía para arbitrar los recursos del país. Aunque no todo quedaría aquí, porque al no haber una prolija distribución de las riquezas del Estado, muchos individuos con poder, aprovecharían la coyuntura para acumular más bienes en su haber, en detrimento de los que tienen menos, y se irá corroyendo todo el núcleo social en sus distintos peldaños comprometiendo la estabilidad nacional. Además, los pilares de sustentación que hace a toda organización democrática tales como la salud, la educación, la cultura y la interacción comercial, se verán envueltas en una espiral fuertemente deficitaria. Se reducirán notablemente los puestos de trabajo, y cada ciudadano entrará en el peligroso cauce de una interpretación a su modo, de los patrones morales y éticos, ocasionando una turbulencia difícil de dominar, con un contenido heterogéneo de enconos, suspicacias, incomodidades, rivalidades y agresividades de todo orden y medida. Porque el status social temblequearía e incluso podría llegar al caos total. No es mi intención mostrar un cuadro apocalíptico, sino, simplemente, la observancia de cómo los seres humanos están relacionados entre sí. Así es cómo, si nuestro cuerpo no recibe los alimentos materiales e incorpóreos que les son necesarios para la sana resolución intermolecular de sus funciones, ¿con que habilidad podrán fluir libremente los pensamientos y sentimientos que hacen a la actividad vital? En consecuencia, las reflexiones mencionadas, nos hacen comprender claramente, que todos los hombres entre sí, sin diferenciaciones de raza, sexo, edad o condición social, están
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estrechamente vinculados, y que la razón que mueve a cualquiera de ellos a la acción, se transmite, en inmediación próxima o alejada, en potencia mayor o menor, y en evidencia o secreto, a todos los demás. Y nos pone en un estado de alerta acerca de la responsabilidad que nos cabe a cada uno de nosotros en pro de una mejor relación interpersonal. Deseo terminar este capítulo, dedicado a la realidad integral del hombre, con unos versos del Martín Fierro. En una payada entre dos gauchos uno pregunta: “...para qué fin el Eterno a criado la cantidá”. Y el otro le responde: “Uno es el sol, uno el mundo, sola y única es la luna; ansí han de saber que Dios no crió cantidá ninguna. El ser de todos los seres sólo formó la unidá. Lo demás lo ha criado el hombre después que aprendió a contar”.
* 12. *En qué lugar sitúo la responsabilidad en mi vida Fuimos criados, algunos con un cariño que nos hacía sentir bien, porque nos era prodigado con amor y respeto, mientras que otros, desgraciadamente, sufrieron frialdad en los afectos, además de castigos e injusticias. De todas maneras unos y otros sentimos la carga de las responsabilidades, fueran éstas transmitidas con ternura y aceptadas buenamente, o impuestas a la fuerza. Ahora bien, según sea la calidad y la dosis de la responsabilidad que adoptemos, ella nos compromete en nuestra intimidad y puede interferir en las decisiones de los demás. Yo entiendo, que una responsabilidad estampada a fuego, ocasiona un daño, a veces irreparable, en el núcleo de la libertad interior de ese ser. Pero, de una u otra forma, en la medida que avanzamos en nuestro crecimiento psicológico y espiritual, las obligaciones se van acumulando y tomando su posición en cada uno de nosotros. Yo, como tantos otros, a lo largo de mi vida, fui captando cuáles eran mis obligaciones como hijo, hermano, amigo, persona social; y en función de esposo, padre y abuelo. Y en ellas tuve que adoptar el rol que correspondía a cada una. Y defeccioné en algunos de ellos, y me perfeccioné en otros. Aunque entendí algo más. Que la responsabilidad que asumiera no debía entenderla como un yugo pesado, sino como algo necesario y saludable que me ayudaba a ubicarme gratificadamente, en el mundo. De modo tal que mis respuestas a los compromisos que surgieran, debían estar impregnadas del discernimiento, que se obtiene de la
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reflexión serena, silenciosa, y desapropiada de todo egoísmo. Además aprendí, que si era necesaria mi intromisión en la intimidad de otra persona, ésta debía efectuarse con amor, respeto, comprensión y compasión. Yo, personalmente, busqué sin descanso mi razón de ser en el mundo y me di cuenta de que la vida apunta, generalmente, hacia una vocación, y, en ese sentido, dirigí mis pasos. Ahora en el invierno de mi existencia terrenal, voy comprendiendo más y más a mis hermanos, los seres vivientes, y siento, cada vez, la necesidad de ser más tolerante y piadoso. Reconozco que esta actitud me cuesta sostenerla porque es muy propio del hombre saltar impulsivamente ante cualquier situación, con una crítica o reacción que muchas veces resultan injustificadas, y a la que nos quedamos avergonzados después de haberlas proferido. Recordemos que en un "sí" o en un "no" está contenida la totalidad de una decisión humana, y en ella, como dijimos, la responsabilidad que implica. Aunque también podemos aproximar dudas, tales como: "podría ser", "tal vez","¿por qué no?", que marcan un espacio que no compromete mayormente al individuo, aunque le permiten repensar la situación. Sin embargo, el hombre cabal, insisto, está sujeto a un compromiso consigo mismo. En consecuencia, y teniendo en cuenta la flexibilidad, que es parte inherente de la naturaleza humana, se hace conveniente que cada decisión que tome, especialmente aquella que compromete su ser esencial, salga de su interior claramente filtrada de toda adherencia o escoria que pueda dañarla. Y cuando me refiero a adherencia o escoria, lo hago teniendo en cuenta los múltiples factores que alientan o inhiben al individuo, tales como la mentira, la hipocresía, el enfado, el odio, el resentimiento, la avaricia, la vanidad, el orgullo y la desconfianza. * 13. *Qué factores modulan mi ser Destacada de las maravillas que nos presenta el mundo en el que vivimos, está el hombre, el ser humano, la persona. Nacemos a la vida como presentes de un milagro del que conocemos, solamente, partes salientes de su proceso biológico; mucho más se encuentra soterrado en el misterio. Así sabemos que el óvulo necesita para ser fertilizado, de más de 20 millones de espermatozoides concurrentes. Ahora bien, en cada
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eyaculación se expele de 2 a 6 ml de líquido seminal con un contenido de entre 60 y 300 millones de espermatozoides. Todos ellos se dirigen, agitando sus colas, en la búsqueda del óvulo maduro que, desde la Trompa de Falopio, se anida en el útero. Allí se produce el milagro. De los tantos millones de gametos masculinos, sólo uno penetra en el óvulo y lo fertiliza dando comienzo al proceso de fecundación. Y no solamente esto. Cada óvulo y cada espermatozoide contienen la mitad de los cromosomas de la especie, es decir que, producida la conjugación óvulo-espermatozoide, recién entonces, en el óvulo fecundado se integra el número genético de la especie, que en el humano es de 23 pares. Me detengo en el prodigio. ¿Quién dirige ese enlace en la que el óvulo permeabiliza su membrana para permitir la entrada de ese único espermatozoide e iniciar así la vida de un nuevo ser? ¿Qué designio desconocido induce al nacimiento? Desde el punto de vista humano estas preguntas no tienen respuestas. Pero el hombre está ahí: nació. Y una vez, salido al mundo, se integrará al núcleo comunal en forma solidaria o adversa, proponiendo sus valimientos y recibiendo toda clase de influjos. En este punto quiero hacer una reflexión. El nuevo ser se estructuró siguiendo los designios inducidos por los genes, o sea lo que conocemos como código genético. Todo ello en la evolución interna del individuo, pero, ya en función de la relación con los demás seres vivientes, existe, a mi entender otras energías concurrentes que conforman los sentimientos y la conducta del nuevo ser. Sobre esto último deseo explicarme. No todos somos señalados para descollar, por nuestras virtudes, en los planos literarios, culturales, científicos, artísticos, musicales, políticos-sociales. Los más, vivimos nuestras vidas con apenas algunos destellos de luz, que tan pronto se encienden como se apagan iluminando u obscureciendo el derredor donde consumimos la existencia. Ahora me pregunto, ¿estamos sujetos solamente a la información que emiten los portadores del código genético? Yo creo que no. Que existen fuerzas energéticas externas propulsadas por otras personas, que influyen, en distintos grados, en nuestra vida. Considerando entonces esta situación, que la vemos a diario, y como muchos de nosotros poseemos una plasticidad personal que les permite a otros intervenir en nuestras vidas para bien o para mal, conviene que nuestra atención se mantenga preparada, para no caer en los vaivenes de lo inconsulto.
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* 14. La ley y la democracia como paradigmas de una sociedad. Como ya sabemos, desde que el hombre es hombre, buscó la compañía de otros seres, porque le era insostenible vivir solo, y luego convinieron en una suerte de división del trabajo, en donde cada uno se dedicaba a una función determinada, de tal forma que daba de lo suyo y recibía de los demás. Y para establecer una estructura valedera a esta organización, se concibieron leyes y articulados a los que debía someterse cada ciudadano para vivir en paz consigo mismo y con los demás. De tal modo que quienes las infringían, eran castigados en resguardo de aquellos que las respetaban, porque se sentían saludablemente amparados. Pero esas pequeñas comunidades fueron aumentando en número y se fue complicando más la administración de lo legislado, porque se hicieron más fuertes las apetencias de los habitantes por obtener lo suyo. Y aparecieron las figuras políticas que se encumbraron en el poder. Algunos de ellos cumplieron los mandamientos de quienes los habían nominado, pero muchos otros perdieron el rumbo y, obnubilados, se aprovecharon de su autoridad y desdeñaron las leyes, las promesas y los compromisos con su pueblo y la desigualdad se hizo más profunda. Es bueno recordar lo que nos dice José Hernández sobre este tema a través de una payada que sostuvieran Martín Fierro y el Moreno. Comienza Fierro: "...Y te quiero preguntar/ lo que entendés por la ley". Moreno: "... la ley se hace para todos, / mas sólo al pobre le rige. La ley es tela de araña, / en mi inorancia lo esplico: / no la tema el hombre rico, nunca la tema el que mande, / pues la ruempe el bicho grande/ y sólo enrieda a los chicos. Es la ley como la lluvia; / nunca puede ser pareja: / el que la aguanta se queja, / pero el asunto es sencillo, / la ley es como el cuchillo: / no ofiende a quien lo maneja. Le suelen llamar espada, / y el nombre le viene bien; / los que la gobiernan ven/ a dónde han de dar el tajo: / le cai al que se halla abajo/ y corta sin ver a quién. Hay muchos que son dotores, / y de su cencia no dudo; / mas yo soy un negro rudo, / y, aunque de esto poco entiendo, / estoy diariamente viendo/ que aplican la del embudo".
Cuando algunos políticos salen al ruedo, en una república que fuera desquiciada por ellos mismos, ya sea por falta de capacidad para gobernar, o debilidad, o deshonestidad plena, y dicen que están decididos a arreglar la situación, me recuerda a una broma. Un hombre fornido le da cachetazos a otro que los recibe, impávido, sin atinar a defenderse. Y aparece un supuesto salvador que enfrenta al violento. "Un
30 momento -le dice- usted no lo golpea a este sujeto". El otro le contesta: -y quién lo va a impedir, ¿usted?". "Sí, yo". El sujeto le da otra cachetada. Insiste el
salvador, y consigue solamente que el agresor siga abofeteando a su víctima. Al fin el golpeado dice con voz quejumbrosa al supuesto salvador: "Por favor, ¡no me defienda más!” Si trasladamos estos tres personajes a una realidad simbólica, podría verse, en el „golpeado‟ la representación de aquellos gobernantes que usan de su poder para regalarse con sus atributos deshonestos desoyendo las promesas que hicieran cuando fueron elegidos, e infligir a su pueblo el castigo cobarde, amparado en la potestad del mando. En el „golpeado‟ veríamos, justamente al pueblo que no puede ni sabe cómo defenderse. Y en „el sujeto‟ que trata de parar esa ignominia, a las facultades democráticas que son ignoradas y arrasadas por los fuertes. Aunque si nos remitimos a las sabias enseñanzas que nos ofrece la naturaleza, veríamos que todo organismo requiere la total adhesión de sus partes para que funcione adecuadamente. De tal modo que la deficiencia que ocurriera en alguno de sus trayectos, ocasionará, indefectiblemente, un desajuste que pone en estado de alarma al todo. Esta situación anómala ocurre cuando algunos poderosos se apropian de los bienes que no les corresponden, ocasionando un estado de alteración que se irá propagando de persona a persona. Algunos sufrirán directamente los impactos de esas injusticias, pero otros, descarriados en su trayecto, se alzarán contra las leyes establecidas y arrasarán con violencia e incluso, con saña inaudita, esas arbitrariedades. Sin embargo, habrá muchos que no se apartarán del sabio lineamiento que les ofrecen las células madres y proseguirán, sin desmayo, su labor creadora. Éstos son los hombres probos, inteligentes y sensibles que sienten verdadera aversión hacia la avaricia, la prepotencia, el envanecimiento, la mentira y la hipocresía. En ellos está puesta la esperanza de la Humanidad para que, por su presencia-acción, se restablezca el orden armonioso que debiera primar en el Universo. * 15. *Los índices de visibilidad y de entumecimiento En alguna oportunidad hice referencia al llamado "índice de visibilidad", que, en términos meteorológicos es la medida de la claridad visible a la que puede llegar el hombre en un camino abierto, y que se
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usa para indicar si el día es perfectamente claro o está disminuido su limpidez por niebla o lluvia. En realidad tomé ese módulo atmosférico como una representación que me llevaba a compararlo con la realidad del hombre, es decir, pensando que cada persona tenía su propio índice de visibilidad con respecto a cómo veía su circunstancia. Es decir que algunas personas poseían una visibilidad normal para ver y considerar las cosas, y otras, directamente, las tenían disminuida en distintos grados, por diversos motivos. En consecuencia, el índice de visibilidad marcaría la disponibilidad de percepción que posee cada individuo acerca del alcance de su propia proyección ante los variados eventos a que está sometido, instante a instante. Pero no es solamente esto. Algunas personas hacen su vida como si estuvieran dirigidas en un cierto sentido, sin atender a otras posibilidades concurrentes a las que no les hacen caso. Es como si estuvieran subordinadas a otra marcación que podríamos llamarlo grado de congelación o entumecimiento, que les entorpece la perspectiva para razonar diligentemente y acertar en el sendero apropiado. Y, justamente, la vida de una persona no entra en un proceso de globalización, sino que está condicionada a, -diría- trozos de vida, que encajan o no, en un plano general misterioso, como piezas de rompecabezas. Pero, ¿qué pasa en este tablero vital? Que acertamos o no acertamos en la pieza que corresponde, para armarlo debidamente. Y que, sorpresivamente, ocurren situaciones, algunas claramente vivenciales, otras, casi imperceptibles, que parecería indicarnos cuál es el segmento justo que necesita nuestro rompecabezas. El asunto es poder salir de ese estado de entumecimiento que dificulta el claro índice de visibilidad para divisar mejor el camino. Y sólo se consigue cuando ante circunstancias concurrentes, no optemos por circunscribirnos a una idea prefijada sin atender a las otras situaciones que están presentes o disimuladas, sino que acudamos a la reflexión serena y sabia, que nos ayudará a sacudirnos de ese estado de entumecimiento que nos impide recorrer con claridad, nuestra ruta vital. *
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DOS Para aclarar algunos de los conceptos vertidos hasta ahora, comenzaré por describrir una nebulosa social muy común que asfixia la relación humana. Ésta es la hipocresía. 16.* La hipocresía Se dice en un libro santo que las tres condiciones que ostenta el hipócrita, son: "Cuando habla, miente. Cuando promete, no cumple. Cuando se confía en él, traiciona".
Quiere decir que, al encontrarnos con una persona hipócrita, nos hallamos frente a un ser mental y espiritualmente inestable y peligroso. Un ser que se educó y se perfeccionó en la simulación. Y la relación con él, se quiebra, porque somos vulnerables a que nos traicione. Si nos remitimos a las primeras edades de vida, sabemos que el niño no nació hipócrita. Al contrario, se abrió a los demás con su corazón candoroso al desnudo, indefenso, y por eso muchas veces fue objeto de aprovechamiento en su buena fe. En ese sentirse menospreciado, algunos se cubrieron con un manto de recelo y timidez, que tapaba su falta de adiestramiento en la batalla de la competición. Pero otros, valiéndose de la capacidad de defensa natural que todo ser humano posee al ser atacado, buscó otra salida, y ésta fue el fingimiento. Simuló, e hizo uso de esta arma que, en manos bien adiestradas, puede llegar a ser letal. Porque la hipocresía se viste de variados ropajes muy vistosos, que no delatan la intención escondida de quiénes los usan para sus propios fines. Y la hipocresía, no está sola; está aliada con la mentira, la cobardía y la maledicencia, quienes les dan sustento para extender su acción que suele ser devastadora porque un solo hombre, poseído por este mal, puede propagarlo tremendamente, alterando la sana relación entre las personas. Se constituye así en una enfermedad de alto riesgo. Es hipócrita aquel que esconde sus pensamientos y sentimientos espurios bajo un manto de sacralidad que muestra a los demás. Es
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hipócrita aquel que se vale de los indefensos y oprimidos para alcanzar plataformas que satisfacen sus intereses de superioridad y avaricia. Hipócrita es también el que finge piedad por el que sufre, sin sentirlo en lo más mínimo. Se hace interesante e importante saber que en las conversaciones comunes entre dos o más personas, se envían dos tipos de mensajes; uno „‟directo‟‟, observable a nivel social, y otro „‟escondido‟‟, a nivel psicológico. Y justamente, en este segundo tramo, el hipócrita guarda sus intenciones, para no ser descubierto. Porque un enamorado puede decirle a su pareja: -Te amo- y que coincidan ambos niveles de intención. Aunque también puede asegurarle enfáticamente: -te amo-, y tener el propósito de aprovechar la debilidad de la otra persona para su propio interés. Es por eso que este flagelo debe ser atacado por todos los flancos para desarraigarlo de la sociedad humana, teniendo presente que el hipócrita es un ser vil, que esconde sutilmente sus propósitos. Pero así como los virus no desaparecen ante la acción de los antibióticos, sino preparando vacunas específicas, de esta manera es cómo se debe proceder con el hombre hipócrita. Y esta prevención tiene que partir de la educación familiar y escolar que debería ir más allá de la enseñanza del abecé, de las ciencias y de las buenas costumbres, ayudando al ser humano a vivir con dignidad y honestidad, dentro del organismo social. En ese contexto, puede comprender que su espíritu se gratificará en tanto y cuanto proceda con la verdad, lisa y llana, sin tapujos. *** A continuación, para ser más explícito, trataré los siguientes temas, ejemplificándolos como cuentos. 17. *La comprensión y el amor (cuento) Era una mañanita casi cálida del mes de diciembre. La gente, ensimismada en no sé qué pensamientos, se cruzaban entre sí, sin siquiera mirarse de soslayo. Otros ocupaban algunos de los bancos de madera verde, diseñados para sentarse cómodamente. Los niños jugaban, gritaban y reían despreocupados de todo lo que no fuera sus pasatiempos, hamacándose o deslizándose por el tobogán, mientras eran vigilados por sus madres o las niñeras. Algunos perros corrían como si
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estuvieran jugando a la mancha. Y, en otro lado de la plaza, unos ancianos, sentados en bancos de cemento, enfrentados a una mesa del mismo material, jugaban, muy serios, a las cartas (¿truco, tute?). No faltaba, más allá, también sentadas, con la mirada en el vacío, otras ancianas. El tiempo transcurría plácidamente. De pronto, una persona, ya entrada en edad, miserablemente vestido, que pasaba por el lugar, se paró y mirando alrededor, comenzó a vociferar con voz muy grave y potente: -"¿¡Qué es lo que pasa!? ¿Es que el mundo se ha detenido? ¿Nadie se preocupa por nadie? ¿Dónde está la misericordia humana? He pasado muchos años de mi vida trabajando afanosamente, construyendo un hogar, y ahora mi mujer ha muerto y mis tres hijas viven su vida lejos del país. ¿Es que todo lo que yo dí, no sirvió para nada? Y, en estos momentos me encuentro solo, en una sociedad en la que yo puse mis mejores años. ¿Quién se acuerda de mí?... ¿Es que yo soy como un trasto inservible para la sociedad; esa sociedad que contribuí para su engrandecimiento?". "¿Es que mi vejez me convierte en un ser despreciable?"-.
En ese momento su voz se había enronquecido, y quedó ahí callado, mustio. Mientras hablaba el anciano, pareció como si todos: personas, niños, perros, quedaron como estampas congeladas, en el lugar en que se encontraban. Algunos miraban al viejecito con asombro; en otros se perfilaba en sus caras un medio gesto de conmiseración, y en algunos se dibujaba una mueca irónica ante esta situación inopinada, que estaba ocurriendo; y otros chicos miraban asombrados el espectáculo. Un chiquito que jugaba cerca del anciano, corrió hacia su madre, y le preguntó con temor: -"Mamá, ¿qué le pasa a ese señor?". La madre no le contestó: solamente lo cobijó contra su pecho. También, uno de los ancianos que se entretenía con las cartas, lo miró fijo y largamente, como entendiendo su perorata. Entonces, como por arte de magia, luego de unos segundos, ese momento estampado, perdió su rigidez: cada uno siguió con lo que estaba haciendo, y la voz y el viejito se disolvieron como cuando cae un objeto pesado al río y se hunde en silencio, y las aguas vuelven a aquietarse como si nada hubiera pasado. Sin embargo, no todo quedó ahí. En uno de los bancos se hallaba una pareja de jóvenes charlando de sus cosas. Después del momento en
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que sucedió lo inusitado, se entabló un diálogo entre ellos. El muchacho dijo: -"¿Oíste lo que dijo el viejo? Debe estar loco para expresarse de esa manera. ¿Quién lo escucha? ¿A quién se dirige?"-.
Laura, su amiga, en cambio, con una cierta contracción del entrecejo en su lindo rostro, manifestó: "No creo que las palabras se las lleve el viento. Hay un significado en todo. Yo siento que este señor habló desnudando su corazón herido. Está bien, nadie se lo pidió; él se despachó por su cuenta, pero ¡cuánta pena me dio! Vos sabés, Ricardo, que no soy pesimista. Así y todo, me sentí desgarrada. Como si él fuera mi padre, y yo, una de sus hijas perdidas. Y me veo, ahora, en la realidad de mi hogar..."-
Ricardo la interrumpió suavemente: -"Ya sé. En tu casa estás como alguien que, por momentos, te desconocen; como si no estuvieras allí. Ya me lo dijiste varias veces: te encontrás como un objeto vivo, sí, pero no querido..."-
Laura continuó: -"Sí, es verdad. Pero ahora me pregunto: ¿qué doy yo a los demás? ¿Es que estoy esperando que los otros, mi padre, mi madre, mis otros parientes y amigos, sean los que me ofrezcan el primer paso hacia una relación de amor? Ante esta situación me siento mal, estoy huyendo y me refugio en vos, que sé que me querés mucho...pero, ¿y el amor de la familia, dónde queda?..."-
Un sollozo contenido le impidió seguir hablando, y Ricardo, comprensivo, la abrazó y la acarició dulcemente. Mientras la confortaba, le decía con voz suave: "No todo se ha perdido. Siempre, siempre, hay un momento en que pueden reconsiderarse las cosas. Y ese momento, tal vez, sea ahora, en caliente. No pierdas el instante que se te presenta. Quién sabe hasta dónde ese viejito dio amor a su familia. No quiero juzgarlo, pero ¡cuántas veces preferimos satisfacernos egoístamente, sin tomar en cuenta las necesidades de los demás que pueden estar carentes de cariño y comprensión!"-.
Laura, como hablándose a sí misma, contestó con voz vibrante: "Vos y el anciano me han hecho pensar seriamente en esta cuestión. Y a propósito, cuando llegue papá de su trabajo, en lugar de saludarlo con un 'hola' seco y tajante, como lo hago habitualmente, me le prenderé a su cuello, lo besaré y le preguntaré cómo le fue. Y en vez de sentirme 'como sirvienta' cuando me pide mamá que le ayude en las labores de la casa, no solamente las haré sonriente y complacida, sino que me integraré más al núcleo familiar, interviniendo en los problemas cotidianos en los que están mi familia involucrada"-.
* Si cabe una moraleja a este cuento, sería la siguiente: todos los seres humanos en su transitar por el mundo, tienen la facultad de
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transmitir a los demás, su propia potencia. A algunos les llega en forma directa; a otros solamente los roza. De ahí nuestra responsabilidad, para que los mensajes que emitamos, sean puros, sanos y libres de toda maledicencia. Y por otra parte, saber que ellos, siempre, encontrarán, por lo menos, un interlocutor válido. La corta escena vivida en la plaza, teniendo como protagonista a un anciano desesperado, hizo mella en la vida futura de esa joven. Laura tenía 20 años. Y Ricardo 22 años. Ambos se conocieron en la Universidad del Estado donde estudiaban la carrera de Farmacia. Ya, de vuelta a su casa, Laura se sintió como poseída de un extraño y placentero estado de ánimo. En su cara, distendida como nunca, se dibujaba una sonrisa. Su madre, al llegar le dijo: -Qué temprano que estás en casa. ¿Cómo te fue en la facultad?-Hoy, mamá, no tuvimos clase porque falleció un profesor y hubo duelo. Entonces con Ricardo decidimos pasar un rato por la plaza, aprovechando el día esplendoroso que tenemos. Y ahora, que estoy acá, quiero ayudarte en los quehaceres-
La madre la miró con un rictus de sorpresa. No estaba acostumbrada a que su hija actuara de aquella forma. Podría decirle: -Bueno, por fin tengo a alguien que se preocupa por los demás-, pero, seguramente, esta contestación traería disgustos. Por lo que respondió con una sonrisa: -Mientras yo me ocupo de la comida, podrías barrer un poco y ordenar la casa. Y si tenés ganas, acomodá la ropa en el lavarropas-. -OK mamá, manos a la obra. Seguramente este ejercicio me abrirá el apetito y comeremos juntas ese rico guiso que huelo desde aquí-.
La madre no salía de su asombro al ver a Laura que, con tanto entusiasmo, se abocaba al arreglo de la casa. Sin embargo, pensó que no duraría mucho. Ya, terminada las tareas, se sentaron a la mesa para comer. Generalmente lo hacían ambas, casi calladas, cada una encasillada en sus propios problemas, pero esta vez no fue así. -Mamá, he notado como que la casa está muy sombría, como que le faltara color y luz. ¿Qué te parece si acomodamos y cambiamos los muebles de lugar y sacamos esas cortinas que, prácticamente impiden el paso de la luz exterior?-
La madre, con el tiempo, se había acostumbrado a no improvisar porque se dejaba llevar por la rutina. Nadie, hasta ahora, le había hablado de cambios. -La idea me parece excelente, pero ¿cómo hacerlo?-
37 -Muy simple, ahora, entre las dos. Y a papá lo aprovecharemos el fin de semana. Además nos podría ayudar Ricardo, para que vaya aprendiendo, ¿eh? (sonrió) ¿Qué tal?-Ah, pícara, ya estoy viendo tus intenciones... Bueno, el proyecto creo que puede llevarse a cabo.
Y terminaron su almuerzo en un clima de amabilidad y compostura, cuando, generalmente, no había diálogo y se expresaban con monosílabos. * Rafael, el esposo y padre, era Contador y ese día trabajaba, como siempre, febrilmente en su oficina, atendiendo las diferentes planillas de adquisiciones y sueldos. Y como sucedía comúnmente, estaba de un mal humor que no podía controlarlo. Casi, diría, ese estado anímico formaba parte de su personalidad. En un momento se dio un pequeño descanso para tomar un café y fumarse un cigarrillo. Pensó: ¿qué es lo que pasa que estoy continuamente contrariado? El trabajo me gusta y sé cómo hacerlo. Mis jefes y compañeros son buenas personas y, aunque desde hace un tiempo los noto tal vez un poco alejados, me llevo bien con todos. Incluso, no me puedo quejar de mi sueldo. Sin embargo, cuando se termina mi labor y debo emprender el viaje a mi casa, siento como una bola en el estómago, y trato, casi automáticamente, de buscar algo que me detenga y retardar la vuelta a casa. * Son las 20,30 horas, y llega Rafael. Al abrir la puerta, desganado, y con el ceño fruncido, nota como que algo ha cambiado. La mesa del comedor se ha corrido a otro lugar, dando mayor espacio para el paso. El diván y los sillones del living no están donde debían estar, hay flores en el florero, y su mujer, que no acostumbraba hacerlo, lo recibe con un ¡hola! amable y cordial y un beso. Pero no para ahí todo. Aparece Laura... y se cuelga de su cuello, y lo abraza y lo besa y le pregunta cómo le fue en el trabajo. Grandioso. Parece un hechizo. ¿Qué es lo que pasa? ¿Adonde fueron esos gruñidos que se lanzaban uno al otro simplificando las palabras? -Querido, ponte cómodo, que te espera un pollo al spiedo con papitas doradas y el postre que tanto te gusta-
¡Milagro, no puede ser más que un milagro!
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La mesa nocturna está transfigurada. Laura no tiene encendida la televisión, porque prefiere el diálogo con su padre. La madre ha compuesto su semblante y se le ha borrado el gesto de contrariedad y aburrimiento que llevaba a la mesa, y Rafael tenía cerrado el diario que acostumbraba a leer mientras comía. * Al día siguiente, cada uno continúa con sus labores cotidianas: la madre en función de ama de hogar. Laura en su Facultad y en compañía de su novio. El padre con su trabajo en la oficina. Pero no todo es igual. La madre en sus tareas, feliz y contenta porque se siente querida y acompañada, canta mientras trabaja. Laura tiene la necesidad de amar a su Ricardo con más fervor, porque no olvida la fuerza de incentivación que él amorosamente le dio en la plaza. Y Rafael siente que el trabajo le es más descansado y que sus compañeros merecen que se los reconozca y se los estime más. Además ya desapareció esa bola que se le asentaba en el estómago cuando se acercaba la hora de volver a su casa. Al contrario, no ve el momento del regreso al hogar. Porque el rezongo del viejito de la plaza sirvió para conmover a Laura hasta el punto de 'verse' a sí misma y sentir la necesidad imperiosa de actuar generosamente con los demás. Por otro lado, esa onda de amor se propagó ardiente y caritativamente en su derredor. *** 18. *La envidia (cuento) La envidia es un sentimiento sórdido y mezquino, y cuando entierra su garfio en el corazón del hombre, lo somete y lo hunde en la desgracia de sentirse siempre insatisfecho y atento al beneficio que puedan obtener sus semejantes. De modo tal, que no vive su vida provechosamente, porque la malgasta en ocuparse de la ganancia de los demás. Y a veces es tan fuerte en el ser envidioso, que urde cualquier tramoya para que el otro fracase. Nuestras mejores disposiciones para que ésta no nos invada son el escudo de la benevolencia y la humildad. * Pedro y Julio fueron amigos desde siempre. Se conocieron cuando sus madres los llevaban al Jardín de Infantes del barrio. Pelearon, se amigaron. Se intercambiaron regalos. Cuando uno cumplía años, el otro
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era invitado a su fiestita. Fueron creciendo juntos concurriendo a la misma escuela donde cursaron el primario y el secundario, y, al fin, se recibieron de bachilleres. Ahora, mozos ya, la vida les urgía nuevos caminos. Pedro, eligió la carrera de Abogacía, en tanto que Julio prefirió la de Escribano. Mientras transcurrían los años, entre materia y materia, eran frecuentes sus encuentros, acompañados también por otros amigos y amigas. Hasta que llegó el momento de la culminación de los estudios. Primero se recibió Julio, y en poco tiempo después, lo hizo Pedro. Hubo fiestas y agasajos de ambas partes, y se dispusieron a hacer valer sus títulos. Sin embargo, no todo iba tan bien. ¿Qué pasaba? Desde muy pequeño Julio alentaba una fuerte envidia hacia su amiguito, porque éste gozaba de un amor incondicional de sus padres, lo que le faltaba a él. Sus padres eran cariñosos, pero hasta ahí. No se jugaban como lo hacían la mamá y el papá de Pedro. Ellos se preocupaban de que su hijo fuera limpio y pulcro a la escuela. Además concurrían a todas las citas solicitadas por los maestros, cosa que no ocurría con sus padres, desordenados y veleidosos. Todo ello, esa sensación extraña de desazón y de tristeza, le transmitía a Julio un estado de confusión y remordimiento, porque él quería a Pedro. Por otra parte, Pedro gozaba de la simpatía de sus maestros y condiscípulos... y también, de las chicas que se enamoraban de él. Al principio, los celos que sentía por su amigo, no eran suficientes como para que él reparara en ellos, más aún cuando su amigo no se daba cuenta y se mostraba siempre incondicional con él. Pero en la medida en que avanzaban los años, el demonio de los celos se encarnó más y más en su corazón. En sus años de facultad trataba, por todos los medios, de superarse en sus materias, pero Pedro era el brillante. Ya recibidos ambos, Pedro puso su bufete y lo invitó a Julio para que se asociara con él, pero éste, no quiso. ¡Tanto era el rencor que sentía por su amigo triunfador, aunque no se lo demostrara! ¡Cuántas veces recordaba aquel consejo del viejo Vizcacha que decía: "A naides tengás envidia: es muy triste el envidiar; cuando veás a otro ganar, a estorbarlo no te metas: cada lechón en su teta, es el modo de mamar". Pero no, era más fuerte
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que él y la envidia se había aherrojado en su corazón con fuertes candados. Aunque hay cosas que, por más que uno trate de esconderlas, son vistas por algunos. En una oportunidad, estando los dos juntos, tuvieron el siguiente diálogo: Pedro: -No sé, Julio, te noto un poco extraño, como huidizo. Algo te debe pasar; ¿qué es? Julio, con una sonrisa que quiso ser sincera, dijo: -No pasa nada. Todo bien. Lo que ocurre es que últimamente estoy muy ocupado; nada más. Pedro insistió: -Son muchos los años que nos conocemos y no podemos estar justificando medias verdades. ¿Qué te ocurre?
Julio, bebiendo un poco más de su vaso, se apoyó bien en el respaldo de su asiento, estiró sus piernas, entrelazó las manos por detrás de la nuca, y mirándolo fijamente: -¿Te acordás en el 5º primario cuando preparamos ese tema de geografía de América donde puse todos mis anhelos, y sin embargo tu prueba fue felicitada? ¿y cuando nos presentamos, en el secundario, para el cargo de celador que yo anhelaba y necesitaba, y sin embargo, te prefirieron a vos? Todo esto me dolió mucho. -Ah... si, creo recordar... -Y esa vez que estaba entusiasmado con Elisa y ella te eligió a vos porque le resultaste más simpático. Y esa otra, cuando compraron el número de lotería que les salió premiado, y en el que yo no quise intervenir porque quise tentar la suerte por mí mismo. Todo eso me hizo mucho mal, porque vos siempre fuiste el ganador, y yo, la contracara del perdedor.
En el rostro de Pedro, mientras se confesaba su amigo, se iba dibujando un gesto mezclado de pena, contrariedad y dolor. -Sinceramente, amigo, en todas esas ocasiones, no me dí cuenta de que pudiera haberte ofendido. Soy humano. Es posible que en algunas oportunidades, gozara un poco de mi suerte, digámoslo así, pero quiero decirte que si te agravié, te pido perdón. ¡Cómo pudiste guardar esos lastimosos recuerdos durante todo este tiempo! Si nos conocemos desde que éramos niños… Nos queremos, y no cabe el rencor ni los malos recuerdos entre nosotros. Lo pasado, pasado está. Sellemos, nuevamente un pacto de amistad y de respeto.
Pedro se levantó de su asiento y fue hacia su amigo y ambos se abrazaron fuerte y efusivamente. * 19. *La mentira (cuento) Lorenzo desde muy niño vivió en un ambiente hogareño donde sus padres actuaban amparados en la mentira. No le fue fácil darse cuenta. Tanto su papá Miguel, como su madre Ileana, lo confundían.
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Lorenzo: -papá, acordate de que este domingo me prometiste que me ibas a llevar a pescar contigoMiguel: -seguro hijo, no lo he olvidado-.
Durante toda la semana, Lorenzo sintió en su pecho la agradable sensación de bienestar por ese algo que se produciría unos días más. Llegó el domingo, y el tan ansiado paseo se resolvió de la siguiente manera: Miguel: -Hijo, siento decirte que vamos a postergar el paseo. A Luis, mi compañero de trabajo, se le murió la madre y yo tendré que acompañarlo al funeral. Pero el próximo domingo, lo haremos juntos-.
En realidad, la madre de Luis gozaba de la mejor salud y Miguel buscó ese motivo, para irse a jugar al póquer en casa de Luis, donde se reunía con otros amigos. No era la primera vez que esto sucedía. Justificaciones para no cumplir con la palabra y quedar bien. Y en esto de la mentira, la madre, Ileana, también se satisfacía en ella. Ileana: -Lorenzo, hoy vendrá a buscarme Silvia, pero no tengo ganas de verla. Cuando toque el timbre, salí vos y decile que no puedo atenderla porque tengo un fuerte dolor de cabeza. Que nos veremos en otro momento. También andá a buscarme la revista al quiosco de la esquina; pero no se la pagás. Le decís que la plata se te cayó del bolsillo que tenía un agujero. Que después se la llevás-.
Claro, ni existía ese dolor de cabeza ni había un dinero para comprar la revista. Con las situaciones comentadas y otras más que se agregaron, Lorenzo vio la oportunidad de satisfacer sus deseos, arriesgando una mentira plausible. ¿Por qué no? Con el tiempo fue adquiriendo más astucia y se hizo perito en ardides deshonestas, para salirse con la suya. Aún en los momentos en que bien valía mostrar la verdad, Lorenzo elegía de su repertorio una mentirilla que lo hacía quedar "como un duque", sin riesgo alguno de sospecha. Así, si llegaba tarde a su oficina la culpa la tenía el despertador que le había fallado, o ese dolor de estómago inoportuno o el tránsito pesado, o cualquier otra situación. Lo único que no mencionaba era que sufría de una adicción al sueño. Y cuando surgía un compromiso que debía enfrentar, él se las arreglaba para no cumplirlo, usando de algún artificio oportuno. Así fue que se embarulló de tal forma, que ya no distinguió la verdad de la mentira, e incluso, como exhibía esta última como
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representación de su persona, llegó hasta no creer en los argumentos que les ofrecían las demás personas, aún cuando fueran verdaderos. No todo quedó ahí, ya que comenzó a trepar en las lides políticas. Y sucedió que fue escalando posiciones: jefe de partido, concejal, diputado, senador, y, al fin, llegó al sitial más culminante: ser elegido presidente. Su simpatía y su locuacidad, eran verdaderos incentivos para ser votado. En su vasta campaña política, se hizo defensor de los derechos humanos y prometió nivelar la pobreza, total, ¡qué importaba! Sus discursos estaban plagados de aparentes verdades y promesas, y en las entrevistas se mostraba su calidad de astucia y facilidad de expresión. Sus mentiras estaban protegidas por un nuevo aliado: la hipocresía. Incluso, en los primeros escaños de su carrera política, alguien advirtió manchas en su foja de servicio, y él se las arregló para pasar por inocente. Por otra parte, advirtió la necesidad de cubrir sus espaldas con gente totalmente adicta, y se ocupó de ofrecerles puestos importantes con muy buenas remuneraciones… y la oportunidad de que les sirvieran de trampolín para obtener gangas extras. Estas personas, seguramente, lo defenderían a muerte, porque si él caía, caerían los demás. En definitiva, Lorenzo no solamente llegó a ser un adalid de la mentira, sino que regó su derredor con esta injuria, corroyendo la estabilidad de las personas que dependían de su gobierno. *** 20. *La soberbia (cuento) En la llamada “lucha por la vida”, el hombre puede determinar su postura. O se hace arrogante y muestra sus dientes desnudos a los demás, o se viste con la túnica de la humildad, que no es sumisión ni acatamiento a la voluntad omnímoda, sino respeto por los semejantes. * La tarde caía apaciblemente sobre las colinas de ese pueblo norteño, alejado del ruido y de los tumultos políticos. El sol doraba, con sus últimos reflejos, las colinas que ondeaban el horizonte. Sus pobladores, lugareños sanos de espíritu, cumplían con las últimas tareas de ese día, que había pasado, como todos los demás, ordenando la vida de sus animales y fertilizando la madre tierra que les producía sus
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productos con total generosidad, para luego, el sábado, traficarlos en el mercado. Todo, en el poblado era paz. Paz verdadera. Esa monotonía cotidiana se quebraba, solamente, los domingos. La gente se vestía con sus mejores prendas, de mañanita, y se dirigían a la capillita donde el cura les ofrecía una misa. Luego se agrupaban algunos para confraternizar una comida y comentar sobre distintos aspectos que hacían a las costumbres lugareñas. Y reían y se divertían alegremente, cantando y bailando hasta el ocaso. Pero algo quebró esa paz. Julián, hijo único de padres afincados desde siempre en ese pueblo, y que había nacido y crecido en el lugar, tuvo el privilegio de hacer estudios en la gran ciudad. Pasaron los años y Julián fue seducido por la pasión de la soberbia. Desde ese falso peldaño en que se había encaramado, para él, todo lo que estaba por debajo de él era despreciable. En esa larga estadía en la ciudad, se había proyectado como un ser superior y sus compañeros y amigos seguirían favorecidos, mientras se dejaran subyugar por sus caprichos. Incluso sus compañías femeninas, seducidas en principio por su aparente fulgor, al tiempo se sentían rebajadas y se alejaban de él. En el tiempo, Julián fue escalando posiciones en la sociedad en que vivía. Y un día recibió la noticia de que sus padres habían fallecido trágicamente como consecuencia de un accidente; mientras circulaban con su vehículo por un camino, chocaron violentamente con una vaca que se les cruzó inesperadamente. En consecuencia, su presencia en el pueblo era indispensable para arreglar los papeles de la herencia a que era acreedor por ser el único familiar vivo. Mientras leía el informe, pasaron, rápidamente por su mente, algunos momentos de su infancia. La escuelita y su maestra; los días de pesca y de caza acompañando a su padre... y se detuvo en la capilla. Allí, por mandato de sus progenitores, ofició de monaguillo. Nunca le agradaron esos rituales que le hacían sentir como rebajado ante sus otros compañeritos. ¡Qué notable!, aún ahora, al recordarlo, sentía como un vago malestar en su estómago, porque fue blanco de la burla de los muchachos, que le atribuían signos femeninos. Y él no era así; siempre se preció de macho y lo justificó en tantas oportunidades que se le presentaron. Desde ese momento odió todo lo relacionado con la iglesia y ahora se vanagloriaba de considerarse ante los demás como un ateo
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irreductible. Tal vez esa circunstancia fue la que lo impulsó a cubrirse con una coraza de incredulidad que mantuvo toda su vida. Sin embargo ese blindaje le fue cómodo aunque no le permitiera entrar a su alma, la compasión y la misericordia. * Llegó, así, el día en que tomó rumbo al pueblo en que nació. En la estación, lo esperaba Ramón Aguirre, un hombre morrudo de unos 55 años, de tez cetrina curtido por el sol, capataz de la estancia de sus padres. Al ver a Julián fue a su encuentro con una gran sonrisa y con los brazos abiertos. -¡Qué alegría, señor, tenerlo nuevamente con nosotros, después de tantos años! Deje, yo le llevo sus valijas a la camioneta. Julián saludó fríamente, como distante. -Sí, en realidad ha pasado mucho tiempo desde que me fui a la ciudad. Ahora arreglaré cuanto antes los papeles y venderé el campo.
Una arruga ensombreció la cara del capataz que se sintió incómodo al oir sus palabras. Él, desde siempre había hecho su vida en la estancia de los padres de Julián y no esperaba esta noticia. Incluso había formado su familia en ese sitio. Pero no dijo nada. Puso las valijas en la rural y se dirigieron a la estancia. El viaje, corto, transcurrió dentro del mutismo que provocaba Julián. A las preguntas sencillas que le hacía Ramón, éste le respondía con monosílabos. Solamente, en un instante, cuando le detalló las circunstancias de la muerte de sus padres, creyó notar un signo de tristeza en los ojos de Julián; pero enseguida desapareció y el rostro volvió a tornarse en ese gesto de desdén acostumbrado. Al llegar a la casona, salieron a recibirlo Sara, la mujer de Ramón y sus dos hijos, varones ambos. Lo hicieron con amplias sonrisas de bienvenida, a las que Julián respondió en forma cortés pero dejando entrever que él era el patrón y los demás, sus sirvientes. Poco tiempo le dio al descanso, y requirió enseguida la presencia del Escribano del pueblo, para arreglar el asunto de la herencia. Llegado éste, con la premura con que fue solicitado, se suscitó este diálogo: Julián: Quiero saber si los papeles están en regla. Inmediatamente después procederé a la venta de la propiedad, el campo y los animales. No quiero saber más de esta hacienda.
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El Escribano no salía de su asombro al oir estas palabras. Suavemente, le dijo: -Señor Julián. Su decisión ciertamente le pertenece y no se puede rebatirla. Pero, con todo respeto, existen circunstancias que creo que deben tomarse en cuenta. Y me refiero a Ramón Aguirre y su familia, que vivieron toda su vida en el rancho que les regaló su padre. ¿Qué será de ellos? Todo su haber está ahí y aunque no existen papeles que lo justifiquen, ese rancho junto a la casona, es suyo, y con la venta de las propiedades tendrían que buscar un nuevo dominio para vivir y ganar su sustento-. Julián, cortante: -Esa es una cuestión que corre por su cuenta. Escribano: -Pero, señor, disculpe que insista. La de ellos es una situación que está agravada por la salud de Ramón. Él, en una oportunidad, mientras domaba un caballo muy chúcaro, fue despedido de la montura, pero no cayó al suelo porque le quedó trabado un pie en uno de los estribos. El caballo siguió en sus corcoveos llevando a Ramón arrastrado. En un momento, tuvo la mala suerte de golpear su cabeza con un grueso tronco que estaba enclavado en la tierra. De resultado de este tremendo golpe, sufrió una conmoción que por momentos le ocasiona, aún ahora, fuertes dolores de cabeza. En definitiva, Ramón no está en condiciones como para buscar una nueva casa, aunque, en la propiedad, cumple satisfactoriamente con los trabajos del campo. Julián: -Sí, es una pena que esto ocurra, pero yo no quiero tener ningún problema colateral, y usted hará lo que yo le mando. Escribano: -Bien, señor, se hará como usted ordene, pero le sugiero que usted hable con Ramón. Sabemos que ustedes se conocieron desde muy chicos, y él era su compañero y amigo de la infancia. Julián: -Correcto, así lo haré.
Julián, entonces, pidió hablar con Ramón, y cuando éste compareció, le dijo: -Vea Ramón, como usted ya sabe, voy a poner en venta la hacienda con todos los animales y los bienes raíces, así que, desde ya, conviene que vaya buscando un lugar dónde vivir en adelante con su familia.
A Ramón se le denudó el rostro, y con voz casi inaudible pero firme, contestó: -Yo le pido por el amor de mi esposa y mis hijos, que no me despida y no me saque el único bien que tenemos. Julián le dijo, fríamente: -Yo no los saco de la casa. Solamente le anticipo la situación, porque seguramente el nuevo dueño sí lo hará.
En ese momento entró Sara que había estado escuchando, fuera, la conversación, y casi llorando dijo: -Usted no puede hacernos esto. Sus padres nos regalaron este rancho agradecidos por los servicios que nosotros les hacíamos con mucho cariño por la calidad de personas que eran, y ahora, bonitamente, usted nos quiere dejar en la calle.
Julián: ¡no sea impertinente! Yo no originé esta situación, así que tomen todas sus cosas y se van del lugar. ¡Faltaba más!
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Mientras se expresaba, sentía que un calor de indignación le subía del pecho e inundaba su cabeza. ¡Quiénes eran ellos para afrentarlo de esa manera! Sentía que las sienes le latían fuertemente. No estaba acostumbrado a que la gente le objetara sus decisiones, máxime cuando él se había rebajado a hablar directamente con ellos. En ese instante vio como un gran resplandor frente a él, y luego, nada; oscuridad. Cayó de la silla como fulminado. Ramón y su mujer, que se iban retirando del lugar, descorazonados y tristes ante la frialdad demostrada por Julián, rápidamente se volvieron para socorrerlo. Ambos lo levantaron y en vilo lo transportaron al vehículo. Con toda premura emprendieron el viaje hacia el único hospital que tenía el pueblo. Julián continuaba desmayado. Al llegar al nosocomio, con la ayuda del médico lo llevaron a la salita de recuperación. Al fin el médico consiguió reanimarlo. Pero era otro Julián. No reconocía a nadie y un rictus le cruzaba el lado derecho de la cara comprometiendo el ojo y la comisura labial. Había sufrido una hemiplejia parcial. El médico recién entonces se enteró, por medio de la pareja, quién era el enfermo y las circunstancias por las cuales llegó a esa culminación. Acomodaron a Julián en una cama vecina a otras tres que tenía la salita, con la idea de que la situación iría para largo. El Escribano fue notificado de lo sucedido y se hizo cargo de los gastos, por cuenta del patrimonio de Julián. Además anunció a los socios del enfermo, de la realidad, para que obraran en consecuencia. Por suerte, sin ninguna vacilación, el matrimonio Aguirre se puso incondicionalmente a su cuidado hasta tanto se viera la posibilidad de una recuperación. Pasó el tiempo y no bien el paciente estuvo en condiciones para ser transladado, así se hizo y fue a parar al rancho de los Aguirre. Éstos, olvidados de lo que había ocurrido con la intransigencia de su patrón, lo cuidaban con gran esmero y generosidad, dándole de comer en la boca, y aseándolo. También sus hijos... ¡le leían cuentos! Y Julián mostraba solamente su pétrea cara y la mirada fija, sin ningún rasgo que delatara lo que le estaba pasando. También, las alteraciones que presentaba en su lenguaje, hacía más difícil la comunicación con el paciente. La isquemia cerebral que sufriera había provocado una disfunción profunda. Pasó un año, y otro y al fin pudieron relacionarse cognitivamente con Julián, aunque, siempre con dificultades. El paciente, gracias al
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cuidado amoroso de la familia Aguirre y con la ayuda prestada por la foníatra y el kinesiólogo, se iba recuperando lentamente. Julián reconocía, ahora, a sus protectores y su corazón se iba dulcificando. Ya no veía a los demás como inferiores sino como hermanos queridos. Reconocía y agradecía los favores que recibía de Ramón, Sara, los chicos, el médico, los profesionales de rehabilitación, y cosa curiosa, esperaba con ansias las visitas del cura, con el cual ya empezaba a entrar en una cálida relación. Y llegó el momento en que sus facultades mentales se perfilaban correctas. Un día pidió por el Escribano, y le hizo escribir su testamento. En él figuraba el campo, de unas 3000 hectáreas. Dispuso su fraccionamiento de modo tal que hacía una primera división de 1500 hectáreas. que le adjudicaba, en vida a la familia Aguirre. Y las otras 1500 hectáreas, subdivididas de tal forma que cada hectárea le correspondía a los otros peones y servidumbre que habían tenido sus padres en vida, y a alguna familia carenciada a juicio del cura y del intendente. En cuanto a él, se establecería en una pequeña habitación de la casa que fuera de sus padres, con el deseo de ocuparla hasta su muerte. Dejó también señalado que, una vez ocurrida su muerte, lo enterraran en ese predio. ¿Qué había ocurrido en los vericuetos de la mente de ese Julián tan desconocido? ¿Dónde estaba su soberbia que no dejaba entrar la compasión por los demás? Podemos adjudicárselo a un maravilloso milagro de amor cuya razón de ser se escapa al razonamiento de los humanos. * 21 *La maledicencia (cuento) Abrir las puertas de la maledicencia es entrar en el terreno maloliente de la insidia, de la calumnia y de la infamia. Y con qué facilidad nos embarramos. Qué poco nos cuesta ultrajar la honra de una persona. Porque, una vez enviado el fax, no podemos volver atrás; ya salpicamos su persona. De ahí la necesidad de frenar nuestra lengua, porque como bien nos dice la Biblia “el latigazo deja su huella, pero la lengua quebranta los huesos”.
Decimos, esa persona es tardía para pensar y exteriorizarse, y esta otra manifiesta su opinión con una rapidez que asombra. ¿Cuál preferimos? Indudablemente la primera, porque es más difícil que se
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equivoque en sus apreciaciones, aquella que repiensa una sentencia antes de lanzarla, ya que, „una vez arrojada la piedra, no podemos atajarla en su trayectoria‟. Y ¡cuántas veces hablamos mal de una persona y al tiempo nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado...! ** Sara se crió en un hogar cuyos padres aprovechaban todo momento para calificar a sus familiares y vecinos, pero no lo hacían con responsabilidad y tolerancia, sino que ponían en tela de juicio, la disponibilidad que ellos hacían de sus vidas. Más adelante, cuando su mente se aclaró en conceptos, pudo comprobar que ellos hasta se deleitaban al hablar mal de las personas. Sara, en el tiempo, cursó sus estudios primarios y secundarios, y más tarde comenzó a trabajar en una empresa, pero tanto con sus compañeras de estudio como de labor, no dejó de destilar su pestilencia, gozando el momento en que conseguía la separación de las personas de su entorno. Nunca se preguntó si hacía bien o mal cuando intervenía en la relación de los demás, sino que actuaba casi imperiosamente llevada por un estímulo que no comprendía. Pasó el tiempo, se enamoró, se casó y tuvo una hija. Desde ese momento se dedicó enteramente a ella descuidando su relación conyugal. Su marido sentía claramente, la desvinculación sentimental que Sara había originado en el hogar, hasta que, en el tiempo, separaron su vida conyugal. A raiz de este suceso, Sara no dejó de infundir tanto a su hija como a los demás, la incompetencia y falta de sentimientos de su ex marido, para con su familia. Zulema, la hija del matrimonio desavenido, fue desarrollándose biológica e intelectualmente, y también en ella prendió la llamita del amor cuando conoció a Alfredo, un muchacho apuesto y suave, cuyos padres eran profesionales. El amor los envolvió a ambos y decidieron unir sus vidas en matrimonio. Todo era felicidad en los preparativos previos a la boda, y se casaron, pero nunca pensó Alfredo que ya, en el tálamo nupcial también se hizo cabida Sara, su suegra. Alfredo trabajaba en una cadena de supermercados y tenía la responsabilidad de elegir los productos que más podía interesar, económicamente, a su firma. En ese empeño, pasaba largas horas, muchas veces fuera de su horario normal, en gestiones fuera y dentro de su oficina. Cuando llegaba a su casa, exhausto y bailando en su cabeza
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precios y productos que giraban constantemente, encontraba, por fin, los dulces brazos de Zulema que conseguía separarlo de esos fantasmas. Pero esta situación comenzó a enturbiarse porque ya, Sara, comenzaba a entrometerse en sus vidas. En las largas horas sin su esposo, Zulema hablaba, casi diariamente con su madre, y una o dos veces por semana aparecía ésta en su casa. Al principio Sara comentaba las cosas triviales que pasa en el mundo, pero después dirigió sus dardos, sutilmente, hacia ese matrimonio de dos jóvenes que se amaban. Sara: Pobre Alfredo, ¡qué vida sacrificada! Tener que lidiar todos los días con los proveedores. Tratando de conseguir el mejor precio de las mercaderías, para el bien de la compañía. Zulema: Así es, mamá. Trabaja incansablemente, tanto que, aún en casa la llama su secretaria para recordarle alguna cosa que deberá hacer al día siguiente... Sara: Ah, a propósito de la secretaria, ¿vos las conocés? Zulema: Sí, es una chica joven, agraciada, de buen carácter y muy eficiente, como me dice Ricardo. Sara: Hummm. ¿No será que le coquetea a tu marido? Zulema: ¡Pero mamá, cómo se te ocurre! Sara: Bueno, no es para que te incomodes, pero a veces una relación tan íntima entre jefe y secretaria... ¡qué querés que te diga! Sobre todo siendo ambos jóvenes... Zulema: Bueno mamá, cortala. Me estás poniendo nerviosa.
La charla tomó otro curso, y cuando se fue Sara, Zulema quedó pensativa. Recordó otros momentos en que perdió la amistad de una compañera sin saber claramente la causa de su separación. Con ella tenía largas conversaciones en su casa y telefónicamente, donde se contaban sus intimidades de adolescentes. Lo único que recordaba es que a su madre le incomodaba esa relación; tal vez por celos. Al primer diálogo que sostuvo con su madre, le siguieron otras insinuaciones cada vez más profundas. Ya Zulema no sabía qué pensar. Zulema: Sí mamá, estoy molesta. Parecería como que Ricardo estuviera casado con la compañía. Llega tarde, cansado, y casi no tenemos diálogo. Sara: Vos no tenés que permitirle eso. Él se debe a su hogar y si las cosas no se detienen a tiempo, tu matrimonio se va a desmoronar. Yo no sé, pero creo que algo más que trabajo, lo detiene en su oficina. Perdoná que me meta, pero ¿cómo van en sus relaciones sexuales? Zulema, ya abandonada en sus defensas, dijo: Ahora que lo decís, no es el Ricardo de antes. Lo noto un poco frío, como ausente.
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Sara: Vos sabés lo que tenés que hacer. No te dejes avasallar por un marido ingrato que sólo piensa en sí mismo, y quién sabe si no tiene una amiguita por ahí. Bastante tuve yo con tu padre.
Acá terminó la conversación entre madre e hija, y ya el poder corrosivo que destilaban las palabras de su madre había deteriorado los sentimientos de Zulema. Al llegar Ricardo a casa se suscitó el siguiente diálogo. Zulema, alterada: ¿No querés llevarte un colchón a la oficina para estar más cómodo? Porque lo único que te falta es quedarte a dormir ahí. ¿Qué te atrae tanto ahí que preferís el supermercado a tu casa? Ricardo: ¿Qué te pasa? Pará. Calmate. No creo que me merezca tal recibimiento. Todo lo que hago, lo hago por nosotros y nada más. Si trabajo horas extras es para ganar más y poder tener un mejor sostén económico. Zulema: ¿No será que tu secretaria o alguna chica que está a tus órdenes, te sea más agraciada que tú propia esposa? Ricardo: No seas tonta. No existe tal relación. No sé de dónde sacás estas sospechas. Zulema: No hablemos más. Me parece oportuno que pienses ya en una separación legal. Yo no puedo seguir esta vida.
Ricardo trató por todos los medios de llegar a una conciliación, pero ya la maledicencia había ahondado muy profundamente en el corazón de Zulema y no hubo manera de que ésta entrara en razón. Y el resultado fue la anulación del matrimonio. * 22. *La ira (cuento) Según los antropólogos, nuestros primeros pasos por el mundo, se asemejaron, en mucho, a las características que presentaban los animales. Es decir que cazaban y mataban en la búsqueda de sus alimentos. Pasaron muchos años, y el hombre fue modelando su conducta, perfilándose hacia un ser menos agresivo y más reflexivo. Surgieron leyes, ordenanzas y una complementación de tareas donde se distribuyó el trabajo personal en planes más comunitarios. El hombre pudo, entonces, hacerse más comprensivo y solidario con sus semejantes. Pero los pueblos fueron creciendo y se convirtieron en ciudades y aparecieron los fantasmas de la competencia desleal, que azuzaba a los humanos a alcanzar predominios a todo costo. Y así también avanzó la desconfianza y la prepotencia, haciéndose dueñas del campo, y desajustando la armonía que pudiera haber entre los hombres. Y renació el salvajismo desenfrenado, que se encontraba escondido en algunos de
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los anaqueles del subconsciente. Y la ira, enemiga de la templanza y de la moderación ocupó su lugar, encaramándose en el hombre que, desde ese momento, perdió el dominio de sí mismo, y se hizo muy sensible a los estados de cólera. * En el matrimonio de los Gutiérrez, casi no había día sin discusiones. Cualquier tema que se tocara, por más baladí que fuera era tema de enfrentamiento. Los gritos estaban a la orden del día y poco faltaba para que se fueran a las manos. En ese clima de discordia nació y se crió Gustavo, que ahora tenía 8 años. Las fuertes voces airadas de sus padres le atormentaban y temía, a cada momento, que las cosas pasaran a mayores. Y así fue. En una oportunidad, palabra hiriente va, palabra hiriente viene, el padre comenzó a golpear fuertemente a la madre, y ésta, no solamente se defendía como podía de la golpiza, sino que también arremetió contra éste. Gustavo, aterrado, no sabía qué hacer. De las manos pasaron a tirarse objetos contundentes, hasta que los vecinos, ya cansados de tanta trifulca a la que estaban acostumbrados, llamaron a la policía. Cuando llegaron los agentes policiales, se encontraron con un escenario desordenado y horrendo. La madre, exánime, tirada en el suelo y el padre sosteniendo aún un cuchillo ensangrentado con el que había herido de muerte a su mujer, y Gustavo, apoyado contra pared, lloroso, se tapaba la cabeza con sus bracitos. De resultas de este hecho, la madre murió, el padre fue a parar a la cárcel y él, solo en el mundo, fue destinado a un orfanato. En ese lugar muchos eran los niños y niñas que cohabitaban con Gustavo, y éste, en un principio se mostró tímido y retraído ante sus superiores y compañeritos. Pero, en el tiempo, todo cambió. Ante cualquier circunstancia que le fuera adversa, Gustavo se ponía frenético y arremetía contra todos, sin discriminación. Los superiores trataban de apaciguar su ánimo, pero era imposible, no aceptaba sugestiones y se dejaba llevar por la ira y el rencor, que era lo único que conocía de su malogrado hogar. De resultas, terminaba castigado. En el tiempo tuvo la suerte de ser adoptado, a los 10 años, por un matrimonio que se hizo cargo de él. Sus protectores, nuevos padres, eran personas jóvenes, de no más de 45 años, que siempre desearon tener un hijo sin poder lograrlo, hasta que decidieron adoptar uno; y éste fue Gustavo. Deseosos de obtener un
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buen rapport, no descuidaban detalle alguno para que el niño se sintiera cómodo y querido en su nuevo hogar. Encontraron en él un ser receloso y huidizo, pero comprendían que los dos años sin padres, en el orfanato, había dejado huellas en esas edades tan importantes de su infancia. Gustavo fue creciendo y se le proporcionó todas las facilidades para el estudio. Así cursó primaria y secundaria. En las aulas, con sus compañeros, ya mostraba su carácter. Ante cualquier momento en que se lo contrariaba aunque fuera por una nimiedad, él se ponía irritado al máximo. Algunas veces se calmaba luego de vencer a su contrincante, y otras, cuando el oponente era superior en fuerzas, se lamía la rabia y esperaba el momento oportuno, para rendirlo. En su casa, los nuevos padres temían su furor y preferían no contradecirlo. En una oportunidad, y ya Gustavo con sus 23 años, y con varios tristes episodios donde, por su carácter irritable se había envuelto en serias dificultades con los demás, se encontró con un amigo mayor que él. Éste le propuso un negocio en el que ambos debían depositar dinero para el comienzo. Así lo hicieron y durante un tiempo fue marchando a las maravillas, pero, en una ocasión en que su amigo tomaba sus vacaciones, le llegaron unas facturas que debía abonar. Acudió al banco para hacerlo, y se encontró con la sorpresa de que todo el haber había sido retirado por su socio. Extrañado, buscó la dirección del lugar donde su amigo fuera de vacaciones, pero allí lo ignoraban; en consecuencia, había perdido todo contacto con él. En poco tiempo, para pagar las deudas tuvo que vender el comercio y todas las pertenencias y se encontró, prácticamente, en la calle. Tal situación lo puso furioso. En los momentos de ira Gustavo encontró siempre el causante de la misma y arremetió contra él, pero ahora, ¿dónde y contra quién descargaba su rabia? Mucho le costó volver a la calma, pero sentía que su ira le quedaba como enquistada en un lugar de su corazón por la actitud del que fuera su amigo. Pasaron muchos meses, y en una oportunidad, sorpresivamente, vio a su ex socio caminando por una calle. Se adelantó y se interpuso frente a él. Gustavo: ¿Te acordás de mí? Socio, pasmado: Claro que sí.
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Gustavo, comenzando a alterarse: ¡Me defraudaste, desgraciado, y me dejaste en la calle! Lo tomó fuertemente de las solapas. Socio: Dejame que te explique. Gustavo: No hay nada que puedas decirme, traidor. Te voy a matar. Socio, tratando de desprenderse de las manos de Gustavo: Pará y dejá que te explique. Te voy a pagar todo lo que saqué de la caja, ahora.
Pero ya era tarde, Gustavo en el mayor clímax de esa ira contenida durante tanto tiempo, nada oía, ni podía atender las razones. Sus ojos centelleaban, e impulsivamente y enceguecido, sin mediar consecuencias, sacó rápidamente de su bolsillo un revólver que llevaba consigo y apoyándolo contra el abdomen de su socio, disparó varias veces. ***
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TRES 23 *Cómo optar La vida, en una reiterada obstinación, nos coloca frente a un dilema. Y éste es: ¿cómo debo obrar ante algo que me gusta, pero no me conviene hacerlo, o ante algo que me conviene, pero no me gusta? Esta es la cuestión. Porque si yo me consagro con lo que‟me gusta y me conviene’ o ‘no me gusta y no me conviene’, no hay ningún problema en las proposiciones. Todo está resuelto y... adelante. Pero si se presenta al ruedo algo que ‘me gusta, pero no me conviene’ o ‘no me gusta, pero me conviene’, en estas dos opciones debo ser más cauto para la decisión a tomar. (Corral de opciones-Análisis Transaccional) El gustar, representa lo apetecible, lo agradable, lo atrayente, y el hombre, en ese derrotero, quebró la ley de Dios, al probar el fruto del árbol prohibido. Lo que demuestra, fehacientemente, que tenemos una voluntad muy flaca ante lo gustoso. En cambio, muchos son los ramales que se presentan no bien nos encontramos ante algo que „no me guste aunque me convenga‟. En este caso se hace necesario hallar el delicado equilibrio que se mantiene mientras se recurra a una serena reflexión, esquivando la potencialidad inconsciente de los impulsos que se rige por las ambivalencias de atracción y repulsión. De todas maneras, es importante tener presente que en esta potencia bipolar de gustar y convenir, se encuentra viva y latente la esencia ética del individuo, y significativamente, están en juego la programación de su vida, la oportunidad de cambio, los riesgos, etc. Estos serán los parámetros que orientarán estas dos elecciones. **
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24. *Mensaje de paz Vivimos en un mundo desquiciado. Un mundo que no sólo se circunscribe a lo local o regional, sino que abarca la totalidad del planeta. Donde cada vez, no solamente se distancian más las relaciones humanas entre ricos, pobres e intermedios, sino que, malévolamente, existen fuerzas internas que provocan fuertes disturbios en los núcleos familiares, sustento social. En un mundo donde afloran poderosamente las fuerzas del mal, exacerbando la violencia y la agresividad, que avanzan y se desbordan en forma progresivamente más alarmante. Todo este desajuste, va desembocando en una hecatombe incalculable. Muchos son los que se sienten seriamente alarmados ante esta situación que parece no tener límites, y desean que ese panorama desalentador se modifique para bien de la humanidad, pero muchos son los que dejan hacer, ya sea por desidia, o simplemente porque se sienten indefensos y desamparados. Parecería como que nos moviéramos en un escenario humano donde nadie se entiende; donde cada uno hablara una lengua diferente. Pero el hombre no nació para ingresar en un „valle de lágrimas‟, porque "Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno" (Génesis 1,31). Aunque sabemos que en el hombre, en todo hombre, existe el núcleo generador del bien y del mal, que ciertamente están en estado inerte mientras no se los activa. Se hace necesario, entonces, que aquellos que perciben el peligro; aquellos de recto corazón y de recto pensamiento y de recta acción; aquellos que advierten en los discursos los mensajes disfrazados y las hipocresías, y que no se dejan seducir por sofismas bien aderezados, salgan a la luz y propaguen sus verdades. Pero que no lo hagan con acusaciones ni réplicas, ni críticas que al final se desvanecen en un mar de palabras en el abismo del olvido, sino con la intención honesta y humilde de quienes creen en el amor, y en la seguridad de que todos los hombres del mundo poseen suficientes recursos y posibilidades positivas dentro de sí, que puestas en ejercicio, harán de él un ser digno, prudente y sabio, con la suficiente fuerza moral como para vincular, armoniosamente, todo aquello que está separado y como extraño entre sí. Porque, ¿qué favor se le hace a la humanidad mostrar una y otra vez la miseria humana, cuando es mucho más gratificante y poderoso
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para el hombre de bien, alentar los sentimientos puros de la comprensión, la compasión, el amor y el perdón? Además, no nos dejemos llevar por el agobio existencial, que se prende como sanguijuela y succiona nuestra potencialidad de vida. Encarnémonos en el „‟hombre nuevo‟‟ que no se deja seducir por propósitos mezquinos, sino que emerge incólume del residuo malsano que deja la fricción social, no para juzgarla ni maldecirla, sino para que su presencia espiritual, activa y respetuosa, sirva de testimonio válido. Ese es mi propósito, y en este sentido está puesta el alma de toda mi obra literaria, que la ofrezco en confirmación de mi amor por la paz y la felicidad del mundo, centradas en el ser humano. * 25. *Desprendernos de la conducta perversa Tal vez convendría detenernos un poco en este componente nocivo que Jung denominara "la sombra". Su relevancia podría darnos las pautas de por qué el hombre actúa desacertadamente y a veces en forma brutal, en muchas ocasiones, sin que alguna razón valedera lo justifique plenamente. El hombre, a través del tiempo, va acumulando hechos de todo color y magnitud, cuyos recuerdos se depositan en los terrenos de lo consciente y de lo inconsciente; es decir que algunos pueden evocarse cuantas veces se quiera, y otros se mantienen sepultados y olvidados. Además, esas remembranzas, sabemos, tienen caracteres diversos, agradables o desagradables, deseadas o no. Y que no todas las personas fueron pasibles de los mismos hechos, y los sintieron con la misma intensidad. Sin embargo, todo lo ocurrido a través de los siglos, quedó configurado en el recóndito de la mente humana y pareciera que un 'hilo conductor' uniera los recuerdos, en el "inconsciente colectivo". De esta manera, todos los hombres del mundo, de una u otra forma, poseen elementos soterrados que pueden o no, ser despiertos en algún momento. Aquí viene la reflexión. ¡Cuánta excelsitud pero cuánta podredumbre se depositó en nuestra persona...! Y ¡qué necesario se hace que cada hombre anhelara perfeccionarse para poder identificarse con la figura que Dios hizo a su imagen y semejanza, que es amor, y pueda propagarlo para el bien de la humanidad! Y esto viene a propósito en la observación de actitudes de mi prójimo. Algunos presentan una conducta considerada normal por el
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común de las personas y otros se vuelcan a posiciones que son rechazadas y amonestadas por el efecto ingrato que producen. De los primeros podría decirse que actúan siguiendo el patrón que les ofrece las normas morales y éticas que poseen. Recordemos que entendemos por „moral‟ la apreciación que hace el individuo de esa oponente dualidad que representa „lo bueno‟ y „lo malo‟ configurados en la ley escrita o la conducta que se opera socialmente. Y la conducta de un individuo está preñada de tironeamientos que se operan desde distintos ángulos. Y me remito a las fuentes del pasado, a los ladrillos que edificaron la personalidad. Un infante que vivió y se educó en un clima de arbitrariedades de todo orden, puede llegar a tomar el camino del resentimiento y del odio. Esos serán los que ejecutarán actos reprobados por la sociedad y se asociarán a la „sombra‟ de Jung. Aunque no siempre es así, porque otros, en esa misma suerte, llegan a superar las barreras de las injusticias, del dolor y de la venganza, y se redimen en el amor. Estos últimos no vacilarán en hallar el camino de la concordia, del entendimiento y del respeto, baluartes que desplegarán en la significación del „‟hombre nuevo‟‟, del „‟hombre transparente‟‟. * 26. *Heridas profundas En varias oportunidades me he detenido, con pena y dolor, ante la situación de „encierro virtual‟ que observo en una multitud de hombres, que viven sus vidas siguiendo derroteros tristes e infelices que les impiden visualizar otros panoramas más halagüeños. En el deseo de encontrar las causas de ese „letargo‟ que obnubila el camino esplendoroso que merece todo ser humano por el solo hecho de vivir en el mundo, recurrí a las fuentes primarias; es decir a la observación de las variadas caracterologías que presenta el hombre desde su nacimiento hasta la representación formal de adulto, y las numerosas motivaciones que pudieran ser causas de los “argumentos de vida”, como se los ha dado en llamar, a estas significaciones infelices que lo „marcan a fuego‟ Y, no contento con eso, sugerí algunos aspectos incidentes que podría llevarlo a esa situación, tales como la „falta de visión interior‟. Pero, de una u otra forma, el asunto es que, esas personas, se desenvuelven dentro de un lineamiento restringido a determinadas reglas o preceptos, que les impiden visualizar un panorama más amplio de la
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vida. Y, observadas desde una perspectiva existencial, se encuentran como ‟acorraladas‟, y lo que es peor, sin saber que lo están; sin darse cuenta de la situación. Entonces, el proceso de liberarlos del recinto en que están „enjaulados‟, consiste en proponerles, sistemáticamente, con mucha paciencia, y sobre todo, amor, nuevos horizontes más amplios y generosos, que les deje ver formas de vida plenas y satisfactorias, libres de miedos y preconceptos que autolimitan la libre determinación de sus pensamientos y emociones, en un plano más saludable. Aunque la orientación hacia nuevos ofrecimientos no es nada fácil, si se tiene en cuenta el grado de cronicidad que pueden tener los hechos históricos de su vida. Porque muchas circunstancias desastrosas del pasado, pueden haberse arraigado fuertemente en sus corazones. Si bien es cierto que en este programa de discernimiento están abocados psicólogos, psicopedagogos, psiquiatras y sociólogos, es obra principal de los familiares que se encuentren purificados espiritualmente en el conocimiento y el amor, quienes puedan allegarse a la intimidad de esas almas sufridas. * 27. *Ser normal Hablamos de anomalías en la conducta de los humanos, lo que, generalmente ocasiona un desencuentro en la conceptos que se vierten en la intención de determinar, acertadamente, lo que se entiende por normal. Y si nos atenemos a la concurrencia de varios especialistas que, desde su materia apuntan a lo que se considera como conducta normal, tales como el estadígrafo, sociólogo, educador, médico, psicólogo, filósofo, antropólogo, biólogo, abogado y psicoanalista, veremos que cada uno la describe desde su punto de vista, sin llegar a un acuerdo que satisfaga totalmente u na respuesta unificadora. (“Contribuciones a la Psicología Médica”-Arthur Weider y colabs.págs.156/189 .
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Sin embargo, considerando al „hombre insertado en la sociedad‟, creo que éstos, „hombre y sociedad‟, son las dos cuantificaciones que deben resolver esta situación tan complicada. Es por eso que mi planteo se hace a través del campo psico-social y axiológico. El hombre, en su aspecto biológico, está influído por la acción interna de sus hormonas, pero su libertad como persona, determinará los pensamientos y las emociones-sentimientos que interrelacionará con los
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demás, ya sea el núcleo familiar, y los subgrupos de amigos, conocidos y desconocidos. Todo ello constituye la sociedad. Esta sociedad determinará las normas a las que deberá sujetarse todo hombre para ser etiquetado „como normal‟. En consecuencia, si no ajusta su conducta a esos criterios ya fijados, se lo considerará „como no normal‟. De esta manera vive su existencia dentro de ese grupo heterogéneo que está regido por códigos éticos, morales y legales, intercambiándose una serie de influencias de una y de otra parte, y donde él, personalmente, determinará el camino que, por su propia libertad, elijirá. Podemos abarcar, entonces, con el concepto de „normal‟, la necesidad de amar y ser amado sin ser posesivo; el ser reconocido como persona diferente sin que esta situación lo lleve a la altanería de creerse superior a los demás. La bondad, el respeto hacia los demás, la comprensión, la compasión, la ayuda al que sufre o al necesitado, la competencia no desleal, la gratificación mesurada de los placeres ya sean estos, materiales o espirituales. Y está por fuera de lo normal, el que mata y ultraja a otro ser viviente, el que roba al prójimo, el que se ensaña en actos crueles contra otros individuos; el que infringe las leyes sociales establecidas, desarticulando la buena convivencia humana; el que atenta contra la ecología y las leyes naturales, el que destruye las obras de arte. Pero es bueno deslindar algunos puntos que resurgen de esta casiclasificación, porque las variadas toxinas que tiene el hombre dentro de su alma y con las que contagia a los grupos sociales, se encuentra el odio, el resentimiento, la mentira, la hipocresía, los celos, la altanería, la lujuria; la falta de aceptación como natural, de que exista una diversidad de razas humanas y religiones. Todas estas escorias se „adhieren’ y se „fijan’ en la personalidad de algunas personas consideradas normales por el común de la gente, y son causa de verdaderos desastres. En cambio, aquellos elementos especificados como normales, nacen con el individuo; es decir, son „esencia> de todo ser humano, y salidos a la luz, marcan, con su ejemplo, el camino hacia una verdadera razón de la existencia. Por todo lo comentado, nunca podemos hablar de „un ser perfecto‟, porque un hombre-mujer es humano y tiene sus desaciertos, aunque le cabe la oportunidad de reconocer sus errores, en un plano de
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profunda humildad, y aspirar a elevarse por encima de sus falencias e integrarse con las almas puras. * **